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Sorbona durante los acontecimientos de Mayo del 68, quizá en junio o julio (aunque
me han dicho que él no estaba presente, en que le dirigí algunas palabras, ignorando
él quién le hablaba (a pesar de lo que digan los detractores de Mayo, aquél fue un
hermoso momento, en que uno podía hablar con cualquiera, anónimo, impersonal,
un hombre entre otros hombres y saludarse sin más explicación que la de ser uno
pregunta a menudo: ¿Por qué Foucault no está aquí? restituyéndole así su carisma
bien: está en el extranjero, incluso los lejanos japoneses, estaban allí. Tal ves esta
cuando todavía no era más que un manuscrito casi sin título. Lo tenía Roger Callois y
nos lo pasó a varios de nosotros. Y si recuerdo este papel de Caillois es por que me
parece que ha caído en el olvido. Caillois mismo no era siempre aceptado por los
de los que detentan un saber reconocido. En fin, se había forjado un estilo muy
El primer libro de Foucault (admitamos que fuera el primero) puso así de relieve
unas relaciones con la literatura que habría que corregir más adelante. La palabra
de la locura, y ante todo de ese poder de exclusión que, un buen o un mal día, fue
soberano- iba a mantener con aquello que mejor tiene repartido, dando a entender
fin, qué historia tan singular, cuyo curso puede desviar un simple decreto, y no
grandes batallas o importantes disputas monárquicas. Y por si fuera poco, ese
violadores, extravagantes y, para terminar, los chiflados o locos), debe, con una
alimento y bendición. Impedir que los enfermos mueran en la calle, que los pobres
piadosos con su ejemplo y sus malas costumbre, no es nada malo en sí, es más,
excelente.
De este modo, ya desde su primer libro, Foucault aborda problemas que han
vacíos los desaparecidos leprosos, donde se habilitan los refugios para otros
marginados, del mismo modo que esta necesidad de marginación persevera bajo
Foucault reprochará el haberse dejado seducir por la idea de que hay una
se sitúa fuera de la historia y de la de los poetas (los artistas) han sido y pueden ser
todavía testigos, las víctimas o los héroes. Si esto fue un error, le ha sido
poca afición por la noción de profundidad, del mismo que perseguirá en los
discursos, los sentidos ocultos, los secretos fascinantes, es decir los dobles y triples
fondos del sentido, de los que es cierto que no se puede llegar hasta el final más que
el significantes.
Llegados a este punto, diré que Foucault, que en una ocasión se proclamó
alarde de ello, tuvo una percepción muy aguda de los peligros a los que estamos
expuestos, esforzándose por distinguir entre los más amenazadores y aquellos con
los que podemos contemporizar. De ahí la importancia que tuvo para él la noción de
Estado (un consejero político), l mismo que en un escritor -termino éste que él
muchas cosas) los peligros de esta búsqueda y sus ambiguas relaciones con los
Hay al menos dos libros, uno de apariencia esotérica, otro brillante y sencillo,
nuevo saber y que en realidad son como testamentos donde se inscriben unas
promesas que no se cumplirán, no ya por negligencia o por impotencia, sino por que
hasta el límite del interés que les concede – es así generalmente como él ajusta sus
cuentas, después se vuelve hacia otros horizontes,sin traicionar por eso sus
profusamente, es un ser silencioso, más aún: empeñado en guardar silencio cada vez
que los curiosos, con mejor o peor intención, le piden que se explique (aunque
La arqueología del saber, lo mismo que El orden del discurso, marcan el periodo -fin
del periodo- en que Foucault, como escritor que era, pretendió poner al descubierto
Testigos que no confiesan, porque no tienen nada que añadir a lo que ya ha sido
si se admite de una vez por todas que hay multiplicidades que no están referidas a
ninguna unidad.
