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Este poema trata el tema de la figura del poeta y su aislamiento de una sociedad que no
sólo no le comprende, sino que lo maltrata y se burla de él. Este tema tiene sus bases en
la esencia misma del movimiento simbolista y nace de la concepción romántica de la
soledad del genio creador. En la sociedad ultraconservadora nacida con el II Imperio, el
poeta acrecienta su divorcio con la burguesía. El creador se siente un ser superior, que
se mueve dentro del mundo del Ideal y la Belleza, pero en el mundo real no sabe cómo
moverse, cómo comportarse, y se convierte en un ser ridículo, objeto de la burla y de
maltrato por parte de la sociedad vulgar, incapaz de ver la Belleza de la que el poeta es
el representante.
a.- Está compuesta por los tres primeros cuartetos. En ellos nos muestra la
crueldad de los marineros para con el albatros (ser imponente, bello, libre mientras flota
sobre el viento; desgarbado e indefenso cuando desciende en cubierta).
b.- Última estrofa.- en ella el autor aclara el significado del símbolo del albatros.
Es el Poeta, exiliado en un mundo hostil, superior moralmente pero en condiciones de
inferioridad respecto a la vulgaridad reinante en el entorno.
RECURSOS
El texto se basa en la identificación entre el albatros y el Poeta, así como entre los
burdos marineros y la sociedad.
El poema comienza resaltando la crueldad de los marineros que “por divertirse” cogen
algún albatros. Estos pájaros son espectaculares por su belleza (son “vastos pájaros de
los mares”), y tienen su reino en el mundo de la Belleza Ideal (así lo indica la metáfora
“reyes del azul”). Recordemos que en el universo de las correspondencias los colores
tienen significado y “azul” simboliza el mundo ideal, la poesía y la belleza perfecta.
En la cubierta de la nave, en el mundo real, los albatros dejan de ser “reyes”, para
convertirse en unos seres “desdichados y avergonzados”. Los símbolos de su belleza, lo
que le hace especial y magnífico en el cielo, (“sus grandes alas blancas”.- el color
blanco simboliza pureza y las alas son símbolo de libertad, lo que permite trascender el
mundo vulgar y encaminarse al mundo Ideal) se convierte ahora en un impedimento, en
algo que lo coloca en posición de inferioridad respecto a los hombres (son “remos
colgando del costado”, que ellos se ven obligados a “arrastrar” como una carga inútil).
Los dos últimos versos de esta estrofa están dedicados a describir la crueldad de los
marineros contra el ave, a la que vejan y maltratan. Uno de los maltratadores es un
tullido, un “cojo”. Esa cojera física es reflejo de su cojera moral, su maldad natural que
le lleva a destruir lo que no entiende. Pero resulta que ahora también el ave es “otro
tullido que antes volaba”. Esta antítesis (“tullido” / “volar”) refleja que el albatros-
poeta, fuera de su elemento natural, es un ser discapacitado, un pobre tullido, a merced
de la crueldad de los demás, de los que no puede defenderse.
Finalmente, la última estrofa identifica al Poeta, con mayúscula (señal de que se habla
de una generalidad, de una “casta”), y el albatros (“señor de las nubes”). Mientras
volaba (=permanece en el mundo Ideal) se podía permitir mirar con desprecio a la
chusma que intentaba en vano hacerle daño (“ríe del arquero”) y además podía vivir una
vida intensa, al límite, en el torbellino de las pasiones y el tumulto de la actividad
creadora (“habita en la tormenta”). Ahora el Poeta es un “exiliado” en el suelo (antítesis
“nubes” –ideal- / “suelo” –realidad-), alguien que es consciente de que ha vivido en el
Paraíso y que debe sufrir el desprecio y la burla (“en medio de abucheos”) y que nunca
podrá adaptarse a su nuevo medio porque es desproporcionadamente grande, demasiado
diferente, para el estrecho mundo en el que vive (metáfora “caminar no le dejan sus alas
de gigante”).
IV.- CORRESPONDENCIAS
Este poema muestra uno de los pilares del simbolismo: la creencia de que el mundo y
todas sus criaturas están unidas en un significado superior y trascendente. El poeta es el
único capaz de desentrañar estos significados ocultos.
Por ello el texto comienza con la metáfora que identifica la Creación con un “templo de
pilares vivientes”. Todos los seres vivos y demás elementos de la creación son parte
(“pilares”) de ese significado. La concepción de la Naturaleza como un “templo”
implica que llegar a descifrar sus ocultos mensajes sólo es posible si se es un iniciado
que conoce las claves para participar en la liturgia. El mensaje es críptico, difícil de
interpretar, pues está expresado con “palabras confusas”.
