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Roland Barthes
Universidad de Buenos Aires
Maestría Análisis del Discurso
Roland Barthes. La imaginación del signo
Daniel Link
Diego Andrés Martinez Zambrano
ABSTRACT
Este ensayo monográfico tiene el objetivo de realizar un estudio teórico acerca del cine en
relación con la obra de Roland Barthes. En la primera parte, se observa dos aspectos que se
constituyen en una resistencia de la imagen cinematográfica para realizar un análisis: el carácter
analógico de la imagen y su carácter de continuo. En la segunda parte, se analiza dos procedimientos
metodológicos que la semiología implementa para el análisis del cine: la fragmentación por elementos
retóricos y el análisis estructural del relato. Para concluir, se resalta como la imagen cinematográfica
de nuevo se escapa a un análisis riguroso, al encontrar un elemento que es imposible traducir al
lenguaje escrito, y cuya traducción vela nuevos sentidos de la imagen: el sentido obtuso. De esta forma,
observamos las limitaciones de la semiología y se reflexiona acerca de una nueva perspectiva en
relación con lo que produce en el espectador.
INTRODUCCIÓN
¿Qué interés puede producir una reflexión acerca del cine en relación con la obra de Roland
Barthes, cuando el autor hace mención de forma fragmentaría su resistencia por el cine? Precisamente
en su texto Lo obvio y lo obtuso hace mención explícita de su resistencia, lo que le permite encontrar
en el fotograma lo propiamente fílmico, de la misma manera, en Roland Barthes por Roland Barthes,
se declara a sí mismo como enemigo de las artes analógicas, en las que se encuentra la fotografía y el
cine, además, de forma aparentemente contradictoria, su último texto La cámara lúcida hace una
reflexión acerca de la fotografía en detrimento del cine.
Es indudable que en la obra de Barthes existe una resistencia por el cine. No obstante, a pesar de
esta posición que encontramos de forma fragmentaría en sus textos, uno de sus principales objetos de
investigación ha sido la imagen. Y de forma tangencial este estudio ha tenido que reflexionar sobre la
imagen cinematográfica. En este sentido el estudio de la imagen produce un importante conjunto de
herramientas que nos permite acercarnos a una reflexión sobre el cine. Como se verá más adelante, no
toda reflexión acerca de la imagen es posible extenderla al análisis del cine, pero brinda importantes
datos para una interpretación. Quizás esta resistencia se debe a un notorio estudio sobre las dificultades
que tiene la imagen para ser analizada, de aquí que su reflexión produzca más interrogantes que
respuestas.
Por otro lado, el estudio de la imagen en la obra de Barthes es central, además de que sus
reflexiones y análisis son de una de gran genialidad y versatilidad. De esta forma, la investigación en
este campo ha tenido importantes avances a partir de esta obra. De la misma manera, aunque
encontremos textos en donde se explicita su resistencia, existen otros en donde expresa una enorme
sensibilidad por el efecto cinematográfico: Los films analizados en su obra Mitologías, la interesante
mirada en las anotaciones de los fotogramas de Eiseinstein, y sería imposible olvidar la rica y hermosa
reflexión que realiza en Salir del cine.
En este sentido se considera que analizar lo que tiene que decir la obra de Barthes acerca del cine
no es una tarea inútil. Por el contrario, es una aventura por el sentido y por sus propuestas
metodológicas. De aquí, que se advierta que esta monografía es un estudio totalmente teórico, no
hacemos análisis de un film en particular, en cambio, tomamos ejemplos acuñados por Barthes o por
otros autores para detallar un proceso metodológico. Este esfuerzo tan sólo aparece como una
construcción teórica que permita en trabajos posteriores la posibilidad de un análisis riguroso.
I. DIFICULTADES EN EL ANÁLISIS DEL CINE
La reflexión en relación al cine ha empezado desde su origen, ya Lumiere lo observaba como una
invención tecnológica, pero en el mismo inicio Melies empezaba apostarle como una realidad artística,
sin embargo actualmente no existe un acuerdo para su análisis, ya que encontramos un sin número de
teorías de interpretación. Cada una de ellas intenta dar cuenta de la imagen cinematográfica bajo
diferentes puntos de vista, no sólo a partir del mismo interior del cine, sino que desde otras disciplinas
han intentado darle un sentido al séptimo arte. Es posible decir que no existe una teoría acerca del cine,
sino de múltiples teorías dependiendo del punto donde se mire. Bajo esta perspectiva en un primer
momento sería necesario reflexionar acerca del problema en el análisis del cine, para dicha reflexión
partimos de la siguiente hipótesis: en el interior de la misma imagen cinematográfica existe una
resistencia al análisis. Según Roland Barthes, en su entrevista recopilada en el texto El grano de la voz,
la imagen representa una resistencia para el análisis semiológico bajo dos aspectos: el carácter
analógico de la imagen y su carácter de continuo.
