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FILOSOFÍA Y TEORÍA POLÍTICA Y DEL ESTADO

Monografía – El Estado y El Ciudadano

INTRODUCCIÓN
Englobar la totalidad de vértices (favorables y contestatarias) que enmarca la figura
del Estado, en un sólo trabajo, desviaría la atención del trayecto del deseado. Aquí simplemente
fueron tomadas las consideraciones que envuelven la importancia del Ciudadano para con el Estado,
considerando la simple premisa de que sin aquel no existiría éste.

Emprendiendo el trayecto expositivo conforme ruta de trabajo, se presenta la


necesaria circunstancia de resaltar la inconducente discusión, ya en el siglo XXI, sobre la
justificativa de la existencia o no del Estado. A partir del momento que nos sometemos a normas
positivas; de que percibimos la necesidad de convivir con otros individuos dentro de un marco
ordenatario, prácticamente estamos hablado del Estado. La eterna discusión sobre su existencia
como un instrumento ideal pasó a un segundo plano, por la simple razón de que no se puede
conllevar al desarrollo social sin orden, sin espacio y mucho menos sin partícipes.

Tampoco resultaría plausible centrar la atención en determinar el objetivo del Estado,


pues todas las tendencias nos llevarían a concluir en una simple y cómoda realidad, el orden en un
determinado espacio debe ser regulado por normas que caractericen la esencia del individuo
evolucionado de una determinada región con miras al desarrollo social.

La historia nos revela que la extensión del espacio hasta dónde podría llegar el poder
de determinados grupos, tuvieron diferentes denominaciones como: reino; imperio; república;
pueblo; comarca; colonia; etc., con algunas peculiaridades distintivas pero con grandes similitudes,
por lo que podríamos generalizarlos como antecesores de lo que hoy llamamos Estado moderno.
Aquellas presentaban algunas aristas sobresalientes que fueron pulidas para conceptuarlo dentro del
género como hoy lo conocemos, es decir aquellas organizaciones simplemente fueron los
originarios del evolucionado concepto de Estado.

Esta figura organizativa no es palpable o mejor dicho no tiene una estructura física
visible, su existencia es de percepción o sensitiva. En resumen el Estado existe, pero enfocar
simplemente su aspecto en un ideal, desviaría la centralización de su esencia. Partiendo de esta
analogía, podríamos ramificar el estudio del Estado desde varias atalayas, no obstante nos
concentraremos meramente en los principios básicos para sostener la conclusión de este trabajo.

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La clasificación de los elementos componentes del Estado, generalmente, se realiza


en Soberanía, Territorio y Población. Si proyectáramos la necesidad de crear una organización con
jurisdicción de poderes, entonces la alquimia sería: colocar dentro de un recipiente un porcentaje de
población, adicionar otro porcentaje de territorio; y por último complementar la fórmula con un
grado de soberanía, realizar una mezcla durante un espacio de tiempo y luego dejarla fermentar para
que se constituya en el Estado Moderno.

Dentro de esta temática, en resumidas palabras, podemos cimentar la posición de que


independientemente del territorio o de la soberanía, el que instituye al Estado es el pueblo y éste
está compuesto por ciudadanos. Sin este elemento sacramental, no existe la mínima posibilidad de
crear objetivamente una organización con jurisdicción de poderes, pues el ciudadano es el que
determina el alcance territorial y la calidad de su soberanía.

No obstante, este importante ingrediente no surgió del día a la noche, sino fue
evolucionando y continúa su despegamiento con el objeto de perfeccionar su bienestar general. En
este contexto, podemos citar que el Homos sapiens, en su necesidad de sobrevivencia y defensa se
agrupó en tribus formando al hombre, sin que éste abandone su estado individualista y personal,
imponiendo la búsqueda de privilegios ante sus iguales, utilizando una variedad de mecanismos de
sometimiento a otros individuos; ante esta situación se recurrió a la unificación de los individuos
oprimidos en grupos, contra los privilegiados, emprendiendo una lucha por la libertad, igualdad y la
fraternidad, identificándose el primer rasgo del ser social, esta etapa determinó la necesidad de un
orden dentro de esa primitiva organización, por lo que se conformó lo que hoy llamamos Estado1.
Esta nueva circunstancia histórica originó la necesidad de que el ser social debería cumplir con un
papel dentro del cuerpo organizacional, en el sentido de respetar sus propias normas y poder
imponer su existencia, reconocimiento y consideración antes otros grupos sociales, por lo que se
transmutó en ciudadano.