Pero Foucault, se dirá, en esta aventura en que la lingüística juega también su
condiciones de responder a esta pregunta, pues me doy cuenta de que hasta este
nombre de esta disciplina efímera, a pesar de la amistad que me unía con algunos de
sus defensores) por qué Foucault, siempre tan por encima de sus pasiones, se
ilustres capitanes. Varias son las razones. La más simple (por decirlo así) es que
otra cosa significan esas leyes formales que regulan toda ciencia, permaneciendo
pena. “Nada, pues, sería más grato, pero más inexacto, que concebir este a priori
histórico como un a priori formal que estuviese, además, dotado de una historia:
gran figura inmóvil y vacía que surgiese un día del tiempo, que ejerciese sobre el
pensamiento de los hombres una tiranía a la que nadie podría escapar, y que luego
diálogo final del mismo libro en que los dos Michel se enfrentan en un duelo a
muerte en que no se sabe cuál de los dos recibirá la estocada mortal: “A lo largo de
todo este libro, dice uno de ellos, ha tratado usted, don diversa fortuna, de
¿A qué vienen esta discusión tan agría y quizá tan inútil (al menos para aquellos que
no ven lo que está en juego)? La razón es que el archivista que quiere ser Foucault y
aparentar trabajar por el único lenguaje (o discurso) del que los filósofos, lingüistas,
antropólogos, críticos literarios, pretender extraer las leyes formales (y por tanto a-
trascendentalismo vicioso que Heidegger nos recordará en dos frases muy simples: el
Ahora bien, Foucault, cuando se ocupa del discurso, no rechaza la historia, sino que
un rumor continuo, inmenso e ilimitado que habría que inhibir (o reprimir), a modo
en significaciones personales las instancias soberanas, tal vez creadoras, tal vez
destructoras.
heideggeriano) y en fin lo que él mismo llama “la soberanía del significante” (El
imperialismo del fonema, del sonido, del tono y hasta del ritmo), trabaja sin
embargo todavía sobre el discurso para aislar una forma a la que él dará el nombre
desprestigiado de enunciado: término del que hay que decir que le va a ser más fácil
designar aquello que excluye que aquello que afirma (enuncia), en su tautología casi
heroica. Leed y releed La arqueología del saber (título en sí mismo peligroso ya que
evoca aquello de lo que hay que apartarse. El logos de la arché o la palabra del
Foucault emplea aquí todo su talento en describir en frases sublimes aquello que
rechaza: “no es esto..., tampoco es esto..., esto ni mucho menos...”, de manera
que n le queda casi nada que decir para dar valor a aquello que precisamente recusa
la idea de “valor”: el enunciado raro, singular, que sólo requiere ser descrito o
incluso reescrito, en relación con sus únicas condiciones externas de posibilidad (el
Que lejos estamos del hervidero de frases del discurso ordinario, frases que no cesan
enunciado, en la rareza que le viene en parte de que no sabría comportare más que
como positivo, sin cogito al que remitir, sin autor único que lo autentifique, libre e
todo contexto que le ayudaría a situarlo en un conjunto (del que extraería su sentido
comparables sin duda alguna a las tentativas perversas (a decir de Thomas Mann) de
la música serial.
principio, se dice lo que se va a hacer en las lecciones siguientes, pero que uno se
respecto a la arqueología misma), las nociones que deben servir para un nuevo
principios que según él, han dominado la historia tradicional de las ideas; oponiendo
significaciones ocultas-. Todo esto está muy claro. Pero ¿no se está enfrentando
Foucault a adversarios derrotados hace tiempo? Y sus propios principios ¿es qué
acaso no son más complejos de lo que su discurso oficial imagina, con sus
discontinuidades que, con razón o sin ella, pareció, durante algún tiempo, propio de
la música serial).
¿SABER, PODER, VERDAD?