“Ese carácter analógico de la imagen está ligado a su carácter continuo, continuo
que en el caso del cine implica no sólo un aspecto espacial, sino que está reforzado por un
continuo temporal, la sucesión de las imágenes. Ahora bien, cuando los lingüistas se
ocupan de los sistemas marginales a la lengua, como por ejemplo el lenguaje animal o el
lenguaje por gestos, comprueban que los sistemas simbólicos, es decir los sistemas
analógicos, son sistemas pobres porque no suponen casi ninguna combinatoria. La
analogía hace casi imposible combinar de manera rica y sutil un número restringido de
unidades.” (Barthes, 1983)
En un primer momento es necesario partir del proyecto semiológico. Según Barthes, Saussure
preveía una ciencia general de los signos en donde la lingüística sería tan sólo un departamento
bastante avanzado. Entonces, sería posible encontrar un sistema de signos mucho más amplio que el de
la lengua cuya sustancia no son los sonidos articulados, sino, como es resaltado por Barthes, son
“objetos” o también llamados “materia significante”. La semiología postula una relación entre dos
términos: un significante y un significado, dicha relación se apoya en objetos diferentes, ya que no
trata de una igualdad sino de una equivalencia. Pero como se comprenderá la captación no se realiza de
forma autónoma y por separado, sino es la correlación que los une, que es definido como signo. Según
el ejemplo de Barthes (2003), un ramo de rosas que le hago significar como mi pasión son en realidad
rosas pasionalizadas, pero que en el análisis distingo tres términos: las rosas y la pasión que al unirse
forman un tercer objeto que es el signo. En el plano de lo vivido no puedo distinguir los términos que
conforman las rosas pasionalizadas (signo), pero en el plano del análisis no puedo confundir las rosas
como significantes y las rosas como signo. De esta manera, es posible considerar el significante como
hueco, en cambio el signo es macizo, tiene un sentido. Comprendido este punto es posible preguntar
¿En qué consiste el carácter analógico de la imagen?
El carácter analógico de la imagen se convierte en una resistencia para el análisis semiológico,
porque la capacidad de combinatoria entre un significante hueco con un significado se hace pobre, ya
que ofrece una combinatoria restringida. Como lo había explicado Ferdinand de Saussure el signo
lingüístico es arbitrario porque entre el significante y el significado no existe ningún lazo natural que
los asocie. Así, la idea de “tiza” no está vinculada intrínsecamente en modo absoluto a la serie /t/ /i/ /z/
/a/ que le sirve de significante. La arbitrariedad se pone en manifiesta evidencia cuando tenemos
presente que a un mismo significado le corresponde innumerables significantes en las más de mil
lenguas que se hablan en el mundo. Esta rica y amplia combinatoria que encontramos en el sistema de
la lengua, en la imagen estaría restringida por una combinatoria pobre.
Por ejemplo, la imagen de un arma (revólver) en un film no tiene una rica combinatoria entre
significante y significado, la imagen nos conduce irremediablemente a su referente. En este caso, como
se observara en una imagen de un arma, el significante y su referente se encuentran anudados,
adosados y no permite un libre juego de la combinatoria. La imagen del arma como significante no
presenta una amplia combinatoria con otros significados, la relación se presenta como natural, una
vinculación intrínseca, en donde el significante una y otra vez nos remite al referente, y que para el
análisis semiológico el objeto de análisis que es tratado como signo se resiste a una interpretación.
Para comprender en qué consiste el carácter analógico de la imagen es posible considerar un texto
acuñado por Barthes en donde se realiza una hermosa y extensa reflexión acerca de la imagen: La
Cámara Lúcida. En este texto se parte de la tesis que el cine y la fotografía, como ya lo hemos
mencionado, son artes analógicas. Es indudable que la Cámara Lúcida es un libro acerca de la
fotografía en detrimento del cine, sin embargo, y esto no es de menor importancia, advierte que nunca
llego a separarla por completo (Barthes, 2005). Bajo este aspecto, como procedimiento metodológico
para el siguiente trabajo, tomaré algunas reflexiones de Barthes acerca de la fotografía y las integraré
en este texto teórico acerca del análisis del cine. Sin embargo, es claro que algunas aspectos de dicha
reflexión no pueden ser extendidos de forma total a la reflexión del cine. En particular, desde el inicio
del texto Barthes advierte su esfuerzo por hacer aparecer la esencia misma de la fotografía, pero es de
resaltar que en el mismo texto de la Cámara Lúcida Barthes hace mención explícita a sus diferencias.
