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Se ha abierto la tapa de la alcantarilla y no deja de salir mierda. Las corruptelas surgen por doquier.

Alcaldes y concejales de todas las latitudes del Estado se muestran muy aficionados a recibir
comisiones por hacer la vista gorda para que las constructoras sigan especulando y construyendo a
mansalva en terrenos urbanizables o no. Es una auténtica epidemia. Como se suele decir, no se salva
ni el tato. Aquí el que no pilla es porque no quiere. Hasta la Pantoja está metida en el ajo.
¿Pero a alguien le podía extrañar todo esto que está ocurriendo? El capitalismo es corrupción. Ni
más ni menos. La corrupción no es una anomalía ni una disfunción del sistema. Es su misma
esencia. El capitalismo se erige sobre la corrupción. Su máxima es todo se compra y todo se vende.
Y en un sistema donde todo gira en torno a esta lógica, la podredumbre no puede sino extenderse y
abarcarlo todo.
Y, efectivamente, lo abarca todo. Las corruptelas de los alcaldes y concejales son sólo la punta de
un enorme iceberg. Éstos, parafraseando el título de una película de Woody Allen, son sólo unos
granujas de medio pelo. Lo más bajo dentro de la escala social de los delincuentes. Son, además, la
coartada tras la que se están ocultando las grandes, gigantescas corrupciones en las que se mueven,
no unos pocos millones de euros, sino cientos y cientos de millones de euros.
En todos estos escándalos que están saliendo a la luz sólo se habla de pequeñas o medianas
inmobiliarias o constructoras, de alcalduchos y concejalillos del tres al cuarto, de nuevos ricos
horteras y casposos como Roca y otros. Pero de las corrupciones de las grandes empresas y los
grandes bancos, de los multimillonarios como Botín y compañía, de los políticos de postín no se
oye ni una palabra.
Los grandes trapicheos quedan en la sombra. Este tipo de basura se esconde bajo la alfombra. No
pueden salir a la luz. De otro modo, se vería hasta qué punto el capitalismo español, al igual que el
resto de capitalismos, es un enorme montón de mierda, una fosa séptica a rebosar.
No se habla de cómo los consejos de delegados del BSCH o el BBVA roban a sus propios
accionistas, ocultándoles beneficios que se embolsan en sus nunca suficientemente repletos
bolsillos; de cómo evaden impuestos por medio de eso que llaman ingeniería financiera, en la que
son unos auténticos expertos; de cómo blanquean dinero procedente del narcotráfico... El mismo
narcotráfico es otro negocio capitalista, como las finanzas, la construcción, el turismo, etc. Se
diferencia en que está declarado ilegal. Pero, en el capitalismo, lo legal y lo ilegal se confunden, sus
fronteras no son nítidas. Lo importante es hacer negocio, ganar dinero. El modo en que eso se haga
es una cuestión accesoria. Si para obtener beneficios hay que envenenar a la gente, sobornar,
delinquir, dar golpes de Estado, asesinar, provocar guerras, bombardear civiles... se hace. El negocio
lo es todo. Todo empieza y termina en el negocio. Fuera de él no hay nada. Esto, y no otra cosa, es
el capitalismo.
No se habla tampoco de los enormes pelotazos urbanísticos y especulativos de constructoras e
inmobiliarias como Dragados, ACS, Sacyr, Metrovacesa... De esto nada se oye. ¿Acaso alguien
piensa que estas empresas han llegado a convertirse en lo que son sin robar, sin hacer todo tipo de
trampas, sin sobornar? Eso no sucede en el mundo capitalista. El mundo capitalista es el mundo del
hampa. Entre un gran banco o una gran constructora y la mafia napolitana existen muchas menos
diferencias de las que se piensan; sus diferencias, de hecho, son apenas de matiz.
También permanece en las tinieblas cómo el señor Polanco, es decir, el grupo PRISA ha llegado a
levantar un monopolio mediático tan inmenso como el que tiene hoy, que abarca periódicos, varias
televisiones, radios, editoriales... El grupo PRISA se ha convertido en lo que es gracias a su sucursal
política, que no es otra que el PSOE, el cual, con González y ahora con Zapatero, no ha hecho más
que abrirle camino para su expansión, suavizando o reinterpretando determinadas leyes,
otorgándole licencias de todo tipo, etc.
Podríamos hablar igualmente de los trapicheos de Repsol en Latinoamérica, que se ha dejado un
buen dinero en sobornos de funcionarios para seguir robando a manos llenas los recursos naturales
de los empobrecidos países de la zona, para no pagar impuestos...
En fin, que no se salva ni dios. Todos están metidos hasta las cejas en la misma charca de lodo.
Y si hay que hablar de corrupción, por qué no hablar de cómo el Estado no es sino el servidor fiel,
la prostituta de la oligarquía financiera, el instrumento del que se vale para mantener en pie su
chiringuito, que tan formidables beneficios le reporta.
Todo el Estado está a su servicio. Ni una sola de sus instituciones se salva. El parlamento es una
farsa, una gran mentira. Allí no reside ni ha residido nunca la llamada voluntad popular, que, entre
otras cosas, no puede expresarse en un país donde los únicos partidos y proyectos políticos que
están permitidos son aquellos que comulgan con el sistema. Los partidos parlamentarios, de
izquierda o de derecha, representan siempre a uno u otro sector oligárquico o burgués; no al pueblo.
El parlamento no tiene otra función que gestionar los intereses capitalistas. Promueve reformas
laborales cada vez más restrictivas para con los derechos de los trabajadores, sus planes económicos
no tienen otro objetivo que mantener o aumentar los márgenes de beneficio de la patronal; aprueba
leyes para la represión del movimiento obrero y popular, como la Ley de Partidos, con la que se
proscribe y criminaliza, aún más de lo que ya estaba proscrita y criminalizada, toda ideología, toda
organización política que se salga de los estrechos márgenes del pensamiento único, del fascismo
constitucional que heredamos directamente del Caudillo... La Justicia, con la inquisitorial
Audiencia Nacional a la cabeza, y la policía no son otra cosa que el brazo armado del capitalismo,
sus perros de presa, dispuestos a lanzarse sobre cualquiera que se oponga a este régimen de
explotación y opresión. No están para proteger al ciudadano, como pretenden hacernos creer
constantemente.
Sí, todo está corrompido, podrido, viciado. Todo hiede. Hay que acabar con la corrupción. Hay que
acabar con el capitalismo.

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