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LUTERO, LA IMPRENTA Y LA OPINIÓN

Teófanes Egido

«Mucho menos le afecta al demonio mi espíritu que to que le afectan mi pluma y mi lengua
cuando se ocupan de cosas de la Escritura»1 Era muy consciente Lutero del formidable poder que
le conferían sus escritos en la batalla en que estaba empeñado. Y a escribir se dedicó durante
toda su existencia reformadora con una capacidad que asombra a cualquier observador, si no se
olvidan las circunstancias de agitación, problemas, enfermedades, persecuciones de las que fue
víctima y protagonista, ni tantas dificultades como le acompañaron durante los años trascenden-
tales de su vida. La edición crítica de sus obras, en sus cuatro series -y alguna inconclusa aún -,
supera ya el centenar de gruesos volúmenes. Atkinson le atribuye la producción media de un
libro cada quince días2, apreciación inexpresiva al no medir la masa de escritos, trasunto de sus
camas, sermones y del otro magisterio hablado recogido en pame en sus Tischreden3.
Si los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo en determinar las causas que provocaron
la reforma luterana, apenas si disienten cuando ven en los escritos del reformador el factor
primordial de su éxito y de su penetración. Estas obras, por otra pame, son el vehículo mejor para
llegar a la historia personal de Lutero, observada directamente en esas páginas salidas de su
pluma y de su boca., y plasmadas en escritos que tienen una carga fuerte existencial aunque se
anuncien a veces como desapasionados.
Como todos los humanistas -y sin que él pueda ser conceptuado como tal Lutero fue uno de
los deslumbrados por la imprenta, «regalo divino», «el más grande, el último don de Dios», etc.
Claro que, para él, el fin primordial del invento no se limitaba a la transmisión del saber antes
encerrado en manuscritos limitados, al «brillo y florecimiento» de las bellas letras, sino que todo
este ame singular había sido previsto por Dios para «prensar» al papado, en juego de palabras
muy suyo4.
Por eso se valió de este instrumento como medio envidiable para la predicación de su
evangelio. Con las variantes que veremos, su vida de reformador estuvo marcada, entre tantas
otras, por la obsesión de escribir. Es cierto que siempre se andaba quejando de las infidelidades
de los impresores, de las ediciones clandestinas, de que le regateasen hasta el ejemplar
«justificante» aquellos hombres de negocios que a su costa se granjearon ingresos gigantescos y
que le sometieron a su esclavitud5. Sus quejas, sin embargo, no expresan decepción económica;

1
Cf, el texto en obra n. 9 de esta edición.
2
J. Atkinson, Lutero y el nacimiento del protestantismo, Madrid 1971, 205.
3
Cf. J. Benzing, Luthersbibliographie. Verzeichnis der Gedruckten Schriften Martin Luthers bis zum
dessen Tod, Baden-Baden 1966; H. Volz, Martin Luthers Schriften and ihre Druckgeschichte: Blí3tter für
Pfalzische Kirchengeschichte and religiSse Volkskunde 39 (1972) 112-133.
4
Cf. su estima hacia este instrumento en O. Clemens, Luthers Lob der Buchdruckerkunst, Zwickau 1939,
23-24.
5
Ibid., 5-14. Uno de sus impresores de Wittenberg, Hans Luft, se confabs entre los tres individuos más
acaudalados de la ciudad. Cf. R. Friedenthal, Luther: Sein Leben and seine Zeit, München 1967, 378.
se originan porque el descuido, las prisas, el mal papel, la pésima impresión pueden desvirtuar la
grandeza de su contenido.
Y es que Lutero aceptó el oficio de escribir como una misión apostólica. orientada a la
comunicación de la gracia, de su gratis. Por eso nunca percibió honorario alguno por sus
originales, a pesar de las ofertas que de vez en cuando recibía de alguno de los muchos
impresores que -aun en el campo católico- se beneficiaban de una producción a la que no daban
abasto. Se trataba del mensaje liberador, y si el comercio era algo de por sí maldito, sería
intolerable el traficar con la gratis. Lo dice en bastantes ocasiones, y bien claramente se lo espetó
a su mujer, Catalina Bora, cuando en algunas circunstancias dejaba caer la sugerencia de
aprovechar sus lecciones para aliviar algo los gastos de la crecida familia que se alojaba en el
viejo convento de Wíttenberg6.
El motivo sobrenatural se vio apoyado por la perspicacia natural de Lutero, que supo medir e1
poder de la opinión pública y la importancia decisiva de captarla. Afortunadamente los
historiadores actuales se han dado cuenta del fenómeno, y esta versión popular de Lutero es bien
conocida gracias a los estudios de Gravier, Centgraf, Dickens, etc.7.
Como primer elemento para su programa de penetración aprovechó el clima propicio de una
Alemania especialmente sensibilizada a la lluvia de panfletos de todos los colores; pronto se
advirtió que eran acogidos con entusiasmo más incondicional los que contenían cierta carga de
precoz «nacionalismo», de antirromanismo y de anticlericalismo. El suceso de las Camas de
hombres oscuros -por citar el ejemplo más sanado, que no el único-, cuyas ediciones se
reiteraron desde 1515, lo prueba de manera fehaciente. Después, desde Las 95 tesis hasta la boda
de Lutero, cada episodio de estos años (bulas condenatorias, Worms, guerras de caballeros y
campesinos, disputas públicas) desencadenó una nube de hojas volanderas, cuyo éxito,
contenidos y significado se está poniendo en claro por la investigación actual8.
En este contexto movido y ansioso hay que colocar buena parte de los escritas del reformador
en el período 1517-1525, la mayoría de los cuales time este carácter panfletario, de ataque, de
captación en definitiva. Son libros o tratadillos casi siempre destinados al público, al hombre
corriente o a algún sector peculiar, pero nacidos al calor de la contienda, con éxito asegurado y
con un montaje que se acerca bastante a la publicidad masiva de nuestros días9.
Dentro de este ambiente propicio, Lutero se revela como maestro consumado de la
publicística., al esgrimir todos los resortes imaginables que respaldan la eficacia de sus
campañas. Cuida, en primer lugar, la cercanía con el interlocutor; por eso se dirige a él en su