La primera dificultad que encontramos en el texto consiste en el carácter inclasificable de la
fotografía. Según Barthes, esta dificultad se hace evidente al encontrar que algunos estudios analizan la
fotografía de muy cerca quedando insertados en descripciones de los procesos técnicos y artísticos, y
otros la observan desde muy lejos realizando reflexiones meramente sociológicas. La principal
dificultad radica en que la fotografía no se distingue de su referente, siempre se remite al corpus,
“necesito el cuerpo que veo, es el Particular absoluto, la Contingencia soberana” (Barthes, 2005).
Jamás la foto se distingue de su referente, posee algo de tautológico, en ella encontramos la
obstinación por el referente.
“... la Fotografía lleva siempre su referente consigo, estando marcados ambos por la
misma inmovilidad amorosa o fúnebre, en el seno mismo del mundo en movimiento: están
pegados el uno al otro, miembro a miembro, como el condenado encadenado a un cadáver
en ciertos suplicios; o también como esas parejas de peces que navegan juntos, como
unidos por un coito eterno” (Barthes, 2005.)
Este es el principal aspecto de que las clasificaciones sean un total fracaso, porque no hay foto sin
algo o alguien fotografiado, es decir, se encuentra en el total desorden de los objetos porque en sí todas
las cosas del mundo tienen la posibilidad de ser fotografiadas. Esta reflexión de la fotografía es posible
extenderla a la imagen cinematográfica, aunque con evidentes diferencias como observaremos más
adelante, en ella existe una profunda dificultad para distinguir los tres elementos que es necesario en el
análisis (significante, significado y signo). El arma que observamos en la imagen aparece como un
signo en el contexto del film, pero en el momento en que se busca realizar un análisis de la imagen, el
arma se encuentra encadenada a su referente, ¿Qué es este revólver en la imagen sino el arma que
representa en sí? Por lo tanto, en la imagen cinematográfica existe una imposibilidad de una
combinatoria rica entre significante y significado, ya que encontraremos en ella una relación
condenada a estar encadenada, en un coito eterno en donde la imagen irremediable y amorosamente
nos lleva a su referente.
Barthes en 1975, en su texto intitulado Roland Barthes por Roland Barthes, se define a sí mismo
como enemigo de la analogía. Según él, las artes analógicas producen un efecto de naturaleza,
“constituye a lo “natural” en fuente de verdad: y lo que agrava la maldición de la analogía es que es
irreprimible” (Barthes, 1978). Recordaremos en este punto el inicio de la empresa semiológica en el
texto Mitologías, cuyo propósito era caracterizado como el revelar el principio mismo del mito:
transformar la historia en naturaleza (Barthes, 2003). En el mito se presenta como si la imagen
provocara naturalmente al concepto, como si el significante fundara el significado. Este efecto de
naturaleza definirá la imagen. En su pobre combinatoria, en su relación encadenada al referente
produce un efecto de naturaleza, que hace considerar al espectador, sin ser consciente de ello, de que el
significante funda de forma natural el significado, que la imagen que observamos es la representación
misma de su referente.
La resistencia de la imagen cinematográfica no sólo es definida por su carácter analógico, sino y
ligado a ésta por su carácter de continuo. En el cine, siguiendo las reflexiones de Barthes, el
significante es liso, una piel sin aberturas, ya que es un continuo de imágenes: “imposibilidad
estatutaria del fragmento, del haiku.”(Barthes, 1978) De aquí, la inclinación de realizar una reflexión,
en detrimento del cine, por la fotografía, en ella la imagen se da toda, llena, abarrotada, sin que nada
pueda ser añadido. Pero en el cine esta fotografía es arrastrada, empujada sin cesar por otras imágenes,
aunque existe un referente fotográfico, en el cine esta fotografía es olvidada, lanzada y reconstituida
por otra imagen, “dicho referente se escurre, no reivindica su realidad, no protesta por su antigua
existencia; no se agarra a mí: no es ningún espectro.” (Barthes, 2005. Pág 138) En un film todo es
recibido, sin remedio y sin resistencia, siendo, como en la analogía, irreprimible la sucesión de una
imagen tras otra. Este carácter de continuo en la imagen cinematográfica produce una gran resistencia
para el análisis, mientras que en la fotografía la imagen inmóvil frente al tiempo permite significar, en
el cine el arrastre de una imagen tras otra no permite la significación: todo me es dado, todo antes de
poderme significar algo: “...de un hombre que camina por la nieve, aun antes de que signifique, todo
me está dado...” (Barthes, 1978).
