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De la represión a
la
producción de
realidad
(Prolegómenos del
neoliberalismo) *
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
* Este trabajo es una versión corregida y modificada de: Argentina 1976-1983. El Estado Militar: de la represión a
la producción de realidad. Prolegómenos del neoliberalismo, 1998. Inédito
ÍNDICE
2
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
DE LO INSTAURADO............................................................................... pág. 19
3
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
I – INTRODUCCIÓN
II – EL ESTADO CAPITALISTA
como «monopolio de la fuerza legítima»; y la ruptura de la unidad político–religiosa, que dio lugar
a la superación de las fundamentaciones del poder ligadas a la fe1.
El Estado capitalista, introduce el sistema democrático –a diferencia del Estado feudal o
del Estado esclavista–, aunque su impulso democratizador surgió recientemente, después de la
Primera Guerra Mundial. Pero, a pesar de la democracia, estos tipos de Estado presentan
situaciones de asimetría social muy marcadas en favor de las clases dominantes, puesto que aún
cuando se hayan democratizado los capitalismos, no se han democratizado las decisiones
fundamentales de la inversión.
En La Argentina, después de más de seis décadas de estabilidad institucional, fue en 1930
cuando se produjo la primera crisis institucional, que señaló el comienzo de una sucesión de
«golpes de Estado». Fue en dicha década que se produjo la aceleración del desarrollo industrial,
que desplazó a la oligarquía agraria en lo que respecta a la supremacía económica y política. Las
transformaciones en el proceso productivo, dieron lugar al surgimiento de grandes centros urbanos
que produjeron a su alrededor una alta densidad de población proletaria empleada o sub–
empleada. Tales procesos introdujeron modificaciones en el juego de fuerzas de la lucha de clases
que, con diferentes características, intensidades, y grados de organización, terminaron en la
instauración de gobiernos autoritarios, poniendo en evidencia la imposibilidad de procesar los
conflictos sociales dentro del marco de las instituciones democráticas. Pero, debe decirse que la
realidad argentina a lo largo de esos 50 años, no estuvo signada por «dos violencias» opuestas sino
por dos modelos de sociedad, que encontraron en la década del 70 el punto de mayor
confrontación.
Aunque cada «golpe de Estado» tuvo características propias de acuerdo al momento histórico
y a la situación social, política, económica e ideológica, puede considerarse que a excepción del
golpe del 76, los anteriores se instalaron bajo las características de la dictadura militar. Esta forma
«excepcional» de gobierno, clásicamente suponía que algunos líderes o caudillos de las Fuerzas
Armadas tomaran el poder para «regularizar» las situaciones de tensión, e implicaba también la
propia pugna interna de distintos sectores militares que bregaban por imponerse a los otros en busca
1
Schiera, Pierangelo; “Estado Moderno”. En: Bobbio, Matteucci y Pasquino; Diccionario de Política, México, Siglo
XXI, 10ª ed. en español, 1997, Tomo 1, pp. 563–570.
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Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
y constituyó una producción compleja, que debe ser analizada a la luz de las particularidades
inherentes a cada país de América Latina. Contó con antecedentes4 tanto en la situación
externa, como los «golpes» en diversos países latinoamericanos y especialmente en Chile en
1973, como en la situación socio–político–económica interna de La Argentina. En ella
confluyeron:
a) la fuerte activación política de los sectores populares que lograba día a día plasmar
nuevas reivindicaciones a través de la conquista de nuevos derechos, y donde las organizaciones
guerrilleras cumplían un importante papel, representaba una amenaza para el orden capitalista
instituido;
b) una creciente desconfianza de la burguesía y muchos sectores medios respecto de la
política gubernamental que,
c) desembocó en una situación económica crítica –aumento del índice inflacionario que
alcanzó tasas del 500% anual– que hacía temer inclusive la cesación internacional de pagos.
2
Borón, Atilio; Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina, Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos
Aires, Oficina de Publicación del CBC, 3ª ed. corregida y aumentada, 1997, pp. 50–1.
3
Borón, A.; op. cit. p. 67
* Las bastardillas son del original.
4
Rouquié, Alain; op. cit., pp. 11–23
6
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
De tal manera, puede decirse que los móviles del golpe del 76 estuvieron centrados en
la implantación del «orden» social y la «normalización» del funcionamiento y acumulación de
la economía capitalista, basada en la preservación de la propiedad privada y en la no sujeción a
gobierno alguno de las decisiones de los capitalistas referidas a la incipiente nueva modalidad del
proceso de acumulación posfordista7. Así, como también lo apunta Petras8, el golpe de Estado
del 76 no quedó únicamente en lo militar sino que fue esencialmente un golpe de clases.
Y tanto frente al movimiento ascendente de masas como a la incapacidad del gobierno de
llevar a cabo su función de manera democrática, dado que el poder ya estaba en manos de la
derecha extrema mucho tiempo antes del golpe militar (la Triple A había hecho su presentación
pública en octubre de 1973), la salida pactada por los sectores dominantes –burguesía, algunos
partidos políticos9, las transnacionales y la institución militar– dio por resultado la instauración del
5
Cueva, Agustín; El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Siglo XXI. 15ª ed., 1994, pp. 233–4.
6
Marx, Karl, Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 1997, p. 5.
7
Para ahondar en el tema, consultar: Borón, A. op. cit. cap. 1, punto III, pp. 41–51
8
Petras, James; “Siete tesis sobre el significado histórico del golpe militar del 24 de marzo de 1976 en Argentina.” En
Internet. 25 de marzo de 2001.