6
Tisch 5.187.
7
A. Centgraf, Martin Luther als Publizist. Geist and Form seiner Yolksf¡rhrung, Frankfurt a. M. 1940; H.
Gravier, Luther et (opinion publique. Essai sur la littérature satirique et polémique pendant les annés
décisives de la Réforme (1520-1330), Paris 1542; A. G. Dickens, Polemicist and people, en The german
nation and Martin Luther, London 1974, 116-134; cf. también datos de interés en R. García Villoslada,
Raíces históricas del luteranismo, Madrid 1969, 274 ss
8
O. Schade, Satiren and Pasquille aus der Reformationszeit, 3 vols., Hannover 1856-1858; K.
Schottenloher, Flugschriften zur Ritterschaftbewegung des Jahres 7523, Munster 1929; O. Clemen,
Flugschriften aus den ersten Jahren der Reformation, 4 vols., Leipzig-New York 1909-1911; W. R.
Hitchcock, The backround of the Knights'Revott, Berkeley-Los Angeles 1958; K. Kaczerowsky,
Flugschrifien des Bauernkrieges, 1970.
9
A. Centgraf, o. c., 22.
lenguaje apropiado. Si su obra va destinada a teólogos o humanistas, él mismo o su equipo se
encarga de ofrecerla en latín. Si interesa la divulgación, manda a la imprenta sus escritos en un
alemán popular o magistral, siempre adecuado -que no en vano time conciencia de estarlo
forjando-, y nunca «pierde de vista la finalidad propuesta de convencer al cristiano corriente»10.
Con frecuencia relativa el mismo escrito fue lanzado a la vez, o casi simultáneamente, en latín y
en alemán (caso de La libertad cristiana y tantos más); entonces, como ha percibido Gravier, no
se trata de una simple traducción: casi aparecen dos tratados distintos: «Lutero intenta
deliberadamente presentar una obra popular cuando redactó en alemán y probar a los letrados
que también él sabe esgrimir argumentos sólidos cuando les dirige sus escritos latinos»11.
Su predicación -que eso son sus escritos- se encauza a base de tópicos (Schlagworte) con el
subsiguiente riesgo del malentendido, como sucedió con el de «libertad del cristiano», y del
aprovechamiento por parte de caballeros, campesinos, anabaptistas, iluminados. De todas
formas, fue un peligro al que se expuso de lleno el reformador, y su éxito popular puede
enlazarse parcialmente con la universalización de verdaderos «slogans» publicitarios como
«unus redemptor» (sólo Cristo), « Bola fides», «sola Scriptura», «sola gratis», «palabra de Dios»,
«todos sacerdotes», y tantos más positivos. Porque los negativos, auténticos insultos contra sus
adversarios, no fueron menos prodigados, peor aceptados ni -es de presumir- menos reídos:
«santos del vientre», «santos hipócritas», «servidores de la barriga», cuando se refiere a los
sacerdotes católicos; «papistas», «romanistas», «sofistas», «asnos», los más inocentes cuando
habla de los teólogos escolásticos, que ya veremos cómo califica en su ardor al papado12.
Para lograr mayor contundencia recurre a la sátira; esa sátira que se hace presente en casi
todos sus escritos hasta 1545, cuando ya su vejez, su rencor y -hay que decirlo- su humor se
desbordan contra los teólogos rivales, contra los judíos, contra el demonio y contra el enemigo
principal: el papado. En relación con el último la sátira luterana se reviste constantemente de
expresiones fuertes, dicho con cierto eufemismo; en realidad es un señor del lenguaje, y la
expresión grosera, baja, en el soporte y en la alusión de excrementos, órganos genitales, salta a
cada momento en sus páginas y en sus conversaciones. Con razón ha dicho un biógrafo
protestante que fue «el más grande y el más grosero de los escritores de su tiempo»13. Nada le
intimidaba y todo valía para derrumbar los muros de la Babilonia romana.
En el repertorio de sus resortes hay que integrar la feliz conjunción de la sátira escrita y de la
imagen, materializada en los grabados, caricaturas, ilustraciones burlescas que potenciaron su
ataque con estos medios visuales. Hoy está fuera de duda que el propio Lutero al menos diseñó
algunas de estas láminas que disgustaron hasta a personas amigas14; fue, sin embargo, el genial
Lucas Cranach el Viejo quien dio los toques últimos en su taller a las más groseras de las figures,
alusivas, como casi siempre, al papado. A Denifle, a Grisar, como a lentos, su contemplación les

