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MATERIA
VIDA DE JESÚS
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Programa de Asignatura
DESCRIPCIÓN DE LA ASIGNATURA
OBJETIVO GENERAL
Conocer la base doctrinal que fundamente la deidad y humanidad de Jesucristo.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
METODOLOGÍA
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CRONOGRAMA DE CLASES DE LA MATERIA VIDA DE JESÚS - CICLO II – 2011 - Lic. Rosmeri de Reyes
EXAMEN FINAL
V= Semana Santa
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TAREAS Y ACTIVIDADES DE VIDA DE JESÚS – CICLO II - 2011
NOTA:
Es importante que usted observe periódicamente esta hoja para estar preparado
para las actividades y para los exámenes, en la fecha indicada.
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EVALUACIÓN
CONTENIDO:
Primera Unidad:
3. Nacimiento de Jesús
Segunda Unidad:
Tercera Unidad:
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Cuarta Unidad:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
EDERSHEIM, ALFRED
“La vida y los tiempos de Jesús el Mesías”
Tomo I, talleres-gráficos M.C.E. Horeb, España 1988
HOFF, PABLO
“Se hizo Hombre”
Editorial Vida, florida 1992
STALKER, JAMES
“Vida de Jesucristo”
Editorial Caribe, Miami Florida 1973
FRANCISCO COOK
“La vida de Jesucristo”
Editorial Portavoz, Michigan EE.UU. A.1999
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INTRODUCCIÓN
La vida de Jesús sobre la tierra puede dividirse en dos grandes períodos: Su vida
privada, hasta que cumplió los treinta años de edad; y su vida pública, la cual duró
cerca de tres años. Los Evangelios son testimonios de las palabras y obra de
Jesucristo en muchos aspectos diferentes. Para comprender adecuadamente la vida
de Cristo es necesario saber algo del mundo en que Él vivió cuando estuvo en la
tierra. Así podemos entender mejor los eventos en su vida y sus enseñanzas.
El título “Cristo, significa “ungido”, lo mismo que la palabra hebrea “Mesías”. Cristo
es el título oficial de nuestro Señor, el cual se menciona aproximadamente 1,514
veces en el Nuevo Testamento. Denota que Jesús fue ungido o consagrado a su gran
labor y dignidades como profeta, sacerdote y rey de su pueblo. Él es Jesús, el Cristo
(Hch. 17:3; Mt. 22:42), el ungido. Él es de quien habló Isaías (Is. 61:1) y Daniel (Dn.
9:24-26) quien lo describe como "el príncipe Mesías".
El Mesías, es la misma persona conocida como "la simiente de la mujer" (Gn. 3:15),
"la simiente de Abraham" (Gn. 22:18), "el profeta a la imagen de Moisés" (Deut.18:15),
"el sacerdote según el orden de Melquisedec" (Sal. 110:4), "el retoño de Isaí" (Is.
11:1,10), "Emanuel", (Is. 7:14). Él es de quien Moisés y los profetas habían escrito. El
Antiguo Testamento está lleno de declaraciones proféticas acerca del gran libertador y
la obra que Él realizaría. Jesús el Cristo es el gran libertador, el Ungido, el Salvador de
los hombres. Este nombre denota que Jesús fue divinamente escogido, comisionado y
acreditado como el Salvador de los hombres (Heb. 5:4; Is. 11:2-4; 49:6; Jn. 5:37; Hch.
2:22).
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Fuentes de Información de la vida de Jesús:
2. Fuentes cristianas
Las fuentes cristianas más antiguas son las cartas de Pablo, quien, sin
conocer personalmente a Jesucristo, se familiarizó con sus actividades y sus
dichos, de acuerdo con la TRADICIÓN ORAL. Los datos acerca de Jesucristo
que nos proporcionan sus cartas son muy escasos y se concentran en la
pasión y resurrección, pero revelan la estabilidad de la tradición aun antes
de consignarse por escrito. Solamente lo que Pablo indica en I Cor. 11:23-26 y
Hch. 20:35 y el relato de la ascensión en Hch. 1:1-11, nos cuenta algo de su
vida y palabras aparte de los evangelios. Así es clara la importancia de estos
libros históricos.
Las fuentes más completas son los cuatro EVANGELIOS, que se fundamentan
en el testimonio de los discípulos inmediatos a Jesucristo. Aunque el propósito
de los evangelistas no fue en primer término biográfico, nos proporcionan
relatos históricamente fidedignos (Lc 1:1–4).
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1 - EL COMIENZO DEL EVANGELIO
TRASFONDO HISTÓRICO
¿Qué fue lo que ocurrió durante los 400 años que intervienen entre los dos
testamentos?
A raíz de lo que hacía Antíoco Epífanes, surge un grupo de judíos encargados de velar
por la conservación y restauración de los actos religiosos. Comenzó la insurrección
con un anciano llamado Matatías, luego se unieron otros judíos y sus hijos, entre ellos
Judas, conocido como Macabeo (Martillo), le siguió su hijo Simeón Macabeo y otros
más, de ahí el nombre de Macabeos. Después de muchas luchas, lograron purificar el
templo y restablecieron los sacrificios y los actos religiosos. En el año 165 A. C.
limpiaron y consagraron el templo de nuevo y renovaron el culto allí. La Fiesta de
Dedicación fue establecida para conmemorar esa victoria (Jn. 10:22).
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PALESTINA BAJO EL PODERÍO DEL IMPERIO ROMANO
Hacía alrededor de sesenta años que Palestina se encontraba bajo ocupación romana
cuando nació Jesús. Fue una dominación indirecta por medio de príncipes locales, de
los cuales Herodes el Grande fue el más famoso. La división de su reino entre sus
hijos produjo tres gobernantes regionales, de los cuales Herodes Antipas, tetrarca de
Galilea y Perea, ejerció sus funciones durante todo el ministerio de Jesús; este es el
Herodes que vemos en los evangelios, aparte de los relatos de la infancia de Jesús.
Arquelao, que se hizo cargo de Judea y Samaria, fue depuesto después de diez años
de mal gobierno, y se impuso un gobierno directo en ambas regiones, en la persona
de un prefecto romano, llamado Poncio Pilato.
Los idiomas de la Palestina del siglo I d.C. eran el arameo, el hebreo y el griego. Lo
más probable es que el arameo fuera la lengua usada por el Señor Jesús, pero casi
seguramente los galileos también tendrían un conocimiento práctico del griego; y el
hebreo bien puede haber sido la lengua en que el Señor llevaba a cabo sus debates
con las autoridades religiosas en Jerusalén.
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Aunque a dominación romana trajo verdaderos beneficios a la nación vasalla; sin
embargo, no gozaba de popularidad. Un motivo especial de descontento fue el
sistema de impuestos bajo el cual las tasas oficiales, que ya eran elevadas, fueron
aumentadas por los recaudadores de impuestos (publicanos), que se convirtieron así
en un grupo temido y odiado, tanto por extorsionadores como por ser colaboradores
del poder de ocupación. Pero la principal causa de resentimiento fue el simple hecho
de la sujeción política, posición que muchos encontraban incompatible con la
condición de Israel como pueblo de Dios.
Las diferentes reacciones judías ante esta situación se reflejan en las actitudes de los
“partidos” que surgieron en esa época dentro del judaísmo.
LOS FARISEOS:
Eran los ortodoxos y conservadores. Su nombre viene de una palabra hebrea que
quiere decir “separado”. Eran el partido popular porque eran ortodoxos y contrario a
los extranjeros. Tenían la mayoría en el sanedrín, el concilio mayor de los judíos.
Creían en la resurrección de los muertos, la vida futura y la ayuda de la providencia
actuando lado a lado con la voluntad libre del hombre. Aceptaban todo el Antiguo
Testamento, y creían en los ángeles. En cuanto a la vida moral, eran los mejores
aunque dejaban mucho que desear. Pero daban mayor importancia a la “ley moral”
que era un compendio de las tradiciones de los judíos.
LOS SADUCEOS:
Los saduceos eran los “libres pensadores” de su día. Negaban las creencias de los
fariseos, especialmente la autoridad de la ley oral, la resurrección de los muertos y el
galardón o el castigo futuro. Aceptaban solamente los cinco libros de Moisés como
Palabra de Dios. Aunque eran la minoría en el sanedrín, los puestos principales,
incluyendo el sumo sacerdocio, estaban en manos de ellos. Estaban propensos a
colaborar con los romanos y los reyes nombrados por Roma.
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Jesús no tuvo mucho que ver con ellos, con excepción de los hechos de su arresto,
proceso y condenación a la muerte.
LOS ESENIOS:
Para ese entonces, los judíos ya habían superado, despojándose de la idolatría que se
había practicado en la antigüedad, y se habían adherido a la verdadera fe de sus
antepasados. Ellos ya tenían un segundo templo, el reconstruido por Herodes, y los
que vivían lejos viajaban a la ciudad Santa en ocasiones de fiestas solemnes.
Además, se produjo un fuerte movimiento popular hacia el activismo político, los
Zelotes, nombre de uno de los grupos aparecidos posteriormente en ese siglo.
LOS ZELOTES:
Era un movimiento político religioso entre los judíos. Se les llamaba zelotes porque
seguían el ejemplo de Matatías y sus hijos y seguidores, que manifestaron celo por la
ley de Dios cuando Antíoco IV intentó suprimir la religión judía. A uno de los doce
apóstoles se le llama Simón el Zelote (Lc. 6:15; Hch. 1:13), ya sea a causa de su
temperamento celoso o apasionado o por alguna asociación con el partido de los
zelotes.
En cualquier lugar donde había un grupo de judíos, ahí se establecía una sinagoga,
que era el lugar donde se reunían para celebrar cultos religiosos.
SINAGOGA:
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En las Escrituras se refiere a una reunión de individuos de una localidad para el culto o
la acción en común (Lc. 12:11; 21:12). Posteriormente sirvió para hacer referencia al
edificio en el cual se llevaban a cabo tales reuniones.
El origen de la sinagoga:
La sinagoga era el lugar de la reunión cada sábado de los judíos. Había por lo menos
una sinagoga en cada pueblo judío y más en las ciudades más grandes. También
había una sinagoga en cada ciudad del Imperio Romano donde había suficiente judíos
residentes para mantenerla.
Su propósito mayor era la instrucción en la ley de Dios, pero también servía como
lugar de adoración. Siempre se leía una porción del Pentateuco y otra de los
profetas. Después de la lectura, se daba lugar a la predicación. Muchas veces se
permitía que una persona capaz que visitaba leyera la Escritura y diera el sermón.
Siempre había dos oficiales. El primero tenía la responsabilidad del culto, saber
mantener el orden, nombrar a las personas para leer las Escrituras y orar e invitar a
alguien a dar el sermón. El segundo debía cuidar los edificios y especialmente cuidar
la copia de las Escrituras que guardaban en un cofre especial para ese propósito.
Muchas veces había escuelas en conexión con la sinagoga para los niños. Es
imposible exagerar la importancia de la sinagoga en la vida judía.
En sus celebraciones los judíos recordaban que se les había prometido un Redentor,
quien les libraría del yugo de sus opresores; en este caso, los romanos. Ellos
anhelaban la llegada del Mesías. Sin embargo, “A lo suyo vino, y los suyos no lo
recibieron” (Jn.1:11).
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LA ENCARNACIÓN DE JESÚS
La palabra encarnación viene del latín “in carne”, que significa: Acto de humillación
por el cual Jesucristo siendo Dios se hizo hombre de CARNE y hueso (Jn 1:14).
El cristianismo es único en cuanto a su anuncio de cómo Dios se revistió de carne
humana, mediante la concepción virginal, el nacimiento y el desarrollo del niño Jesús.
Cristo se identifica plenamente con el género humano (Ro 8:3; Heb 4:15) y conserva
su perfecta divinidad durante su permanencia en el mundo (Col 2:9).
Esto es lo que Juan afirma en el prólogo de su evangelio: “el Verbo” (el agente de Dios
en la creación, que “en el principio”, antes de la creación, no solamente “era con Dios”,
sino que él mismo “era Dios”, Jn. 1:1–3) y “fue hecho carne” (Jn. 1:14).
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Cuatro puntos resumen la importancia de la encarnación de Jesucristo:
LA NATURALEZA DE LA ENCARNACIÓN:
Cuando vino al mundo “se despojó a sí mismo” de la gloria exterior (Fil. 2:7; Jn.
17:5), y en ese sentido “se hizo pobre” (2 Co. 8:9), pero esto no significa en absoluto
una reducción de sus poderes divinos, como pretenden sugerir las supuestas teorías
de la kenosis. El NT recalca más bien que la deidad del Hijo no se redujo coma
consecuencia de la encarnación. En el hombre Cristo Jesús, dice Pablo, “habita
corporalmente toda la plenitud de la deidad” (Col. 2:9; 1:19).
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No se trata de que simplemente se envolvió en un cuerpo humano, ocupando el lugar
de su alma, como sostenía Apolinario, sino de que tomó para sí un alma humana
tanto como un cuerpo humano, o sea que ingresó en la experiencia de la vida psíquica
humana a la vez que física. Su humanidad fue completa; se hizo “Jesucristo hombre”
(1 Ti. 2:5; Ga. 4:4).
Para lograr la encarnación del Hijo de Dios, Jesús, tuvo que hacer de una virgen
(Isa. 7:14) por la acción del Espíritu Santo. El pasaje habla de un nacimiento virginal,
así como una concepción virginal.
