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E fue uno de los pilares del accionar de la última dictadura militar. Esas “ope-
raciones” fueron desde el simple robo y reparto de los bienes de los deteni-
dos desaparecidos por parte de las bandas de civiles y militares que integra-
ban los llamados grupos de tareas hasta la apropiación de inmuebles y empresas
mediante el eficaz recurso de las cesiones y falsas ventas escrituradas bajo tortura.
Entre 1976 y 1983, “la impunidad típica del poder tradicional, que pasa por
seguridad jurídica y tiene conocidas ramificaciones en la actualidad, se potenció con
el uso del terror estatal. Desde la deuda externa argentina financiada con dinero
argentino depositado en el exterior hasta los muebles y televisores que levantaba la
patota al ‘reventar’ una casa, y que luego se vendían sin ocultar su origen, hasta las
extorsiones a familiares de las víctimas. Desde el secuestro de tenedores de acciones
para derrumbar la valorización bursátil de una empresa que los filibusteros tenían
en la mira hasta la falsificación de escrituras o la firma de actas de directorio con los
accionistas secuestrados para hacerse de viviendas, campos y establecimientos fabri-
les”, señala el periodista Jorge Devincenzi1.
Sin embargo, la apropiación de las acciones de Papel Prensa por parte de Clarín,
La Nación y La Razón no fue sólo un delito económico cometido al amparo del
terrorismo de Estado por una asociación ilícita integrada por jerarcas de una dicta-
dura militar y los propietarios de los tres diarios más importantes de la Argentina.
Fue la prenda de una alianza estratégica entre la dictadura iniciada el 24 de marzo
de 1976 y los representantes de los grupos económico-mediáticos más grandes de la
Argentina. El poder económico concentrado necesitaba a los militares para eliminar
a la disidencia política y social que se oponía a sus intereses. Los dictadores, por su
parte, necesitaban no sólo una prensa controlada por el terror, sino medios cómpli-
ces de sus políticas y de sus acciones.
Si se repasa el espectro de medios gráficos de aquellos años –excluyendo los de la
resistencia clandestina, como la agencia periodística Ancla, creada por Rodolfo
Walsh–, se pueden distinguir tres tipos de publicaciones.
Por un lado, los diarios abiertamente controlados por la dictadura. Uno de ellos
fue La Opinión, intervenido en abril de 1977 –en coincidencia con el secuestro de
su director, Jacobo Timerman– y luego expropiado por la Comisión Nacional de
La censura de prensa
La censura de prensa fue una de las primeras herramientas implementadas por la
dictadura militar para controlar a la sociedad, apenas concretado el golpe de Estado
2. La Opinión, 25/3/1976.
3. La Opinión, noviembre de 1976.
Tribuna de doctrina
Un día después del golpe, La Nación publicó –como si se tratara del Boletín
Oficial o estuviera participando de la Cadena Nacional de Radiodifusión– la pro-
clama completa que la Junta Militar había emitido durante la madrugada del día
4. Blaustein, Eduardo y Zubieta, Martín, Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el Proceso, pág. 30.
5. Las tapas citadas se encuentran reproducidas en el libro de Blaustein y Zubieta.
6. La Nación, 25/3/1976
7. La Nación, 11/2/1977.
Un toque de atención…
El 28 de agosto de 2009, el matutino Clarín –fundado por Roberto Noble– cele-
bró el cincuentenario de la aparición de su primer número. Sonriente, flanqueada
por Felipe y Marcela –los dos niños, hoy jóvenes adultos, que inscribió como hijos
adoptivos en los años más oscuros de la última dictadura militar–, la directora del
diario, Ernestina Herrera de Noble, no dudó en darle un fuerte contenido político
al breve discurso con que coronó el festejo.
El tono de sus palabras estuvo en concordancia con la campaña que el multime-
dios más poderoso de la Argentina llevaba adelante contra el tratamiento de una
nueva ley de servicios audiovisuales –por entonces no aprobada por el Congreso
Nacional– que podía terminar con la legislación vigente en la materia, diseñada por
la dictadura y modificada a favor de los grupos económicos más concentrados
durante los últimos 25 años. “Clarín cumple 64 años de periodismo, al servicio del
desarrollo del país. Hemos construido nuestra fuerza en la fidelidad a la gente. Y eso
muchas veces termina molestando al poder de turno. Hoy sufrimos nuevos emba-
tes por defender nuestra integridad periodística. Ataques disfrazados con argumen-
tos falsos y contradictorios. Campañas de una virulencia inusitada, originadas en
zonas oscuras del poder. A las que incluso se prestan algunos que creen lucrar con
eso. No es la primera vez, ni será la última. Ningún ‘apriete’ torcerá nuestro com-
promiso con la sociedad. Nuestra misión y principios están expresados públicamen-
te. Se reflejan todos los días en nuestros medios. A ellos nos atenemos”9, dijo la viuda
de Noble y escuchó los previsibles aplausos del coro.
En la misma línea, el 24 de marzo de 2010, en el marco de la cobertura periodís-
tica de la conmemoración del golpe de 1976, la dirección del diario hizo responsa-
bles a todos y cada uno de sus periodistas de una nota titulada “Fábula y favores al
kirchnerismo”, publicada por ese matutino. Eso es lo que se entiende cuando se lee
la firma del artículo. Dice así: “De la Redacción de Clarín”.
La volanta de la nota dice: “Golpe del 24 de marzo: carta de Héctor Timerman
y respuesta de Clarín”. En los primeros párrafos del texto se recuerda que el actual
embajador argentino en Washington fue director del vespertino La Tarde, entre
Operaciones de inteligencia
Ernestina Herrera de Noble y Héctor Magnetto –cabezas corporativas de Clarín
durante la dictadura que hoy siguen ejerciendo su poder y sus funciones– no sólo
“olvidan” deliberadamente que el matutino apoyó periodísticamente al autodeno-
minado Proceso de Reorganización Nacional y fue socio económico de los militares
luego de comprar a precio vil Papel Prensa, sino que colaboraron de manera activa
con la metodología de desaparición de personas. Un artículo de diciembre de 1977
lo demuestra de manera irrefutable.
La nota, sin firma, se titula “La ardua recuperación”, y lleva como volanta el
siguiente texto: “Diálogo con extremistas que se entregaron voluntariamente”. Vale
El precio de la complicidad
Es casi una paradoja o, en realidad, una acabada muestra de la impunidad que
tanto los dictadores cuanto los propietarios de Clarín, La Nación y La Razón creían
haber adquirido para siempre: son las mismas páginas de esos diarios las que mues-
tran, casi obscenamente, el contrato de complicidad que establecieron alrededor de
la apropiación de Papel Prensa.