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Bodas de plata

La selección de las piezas de los siete libros de Esteban Moore no es tarea fácil, es más,
con los mutilados haría otra selección; pero, en fin, será cuestión de que en algún
momento se edite en un solo volumen toda la obra.
El advenimiento de la democracia trajo una poética distinta marcada por un
compromiso directo con la sociedad y sus libertades, pero, también con la resaca de los
siete años de oscuridad y silencio. Había que decir y Moore, poco a poco se desprende
del dolor y dibuja un panorama profundo de la ciudad y su gente hasta lograr las
lecciones cotidianas y sus cosas, en historias de vida, pasando por la ruta y la desolación
de la Patagonia.
La noche en llamas y Providencia terrenal son los dos primeros libros, que van
marcando un progresivo instinto de libertad poética; se inicia con breves y contundentes
piezas que dan cuenta el pasaje a un orden constitucional con el dolor de los muertos en
la memoria. El género social identifica el inicio de su obra, como ejemplo el poema “mi
buenos aires querido” : en una bella ciudad / del lejano sur del mundo / un niño / con
amorosa osadía / se tiene en la hamaca / sus impulsos agitan / la desparramada ceniza
de los muertos / en nuestras habitaciones / gobernadas por el cerrojo / la memoria es
un muro / que no puede ser derribado. Una manera directa sin perder emoción que va
desprendiéndose del romanticismo, y culmina con una voz pulida que identifica la
generación del 80 en el libro Con Bogey en Casablanca
( bogey bebe en silencio / el agrio bourbon del olvido / su mirada perdida en la noche
africana / oculta las profundas cicatrices del amor . con bogey en casablanca.). En el
prólogo de la primera edición, dice Joaquin Giannuzi:
“…esta poesía nace de un compromiso a fondo con la existencia. La realidad y la
experiencia personal se han conjugado dialécticamente hasta destilar un universo
poético de rasgos propios cuya forma ha evolucionado desde un esquematismo riguroso
hasta una densidad en expansión de rica imaginación metafórica. Pero el lenguaje ha
mantenido no sólo su identidad de acento sino un digno nivel de precisión.”
En los noventa se editan dos libros: Tiempos que van (“Hay en “Tiempos que van” el
testimonio de un solista a muchas voces –una polifonía que se anuda y hace nudo para
el espacio de un tono personal- y que se encuentra en el despliegue de comparaciones y
ambigüedades. Escritura impulsada en atravesar como pocas y extrañamente /las ropas,
los cuerpos, la palabra. Pareciera que los poemas se sostienen por un delgadísimo hilo
donde la extrañeza, el asombro, el desencanto, se despliegan en un lenguaje controlado,
terso y riguroso. Se puede evocar al leer este libro un desierto que decrece hasta dar en
pozos de ceniza, pero que también el dolor puede transmutarse en goce por la magia y el
‘hacer’ (diría Valery) de una obra sostenida.” –Jorge García Sabal , 1995- ), e
Instantáneas de fin de siglo, con suma solidez desarrolla un estilo propio, diría que
junto a Con Bogey en Casablanca forman la trilogía esencial, no sólo de la obra de
Esteban Moore, sino para entender en profundidad la llamada generación del 80; que
una de sus características es el cambio de la influencia europea ( francesa, sobre todo ),
por la norteamericana. Y en esta trilogía es clave el extenso trabajo de traducciones de
poetas anglosajones que realizó Moore. Es la expresión más acabada en toda su obra.
Del primero rescato un poema único en forma y espacio: Fragmentos. La obsesión que
siempre da vueltas “los desaparecidos”; en esta pieza Moore da cuenta de que “no hay
cadáveres”, que es imposible un duelo sin cuerpo; muestra la lucidez en tiempos
difíciles , o por lo menos, cuando otras voces planteaban otra cosa ( TATA / aquí / hubo
muerte / y / mucho más / sí mucho más / después / de / sí / lo / peor / de / lo / peor / sí /
después / de / así es / TATA / aquí / hay muertos / muchos / muchos muertos / y ningún
cuerpo / ningún / cuerpo / NINGÚN CUERPO / NINGÚN CUERPO / NINGÚN
CUERPO / NINGÚN CUERPO / NINGÚN CUERPO / NINGÚN / NINGÚ / NING /
NIN / NI / N. )
Del segundo, una obra maestra, me animo a decir el mejor poema o el más significativo:
Ángeles caídos, un recorrido contundente por la poesía, los poetas, el dolor y la ciudad