El texto hebreo de Is. 7:14 utiliza una palabra almah que denota una joven casadera o
virgen; mientras que la traducción griega del mismo versículo emplea “partenos” sin
vacilaciones para la palabra virgen. Cualquiera que sea su significado histórico, Mateo
ve cumplida la profecía de Isaías con el nacimiento de Jesús de la virgen María.
El nacimiento virginal satisface tres requisitos respecto a Jesús:
1) La única manera de nacer como ser humano era que naciera de una mujer.
2) La única manera de ser hombre sin pecado era que fuera concebido por el
Espíritu Santo.
3) La única manera de ser divino era que tuviera a Dios por Padre.
Como resultado su concepción no fue por medios naturales sino sobrenaturales. Por
eso Jesucristo se revela como una persona divina con dos naturalezas: una divina y
una humana sin pecado.
3. EL NACIMIENTO DE JESÚS
Los dos relatos del nacimiento de Jesús en Mateo y Lucas son claramente
independientes entre sí, y ambos registran el hecho de que nació por acción directa
del Espíritu Santo, sin padre humano (Mt. 1:18–25; Lc. 1:34-35).
Hay dos genealogías detalladas de Cristo en el Nuevo Testamento (Mt. 1:1–17; Lc.
3:23–38), y ambas ofrecen la ascendencia humana de Jesús el Mesías.
Mateo inicia su relato, con lenguaje que recuerda al libro de Génesis, con las palabras
“libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”, y luego traza la
línea de descendencia a través de cuarenta y dos generaciones desde Abraham hasta
Cristo (1:1–17).
Lucas inmediatamente después de su relato sobre el bautismo de Cristo, dice que
“Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se
creía, de José”, y luego retrocede desde José, a través de más de setenta
generaciones, hasta “Adán, hijo de Dios” (Lc. 3:23–38).
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Ambas genealogías hacen descender a Jesús de David; su descendencia davídica era
cuestión de dominio público durante su ministerio (Mr.10:47) y recibe confirmación por
el testimonio apostólico (Ro. 1:3). Pero ambas listas trazan su descendencia davídica
a través de José. La genealogía de Lucas reconoce esto mediante la frase “según se
creía” en Lc. 3:23; de modo semejante, el texto más seguro de Mt. 1:16 dice que José
era “marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”.
José y María eran descendientes del rey David. El Antiguo Testamento está lleno de
profecías que anuncian que el Mesías nacería de la línea real de David (Is. 11:1; Jer.
33:15; Ez. 37:24; Os. 3:5).
José acepta a Jesús como su hijo; requirió una revelación divina para persuadir a
José de que lo hiciera, aceptando a María como su esposa estando ella encinta, en el
período de desposamiento.
El nombre Emanuel proclama la presencia de Dios en medio de su pueblo de una
manera completamente nueva.
El Mt.1:25, indica que María y José iniciaron sus relaciones maritales normales
después del nacimiento de Jesús. En las Sagradas Escrituras la relación sexual se
describe como “conocer”, (Gn 4:1, 17, 25; 24:16; Jue. 11:39) Se habla de la relación
sexual íntima como el acto de conocer a un hombre o una mujer.
El término primogénito (Luc. 2:7) sugiere que posteriormente nacieron otros hijos.
(Comparar con el “hijo” único de Luc.7:12).
La concepción de Jesús tuvo lugar por la intervención directa del Espíritu Santo, “el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Luc.1:35) La misma palabra utilizada
para la nube de la cual salió la voz que habló durante la Transfiguración. Ambos usos
se refieren a la nube que manifestó la gloria de Dios (Éx 40:34–38).
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En el evangelio de Mateo, en realidad su nacimiento no se narra directamente, sino
una serie de escenas diseñadas para mostrar cómo el propósito de Dios, declarado en
el AT, se estaba cumpliendo.
La historia cuenta que Herodes reinó durante los años 37–4 a.C. Juan el Bautista y
Jesús nacieron, pues, algunos años antes del año 1 de nuestra era cristiana. Por lo
tanto el año más probable de su nacimiento es el 5 ó 6 a.C. La discrepancia de fechas
se debe a un cálculo equivocado al establecer el calendario cristiano en el siglo VI.
Su nacimiento fue en un pesebre:
Esta mención del pesebre es la base de la creencia tradicional de que Jesús nació en
un establo. A menudo, los establos eran cuevas con depósitos cavados en las paredes
rocosas (pesebres) para dar de comer a los animales. Esta no era la atmósfera que
los judíos esperaban para el nacimiento del Rey Mesías. Pensaban que el Mesías
prometido nacería en un ambiente real.
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4. EL BAUTISMO Y TENTACIÓN DE JESÚS
Tiberio fue emperador romano entre los años 14 y 37 y su año quince era el
27–28 o el 28–29 (los diferentes modos de cálculo de fechas aun en tiempos
romanos provocan una ligera incertidumbre).
Los gobernantes de las otras regiones del que fuera el reinado de Herodes
como tetrarca de Galilea, son mencionados también Felipe y Lisanias.
Arrepentimiento: El término aquí significa una pena interna que da lugar a un “giro”
en la vida. Se le dice a los publicanos y los soldados que deben cambiar su
comportamiento anterior dentro de su esfera de actividad (Lc. 3:11-14).
Juan no fue sólo uno que descorría el telón para la llegada de Jesús; él ya estaba
lanzando la misión que Jesús desarrollaría; él era el precursor, como lo cita Is. 40:3.
El profeta Isaías era uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento y uno de los
más mencionados en el Nuevo. Como Isaías, Juan fue un profeta que instó a que la
gente confesara sus pecados y viviera para Dios.
La profecía de Isaías compara a Juan con un heraldo real que ordena reparar los
caminos como preparativo para la llegada del Rey.
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La proclamación de Juan abarca tres breves secciones:
II. Un segundo párrafo (Lc. 3:10–14) indica específicamente cómo debían vivir.
Las multitudes de personas comunes debían mostrar generosidad hacia los
demás en sus necesidades, algo así como una “obra de amor” que fuera
más allá de los requisitos mínimos de la ley. Los publicanos y los soldados
que vigilaban el país, debían actuar honesta y justamente. Juan no abogaba
por un levantamiento social radical, pero insistía en los principios morales
que llevarían a la transformación de la sociedad desde dentro más bien que
por medio de una revolución violenta.
III. Un tercer párrafo (Lc.15–17; Jn 1:19–34) lleva al punto vital. Durante la vida
de Juan y aun después, mucha gente preguntaba si él era el Mesías. Sea lo
que fuere que pensaban sus seguidores, Juan estaba seguro de su propia
posición. El que es más poderoso vendría después de él. Juan sólo podía
limpiar a la gente con la señal del bautismo en agua, pero el que vendría
purificaría al pueblo con fuego.
Juan enfatizó que el que había de venir los bautizaría con el Espíritu Santo y fuego.
¿En qué sentido el Señor bautizaría con el Espíritu Santo y Fuego?
A lo largo de toda la historia de Israel, los judíos habían estado esperando el tiempo
en que había de venir el Espíritu (Ez. 36:26-27; 37:14; 39:29; Jl.2:28).
La palabra hebrea para “espíritu” es “ruaj”, y en griego “pneuma”; ambas no solo
quieren decir espíritu, sino también “aliento”; y el aliento es “vida”. Por lo tanto la
promesa del Espíritu es la promesa de la vida eterna.
La palabra “ruaj” también quiere decir “viento”, el cual denota “poder”. El Espíritu de
Dios es el Espíritu de poder. Cuando el Espíritu de Dios entra en el hombre, su
debilidad se reviste del poder de Dios. Para un judío, el Espíritu traía la verdad de Dios
a las personas. Es por eso que el Espíritu capacita a las personas a reconocer y ver la
verdad de Dios.
Con relación al bautismo de fuego, hay tres ideas:
1. La idea de iluminación
2. La idea del calor del amor hacia Dios
3. La idea de purificación
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La proclamación de Juan es resumida positivamente como buenas nuevas (Lc.3:18).
Está estrechamente ligado con la venida de Jesús, que era aquel más poderoso. Pero
antes que apareciera en escena, la historia de Juan es redondeada con su arresto
debido a su valiente predicación (Mr. 6:17–29), un indicio deliberado de lo que le
podría ocurrir a Jesús.
El bautismo de Juan
Bautismo: La acción del bautismo se expresa en el Nuevo Testamento con el verbo
griego Baptízo que significa introducir en el agua, sumergir o lavar con agua.
Los baños y LAVAMIENTOS sagrados eran comunes en las religiones vecinas a Israel
a.C., pero el bautismo del Nuevo Testamento tiene sus antecedentes inmediatos en el
Antiguo Testamento y el judaísmo intertestamentario. La Ley prescribía varios
lavamientos con agua (Éx. 30:20; Lv.16:26; 22:6; etc.)
El bautismo se prescribió a los prosélitos (quizás a.C.) para incorporar a los gentiles
en la comunidad judaica. También lo practicaron los ESENIOS. Los judíos bautizaban a
los gentiles que querían convertirse en judíos (prosélitos). Los candidatos gentiles no
sólo eran bautizados, sino que se circuncidaba a los hombres, y ellos ofrecían
sacrificios. El hecho de que Juan bautizara a los judíos era algo inusitado; o sea, se
les consideraba tan necesitados como los gentiles. Ser descendiente de Abraham no
era suficiente.
Su práctica de bautizar a aquellos que respondían, tal como los gentiles que querían
unirse a Israel tenían que bautizarse, los marcó como el “remanente” que
representaba al verdadero pueblo de Dios. Cristo lo instituyó en obligatorio para todos
sus discípulos (Mt 28:19).
El ministerio profético de Juan alentó las esperanzas mesiánicas del pueblo. Juan era
tanto el que cumplía la profecía como el último de los profetas antes de Cristo. Por lo
tanto, se lo describe de la misma manera que a un profeta del AT. Su venida se
cumplió (Is. 40:3–5) y su misión especial era la de proclamar una ceremonia religiosa
de lavamiento que prometía el perdón de los pecados.
El bautismo de Jesús por Juan ( Mt. 3:13–17; Mr.1:9–11; Lc. 3:21, 22)
Juan el Bautista insistió en que se bautizaran los judíos. El que Jesús se haya
sometido a un bautismo de arrepentimiento fue causa de dificultades para los
primitivos cristianos. Cuando menos habrá representado para Jesús una expresión de
su dedicación a la voluntad de Dios y al ministerio, quizás también una expresión de
su entera identificación con su pueblo ante Dios.
Cristo se sometió al bautismo con el que inició su identificación pública con los
pecadores, identificación que culminó en la cruz.
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Lucas menciona el bautismo de Jesús casi de paso. Quiere que sus lectores noten
que Jesús estaba orando en ese momento y sobre todo que recibió una revelación
divina con dos elementos:
Las tentaciones de Jesús (Mt. 4:1–11; Mr. 1:12, 13; Lc. 4:1-13)
Como resultado inmediato después de haber recibido el Espíritu, Jesús fue enviado al
desierto para enfrentarse a los ataques del demonio. Las tentaciones fueron intentos
de engañar a Jesús para que obrara mal. Lo comprendió y resistió gracias al poder del
Espíritu y salió sin tacha.
Esta tentación de Satanás sirvió para mostrarnos que Jesús era humano y
proporcionó a Jesús la oportunidad de reafirmar el plan de Dios para su ministerio.
Fue tentado y no cedió a la tentación.
Las tentaciones de Satanás se enfocan en tres cosas: Deseos físicos, Posesiones y
poder, así como también el Orgullo. En 1 Juan 2.15, 16 se halla una lista similar. Heb.
4.15, 16 dice que Jesús fue tentado como nosotros lo somos, pero que Él no cedió ni
una vez y no pecó.
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La primera tentación instó a Jesús a apelar a su recién confirmada posición para
cumplir un acto de poder y así satisfacer el hambre.
Todas las tentaciones fueron dirigidas contra Jesús como Hijo de Dios. No fueron
dirigidas específicamente contra su obra como Mesías, alentándolo a dominar a la
gente por medio de milagros espectaculares, sino contra su relación íntima con Dios
sobre la cual descansaba su posición como Mesías. Así como Israel desconfió y
desobedeció a Dios en el desierto (Deut. 6–8), su Mesías confiaba y obedecía.
“Los deseos de los ojos” “ERA AGRADABLE A LOS “EL DIABLO…LE MOSTRÓ…TODOS
OJOS” LOS REINOS DE LA TIERRA”
Jesús fue capaz de resistir todas las tentaciones de Satanás porque no solamente
conocía las Escrituras, sino que las obedecía. Efesios 6.17 dice que la Palabra de
Dios es un arma, espada de dos filos, para ser usada en combate espiritual. El diablo
también conoce las Escrituras, pero no los obedece. Conocer y obedecer la Biblia es
cumplir los deseos de Dios antes que los de Satanás.
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5. LA PREPARACIÓN DE JESÚS PARA SU MINISTERIO (Mt. 4:12-25)
Jesús se trasladó de Nazaret, donde vivía, a Capernaum, unos 32 km al norte. En
Capernaum estuvo su centro de operaciones durante su ministerio en Galilea.
