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Universidad de Valparaíso

Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas


Administración Pública Diurno

Burocracia y Gestión Pública en las


Instituciones Públicas Chilenas
Factores de Desaprobación en nuestra Sociedad

Sociología
Profesor Diego Escobar Riffo
Ángelo Durán Riveros
30 de noviembre de 2010
Burocracia y Gestión Pública en las Instituciones Públicas Chilenas
Factores de Desaprobación en nuestra Sociedad

Es indudable señalar que en el último tiempo, tanto el área política como socioeconómica de
Chile, ha pasado por periodos muy complejos. Inestabilidad política, varias crisis económicas,
desigualdad social y marginalidad han sido las principales tónicas que han aquejado a nuestra
sociedad en las últimas décadas. Lamentablemente, éstos sucesos son los que han perdurado
mayoritariamente en la memoria colectiva de los chilenos, cuestionando profundamente y
responsabilizando de aquellos hechos a instituciones y funcionarios que actúan en la organización
y funcionamiento del Estado chileno. Es recurrente escuchar en los medios de comunicación
masivos que cuando a las personas se les pregunta por ejemplo, ¿Qué piensa usted de las
Instituciones del Estado?, es común que los entrevistados digan“el sistema no funciona, es de
pésima calidad o no sabe distribuir de forma correcta los recursos generados”.

Es una realidad preocupante, la respuesta es categórica: Nuestra sociedad ha ido perdiendo


confianza, credibilidad en las instituciones gubernamentales, en sus funcionarios y en las técnicas
que estos utilizan actualmente. Esto se ha demostrado a partir del descontento generalizado que
existe en los individuos chilenos, a partir de diversas interpretaciones despectivas, respecto al
manejo de la gestión pública en Chile. Factores que determinan esta postura, son variados pero en
este caso, determinaremos cuatro en general:

El primer factor que puede ser determinado directamente es la lejanía que existe entre la
sociedad y las instituciones públicas. El sistema imperante es criticado porque los temas que se
manejan en estas organizaciones son estrictamente cerrados, racionales, manejados por
técnoburócratas desconocidos. De ahí que sientan desconfianza y decepción, excluyéndose de las
participaciones políticas y sociales, pues no se sienten identificados con los mecanismos que se
llevan a cabo, deteriorando su relación. En este caso específico, la racionalidad (adecuación de
medios) no asegura efectividad (cumplimiento de objetivos) si no hay acuerdos con la sociedad.

Del anterior se deriva otro fenómeno paralelo, que perjudica aún más las relaciones entre el
Estado y la sociedad chilena, la Ciudadanía Pasiva. Como la población se abstiene de participar
en temas políticos y sociales que puedan resolver sus propios problemas y necesidades, el Estado
es quien debe otorgar derechos que puedan mediar sus dificultades. De aquí que nuestra sociedad
se vuelva“apática, reacia y dependiente” de las instituciones gubernamentales. Es cierto que las
necesidades actuales son mucho mayores que en otros tiempos, vivimos en una realidad cada vez
más difícil y heterogénea y que a veces, segrega a muchos individuos de la nación, sin embargo,
aquella postura “simplista y delegativa” no beneficia a la concreción de nuevas ideas y acciones
que permitan mejorar la calidad de nuestras instituciones, muy por el contrario, permite que la
forma de organización no evolucione, que se mantenga en lo cotidiano, lo cual no permite
generar cambios sociales fuertes, radicales y positivos.

Un tercer factor que determina que la sociedad chilena pierda confianza en las instituciones del
Estado, es la interpretación despectiva que se le ha dado al concepto de“Burocracia”. Por cierto
que esta definición no sólo se refiere al contexto nacional y a este tiempo, esta interpretación
posee larga data. Por ejemplo, Gournay se refería al creciente poder de los funcionarios
como“una enfermedad llamada buromanía”. Para el novelista francés Honoré de Balzac en
cambio, la burocracia era un “poder gigantesco ejercido por pigmeos”. Sin embargo, esta idea se
ha mantenido muy arraigado hasta hoy en día en nuestro país y la burocracia generalmente suele
relacionarse con el papeleo, la ineficacia y el despilfarro de recursos en las instituciones. Esa es la
visión general que poseen los individuos de nuestra sociedad.

