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Si bien muchos opinan que Lakatos es una especie de componenda entre Kuhn y
Popper, me parece importante indicar que en realidad fue discípulo de Popper.
Después de haber huido de Europa, Lakatos se instaló en la London School of
Economics junto a su maestro y trabajó con él hasta que las diferencias se hicieron
insostenibles.
Lakatos cree que no se puede sostener el método hipotético deductivo tal como lo
propone Popper. El punto central de su crítica es que el hecho de encontrar una
observación que se oponga a lo que dice una hipótesis no alcanza para refutar una
teoría. Para Lakatos, existen otras posibilidades como replantear la hipótesis de
acuerdo a los materiales con los que se está trabajando, realizar hipótesis ad hoc para
salvar la teoría o volver a hacer las observaciones.
Entonces, cuando uno contrasta una teoría, en realidad no estaría contrastando esa
teoría, sino una más grande, formada por la teoría en cuestión y todos los
complementos que tienen que ver con hipótesis observacionales, hipótesis ad hoc,
hipótesis sobre el material de trabajo, hipótesis presupuestas, etcétera. En una
palabra, en la acción de contrastar hay muchas más cosas que las que uno cree y
nadie puede considerar refutada una teoría por el solo hecho de que algo se le
oponga. Sería un error, sin embargo, pensar que Popper no está presente en este
planteo; uno abandona la teoría por el cansancio de hacer hipótesis ad hoc, pero ese
cansancio proviene de que repetidamente la experiencia fue en contra de la teoría.
Sin descartar la idea de teoría, Lakatos propone una nueva unidad: el programa de
investigación, que es una especie de teoría inicial que vamos a llamar núcleo fuerte.
De esta forma, ante todas las presuntas refutaciones que la experiencia genere,
mantendremos la teoría a costa de inventar todas las hipótesis ad hoc y disculpas que
se nos ocurran. La experiencia nunca deberá vencer el núcleo fuerte con el que el
programa parte. Casi todas las teorías nacen con falencias, pero muchas de ellas son
muy prometedoras y no vale la pena desecharlas antes de tiempo.
Al igual que en el modelo de Kuhn, aquí también la manera en que la ciencia progresa
está relacionada con la comunidad científica. Pero no es un comportamiento
comunitario basado en el exitismo y la moda, sino en una elección racional del
programa más fecundo en la producción de conocimiento. La historia de la ciencia
siempre tenderá al progreso, es decir, hacia el programa que haga un tratamiento
más integral, comprensivo y productivo de la experiencia.
Kimovsky Básico
Fue uno de los iniciadores de la filosofía de la ciencia en Argentina. Introdujo, junto a Jorge Bosch,
la teoría axiomática de conjuntos. Recibió el Premio de la Asociación Psicoanalítica Internacional
(1989) por su aporte a la fundamentación epistemológica del psicoanálisis. Fue nombrado miembro
de la CONADEP (1984). En su obra se destaca "Las desventuras del conocimiento científico"
(1994).
En 1977 comencé a seguir sus cursos de lógica, filosofía de la ciencia y fundamentos de las
matemáticas. Había estudiado antropología y guiada por Félix Schuster buscaba alguien capaz de
incluir perspectivas diferentes, pero sin la autocomplacencia de la falta de rigor metodológico, la
tentación de las modas, el dogmatismo y la autoridad. En su tratamiento epistemológico del
psicoanálisis y en su familiarización con la sociología de Gino Germani, Klimovsky ya había
mostrado una estrategia de comprensión y respeto por la investigación social, pero a un tiempo de
crítica e identificación de sus principales dificultades, y eso pretendía aprender yo, para extenderlo a
la producción antropológica. En una época signada por la represión y la violencia, política pero
también intelectual, recuerdo como una fiesta esos cursos de catacumba de los sábados por la
mañana donde por un espacio de tres horas se podía pensar libremente. En ellas, Gregorio
Klimovsky hacía que los temas más controversiales y complejos se volvieran tratables y
fascinantes. Nunca fue un pensador unilateral o ultraespecializado. Y su saber sorprendía siempre.
He tenido el privilegio de acompañarlo en una de sus cátedras de la UBA desde su regreso a las
universidades públicas en 1984 y luego en sus equipos de investigación y publicaciones. A
diferencia de otros intelectuales brillantes nunca buscó poder y fue proverbial su respeto por la
autonomía de quienes lo rodeaban, a los que siempre alentó a la búsqueda de caminos propios.
Cecilia Hidalgo escribio con Gregorio Klimovsky el libro "La inexplicable sociedad. Cuestiones de epistemologia en las ciencias
sociales" (AZ, 1998)