Simplificando esta teoría de metamorfosis evolutiva del Ciudadano podemos recurrir


a la siguiente gráfica:
H o m S oa sp i e Hn so m b I rn e d i v i dC u i ou d a d a n o

1
Aclaro que esto es meramente un resumen de todo un esquema explicativo

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Dentro de esta determinada evolución, las ciencias sociales han iniciado sus
investigaciones para determinar el mecanismo de concienciación del ciudadano, resaltando sus
derechos y obligaciones para con el Estado, englobándolo dentro del término de democracia.

Un grave déficit que se ha impuesto en la discusión sobre el relacionamiento entre


ciudadano y Estado, radica en el hecho de que la primera y fundamental vértice radica en que el
ciudadano debe trabajar y colaborar para su evolución y no aguardar que la organización trabaje y
solucione sus problemas individuales. Es decir, todos somos componentes de esta sociedad y
tenemos la obligación de observar la burocracia y la democracia como elementos evolutivos,
evitando, en segundo orden, la mediocridad, mendicidad, delincuencia, e influencia de personas que
atenten contra la organización social. El Estado no existe por sí sola, sino que ella se sustenta en los
ciudadanos que cumplen con el objetivo de colaborar con la evolución social.

Todas las células sociales (ciudadanos), integradas en sí, conformamos un órgano


(grupos sociales), que en su funcionamiento armónico conforma el cuerpo (Estado). Pero una sola
célula que desestabilice el funcionamiento anatómico podría representar el aniquilamiento de este
ser, por ello cualquier tumor cancerígeno debe ser tratado o en su caso extirpado para el bien
general.

El ciudadano no debe esperar que el Estado cree condiciones de superación, sino que
debe colaborar para que todos los integrantes del grupo tengan la oportunidad de evolucionar. Esto
porque todos somos responsables, con derechos y obligaciones, de esa organización social. Si
desconsideráramos esta premisa, entonces cosecharíamos el atraso evolutivo. Es decir todos juntos
debemos trabajar para perfeccionar al Estado. Es una fórmula simple, pero frágil, pues sólo un
individuo que intente revolucionar este teorema podría producir un atraso en la evolución social.

Dentro de este contexto, también se debería considerar la variable relacionada a la


conceptualización de ciudadano; ¿quiénes son los ciudadanos de un Estado?, los que viven y
evolucionan en una determinada región o los que nacieron en dicho local.

Si inicialmente los grupos se dividían en clanes o familias, razas, culturas, religiones,


etc., donde la intromisión de un extranjero era resistida, hoy día la globalización ejerce un grado de
efecto sobre la configuración del mentado ciudadano. Esta situación tiende a complicarse aún más

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por los factores migratorios. Ya no se puede hablar de un ciudadano puramente patricio, sino de uno
estatal, es decir aquel que colabora en la evolución del Estado donde reside, indistintamente de sus
orígenes.

Esta visión será resistida, pero con el correr de los tiempos, como la historia nos ha
demostrado, podríamos considerar la posibilidad que el líder alfa sea oriundo de una región distinta
a la de la representación que ejerza, erradicando paulatinamente la exigencia del patriciado y la
xenofobia.

La nueva visión a ser encarada debe radicar en el hecho de que el líder alfa del
grupo, debe ser una persona comprometida con la evolución social de la región donde está asentado
el Estado, indistintamente al lugar de su nacimiento. Este delineamiento, presenta una tonalidad de
repugnancia para los nacionalistas, pero se debe analizar los factores emergentes de nuestra realidad
globalizadora, pues en un futuro se deberá considerar la nueva calidad de ciudadano estatal 2 o de
ciudadano del mundo.