Del mismo modo que, cuando se atribuye de buen grado a Foucault una desconfianza
casi nihilista con respecto a lo que él llama voluntad de verdad ( o voluntad de saber
verdad, sí, sin duda, ¿pero a qué precio? ¿Cuáles son sus máscaras? ¿Qué exigencias
políticas se disimulan bajo esta pretensión tan digna? Y todas estas preguntas se
imponen tanto más cuanto que Foucault, menos por instinto diabólico que por el
condenado a no prestar atención más que a las ciencias dudosas, ciencias que no le
humanas” (es en las ciencias humanas en las que está pensando cuando anuncia, con
que tanto nos preocupa, mientras hacemos todo lo posible, en el momento presente,
por convertirlo en póstumo, con nuestra curiosidad que lo reduce a no ser más que
cuesta cara. No hace falta que recordemos a Nietzsche para estar seguros de ello.
Así es como, ya desde La arqueología del saber, donde la ilusión de la autonomía del
discurso parece complacernos tanto (ilusión que tal vez fascinaría a la literatura y al
arte), se enuncian las relaciones múltiples del saber y del poder, y la obligación de
tomar conciencia de los efectos políticos que produce en uno u otro momento de la
¿Razón, exclusión, represión? Hay que conocer muy poco a Foucault para pensar que
El libro Vigilar y castigar, como se sabe, marca el tránsito del estudio de las
de Foucault. En cierto modo, sus preocupaciones siguen siendo las mismas. Del
aislamiento masivo a las formas variadas de prisión imposible no hay más que un
médica (por lo demás Foucault nunca perderá de vista este saber imperfecto que le
obsesiona, que encontrará incluso entre los Griegos y que terminará por vengarse de
secreto de las torturas y del espectáculo de las ejecuciones al uso refinado de las
otros pueden recurrir a la vida satisfecha de los tranquilizantes, nos remite a las
ineluctable e incluso bienhechor. Cualquier hombre que sepa de dónde viene puede
maravillarse de ser quien es, o bien si recuerda las distorsiones a las que ha sido
nos es negado hoy en día de una forma y otra. Si la peste de Tebas tiene por origen
que cada cual se define por el lugar que ocupa en la serie, y por la distancia que le
Una transparencia semejante (como la que Hugo impone a Caín hasta en la misma
tumba) tiene la trágica ventaja de hacer inútil la violencia física a la que el cuerpo,
de lo contrario, debería someterse. Pero todavía hay más. La vigilancia -El hecho de
estar bajo vigilancia- que no consiste únicamente en la que ejercen los guardias,
sino que se identifica con la condición humana, cuando se quiere convertir ésta a la
vez en obediente (conforme a las reglas) y productiva ( o sea útil), va a dar lugar a
que no podrá prescindir ninguna ciencia auténtica. ¿Acaso tampoco ningún poder?
Esto es menos probable, pues la soberanía tiene unos orígenes oscuros que hay que
buscas más en la dirección del gasto que en la del uso, sin hablar de principios
Foucault preferiría casi las épocas claramente bárbaras en que los suplicios
Kafka). La prueba está en que las ejecuciones capitales no serán únicamente ocasión
las leyes y de las costumbres (de forma excepcional), sino que le incitan a menudo a
más discreta la suerte de los condenados, como tampoco es por clemencia por lo que
se van a dejar intactos los cuerpos culpables, combatiendo las “almas y las mentes”
el gusto por las nuevas libertades, cosa que está muy bien. Sin embargo, el
disimulan a medida que se multiplican.1 Cada día estamos más sujetos. Y de esta
olvidarnos de su trascendencia substituyendo la ley del origen divino por las distintas
reglas y los procedimientos razonables que, cuando nos hayamos cansado de ellos,
monstruosa (o olvidemos que Kafka que parece describir genialmente las formas más
Si queremos ver hasta qué punto nuestra justicia necesita de un subsuelo arcaico,
basta recordar el papel que juega en ella la casi incomprensible noción de la “íntima
esa herencia aristocrática: en el interior de cada uno de nosotros hay una palabra
que se hace sentencia, afirmación absoluta. Una ves formulada, este decir
primigenio, ajeno a todo diálogo, se convierte en palabra de justicia que nadie tiene
