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enHispanoamérica
Rigoberto Gil Montoya
I. Los antecedentes
Me pregunto si esos caballeros que hacen un negocio y viven de los libros que
escriben, hallan también que su persona se entremezcla con los asuntos que
tratan, como me pasa a mí.
De ese gran mercado quedaron en la periferia las obras de escritores como Juan
Rulfo, Juan Carlos Onetti, Adolfo Bioy Casares o Ernesto Sábato, quizá porque estas
voces prefirieron estar al margen de grupos o conciliábulos y dejaron más bien que
sus obras se impusieran por sí solas. Lo curioso y a la vez sintomático, es que estos
autores fueron difundidos y valorados más tarde por los protagonistas del "Boom"
-Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez, Roa Bastos-, para quienes se impuso la
urgencia de rendir cuentas a una tradición a la que se debían, como en efecto lo
planteara Carlos Fuentes, al querer refutar la sentencia -lugar común- de Luis
Alberto Sánchez, según la cual, Latinoamérica es novela sin novelistas (1), a la vez
que situaba sus planteamientos en el contexto real de una narrativa madura y
renovadora que, al decir de Hernando Valencia Goelkel, lograba sumayoría de
edad (2) en el ámbito de las letras hispanoamericanas, ya porque sus actores
desacralizan la solemnidad literaria y se aventuran en la doble significación
mediante la "risa de la inteligencia", ya porque el autor latinoamericano procura ser
auténtico y por tantoirresponsable -léase autonomía, más cerca de la ironía y la
transgresión-, al intentar rendir cuentas de los problemas sociales y económicos de
sus países de origen, mediante una actitud libertaria que motiva la experimentación
y la búsqueda en las aguas profundas de la ficción.
II. La discusión
La preocupación por forjar una Teoría Literaria atinente con los procesos históricos,
estéticos, culturales y literarios de Hispanoamérica -término con el que se liga
nuestra literatura a la tradición derivada de España y se revela la existencia de
complejas y fértiles literaturas como la brasileña, haitiana y la de las Antillas-, ha
sido motivo de discusión en varios debates internacionales y sobre todo los
realizados a partir de los años setenta, cuando, al decir de Ingrid Galster (4), la
discusión se inicia con los intelectuales progresistas que empiezan a reflexionar en
torno a las llamadas categorías de la dependencia, concepto que inicialmente sólo
se aplicaba a los problemas económicos y políticos derivados de la intromisión
imperialista, pero que luego fue motivo de preocupación en cuanto al orden
cultural. Mientras escritores como Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Mario Vargas
Llosa, Augusto Roa Bastos y Octavio Paz, reflexionan sobre el proceso de la
literatura desde su sensibilidad creadora y su amplio conocimiento de un corpus
literario múltiple y heterogéneo, lo cual valida sus búsquedas formales y pone de
manifiesto la importancia de la aproximación, del ensayo derivado de una
experiencia directa, críticos literarios de la talla de Ángel Rama y José Miguel
Oviedo, Emir Rodríguez Monegal, Juan Loveluck y Seymour Menton, buscan trazar
derroteros para dar cuenta del resultado de esas exploraciones estéticas
individuales, bien sea recurriendo a conceptos y presupuestos nacidos en Europa y
USA -en particular los propuestos por las vanguardias- o bien intentando definir a
su manera aquello que se revela propio de un estado de arte, a veces bajo las
premisas expuestas por los mismos escritores desde la experiencia como lectores
cómplices y dinamizadores de ese gran texto que es la cultura y desde el perímetro
de su labor creativa, quizá porque se entiende con Eco que "la obra nos narra,
expresa la personalidad de su creador en la trama misma de su consistir, el artista
vive en la obra como residuo concreto y personalísimo de acción" (5).
Para el caso de América Latina, la resonancia del gran texto deviene praxis en las
ficciones y los tempranos planteamientos críticos de uno de los grandes
renovadores de la literatura en Hispanoamérica, el argentino Jorge Luis Borges,
quien ya en 1932, en su famoso texto El escritor argentino y la tradición, reclamaba
para los "escritores sudamericanos en general", el manejo de los muchos temas
europeos, de manera irreverente, si se quiere, sin supersticiones de ninguna clase,
sin complejos de inferioridad, pues siempre fue firme en pensar que los temas de la
literatura y su tratamiento forman parte de un patrimonio universal, seguro como
estaba de que "nuestra tradición es toda la cultura occidental", más allá de
cualquier regionalismo o nacionalismo que reduzca lo litera rio al mero color local,
permaneciendo peligrosamente de espaldas a la comunicación con el mundo.