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Semejante al Ciudadano del Mundo, pero con una visión un poco mas limitativa, en el sentido de Ciudadano Regional o Estatal.

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MARCO TEÓRICO
Objetivamente el Estado es una forma de organización social soberana y coercitiva,
formada por un conjunto de instituciones, que tiene el poder de regular la vida de los habitantes o
transeúntes en un territorio determinado.

Platón establece la estructura del Estado ideal, pero fue Maquiavelo quien introdujo
la palabra Estado en su célebre obra “El Príncipe”: usando el término de la lengua italiana “Stato”,
evolución de la palabra “Status” del idioma latín.

El Estado, conceptualmente en esfera científica, ha tenido una serie de distinciones,


conforme los razonamientos trazados por los portadores de la pluma. Pero en esencia la mayoría de
ellos lo definen “…como el conjunto de instituciones que poseen la autoridad y potestad para
establecer las normas que regulan una sociedad, teniendo soberanía interna y externa sobre un
territorio determinado…”.

Esta exposición genérica que abarca los elementos básicos del Estado, encuentra un
peldaño que debe ser superado; dependiendo de las circunstancias y de las ideologías instaladas en
el pensamiento del ciudadano, la constitución de la organización social puede afectar su evolución.
No obstante debemos confirmar que la incólume justificativa que sustenta la principal vestimenta
del Estado es la política. Partiendo de esta premisa, podemos arriesgarnos a formular la siguiente
ecuación:

D e m o c r a c ia
C iu d a d a n ía P o lític a
E s ta d o M o d e r n o T e r r ito r io S o b e r a n ía
Id e o lo g ía
Definición de Estado
Por otro lado, Max Weber la define como una unidad de carácter institucional que en
el interior de un territorio, monopoliza para sí, el uso de la fuerza a través de: - las fuerzas armadas;
- la administración pública; - los tribunales; y, - la policía. Asumiendo las funciones de defensa,
gobernación, justicia, seguridad y otras como las relaciones exteriores.

Esta visión es ampliada por Hermann Heller, quien la califica como “…unidad de
dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo continuo, con medios de
poderes propios, y claramente delimitado en lo personal y territorial…”. Además, el autor define

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que sólo se puede hablar de Estado como una construcción propia de las monarquías absolutas del
siglo XV, de la Edad Moderna. “…No hay estado en la Edad Antigua…”, señala el reconocido
autor.

Maquiavelo, en el Príncipe, distingue al gobierno como parte, generalmente


encargada, de llevar a cabo las funciones del Estado, delegando en otras instituciones sus
capacidades. Es el brazo ejecutor de la esencia del Estado, dirigido por el Ciudadano Alfa y ejercido
por el resto del pueblo. Por otro lado, la Nación se diferencia del Estado por el carácter ideológico
de aquel, propio de los patriciados u oriundo de una región. Al respecto, debe considerarse la
posible existencia de naciones sin Estado y de diferentes naciones agrupadas en un Estado.

Al sólo efecto de mencionar un pensamiento bastante interesante, sin profundizar sus


fundamentos, pues esto ocasionaría una distracción al objeto deseado, es menester considerar que
Kelsen afirma que el Estado es un medio “…para la realización de cualquier fin social…”.

San Agustín en su obra la Ciudad de Dios, afirma que el Estado es una organización
que asocia a los ciudadanos en un pacto social, con el objeto de distribuir el botín resultante de su
obra, este actor denota una perspectiva sarcástica del Estado comparándolo con el reino del
latrocinio3.

La conformación de los Estados, en muy raros casos tiene un denominador común,


porque ellos son el resultado de construcciones históricas de cada sociedad. En algunos casos
fueron conformados en forma tempranera y en otros lo hicieron más tardíamente.

Oscar Oszlak, determinó que los Estados pueden ser caracterizados dinámicamente
por medio de las experiencias que van adquiriendo con el paso del tiempo sumado a los atributos
propios de sus componentes, hasta finalmente originar la organización Estatal.