Cuando a las personas se les pregunta por ejemplo, ¿Qué piensa usted de la Burocracia?, estos
generalmente dirían que“es mala, no sirve de nada o es perjudicial, pues le quita mucho tiempo
a las personas”. Muchos confunden tal definición. En términos generales, la burocracia, según lo
planteado en el Modelo Burocrático de Max Weber, es una forma de regular las organizaciones
humanas a partir de la Racionalidad, es decir, la adecuación de medios que se obtienen para
lograr ciertos objetivos pretendidos, muy distinto al enfoque negativo que se le da este como por
ejemplo, “malas prácticas por parte de funcionarios administrativos, lo cual genera demoras y
poca resolución de los problemas que poseen las personas”.

Es cierto que no todas las instituciones en Chile han funcionado correctamente en el transcurso de
su historia, como es el caso de la salud o la educación. Por ejemplo, la Prueba TIMMS realizada
el 2005, demostró que Chile posee pobres resultados en calidad de educación, en calidad de los
servicios de salud, calidad de vivienda y capacidad de gestión municipal, muy debajo de países
como Singapur o China (Waissbluth 2005, p. 6). Esto sucede porque el modelo burocrático
implantado en aquellas instituciones se basaban en la rigidez y formalidad de los trámites que se
realizaban, dejando en segundo plano el cumplimiento de los objetivos que se debían concretar.
Por lo tanto, podemos decir que la burocracia no es “mala” como se piensa, sino que el exceso
del carácter legal y estricta comprobación de sus procedimientos, perjudican su efectividad.

Sin embargo, igualmente se ha avanzado en tales materias, las técnicas y métodos utilizados años
atrás no son los mismos que se utilizan actualmente. Chile, desde la segunda mitad de la década
de 1990 que viene impulsando una ambiciosa política pública de modernización de la gestión
pública, el cual entre sus objetivos más importantes se encuentra mejorar la efectividad de los
servicios públicos, implantando un “estilo de gestión desburocratizada, orientada por resultados
más que por normas rígidas y estrictamente formales” (Cañas 2003). Una década después, se
pudo observar que tanto respaldos, como la opinión de destacados especialistas del área político y
administrativo, reconocen a un grupo de servicios públicos como los más efectivos de la
administración pública chilena, generando altos estándares de gestión y mejoras en la calidad del
servicio, lo permite deducir que los indicadores de calidad de las instituciones públicas chilenas
han aumentado paulatinamente, a pesar de que quedan muchos temas y objetivos por cumplir.

Esto se debe a que en las instituciones públicas han habido cambios importantes tanto en la
organización como en su funcionamiento, pasando de una cultura burocrática a una de gestión
pública. El desarrollo de ésta última, ha implicado la disminución del uso de los esquemas
burocráticos tradicionales. Mientras el paradigma burocrático centraba su atención en la
centralización de sus cargos, en el control jerárquico, en el cumplimiento normativo de los
reglamentos entre otras funciones que pudieran lograr eficiencia, el paradigma de gestión pública
busca orientar sus procedimientos en resultados finales, basados en el Pragmatismo. En este caso,
busca generar servicios de calidad que permitan satisfacer a la población (Olavarría 2010, p. 14).

Moore (1998, p. 29), explica que “el éxito de la gestión en el sector público, se identifica con la
tarea de iniciar y definir nuevamente las actividades públicas, de manera que incrementen su
valor para el público tanto a corto como a largo plazo”. Por lo tanto, la finalidad de la gestión
pública es crear valor público. De acuerdo al mismo autor, “el valor público consiste en aquellos
valores que los grupos voluntarios de individuos y estos últimos vinculan al Estado y a la
sociedad, más allá de su propio bienestar material, el cual busca poner en ejecución a través de
acciones individuales o colectivas, cívicas o políticas” En este enfoque, el ciudadano es un actor
central en lo que el Estado debe producir. Así, la denominación de servicio público da paso a la
idea de“servicio al público”, en donde el administrador público es además de líder, capaz de
comprometer y motivar a los miembros de la organización, un agente de cambio innovador que
coopera en la definición de los intereses públicos” (Olías de Lima 2001, p. 17-23).