Aunque con profundas diferencias entre la fotografía y el cine, en tanto su carácter de continuo,
se debe resaltar que tanto en la fotografía como en la imagen cinematográfica el noema no se encuentra
en su carácter analógico, no atañe al objeto, sino al tiempo. No obstante, el noema de la fotografía es el
“esto ha sido”, falsa en percepción y verdadera a nivel del tiempo, “aparece como una locura, ya que
en un mismo movimiento aparece en igualdad de condiciones: la ausencia del objeto y el esto ha
existido y ha estado allí donde lo veo” (Barthes, 2005), el tiempo es dado como inmovilizado,
inquietante y monstruoso. La imagen cinematográfica por el contrario tiene la presunción de que la
vida y el mundo seguirán transcurriendo constantemente. “¿Qué es pues el cine entonces? Pues bien,
el cine es simplemente “normal”, como la vida” (Barthes, 2005). Si la fotografía habla llanamente de
la Muerte, la imagen cinematográfica nos habla lisamente de la Vida.
II. POSIBILIDADES DE INTERPRETACIÓN
Aunque con serias dificultades para el análisis semiológico estricto, como hemos observado
anteriormente, es indudable que la semiología realiza un análisis del cine. Para Barthes, existe la
posibilidad de un estudio semiológico del cine, sí en la imagen cinematográfica se encuentra
fragmentos no analógicos, o de una analogía deformada, o como son denominados, discontinuos
capaces de ser sistematizados, y de esta forma tratarlos como lenguaje.
“Se trataría, aplicando los métodos estructuralistas, de aislar elementos fílmicos, de
ver cómo son entendidos, a cuáles significados corresponden en tal o tal caso, y, haciendo
variar, de ver en qué momento la variación del significante implica una variación del
significado. Entonces habríamos aislado en la película unidades lingüísticas con las que
luego se podrían construir las "clases", los sistemas, las declinaciones.”(Barthes, 1983)
Efectivamente, es posible encontrar estos fragmentos en el cine si consideramos que la imagen a
pesar de su carácter analógico ha sido tratada por la sociedad, que al considerarla más allá de su
carácter simbólico, ya son interpretados, culturalizados o convencionalizados. Esta materia significante
es denominada como “elementos retóricos” o “elementos de connotación” y se convierte de esta
manera en objeto de análisis en la semiología. Para Barthes, si se realiza un estudio de la imagen sola,
bajo el aspecto de estos elementos retóricos, se podría constituir un inventario de dichas connotaciones,
estereotipos que se convierten en una retórica del film. El análisis en este sentido podría observar,
luego de construir ese inventario, cuales films se desvían en relación con este código retórico. Bajo
esta perspectiva el campo del análisis semiológico puede convertirse en una estética.
En el apartado anterior se subrayaba que la imagen cinematográfica se encontraba encadenada a
su referente. De forma general, se realiza una distinción entre significado y referente. Se considera que
el significado hace parte del funcionamiento de la lengua y por ende le es interno. Por el contrario, se
dice que el referente es exterior a la lengua. En este punto observando la dificultad de considerar algún
aspecto por fuera de la lengua, en cuanto es mencionado, consideramos que el referente que
anteriormente se nos convertía en una dificultad ahora es posible considerarlo bajo el aspecto de la
semiología como un elemento retórico. El referente, que es aludido de forma irresistible por la imagen
cinematográfica, es posible considerarlo bajo el aspecto de un objeto ya interpretado o culturalizado
por una sociedad que hace uso de él.
Al respecto Jacques Aumont en su texto intitulado La Estética del Cine afirma que no es posible
considerar este referente como un objeto singular, preciso en el mundo, sino más bien como una
categoría, una clase de objetos. El arma representaría una categoría abstracta del mundo “EL ARMA”
que se aplica a la realidad pero que en tanto pueden ser virtuales, como actualizarse en un objeto
particular. El ejemplo de Aumont es bastante claro al respecto, según él en Crín Blanca, de Albert
Lamorisse, las imágenes de los caballos no tienen como referente los seis o cinco caballos que se
utilizaron en el film, sino que su referente es la imagen de un caballo salvaje (Aumont. 2005). De esta
manera, un referente, bajo esta perspectiva, es en sí mismo ya culturizado como lo expone Aumont.