10
M. Gravier, o. c., 33.
11
Ibid.
12
Cf. R. García Villoslada, o. c., 281-283; A. Centgraf, que analiza este recurso, o. c., 29.
13
A. Hausrath, Luthersleben, Berlin 1904, citado por E. de Moreau, La crise religieuse du XVI° siécle, en
Histoire de I'église (Fliche-Martin) XVI, Paris 1950, 75: <micht nur der grósste, sondern der grSbste», en
juego de palabras.
14
R. García Villoslada, Martin Lutero II, Madrid 1973, 550-551.
causó estupor y enfado no disimulados15; a Lutero le regocijaron. «Bien he fastidiado al papa con
estos grabados malignos», exclama satisfecho pocos días antes de su muerte, precisamente ante
uno de los más asombrosamente sucios16.
Aunque, como hemos dicho, le traicionaran los impresores, él mismo se encargó de velar por
la calidad del papel, por el formato adecuado de sus libros, casi todos manejables, por la
presentación externa, por establecer -cuando le dejaban, es decir, casi nunca- precios a poder ser
módicos, y por lentos detalles más que evidencian su preocupación por conectar con el mayor
número posible de lectores17.
Con estos soportes, y porque Martín Lutero ofrecía al lector lo que éste esperaba y necesitaba,
y además porque contaba con una red entre espontánea a interesada -siempre entusiasta- de
distribuidores18, nos podemos explicar el éxito sin precedentes de sus escritos. El nuncio
Aleander confesaba, con preocupación y extrañeza, que «a diario llueven los libros de Lutero; no
se venden más que libros de Lutero incluso en la corte del emperador»19. Ya en febrero de 1519
un impresor-editorlibrero tan avezado como Froben (Basilea), el preferido por Erasmo y los
mejores humanistas, después de haber lanzado una serie de panfletos luteranos -por supuesto, sin
permiso del autor-, y tras aludir al amplio mercado encontrado en los cantones suizos, en Italia,
en Francis y en España20, confiaba satisfecho por el negocio a Lutero: «Venta tan afortunada
jamás tuvimos con ninguna otra obra»21. Con tales perspectivos impresores y libreros (que solían
ser los mismos) emularon en la edición de los libros del reformador. Un enemigo suyo, el célebre
Cochlao, pudo constatar en la feria de Frankfurt -buen termómetro pare medir el movimiento
librario--la situación ridícula en que quedaba el tipógrafo que demostrase sus preferencias por las
ediciones católicas22.
La historia actual, a base de mediciones en parte cuantitativas, ha llegado a idénticas
conclusiones. Wittenberg, insignificante hasta entonces, adquirió una importancia editorial de
primer orden, gracias al volumen de ediciones luteranas que copaban lo de la capacidad