No obstante y a pesar de lo mencionado anteriormente, la sociedad mantiene su desaprobación


respecto a las medidas utilizadas en las instituciones actuales. Por lo tanto, el último factor que
determina que la sociedad tenga ciertas disyuntivas con las instituciones y con su forma de
gestión es la poca valoración y malinterpretación que se le da a los cambios y transformaciones
que sufren las mismas organizaciones. En este caso, el “valor público” queda subyugado en la
indiferencia de las personas y el administrador público no es más que un “pobre mediador que
no realiza correctamente su trabajo”. Aquello se de debe principalmente a que estos perciben
que no existen cambios importantes en torno al manejo de las organizaciones modernas que nos
rigen, planteando que aún permanecen en la rígida institucionalidad heredada del régimen militar,
basada en la jerarquía de cargos y en la formalidad de sus procedimientos. No hay una valoración
competente de las transformaciones que se han generado en las entidades que nos rigen, muchas
veces desconocen los procedimientos que se llevan a cabo en ellos, debido a la lejana realidad
que existe entre estos conglomerados (mencionando nuevamente el primer factor que influye en
la desaprobación de los chilenos respecto a sus instituciones).
Es cierto que relación entre la sociedad y las entidades ha estado empañada, debilitada por malas
prácticas y acciones que se han llevado a cabo a través de su historia, de eso no hay duda, pero no
permitamos que este tema se vuelva un referente sin consenso que permita mayor división y
quebrantamiento entre estos grupos. Actualmente es muy difícil que se establezcan acuerdos entre
la población y el Estado, con el objeto de lograr diversas temáticas y proyectos que sean
benéficas para el desarrollo del país y para el bien común de la sociedad chilena. No podemos
ignorar los efectos de la política, ni que las instituciones resuelvan siempre nuestros problemas,
tampoco podemos estar “ciegos” frente a los fuertes transiciones de nuestro mundo. Debemos ser
“factores de cambio”, partícipes de nuestra propia realidad, proactivos en las determinaciones
que las entidades toman, pero tampoco dejar que estos últimos actúen como un elemento de
coerción social.
Aún podemos participar activamente de ellas, aún existen oportunidades que no se deben
reprochar, siempre y cuando nuestra sociedad no pierda la confianza en sus instituciones y en los
funcionarios que participan directamente de ellas, aún hay posibilidades de formar un país más
justo y democrático...

Ángelo Durán Riveros


Estudiante de Administración Pública
Universidad de Valparaíso, Chile
Bibliografía

Cañas, E. 2003, “Modernización de la Gestión Pública del Estado de Chile”, en Óscar Muñoz y
Carolina Stefoni, El periodo del presidente Frei Ruiz-Tagle, Santiago: Editorial Universitaria.

Moore, M. 2006, “Creando valor público a través de asociaciones público-privadas”, en Revista


del CLAD, Reforma y Democracia, febrero.

Moore, M. 1998, “Gestión estratégica y creación de valor en el sector público”, Barcelona:


Paidós.

Olavarría, M. 2010 “Efectividad en la gestión pública chilena”, acceso 29 noviembre 2010 en


http://convergencia.uaemex.mx/rev52/pdf/1-MauOlivarria.pdf

Olías de Lima, B. 2001, “La evolución de la gestión pública: la Nueva Gestión Pública”, en
Blanca Olías de Lima, La Nueva Gestión Pública, Madrid: Prentice Hall.

Waissbluth, M. 2005, “Quince años de profesionalización en la Gerencia Pública de Chile”, en


Panel del CLAD “La Profesionalización de la Gestión Pública: Experiencias comparadas en
Iberoamérica”, octubre.

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