Según Aumont en el cine la referencia se presenta con cierta gradualidad que van desde
categorías muy generales hasta otras más ajustadas y complejas. En este sentido existen grados de
referencia que se encuentran en función de las informaciones que dispone el espectador a partir de la
imagen y de las informaciones personales. El ejemplo que utiliza este autor es la mención de los films
de los años treinte (30) donde su referente no es una época histórica real de la prohibición, sino del
imaginario de la prohibición que se encontraba en la “vulgata” del sentido común. De esta forma, el
referente como signo se convierte en un elemento retórico a partir del cual se puede realizar un análisis
semiológico del cine.
Por otro lado, Barthes plantea que existe otra forma de análisis que consiste en un análisis
estructural del relato fílmico. Aunque estos dos análisis se encuentran bajo una relación compleja no
deben confundirse. Estamos hablando acerca de una óptica que nos permite ver como se encuentra
hecho un film desde un punto de vista operatorio: una red de situaciones y acciones, de cómo se
construye el personaje en la red del relato (Barthes, 1983). Es necesario resaltar que consideramos que
la ausencia de esta categoría en el análisis se constituye en una dificultad, puesto que fragmenta la
unidad del film. Es decir, el film no puede ser considerado como la yuxtaposición de unidades
discontinuas (elementos retóricos), es el problema de lo discontinuo de los signos y el continuo de la
expresión. ¿Cómo el análisis del sentido de un fragmento construye e implica la unidad de sentido de
un film? Esta fragmentación del film de alguna manera puede mantener la unidad de sentido bajo la
perspectiva de un análisis estructural del relato: al observarlo como una red en donde se construyen las
situaciones, acciones, y en relación con estas, los personajes.
Es indudable que un primer acercamiento al análisis semiológico en relación con el cine es
llevado a cabo en el texto Mitologías. En este texto Barthes reflexiona acerca de seis (6) temas
cinematográficos: Los romanos en el cine, El pobre y el proletario, Un obrero simpático, El rostro de
la Garbo, Poder y desenvoltura y Continente Perdido. En cada uno de estos textos Barthes, en algunos
con más claridad que en otros, aplica alguna de estas dos metodologías que permita el análisis de los
films.
Los seis textos podemos dividirlos en relación con el acento puesto en uno de los procedimientos
metodológicos de análisis, pues como observaremos no es posible separarlos por completo. A partir de
elementos retóricos se analiza 3 de los films: Los romanos en el cine, El poder y la desenvoltura, y El
rostro de la Garbo. Es necesario observar con más detenimiento en qué consiste este procedimiento.
Tomemos al respecto Los romanos en el cine en donde se toman tres (3) elementos retóricos: El
flequillo, signo de la romanidad; los cabellos desaliñados, signo de las sorpresas nocturnas y por
último el sudor signo de la moralidad “porque en todos algo se debate”. Este último signo es
interesante en el análisis, ya que se presenta con suma claridad la ambigüedad del significante. Es
decir, siguiendo las reflexiones de Barthes en torno al tema:
“Los significantes son siempre ambiguos; el número de significados excede siempre
al número de significantes: sin eso no existiría ni literatura, ni arte, ni historia, ni nada
de lo que hace que el mundo se mueva. Lo que constituye la fuerza de un significante, no
es su claridad sino que sea percibido como significante yo diría: cualquiera que sea el
sentido, no son las cosas sino el lugar de las cosas el que cuenta.”1 (Barthes, 1983)
El sudor, que en un primer momento representa la moralidad de los personajes, además, como un
elemento adicional y paralelo a éste, encontramos que representa la intensidad de la emoción y la
condición grosera del pueblo. De la misma forma, como una caja de sorpresas, este elemento retórico
muestra el proceso del pensamiento: “...pensar es una operación violenta, cataclísmica, cuyo signo
más pequeño es el sudor” (Barthes, 2008). El elemento retórico no debe ser pensado de forma
autónoma, en este caso, como se advertía anteriormente como una relación compleja, toma en cuenta
la estructura del relato: los personajes en los que aparece, la ubicación del elemento en la totalidad de
la narración, etc. para analizar su sentido.