El traslado de Jesús cumplía la profecía de Is. 9:1-2 que señalaba que Jesús, el
Mesías, sería la luz resplandeciente a la tierra de Zabulón y Neftalí, la región de
Galilea; la cual resulta ser el escenario de las actividades de Jesús hasta su último
viaje a Jerusalén en el cap. 21.
En Galilea la misión de Jesús crecería y prosperaría. Jerusalén, por el otro lado,
llegaría a ser el lugar de rechazo y muerte. Este contraste se destaca cuidadosamente
a través de todo el Evangelio, culminando en el regreso de Jerusalén a Galilea para
lanzar la misión cristiana posterior a la pasión, muerte y resurrección del cap. 28.
Jesús empezó su ministerio con la misma frase que la gente había oído de Juan el
Bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Para desarrollar su ministerio Jesús necesitaría colaboradores; es por eso que Mateo
muestra a Jesús seleccionando los hombres que serán sus ayudantes y asistentes.
Los declara pescadores de hombres. Esto es muy importante, porque uno puede ser
pastor, evangelista, misionero, maestro, diácono etc.; pero si no se está esforzando
por llevar a otros a Cristo, no está haciendo la obra de Dios.
Jesús pronto desarrolló un ministerio de predicación poderoso y con frecuencia
hablaba en la sinagoga. La mayor parte de los pueblos que tenían diez o más familias
judías tenían una sinagoga. El edificio servía para reunirse los sábados y como
escuela durante la semana. El líder de la sinagoga no era un predicador sino más bien
un administrador. Su tarea consistía en invitar rabinos para que enseñaran y
predicaran. La costumbre incluía invitar a rabinos visitantes como Jesús a hablarles.
Los tres aspectos más sobresalientes de su ministerio fueron: predicar, enseñar y
sanar.
Al enseñar mostraba su interés de que entendieran; al predicar mostraba su interés
en una entrega, y al sanar mostraba su interés en la persona total. Sus milagros de
sanidad autenticaban sus enseñanzas y su predicación, demostrando que de veras
venía de Dios, y que el reino de los cielos se había acercado a ellos.
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LOS PRIMEROS DISCÍPULOS (Jn.1:35-51)
Estando Juan el bautista con sus discípulos, vio a Jesús y dio testimonio de Él
diciendo: “He aquí el cordero de Dios”. Inmediatamente dos de los discípulos de Juan,
le dejaron y siguieron a Jesús reconociendo que él era el Mesías.
Estos discípulos eran Juan y Andrés, aunque Juan no se menciona a sí mismo por su
nombre. Andrés llevó a su hermano Simón, al cual llamó el Señor: Pedro. Luego se
agregaron al grupo, Felipe y Natanael (conocido como Bartolomé en los otros
evangelios). Se debe analizar este pasaje con los evangelios sinópticos en cuanto al
llamado de estos discípulos en el Mar de Galilea.
La afirmación sobre el Cordero de Dios (v.35) tiene el propósito de dar a entender
que los dos discípulos que siguieron a Jesús habían captado algo del significado en
cuanto a aquel a quien Juan había señalado. No hay nada en la narración que sugiera
que Juan el Bautista esperara que alguno de sus discípulos lo dejara; al contrario, lo
que se deduce es que vio que esto era parte de su propia misión al anunciar a Jesús.
El hecho de que se dé sólo el nombre de uno de los discípulos, puede significar que el
otro era Juan el autor. La idea de siguieron en el v. 37 sin duda no tiene el sentido
pleno que adquiriría después como discipulado. Su respuesta a la pregunta de Jesús y
el que se hayan dirigido a él como rabí muestran sus serias intenciones al seguirle.
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La referencia en el v. 1 al tercer día es significativa porque junto con las demás
referencias a días en el cap. 1 es posible ver el milagro en Caná como algo que
ocurrió al final de un período de siete días. Quizá Juan está pensando en los hechos
de la primera semana del ministerio de Jesús.
En la conversación entre Jesús y su madre debe recordarse que María vio el hecho de
que se agotara la provisión de vino como un motivo serio de vergüenza para los
dueños de la casa, mientras que Jesús se concentró en su principal misión, que aquí
se indica en el término hora, o sea su tiempo. El tema de la “hora” de Jesús corre a
lo largo de todo el Evangelio de Juan, culminando en la historia de la pasión.
María tal vez no pedía que Jesús hiciera un milagro, sino que le ayudara a resolver
este problema tan importante hallando un poco de vino. La tradición dice que José,
esposo de María, ya había fallecido, de modo que acudió a su hijo para que le ayudara
a salir del problema. La respuesta de Jesús a María no es fácil de entender y quizás
ese es el punto. A lo mejor María no logró entender lo que Jesús pensaba hacer, pero
confió en lo que Él haría.
Las seis tinajas de piedra para agua en el v. 6 eran usadas en los ritos de los judíos
para la purificación. La capacidad de las seis tinajas era de más de 450 litros. No se
aclara si fue cambiada en vino toda el agua o sólo la que había sido extraída para la
fiesta. El encargado del banquete puede haber sido uno de los invitados que había
sido designado para actuar como maestro de ceremonias, pero que habría sido la
responsabilidad del novio de proveer el vino y la comida.
Esto puede explicar por qué él no sabía el origen del vino (Jn.2:9). La costumbre
general era servir primero el mejor vino. El texto sugiere que esta costumbre era
debido a que algunos de los invitados podían embriagarse un tanto y no reconocerían
el vino de menor calidad. Pero en este relato el punto principal parece ser la
superioridad del vino que proveyó Jesús como precursor de lo que será provisto en la
fiesta mesiánica.
26
La Pascua se realizaba un día y la Fiesta de los Panes sin Levadura duraba el resto
de la semana. Toda la semana conmemoraba la liberación de los judíos de la
esclavitud de Egipto (Éx. 12:1–13).
Ha habido mucha discusión de si hubo una o dos limpiezas, dado que los Sinópticos
colocan el hecho al final del ministerio de Jesús (Mt. 21:12–17; Mr. 11:12–19; Lc
19:45–48). Generalmente se supone que Juan lo puso antes por motivos simbólicos.
Pero no es imposible que haya habido otra limpieza después de dos o tres años. Las
referencias específicas al tiempo aquí favorecen eso. Pero Juan parece más
preocupado con los significados profundos en los hechos del ministerio de Jesús y
ordena su material para echar luz sobre ellos; en este caso, la misión de Jesús era
limpiar los abusos del judaísmo. El v. 17 muestra que sólo después los discípulos
vieron la importancia del pasaje del Sal. 69:9 en relación con este pasaje.
27
Jn.2:12–17 Jesús echa fuera a los mercaderes del templo. Capernaúm fue la
ciudad que Jesús eligió para vivir durante su ministerio en Galilea. El hecho de que él
se quedara allí sólo unos pocos días muestra que la Pascua estaba cerca. El látigo era
necesario para controlar los animales más que para castigarlos.
Jn.2:19, 20 Los judíos interpretaron que Jesús se refería al templo del cual expulsó a
los mercaderes y cambistas. Aquel era el templo de Zorobabel construido unos 500
años antes y que Herodes comenzó a remodelar, haciéndolo más espacioso y mucho
más hermoso.
Aunque habían transcurridos unos 46 años desde iniciada la remodelación (20 a.C.),
todavía no se había concluido el trabajo, por lo que las palabras de Jesús de que
podría destruirse y reedificarse en tres días fueron desconcertantes.
Jn.2:21, 22 Jesús no hablaba del templo hecho de piedras, sino de su cuerpo. Sus
oyentes no podían darse cuenta, pero Jesús es más grande que el templo (Mt. 12:6).
Sus palabras cobraron significado en los discípulos luego de la resurrección. Aquel
Cristo cumplió a la perfección lo predicho y eso fue una prueba contundente de que
era Dios.
28
Como es claro Nicodemo las entendió en el primer sentido, y rechazó la posibilidad de
un nuevo nacimiento. Pero Jesús se refería a ello en el segundo sentido, o sea a un
tipo totalmente distinto de nacimiento.
¿Qué sabía Nicodemo acerca del Reino? Por las Escrituras sabía que Dios lo regiría,
que lo restauraría en la tierra y que pertenecería al pueblo de Dios. Jesús reveló a su
devoto fariseo que el Reino sería para todo el mundo (Jn.3:16), no solo para los
judíos, y que Nicodemo podía pertenecer a él si personalmente nacía de nuevo
(Jn.3:5).
Este era un concepto revolucionario: el Reino es algo personal, no nacional ni étnico, y
para entrar en él se requiere arrepentimiento y renacimiento espiritual. Jesús más
tarde anunció que el reino de Dios está en el corazón de los creyentes mediante la
presencia del Espíritu Santo (Lc. 17:21).
Apóstoles significa “enviados” y así es apropiado aquí. Esta es la única vez que Mateo
emplea esta palabra; normalmente él llama a los seguidores de Jesús “discípulos” o
“los doce”. Jesús llamó a sus discípulos; no los presionó, ni los forzó ni les pidió que
fueran voluntarios. Eligió personas de diferentes oficios: pescadores, activistas
políticos, recaudadores de impuestos, etc. Eran personas normales y corrientes, no
tenían una educación especial y los escogió, no solo por lo que eran, sino también por
lo que podrían llegar a ser bajo su influencia y por su poder.
En esta lista, Bartolomé es quizás Natanael el que aparece en Juan 1:45–51. Tadeo
es además conocido como Judas, hijo de Santiago. Simón el cananista era zelote.
Los zelotes eran un partido político radical que luchaba por librar a Israel del yugo
romano. Los discípulos también son dados a conocer en Mr. 3:16–19; Lc. 6:14–16; y
Hch. 1:14.
Los discípulos no siempre se les nombran de la misma manera. Por ejemplo, Pedro a
veces se le llama Simón o Cefas. A Mateo también se le conoce como Leví. Jesús dio
a varios de sus discípulos nombres nuevos. Bartolomé, se piensa que puede ser
Natanael (Juan 1.45) y Judas, hermano de Jacobo, se cree que sería Tadeo.
Jesús delega en sus doce discípulos el poder que Él mismo poseía; esto es, la
autoridad de llevar adelante el ministerio mesiánico, a través de la sanidad de todo
tipo de dolencias y la expulsión de demonios.
Probablemente Lucas destacó este episodio antes de su posición histórica (ver Mr.
6:1–6), ya que significa un resumen de apertura ideal del mensaje de Jesús. El
servicio de la sinagoga consistía en oraciones, lecturas de la ley y los profetas y un
sermón.
29
El líder del servicio se ponía de pie para orar y leer, pero se sentaba para enseñar.
Cualquier persona competente que estuviera presente podría ser invitada a participar.
En esa época había una lista establecida de
lectura para la “primera lección” de la ley, pero
probablemente había libertad para elegir la
“segunda lección” de los profetas. Jesús leyó de
Is. 61:1, 2 y dio un discurso (que obviamente está
muy abreviado aquí) relativo al cumplimiento de
esta profecía.
Maravilla: Palabra que indica el asombro que el milagro produce en los espectadores.
Se repite muchas veces por su profundidad de significado en cada hecho milagroso
(Mr. 2:12; 4:41; 6:51; 7:37). Además, “maravilla” siempre aparece unida con la palabra
“señal” (otro vocablo empleado para expresar milagro, por ejemplo, Mt. 24:24).
Señal: Esta palabra indica una prueba de la cercanía de Dios y de su obra (Jn. 3:2;
7:31). Los milagros son “señales” de algo más importante oculto detrás de ellos
mismos. Testifican del poder dado a la persona que los realiza (Mr. 6:20). Los judíos
demandaron señal de Jesús (Jn. 2:18; Mt. 12:38). Pero una “señal” no es
necesariamente un milagro; por ejemplo, el anuncio de los ángeles a los pastores
tocante al nacimiento de Jesús incluyó una señal no milagrosa (Lc. 2:12).
Otra característica de esta palabra es su unión frecuente con la palabra “prodigio”,
tanto en el Antiguo Testamento como en Nuevo Testamento.
30
Poderes u obra portentosa: El “poder” reside originalmente en el mensajero divino
que Dios faculta directamente. En Mt. 7:22 los milagros son “obras poderosas”.
Cuando se dice que los milagros alteran el orden de los fenómenos naturales, no
significa la ruptura de las leyes que rigen la naturaleza. Cada milagro tiene un
propósito e interrumpe la regularidad superficial de una Ley en obediencia a otra más
alta y más sutil. No hay razón para afirmar que los milagros rompen la ley natural y la
unidad orgánica por la que Dios actúa. Para entender los milagros es necesario
distinguir entre la constante providencia soberana de Dios y sus actos extraordinarios.
La impresión que deja es de una autoridad irresistible, vista tanto en el poder de Jesús
sobre la enfermedad, el poder demoníaco y las fuerzas naturales, y en la respuesta
radical que él requería de aquellos que le seguían.
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MILAGROS DE SANIDADES
Este breve relato tiene paralelo con Mt. 20:29–34. La apelación a Jesús como hijo de
David, eso es, el Mesías, ocurre frecuentemente en los escritos de sanidad de Mateo.
Señala una fe que Jesús pone a prueba con su pregunta en el Mt. 9:28 y que sirve de
base para su sanidad.
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Hay una tensión inevitable entre el deseo de Jesús de evitar una publicidad
inapropiada y el poderoso testimonio que ofrecían sus milagros acerca de quién era él.