Desde esta perspectiva, se trata de convocar varias miradas y trabajar con base en
materiales diversos, entre ellos los escritos por los creadores que formulan sus
poéticas, se revelan autoconcientes y se constituyen sujetos que buscan afirmarse,
para empezar a hablar ya de la recepción de un lector activo, que toma parte y se
cuestiona. De ahí que éste pueda comprobar en el avance de la novelística
latinoamericana la existencia de un microcosmos múltiple y simbólico, donde el
autor plantea sus convicciones en torno al mundo y a las ideas y donde el lector
parte de su experiencia para decodificar y animar los componentes de ese otro
mundo que es la ficción.
(...)se pretende validar la evolución de una literatura que ha ofrecido y aún ofrece
grandes obras y sugiere otros caminos en el universo verbal, en oposición al
desgaste literario que los propios protagonistas de la narrativa europea no dudan
en señalar.
III. El problema
Los debates internacionales han puesto sobre el tapete dos formas de asumir la
noción de literatura. Por un lado, se halla la serie de ideologemas de una
concepción burguesa del corpus literario que argumenta la diferencia entre aquello
que es y no es literatura, en el intento por canonizar una ideología en la que prima
el arte por el arte, y en la que entonces sería posible separar la narración no ficticia
de la ficticia, de acuerdo con presupuestos estéticos delimitados por norma, como
los del profesor Yuri M. Lotman, para quien, a modo de ejemplo, la literatura posee
un conjunto cerrado de unidades de significación y de reglas combinatorias que
enmarcan el texto artístico y que lo alejan del ámbito desde el cual fue creado y de
la lengua natural de la que es producto. Aquí descollaría además el mito del autor
demiurgo, del creador autónomo, desde los conceptos racionalistas de Althusser
(1968), que establece una clara diferencia entre ciencia e ideología. Se sostiene por
esta línea la existencia de un texto que se valida a sí mismo como producto o
artefacto artístico, lo cual obliga a considerar la obra literaria ajena a toda realidad
concreta -en especial la del autor, desconociendo por entero las circunstancias que
determinaron el surgimiento, en el plano de lo estético, de ese texto conectado a lo
histórico real-. En otras palabras, se reproduce aquí de nuevo el viejo debate sobre
lo que se considera "alta cultura", en detrimento de aquellas manifestaciones
nacidas en la periferia o en la marginalia y en el seno mismo de sociedades que
sufren profundos cambios socio-culturales y donde la literatura asume el signo de
su representación, a la manera de Tres tristes tigres de Cabrera Infante y Boquitas
pintadas de Manuel Puig. Por el lado de la reflexión se privilegia el estudio de
la cultura popular, como lo han hecho con profundidad Carlos Monsiváis (Escenas
de pudor y liviandad. 1981), Jesús Martín-Barbero (De los medios a las
mediaciones. 1987) y Néstor García Canclini (Culturas Híbridas. Estrategias para
entrar y salir de la modernidad.1989).
Por esta vía, se pretende validar la evolución de una literatura que ha ofrecido y
aún ofrece grandes obras y sugiere otros caminos en el universo verbal, en
oposición al desgaste literario que los propios protagonistas de la narrativa europea
no dudan en señalar. Milan Kundera llama la atención sobre las consideraciones de
la vanguardia en torno a la muerte de la novela. El mismo sostiene que la novela
muere con Cervantes, el creador de la Era moderna, puesto que la novela es
revelación de la condición del ser -he ahí su moral-, es signo de su búsqueda
libertaria y ante los totalitarismos, de los que tanto ha experimentado el viejo
continente, la novela se desgasta. Sin embargo, sus reflexiones giran en torno al
hecho de la novela europea; en ningún momento alude a la tradición narrativa de
Latinoamérica, donde, por encima de los totalitarismos, de los intervencionismos y
las múltiples formas de la violencia, florece la estética en obras como Yo, el
Supremo, El otoño del patriarca, La tejedora de coronas o Santa Evita. De modo
que lo propuesto por Fernández Retamar es tan sólo adoptar conciencia frente a la
realidad literaria nuestra y validarla desde una perspectiva latinoamericana, un
tanto para buscar en el espejo de la tradición aquella imagen que se difumina en
los discursos prestados y en las miradas de fuera, en detrimento de la memoria
compartida. Valencia Goelkel se refiere a la muerte de la novela y afirma que lo que
está en cuestión no es el destino de la novela, "lo que está en cuestión es la
literatura toda", y en particular, dice, la noción que se tiene de la literatura en el
continente, que es por excelencia de corte europea y norteamericana.
