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El Síndrome de Down se tiene o no se tiene, y no existen grados
intermedios, sino distintos tipos de esta deficiencia. El que una persona
presente pocos signos externos de este síndrome no significa que se trate
de un “Down leve”; se trata de una persona con signos atenuados. Lo
mismo ocurre ante la ausencia de enfermedades o complicaciones de
salud; son condiciones positivas, proveen una buena base, pero no
determinan el proceso evolutivo posterior.
ASPECTO FÍSICO
El cromosoma extra que nos ocupa hace que las personas que lo
poseen manifiesten unas características físicas similares que los hacen
fácilmente reconocibles, y éstas son:
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SALUD
En su mayor parte, gozan
de buena salud y su esperanza
de vida se ha situado alrededor de
los 60 años como media. Al mismo
tiempo, debemos considerar que la
Trisomía 21 acarrea algunos
problemas de salud que unas veces
son leves, fácilmente previsibles y
corregibles, y otras veces son graves. La gravedad no significa que las
dolencias no puedan ser tratadas.
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-La formación personal y el desarrollo de sus capacidades cognitivas
y adaptativas.
DESARROLLO MOTOR
DESARROLLO COGNITIVO
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“…cuando reciben el tratamiento adecuado presentan un nivel
de deficiencia intelectual ligera o moderada.”
Esencialmente se
aprende a hablar hablando,
por lo que el trato cotidiano,
hablarles y escucharles son las
mejores estrategias, intentando
frenar la
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tendencia a corregirles insistentemente.
DESARROLLO SOCIOAFECTIVO
Suelen ser personas a las que no les gusta cambiar sus conductas,
ya que tienen gran dificultad de asimilar comportamientos nuevos; es por
esta razón por lo que se muestran resistentes al cambio de actividades.
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Su capacidad de reacción y respuesta ante los acontecimientos
externos suele ser baja, mostrando poco interés por lo que les es ajeno.
Por el contrario, son constantes, tenaces, colaboradores, puntuales
y responsables en su trabajo.
En el terreno social, se les ha de favorecer el contacto con otras
personas, promoviendo que participen en actividades de grupo, en juegos,
deportes, etc.
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Cuando escuchamos un “no puedo” o un “¿me ayudas?”, hemos de
atender a esa situación propiciando que sean ellos mismos quienes
resuelvan la dificultad y sólo hemos de intervenir si es estrictamente
necesario.
Si somos nosotros los que les solucionamos el problema que ellos
han de ser capaces de resolver por sus propios medios, sólo lograremos
que se relajen, ya que, al igual que nos ocurriría a nosotros, tienden a
dejarse llevar, descubriendo y desarrollando muy escasamente sus
potencialidades.
Los contextos estimulantes, al contrario de los que dan demasiada
protección, ayudan a que se esfuercen lo suficiente, generándose así
conductas de superación y promoviendo la autonomía personal y
psicológica.
Hemos de conocerles y valorarles
individualmente en sus habilidades y
posibilidades, sin destacar sus
limitaciones debilidades, y adaptarnos
a sus capacidades, a sus necesidades y a
su ritmo.
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Facilitar que sean protagonistas activos en el mayor número
posible de situaciones, actividades y decisiones que les afectan es una
manera de brindarles ese trato adulto que han de recibir.
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