9
“(...) En el sistema político argentino no existen dos esferas separadas, como dos bandos dispuestos a librar una
batalla campal: civiles de un lado, militares del otro. (...) Casi ningún partido rechaza el militarismo. No sólo los
peronistas, sean de derecha o de izquierda, les tienden la mano a los militares, sino que hasta el Partido Comunista
ortodoxo y casi todos los sectores de la extrema izquierda no violenta claman por la alianza con los «oficiales
patriotas y progresistas» o por una improbable revolución «masserista»* ”.* El Partido Comunista, legal en ese
momento, en febrero de 1975, un año antes del golpe de Estado, comentando un discurso de la presidente Isabel
Perón, abogaba por la «formación de un gabinete de coalición democrática integrado por civiles y militares patriotas»
(Nuestra Palabra, órgano del Partido Comunista Argentino, 26 de febrero 1975). En: Rouquié, Alain: op. cit., pp.
7
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(Prolegómenos del neoliberalismo)
«Estado militar»; que se constituyó como una respuesta represiva masiva a la vez que segmentada
para cada uno de los sectores sociales, y como maquinaria de sometimiento y control social
abocada a destruir hasta los últimos vestigios de las luchas populares.
El «Estado militar» fue la ocupación de la Nación por parte de las FF.AA. Planteadas ellas
mismas como «cuerpo», se abocaron a «tomar» la sociedad civil, como ejército de ocupación del
territorio nacional, implantando en ella su «lógica militar» por medios violentos 10. Si bien cada
fuerza (Marina, Ejército, Aeronáutica) tenía su propia autonomía, las diferencias internas fueron
soslayadas en aras de aniquilar al enemigo común, constituido por los sectores populares
opositores. Resulta fundamental entonces, clarificar que el «Estado militar» tuvo por objetivo
«limpiar» el país de las peligrosas expresiones «subversivas», que obstaculizaran la imposición de
las condiciones necesarias para el reaseguro y profundización del capitalismo en su versión
neoliberal, acorde con los intereses de la burguesía y sectores transnacionales.
Dada la situación política nacional, el procedimiento militar debía llevarse a cabo de modo
«cuidadoso». Este diagnóstico determinó la insuficiencia de la instauración de una dictadura para
do central está constituido por los procesos de acumulación de capital mediante la explotación
de una clase social por otra.
FF.AA. «nacionales» estuvieron aliadas y al servicio del imperialismo y las oligarquías de los
distintos países, como también que tal doctrina tuvo por objetivo la implantación de un sistema
económico monetarista liderado por la Escuela de Chicago17. Así, la finalidad de este plan estuvo
centrada verdaderamente en la necesidad de retrotraer la economía argentina al modelo exportador
de productos primarios, como garantía de sumisión de nuestro(s) país(es) a los EE.UU. y la banca
internacional. Pero para lograr este objetivo era necesaria no sólo la represión directa, sino la
acción sobre los aparatos ideológicos del Estado, sobre el acervo cultural18 y sobre todas las
formas de organización social.
Dado el importante movimiento ascensional de masas, la supresión de todas las garantías
constitucionales y la implementación del «terrorismo de Estado» no fueron más que las
metodologías «científicamente» concebidas y sistemáticamente aplicadas para alcanzar los fines
buscados: restablecimiento pleno del orden capitalista y detección y aniquilación de todos aquellos
luchado
El aparato represivo se estableció en dos niveles: uno clandestino, que funcionaba por fuera
de cualquier límite legal; el otro adaptando la «legalidad» a sus necesidades político–ideológicas.
El primero estuvo en relación predominante con la acción directa sobre los cuerpos de los
individuos. El segundo sirvió de soporte a la acción sobre los cuerpos socio–institucionales.
17
Tristemente vigente en la actualidad a través del Ministro de Economía Roque Fernández y su política «técnica» económica.
18
Cueva, Agustín; Las democracias restringidas de América Latina, Quito, Planeta, p. 40
19
Esta noción es de fundamental, puesto que desenmascara las intenciones ocultas bajo los dichos de las FF.AA. acerca de que
durante «El Proceso» se habían producido «errores y excesos» en la represión. Para lograr una noción más acabada de esta
cuestión es altamente recomendable la lectura del material elaborado por el Estado Mayor General del Ejército: Marxismo y
Subversión, Ámbito Educacional, S/L, S/F, 49pp. Dicho trabajo constituye una muestra de la conceptualización, más que
obviamente elaborada por expertos, acerca de los antecedentes históricos del pensamiento marxista, la caracterización de las
«bandas subversivas», las tácticas de capacitación y agitación en los diversos ámbitos y especialmente en el ámbito educativo y
las «respuestas válidas para una sociedad agredida».
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Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
Los operativos de secuestro ilegal de personas, a cargo de los Grupos de Tareas u otras
dependencias de las FF.AA., organismos de seguridad o policía, eran realizados generalmente en
horas de la madrugada en el domicilio particular de la(s) víctima(s), a la entrada / permanencia /
salida de los lugares de trabajo o estudio o bien en la vía pública. Estos operativos involucraban
también el secuestro de familiares y amigos –adultos, niños y adolescentes 21– de las personas
buscadas. Los niños nacidos en cautiverio 22 que lograron sobrevivir, fueron robados a sus madres
por los propios captores para entregarlos a familias de represores, falseando sus identidades.