Al fin y al cabo, ¿ quién nos asegura que el Quijote no desvió su camino y aún no
ha regresado?.
Para Carlos Rincón las dos nociones en torno al hecho de la literatura -la mirada
burguesa que privilegia el texto como objeto meramente artístico y la obra literaria
que responde a un momento histórico y cultural, asumida desde una estética de la
recepción- han aportado al establecimiento de una labor literaria como práctica
social, desde sus dos variantes, la escritura y la lectura, lo cual abona a la
construcción de una historia concreta que se asume desde el plano de la ficción. No
se trata por lo tanto de eliminar una de las dos propuestas, sino más bien de
amalgamarlas para ofrecer una visión mucho más amplia y comprometida con los
procesos inherentes al desarrollo de las literaturas en Hispanoamérica, conectadas,
en virtud de sus búsquedas, a un nuevo estado del arte y de las estéticas, donde el
centro cada vez se torna menos transparente, más huidizo: "La pregunta por los
límites de los estético -sostiene Rincón-ha adquirido en la actualidad relieve
particular, en la medida en que hoy ya nadie quiere saber, antes de toda
experiencia, lo que sería y no sería arte". Con o sin centro definido, el hecho
estético convoca el misterio, al decir de Borges y entonces sucede, se resuelve,
para continuar alargan do esa cadena que eslabón tras eslabón indaga por la
condición de los seres y que trasluce, a la vez, un tejido dador de forma, signo de
abstracción, encrucijada en que se materializan los fenómenos de la libertad y el
sueño, la solidaridad y el miedo, la vida, la muerte o el deseo, instancias propias de
sujetos en movimiento, los mismos que tal vez alguna vez salieron indefensos al
mundo a enfrentarse por un motivo prefigurado en las páginas de un libro que aún
no termina de escribirse. Lo otro es el silencio, la pasión inacabada.
NOTAS
(1) FUENTES, Carlos. La nueva novela hispanoamericana. Cuadernos Joaquín Mortíz, México, 1974.
(2) VALENCIA GOELKEL, Hernando. Oficio crítico. Biblioteca Familiar Presidencia de la República, Santa Fe de
Bogotá, 1997, p.303-324. Inicialmente este texto formó parte del libro América en su literatura, compilado
por César Fernández Moreno, Siglo XXI, México, 1978.
(3) AMAURY, Antonio. Jorge Amado contra la literatura latinoamericana, en El Universal,Caracas, 19-XII-1977.
(4) GALSTER, Ingrid. La teoría literaria hispanoamericana entre dependencia y búsqueda de autonomía.
Revista Gaceta de Colcultura, No. 35, agosto de 1996.
(5) ECO, Umberto. La definición del arte. Planeta-Agostini, Bogotá, 1985, p.17.
(6) Lo cita Ingrid Galster en su texto La teoría literaria hispanoamericana entre dependencia y búsqueda de
autonomía, Op. cit.
(7) Cfr. FAJARDO, Diógenes. El discurso literario como seducción o identidad. Instituto Caro y Cuervo,
Bogotá, diciembre 2 de 1988, p.1. Para un estudio inicial de los tres grandes temas señalados por Fajardo, es
preciso apoyarnos en los siguientes textos: I. Para el problema civilización/barbarie: De la Barbarie a la
Imaginación. La experiencia leída. R. H. Moreno Durán. Tercer Mudo Editores, Bogotá, 1988. II. Para el tema
delDictador: Los dictadores latinoamericanos. Angel Rama. Fondo de Cultura Económica, México, 1976. III.
Para el problema de la Identidad: La crítica de la cultura en América latina. Ángel Rama. Biblioteca
Ayacucho, No, 119, Barcelona, 1985. América Latina :La identidad y la máscara. Rosalba Campra. Siglo
XXI Editores, México, 1987.
(8) RINCON, Carlos. El cambio actual de la noción de literatura y otros estudios de teoría y crítica
latinoamericana. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1978. p. 17.
(9) Citado por Carlos Rincón en, El cambio actual de la noción de literatura y otros estudios de teoría y
crítica latinoamericana. Op. cit., p.246.
(10) FERNANDEZ RETAMAR, Roberto. Para una teoría de la literatura hispanoamericana y otras
aproximaciones. Revista Casa de las Américas, No. 16, La Habana, 1975, p. 53.
(12) JAMESON, Fredric. El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío. Revista Casa de las
Américas, No. 155-156., La Habana, Marzo-junio de 1986, p.141.
(14) RINCON, Carlos. Mapas y Pliegues. Ensayos de cartografía cultural y de lectura del
Neobarroco. Colcultura, Santa Fe de Bogotá, 1996, p.7.