La mayor parte de lo registrado por Juan se centra en Jerusalén, pero los pocos
relatos de Galilea son de gran significado. Las primeras dos señales ocurrieron en
Galilea, como también la multiplicación de los panes en Jn.6. Pero la mayor parte de
las señales que Juan registra ocurrieron en Judea.
Sin embargo, la segunda señal significativa que Jesús hizo fue realizada en Galilea,
en Caná, o sea el mismo lugar que vio la primera. El oficial mencionado en el v. 46 sin
duda era del servicio de Herodes Antipas. El v. 47 muestra el grado de
desesperación del padre por su hijo.
En sus milagros, Jesús con frecuencia ataca el poder de Satanás y los demonios. Uno
de los propósitos claros de Cristo al venir a la tierra fue atar a Satanás y librar a los
que él tiene esclavizados. Jesús ató a Satanás en parte, mediante la expulsión de
demonios y de modo más completo en su muerte y resurrección (Jn.12:31), y así
quebrantó el poder del dominio de Satanás y restauró el poder del reino de Dios.
La mención que hace Mateo de “dos endemoniados”, en oposición a “uno” del cual
hablan Marcos (5:2) y Lucas (8:26), es difícil de entender; parece que de ambos, uno
era más prominente, y a él se refieren en detalle Marcos y Lucas, quienes mencionan
solamente a un hombre poseído de los demonios, pero Mateo aquí (como en 20:30 y
9:27) dice que había dos, posiblemente porque el relato se escribe como un testimonio
al poder de Jesús, y en la ley judía hacía falta tener dos testigos.
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La liberación de un endemoniado (Lc. 4:31-37)
La gente se maravillaba al ver la autoridad de Jesús para echar fuera demonios, los
espíritus malignos que Satanás gobierna y envía para acosar a la gente y tentarla a
pecar. Como su líder, quizás sean ángeles caídos que se le unieron en rebelión contra
Dios.
Los demonios pueden lograr que una persona enmudezca, sea sorda, ciega o pierda
la razón. Jesús enfrentó a muchos demonios durante su estancia en la tierra y siempre
impuso su autoridad sobre ellos. Según nos relata Lucas, no solo el demonio salió de
este hombre, sino que lo hizo sin siquiera dañarlo.
MILAGROS DE RESURRECCIÓN
LAS BIENAVENTURANZAS
El discurso se inicia con un cuadro completo del verdadero discípulo que son las
“bienaventuranzas”. Cada bienaventuranza incluye una bendición, una descripción de
quienes se consideran bendecidos, y una explicación de la bendición.
El adjetivo “bienaventurados” viene del griego ) de la raíz “mak” que indica
algo grande o de larga duración. Se trata de un adjetivo que denota felicidad, alguien
muy bendecido, digno de ser congratulado. Es una palabra de gracia que expresa un
regocijo y una satisfacción especiales, concedidos a la persona que experimenta la
salvación.
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La frase clave, que abre y cierra las series, es: “porque de ellos es el reino de los
cielos”. Esto se refiere a aquellos que reconocen a Dios como Rey y quienes, por lo
tanto, ven con anticipación el cumplimiento de su propósito en sus vidas.
Es importante notar que en la primera parte de cada bienaventuranza no hay ningún
verbo, según nuestra gramática; el cual debería de ser “bienaventurados son los…”,
como aparece en la Biblia inglesa en cursiva para indicar que se ha añadido.
¿Por qué es así?
La razón es que Jesús no dijo las bienaventuranzas en griego; Él hablaba arameo,
lengua emparentada con el hebreo; ambas tienen una forma de expresión muy
corriente, que es en realidad una exclamación, y que quiere decir: “¡Oh, la
bienaventuranza de…!” Esa expresión en hebreo es “ashre”, que es muy común en el
Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Sal. 1:1, en hebreo empieza: ¡Oh la
bienaventuranza del hombre que no anda…”, que es la forma que Jesús usó en las
bienaventuranzas. Es decir que las bienaventuranzas no son simplemente
afirmaciones, sino exclamaciones que denotan una felicitación de algo que ya se es en
realidad; algo en presente y no en futuro, es algo que se disfruta aquí y ahora.
Los pobres en espíritu (Mt. 5:3)
Sabiendo que las bienaventuranzas no se dieron originalmente en griego, sino en
arameo, se puede tomar en cuenta que los judíos tenían una manera especial de usar
la palabra “pobre”, que en hebreo o arameo es “aní o ebyon” usada para describir a la
persona humilde e indigente que pone toda su confianza en Dios (Sal:68:10; 107:41).
En el griego la palabra “pobre” es “ptojos”, e indica al hombre totalmente indigente,
que no tiene absolutamente nada.
Ahora tomemos los dos lados, el griego y el arameo y juntémoslos y veremos que los
pobres son los que reconocen su pobreza espiritual y, dejando a un lado toda
autosuficiencia, buscan la gracia de Dios. Así pues, esta bienaventuranza quiere decir:
¡Ah, la bienaventuranza del que es conciente de su propia y total indefensión y que ha
puesto toda su confianza en Dios; porque sólo así puede rendir a Dios aquella perfecta
obediencia que le hará ciudadano del reino del cielo!
Los que lloran (Mt. 5:4)
La palabra llorar que se usa aquí es la más fuerte que existe en griego; se usa para
hacer duelo por los difuntos más queridos, como el llanto de Jacob por José
(Gn.37:34), es un dolor en el corazón, que hace incontenibles las lágrimas y da la idea
de estar contrito. Esta bienaventuranza expresa que la persona está
desesperadamente dolorida por su propio pecado e indignidad (Sal.51:17). No se
refiere necesariamente a los agraviados, sino a los que experimentan la pena del
arrepentimiento. Entonces la bienaventuranza quiere decir:
¡Ah, la bienaventuranza de la persona que tiene el corazón destrozado ante el
sufrimiento del mundo, y por su propio pecado; porque en su dolor encontrará el gozo
del Señor!
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Mansos (Mt. 5:5) La palabra Manso en griego es praüs y la palabra mansedumbre es
praotes que indica la verdadera humildad que destierra todo orgullo.
Una persona sólo alcanza su verdadera humildad cuando sabe que Dios es su
Creador, y que sin Él no puede hacer nada. Praotes describe la humildad, la
aceptación de la necesidad de aprender y de la necesidad de ser perdonados; no
significa debilidad, sino fortaleza sujeta a control. La palabra lleva la idea de humildad
y autodisciplina. Moisés era un hombre manso (Num.12:3). Esta bienaventuranza
quiere decir:
¡Ah, la bienaventuranza del que tiene la humildad de reconocer su propia ignorancia,
debilidad y necesidad; y que tiene bajo control, porque él mismo está bajo el control de
Dios; porque tal persona es soberana entre los seres humanos!
Los que tiene hambre y sed de justicia (Mt. 5:6)
Este es uno de los versículos más importantes del sermón del monte, porque el
requisito fundamental para todos los que viven piadosamente es tener “hambre y sed
de justicia”. Moisés, David y Pablo tuvieron tal hambre. La condición espiritual del
creyente durante toda su vida dependerá de su hambre y sed de: La presencia de
Dios, la palabra de Dios, la comunión con Cristo, la comunión del Espíritu, la justicia, el
poder del reino, y el retorno del Señor. Esta bienaventuranza sería así:
¡Oh, la bienaventuranza del que anhela una integridad total; porque tal persona
alcanzará una completa satisfacción!
Los misericordiosos (Mt. 5:7)
La palabra griega para misericordioso es “eleemon” y en hebreo es “jésed” y quiere
decir “la capacidad de ponerse uno en el lugar del otro de manera que ve con sus
ojos, piensa con su mente y siente con sus sentimientos”. Eso es precisamente lo que
hizo Dios; vino a la humanidad, no como el Dios soberano, sino como un hombre.
El ejemplo supremo de la misericordia, Jásed, es la venida de Dios al mundo en
Jesucristo. Sólo los que muestren esta misericordia, recibirán misericordia. Así que la
quinta bienaventuranza sería:
¡Ah, la bienaventuranza de la persona que se pone hasta tal punto en el lugar de los
demás, que puede ver con sus ojos, pensar con su mente y sentir con su corazón;
porque el que es así con los demás, descubrirá que los demás hacen lo mismo con él
y sabrá que eso es lo que Dios ha hecho en Jesucristo!
Los de limpio corazón (Mt. 5:8)
La palabra griega de “limpio” es katharós, que tiene una variedad de usos: como ropa
limpia, el trigo limpio de polvo y paja, leche o vino no adulterado, etc. Los de limpio
corazón son los que han sido liberados del poder del pecado por la gracia de Dios y
que se esfuerzan por agradar y glorificar a Dios y ser como Él. Únicamente los de
limpio corazón verán a Dios, lo cual significa ser su hijo y morar en su presencia, tanto
ahora como eternamente. La bienaventuranza sería:
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¡Ah, la bienaventuranza de la persona cuyos motivos son absolutamente puros,
porque algún día estará capacitada para contemplar a Dios!
Los pacificadores (Mt. 5:9)
Son los que se han reconciliado con Dios, han hecho la paz con Él mediante la cruz y
que se esfuerzan mediante su vida y testimonio por guiar a los demás, incluso a sus
enemigos, a estar en paz con Dios. Esta bienaventuranza se podría decir:
¡Ah, la bienaventuranza de los que producen relaciones como es debido entre las
personas para traerlas a Jesucristo, porque están haciendo algo que recuerda a Dios!
Dios es el supremo pacificador, y sus hijos siguen su ejemplo.
Los que padecen persecución por falta de la justicia (Mt. 5:10-11)
Todos los que procuran vivir en armonía con la Palabra de Dios por causa de la
justicia les espera la persecución, sufrirán el rechazo y la crítica. Experimentarán la
persecución, la oposición del mundo y el sufrimiento; pero cuando esto suceda el
creyente se debe alegrar porque a los que sufren más, Dios les da mayores
bendiciones. La bienaventuranza sería:
¡Ah, la bienaventuranza de los que sufren por causa de la justicia, porque recibirán
recompensas celestiales!
Esta última bienaventuranza recalca la persecución que resulta de seguir a Jesús y
que coloca a sus discípulos en la sucesión de los fieles siervos de Dios. El cambio a la
segunda persona les da una aplicación directa a los oyentes de Jesús.
Lucas 6:20–22 sólo contiene cuatro bienaventuranzas, balanceadas por cuatro “ayes”.
37
Jesús coloca la Ley lado a lado con los Profetas hallando el cumplimiento en él
mismo. El cumplir es realizar aquello a que las Escrituras señalan, y eso es lo que él
ya ha hecho.
V. 31- 32 muestra que una apelación literal a Deut. 24:1–4 había llevado a sancionar
el divorcio con tal de que la certificación correcta se observara, pero Jesús reafirma el
propósito original de Dios en cuanto a la permanencia del matrimonio. (En Mt.19:3–12,
el Señor explica detalladamente este tema).
V. 33–37, Jesús descarta la discusión acerca del peso relativo que tienen diversos
juramentos (23:16–22) a favor del ideal de una veracidad sencilla, lo que hace que los
juramentos y votos sean innecesarios. Aquí, como con el asunto del divorcio, Jesús se
niega a permitir que los reglamentos de la ley, que estaban diseñados para controlar la
pecaminosidad humana, pudieran tener precedencia sobre la intención original de
Dios.
V.38–42, Jesús enseña el amor a los enemigos y muestra que el deseo natural de
venganza y retribución podría ser justificado convenientemente por los reglamentos
del AT, que tenían el diseño original de limitar los alcances de la retribución legal (ojo
por ojo, etc.). Pero el extender este principio a la ética personal le da paso a los
intereses egoístas.
Enseñanzas de Jesús sobre la religión y sus recompensas (Mt. 6:1–18)
El resumen general del V. 1 es seguido por tres ilustraciones paralelas y específicas
de lo errado y de lo correcto en cuanto a prácticas religiosas y sobre cómo nuestra
práctica de la piedad debe ser diferente de las prácticas externas de los fariseos.
El principio general válido para los cristianos es que el motivo de las observancias
religiosas es agradar a Dios y no recibir alabanzas de los demás.
El Señor se refiere a nuestra justicia en tres acciones: dar, orar y ayunar (6: 2–4; 5, 6;
16–18). El dar a los pobres, las oraciones y los ayunos eran elementos centrales en la
religión judía, y se asume que todos sean válidos para los discípulos de Jesús. El
asunto no es si se deben practicar, sino cómo y por qué. Al contrario de los
hipócritas, los cristianos no deben hacer alarde de sus dádivas.
Jesús no critica la oración en público, pero sí condena la oración pretenciosa y
ostentosa que atrae la atención. El enfoque está en el asunto de la recompensa; la
recompensa para una religión de ostentación es el reconocimiento humano que se
busca; pero ahí termina (ellos ya tienen su recompensa). La religión íntima, por otro
lado, que se hace para Dios y no para la aprobación humana, puede esperar una
recompensa celestial.
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La continuidad de las tres ilustraciones se interrumpe con una discusión extensa sobre
la oración, lo que aclara la manera incorrecta (7, 8) y la manera correcta (9–15).
El Señor muestra esta oración no como una forma litúrgica prescrita, sino como un
modelo de lo que la verdadera oración debiera ser. La versión de Mateo del
Padrenuestro es más larga que la de Lucas 11:2–4.