Los secuestrados eran trasladados encapuchados en baúles o pisos de automóviles, con o
sin identificación oficial, hacia centros clandestinos de detención. A partir de ese momento, los
detenidos se transformaban en «desaparecidos». Ni ellos ni sus familiares sabían dónde se
encontraban.
Los prisioneros eran sometidos a condiciones de detención inhumanas e interrogados
sistemáticamente bajo tortura y vejaciones de todo tipo, ya que la estrategia contemplaba la
obtención de información por cualquier medio.
En cuanto a los destinos de los «detenidos–desaparecidos», la mayor parte de ellos fue
asesinada; una proporción menor fue «legalizada», pasando a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional (P.E.N.), y una parte de este grupo logró exiliarse a través del Decreto del P.E.N. que
«transformó» el derecho a optar por salir del país (Art. 14 de la Constitución Nacional) en derecho
a peticionar la salida del país. Una muy pequeña proporción de «detenidos–desaparecidos» y
presos fue liberada por sus secuestradores o mediante decreto del P.E.N. con libertad vigilada
respectivamente.
Por último, el tratamiento de los cadáveres consuma el mecanismo de «desaparición». En
la primera etapa del «Estado militar» algunos de los cuerpos, irreconocibles por las mutilaciones,
eran arrojados en zanjas o baldíos a manera de intimidación, tanto sobre los sectores políticamente
participativos como sobre el conjunto social (el objetivo perseguido era matar–destrozar uno para
desactivar mil). Otros cuerpos, que aparecían acribillados a balazos, pertenecían a prisioneros
«legalizados» que, durante los traslados de un penal a otro, habían supuestamente intentado huir,
manteniendo los consabidos «enfrentamientos» con las «fuerzas de seguridad», que amparaban su
accionar criminal en la Ley de fuga. De manera similar, prisioneros «detenidos–desaparecidos»
eran sacados de los «campos» y fusilados también en «enfrentamientos» especialmente «fabricados»
para la ocasión. Pero la metodología masiva implementada por el terrorismo de Estado, estuvo
constituida por el despedazamiento y enterramiento clandestino de distintas partes de los
20
Respecto a este punto son aportativos los escritos de Nicos Poulantzas: Estado, Poder y Socialismo; op. cit., pp. 28–29.
21
Abuelas de Plaza de Mayo; Niños desaparecidos en la Argentina, S/L, S/F. De acuerdo a los registros las “criaturas
desaparecidas de sus hogares solos o con sus padres” fueron 33.
22
Abuelas de Plaza de Mayo; op. cit. De acuerdo a los registros, las “criaturas nacidas de madres detenidas y
desaparecidas” fueron 121.
11
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
cadáveres en fosas comunes esparcidas por todo el país; o bien por los cuerpos incinerados o
arrojados al mar.
La no entrega de los cuerpos de las víctimas a los familiares –debería decirse a la
sociedad–; la no asunción de responsabilidad alguna por parte de los militares, dando cuenta de
qué pasó con cada uno de los «detenidos–desaparecidos» –por qué, quiénes los asesinaron y dónde
están los restos de las víctimas– consuma así un mecanismo siniestro de «desaparición hasta el
infinito». El objetivo se relaciona no sólo con el exterminio de los individuos, las instituciones u
organizaciones, sino con la instalación brutal de la violencia en la cotidianeidad, que simultánea y
enloquecedoramente era negada: LA VERDAD DEL PODER ESTATAL–MILITAR, por la cual, dado que no
había rastros, los desaparecidos no existían. Así, eran los familiares quienes debían probar la
existencia de las víctimas y de LA VERDAD SOCIAL DE LA DESAPARICIÓN.
las formas de organización estudiantil y gremial. Si había algo que decir debía ser canalizado por
nota presentada individualmente. La peligrosa diversidad debía ser transformada en pensamiento
totalizante, y totalitario–hegemónico. La historia volvía a ser una y, más que nunca, la de los
vencedores.
Los alcances de tales modificaciones afectaron a todas y cada una de las disciplinas
científicas y artísticas. Pero quizás la efectividad del proyecto deba considerarse de máximo
alcance a partir no sólo de su aplicación en la universidad, sino en la escuela secundaria y
primaria, interviniendo en la conformación de las mentalidades desde los primeros momentos del
proceso de construcción simbólica. Ninguna área de la cultura quedó exenta de mutilaciones,
deformaciones y sobrecodificaciones, transformándose en «zona arrasada».
El aparato de comunicación masiva29 también ocupó un papel relevante y fundamental, no
sólo como ente difusor del discurso dominante sino como activo interviniente en la producción de
las nuevas formas de «percibir» la realidad (sistemas de codificación–decodificación); en la
29
Cueva, Agustín; Las democracias restringidas de América Latina, op. cit. p. 40
30
Bourdieu, Pierre; Sobre la televisión, Barcelona, Anagrama, 1997. p. 27. También Miliband, Ralph, El Estado en la
sociedad capitalista, México, Siglo XXI, 14ª ed., p. 224.
31
Uno de los ideólogos de las dictaduras militares (con influencia social), ha sido Mariano Grondona.
32
Recuérdese el slogans televisivo: «lo importante es competir, no ganar». No deben descuidarse las implicaciones
del caso respecto a la implantación del modelo neoliberal, que instala como verdad la falsa libre competencia sin
plantear las condiciones de desigualdad entre los competidores. Estas ocultas diferencias posibilitaron y legitimaron
la destrucción de la industria nacional a través de la apertura indiscriminada de la importación.