ayer). O bien, y esto le importa bastante más, observa que la reforma penal es tan
de un mano a mano consigo mismo (o con Dios), el supremo bienestar que procura el
silencio, medio idóneo donde se forman los mayores santos y donde se forjan los
sufren. ¿Pero es tan grande la diferencia? ¿es que no hay acaso más reglas que los
conventos que en el espacio celular? Y por último, los únicos presos de por vida ¿no
son precisamente aquellos que han hechos los votos perpetuos? Cielo, infierno, la
distancia es unas veces ínfima, otras infinita. De lo que no cabe duda es de que, del
poder en general, sino por las relaciones de poder, por su formación, por su
claro, pero cuando se produce la adhesión, tal vez no sea más que el efecto de una
violencia interior que se oculta en el fondo del consentimiento más sumiso. (¡Cuánto
“apoliticismo”, su rechazo de una lucha que podría ser un día decisiva (la lucha
sus luchas inmediatas, sino su decisión de no transigir con los “grandes designios”
así: ¿podemos saber dónde se sitúa, puesto que no se reconoce (en permanente
con la investidura disciplinaria de los cuerpos, o en fin con el inmenso dominio que
continuidades históricas de las que se deducirían las diversas formas del saber
humano, o en fin (algunos le acusan de ello) si no hace más que pasear al azar por el
de hecho hábilmente para recordarnos que todo conocimiento objetivo sigue siendo
ha declarado él mismo a Lucette Finas: “Nunca he escrito otra cosa que ficciones y
fábulas de las que no sería prudente sacar conclusiones morales. Pero Foucault no
sujeto. Estoy seguro que el notable libro de Claude Morali: ¿Quién es yo hoy en día?
Historia de la sexualidad, esa Voluntad de saber que es tal vez de su obras más
atractivas, por su brillantez, su estilo mordaz, sus afirmaciones que conmocionan las
ideas tradicionales. Libro que está en la línea de Vigilar y castigar. Nunca Foucault
se había explicado con tanta claridad sobre el Poder que no se ejerce a partir de un
Lugar único y soberano, sino que emana de abajo, de las entrañas del cuerpo social,
resultas de su convergencia. Pero, ¿por qué este retorno a una meditación sobre el
poder, cuando el nuevo envite de sus reflexiones consiste en desvelar los dispositivos
expondré más que dos: por un lado, confirmando sus análisis del poder, Foucault
cree recusar las pretensiones de la Ley que, vigilando, es decir prohibiendo, tales
importancia exagerada que se le concede hoy día (un hoy día que se remonta en el
concede hoy día (un hoy día que se remonta en el tiempo), señala el tránsito de una
esencialmente a través de la sangre -de ahí el valor de los linajes(tener una sangre
provecho trastocando las reglas de la alianza -por ejemplo la supresión del levirato-,
la norma, no ya a los derechos de los señores, sino al porvenir de la especie -la vida-
al sexo”. Conclusión que sin embargo me extraña, pues Sade, un aristócrata que,
más aún en su obra que en su vida, no tuvo en cuenta a la aristocracia más que para
impondrían a sus deseos, si se complace con la sangre (aunque menos que con el
mantener una casta de sangre pura o de sangre superior. Más bien al contrario: la
Sociedad de los Amigos del Crimen no se guía por la aspiración de ningún principio
primacía. Moral que revoca pues, o que cree revocar, los fantasmas del pasado. De
manera que uno está tentado de decir que, con Sade, el sexo toma el poder, lo que
impone su ley y la ley sirve del sexo para imponerse, Foucault se encuentra, una ves
más, confrontando con aquello que, en nuestra memoria, sigue siendo la mayor
catástrofe y el horror más espantoso de los tiempos modernos. “El nazismo, dice, ha
sido la combinación más pueril y la más artera -y lo uno está en función de lo otro-
alguna, la superioridad por la exaltación de una sangre pura, limpia de toda mezcla
ejecución del genocidio requiere todas las formas del poder, incluidas las nuevas
de fría determinación. Los hombres son débiles. Sólo llevan a cabo lo peor en la
guerrero, no proporciona a Hitler más que un pretexto para destruir las bandas
rebeldes, con todo a su servicio, pero que, indisciplinadas, seguían todavía por el
proclamaba por encima de toda ley, pues que él era la ley misma.