Peculiares del Estado Moderno


Seguidamente se enuncian las principales peculiaridades del Estado Moderno,
aclarando que la misma se transcribe aleatoriamente:

3
“…Desterrada la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes latrocinios? Y éstos, ¿qué son sino pequeños reinos? También éstos
son una junta de hombres gobernada por su príncipe, ligada por un pacto de sociedad, que se reparte su botín conforme a las leyes
que establecieron…”.

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• Funcionarios estables y burocracia: vital para su funcionamiento administrativo y manejo


eficaz de los asuntos propios del Estado. Es necesario que exista un cuerpo de funcionarios
que esté abocado de lleno a la tarea;
• Monopolio fiscal: es necesario que posea el completo control de las rentas, impuestos y
demás ingresos, para su sustento. Utiliza la burocracia para este fin;
• Ejército permanente: precisa de una institución armada que lo proteja ante amenazas
extranjeras e internas y se dedique a formar una estructura defensiva;
• Monopolio de la fuerza legal: para poder mantener su calidad de Estado moderno y
contemporáneo, es necesario que ejerza el uso exclusivo y legítimo de la fuerza, para poder
asegurar el orden interno;
• Ejercicio del poder: El poder muestra dos facetas distintas: primera en un sentido estricto;
y, segunda en su calidad de legitimidad. En el sentido estricto, es aludido a la fuerza
coactiva, o sea aplicación pura de la fuerza legítima. Mientras que en el segundo se lo
concibe cuando es fruto del reconocimiento de los dominados. De este modo el pueblo
reconoce como autoridad a una institución por excelencia y le delega su libertad a ella;
• Soberanía: facultad de ser reconocido como la institución de mayor prestigio y poder en un
territorio determinado;
• Territorio: Determina el límite geográfico sobre el cual se desenvuelve el Estado.
Actualmente el concepto no engloba una porción de tierra, sino que alcanza a mares, ríos,
lagos, espacios aéreos, etc.; y
• Ciudadanos: es la sociedad sobre el cual se ejerce el poder, con el objetivo de reglar su
conducta y crear situaciones de orden y justicia.

Estas características contemporáneas del Estado Moderno, son los pilares que
sostienen el ideal de democracia de masas. Para ella, el grupo social, debe de someterse al
renunciamiento de ciertos derechos naturales e individuales. Este renunciamiento se originó por la
imperiosa necesidad de agrupación, es por ello que el Estado en sí existe, con capacidades
subrogadas del propio grupo que la mantiene.

a) Capacidad de externalizar su poder: es decir, obtener el reconocimiento de otros Estados;


b) Capacidad de institucionalizar su autoridad: significa la creación de organismos para
imponer la coerción, como por ejemplo, las fuerzas armadas, escuelas y tribunales;

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c) Capacidad de diferenciar su control: esto es, contar con un conjunto de instituciones


profesionalizadas para aplicaciones específicas, entre las que son importantes aquellas que
permiten la recaudación de impuestos y otros recursos de forma controlada; y,
d) Capacidad de internalizar una identidad colectiva: creando símbolos generadores de
pertenencia e identificación común, diferenciándola de aquella de otro Estado, por ejemplo,
teniendo himno y bandera propia.

Estas ensimismadas características, por su independencia una de otras, tienen su


importancia real en forma separada, pero agrupadas en un sólo concepto podrían definirse como
Estado de Derecho. Todo esto la hace como la más importante forma de organización social en el
mundo.

El Pueblo
Del latín populus, representa el conjunto de individuos de un Estado, aunque también
puede entenderse como parte de una región o el de una localidad. Otro aspecto, pero menos
relevante, lo identifica como: étnica (racial o cultural); primitiva o nativas (aborigen); y, antiguos.

El libro de las Siete Partidas, estableció una definición confusa que perduró hasta el
siglo XX en la lexicografía sobre el término de pueblo diciendo que es: “…todo grupo de personas
que constituyen una comunidad u otro grupo en virtud de una cultura, religión o elemento similar
comunes…”, denotando la generalidad de individuos en todo tipo de conjunto.