Jesús enseña sobre las posesiones y la seguridad (Mt. 6:19–34)
En contraste con los intereses materiales que ocupan nuestra atención la mayor parte
del tiempo, Jesús llama a sus discípulos a que pongan primero a Dios; tanto por
medio de dar prioridad a los asuntos eternos, como también por confiar en nuestro
Padre celestial para suplir nuestras necesidades materiales aquí sobre la tierra. Jesús
no prohíbe las posesiones materiales, ni su disfrute (1 Ti 6.17), pero sí prohíbe el
materialismo egoísta y extravagante que ata a las personas a este mundo.
Hay una simplicidad hermosa en los versículos 25–33, con el ejemplo de las aves y a
las flores para ilustrar el cuidado pródigo de Dios por todas sus criaturas. Lo que aquí
se prohíbe es la preocupación, no la provisión responsable para las necesidades de
uno mismo y las de su familia.
Jesús resume el tema de la devoción absoluta a Dios, y trata de una actitud
relacionada con esta: estar libre de ansiedad por las necesidades diarias.
V.12 La regla de oro. Este versículo concluye y resume las instrucciones de Jesús
para vivir como discípulo. La Ley y los Profetas continúa lo que iniciamos en 5:17.
Otros maestros habían dado instrucciones similares en formas negativas: “no traten a
otros como no quisieran ser tratados”; la forma positiva de Jesús demanda más.
39
V. 13–27 Discipulado verdadero o falso. Estos cuatro contrastes entre lo verdadero
y lo falso concluyen el discurso.
Primero, los versículos 13, 14, dan un franco contraste entre los que son salvos y los
perdidos; las dos puertas y los dos caminos conducen respectivamente a la perdición
y a la vida. El verdadero discipulado es un asunto de deliberadamente tomar la opción
de no andar con la corriente, sino que es un asunto de vida o muerte.
Segundo, en los versículos 15–20, sigue una división más sutil, que cae dentro del
grupo de los que profesan ser discípulos. Los falsos profetas se presentan como
aquellos que pertenecen al grupo (están vestidos de ovejas), sin embargo, su
intención es destruir (como lobos rapaces). Los falsos profetas son conocidos tanto en
el AT como el NT.
Aquí, sin embargo, se usa claramente como una señal de lealtad, aun de adoración.
Los profetas falsos del V. 15 eran engañadores, pero éstos se engañan a sí mismos.
Finalmente V.24–27, aquí sale otra división basada en la conducta.
Tanto los prudentes como los insensatos se describen como el que oye mis palabras;
la diferencia está en hacerlas.
40
Los mensajeros de Juan el bautista (Mt.11:1-19)
Juan fue encarcelado en la fortaleza de Macairo, por Herodes, el que se había casado
en forma ilegal con su cuñada. Juan criticó en público su pecado. Herodes era un
“tetrarca”, uno de los cuatro gobernadores que tenían bajo su responsabilidad igual
número de distritos en Palestina.
Su territorio incluía las regiones de Galilea y Perea. Fue hijo de Herodes el Grande, el
que ordenó dar muerte a los infantes en Belén (Mt.2:16). También es conocido como
Herodes Antipas, y juzgó a Jesús antes de que fuera crucificado (Lc. 23:6–12).
Al ser encarcelado, Juan tuvo algunas dudas acerca de si Jesús era el Mesías. Si el
propósito de Juan era preparar a la gente para la venida del Mesías, y si Jesús lo era
en realidad. Mientras languidecía en la prisión, necesitaba asegurarse otra vez que
Jesús era el Mesías.
Aunque reconoció su identidad evidentemente esperaba algo más. El juicio que Juan
esperaba no era para ese tiempo, sino que tendrá lugar durante la consumación en la
era por venir.
Entonces, Juan envía mensajeros con una pregunta a Jesús.
La pregunta de Juan sugiere que éste estaba sorprendido por el estilo del ministerio
de Jesús. Parece que desde la prisión él seguía el progreso de aquél para quien él
había preparado el camino.
Como respuesta, el Señor entretejió textos del AT (Is. 35:5-6 y 61:1-2), que se vieron
cumplidos clara y visiblemente en sus acciones escritas en Mt.8 - 9. Por más que a
Juan le hubiera parecido inesperado, estos actos de misericordia eran en verdad los
“actos del Mesías”; actos de sanidad en favor de ciegos, paralíticos, sordos y leprosos,
y a la resurrección de muertos y el anuncio de las buenas nuevas acerca de Dios. Con
estas evidencias, la identidad de Jesús quedó aclarada.
En todo este pasaje (Mt.11:1-19) no sólo vemos el veredicto de Juan acerca del
ministerio de Jesús, sino también el veredicto de Jesús acerca de Juan y sus
comentarios acerca de cómo ambos habían sido recibidos por la población en general.
41
Los que rechazan a Jesús (Mt.11:20-24)
Los ayes que se anuncian a las ciudades sirven de advertencia a una generación que
no responde. Jesús no sólo condena a los malvados, sino también a los indiferentes,
insistiendo en que mayores oportunidades para creer suponen mayor condenación a
quien lo rechaza.
Tiro, Sidón y Sodoma eran ciudades antiguas con reputación de inicuas (Gn. 18–19;
Ez. 27–28). Dios las destruyó por su maldad. Los habitantes de Betsaida, Corazín y
Capernaum. Estas tres poblaciones mencionadas estaban cercanas unas a otras al
extremo norte del lago de Galilea, la zona donde hasta ese momento se había
enfocado la misión de Jesús. Sus habitantes vieron a Jesús en persona y con todo, no
quisieron arrepentirse de sus pecados ni creer en Él.
Jesús dijo que si alguna de aquellas famosas ciudades pecadoras lo hubiera visto, se
hubieran arrepentido. Por el hecho de que Betsaida, Corazín y Capernaum vieron a
Jesús y no creyeron en Él, sufrirían un mayor castigo que las ciudades malvadas que
no lo vieron. En forma similar, aquellas naciones y ciudades que tienen iglesias en
cada esquina y Biblia en cada hogar no tendrán excusa en el día del juicio si no se
arrepienten y creen.
Los que respondieron no fueron las personas importantes, sino los niños pequeños y
los fatigados y cargados. La razón radicaba en la relación especial de Jesús con Dios,
como Hijo con Padre. Jesús sostiene una relación única e incomparable con el Padre.
La iniciativa está de parte del Padre, quien revela el significado del ministerio de
Jesús, y con el Hijo, quien revela al Padre.
El yugo tenía el propósito de aliviar la incomodidad al llevar una carga pesada. Pero
también simbolizaba la obediencia y la aceptación de la responsabilidad.
Los rabinos con frecuencia hablaban de asumir “el yugo de la ley”, y bajo la dirección
de éstos la carga se podía hacer pesada. El yugo de Jesús, en cambio, es fácil, no
porque su llamamiento al discipulado sea menos exigente, sino porque nos hace
discípulos de uno que es manso y humilde de corazón. La clave radica en la invitación
personal: Venid a mí.
Esta historia ilustra la acusación hecha en Lc. 7:34. Jesús había sido invitado a la casa
de un fariseo llamado Simón, probablemente para comer después de la reunión en la
sinagoga. No era raro que aparecieran personas no invitadas en un banquete y entre
ellas había una mujer bien conocida como prostituta.
42
Procedió a ungirle con perfume, muy posiblemente pagado con ganancias de su vida
inmoral, pero las lágrimas le impidieron terminar la tarea. Sin duda, esas acciones
eran indecorosas, pero ella estaba bajo una gran tensión emocional como para
cuidarse de lo que pensaba la gente.
El fariseo se sintió muy molesto por la forma en que Jesús aceptó el respeto que le
daba una persona tan indeseable y de modo tan embarazoso. La percepción de que
Jesús era un profeta se contradijo porque aparentemente él no tenía conciencia de
que la persona que le estaba tocando era una pecadora y por ende “impura”. Pero
Jesús sabía lo que estaba pasando y lo hizo notar a Simón por medio de una parábola
con un mensaje muy claro: el amor es la prueba de que una persona ha recibido
perdón, y que cuanto más se le perdone más amará.
Los fariseos habían rechazado a explicación del Señor, tenían que hallar otra que, de
igual manera, pudiera explicar su autoridad sobrehumana, y la hallaron en la supuesta
coalición con Satanás (Beelzebú).
2. Segundo Él les recuerda que no era la única persona que estaba expulsando
demonios; ¿Estarían todos ellos en liga con Satanás?
Por lo tanto, no es una señal del poder diabólico, sino de la obra del Espíritu de Dios
en acción.
43
Existía, pues, una división radical entre aquellos que reconocían a Dios en acción, y
que, por lo tanto, estaban con Él, y aquellos que al atribuir la obra de Dios a su gran
enemigo se comprobaban estar en contra de Él. Por medio de esta blasfemia contra el
Espíritu se ponían deliberadamente del lado contrario y fuera del alcance del perdón.
Estaban tan ciegos espiritualmente, que atribuían a Satanás la obra del Espíritu Santo.
Aún más, rechazaban la acción del Espíritu Santo en sus propias vidas.
En esencia, el Espíritu Santo estaba dando testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios,
que es Dios, mientras ellos repetían “no es Dios”, “es agente de Satanás”.
Fue entonces cuando Jesús dijo: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los
hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada”.
Confundían el bien con el mal y el mal con el bien. Llamaron Satanás al Espíritu de
Dios. Al rechazar a Jesús, la única fuente de perdón, nada se podía hacer por ellos.
Una persona que rechaza a Jesucristo no puede recibir perdón, y esto es lo que ellos
habían hecho.
44
Los fariseos no sabían que Satanás fue derrotado por el Señor.
5. Jesús tiene poder y autoridad total sobre Satanás y sus fuerzas, lanzándolo al
lago de fuego eternamente (Ap.20:10).
La demanda de tener una señal reaparece en Mt.16:1–4. Aquí sigue con toda
naturalidad del debate anterior; si Jesús pretende que su poder es de Dios, tiene que
comprobarlo.
El hecho de que Jesús rehusara dar una señal, se basa en un concepto más amplio
de su autoridad como uno mayor que Jonás o Salomón.
Si aun los paganos podían reconocer la presencia de Dios en los grandes hombres del
AT, ¿por qué no podía esta generación (judía) aceptar la autoridad de uno en quien
todas las formas de la autoridad (profeta, sacerdote, rey, sabio) hallaban su
cumplimiento? El rechazar el llamado de alguien así, conduciría sólo al juicio.
45
La gama amplia de respuestas hacia Jesús dada en Mt. 11 y 12 concluyen con un
vistazo animador de su “nueva familia” que ahora se había establecido en su derredor.
Jesús no estaba eludiendo a su familia terrena, sino que extiende su círculo familiar
para incluir las relaciones espirituales.
Mateo resume el ministerio de Jesús en Galilea y presenta la comisión que dio a sus
discípulos.
Antes de dar el segundo discurso, Jesús al ver las multitudes que lo seguían se refirió
a ellas como un campo listo para la siega. (Mies es sinónimo de cosecha o siega).
Todas esas personas eran como ovejas perdidas que necesitaban un pastor y alguien
que los guiara a la salvación.
La necesidad era demasiado grande para cumplirla Él solo, así que pidió ayuda a
algunos de sus seguidores más íntimos. Entonces elige a doce que serían sus
colaboradores. Él necesitaba obreros que supieran enfrentar los problemas de la
gente; quería que ellos libraran la batalla contra las fuerzas del mal echando fuera a
los espíritus inmundos y sanando a los enfermos.
Se deduce entonces que la clase de obreros que Cristo desea en su reino son los que:
46
¿Por qué Jesús no envió a los discípulos a los gentiles o a los samaritanos?
Un gentil es uno que no es judío. Los samaritanos eran una raza mixta entre judíos y
gentiles, después de las cautividades en el Antiguo Testamento. Jesús pidió a sus
discípulos que fueran sólo a los judíos porque Él vino primero a los judíos.
Dios había elegido a los judíos para que hablaran de Él ante el mundo. Y eso es lo
que en realidad sucedió: discípulos y apóstoles judíos predicaron las buenas nuevas
del Cristo resucitado en todo el Imperio Romano y muy pronto los gentiles se
añadieron a la Iglesia.
Mt. 10:8–10 aplica el principio de Mt. 6:25–34 a la misión. Si los discípulos de Jesús
están ocupados en la obra de Dios, pueden esperar su provisión (el obrero es digno
de su salario) y no necesitan hacer preparativos elaborados en cuanto a sus
necesidades materiales para el camino; la tarea es demasiado urgente. Los discípulos,
desprovistos de bienes, debían confiar en la provisión de Dios a través de la
hospitalidad de otros.
Jesús pudo haber querido decir que no llevaran un par extra de sandalias, ni bastón ni
bolsa. Sea como fuere, el principio era que debían salir, listos para la tarea y para el
viaje, sin trabas por el exceso de bienes materiales.
Mt.10:14 ¿Por qué dijo Jesús que debía sacudirse el polvo de los pies si una ciudad u
hogar no los recibía?
Era costumbre judía que cuando los judíos piadosos salían de las ciudades gentiles,
con frecuencia se sacudía el polvo de los pies para mostrar su separación de las
prácticas gentiles. Si los discípulos se sacudían de los pies el polvo de un pueblo
judío, indicaban que se separaban de los judíos que habían rechazado a su Mesías.