Foucault piensa que, para impedir la proliferación de los mecanismos de poder de
incluso la sexualidad de cada día), Freud presintió la necesidad de dar marcha atrás,
de la norma, los derechos anteriores, sin sacralizar por ello la prohibición, es decir
sexualidad y de sus “anomalías”, y por otro, reune en torno del Deseo -más para
fundarlo que para explicarlo- a todo el antiguo orden de la alianza, de modo que no
Quizá convenga decir a estas alturas que Foucault, en esta obra sobre la Historia de
sexualidad que se propaga por todo el cuerpo humano. Se alienta lo que se pretende
así en obsesivo. Del confesionario al diván, hay siglos de distancia (pues hace falta
tiempo para avanzar algunos pasos), pero, de los pecados a los placeres, y del
hablar de sexo, lo mismo para liberarse de él que para perpetuarlo, como si la única
verdad con cierto humor: “Somos, ante todo, la única civilización que cuenta con
han puesto sus oídos en alquiler”. Y sobre todo este irónico juicio sobre el
sexo: “Quizá un día todo esto cause perplejidad. No se comprenderá bien cómo una
quizá al recordar que aquellos hombres que hemos sido creían que en el sexo había
una verdad al menos tan preciosa como la que habían buscado ya en la tierra, en las
hemos puesto en fingir arrancar de su noche una sexualidad que todo -nuestros
primer tomo sobre la Historia de la sexualidad, quisiera poner término a las vanas
donde la sexualidad juega un gran papel y donde la Ley tiene su origen?). ¿Con qué
los placeres y para arrojar nueva luz sobre los problemas que sin embargo plantean,
voluntad de saber, las críticas vehementes que ha sucitado este libro, una especia
producido, y tal vez una experiencia personal que yo no puedo más que suponer y de
cuerpo sólido que deja de serlo, una enfermedad grave que apenas presiente, en fin,
tiempo y con la escritura. Los libros que va a escribir sobre temas que sin embargo le
atañen personalmente, son, a primera vista, libros de historiador erudita más que
pasión que anima a tantos de sus otros textos. En una entrevista con Herbert Dreyfus
“¡Oh, ante todo voy a ocuparme de mi mismo!”. Frase que no es fácil de interpretar,
buscar en los griegos menos una moral cívica que una ética individual que le
permitiera hacer de su existencia -de lo que le quedaba de vida- una obra de arte.
de la amistad, las cuales, sin llegar a perderse, no han vuelto a encontrar, salvo
entre algunos de nosotros, su excelsa virtud. La philia que, entre los Griegos, e
incluso entre los Romanos, era el modelo de todo lo que hay de excelente en las
opuestas, a la vez reciprocidad pura y pura generalidad), puede ser acogida como
una herencia capaz siempre de enriquecerse. La amistad le fue tal vez prometida a
Foucault como un don póstumo, por encima de las pasiones, de los problemas de
pensamiento, de los peligros de la vida que el sentía por los demás más que por él
mismo. Dejando testimonio de una obra que necesita ser estudiada (leída sin
prejuicios) más que alabada, pienso seguir fiel, aunque sea torpemente, a la amistad
intelectual que su muerte, para mí muy dolorosa, me permite hoy declarar: mientras
1“Las luces que han inventado las libertado han sido también la disciplina”. (Esto es quizás algo
exagerado: las disciplinas se remontan a tiempos prehistóricos, cuando, por ejemplo, se hace
del oso mediante el adiestramiento lo que será más tarde un perro guardián o un valiente
policía.)
1 comentarios:
Orgullo y Bizarría dijo...
Muy interesante!
compilador de la "Genealogía del racismo"- cuenta cómo eran las clases del
gran Michel.
http://www.youtube.com/watch?v=Wk1JlxFumVA&feature=related