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Balada para un Ángel Blasfemo
Chester Swann
chester_swann@yahoo.es
cheswann@gmail.com
www.tetraskelion.org
de Derechos de Autor
TETRASKELION
i.S.B.N. en trámite
2005
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Chester Swann
Dedicado
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Balada para un Ángel Blasfemo
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Chester Swann
Chester Swann
Balada para un
Ángel blasfemo
TETRASKELION
ΤΗΤΡΑΣΚΗΛΙΩΝ
2007
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Balada para un Ángel Blasfemo
INTRODUCCION
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Balada para un Ángel Blasfemo
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bostezar, que del delirio te has de librar solo! Tan solo como siem-
pre has estado. Deberás admitir que cuanto has asimilado en tu in-
fancia de paria sin par, malparado y malparido —y en las escuelas
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adrede a los Siete Pecados del Capital, al cual los clérigos defen-
dían, casulla al viento y cruces empuñadas, cual flamígeras espadas
cia consentida, para escuchar mi voz venida del desierto, a través del
viento de los siglos, amén. ¿Recuerdas, desdichado, tus intermina-
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par a los verdes paraísos de añosos troncos que ornaban las avenidas
de tu pueblo adoptivo. Fue ese amigo solidario, quien te brindara
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timiento sacro, para ceñir tu frente con los lauros —espinosos y es-
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mente, los esbirros del tirano de mi país, pero poco podrán imaginar
estos perros de presa lo libre que puedo llegar a ser, aún constreñido
por férreos barrotes con que intentan vanamente amordazar mi con-
que hacen falta mil verdugos para doblegar una voluntad forjada en
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infancia, reprimida y fugaz. Tanto por parte de mis padres, como del
los cuales conversaba con una entidad misteriosa. Tras el breve ca-
labra “libertad”.
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apenas los guardo para mi coleto. No me queda otra que apretar los
finado hace días. Pareciera ayer nomás, que mis padres me dieran
de cintarazos por negarme a recibir la primera comunión, no expli-
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fección; y tal vez ello les importara más que mi piedad religiosa en
franca declinación por caducidad de credulidad.
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nes; de ésos que patrullan en pareja, porque uno sabe leer y el otro
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una vez más, el por qué de la resistencia del preso número sesenta y
siete a tan brutales castigos sin abrir la boca.
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II
Debes saber que los arcángeles —tanto los sumisos como los rebel-
des al demiurgo—, somos ubicuos y omnipresentes; como el aire
que estás siendo puesto a prueba ante las potencias cósmicas que
regulan la precisión de los astros y las esferas que ruedan en la vas-
tedad del espacio. Eso significa que pronto serás de nuevo como
nosotros, los abanderados de la rebelión contra una inmensa poten-
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dos días del Big Bang, del Gran Orgasmo, o como prefieras llamar-
sión, regirá las futuras galaxias. Nada más aberrante, que ser vil y
genuflexo a todo poder que sobrepasare el nivel de nuestra concien-
hora desapareció ese tipo? ¡No sé nada, mi comisario! ¡Le juro que
no sé como pudo…! ¡Flojo, inútil ¡Usted estuvo de guardia anoche
corredor del tétrico D-3, salpicando ecos por segundos, como chis-
microcentro.
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las piernas. —¿Qué era ese punto de luz? ¡Ah! Un rayo filtrado des-
de arriba por un agujero del piso superior de madera, respetado de
dirijo hacia una arboleda… tan cercana como mis sensaciones. Tomo
fuesen minutos y las horas días o los días siglos. La oda brota a
cular a mi alrededor.
¡Oficial de guardia! ¡A su orden mi comisario! ¿Tiene la lista de
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pero era yo, sonriendo. Era yo, pero al mismo tiempo otro, descono-
lejanos días del orgasmo cósmico, hasta el instante en que las trom-
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ma de los rebeldes, los divinos lauros del arte y las ciencias, sólo
ciñen a los locos y los iluminados por los veneros de la transgresión.