El ser humano atraviesa entre esos “bosques de símbolos” que intentan conectar con él,
transmitirle el mensaje (“le miran con miradas familiares”).
La segunda estrofa explica que todo lo que existe forma parte de una unidad “tenebrosa
y profunda” (su significado es oscuro y misterioso, no es algo fácilmente comprensible,
sino arcano). Esa unidad cósmica es a la vez “luz” y “noche”. Esta antítesis indica que
la naturaleza es diversa y variada; en ella cabe lo sublime pero también lo miserable, la
alegría y el dolor, la pureza y el vicio. En este mundo todo está relacionado con todo
(sonidos, colores, perfumes nos llevan a otra realidad).
Estos dos cuartetos forman la primera parte del poema. Los dos tercetos constituyen la
segunda parte y en ella el autor no muestra cómo algunas de estas analogías son
positivas y conducen a la virtud; y otras conducen al pecado.
X.- EL ENEMIGO
Mi juventud tan solo fue una negra tormenta,
cruzada aquí y allá por soles luminosos;
tal estrago en mí han hecho los rayos y la lluvia,
que en mi jardín ya quedan muy pocos frutos rojos.
Este poema fue escrito por Baudelaire en una etapa en la que él creía haber alcanzado el
otoño de su vida y estar a punto de iniciar una nueva etapa. Reflexiona sobre su vida y
sólo ve en ella desesperación y pecado.
La imagen del Tiempo devorador es frecuente en Baudelaire. Constituye uno de los ejes
temáticos de su obra. Este es un tema que el poeta toma del Romanticismo y que trata
de una forma esencialmente dramática.
El primer cuarteto describe una juventud de pecado, donde pocas veces ha podido
conocer la virtud. Se establece una antítesis entre “negra tormenta” (el pecado) y los
“soles luminosos” (la virtud, momentos de paz). El vicio (“los rayos y la lluvia”) han
causado estragos en su cuerpo (“jardín”), donde apenas queda ya nada positivo ni amor
(“frutos rojos”).
En el primer terceto expresa sus dudas sobre si la transformación será posible. Él duda
de que su nueva vida (“las nuevas flores”) pueda encontrar en esa alma ajada (“suelo
igual que una playa empapada”) la fuerza interior (“alimento místico”) para continuar
en la nueva/buena dirección.
XVIII.- EL IDEAL
No serán jamás esas beldades de viñetas,
productos averiados, hijos de un siglo golfo,
dedos con castañuelas y pies con borceguíes,
las que un pecho sabrán deleitar como el mío.
En este poema Baudelaire rechaza el ideal de belleza femenina delicada, pálida, (“no
puedo encontrar entre esas rosas pálidas / una flor a mi rojo ideal parecida”), típica del
Romanticismo (“hijos de un siglo golfo”).
Baudelaire opone a este una belleza fuerte, decidida, no exenta de mal (“Lady
Macbeth”), atormentada como La Noche de Miguel Ángel.
Como en otras ocasiones la poesía sirve para reflexionar sobre la estética. En este caso
se rechaza esa belleza pálida, del romanticismo pero también las creaciones de Gavarni
(pintor que se especializó en mostrar el contraste entre el lujo y la más abyecta miseria),
de ahí las referencias de las “pálidas rosas”, “hospicianas bellezas” de Gavarni que poco
tienen que ver con ese “rojo ideal” que busca el poeta.
Este ideal se encarna en lady Macbeth, símbolo de la belleza fuerte, potente, ambiciosa
y no exenta de mal y de tragedia. De nuevo la literatura (Shakespeare y Esquilo) se
convierte en referencia. El poeta necesita de algo que sea esencialmente grande y
trágico, no puede contentarse con una delicada florecilla.
Las dos últimas estrofas identifican la fusión entre Belleza e Infinito. La Belleza, sea
cual sea su naturaleza, es la puerta hacia ese Infinito que el poeta ansía sin conocer y
que le permite soportar el horror de la existencia.
Este poema forma parte del ciclo que Baudelaire dedicó a Jeanne Duval, su amante.
Desarrolla en él tres temas: la sensualidad, la evasión (a través de paisajes exóticos) y el
viaje.
El poema está recorrido por la evocación decadente de un paisaje a través del perfume
que el poeta respira en el seno de su amada. El contraste entre la melancólica tarde de
otoño en el que viven su momento de amor los amantes y el esplendor sensual del
verano exótico acreciente la sensualidad del poema.
