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del
Costalero y Horquillero
Cofradía
del
Stmo. Cristo de la Misericordia
María Stma. de la Soledad
y
Cristo Resucitado
Pregonero:
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Sea para ti, Santísima Virgen de la Piedad, Madre y protectora de estas mis
amadas tierras bastetanas y de estas mis gentes más queridas, mi primer saludo.
El arma más poderosa que pueda tener el ser humano, es sin lugar a dudas, la
palabra.
Esa misma arma que el Hijo de Dios utilizó antes sus enemigos. Palabras
transformadas en calificativos, en adjetivos, en expresiones verbales dirigidos, en
este caso, a la “Reina de Baza”, a Nuestra Señora la Stma. Virgen de la Piedad
Coronada.
Ella nos abre con su mirada las puertas de la gran corte celestial, para dibujar
sobre la inmensidad de una nube, sobre la fortaleza del rezo de una salve, el mejor
de los posibles encuentros con los seres queridos que su Hijo llamó y que se
encuentran cada mañana en los primeros rayos de sol.
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Sea este el momento, en que este humilde pregonero te pida Madre mía por
todos y cada uno de nuestros difuntos seres queridos, por nuestras hermanas y
hermanos cofrades que dejaron de estar con nosotros, para ocupar un lugar al lado
del Padre Eterno.
Abogada:
Piadosa:
La Patrona de Baza, está llena de una piedad que “emborracha” a todos los
que escribimos su nombre. Nombre que ni siquiera la fuerza de los vientos
transformados en la hipocresía, envidia, celos o traiciones humanas puede borrar.
Piadosa es esta Alcaldesa Perpetua, que mira con optimismo el futuro de sus
hijos. De esos hijos a los que Ella protege y mira con amor.
Piadosa, esa es la palabra que bautiza su presencia. Esa es, no podría ser
otra, la hermosa palabra que ponga punto y final, a este breve y particular
diccionario, para gritar, una y mil veces:
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Con la venia de mi Señora:
Gracias a Rafael por sus palabras de presentación ante ustedes y por ese cariñoso
perfil que ha trazado sobre mi vida. Palabras abrumadoras para mí de tan cordiales,
y que le agradezco desde lo más noble de mi corazón.
Al otro lado del hilo telefónico, nuestro querido amigo y Hermano Mayor,
Ricardo Sánchez y Yéste, por parte de madre. Tras los saludos habituales me
comunicó el acuerdo adoptado por la Junta de Gobierno, que tan magistralmente
preside, por el cual se me invitaba a pronunciar el “VI Pregón del Costalero y
Horquillero” de la Cofradía de mis amores.
Al oír tal noticia noté como un ligero sudor brotaba “de súbito” por mi
frente; la emoción me embargó y ni un solo segundo dudé en aceptar la propuesta
que Ricardo me trasladaba.
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Nadie mejor que yo sabe de la humildad de mi inteligencia, de mis escasas
virtudes y de mis pocos méritos. Por eso sabía que iba a cometer un fraude, que no
era digno del honor que se me otorgaba y de lo difícil que iba a ser cumplir con tal
misión; pero yo quería en mi egoísmo humano, tener una ocasión de devolver a
mis hermanas y hermanos en el Stmo. Cristo de la Misericordia, María Stma. en su
Soledad y de Jesucristo Resucitado, los muchos afectos que les debo; quería darles
lo único que podía a quienes tanto me dieron: mi corazón, y eso es lo que os traigo.
Se dice muy pronto, pero he pasado más de medio siglo junto a Rosi, una
mujer menuda ella de cuerpo, una “pimientilla” como cariñosamente la calificaba
mi padre por activa e inquieta. No es de una belleza física destacada, pero si una
mujer “resultona”, como de ella decía mi madre.
Y aquí me tenéis esta tarde de “febrerillo el loco” con vosotros, no por mis
merecimientos y mis valías, sino por el cielo que así dispuso las cosas y conjuró y
concertó en mi beneficio a los amigos, a todos mis amigos que quieren, que aman,
que admiran y sienten lo mismo que yo.
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Quizás mi único bagaje es que fui cofrade desde el mismo día 14 de
diciembre de 1949, recién cumplidos los 7 años, en que se formó la primera Junta
de Gobierno que relevaba a la Comisión Organizadora, presidida desde el año
1946, por D. Rafael Montesinos Alcázar.
En esa primera Junta militaron tres familiares a los que siempre tuve un gran
cariño y admiración.
Que os voy a decir de él aquellos que le conocisteis. Pero para los que no
tuvieron esa oportunidad, mirar a su hijo Antonio, hoy nuestro Presidente de la
Federación de Cofradías y Hermandades. Por el hijo conoceréis al padre, casi
“calcaos”.
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aprendí a querer y valorar esta manifestación de fe popular, que conocemos como
Semana Santa.
Como por ejemplo de aquel grupo de amigos y hermanos que casi a diario
echaban la “raya” en la legendaria taberna de Ibarra, situada en la calle Tenerías,
conocida popularmente como el callejón de Ibarra, regentada por el padre de
nuestro amigo Manolo, al que aprovecho para desearle una pronta y total
recuperación junto a su amada esposa Mari Carmen y sus hijos.