15
H. Grisar-F. Heege, Luthers Kampfóilder, 4 viols., Freiburg 1921-1923, donde se estudian, reproducen
y comentan hostilmente estas ilustraciones. Cf. también P. Schmidt, Die Ilustration der Lutherbibel
1522-1700, Basel 1962.
16
Tisch 6.528. Sigue riendo Lutero: «Oh, wie wird die Sau den Werzel in die HShe recken! Aber ob sie
gleich mich tódten, so fresse sie erst Dreck, so der Papst, welcher auf der Sauen refit, in der Hand hab>.
S. Scharfe, Religidse Bildpropaganda der Reformationszeit, Gáttingen 1951.
17
A. Centgraf, o. c., 27, 61-62.
18
Cochlí;o, primero entusiasta, después enemigo de Lutero, comentaba el hecho de lentos frailes y
clérigos apbstatas convertidos en corredores a sueldo de los escritos de Lutero por todo el ámbito
alemán. Commentaria Joaannis Cochlaei de actis et scriptis Martini saxonis, Mainz 1549, 58.
19
Cit. por R. García Villoslada, Martin Lutero I, 552.
20
Nos extraña que el erudito A. Redondo, en un interesante y documentado artfculo: Luther et l'Espagne
de 1520 k 1536: Mélanges de la Case, de Velázquez 1 (1965) 110, hays puesto en duds la noticia de
Froben y retrase haste fines de 1519 la posible entrada de libros de Lutero en España; más extraño
cuanto que E. G. Leonard, Histoire générale du protestantisme I, Paris 1961, 235, en quien se funds,
trasmite el dato.
21
WA Br. 1, 333. Es interesante este dato, ignorado por Redondo, cf. note anterior, pare rastrear los
orfgenes de la presencia de Lutero en España.
22
O. c., 59.
impresora de las tres firmas que no daban abasto. No sólo Wittenberg; según apreciaciones de
Gravier, más del tercio de los libros vendidos en Alemania entre los años 1518-1525 eran de
paternidad luterana. El tratadillo Sobre la indulgencia y la gracia (1518) alcanzó 22 ediciones en
dos años, con gran contento de su autor, que así veía la posibilidad de frenar la difusión de sus
flojas e inconnexas 95 tesis. En una semana se agotó la primera edición -de gran tirada para el
tiempo- del Manifiesto a la nobleza alemana (1520), que seguiría consumiendo impresiones a
impresiones (13 en dos años). El hermoso librito Sobre la libertad del cristiano (1520) se editó 18
veces en 5 años. Su Manual de oraciones (1522) había contabilizado por lo menos 25 ediciones
en 1545, por no aludir a la fortuna insospechada de su nuevo testamento, de sus catecismos, etc.
Si se ha juzgado excesiva la apreciación global de 2.000 ediciones de sus escritos entre 1517-
1525, el hecho es que no debió andar muy lejos la realidad 23. De todas formas, Lutero se
convirtió en gran parte del espacio europeo en auténtico «best-seller» que desplazó
temporalmente al propio Erasmo24 hasta 1525. A partir de esta fecha, después del desastre de los
campesinos, la descompensación en favor de Lutero comenzó a cambiar de signo por el peso
ascendente de la producción católica y por otros factores que analizaremos oportunamente. Es
claro que su Reforma, como movimiento popular y de masas, en ese tiempo clave se estabilizó
en cierto sentido, y tomó otro carácter más sosegado, más oficial y principesco: Lutero dejó de
ser el gran escritor para centrarse en otros quehaceres.
La investigación de terceros niveles, de reacciones y vivencias humanas colectivas, está
empeñada en profundizar en la hondura de las transformaciones que precisamente a base de los
escritos del primer protestantismo se operaron en la sensibilidad religiosa de Europa: mutaciones
más negativas que positivas para Moreau, más positivas que negativas para Eisenstein 25. Sea to
que sea, resulta decisivo, con palabras de la última autora citada, que « con toda probabilidad
entre 1517 y 1520 se vendieron más de 300.000 ejemplares de treinta escritos de Lutero. Al
contrario de to acaecido con Wyclif y los waldenses, el luteranismo fue desde su origen el
producto del libro impreso. Por primera vez en la historia de los hombres un vasto público de
lectores ha podido juzgar las ideas revolucionarias gracias a un modo de comunicación que se
dirigía a la masa, que utilizaba las lenguas vernáculas y que recurría tanto al arte del periodista
como al del caricaturista»26.

***

23
Cf. en primer lugar, y para información más amplia, la excelente obra de L. Febvre-H: J. Martin, La
aparición del libro, México 1962, 311 ss. Acotaciones interesantes H. Dannenbauer, Luther als religidser
Volksschriftssteller, Tübingen 1930; L. W. Holborn, Printing and the growth of a protestant movement in
Germany from 1517 to 1524: Church History 11 (1942) 123-137; J. Benzing, Die Buchdrucker des 16.
and 17. Jahrhunderts im Deutschen Sprachgebiet, Wiesbaden 1963; M. Grossmann, Wittenberg printing
early sixteenth century: Sixteenth Century Essays and Studies 1 (1970) 53-74.
24
A. G. Dickens, o. c., 107.
25
E. de Moreau, o. c.; E. Eisenstein, L'avénement de 1'imprimerie et la Réforme: Annales E.S.C. 26
(1971) 1.355-1.382.
26
Ibid., 1.355.

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