Este gesto demostraba a la gente que estaban eligiendo mal, que la oportunidad para
escoger a Cristo no se presentaría otra vez.
47
Advertencias con relación a conflictos y persecuciones (Mt. 10:17–39)
Los discípulos en una sociedad hostil son tan vulnerables como ovejas en medio de
lobos. Para sobrevivir y poder cumplir su misión tenían que ser astutos y sencillos.
Al llevar a cabo su misión los discípulos deben estar preparados para enfrentar la
persecución y el martirio. Sigue el enfoque sobre la misión galilea de los doce
(Mt.10:23), pero el discurso continúa con principios que se aplicarían más
generalmente a discípulos que enfrentaban oposición. Dicha oposición puede tener
respaldo oficial, pero dado que ocurriría por mi causa, provee una oportunidad para
testimonio. Jesús dijo a sus discípulos que cuando fueran arrestados por predicar el
evangelio, no se preocuparan de lo que deben decir en su defensa: el Espíritu de Dios
hablaría por medio de ellos.
Etimológicamente, por lo tanto, está muy cerca de la “alegoría”, que por derivación
significa “diciendo cosas de modo diferente”. Tanto las parábolas como las alegorías
han considerado generalmente como formas de enseñanza que presentan al oyente
ilustraciones interesantes, de las que pueden obtenerse lecciones morales y
religiosas; la “parábola” es un símil más bien largo o un cuento descriptivo corto,
generalmente destinada a inculcar una verdad única o a responder una pregunta
única, mientras que la “alegoría” denota el cuento más completo en el que todos los
detalles, o la mayoría de ellos, entran en la interpretación.
48
3. De acontecimientos recientes (Lc. 19.14)
El estilo variaba entre el símil o la metáfora breve (Mr. 2:21; 3:23) y la descripción de
un acontecimiento típico, o un relato completo relacionado con algún hecho particular.
49
La discusión entre Jesús y los discípulos en Mt 13.10ss revela el propósito del método.
El fin de Jesús no es esconder sino revelar (Mc 4.33), pero los misterios solo pueden
percibirse cuando la mente está abierta hacia Dios (Mt 11.25). David comprendió su
falta cuando Natán le contó un (2 S 12.1–13). Siempre en la parábola hay un
elemento sorpresivo y novedoso que llama a la reflexión e inspira la decisión. Muchas
parábolas se proponen entablar la discusión.
Esta experiencia de encontrar lo perdido cobra valor teológico en Lucas 15. Según la
narración de Lucas, Dios es como un padre que celebra la vida de sus hijos, pero que
sufre y se angustia cuando estos se alejan para andar quizás en malos pasos. Cuando
el hijo regresa, el padre se alegra, como se alegra Dios por cada pecador que regresa
a su familia.
Si vamos a ver, Lucas no tiene que explicarnos lo que se siente cuando perdemos
algo que consideramos importante. Eso lo sabemos, tenemos la experiencia
acumulada de años de pérdidas y encuentros. Tampoco nos tiene que explicar cuánta
alegría nos da encontrar lo que perdimos, pues lo hemos vivido muchas veces. Lo que
Lucas nos dice, y que probablemente no sabíamos o nunca lo hubiésemos pensado
así, es que los mismos sentimientos cruzan el corazón de Dios.
No debemos caer en la trampa de alegorizar las parábolas, es decir, tratar de
encontrar un mensaje oculto detrás de cada palabra del relato. Al estudiarlas,
debemos buscar el punto central y comprender a partir de allí la totalidad del relato
Al explicar las parábolas a sus discípulos Jesús les abrió los misterios del reino de los
cielos. Tiene su propia lógica, que el razonamiento humano no puede penetrar; su
verdad debe ser revelada. Es necesario pedir al Señor la revelación de lo que está
escrito en su Palabra.
Los que no tienen este don, como lo había predicho claramente Is. 6:9-10, nunca
recibirán más que un oír superficial del mensaje de Dios, y no les hará ningún bien.
50
Jesús no está diciendo aquí que las parábolas están diseñadas para esconder la
verdad, y de esa manera cerrar la entrada a tales personas al reino de los cielos, sino
que en realidad no todos tienen la habilidad de penetrar su significado. Esta habilidad
es algo dado a los discípulos, en vez de ser el resultado de la habilidad humana.
No deberíamos tampoco pasar por alto las muchas descripciones “figuradas” que usa
Jesús sobre sí mismo en este evangelio, por ejemplo: “el buen pastor”, “la vid
verdadera”, “la puerta”, “la luz del mundo”, y “el camino, la verdad, y la vida”.
La red (13.47–50)
51
El portero vigilante (13.32–37)
52
La higuera (Mt 24.32–35; Mc 13.28–31; Lc 21.29–33)
Pedro hace la declaración definitiva de que Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios
viviente. Este incidente, que tuvo lugar seis meses antes de la Crucifixión, marcó un
viraje en el ministerio de Jesús, y señaló el clímax de sus enseñanzas con respecto a
su propia persona. También aquí Jesús comenzó a preparar a sus discípulos para su
próxima muerte.
La roca no es Pedro como individuo, porque Cristo sustituyó la palabra "petra" (una
roca colocada en el fundamento de una edificación) por "petros", un fragmento de
"petra". Cristo expresó que Él mismo era la Piedra (petra) sobre la cual descansaba la
iglesia, y que la iglesia se construye con estas piedras que participan de la naturaleza
de "petra", a través de la confesión de fe en él (1 Pe. 2:5). Pedro, por lo tanto, es la
primera de muchas piedras utilizadas en la edificación de la iglesia.
53
De origen claramente rabínico, la imagen atar y desatar tiene que ver con prohibir o
permitir. En otras palabras, Jesús está diciendo que la iglesia recibirá la potestad de
continuar ejerciendo la privilegiada responsabilidad de esparcir por la tierra el fermento
del poder y la provisión de su reino.
¿Por qué razón Jesús pidió a los discípulos que no dieran a conocer la confesión de
Pedro?
Porque estos no habían entendido por completo el tipo de Mesías que era. Jesús no
era un paladín militar, sino un siervo sufriente. El público anuncio de que Jesús era el
Mesías hubiese creado un indeseable fervor nacionalista.
Primero debían tener un pleno conocimiento de Jesús y de su misión como discípulos
antes de darlo a conocer a otros en una manera que no originara una rebelión.
Les iba a estar costando muchísimo trabajo entender la razón de su venida hasta que
su misión terrenal terminara.
Como otros judíos del momento, él entendía la obra del Mesías en términos
primordialmente terrenales o políticos; en esto él expresó las cosas de los hombres, y
en tanto que los discípulos de Jesús compartían esta perspectiva puramente humana,
la misión de Jesús, es decir, las cosas de Dios, nunca tendrían sentido para ellos.
El mismo mensaje que Jesús oyó en las tentaciones del desierto, que no tendría que
morir, las escucha ahora de Pedro.
Éste acababa de reconocer a Jesús como el Mesías; ahora, sin embargo, desecha la
perspectiva de Dios y evalúa la situación desde el aspecto humano. Satanás siempre
intenta que pongamos a Dios a un lado. Jesús reprendió a Pedro por esta actitud.
54
Quítate de delante de mí, Satanás: Las palabras son idénticas a las de Mt. 4:10.
Jesús reconoció en las palabras de Pedro la misma tentación diabólicamente inspirada
que le sugería evitar el sufrimiento como parte de su vocación mesiánica.
Cuando Jesús usó esta figura de sus seguidores, “tome su cruz, y sígame”, los
discípulos sabían lo que significaba. La crucifixión era un método romano común de
ejecución y los criminales condenados tenían que llevar su cruz por las calles rumbo al
sitio donde cumplían su sentencia.
Seguir a Jesús, por lo tanto, implica una entrega verdadera, con riesgo de muerte y sin
posibilidad de retroceso (ver 10:39).
Cualquier idea de compartir la gloria del Mesías tuvo que dar lugar a la de compartir la
humillación y el rechazo de Jesús. Jesús explica la paradoja del discipulado: Perder la
vida es encontrarla; morir es vivir. Si uno trata de librar su vida física de la muerte,
el dolor o la incomodidad, puede terminar arriesgando la vida eterna.
Mt. 16:28 Tomando en cuenta que todos los discípulos murieron antes del regreso de
Cristo, hay viarias posiciones:
1. Que las palabras de Jesús aquí se cumplieron en la transfiguración cuando
Pedro, Santiago y Juan vieron su gloria (17:1–3).
2. Otros manifiestan que se refiere al Pentecostés (Hch. 2) y al comienzo de la
Iglesia.
3. Muchos sostienen que este versículo se refiere a Juan el amado, quien pudo
ver en visión al Señor viniendo en su reino, en la isla de Patmos (Ap.1:1 ; 19:11-
16).
Más allá de la muerte está la gloria; y Pedro, Santiago o Jacobo y Juan tienen el
privilegio de ver el telón corrido. Son tres los elementos que se suman para dar una
afirmación extraordinaria de Jesús como más que un Mesías meramente humano:
Segundo, está ligado con Moisés y Elías, dos de los más grandes por medio de
los cuales Dios salvó y habló a su pueblo en tiempos pasados; aunque ambos,
como Jesús, sufrieron el rechazo del pueblo de Dios.
55
Se esperaba popularmente que volvieran para inaugurar la edad mesiánica, de
manera que su aparición aquí proclama a Jesús como el Mesías.
Moisés y Elías fueron dos de los más grandes profetas en el Antiguo Testamento.
Moisés representa la Ley. Escribió el Pentateuco y predijo la venida de un gran profeta
(Deut. 18:15–19). Elías representa a los profetas que anunciaron la venida del Mesías
(Mal. 4:5-6).
La presencia de ambos con Jesús confirma su misión mesiánica: cumplir la ley de
Dios y las palabras de los profetas de Dios.
De igual forma como la voz de Dios en las nubes sobre el monte Sinaí dieron
autoridad a la ley (Éx. 19:9), la voz de Dios en la transfiguración dio autoridad a las
palabras de Jesús.
Era demasiado para comprenderlo. La proposición inapropiada de Pedro de construir
enrramadas para Jesús y sus visitantes sobre la montaña fue ignorada atinadamente.
Pedro puede haber estado sugiriendo la prolongación de aquella visita. Lucas dice que
Pedro habló "no sabiendo lo que decía" (Lc 9:33).
56
La segunda predicción de la muerte de Jesús (Mt. 17:22-23)
Pedro contestó la pregunta sin saber de veras la respuesta, poniendo a Jesús y a los
discípulos en una situación incómoda. Jesús usó esta experiencia, sin embargo, para
enfatizar su rol soberano. Así como los reyes no pagan impuestos ni cobran impuestos
de sus familias, Jesús, el Rey, no debía nada.
Jesús, como Hijo de Dios él estaba exento: “uno mayor que el templo está aquí” (12:5-
6); pero Jesús proveyó para el pago de los impuestos en favor suyo y de Pedro para
no ofender a los que no entendían su reino. Cristo le mostró dónde obtener el dinero,
pero Pedro tuvo que ir a buscarlo. El estatero que encontró en el pez equivale a
cuatro dracmas.
57
Jesús como el pastor (Jn.10:1-18)
Probablemente se quiere establecer una conexión estrecha entre el tema del cap. 9 y
la ilustración del pastor y esto se enfatiza en las palabras de cierto, de cierto os digo
del v. 1. El contraste es entre el mal pastoreo de los fariseos (como se vio en su
actitud hacia el ciego) y el buen pastor.
Los rediles orientales tenían una sola puerta, que el mismo pastor cuidaba cuando
había un solo rebaño, o un portero cuando estaban encerrados varios rebaños. En el
último caso, el portero conocía a los pastores. Los ladrones se veían obligados a
entrar por otros medios. Es probable que no se quiera mostrar una diferencia entre un
ladrón y un asaltante.
V. 7–10 Ahora cambia la metáfora, pues Jesús mismo se ve como la puerta. Declaró
su derecho exclusivo de permitir la entrada.
El v. 8 ha presentado dificultades si se supone que ninguno de los que vino antes de
Jesús fuera sino ladrón o asaltante, lo que claramente sería incompatible con el AT.
El significado más lógico es que los que vinieron antes de Jesús y declaraban ser el
único camino de entrada eran falsos; una referencia a los muchos falsos mesías que
abundan en la historia de ese período.
Jesús envió treinta y cinco parejas para alcanzar las multitudes. No intentarían cumplir
su tarea sin ayuda. En cambio, pedirían a Dios que enviara más obreros.
Jesús les dijo que aceptaran la hospitalidad cortésmente porque su tarea los calificaba
para ello.
Jesús dio dos normas a los discípulos para el viaje. Debían comer lo que les pusieran
delante, o sea, aceptarían la hospitalidad sin críticas, y sanarían los enfermos.
58
EL VIAJE A PEREA
En el NT era una práctica común, apoyada por algunos rabinos, que resultaba
virtualmente asunto del capricho del esposo, por cualquier razón, incluso por servirle
comida ligeramente quemada.
Jesús otra vez, como en 5:32, declaró que el divorcio, por la razón que fuere, era
incompatible con el propósito de Dios para el matrimonio. Al hacerlo, restableció el
intento original del Creador al decir que “al principio no fue así” expresado en Gn.