Mi padre me inculcó que les diera el tratamiento de tíos entre otros a Víctor
Navarro Ulises, pastelero afincado en la plaza Mayor; a Luis “el Largo” de
profesión carpintero, que era con mucho el penitente más alto de la Cofradía; a
Luis el de “los abonos”, muy temeroso de las tormentas, que cuando veía el primer
relámpago, cerraba su almacén de abonos sito en la carretera de Caniles, frente a
las destilerías de D. José del Pino y corría a su casa para meterse debajo de la
cama; a Rogelio Meca al que anteriormente cité; a Julián Segura “el herrero” cuyo
taller lo conocí frente a la ”Curva” y algunos más que recuerdo pero que omito
consciente de que el tiempo nos apremia.
Otro año montaron con gran éxito de público, una caseta popular, con
ocasión de la Feria de Baza, para recaudar dinero para la Cofradía, en el antiguo
patio del taller mecánico “Meca”, de la carretera de Granada, frente a los Juzgados.
Recuerdo que la vocalista de la orquesta cantaba aquel pasodoble que decía:
Mal usado este término para mí porque a los bastetanos que, por una u otra
razón, nos vemos obligados a dejar nuestra tierra, nunca la sentimos “ausente”,
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físicamente sí, pero en lo fundamental, emotivamente, quizás la tengamos igual o
más presente que los que tienen la dicha de permanentemente gozar de ella.
Con qué amor, con qué delicadeza y trabajada fuerza lo alzáis a “pulso” a los
cielos y lo mantenéis sobre nosotros.
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La madera ya no es ahora madera, es muerte. Vemos al hombre colgado de
la Cruz, recorremos entre lágrimas sus venas, sus tendones en tensión, sus costillas,
sus músculos maltratados. Sentimos el dolor de sus manos y pies llagados, y nos
escuece como propia la llaga de su costado.
Ese es el desaliento de los que tienen enfermedades, de los que son azotados
por catástrofes naturales, de los que son perseguidos, asesinados o sufren maltratos
de género, de los hambrientos, de los condenados, de los desesperados......
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Costaleras y Costaleros de mi Soledad, que sana envidia de dais.
Quien tuviera unos años menos para tener el honor de estas junto a vosotros
en la tarde noche de un Miércoles Santo.
Esteban:
Un clavel va rozando
y muy cerca se arrima
¡ y le besa sus manos ¡
¡ y le besa la mantilla!
¡y hasta le besa la cara!
y es que la Virgen lo mira
¡ y es que la virgen le habla!
y le habla de su Hijo
¡ El Hijo de sus entrañas!
¡ que va clavao en esa cruz!
Para redimir a las almas.
Madre en la soledad,
Madre en la muerte, para darnos vida con la vida del Hijo arrebatada,
Madre en la noche del mayor silencio,
a tientas el andar del corazón y la palabra humilde sin respuesta,
como una pregunta en el desierto frío.
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¡ Sin respuesta de nadie, sola en tu Soledad !
Más sola que la Muerte que muere para dar vida,
renacida en tu gozo, como una golondrina liberada,
con el llanto caído como la cera de los cirios,
la soledad del mundo camina a tu paso lento
bordando las calles del pueblo triste.
Y Ella baja...
con solemnidad desciende,
Costaleros y Horquilleros,
ponerlos frente a frente,
para que las lágrimas de la Madre
limpien de sangre su frente.
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Que la Virgen va llorando
pero vosotros ¡ le dais consuelo !
La Virgen llega ante su Hijo quedando una frente al otro; no hay palabras
para decir, un rostro desolado y triste es surcado por unas lágrimas de amor y dolor
infinitos; otro rostro sucio y ensangrentado, de labios secos que son rastrojos,
resecos y amoratados.
Paquita que observa desde el muro del Carril, o desde la Gloria del Padre
Eterno el encuentro, llora acongojada al escuchar una saeta que surca la noche
bastetana.
Mide bien Javier, que mi Cristo no se dañe, que ya bastante va sufriendo Él.
Que gran soneto te escribió, oh Cristo Crucificado, aquel poeta anónimo del
siglo XVI,
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No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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que una fervorosa cofrade siempre le dedica, de la garganta de Emilia sale con
desgarro, con emoción, con amor, con pasión inusitada......
Virgen de la Soledad,
no tengas pena ninguna
que tu Hijo resucita,
entre las doce y la una.
Las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Al
llegar vieron que la piedra del sepulcro había sido quitada. Miraron y no
encontraron el cuerpo de Jesús. Un joven de ropas brillantes les dijo: “No os
asustéis, buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado. Por qué buscáis entre los
muertos al que vive. No está aquí, ha resucitado”.
¿Que mejores portadores, que esta juventud nuestra, para Jesús Resucitado?
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Hierve la Plaza Mayor
de bullicio en la mañana,
en el reloj de la iglesia
suenan 12 campanadas.
El Resucitado llega
con su manto de escarlata,
entre jóvenes que lucen
de flores, llenas las varas.
¡ Ha resucitado Cristo !
¡ Primavera y Esperanza !
los innumerables yerros, licencias y omisiones en que haya podido incurrir este
humilde en sí, pero orgulloso por lo que representa, pregonero.
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¿Estáis preparados Horquilleros?
¿Estáis puestos Costaleros?
¿Puedo llamar cuando quiera?
Ni un minuto más de espera…..
¡A ésta es!
He dicho.
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