Este poema es ejemplo del afán provocador de Baudelaire así como de la inclusión en la
literatura de temas, a priori, poco literarios. Ambas son características esenciales en la
obra de nuestro poeta.
En la literatura clásica la muerte era una amenaza cuya invocación servía para estimular
el deseo de gozar de la juventud y la belleza. En este poema es una realidad, en cuya
descripción se regodea el poeta, y una certeza a la que no escapará la amada que ha
acompañado al poeta en su paseo.
El poema comienza con una invocación al alma del poeta para que recuerde la visión
que les ha asaltado en su paseo. Observemos la delicadeza con la que comienza el
poema y el brutal contraste que supone la irrupción de la carroña (la cursiva es nuestra):
También esa perra nerviosa que espera a que pasen los amantes para volver a
alimentarse de la carroña podría ser una referencia a esa mujer destructora-vampira que
se alimenta del sexo y de la muerte.
Por otra parte también se compara a la carroña con elementos de la naturaleza (en
principio de connotaciones positivas), que aquí se convierten en metáfora de la
descomposición:
Los insectos, los flujos de humores, parecen dotar de vida a la materia muerta, pero de
una vida que perpetúa la putrefacción y la muerte. No es una muerte que cree vida, sino
que es continuación de la muerte:
Baudelaire no puede evitar incluir otro de sus temas recurrentes: la reflexión sobre la
naturaleza de la creación artística. La carroña se equipara, en tanto en cuanto empieza a
perder su verdadera forma, en un sueño, un bosquejo en la tela olvidada.
El poema finalmente se cierra con el lamento del poeta ante la certeza de que su amada
(“…mi pasión y mi ángel, la estrella de mis ojos,/y el sol de mi naturaleza…”), símbolo de la
pureza ideal también se verá reducido a esta inmundicia, será finalmente como esta
horrible infección.
Dedicado a Jeanne Duval, muestra el tema del vampirismo. Sin embargo, la víctima
confiesa que necesita que su vampiro lo someta, al tiempo que la maldice. Incluso pensó
en acabar con ella, pero él sabe que el mal procede de él mismo y que volvería a caer en
sus redes (“tus besos resucitarían / el cadáver de tu vampiro”).
XXXIV.- EL GATO
Ven a mi amante pecho, gato mío;
guarda las garras de tu pata,
y hundirme déjame en tus bellos ojos,
mezclados de ágata y de metal.
Baudelaire sentía obsesión por los gatos, a quienes consideraba seres perversamente
bellos y sexuales. Aquí se produce la identificación entre el animal y la amada (Jeanne
Duval) hasta el punto que el animal es de color oscuro como la piel de la mulata.
XLIX.- EL VENENO
Es el poema que abre el ciclo de Marie Daubrun, amante de Baudelaire, tras Jeanne
Duval y la Sra. Sabatier.
Desarrolla el tema de la fascinación ejercida por la belleza femenina, más poderosa que
el vino o el opio. Marie Daubrun tenía, entre otras muchas cualidades, unos ojos verdes
que fascinaron a Baudelaire. También encontramos el tema del beso que lleva a la
muerte y de la falta de remordimientos pues el “beso hunde mi alma en el olvido” (el
poeta se deja arrastrar por el pecado, olvida lo que está bien y lo que está mal).
En este poema ahondamos en el tema del deseo sexual como un veneno más poderoso
que el alcohol y que el opio. Se trata de una fuerza que somete al poeta, que emana de
los ojos verdes, del beso (la saliva) devorador. A través de ellos el poeta se hunde en el
olvido, en el vértigo, prácticamente en la muerte.
El poema se divide en dos partes, cada una compuesta por dos estrofas:
a.- en la primera parte, las dos primeras estrofas se centran en los efectos del vino y del
opio que logran modificar la realidad más infame y abrir el alma del poeta al placer a
través de la pérdida de conciencia. La necesidad de la evasión a través de las drogas es
un tema profundamente decadentista que Baudelaire trata profusamente en su obra.
b.- la segunda parte está constituida por las dos estrofas finales. En ellas se concluye
que el poder del vino y del opio no es nada en comparación con la fuerza singular de los
ojos verdes y del beso destructor de la amante. Más poderosos, más peligrosos que el
vino y el opio provocan la aniquilación del alma del amante sin que este pueda (ni
quiera) resistirse a su embrujo.
LXXV.- SPLEEN
Irritado Pluvioso con toda la ciudad,
a raudales el lúgubre frío de su urna vierte
sobre las gentes pálidas del cementerio próximo,
y la mortalidad en los barrios brumosos.