Respecto a las relaciones poder–cuerpo: Foucault, Michel; “Poder–cuerpo”, En: Microfísica del poder, Madrid, La
Piqueta, 3ª ed., 1992, pp.103–110. También Poulantzas, Nicos; Estado, poder y socialismo, op. cit. pp. 28–29.
33
Daney. Serge; Perseverancia, Buenos Aires, El Amante, 1998, pp. 19–44
34
“La complejidad del problema subversivo exige que la población toda, objeto y sujeto de su accionar, lo
comprenda, para entonces estar en condiciones de protegerse y contribuir activamente a su eliminación desde el
ámbito, nivel o lugar que cada ciudadano ocupe.” En: Marxismo y subversión; op. cit. p. 32.
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(Prolegómenos del neoliberalismo)
de la comunidad mecanismos de sospecha, terror y control altamente eficaces, sobre todo como
garantes del desmembramiento social35.
Pero no podemos dejar de lado la institución más eficaz en el plano micropolítico: la
familia. Y en este punto no podemos ser tan ingenuos como para pensar que los militares hicieron
“todo el trabajo” en lo que se refiere a la complicidad civil con la dictadura. Aquí debemos
considerar las características de la composición de clases de la sociedad argentina (sobre todo
clases alta y media, pero no sólo), que históricamente se han clasificado como superiores,
resaltando sus rasgos
europeos, a otras sociedades latinoamericanas y, como no podía ser de otra manera, también a
grandes sectores de habitantes de lo que es denominado el “interior” del país.
Dicho esto no aportaremos ninguna novedad a los estudios ya realizados acerca de la
institución familiar, aunque sí queremos señalar que el mecanismo por el cual la familia actuó
como agente del control social funcionó de maravillas. Y aquí queremos mencionar dos aportes
más que importantes referidos a la cuestión que nos ocupa: los de Donzelot y los de Pavlovsky.
Con Donzelot compartimos (por hacer sólo una mención) que “El Estado dice a las familias:
mantened a los vuestros en las reglas de obediencia a nuestras exigencias, mediante eso podréis
utilizarlos a vuestro antojo y, si contravienen vuestras órdenes, nosotros os daremos el apoyo
necesario para obligarlos a entrar en el orden.” 36 Pavlovsky ha escrito no pocos textos dedicados
al análisis del microfascismo en la familia. Trazando un paralelismo con el texto de Reich,
Psicología de masas del fascismo, en La ética del cuerpo, expresa:
(...) La gran masa gris cuyo eje fue la complicidad civil. No hay
dictadura que no se apoye en la complicidad civil de un sector de la población.
El microfascismo diario se gestó meticulosamente, científicamente. Había un
guiño entre el líder y un sector de la población. El mismo guiño que realizaba
Videla cuando cometía sus crímenes. El “por algo será” no era patrimonio de
una minoría. Un sector amplio de la población aprobaba silenciosamente las
desapariciones. O las ignoraba, que es lo mismo. Reich decía que “la familia
alemana” fue la fábrica desde donde se gestaban los grandes microfascismos.
Los “Hitler” cotidianos de las pequeñas familias.37
35
Por mencionar sólo algunas de ellas pueden citarse: “Todos somos culpables”; “Usted es responsable”; “¿Sabe
usted dónde está su hijo ahora?”; “El silencio es salud”. Respecto a esta última, que estaba acompañada de diferentes
imágenes, fue una de las de más alto contenido siniestro puesto que las imágenes visuales, que aludían a escenas de
la vida cotidiana ligadas a ruidos ensordecedores, pasaban a transcurrir en un silencio absoluto. Al conocerse luego
los pormenores de las prácticas de tortura, los detenidos relataron que durante dichas sesiones se ponía música a
volúmenes impresionantes para evitar que sus gritos fueran oídos por los vecinos. Dicha información, que fue
corroborada por los propios vecinos de algunos centros clandestinos de detención, permite dejar señalada las
funciones del citado mensaje televisivo y cinematográfico: imponer el modelo del acatamiento militar, instalar el
terror sobre el cuerpo social y mostrar abiertamente la impunidad del poder militar: “es inútil oponerse”. Dirigido, por
una parte, a los sectores políticos más participativos: “por más que griten, nadie los va a escuchar” y,
simultáneamente, a la comunidad en general: “por más que oigan, no se den por enterados si no quieren que les pase
lo mismo”.
* Las bastardillas son del original.
36
Donzelot, Jacques; La Policía de las Familias, Pre–Textos; Valencia, 1979. P. 53.
37
Pavlovsky, Eduardo; La ética del cuerpo, Los Libros de Babilonia, Buenos Aires, 1994. P. 68.
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Y además de nuestra coincidencia debe decirse que estas relaciones, entre Estado y familia
y entre familia y microfascismo, cumplieron plenamente dichos cometidos poniéndolos en acto, y
dando asentimiento, por acción, omisión o por indiferencia, a los dictámenes de las FF.AA.
durante el Estado militar.
–Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con tono de voz
más bien desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más
ni menos.
–La cuestión –insistió Alicia– es si se puede hacer que las palabras
signifiquen tantas cosas diferentes.
–La cuestión –zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda...,
eso es todo.