En concurrencia al delineamiento introductorio del trabajo, las células componentes


del pueblo, en la actualidad, son denominados ciudadanos, englobando dicha terminología la
capacidad de cada individuo de hacerse acreedor de derechos y someterse a las obligaciones
normativas que regulan la conducta del ser social.

La ciudadanía puede ser definida como “…El derecho y la disposición de participar


en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el
objetivo de optimizar el bienestar público…”.

Esta novísima concesión, surge como andamio de la defensa del bien común de la
totalidad de la población de un Estado, constituyéndose como la esencia del sistema organizacional.

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Etimológicamente, el término ciudadano tiene su origen de la palabra ciudad, ya que


esta era la unidad política más importante. En la actualidad unidad política pasó a ser denominada
Estado.

Desde un punto de vista idealista y asumiendo una adecuación adnata al


pensamiento de Nicolás Maquiavelo, podríamos afirmar que el Estado surge como una fuente de
perjuicio contra el individualismo del hombre, transmutándose en beneficio de los ciudadanos.

El ciudadano moderno, es reconocido como semilla de la innata esencia política de


todo ser, posibilitándolo a actuar libremente y en forma igualitaria a todos sus conciudadanos,
respetando el marco legal impuesto por esa organización.

En el Estado rige normas de existencia, que conducen la conducta de sus integrantes


en pro del orden social y en busca del bien general. Estas reglas coercitivas, son elaboradas por
integrantes selectivos de la colectividad ciudadana, ergo, el ciudadano crea su propio derecho y
determina su obligación por lo que incumplirla representaría su ensimismada hipocresía.

El principal guión del ciudadano sumerge del derecho de participación en los


beneficios de la vida en común, sumándose a ella su imprescindible participación política, mediante
el derecho a expresar su definición del voto. Pero para que esta premisa tenga un revestimiento
transcendental, se debe complementar con la madura crítica del ciudadano.

Por otro vértices debemos observar que el ciudadano es portador de obligaciones


sacramentales, como el de limitar sus facultades y de observar el inicio del derecho de otros
ciudadanos; también de identificarse como instrumento del bien común; respetar los valores
predominantes de una sociedad civilizada –que incluyen el sentido de justicia y de equidad–; y,
otros que sostengan la tesitura social y la paz.

Antecedentes de la nomenclatura de Ciudadano


Esta nueva configuración de las ciencias sociales, no surge del acaso ni de la
voluntad moderna, sino que su tronco radica en una raíz evolutiva. Esta terminología ha cambiado

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durante el transcurso del tiempo, pues inicialmente surgía con peculiaridades excluyentes y
clasistas, hasta sustanciarse en una nueva apología igualitaria.

En Atenas, dentro de la denominada democracia antigua, la calidad de ciudadano


correspondía a los hombres (con excepción de los esclavos, metecos y extranjeros transeúntes)
capacitados en defender su “polis”. Mientras que las mujeres se encontraban imposibilitadas de
ejercer una vida política. Con el tiempo el factor económico ganó preponderancia para adquirir el
derecho de ciudadanía. Este razonamiento fue aplicado posteriormente en el Imperio Romano.

Marco Tulio Cicerón, definió al pueblo como “…la asociación basada en el


consentimiento del derecho y en la comunidad de intereses…” (año 54 A.C.). Si bien esta
apreciación no se aleja de la concepción actual, la misma sirve de nexo con la ateniense, en el
sentido de que el “…concepto humano del Estado en el que cada uno de los integrantes tiene la
titularidad no sólo de derechos y obligaciones civiles, sino que además, de derechos y obligaciones
políticos…”.

En la actualidad, tal como se relató anteriormente, la condición de ciudadanos es


referida a todos los hombres y mujeres mayores de edad, aunque conforme nuestra Carta Magna,
como sucede en otras regiones, se puede perder o suspender la calidad de ciudadano.

Futura Tendencia – Ciudadano Mundial


Así como se habría manifestado en la introducción del trabajo, cabría soñar, en la
posibilidad de unificar la calidad de Ciudadanos, sin distinción de la nacionalidad, sino
simplemente como habitante del Planeta. Hasta parecería utópico, pero en la historia encontramos
rasgos de esta tendencia.