envuelta en palabras e imágenes…desborda de emoción ( no busquemos en el pasado /
edenes ilusorios / menos aún / la seguridad de las jerarquías / el siglo nos presentará /
las imaginadas ruinas. )
En la década del 2000 salen a la luz de las librerías dos nuevos libros : Partes mínimas
y El avión negro . Con el primero se produce un cambio notorio en el ritmo, respiración
cortada mediante la utilización de largas líneas, hileras de puntos y amplios espacios.
Dividido en dos, formamos parte de la experiencia de un viaje de ida y vuelta por las
rutas del sur argentino. Estas piezas breves llevan por título versos de poetas y se
alternan descripción y abstracción con una notable fuerza lírica. El poeta Moore nos
sorprende nuevamente en este giro inédito. Se alza la voz porteña. Acerca de este libro,
dijo el poeta Luis Benítez: “La frecuente combinación de magnitudes máximas y
mínimas hace intensas las imágenes; las graciosas codornices, vívidamente captadas
por el ojo poético de Moore, nada saben del fragor del lejano deshielo, pero de algún
modo lo leen en el brillo de las gotas; la mano que sopesa un canto rodado palpa
también un inmemorial trajín de aguas y de edades; otra piedra tocada, al despertar en la
mente la palabra “meteoro”, desencadena una instantánea percepción de espacios
siderales. Cuadros misteriosos, cuya atmósfera se enrarece aún más cuando, en algún
pasaje, la marginalidad de lo humano se margina hasta desvanecerse, dejando ante el
lector un mundo entrevisto un instante antes o un instante después de la presencia del
hombre en la tierra, un mundo de puras presencias elementales o puras ondas de energía
en caprichoso entretejido. La imaginería, de impresionista y expresionista, pasa
entonces a ser abstracta; la mirada del cosmólogo se ha combinado con la de un físico
atómico algo fantaseador y travieso.”
En el segundo libro aparece el contador de historias, es increíble la destreza lírica que se
plantean en estas piezas. Historias que para cualquier escritor con oficio le llevaría entre
cinco a siete páginas, el poeta la desarrolla en cuarenta o cincuenta versos. La
extraordinaria madurez poética hace infinita las posibilidades en el futuro de su obra.
Insisto en esta voz porteña que toma una fotografía, los cines, un programa de radio,
hasta lugares en pueblitos del interior; y escribe poemas de alto poder emotivo. Una
nueva lírica abre las puertas del siglo. Dijo el filoso Daniel Fara:
“Con todo esto, Moore logra el tipo de unidad propia del mosaico, del collage. La logra
dentro de cada poema y en el conjunto, que es el libro. En cuanto al reconocimiento
explícito de lo literario, esto no determina que El avión negro... sea un poemario para
intelectuales, para escritores; al contrario de eso, el autorreconocimiento aparece como
un rasgo de sinceridad, natural a la enunciación, que potencia, en vez de apagar, la
emotividad de las piezas.
Convengamos en algo: todo el que escribe, sean cuales sean sus temas, su estilo, sus
referentes, terminará dibujando su propia cara. Sin embargo, entre el onanismo de la
ensimismada, monoideativa escritura memorialista, que ahoga cada vez más a nuestra
literatura, y logros como los de Moore en este libro, hay mucha, muchísima distancia.
En concreto, media el espacio de lectura más caro al amante de la buena poesía; ese
territorio en el que lo incidental, como un pantógrafo, reconoce minuciosamente los
rasgos del autor sólo para trazar en un plano trascendente la forma inenarrable de
nuestra emoción lectora.”
En síntesis, los pilares de la obra poética de Moore: el minucioso y productivo trabajo
de las traducciones anglosajonas, la extensa y profunda lectura de la literatura
rioplatense y su vida curiosa, a veces como un flaneur y otras involucrado totalmente en
la escena. Y de sus publicaciones podría decir, los dos primeros libros tantean el
terreno; tercero, cuarto y quinto, el punto más alto de la vanguardia ochentista ; el sexto,
el habla porteña, una vuelta de tuerca a todo lo anterior; el séptimo, el punto más alto de
su obra. Siete libros que tienen en común una voz inconfundible, por más que cada tanto
queme las naves o mezcle y vuele a dar.
Es un placer leer esta obra en sus bodas de plata, en sus veinticinco años de poesía.
Ahora a esperar lo que vendrá.

jorge rivelli

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