Lewis Carroll; A través del Espejo
Cabe retomar la noción acerca de las funciones del Estado, incluido el «Estado militar», en
lo que respecta a que estas no se reducen al accionar represivo, sino que este “actúa de manera
positiva, crea, transforma, produce realidades*.”38 La producción de realidad, sin embargo,
comporta una serie de mecanismos complejos que abarcan el conjunto de las relaciones sociales,
los regímenes de verdad, los factores de inclusión y exclusión, incluyendo la participación activa
en la «construcción» de los nuevos sujetos. Al respecto dice Foucault 39:
“Si el poder no fuera más que represivo, si no hiciera nunca otra
cosa que decir no, ¿pensáis realmente que se le obedecería? Lo que hace
que el poder agarre, que se le acepte, es simplemente que no pesa
solamente como una fuerza que dice no, sino que de hecho la atraviesa,
produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; es preciso
considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social
más que como una instancia negativa que tiene como función reprimir.”
38
Para profundizar esta temática: Poulantzas, N.; op. cit. pp. 30–34.
39
Foucault, Michael.; “Verdad y poder”. En op. cit. También “Las relaciones de poder penetran en los cuerpos”.
16
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(Prolegómenos del neoliberalismo)
Piaget 42, aludiendo a la relación entre lenguaje y pensamiento explica que los progresos
del pensamiento representativo se deben a la función semiótica en su conjunto:
(...) es ella la que desliga el pensamiento de la acción y la que crea,
pues en cierto modo, la representación. Ha de reconocerse que (...) el
lenguaje desempeña un papel particularmente importante, ya que (...) está
elaborado socialmente por completo* y contiene de antemano, para uso de
los individuos que lo aprenden antes de contribuir a enriquecerlo, un
conjunto de instrumentos congnoscitivos (relaciones, clasificaciones, etc.)
al servicio del pensamiento.
El lenguaje ni siquiera está hecho para que se crea en él, sino para
obedecer y hacer que se obedezca. (...) Esto se constata con toda claridad
en los comunicados de la policía o del gobierno, que se preocupan muy
poco de la credibilidad o de la veracidad, pero que dicen muy claro lo que
debe ser observado y retenido. La indiferencia de los comunicados por
cualquier tipo de credibilidad raya a menudo en la provocación.
Tomando en consideración lo expresado por los autores citados, no puede resultar extraño
que, para profundizar al máximo la eficacia, la institución militar planteada como nuevo y único
modelo del conjunto social, impusiera su discurso –expresión de los sectores dominantes, también
40
Nouveaux Essais, Libro III, Cap. VII, § 6. Citado por R. Carrió y E. Rabossi; “La Filosofía de J. L. Austin”, en:
Austin, John L.; Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 1990. p. 15.
41
Bergson, Henri; Memoria y vida,, Barcelona, 1997, Altaya, pp. 141–3.
42
Piaget, Jean e Inhelder, Bärbel; Psicología del niño, Madrid, Morata, 10ª ed., 1981, pp.88–91. * Las bastardillas
son nuestras.
43
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix; Mil Mesetas, Valencia, Pre–Textos, 1988. Cap. 4, pp. 81–116.
17
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
civiles– como «el discurso». Y si es cierto el lenguaje permite conocer las operaciones del
pensamiento, también lo es que su manipulación –en tanto productor de formas, sentidos y
realidades– opera efectos tanto en la construcción de las estructuras mentales como en su
mantenimiento. Debido a la indisoluble articulación entre texto y contexto, el retaceo de información,
la asociación del «deseo de saber» con el peligro de muerte y la interferencia sobre cualquier
intercambio grupal, dieron por resultado el bloqueo del proceso conducente al desarrollo del
pensamiento abstracto (mayor nivel formal), el empobrecimiento de la capacidad asociativa, la
restricción operativa del descentramiento del sujeto (que interfiere el desarrollo de relaciones
cooperativas), y la disminución de la posibilidad de establecer conexiones (necesarias para abordar
complejidades y acceder al pensamiento crítico). Dio comienzo por entonces la aspiración masiva
de los «jóvenes intelectuales» de formarse en «centros de excelencia» 44. Serían ellos los garantes
de la transmisión académica del nuevo modelo social.
Pero intervenir, en este caso nefastamente, sobre el lenguaje no es una tarea sencilla ni
puede implementarse torpemente. Al igual que secuestrar y torturar hasta la muerte, es aquella una
actividad pensada y planificada por especialistas. Y por especialistas debe entenderse cientistas
sociales, ideólogos de la ultraderecha, profesionales de la salud y de la educación, comunicadores
sociales y creativos publicitarios, por no mencionar más que algunos. Esta intervención fue la más
ambiciosa y decisoria en el largo plazo: suprimió las articulaciones sociales y los soportes del
pensamiento. Eliminados los cuerpos individuales, y vaciados de sentido los socio–institucionales,
restaba suprimir las palabras, simplificando el vocabulario, que daban cuenta de la realidad
histórico–económico–política: qué había pasado45, quiénes eran los «detenidos–desaparecidos», y
el porqué de las luchas populares.
Por citar sólo algunas de las manipulaciones que pudieron ser reconstruidas recurriendo a
la memoria y unos pocos textos, pueden ser referidas:
La desconfirmación de la realidad cotidiana, que se erigió en norma. Al día siguiente de los
«operativos», los secuestrados de sus domicilios no estaban detenidos en ninguna dependencia
oficial (en la inmensa mayoría de los casos). Quienes habían dicho ser los encargados de las
detenciones, luego negaban serlo. Lo que había ocurrido, resultaba finalmente «no haber pasado».