Políbio, historiador Griego, en conocimiento de la dimensión del territorio


conquistado por el Imperio Romano, creía que la soberanía de los cónsules y de los senadores
abarcaba todo el mundo, este hecho sumado a la iniciativa de los propios Romanos, especialmente
luego de la Consitutio Antoniniana de Civitate, (212 D.C. – Edicto de Caracala), originó por
primera vez la calidad de Ciudadano Universal (en realidad afectaba solo a los hombres libres del
imperio), indistintamente de la región de donde haya nacido el afectado.

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Pero la vigencia de esa normativa no perduró, pues con la revolución de los


Bárbaros, fueron delimitados nuevamente los territorios, creándose clanes y reinos distintos,
sumergiendo al occidente a mil años de guerras de todo tipo.

Ya en la actualidad, ante el surgimiento de una nueva influencia económica (como la


Unión Europea, el Mercosur y otros), podría volverse a construir, en el ámbito social, la figura del
Ciudadano Mundial. Pero tomemos esto, en la actualidad como simple sueño o catalogándolo como
utópico.

No obstante, con carácter criterioso podemos asumir la posición de que el mayor


inconveniente que atenta al sustento de la teoría del Ciudadano Mundial, no surge de la xenofobia,
ni en la diversidad de estructuras políticas regionales, pero si en el hecho de que determinadas
regiones, dentro de una arrogancia autosuficiente, se engañan al imaginar que son los únicos
preparados para conducir la política mundial.
Secuencia histórica del estatus político occidental
Grecia: Ciudad–Estado (Polis) Polites, ciudadano (hombre libre habitante de la Ciudad)
Roma: Imperio (Imperium) Civis, ciudadano (hombre libre habitante del imperio)
Era Medieval: Feudo Siervo o vasallo, dependiente del señor feudal
Era Moderna: Monarquía Súbdito (hombre libre habitante de un reino)
Era Contemporánea: República Ciudadano Moderno
Futuro: República Universal Ciudadano del Mundo (Gobierno Mundial)

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DESARROLLO
La esencia del Estado, inicialmente, requiere tres elementos constitutivos, uno de
ellos, por considerarlo la materia prima, es de suma relevancia, pues sin éste, el resto no tendría
significado y no sostendría su razón del ser. El ciudadano, agrupado en conjunto denominado
pueblo, es el fuerte componente de toda sociedad organizada. El resto, sin restarle importancia,
constituyen el condimento necesario para la constitución del Estado. Es por esta razón, que el
trabajo enfoca su dirección hacia la importancia del Ciudadano para con el Estado.

La veracidad de esta afirmación, sienta su principal fundamente en el hecho de que el


Estado es un producto de la voluntad humana, ejecutada por medio de la política 4. Esta línea de
razonamiento, se encuentra determinada por los criterios organizativos prácticos y generales. Es
decir el Estado tiene como instrumento ejecutante de su esencia al ciudadano, quien ejerciendo la
función política debe buscar los mecanismos adecuados para cimentar este tipo de estructura
organizativa.

Cuanto menos obstáculos existan como factores limitativos de participación


ciudadana en el manejo estructural del sistema organizacional, más elevada será la calidad del
Estado. Pero esta cuestión esta limitada a la diversidad de ideologías imperantes en los grupos
sociales.

El ciudadano es el Estado, cuanto más concienzudos seamos sobre la necesidad de


implementar un equilibrio entre la igualdad y la libertad, mejor calidad de vida se ofrecerá al
sistema organizativo. Considerando la justificativa inicial de agrupación de hombres y sumándole la
necesaria condición de perfeccionamiento, encontraremos el camino a recurrir para el desarrollo
social. Partiendo de estas concretas ideas, podemos confirmar que los problemas sociales no son
originados por el Estado, sino que el yugo se encuentra sometido por el ciudadano.