En los textos: El pobre y el proletariado, Un obrero simpático y El continente Perdido; se realiza
otra clase de procedimiento centrado en la historia y la construcción de los personajes en el entramado
del relato. Los análisis observan al film como una unidad, que es permitido por su representación
ideológica. Observa, por ejemplo, la figura de Chaplin, en concreto Tiempos Modernos, como un
anarquista: en su impostura política con el proletario al hacerlo equivalente al pobre, pero en el mismo
movimiento representa de forma extraordinaria la condición humillada y violenta del trabajador. Por
otro lado, pero bajo el mismo procedimiento, observa Nido de ratas de Kazan, realizando un análisis
de la estructura de los personajes y de la historia en su integridad, dicha reflexión hace explicito que el
1 Estos elementos retóricos tratados como significantes es posible ampliarlo a recursos técnicos como planos (picado,
general, medio, primer plano) o movimientos de cámara (travelling, dolly, etc.). No obstante, en su ambigüedad, no es
posible darles uno y sólo un sentido, sino que a partir de la estructura del relato es posible develar las dimensiones de
otros sentidos.
film no puede ser considerado de izquierda, como algunas apreciaciones intentan demostrar, sino por
el contrario, como una adhesión pasiva a una Estadopatrón. Bajo esta perspectiva, es la estructura del
relato el que permite realizar un análisis del film. Son las redes de las acciones y de los personajes lo
que produce el sentido de la película. También es de resaltar que se utilizan elementos retóricos, pero
cuyo objetivo tan sólo será reforzar la tesis principal en relación con el sentido propuesto en el interior
del relato fílmico.
Por lo tanto, la imagen al ser tratada por alguna colectividad hace que ésta sea ya interpretada y
culturalizada, esto permite realizar un corte por fragmentos en la imagen cinematográfica no
analógicas o con una analogía deformada que permite un análisis semiológico. Por otro lado, también
es posible un análisis del cine a partir de la estructura del relato cinematográfico, a partir de la red de
acciones y situaciones, en relación con la construcción de los personajes en este tejido. Es necesario
observar que estas metodologías no se encuentran en el análisis de forma autónoma, sino que se
encuentran en una relación compleja.
III. EL ESCAPE DE LA IMAGEN.
Partamos del siguiente hecho: la “materia significante” al ser tomada por otros discursos nos
llevaba irremediablemente a la palabra escrita. En este sentido, el procedimiento metodológico al
utilizar “elementos retóricos” y la estructura del relato fílmico para el análisis se convierte en una
traducción de lo fílmico al lenguaje escrito. Una pregunta surge sin poder detenerla: Acaso en esta
traducción ¿No perdemos algo de lo fílmico? ¿No existe en esta traducción para el análisis del cine en
el fondo una impostura que a pesar de acercarnos a una interpretación nos vela otros sentidos?
Al parecer para Barthes este punto es el centro de reflexión acerca los fotogramas de Eisenstein.
Según el texto lo verdaderamente fílmico se encuentra por fuera del lenguaje articulado, este elemento
es denominado como lo obtuso:
“En la película, lo fílmico es lo que no puede describirse, la representación que no
puede ser representada. Lo fílmico empieza donde acaban lenguaje y metalenguaje
articulados.” (Barthes, 1986)
En la imagen cinematográfica, en específico en el fotograma, es posible encontrar tres niveles de
sentido: 1) Nivel de la comunicación: conocimientos que se recogen del decorado, los ropajes, los
personajes y sus relaciones. 2) Nivel de lo simbólico que a su vez es dividido como a) Símbolo
referencial; b) Símbolo diegético; c) Símbolo Einsteniano y d) Símbolo histórico. No nos vamos a
detener en estos niveles, ya que según la propuesta del texto el tercer nivel es propio del cine: 3) Nivel
de la significancia (obtuso).
¿Cómo comprender lo obtuso cuando en su propia definición se vuelve indecible? En un primer
momento por oposición, es decir, lo obtuso no es lo obvio. Lo obvio es lo que va por delante es
intencional: lo que ha querido decir el autor. Procede bajo un léxico general común de los símbolos.
Es un sentido que viene a mi búsqueda encontrando un sistema complejo de destinación. ¿Cómo lo
realiza Eisenstein? Con el énfasis del valor estético: el decorado finamente puesto en la imagen
produce un sentido, no nos distrae de su intención, en este caso particular, Barthes nos habla acerca la
imagen de dos mujeres que representan el dolor y el abatimiento en un funeral, cuya disposición de la
imagen con el decorado acentúa su sentido. (Barthes, 1986. Imagen III)
Lo obtuso es caracterizado como un significante sin significado. Es lo que encuentro allí en la
imagen, que puedo percibir como añadido, pero existe algo que mi intelección no consigue absorber
por completo. Es denominado como redondeado, haciendo alusión al ángulo obtuso, no es posible
absorberlo por completo, ni significarlo en su totalidad, es testarudo al permanecer allí, pero de la
misma manera huidizo porque nunca logro darle total sentido. Para Barthes existe una dificultad en
describirlo “mi lectura queda suspendida entre la imagen y su descripción, entre la definición y la
aproximación.”(Barthes, 1986) En cierto sentido no representa nada, pero se encuentra allí:
irreprochable e irreprimible.