Los familiares que buscaban a uno o más de sus miembros eran unos locos, en todo caso
responsables de no haber sabido «cuidar» a sus hijos, quienes faltaban de sus hogares porque
«estaban de viaje» –siniestros «viajes de la muerte» debería haberse agregado. En realidad y
después de todo, “los «desaparecidos» no existían ni habían existido nunca”46.
Fue decretada la prohibición de mencionar los nombres 47 de las organizaciones de
izquierda en los medios de comunicación masiva; lo cual transformaba a los militantes en
delincuentes subversivos separados de las capas populares. Opinar constituía un delito que se
44
Cueva, A.; Las democracias restringidas de América Latina., p. 41
45
“Esta falsificación diaria del pasado (...) es tan imprescindible para la estabilidad del régimen como la represión y el
espionaje (...)” George Orwell, 1984, Ediciones Destino, Colección Destinolibro, volumen 54, Barcelona, 19ª ed. , 1997,
p. 207.
46
En uno de sus «discursos» el dictador Videla expresó: “los desaparecidos son una entelequia”.
47
“Le estamos dando al idioma su forma final, la forma que tendrá cuando nadie hable más que neolengua. Cuando
terminemos nuestra labor, tendréis que empezar a aprenderlo de nuevo. Creerás, seguramente, que nuestro principal
trabajo consiste en inventar nuevas palabras. Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras
cada día. Estamos podando el idioma para dejarlo en los huesos”. G. Orwell, op. cit. p.58. Las bastardillas son nuestras.
18
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
48
Cueva, A.; op. cit. p. 42
49
Las alusiones referidas al sujeto, lo plantean en tanto que «sujeto–sujetado» y atravesado por los sistemas de poder.
19
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
Pero ese fue sólo el inicio de un nuevo modelo de sociedad. Respecto al final, se plantea
una cuestión difusa y no demasiado alentadora. Para comenzar, debe hacerse una diferenciación
entre la presencia gobernante de los militares en el poder y los efectos perdurables de su accionar,
más allá del retorno a la democracia50. Entrados los años 80, los asesinatos cedieron su lugar a la
vida social cuasi–vegetativa. La censura ya era auto–portada por las mayorías, que la reproducían
tranquila y «naturalmente». La crítica y la participación brillaban por su ausencia. A pesar del
desgaste sufrido por el gobierno militar (internas inter e intra FF.AA; los resultados incipientes de
la transformación económica neoliberal, etc.), que dejó algún lugar para la realización de una
concentración en la Plaza de Mayo en demanda de reivindicaciones a fines de marzo de 1982, la
masiva incapacidad de discernimiento51 político quedó al desnudo pocos días después cuando, al
ser declarada la guerra de Malvinas, la misma plaza volvió a llenarse de gente que festejaba la
«reafirmación de la soberanía nacional» por parte de la dictadura militar.
El estado de «fascinación» nacionalista duró para la inmensa mayoría «sólo» dos meses.
Sin embargo, fueron dos «eternos» meses de pesadilla para los combatientes. Claro que en la
verdadera guerra, los militares argentinos demostraron no estar en condiciones de «enfrentar» a
nadie ni nada que no fuera la rendición. En cambio volvieron a demostrar su capacidad de mandar
al frente a los soldados adolescentes con sólo unos días de instrucción militar.
La derrota de Malvinas, planteó el deterioro insostenible de la institución militar, que
organizó su repliegue con mediano éxito; aunque sin desmantelar el aparato represivo. El llamado
a elecciones democráticas no respondió a una «conquista del pueblo», como muchos se empeñan
en expresar, sino a un pacto político52 entre la socialdemocracia y los militares. Esta «convergencia
antidictatorial» (Cueva) prosperó a la vez a partir del triunfo53 y fracaso económico (aumento
descomunal de la deuda externa), del desgaste de la imagen de la institución militar (sobre todo en
el ámbito internacional en lo atinente a los niveles de corrupción y a las violaciones de los
derechos humanos); y de la incapacidad de la dictadura de sostener una «imagen presentable» para
el propio capitalismo, capaz de atraer nuevas inversiones extranjeras.
Las consecuencias más catastróficas de la guerra, cayeron sin embargo sobre los ex–
combatientes que, al retornar de Malvinas pasaron a integrar, al igual que los «detenidos–
desaparecidos», un «grupo molesto» cuya presencia real o simbólica ponía en funcionamiento –y lo
sigue haciendo– la «obligación de recordar el pasado desagradable» que, bajo despiadadas
«amnesias» oportunistas, oculta las complicidades y traiciones de importantes sectores de la
sociedad civil, supuestamente democráticos. Una sociedad que hasta el momento, se ha mostrado
incapaz de reconocer las heridas que no son de algunos sino de todos, que no son de «otros» sino
propias. Esta ausencia de reconocimiento impide la reparación, que únicamente puede ser social.
50
“En la Argentina, donde el ejército dominó la vida política durante más de cincuenta años, la desmilitarización de los
gobiernos no basta para transformar el sistema ni poner fin a la «inversión pretoriana». Elecciones no es sinónimo de
democracia. El retiro de los militares y el retorno duradero al modo liberal–constitucional de la relaciones entre civiles y
militares es una tarea difícil y a largo plazo. Esta situación, reflejo de una crisis estructural y de un bloque social que
genera actitudes fuertemente arraigadas, sólo puede superarse en la Argentina mediante la transformación profunda de la
sociedad y la cultura nacional.” Rouquié, Alain; op. cit. pp. 416–7
51
No sólo se hace referencia a la casi unanimidad popular, sino también al conjunto de los partidos políticos, incluidos
los de izquierda.