Los otros, los devotos del Becerro de Oro te condenarán, bajo anate-
da, que los días de los inicuos están tasados y pesados en La Balan-
za, habiendo sido hallados en falta. Tu prometeico fuego deberá
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aguardará aquí.
dante que, papel en mano, grazna los nombres de los enterrados vi-
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dan las órdenes en este lugar; al que trato de evitar comparar con un
vertido el Paraguay, bajo las botas del tirano. Algunos hasta se com-
padecen de mi calamitoso estado y uno de ellos, un raterillo homo-
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este perro mundo a causa de los sádicos golpes que lo hicieron ori-
tos, casi tanto como los santos inquisidores del siglo de plomo euro-
peo.
¡Permiso mi comisario! El detenido ése, no aparece en la celda. Por
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pudo escapar por la puerta porque hay dos centinelas armados con
basura, que no otra cosa serán. A tientas y con lentitud voy aproxi-
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clima está muy agradable, pese al calor apabullante que reina ahora
habitar este extraño lugar, más parecido a una suerte de edén espa-
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que la luz solar era mezquina de tan menesterosa, en ese fétido agu-
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como todos los idiotas con cargo de confianza. Los guardias revisa-
lo vamos a descuerear hasta que Dios diga basta. ¿Y qué quiere que
Nadie va a reclamar por mí, y de una u otra forma voy a ser libre. No
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guar, aunque tuvieran que torturar a todos los presos y sus guardias
blaría hasta por los codos. Tras vanos intentos y crueles castigos, el
detenido se desmayó sin soltar prenda, siendo arrastrado de las pier-
que nadie lo podrá impedir. También podrás compartir con tus igua-
les en esa dimensión ajena a este tiempo y lugar, pues nosotros no
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te encuentres allí. Son tus pensamientos los que deberán tronar como
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to, pues que la más odiosa y asfixiante rutina reina entre estas no
menos odiosas paredes. Una sola vez lo dejé ganar para captar su
confianza; desembuchando todas sus frustraciones como vómito es-
una novela negra de Sade; aunque pudiera ser que fuera de aquí os-
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cién traído del “Lido Bar” —aunque haya llegado tibio como col-
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Campos Alum. Muy poco por lo visto hacía falta para deschavetar-
los. Volví a lanzar otro dardo. —Yo soy libre, mal que le pese, comi-
sario. Sólo siento que el resto del país esté poblado de borregos
siendo así, para gloria de un imperio. ¿Me equivoco? ¿Me está pro-
vocando o quiere probar la eficacia de nuestros interrogatorios? re-
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su faz, como si presintiese algún extraño poder por encima de él, que
fin. Esa noche, acunado por los ronquidos de los detenidos, inmer-
Una vez que todos duerman, será más fácil, aunque de pronto la
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III
Todos tus amores, tus temores, tus resquemores, tus amigos y quie-
nes han marcado de una u otra forma tu existencia carnal, estarán
de tí. Debes recordar que tus padres te amaban, pese a castigar dura-
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filoso fruto del arte toledano. También hizo mermar tus temores al
mínimo, como podrás percibirlo. De haber soslayado tales punicio-
tivo del positivo? ¿Puede el calor medrar ajeno al frío? ¡No! Existe
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tente, pese a todo, y supongo que debo evitar palabras inútiles que
Ella catequista devota, yo rebelde con causa, pese a que tantas veces
me tocó dar la otra mejilla aún sin desearlo cristianamente, como
cado su presencia en ese lugar ajeno a todo lugar; a este tiempo aje-
polaquita apareció, como entre brumas, en mis poco gratos (de tedio
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cabo. ¡Vaya uno a saber! Pero volví a preguntarme qué haría ella
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tes años. Era, ésta, trigueña aceitunada del tipo clásico celta y galai-
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cular. Tan sólo esbozaría una tímida y neutra sonrisa, que no expre-
só alegría ni tristeza, sino lo viceversa. ¡Cómo puede la mente ju-
avaricia las entrañas del bosque, cuando de pronto sentí una suerte
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al mismo tiempo su santa ira, en pro del ecce homo, cundió alerta
roja en las tenebrosas mentes de la oficialidad. El temible tortura-
dor no tuvo más remedio que insertar violín en bolsa como quien
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De la frontera, seguridad
El contrabando es mi vocación
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moniar a las pirañas del Río Salado ataviado con botas de hormigón.