El sentido obtuso es considerado como un habla temática, como un idiolecto: una imagen pura,
en donde aún prescindiendo de la palabra podemos entenderla. Podemos definirlo a partir de tres
características: 1) Es discontinuo: indiferente a la historia y al sentido obvio. 2) Es un significante que
nunca se llena ni se vacía por completo. 3) Por último se considera como un acento: forma de
emergencia, “gesto anafórico sin contenido significativo”. Bajo el aspecto de la noción de lo obtuso
podemos afirmar que la imagen una vez más se escapa a su total análisis, existe algo en ella, que no
puede ser traducido, que se constituye en su propia esencia en cuanto imagen.
Aunque con profundas diferencias en relación con el estudio del cine, existe un aspecto en el que
coinciden Barthes y Deleuze que consiste en la imposibilidad de una total traducción de la imagen
cinematográfica a la palabra escrita. Según Deleuze el cine no es una lengua universal o primitiva, ni
siquiera lenguaje: “Es el significable primero, anterior a cualquier significancia.”(Deleuze, 2005)
Precisamente, observa que la semiología tiende a cerrar sobre sí al “significante” y a separar al
lenguaje de las imágenes y los signos que constituyen su materia prima. Barthes en el texto intitulado
El tercer sentido también advertía las limitaciones de la semiología, ya que como se ha observado es
imposible una total traducción de la imagen cinematográfica al lenguaje articulado. Para Deleuze esta
imposibilidad le permite crear dos elementos metodológicos de análisis: la imagenmovimiento y la
imagentiempo, en Barthes se propone el fotograma2.
Para Barthes lo fílmico no se haya en el movimiento, éste tan sólo es un armazón en donde se
distribuye los cambios y por ende observa imprescindible una teoría del fotograma. El fotograma nos
permite realizar una lectura instantánea y vertical. Además no es una muestra, sino una cita, en ella
encontramos las huellas de otras imágenes, de otras lecturas, como en el palimpsesto. De esta forma el
estudio del fotograma nos integra al interior del fragmento, allí se encontraría lo realmente fílmico, lo
inarticulable, lo indecible, lo que se niega a representar representando, la imagen cinematográfica en
esencia. Aunque se considere que el análisis del fotograma es una propuesta interesante que permite
un acercamiento al estudio del cine, es preciso advertir que lo consideramos algo limitado para un
análisis riguroso. En primer lugar, porque como muy bien caracterizábamos anteriormente el noema
del cine se encuentra en el tiempo y no en lo analógico o en el continuo de las imágenes. El fotograma
en este sentido inmoviliza el tiempo en el que transcurren las acciones, lo desnaturaliza bajo la
condición en la que aparece, y es tratado como una fotografía. En segundo lugar, porque el fotograma
sería la creación de un artificio para poder adentrarnos a su análisis, lo saca de contexto y de su propio
movimiento. En el cine no percibimos fotogramas3, sino que nuestra experiencia cuando observamos
2 Uno de los puntos que diferencian estas dos teorías consiste en que para Barthes el cine puede ser considerado como
una lengua. En cambio, para Deleuze no es posible equipararlo ni a una lengua, ni a un lenguaje sería más bien una
materia inteligible que es un presupuesto, un correlato, una condición necesaria a través de la cual el lenguaje construye
sus propios objetos.
3 Como muy bien lo explica Deleuze la suma de las inmovilidades no dan cuenta del movimiento y del tiempo en donde
acontece. De esta forma, el film no estaría constituido por la suma de los fotogramas, sino que asistimos a un
movimiento continuo o una percepción del tiempo.
un film se encuentra allí en el mismo movimiento, ya sea subordinando al tiempo o el tiempo dado
como una percepción. De aquí que consideremos mucho más acertado nociones como las son la
imagentiempo o la imagenmovimiento.