Este no es el único poema que Baudelaire tituló con el nombre de “Spleen” y todos ellos
giran en torno al tema del aburrimiento existencial, de la melancolía crónica, que
producen en el poeta un profundo sentimiento y dolor vital.
El poeta retrata el hastío, la falta de esperanza, de una lluviosa tarde de Pluvioso (tal vez
la alusión al quinto mes del calendario revolucionario –equivalente a parte de los meses
de enero y febrero- sea un rasgo más de la conciencia provocativa de Baudelaire a quien
le gustaba sacudir las conciencias burguesas).
El único ser vivo parece ser el gato (símbolo de la sensualidad) que busca un lugar
donde descansar indolentemente, también falto de energía.
El poeta, viejo y cansado, parece haber perdido la voz entre la lluvia, símbolo de muerte
al igual que el reloj (que marca inexorablemente el paso del tiempo). En este contexto el
juego de cartas nos habla también de la melancolía de los amores ya pasados, cuyo
recuerdo parece “siniestro” en este ambiente que parece prefigurar la muerte (el sonido
de la campana parece que debe ser interpretado en este sentido). El tañer de la campana
se une al del reloj y sirven de lúgubre banda sonora para el recuerdo de los amores ya
pasados.
LXXVIII.-SPLEEN
Este no es el único poema que Baudelaire tituló con el nombre de “Spleen” y todos ellos
giran en torno al tema del aburrimiento existencial, de la melancolía crónica, que
producen en el poeta un profundo sentimiento y dolor vital.
a.- la primera parte está constituida por las cuatro primeras estrofas que, desde el
punto de vista sintáctico constituyen una única oración. Los tres primeros cuartetos
constituyen las proposiciones adverbiales de tiempo y en el cuarto aparece el verbo
principal. Desde el punto de vista de la actorialización lírica estos cuartetos se inscriben
en el marco de la 3ª persona. Bien sabemos que el poeta está retratando su propia
situación, pero lo hace describiendo su experiencia de forma general, distanciándose de
sí mismo.
Indiscutiblemente el poema entra de lleno en uno de los temas que más atormentaron a
Baudelaire: el hastío existencial, paralizador, que pesa sobre el alma como una losa y
que lo aprisiona.
Cuando el alma “gimiente” (pues sufre bajo la tiranía del aburrimiento existencial) está
presa del hastío, que es “largo”. Por eso el cielo, -que debería ser símbolo de eternidad,
de infinito, y debería estar cargado de positividad-, no es límpido ni azul, sino
“plomizo”(gris y pesado) se convierte en una “losa”, (la pesa piedra que cubre la tumba
en que se ha convertido su existencia) y, en lugar de inundar la vida del poeta de luz, de
energía, crea un día lleno de desesperanza (“más negro y triste que la noche”), sin
posibilidad de cambio pues ese día va “abrazando todo el horizonte”. La noche,
identificada con la muerte, es menos negra y triste que una vida sin esperanza;
Cuando la tierra (el mundo) se convierte en una “celda húmeda” (en muchas ocasiones
Baudelaire identifica el mundo como una olla, un hervidero trágico. Es esta certeza de la
vacuidad de la existencia lo que produce el spleen), la Esperanza es un “murciélago”
que “revuela golpeando los muros con sus alas medrosas” (es un ser ciego, a quien su
incapacidad le impide encontrar el camino de salida de los muros de esa prisión, y que,
por ello, se muestra temeroso, desconfiado de su capacidad). Esa prisión que es la vida
está caracterizada de forma totalmente negativa es “húmeda”, sus techos están
“podridos”;
Cuando la lluvia (que es un símbolo negativo, de tristeza) cae (imita las rejas de una
“vasta prisión”) -insiste el poeta en la metáfora carcelaria-, y los pensamientos
negativos y la desesperación (“un pueblo mudo de infames arañas”) se apoderan de su
alma (“tiende sus telas en lo más profundo del cerebro”);
El poeta se encuentra en la más absoluta soledad. No hay nadie a su lado que pueda
consolarlo, sólo siente a su alrededor sonidos de muerte y desesperación y, al final, eso
es lo único que le queda.
La conciencia de que esta situación viene de lejos y que el dolor durará eternamente
aumenta la tensión dramática del poema (“largo hastío”, “gemir obstinados y largos”).
El tiempo siempre es fruto de angustia en Baudelaire, bien porque suponga una
eternidad de sufrimiento, bien porque indique la inmediatez de la muerte o el fin de la
belleza.