Los dos jefes máximos de la policía e “investigaciones” suspiraron
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IV
arcángel de Luz: Daimon est Deus Inversus, y atiza con tus ende-
chas la vibrante llama del Espíritu para avivarla cada tanto. Todos
Antes que los Elohim fuesen, Él, ha sido. Antes que Yah’Veh, el
cas del poder y sus hierofantes turibularios; por tanto, eres de los
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nuestros. Tan nuestro como las ideas, como los conceptos; como la
siempre que el cosmos es demasiado vasto para ser regulado por una
sola entidad, por más eterna, ubicua y omnisciente que fuese ésta.
Recuerda que la filosofía es apenas la punta del ovillo que te condu-
cirá a las fuentes, y que esas fuentes están en tí. No olvides que
a los devotos de La Culpa, para que la cargasen sobre sí, por los
siglos de los siglos, amén. Tú, nada más necesitas de una guitarra,
que las palabras llueven de los nimbos del Verbo, sobre tí. Sólo has
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del calabozo ¡y de repente se hizo humo! ¡Sí! Así como lo oye. Pasó
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invitaron chocolate, que mandó traer ese otro preso, el gerente del
Lido, el austriaco aquél. No, mejor deje nomás ahí, oficial. Hay
me sale con lo mismo. Eso quiere decir que no estoy loco… o todos
estamos locos. O sea, da igual que lo mismo. Váyase nomás, oficial
a dormir y olvide lo que vio. ¡Ah! Esta noche, apaguen la luz del
mestiza que servía en casa, allá por los años cincuenta y dos de la era
peronista declinante, tras la muerte de Eva Perón. Yo tenía apenas
travesuras. Carlota llegó a hacerse casi parte de mí, durante los bre-
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con la cultura oral, digámoslo así, pese a que con algunos de mis
nunca hube comentado entre ellos mis secretos, quizá por vergüenza
siado, la dejé expresar sus carencias y satisfice tal vez sus anhelos,
aunque sin mover un dedo para ello, como un hombre-objeto cual-
Merlina era la inocencia misma, cuando sugería con una sonrisa “¿Ju-
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sus doce, Merlina dejó sin efecto sus medicinales juegos infantiles
con nosotros, para dedicarse íntegramente a su amigo favorito: Hugo
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dar. No llegué al amor con Silvia (así la llamaré ahora, pues olvidé
el suyo), sino apenas alguna que otra caricia erótica y clandestina o
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por los “diferentes”. Odio al que tampoco eran ajenos los otros
presos comunes que habitaban la superpoblada mazmorra. Cierto
mente aporreado por varios suboficiales y hasta por alguno que otro
para mi coleto que había que ser muy macho para soportarlo todo.
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tanto era pisoteado por los otros presos que deseaban sumarse a la
pomada no era mía, pues que estaba totalmente con lo puesto y casi
nada más. ¿Quién la habría puesto en mis manos, para que jugara al
ban en las torturas a los “políticos”. Una tarde, tras casi dos sema-
nas, fue liberado como si tal cosa. Antes de irse prometió localizar a
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Apagaron la luz del altillo y las tinieblas me rodeaban esa noche ¿Lo
harían a propósito? De seguro que sí, ya que siempre tenían la cos-
tumbre de tener luces allí toda la noche. Me será difícil localizar “el
cuando divisé una pálida luz que nos llegaba desde el pasillo de la
cos del excusado, han quedado atrás. Mis fosas nasales aliviadas
respiran con fruición el aire balsámico del bosquecillo, saturado de
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cisión, me siento sobre una piedra plana al pie del paraíso florecido
lugar sin tiempo, para rescatar mis apuntes. Puedo acceder al cre-
púsculo perpetuo, desde dentro de la celda, pero una vez fuera de
al otro lado del espejo del tiempo. Me recuesto sobre la hierba para
ver qué puedo soñar dentro del sueño mismo que se me antoja vivir
en esos momentos. No hace falta mucho, para sumirme en un agra-
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sus casas para evitar la corrupción de sus hijos, varones o no. Creo
que mi padre conocía mis juegos, pero no hizo mención de ello,
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cosa: “presente”.