52
Cueva, A.; op. cit. p. 47
53
Triunfo porque el neoliberalismo fue impuesto más que exitosamente; fracaso en lo atinente al campo popular porque
ello sumió al cuerpo social en un proceso de pauperización y descomposición que aún hoy no ha podido ser revertido.
20
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(Prolegómenos del neoliberalismo)
Los caminos que comenzaron a ser recorridos por el gobierno democrático54 electo en 1983,
dejaron al descubierto no sólo insoportables intensidades de sufrimiento ante la salida a la superficie
de todo el horror causado por la masacre social, sino sus restringidas posibilidades de lograr la
recomposición de la sociedad civil. El neoliberalismo había llegado para quedarse, mientras que el
aparato productivo nacional estaba eficazmente desarticulado, por no decir exterminado. El gobierno
de transición propició los juicios a los comandantes y algunos oficiales por las graves violaciones a los
derechos humanos, de los cuales unos pocos prosperaron, aunque luego fueron contrarrestados con las
leyes de Obediencia Debida, Punto Final y posterior indulto, signando un incierto futuro para la
democracia.
Quizá los niños nacidos durante el cautiverio de sus madres y privados de su verdadera
identidad, que continúan siendo buscados por Abuelas de Plaza de Mayo, constituyan una
expresión de la siniestra actualidad y vigencia del «Estado militar». Ellos son la expresión más
cruda de todo «lo robado»: los compañeros de lucha, la cultura, la justicia, el pensamiento crítico,
la alegría, la solidaridad, la identidad . Y esta identidad no le falta a «esos niños particulares», hoy
ya jóvenes, que tienen denegada su historia; le falta al país, a los latinoamericanos, a todos los
jóvenes y les faltará a las futuras generaciones hijas de esos jóvenes, porque las redes sociales no
pueden recomponerse sobre un cuerpo agujereado.
VIII – CONCLUSIONES
“No se trata entonces, sólo de recordar para no volver a repetir
una historia del pasado político. Se trata también de vislumbrar y
localizar que en la misma disociación de la memoria, o en esa
particular falla ética, en esa misma textura de complicidad, está
también inscripta la malla que servirá de sostén para la construcción
de nuevos sistemas represivos.”
Eduardo Pavlovsky, La ética del cuerpo.
En este trabajo se han intentado explorar algunas particularidades del «Estado militar».
Esta tipificación, que contó con expresiones similares en varios países latinoamericanos, ha sido
analizada específicamente en la Argentina, en tanto que «alternativa histórica al fascismo», y
dentro de las formas «excepcionales» de gobierno. De tal manera el «Estado militar» fue el
producto de variables socio–político–económicas externas e internas. Entre las primeras, el factor
de mayor relevancia estuvo constituido por los antecedentes golpistas en países vecinos,
principalmente en Chile. Entre las últimas, el elemento más gravitante estuvo referido a la
amenaza para el propio sistema capitalista, representada por el importante aumento de la
combatividad de las organizaciones populares. Fue entonces cuando, dada la situación de crisis
interna y la incapacidad de los sectores de la burguesía nacional de garantizar la continuidad de la
democracia burguesa, el partido militar en alianza con sectores de la burguesía nacional y
54
Weffort, Francisco; «Nuevas democracias. ¿Qué democracias?» En: Sociedad, Nº 2, mayo de 1993, pp. 98–101.
21
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(Prolegómenos del neoliberalismo)
fundamentalmente con las burguesías transnacionales instauró, a través del «golpe de Estado» en
marzo de 1976, el «Estado militar».
Esta modalidad de gobierno «excepcional» y novedosa, se caracterizó por una planificación
meticulosa que, sustentada en el cuerpo filosófico–ideológico de la Doctrina de Seguridad
Nacional, no sólo tuvo por objetivo la brutal represión política e ideológica descargada sobre los
sectores populares mediante la acción directa; sino que su accionar se extendió sobre los cuerpos
socio–institucionales, que se transformaron en reproductores de la ideología dominante–militar.
Dentro de los aparatos ideológicos se han explorado particularmente el educativo en sus diferentes
niveles, los mass media y la familia, por considerarlos como los más eficaces tanto para instalar el
trastrocamiento de la historia, la información y la realidad en su conjunto, como para sentar las
bases de la producción de una nueva realidad, gracias a la implantación en cada hogar de los
nuevos parámetros para codificar–decodificar percepciones, informaciones, concepciones,
intereses, sentidos y valores. Así también se ha analizado cómo el proyecto político–ideológico del
«Estado militar» operó sobre el lenguaje, en tanto que vehículo privilegiado del pensamiento, que
a la vez expande y acota sus límites en torno a un universo social determinado. Es sobre la base de
la amplitud–restricción del lenguaje, así como de la riqueza o pobreza sintáctico–semántica, que
aumenta o disminuye la calidad del nivel formal del pensamiento, y con ella las posibilidades de
acceder al establecimiento de conexiones complejas indispensables para el desarrollo de la actitud
crítica frente a las realidades.
La manipulación del lenguaje ejercida durante el «Estado militar», introdujo como «natural»
el pensamiento único, por ende totalitario. No se escatimaron esfuerzos –genocidio, una guerra
suicida, robo de la identidad a niños nacidos en cautiverio, coordinación continental para la
represión– para alterar percepciones, informaciones y sentidos, como tampoco para re–escribir «la»
historia que se constituiría en soporte de la «panacea neoliberal», cuyas siniestras consecuencias no
se harían esperar por mucho tiempo.