La solución para sobrepasar los obstáculos que impiden el desarrollo social, pasa por
la determinación y voluntad de los ciudadanos. Es común observar en nuestro medio promesas de
cambio proclamados por personajes embestidos como deidades, suponiendo que el factor corruptivo

4
La política es propia de la especie humana

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pasase por una simple constitución milagrosa. La erradicación de vicios que atenten al sistema
organizativo debe pasar por la voluntad del conjunto y no en la espera de un mecías salvador.

Otro vértice importante de este esquema, radica en la necesaria configuración


armónica de sucesos ideológicos. Si algo nos ha enseñando la historia, es que no existe una fórmula
exacta para el desarrollo social, los constante experimentos ideológicos deben servirnos para
identificar los errores y las ventajas de cada una. Pero el ciudadano, aún sumido en su arrogancia y
terquedad, insiste en probar soluciones que ya han demostrado su ineficacia.

Entre los primeros vicios sociales que deben ser erradicados, es el tumor individual
de cada ciudadano radicado en su ignorancia evolutiva. Los más peligrosos y crueles vicios
encontrados en el ego humano son: la vendetta, la necesidad de menoscabar, de humillar y
sastifacerse con la desgracia de los hombres que no comparten la misma ideología.

El desarrollo social necesita de un Estado de Derecho, lo que implica necesariamente


la civilización ciudadana que determine el oriente a seguir y el respeto a los márgenes limitativos
del trayecto hacia al Shangri-La.

El ciudadano no es un espectador de una obra artística, no debe buscar que los


personajes ubicados en la tarima le satisfagan en sus necesidades, por el contrario, debe considerase
un integrante más de la compañía teatral, en el que su participación colaborará al progreso social.

Dentro de una Cooperativa, todos los miembros o integrantes, realizan un aporte para
el mantenimiento de esta corporación con el objetivo de crear alternativas de desarrollo. Similar
situación pasa por el Estado, donde los individuos renuncian a un porcentaje de sus derechos
naturales y se comprometen a someterse a una metodología de relacionamiento en busca del
progreso general. Si bien este idealismo sobresalta varias otras consideraciones que ramifican
cuestiones obtusas, resulta más simple poder representar de esta forma para determinar que todos
debemos mantener al Estado.

Pero en el inicio de esta trayectoria idealista, surge el primer interrogante ¿Qué


sucede con los que no colaboran con el Estado?, Parecería radical y hasta cuestionable la posición
que debamos asumir, pero los escombros, cretinos voluntarios, mendigos conformistas,

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transgresores de los reglamentos de conductas y estafadores de ensueños empedernidos, deben ser


excluidos del Estado, pues ellos son parásitos sociales que se encuentran cubiertos por la toga
ciudadana para succionar las fuentes del Estado.

La miopía social rebatiría esta posición, talvez con la argumentación de que la


tragedia de estos personajes se deben a la ineficacia del Estado por no generar condiciones de
desarrollo; creando con estos argumentos un círculo vicioso y conformista para justificar la
desproporción clasista. Si bien pareciera que el Estado, es decir los ciudadanos, somos culpables de
la consecuencia de la limitada voluntad de los desgraciados, la realidad deviene de otra fuente,
donde el progreso de uno debe representar la oportunidad de otros y no constituir, con el ropaje de
igualdad, un sistema simbiótico entre los que trabajan para el desarrollo y los parásitos sociales.

Esta puntillosa exposición, debe ser tomada con suma delicadeza, pues no se intenta
pregonar con ella la expulsión de las escorias, sino simplemente la exclusión o suspención de la
calidad de ciudadano.

Cambiando el vértice de visión sobre el ciudadano, también debemos incluir la


dimensión de la calidad de ciudadano. En este concepto, nuestra Carta Magna establece la calidad
de ciudadanos naturales y los naturalizados. Estos últimos presentan una limitación sobre sus
derechos políticos, por cuestiones netamente nacionalista. Pero apoyado en las etapas evolutivas
del concepto genérico y recurriendo al sistema del oráculo social, podríamos encontrarnos con la
alteración futurista del concepto de ciudadano, en el sentido de que los metecos podrán ubicarse
como iguales en el banquete político del Estado donde residen.