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raguaya, es decir los jueces, daba lo mismo. Por ello, cada tanto
venía alguno a presenciar los interrogatorios brutales que allí se efec-
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Esa noche, la chica (14 años tendría a lo sumo, ya que era una “cria-
da”), pasó por la temida pileta. Escucharon los detenidos sus alari-
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misma.
nel. Este individuo, que apenas sabe leer y escribir, ha sido desig-
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voce en la celda, que tiene más poder que el mismo jefe de policía.
Entro a su despacho, situado como a media cuadra de donde paso
qué no contó bien cómo hace para escurrir el bulto a los controles
nocturnos? No queremos perjudicarle, pero sí saber cómo lo hace.
Es cierto que hasta ahora no se escapó del todo, y es capaz que pue-
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parse cada vez que les canta el culo? Esto va a ser un desastre.
Nada debe salir de nuestra área de control ¿Entiende usté individo?
como dicen. Creo que sus centinelas sufren de algún delirio a causa
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aún me sobra ¡Uy qué miedo, jefecito, usted, que es capaz de robar-
se la paciencia ajena! Intento provocarlo para que me retengan por
sado lejano. Tan lejano como mi niñez casi adulterada por circuns-
tancias convergentes, decisiones bifurcadas en fuga o frustraciones
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escucha oculto por ahí. No está a mi alcance explicar por qué sus
centinelas han creído que me estoy escapando, proseguí calmo y
con el superior gobierno, por tanto seguirá allí hasta que suenen las
trompetas del juicio final, exclamo Pastor Coronel airado, aunque
ba que el juicio final se hallaba más cerca suyo que mío. Media hora
más tarde, estaba incómodamente instalado en la mugrosa celda, pero
evitaron ponerme mano encima; quizá por creer ellos que les daría
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mala suerte. No pude menos que sonreír ante tanta estupidez insti-
por esos días, sino más bien abusaban sexualmente con frecuencia
de ellas, los oficiales y sub oficiales, de morboso turno; cuando no
Luego supe que dos de ellas eran activistas campesinas de las des-
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dos cuando les curtían la piel a guachazos los del comité de recep-
ción. Nadie ingresaba sin ser azotado, a ese lugar de pesadillas in-
termitentes. Generalmente era el superior de guardia, de jerarquía
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no sé qué conversar con éstos y hasta jugar a las damas (el ajedrez
era reacio a llevar en las molleras. O quizá por haber leído libros,
que no estaban en condiciones de adquirir, ni autorizados a leer, a
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siderando los jefes para ponerte en libertad!”, o “Falta poco para que
te larguen”. En un sucio trozo de papel escribí un poema titulado
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da hasta tus presentes, si así te place. Muy pronto tus carceleros irán
a rendir cuentas a la justicia y verán desmoronarse su imperio de
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si le place, como lo hace el resto del país, que aún no sabe que es
con todo a ese tipo cuando llegó detenido. Y ese sub oficial, no me
recuerdo su apellido ahora, sí, ése que está en Lagerenza ahora, el
pegó mucho y le pileteó todo mal hasta matarlo casi, con la ayuda de
esos ladrones consuetudinarios: Charú y Churí. Éste ya descansa en
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rio. No gritó nada; apenas gemía un poco, como para oídos sordos.
por meses. Usté no sabe todo lo que está pasando allá. Bueno.