1:27; 2:24, como superior a la provisión de Deut. 24, que se dio por la dureza de
corazón.
59
Moisés había hecho todo lo que estaba en su poder para oponerse al divorcio. Fue
solamente por la dureza del corazón del pueblo, que Moisés concedió que se podían
divorciar; ya que el esposo hace duro su corazón para no perdonar a la esposa por
su falta.
Las normas del divorcio, según el Señor, eran concedidas para tratar con el resultado
del pecado, no una expresión de la intención original de Dios. El divorcio podría
parecer necesario, pero nunca puede ser bueno.
El principio de que serán los dos una sola carne se puede cumplir solamente en un
matrimonio sin disolución.
Esta posición firme, sin embargo, es la que Mateo modificó aquí y en 5:32, por la frase
a no ser por causa de fornicación.
Ni Marcos ni Lucas incluyen esta parte muy debatida, y a veces se piensa que es un
esfuerzo por parte de Mateo de ablandar una prohibición total sobre el divorcio.
Sin embargo, es más probable que Mateo esté sencillamente declarando lo que
cualquier lector judío hubiera dado por sabido, que la infidelidad matrimonial,
automáticamente anularía un matrimonio creando otra unión de “una sola carne”.
En los tiempos del AT, el adulterio era castigado con la muerte; pero en los tiempos
del NT una anulación formal era la respuesta aceptable. Este no era un “divorcio”
voluntario, sino el reconocimiento necesario de que el matrimonio ya estaba finalizado.
Jesús declara que el que se divorcia de una esposa infiel, y suma a su pecado
casándose con otra, haciendo de este modo imposible la reconciliación con la mujer
con que había estado casado, comete adulterio, cosa que sólo Dios puede juzgar
(He.13:4) y no nosotros.
Entre las multitudes de peregrinos galileos que llegaban a pie a Jerusalén para la
fiesta de la Pascua, Jesús eligió entrar ilustremente sobre un pollino de asna. Sólo
Mateo menciona el pollino y también la asna. Mientras que el idioma del v. 5 no hace
alusión a dos animales.
El segundo “ellos”, por supuesto, no significa que Jesús cabalgó sobre ambos
animales, sino que se refiere a los mantos.
60
Dado que no tenemos otro caso de Jesús cabalgando, éste debe haber sido un acto
deliberado, con el fin de ser notado. Las instrucciones en los versículos 1–3 sugieren
que todo había sido preparado cuidadosamente.
Fue, según lo aclara Mateo, una alusión dramatizada de la profecía Zac. 9:9-10, de la
llegada del Rey mesiánico. Fue hasta en este momento que los discípulos y la multitud
galilea reconocieron la alusión, y convirtieron la llegada en una procesión triunfal. Sus
gritos en el v. 9 no escondían su creencia de que Jesús era el Mesías largamente
esperado, llegando para establecer su reino en la capital de Israel.
Con esto vemos la polarización de las actitudes hacia Jesús que durante la semana
siguiente contaría con algunos apoyando a Jesús, mientras que otros gritaban
pidiendo su crucifixión.
La sequedad del árbol es la señal visible de la suerte que habría de correr el templo
que Jesús predijo en 23:38; 24:2. Fue el vivo poder de la palabra de Jesús que
impresionó a los discípulos, y Jesús usó el incidente como un modelo del poder
disponible a la fe, como en 17:20.
61
14. JESÚS Y LA PROFECÍA (Mt. 24-25)
Este es el último sermón dado en el Monte Los Olivos por el Señor, dos días antes de
Su muerte; es un sermón profético en el cual se ve la autoridad y el conocimiento del
futuro que Él tenía, en cuanto a la tribulación, incluyendo el día de Su segunda venida.
Las buenas nuevas de que el “Rey ya viene” serán predicadas (Mt.24:14) de manera
que Israel se vuelva a su libertador. Así como Juan el Bautista predicó tal mensaje
para preparar a Israel para la primera venida del Mesías, Elías predicará para preparar
a Israel para Su segunda venida.
El ánimo del Señor estaba admirablemente preparado para pronunciar este sermón
apocalíptico, debido a que dentro de breve tiempo iba a ser crucificado.
62
Todo el pasaje de Mateo 24 y 25 demuestra que el Señor está dando el curso del fin
de la era, antes del establecimiento del reino en su relación con Israel y con el
programa de Israel. Este programa se desarrolla en estricto orden cronológico.
En cuanto a esto, el Señor dijo: “¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará
piedra sobre piedra que no sea derribada”, para luego continuar con la tremenda
declaración en Mt.24:37-39 diciendo: “Mas como en los días de Noé, será la venida
del Hijo del Hombre…”
En cuanto a la destrucción de Jerusalén en Mt.24:15-22 con los pasajes paralelos de
Mr.13:14-20 y Lc.21:20-24, se refieren a la destrucción de la ciudad, y es interesante
observar que los cristianos que vivían en palestina en el año 70 d.C. pudieron ser
testigos cuando la ciudad y el templo fueron destruidos por los romanos bajo la
dirección de Tito Flavio Vespasiano.
1. Señales generales de la historia del mundo hasta los últimos días (Mt.24:4-14)
2. Señales especiales que indican los días finales del mundo en la gran tribulación
(Mt.24:15-28)
3. Señales espectaculares que ocurren en su segunda venida triunfante con poder y
gran gloria (Mt.24:29-31)
4. Advertencia a los santos de la tribulación para que estén alerta a las señales que
indicarán la esperada venida de Cristo inmediatamente después de la tribulación
(Mt.24:32-35).
63
El Señor dio tres órdenes claras y terminantes:
Porque:
f) Será un tiempo de retribución para los que han rechazado a Cristo (Mt.
24:51).
3. “Vosotros estad preparados”
Porque:
a) Nadie sabe la hora de su venida (Mt. 24:36)
c) Será un tiempo de retribución para los que han rechazado a Cristo (Mt.
24:51)
La exhortación a velar, está acompañada por una serie de parábolas que confirman
esta necesidad imperiosa, tales son:
64
La parábola del padre de familia (Mt. 24:43-44)
Todas y cada una de estas parábolas tiene como fin enfatizar la necesidad absoluta
de estar apercibidos para la venida de Cristo.
En Mt. 24:4-14 el Señor da las señales que caracterizarán todo el curso histórico de
los últimos días y que se intensificarán a medida que se acerca el fin, las cuales son:
3. Al acercarse el fin, la persecución del pueblo de Dios será más severa y muchos
abandonarán su lealtad a Cristo (Mt. 24:9-10)
Mt. 24:15-28 Toda este pasaje describe las señales extraordinarias que ocurrirán
durante la gran tribulación, es decir, en la 2ª mitad de la última semana de Daniel.
La señal más importante es “la abominación desoladora” (Dn.9:27); un
acontecimiento visible que les avisa a los fieles que estén vivos durante la tribulación,
que la venida de Cristo a la tierra al final de los tiempos ocurrirá muy pronto.
Los santos de la tribulación podrán saber con bastante certidumbre cuándo terminará
la tribulación y vendrá el Señor a reinar en la tierra (24:33); ya que el tiempo que
transcurre entre la abominación desoladora y el fin, se revela en la Escritura como tres
años y medio: tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo; o mil doscientos sesenta días;
o cuarenta y dos meses (Dn.12:7; Ap.11:2; 12:6; 13:5-7).
65
Inmediatamente después de la tribulación ocurrirán señales cósmicas que precederán
a la venida de Cristo y darán una clara advertencia de su inmediato regreso (v.30).
El retorno de Cristo a la tierra con poder y gran gloria no tomará por sorpresa a ningún
creyente de la tribulación que presta atención a la Palabra de Dios y observa las
señales relacionadas con el sol, la luna y las estrellas y el sacudimiento de los poderes
del cielo (Is.13:6-13).
V. 37 La venida del Hijo del Hombre tiene una doble referencia: la primera es la etapa
de su regreso en un momento desconocido e inesperado, el cual es el arrebatamiento
de la iglesia.
La segunda etapa de su venida después de la tribulación, se refiere cuando Él
destruirá a los malos y reunirá a todos los justos en su reino (Ap.19:11-20:4).
La segunda venida de Cristo será una manifestación completa y visible del Hijo de
Dios a la tierra, por lo que no debe confundirse con la venida por su iglesia en las
nubes, la cual será inesperadamente, cuando menos lo esperemos, como ladrón en la
noche.
En esta forma el Nuevo Pacto profetizado en Jer. 31:31–34 sería establecido por
medio de la sangre de Jesús. Así como la primera pascua había establecido un pacto
que señalaría a Israel como el pueblo de Dios, así ahora un nuevo pueblo de Dios se
estaba formando. El viejo pacto fue una figura del nuevo (Jer. 31.31; Heb. 8-10), y
apuntaba al día en que Jesús sería el último y final sacrificio por el pecado. En lugar
de un cordero sin mancha sobre el altar, el Cordero perfecto fue levantado en la cruz.
66
La Pascua abarcaba una noche y una cena, pero la Fiesta de los Panes sin Levadura,
que se celebraba simultáneamente, seguía por una semana más.
Según los evangelios sinópticos, la “Santa Cena” de Jesús fue instituida en la primera
noche de la Pascua (Pésaj), mientras que Jn 13:1-4 dice que fue el día anterior. Esto
explicaría por qué los Evangelios no mencionan un cordero, normalmente el elemento
central de la comida pascual, ya que no se podría sacrificar antes de la fecha oficial.
Los Evangelios sinópticos supuestamente están en desacuerdo con las fechas dadas
por Juan, pero no es cierto necesariamente. Desde que el día judío comenzaba al
ponerse el sol, una comida servida el primer día de la fiesta de los panes sin levadura
se daría en la tarde en la que ese día comenzara; la siguiente tarde, la comida pascual
oficial, sería el “día” siguiente en términos judíos.
Es posible que el himno que cantaron los discípulos se tomara de los Salmos 115–
118, eran los salmos tradicionales que se cantaban como parte de la cena de Pascua.
El Señor quiso alentar a sus discípulos y prepararlos para cuando Él se fuera, y para
el tiempo que venía.
Aunque en repetidas ocasiones el Señor les había dicho a sus discípulos que era
necesario que Él muriera, ellos no habían llegado a comprenderlo y no se sentían
preparados para tan triste suceso. En este discurso de despedida, les declaró que iba
a ser glorificado a través de la obra que iba a cumplir. Junto con esto les enseñó que
el distintivo de los discípulos era el amor entre ellos y para con los del mundo.
Sin embargo, el Señor les recordó que cuando él se fuera, no les dejaría solos, sino
que enviaría al Espíritu Santo, el cual vendría a enseñarles y recordarles lo que Él les
había dicho.
El Señor les enseñó antes de ir a Getsemaní, la figura de la vid y los pámpanos. Si
estamos en Él, entonces el Padre celestial, quien es el labrador, cuidará de nosotros.
Así llevaremos más fruto; lo cual glorifica al Padre y hace que nuestro gozo sea
cumplido.
Luego continúa el discurso hablándoles de los deberes para con aquellos que son de
la familia de Dios. Durante el tiempo de su ministerio, había llegado a conocer
íntimamente a sus discípulos, de modo que sabía que la inestabilidad podía llevarlos
al fracaso. Era necesario que se amaran, como Él les había amado.
Finalmente, para terminar este mensaje, Cristo habla acerca de los deberes de los
discípulos para con el mundo.
67
Hace hincapié en el hecho de que el mundo le aborrece a él y también a todos los que
son de Él.
El Señor les dijo las cosas que iban a acontecer una vez que él hubiese sido quitado
de en medio de ellos:
1. Sufrimientos
Todo esto sucedería a través de hombres impíos que no conocían a Dios ni a Cristo.
Por lo tanto, el Señor hace una oración por sí mismo, por los discípulos y por la iglesia.
La presencia de Jesús en Jerusalén, por primera vez en el relato de Mateo, dio a los
principales sacerdotes y ancianos la oportunidad de matarle, tal como los fariseos lo
habían propuesto previamente en Galilea (Mt.12:14). Sin embargo, Jesús tenía
bastantes partidarios, y un alboroto en el pueblo sería un problema si Jesús fuera
arrestado públicamente. Pero surgió una solución inesperada a este dilema, por medio
de Judas Iscariote, al entregarlo él mismo (Mt. 26:14–16).
Caifás fue el sumo sacerdote que gobernó durante el ministerio de Jesús. Era yerno
de Anás, el sumo sacerdote anterior. El gobierno romano había asumido el proceso de
nombrar todos los líderes políticos y religiosos. Caifás sirvió por dieciocho años,
mucho más que otro sumo sacerdote, lo que sugiere que colaboraba bien con los
romanos. Fue el primero en recomendar la muerte de Jesús a fin de “salvar” la nación
(Jn. 11:49-50).
68
El ungimiento en Betania (Mr.14:3-9)
El vaso de alabastro era tallado a partir de un yeso traslúcido. Se usaba para guardar
aceites perfumados. El perfume era de nardo, un aceite importado de la India, que a
veces se usaba para ungir a los muertos, pero también era valorado como un
cosmético de lujo.