No podemos animarnos, ni mucho menos pregonar la unificación del gobierno


universal, para justificar la ciudadanía mundial, pues las condiciones actuales y la herencia del gen
bárbaro nos impide imaginarnos el derrumbe de la teoría de la Torre de Babel5.

No obstante, debemos iniciar una nueva línea de pensamiento que incluya a los
metecos, como ciudadanos del Estado, convidándoles a integrar el departamento de responsabilidad

5
Según esta teoría los hombres trabajaban armónicamente en la construcción de una torre que llegase a la perfección, pero por
voluntad de la deidad los separó en

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política, en consideración de que muchos de ellos, enarbolan el sentido patrio con mayor
entusiasmo que algunos patricios.

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CONCLUSIÓN
El Estado, constituido por la aglomeración de ciudadanos, se encuentra empapado
con la fortaleza de exigir y motivar la capacidad humana, como también de reprimir la agresividad
y el egoísmo de los individuos, organizando eventos propulsores de oportunidad para la comunidad.

Para la ejecución de esta directriz, debemos concordar en colaborar con la


manutención del Estado, en sentido jurídico, económico y político. Este primer paso, determinará
el derecho de exigir una ubicación en el festín de la evolución social.

Pero no podemos olvidar que esta tendencia teórica es meramente un principio


científico, pues el hombre (que constituye al ciudadano) en gran medida está embutido en
ingratitud; vulnerabilidad; capaz de simular una filantropía y de ocultar su egocentrismo; temeroso
de las consecuencias de sus actos; con la habilidad de fugarse de los peligros; y, ávido de ganancias.
La naturaleza de los hombres es contraer obligaciones entre sí, concediendo favores con la
expectativa de lo que pudieran recibir en privilegios.

Estas líneas trazan un condimento realista, porque los hombres son tan simples que
permiten someterse conforme a sus necesidades, obviando el interés general. En algunos casos uno
observa su propia apariencia, pero en rara vez intenta conocerse. La poca prudencia de los hombres
los impulsan a seguir las ventajas inmediatas que le son presentadas, y no perciben el mal que
podría ocasionar por su accionar.

Necesitamos acostumbrarnos a la idea de constituirnos como pueblo, aprender


nuestros derechos e inquietarnos por las limitaciones culturales. El ciudadano necesita un grado de
individualismo, pero hasta el punto de conllevar su progreso personal, convirtiendo luego su
esfuerzo en compartir la evolución con todos los integrantes del grupo social.

El Estado, debe enmarcar su soberanía, determinar el alcance de su poder, crear


oportunidades de desarrollo, pero fijar los límites de igualdad y libertad. El Estado debe hacerse
sentir como organismo ordenado y coercitivo.

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Es importante terminar este trabajo monográfico, haciendo referencia a dos textos


transcendentales que describen la importancia del Estado y del ciudadano:

“…Donde cesa el vigor de las leyes y la autoridad de sus defensores, no puede existir
seguridad o libertad para nadie…” Rousseau – Discurso sobre la Desigualdad 1754.
“…No se trata si habrá este o aquel partido, si predominará…. el alto o el bajo, pero el
hombre heredará sus derechos y habrá civilización universal…” Thomas Paine – Los
Derechos de los Hombres - 1791

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BIBLIOGRAFÍA

• Diálogos – Obras Completas – Volumen IV República; Editorial Greros; Platon


• El Príncipe – Nicolas Maquiavelo
• La Ciencia Como Oficio – La Política Como Oficio; Max Weber
• La Ciudad de Dios; San Agustín
• Reforma del Estado – La Etapa Instrumental; Oscar Oszlak
• La Teoría del Estado de Hermann Heller; José Andrés Fernández
• Derecho Romano; Alfredo Di Piero
• Instituciones Romanas en la Independencia del Paraguay – Oscar Paciello
• Enciclopedia Jurídica OMEBA
• El Arte de la Guerra – Sun Tzu
• Resistencia Civil – Michael Randler
• Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucional – Segundo Linares Quintana

Carlos Martín Ozuna Miranda Página -18-

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