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Gran número de personas sufren agobio por la violencia, apatía y rutinas que
enfrentan a diario, lo que les hace creer que su vida no tiene sentido; en sus
propias palabras, experimentan un "vacío" que se agudiza y les resta vitalidad.
¿Es éste su caso y desea hacer algo para cambiar su situación? Descubra
cómo conseguirlo.
Rafael Mejía
Más aun, el Dr. Murueta Reyes comenta que "es notable que en fechas
recientes se haya elevado la sensación de agobio en personas con 25 años o
menos y que las tasas de problemas psicológicos y suicidio en este sector
poblacional se hayan incrementando en todos los países, al parecer porque la
globalización genera la sensación de encontrarse ante una maquinaria social
de la cual ni siquiera se siente parte, la cual ha sido impuesta. A diferencia de
sus similares de los años 1950 a 1970, que eran emocionalmente más fuertes y
creían que podían cambiar al mundo, los jóvenes de 1980 a la fecha dan la
impresión de experimentar una sensación de depresión generalizada y de
impotencia que se acentúa poco a poco".
En opinión del especialista, este fenómeno fue observado desde sus orígenes
(siglo XIX) por el filósofo danés Sören Kirkegaard y ha sido descrito por
numerosos escritores, como el ruso León Tolstoi, el francés Jean Paul Sartre,
el colombiano Gabriel García Márquez o el mexicano Octavio Paz. Empero, la
pérdida de esperanza se ha acelerado en las ultimas décadas por hechos
como la caída del bloque socialista, que para muchos representaba una
alternativa de cambio que ha desaparecido.
Otro tanto hay que decir de las relaciones familiares, en las que es común
observar abandono afectivo y falta de comunicación. Describe el psicólogo que
aunque en los hogares exista la presencia física de uno o ambos padres, éstos
se encuentren emocionalmente ausentes "como sucede en la película El muro
(The wall), de Pink Floyd, donde el personaje requiere a su madre y ella parece
no responder", o bien, las necesidades orillan a los tutores a pasar mucho
tiempo fuera de casa y "a vivir ensimismados tratando de solventar su
problemática económica, mientras los niños se encuentran en otra realidad,
como ejemplifica la cinta Vidas perdidas (Kids)".
Notables consecuencias
En medio de avenidas y del ir y venir de automóviles resulta difícil establecer
cuándo una persona experimenta falta de interés por la vida, sobre todo porque
así es imposible conocer los sentimientos de la gente y el estado de sus
relaciones afectivas y familiares. Sin embargo, basta con analizar un poco las
escenas que se presentan a diario para entender que la sensación de agobio
es mucho más notable y común de lo que parece a simple vista.
En primer lugar, describe el Dr. Marco Eduardo Murueta, es evidente que una
de las principales consecuencias directas de este problema es la depresión,
pero se debe considerar que "las personas con este padecimiento tienden a ser
bipolares o maniacodepresivos, es decir, luego de pasar por un período de
crisis entran en una fase eufórica o maniaca en la que intentarán experimentar
sensaciones que les hagan olvidar el vacío existencial, por lo menos durante un
momento".
Sobre este último punto, el Dr. Murueta explica que "los secuestradores y
asesinos pasan necesariamente por una serie de crisis emocionales, y entre
más violentos sean sus actos demuestran que son más insensibles hacia los
demás y hacia ellos mismos. Basta recordar el caso del secuestrador Daniel
Arizmendi: cuando lo capturaron y le preguntaron qué castigo le daría a quien
hiciera lo mismo que él, contestó con la mayor frialdad que merecería la pena
de muerte. Estaba consciente, pero no le importaba nada, ni él mismo; a través
del crimen trataba de llenar su vacío existencial y sentir que pasaba algo en su
vida, como lo hace mucha gente a través del dinero, agresividad, exceso de
trabajo y consumo de estimulantes".
Así, queda claro que el desencanto por la vida está presente en muchas
personas, aunque no lo muestren directamente, pero a pesar de ello muchas
campañas publicitarias tratan de aprovechar su existencia. "La sociedad de
consumo se vale de este problema comercialmente, y si la gente siente vacío
tratará de llenarlo, o al menos intentará dar la impresión de hacerlo. De ahí la
moda o la creación de slogans como el que dice: 'un psicólogo nunca
entenderá el valor de un vestido nuevo'; la verdad es que sí lo entendemos,
pero sabemos que la felicidad que genera sólo dura 2 o 3 días".
Por último, el filósofo y psicólogo concluye que sería de gran utilidad para toda
la sociedad crear "alternativas viables y edificantes que alcancen también a la
esfera política, en donde los debates se reducen a buscar 'quién es el peor'.
Considero que en vez de esto es posible empezar a generar propuestas como
la creación de 'escuelas para padres', en donde se enseñe a los progenitores
cómo enfrentar sus problemas, así como desarrollar nuevos modelos
educativos que hagan que los chicos sean más participativos en su comunidad,
o gracias a los cuales aprendamos a ser mejor pareja y a trabajar en equipo en
nuestros centros laborales. Sí hay posibilidad de lograr un cambio, y aunque no
es fácil, al menos podemos intentarlo".
En: http://www.saludymedicinas.com.mx/nota.asp?id=1721