“...sólo piensa en que tiene sueño; su cuerpo se ha convertido en algo relajado,
suave, apacible: blando como un gato dormido, se nota desarticulado, o mejor dicho
(pues no puede haber otro reposo para una organización moral) irresponsable.” (Barthes,
1986)
Pero esta hipnosis es producida por una disponibilidad de sus condiciones clásicas: el vació, la
desocupación, la oscuridad. Al parecer las condiciones del cine tienden a debilitar la consciencia del
espectador, en medio de la oscuridad reduce de forma instantánea nuestro contacto con la realidad
despojándonos de los datos que nos rodea el ambiente. Por esta razón, su analogía con la droga, ya que
adormece la mente. Estas palabras coincide con la reflexión de Krakauer en su texto intitulado Teoría
del cine en donde nos dice:
En esta misma oscuridad de la película yace la fascinación del cine. Pero sus condiciones no son
sólo ambientales, de la misma manera el espectador en medio de la oscuridad elabora la libertad de su
cuerpo: aplastamiento y ociosidad. Y al frente, como en las antiguas experiencias de la hipnosis, nos
encontramos con un rectángulo luminoso ante nuestros ojos que nos hace imposible sucumbir a las
sugestiones que invaden nuestra mente en blanco. Es en medio de estas condiciones donde aparece la
hipnosis cinematográfica que no podemos compararla al ambiente domesticado de nuestro hogar en el
momento que observamos una película4. Hipnosis cinematográfica que se convierte en un instrumento
de propaganda incomparable, porque no sólo enseña a través del intelecto, sino con todo el cuerpo:
“El presunto creyente puede rechazar una idea intelectual y sin embargo aceptarla emocionalmente
bajo la presión de los impulsos inconscientes” (Krakauer, 1986)
Entonces, la imagen cinematográfica aparece como una trampa. Me encuentro atrapado en lo
imaginario. Precisamente en el mismo año en su apartado El demonio de la analogía, que
anteriormente hicimos mención, expresa que cuando se opone a la analogía a lo que realmente se
resiste es al imaginario, a la fusión del signo, al Espejo, a la similitud del significante y el significado.
El espectador “experimenta su coalescencia, su seguridad analógica, su riqueza de sentido, su
naturalidad, su “verdad”: es una trampa (es nuestra trampa, porque ¿quien podría escapar de él?”
(Barthes, 1986)
¿Cómo es posible escapar a esta trampa? Para Barthes existen varios caminos: Los mismos
procedimientos del arte épico, la cultura del espectador o su alerta ideológica. De alguna manera,
formas de distanciamiento que recurren a la mirada crítica del espectador, a un distanciamiento
Brechtiano, que han sido ya explorados anteriormente en el análisis de la imagen cinematográfica. Sin
embargo, existe otra forma: un distanciamiento amoroso. Una forma de despegarse en su sentido
aeronáutico y drogadicto que complica una relación con una situación. Esta consiste en la posibilidad
de dejarse fascinar por el cine dos veces: por la imagen y por el entorno de ésta. La primera
fascinación como un narcisista, totalmente adosado a la imagen, perdido en el espejo que ella me
representa. La segunda como un perverso en donde puedo fetichizar la situación, la oscuridad, el
aplastamiento de los cuerpos y lo que sale de la imagen. Un distanciamiento no crítico, sino en el
interior mismo de la imagen, que me permite obtener un placer doble con el film.
4 Este aspecto tiene profundas indicaciones del por qué para Deleuze el cine no responde al modelo de la percepción
natural subjetiva. Precisamente, estas condiciones van a permitir que el espectador al presenciar el film, pueda observar
la variabilidad de los centros, la variabilidad de los encuadres, la inducción de zonas acentradas o desencuadradas, en
donde la percepción se confunde con la cosa.
En síntesis, la imagen cinematográfica una y otra vez se escapa a un completo análisis. La
traducción al lenguaje escrito de la imagen vela otros sentidos que se encuentra en la imagen misma,
un elemento obtuso que es testarudo al permanecer allí, pero de la misma manera huidizo porque
nunca se logra dar total sentido. La semiología al intentar encerrar el significante desnaturaliza la
imagen y se aleja de su materia prima. Al parecer el fotograma como elemento de análisis también
aparece como insuficiente. En un primer momento porque no capta el noema del cine que es el tiempo,
y en segundo lugar se observa como una artificialidad que se aleja de la real percepción del
espectador. De aquí que hayamos observado otra perspectiva de reflexión. Esta vez no en relación con
sus elementos connotadores, sino lo que produce en el espectador. Encontramos en esta producción
una fascinación del cine, cuya principal cualidad es un efecto de hipnosis. Esta hipnosis
cinematográfica se convierte en una importante herramienta de propaganda y una trampa. Cuyo
escape al contrario de una versión crítica es un distanciamiento amoroso: en donde nos dejamos
fascinar dos veces por el film, de forma narcisista: adosado por la imagen, pegado al espejo; y de
forma perversa en donde se fetichiza la situación y lo que sale de la imagen.
BIBLIOGRAFÍA
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