Váyase nomás, que después voy a ver qué está pasando realmente, y
¡guay! si usté me está exagerando, oficial, le prometo vacaciones en
Ahora es más fácil evadirse al otro lado del espejo. Sólo tengo que
voltear la cabeza, cuando el rayo de luz cae sobre mí. Por más que
miren a cada rato, sólo verán el bulto de mi imagen virtual. Me hallo
el fracaso del puscht, y nosotros con él. Las niñas nos rodean y
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ron muy cerca, mientras ella me echó el brazo por sobre el hombro
ojos como par de huevos fritos con la cabeza hacia abajo, goteando
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hacer barra con otros varones mayores para jugar a los pistoleros y
soldados por ser esto más movidos y emocionantes. Las niñas con
con sus congéneres, a las muñecas o a las visitas. Ese año nos muda-
mos al pueblo de Apóstoles, donde haría mis primeras aulas. Hasta
una escuela primaria (turno mañana y sólo varones, por las dudas),
caminando rumbo a ella, con aprehensiones de quien se siente sapo
ca inicial. Tras el primer shock escolar (no era tan mala después de
2 Vosotros, que entráis aquí, dejad toda esperanza. Versos de Dante Alighieri.
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ces ocho años, cortitos como el pantalón con tiradores que portaba?
Tal vez a las niñas las excitaban ciertos juegos, pero francamente, a
de los patrones. Sólo los hijos del destierro eran solidarios conmigo,
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yos de otra escuela, a fin de hacer barra con éstos para contrarrestar
la agresividad de los pueblerinos. No tardaron en unirse a mis cla-
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olvidó nada, pero no podemos tener preso a un tipo así, que sale y
ese tipo no aparece, usté también va a ligar algo de parte del gene-
ral… así que, creo que será mejor, para usté y para nosotros, darlo
así nomás, en una pieza reforzada, con una sola puerta de hierro y
tres candados? ¡Sí, mi comisario! ¡Ahí acaban de notificarme que
Günter, ése del Lido Bar! ¿Qué hacemos? ¡Al preso nada! ¡A usté,
diez días de arresto por darme noticias falsas y hacerme perder tiem-
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¡Tienes que superar esa molicie que te impulsa a rechazar los azares
cio, donde sólo habitan los fantasmas creados por tu mente? ¿Crees
acaso que podrás detener al tiempo por una eternidad y menos aún
Hazlo con música, con danzas, con imágenes, con versos, con gritos
o gestos obscenos, ¡pero hazlo! De lo contrario, deberás ingresar al
túnel del olvido para que otro ocupase tu sitial en el universo mate-
rial, donde los dioses dirimen sus eternas rencillas, usando a la hu-
manidad como trebejos. Este edificio vetusto deberá ser evacuado
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Cierta tarde llegó una orden, firmada por el propio jefe de la Policía
de la Capital, el general Francisco Alcibíades Brítez, ordenando la
la orden del general Brítez, y casi todos los presos fueron destinados
a sus respectivos chiqueros, de acuerdo a la orden. Sólo restaba el
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todiar una celda vacía, pero ésta ostentaba sólo un candado maltre-
cho y oxidado por todo ornato a la vieja reja, pulida por miles de
para toda la policía, siendo esperado día tras día, como si no se pu-
oficial de guardia era apenas sub oficial y quedó allí en castigo, pues
el preso sesenta y siete habíase esfumado en sus propias narices.
del oficial de guardia, fue casi tan intenso como el descrito anterior-
mente, sólo que por otro motivo. Estaba harto de permanecer en esa
único candado y a los sólidos hierros, que por años sirvieron para
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por el lóbrego pasillo, sigilosamente, sin hacer caso del único perso-
nal de guardia, el cual trató de abrazarlo deseándole auspiciosa li-
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los cimientos del nuevo edificio, que los restos de una persona ma-
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