Mateo y Marcos ubican este hecho antes de la última cena, mientras que Juan lo hace
una semana antes, casi antes de la Entrada Triunfal. De los tres, Juan ubica este
acontecimiento en el orden cronológico más probable. Se debe recordar que el
propósito principal de los escritores de los Evangelios fue dar un informe exacto del
mensaje de Jesús, no presentar una relación cronológica exacta de su vida.
Mateo y Marcos pudieron haber optado por ubicar este acontecimiento aquí para
hacer un contraste con la devoción completa de María y la traición de Judas, los
próximos acontecimientos en ambos Evangelios.
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La traición de Judas (Mr. 14:10-11)
Judas, esperaba que Jesús iniciara una rebelión política y echara a los romanos.
Como tesorero, seguramente esperaba que le fuera dada una posición importante en
el nuevo gobierno de Jesús. Pero cuando Jesús elogió a María por haber derramado
el perfume, equivalente a un gran precio, Judas pudo haber deducido que el reino de
Jesús no era físico o político sino espiritual.
Sus ansias de dinero y posición social no podrían hacerse realidad si seguía a Jesús,
de manera que lo traicionó a cambio de dinero y el favor de los líderes religiosos.
Es probable que Judas ya estuviera por dejar a Jesús, y decidió hacer efectiva esta
oportunidad. Quizás porque él era el único no galileo entre los doce y puede haberse
sentido fuera de lugar, especialmente cuando el grupo galileo marchó al sur, hacia
Jerusalén. Posiblemente, puede haberse sentido desilusionado por el estilo del
ministerio de Jesús, en especial si él había tenido esperanzas nacionalistas. El puede
haber concluido que Jesús era un Mesías falso, de modo que era su tarea religiosa
detenerlo.
El huerto de los Olivos llamado Getsemaní, un poco afuera de los límites de la ciudad,
era el “campamento” regular del grupo durante esta semana en Jerusalén. La mayoría
de los peregrinos que venían a celebrar la Pascua tenía que dormir afuera, ya que la
ciudad estaba extremadamente apiñada durante la fiesta. Si hubiesen cambiado de
lugar esa noche podrían haber echado a perder el plan de Judas, pero nuevamente
Jesús eligió no evadir lo que él había predicho.
Bajo mucha presión, los vasos capilares de las glándulas sudoríparas pueden
romperse y mezclarse así la sangre con el sudor.
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Lo que el Señor quiso decir “pasa de mí esta copa” ha sido un tema de mucha
discusión:
1. No puede ser que Cristo estuviera orando para que se le salvara de la muerte
física, porque Él estaba resuelto a morir por el pecado de la humanidad.
El hombre que le cortó la oreja al siervo fue Pedro (Jn 18:10). Pedro trató de impedir lo
que para él era una derrota. No concebía que Jesús tuviera que morir para obtener la
victoria. Pero Jesús demostró que su entrega a la voluntad de Dios era perfecta. Su
Reino no sería promovido con espadas sino con fe y obediencia.
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El juicio judío (Mr.14:53-65)
Este concilio, también llamado Sanedrín, era el cuerpo político y religioso más
poderoso del pueblo judío. A pesar de que los romanos gobernaban a Israel, daban
poder a la gente para tratar disputas religiosas y civiles, de modo que el Sanedrín
tomaba muchas decisiones locales que afectaban la vida diaria.
Pero la pena de muerte tenía que ser aprobada por los romanos (Jn 18:31), así que
otro juicio, ahora romano, sería necesario (Mt.27:11–26). Pero esta audiencia ante el
Sanedrín, llegó al límite de la confrontación.
No se dice cuál fue la acusación contra Jesús de parte de los testigos falsos. Pero la
supuesta expresión de Jesús: Puedo derribar el templo de Dios y edificarlo en tres
días… fue para ellos dura, porque una amenaza al templo era amenazar todo lo que
era más precioso en la vida y culto de Israel.
El sumo sacerdote acusó a Jesús de blasfemo: ¡estaba diciendo que era Dios! Para
los judíos, era un delito que se pagaba con la vida (Lev. 24:16). Los líderes religiosos
ni se detuvieron a pensar que las palabras de Jesús pudieran ser ciertas. Habían
decidido oponerse a Jesús y matarlo.
Los romanos habían quitado a los líderes religiosos la autoridad para aplicar la pena
capital. Políticamente, esto les parecía mejor a los líderes religiosos a pesar de todo,
más aún tratándose de responsabilizarse de la muerte de Jesús.
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Querían que la responsabilidad recayera sobre los romanos de manera que la gente
no les echara la culpa a ellos. Habían arrestado a Jesús basándose en el terreno
teológico: blasfemia; pero tomando en cuenta que este cargo no tendría validez en el
tribunal romano, tenían que buscar una razón política para dar muerte a Jesús. Su
estrategia tendría que consistir en presentar a Jesús como rebelde, aquel que
pretendía ser Dios y más importante que el César.
El juicio se realizó en público, enfrente de la residencia del gobernador. Únicamente
Pilato tenía autoridad para decidir tales casos, sin embargo, el juicio lo muestra
manipulado por otros y, a la postre, renunciando a su responsabilidad en favor de los
dirigentes judíos.
El rey de los judíos fue el supuesto título que los dirigentes judíos acusaban a Jesús
de asumir.
Era un título más cargado políticamente que el de “Mesías”, y por consiguiente uno
que el gobernador no podía ignorar; acusaba al hombre de ser potencialmente el líder
de una rebelión. Fue por este cargo que Jesús fue ejecutado finalmente.
Pilato, aunque tenía el deber de hacer justicia, demostró estar más interesado en la
política que en la justicia. Tuvo varias oportunidades de tomar la decisión correcta.
La conciencia le decía que Jesús era inocente; la ley romana decía que un inocente no
debía morir; y su esposa había tenido un sueño perturbador. Pilato no tenía excusa
para condenar a Jesús, pero temía a la turba.
Barrabás había tomado parte en una rebelión contra el gobierno romano (Mr. 15:7).
Era enemigo de Roma, pero para los judíos era como un héroe, un líder nacionalista
popular quien tendría más seguidores en Jerusalén que el “profeta galileo”.
Probablemente no fue muy difícil a las multitudes incitadas a elegir según la opinión de
los principales sacerdotes y los ancianos. No es necesario asumir que estas personas
fueran las mismas como los peregrinos galileos que dieron la bienvenida a Jesús en
Jerusalén en Mt.21:8-9; más bien éstos eran habitantes de la ciudad (Mt.21:10-11).
Pilato tuvo que dar el veredicto formal, lavándose las manos intentó quitarse la
responsabilidad de la muerte de Jesús y transferirla a la multitud.
Mateo dice muy poco acerca del horror físico de una crucifixión; el énfasis en esta
sección vuelve a caer sobre el rechazo y la burla, esta vez por el mismo pueblo de
Jesús.
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Pero aun dentro de este marco improbable, salen a relucir algunos de los títulos
mesiánicos más grandes, a pesar de que eran en mofa. Por lo tanto, dentro de la
misma burla se puede vislumbrar algo del verdadero significado de la muerte de
Jesús. Y ecos frecuentes de las palabras de los Sal. 22 y 69 recuerdan que en el
sufrimiento y la muerte de Jesús las Escrituras se estaban cumpliendo.
La burla la hicieron los judíos de diversas clases. Los dos ladrones, probablemente
eran insurgentes políticos, Josefo usa la frase “ladrones” para designar a los que
luchaban por la libertad de los judíos; de manera que Jesús murió, irónicamente, en la
misma compañía de los zelotes que él había procurado evitar cuidadosamente.
Los que pasaban eran judíos término medio, que sabían algo de Jesús y de sus
pretensiones concernientes al templo, y que habían oído de su reclamo de ser el Hijo
de Dios. Finalmente, los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos
repitieron similar sarcasmo, pero también en burla agregaron el precioso título de rey
de los judíos. El rechazo total de Jesús por parte de su pueblo no podía haber sido
más obvio.
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La muerte de Jesús (Mt.27:45–56)
Hasta este momento Jesús había guardado silencio, siendo objeto de la burla. Ahora
Mateo vuelve a enfocar a Jesús mismo, y al leer de su muerte, se nos permite
observar algo del significado de lo que estaba ocurriendo.
Jesús siguió con vida sobre la cruz desde el mediodía hasta como las 3 de la tarde. La
oscuridad de esas horas era una señal del desagrado de Dios. El grito extraordinario
de Jesús en la oscuridad citando Sal. 22:1, revela la profundidad de su sufrimiento al
dar su vida en rescate por muchos (Mt.20:28).
Esta es la única vez que Jesús no llamó “Padre” a Dios, indicando que por un tiempo
aun la íntima relación de Padre e Hijo (Mt.11:27) había sido quebrantada.
El enorme velo del templo separaba efectivamente el lugar santísimo, de modo que su
destrucción no fue sólo un acto de poder divino, de arriba abajo, presagiando la
destrucción mayor por venir, sino que también fue un símbolo del acceso a Dios por
medio de la muerte de Jesús.
El sepulcro nuevo en este caso, indica que no habían colocado otros cuerpos allí
todavía. Sólo un hombre rico podía costearse un sepulcro así, tan cerca de la capital.
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La colocación de la guardia (Mt.27:62–66)
Solamente Mateo menciona la guardia. Tuvo que hacerlo con el fin de contradecir un
informe falso que estaba en circulación (Mt.28:15). La presencia de la guardia también
aumenta nuestra conciencia de la magnitud del milagro de la resurrección de Jesús.
Debido a que la tumba estaba labrada en la roca en un lado de la colina, había una
sola entrada. Para sellarla, pasaron una cuerda sobre la piedra que cerraba la entrada,
y sellaron con arcilla los extremos de la cuerda. Pero los líderes religiosos tomaron
una precaución mayor: solicitaron que hubiera guardias en la entrada de la tumba.
Una guardia de soldados romanos ofrecía la seguridad máxima. Con estas
precauciones, la única forma en que la tumba podía quedar vacía era que Jesús
resucitara. Lo que los fariseos no entendían era que ni la roca, ni el sello, ni los
guardias, ni todo el ejército romano podrían impedir que el Hijo de Dios resucitara.
Este no es un relato de cómo resucitó Jesús de los muertos, sino de cómo se supo de
su resurrección. La remoción milagrosa de la piedra no fue con el fin de dejar salir a
Jesús, sino para dejar entrar a las mujeres para ver la tumba vacía. Cada uno de los
Evangelios presenta un relato diferente acerca de cómo se supo del asunto, pero
ninguno de estos describe el evento propiamente.
En contraste con los dirigentes judíos, las mujeres habían descansado correctamente
el sábado. Ahora podían volver a ver el sepulcro; Mateo no menciona ninguna
intención de entrar. Pero la aparición de un ángel del Señor cambió todo. El ángel
había llegado para mostrarles que Jesús ya había resucitado, y para ese fin él había
removido la piedra y les había mostrado el interior de ese ambiente vacío donde
estaba puesto.
Mientras que la mirada está puesta en Galilea y en el triunfo del Señor resucitado,
aquí se da un último vistazo a la ciudad, Jerusalén, con sus autoridades totalmente
desconcertadas, haciendo un desesperado arreglo para encubrir los hechos.
Requeriría mucho dinero para persuadir a los soldados a hacer correr el relato del
encubrimiento, ya que el dormir durante su turno de guardia sería un delito capital.
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Pero la reputación de Pilato era bien conocida; si el relato llegaba a sus oídos, él se
satisfaría con otro soborno. Justino Mártir menciona que tales relatos seguían
oyéndose en el siglo II para desacreditar el hecho de la tumba vacía.
Jesús dejó a sus discípulos estas últimas instrucciones: estaban bajo su autoridad,
debían hacer más discípulos, bautizarlos y enseñarles que hay que obedecerlo a Él; Él
estaría con ellos siempre. En misiones previas Jesús había dicho a sus discípulos que
fueran sólo a los judíos. A partir de ese momento su misión tendría alcances
mundiales. Jesús es Señor de la tierra y murió por los pecados de toda la humanidad.
La ascensión del Señor es una parte integral y necesaria en el plan divino para la
salvación del hombre. El Señor vino a este mundo, se humilló y se encarnó para dar
su vida muriendo en la cruz.
Resucitó para ascender nuevamente a la diestra del Padre; y lo hizo desde el monte
de Los Olivos a la vista de sus discípulos. El Señor llevó a sus discípulos a las afueras
de Betania, y ahí les dio las últimas instrucciones. Después de bendecirles, fue
recibido por una nube del cielo.
Este suceso se complementa en Hch.1:9.11 diciendo: “Este mismo Jesús, que ha sido
tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”. El Señor
vendrá por segunda vez a establecer su reino aquí en la tierra.
Conclusión
Hemos llegado al final de este maravilloso estudio de la Vida de Jesús. Juntos hemos visto
cómo el mundo fue preparado para recibirle; cómo vino naciendo humildemente en un pesebre
de Belén. Paso a paso seguimos sus viajes en tierra santa; hemos visto y examinado sus
milagros y hemos recibido sus enseñanzas. Con gozo sabemos que el sepulcro está vacío y
que ha resucitado. Luego vimos cómo ascendió al cielo, el lugar que había abandonado para
venir a salvarnos.
Realmente no se ha dicho todo cuanto pudiera decirse de nuestro Salvador; ya que nos
unimos a la misma opinión del apóstol Juan, quien dijo que no cabrían los libros en el mundo
entero que podrían escribirse sobre Él (Jn.21:25).
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