Ha sido posible visualizar entonces, cómo la instauración del «Estado militar» se constituyó
en un plan global represivo–productivo que traspasó las fronteras nacionales gracias al acuerdo del
Cóndor. El plan estuvo destinado a legitimar las nuevas modalidades del proceso de acumulación
capitalista y a realizar una fina selección de los elementos que deberían ser incluidos en la
«construcción» de las subjetividades55, de manera que reprodujeran características acordes a las
necesidades del sistema. El enfoque planteado, entonces, no deja de analizar los aspectos represivos
del Estado militar, pero se centra luego en su tecnología de violentación de los procesos del
pensamiento y captura de sentidos.
Fue así también que la política y la economía se desprendieron de las calles y del bien
común, quedando circunscriptas a intelectuales «abocados a la ciencia y la técnica». Entre tanto
los profesionales y burócratas de turno, parapetados en sus despachos y cúpulas respectivamente,
sólo se han esforzado por evitar ser «asociados» con cualquier turbulencia popular. Una verdadera
operación «descompromiso» social de la ciencia en general y de la política en particular, que se
redujo a practicar buenas y limpias transacciones con el poder de turno (por supuesto transacciones
falsamente inocentes y ligadas a la legitimación de la acumulación brutal de capital, sacando de
55
La producción de las subjetividades, alude a los puntos de sujeción social que integran la constitución de los sujetos,
en relación con diferentes circulaciones del poder.
22
Argentina 1976-1983. De la represión a la producción de realidad.
(Prolegómenos del neoliberalismo)
ella todos los beneficios posibles y sin reparar en la procedencia y costos de los mismos); en un
todo de acuerdo con una conveniente adecuación a los parámetros mediáticos.
En la nueva sociedad, «neoliberalmente democrática», la violencia del hambre y la
desocupación «advierte» que las víctimas deber deben responder solamente a través de las
instituciones del sistema, pues cualquier movilización popular es pasible de ser penalizada,
«habilitando» la respuesta represiva legal del aparato estatal.
Respecto de la identidad robada a los niños nacidos durante el cautiverio de sus madres,
queremos decir que continúa faltando aún hoy a todos y cada uno de los niños y al conjunto de la
sociedad que, a la par que se define democrática, continúa confusamente presurosa de olvidar el
pasado «a cualquier precio», de acuerdo con la economía de mercado que, gracias a la fetichización
de las mercancías, supone que todo puede ser comprado y vendido. Lo que al parecer no quiere ser
reconocido, es que la vida y la libertad tanto como la verdad y la dignidad no sólo no son
mercancías sino que no reconocen precio alguno, y que sobre un cuerpo social desgarrado no hay
construcción democrática posible. Resta aún reconocer que el «Estado militar» y sus efectos
perdurables hasta la actualidad, afectan la constitución de las bases mismas de la sociedad, aunque
las cargas más pesadas recaigan, como reiteradamente ha demostrado la historia, sobre los sectores
más oprimidos; y que no es reclamando «mayor seguridad» –represión–, que aquella podrá cerrar
sus heridas. Más bien, habría que pensar en que sólo habrá «mayor seguridad» –libertad– cuando
una mayor equidad distributiva y la reconstrucción de la solidaridad puedan darle sustento.
Algunas consideraciones finales respecto a las relaciones entre dictadura y democracia
aluden a que, mientras la identidad no pueda ser recuperada plenamente, y en tanto no sean juzgados
y castigados los responsables de la siniestra usurpación, no podrá hablarse de democracia.
Mientrasuna justa distribución de la riqueza no posibilite la reproducción material de la sociedad, no
podrá hablarse de democracia. En tanto la división de poderes sea una mera máscara formal y la
política no devenga una práctica ética que retome las necesidades de las masas populares, sin
circunscribirse a oficinas ocupadas por burócratas, no podrá hablarse de democracia.
Por lo tanto, así como no puede dejar de reconocerse la intencionalidad que rigió la
implantación violenta del modelo neoliberal, tampoco puede obviarse la actualidad de sus efectos
devastadores en el seno del sistema democrático burgués. Ello impone como desafío el pensar en
torno de cuáles son las posibilidades de profundizar, quizás debiera decirse comenzar a construir,
un verdadero sistema democrático que no quede reducido a lo eleccionario sino que obtenga
sustento de un proyecto que incluya el complejo juego de interrelaciones entre lo social, político y
económico. El desafío es trabajar en la línea del no conformismo con las estructuras de
participación vigentes. La participación directa en las cuestiones de la comunidad se plantea como
una necesidad. Sin tal inclusión resulta más que formal hablar de la sociedad civil, y la formalidad
nada tiene que ver con un proceso de ciudadanización verdadero, que no podrá lograrse sino
mediante la reapropiación de espacios públicos, con prácticas comunitarias cooperativas y
solidarias, apuntando hacia el desarrollo de la autonomía.
Considérese este escrito como una escueta contribución al análisis de la historia reciente,
así como una propuesta para pensar la realidad en tanto compleja y diversa, tratando de demostrar
que es no sólo posible sino necesario enfrentar la creencia de que «las cosas siempre han sido así y
por lo tanto es inútil oponerse». Claro que oponerse y resistir, sin olvidar ni resignarse a nada, son
quizás los primeros pasos para crear un espacio de pensamientos y prácticas alternativos que,
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