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(abreviado, Mc) es el
segundo libro del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Es el
más breve de los cuatro evangelios canónicos y también el más
antiguo según la opinión mayoritaria de los expertos bíblicos.1 2
Entre los estudiosos existe un amplio consenso en datar el Evangelio
de Marcos a finales de los años 60 del siglo I d.C., o
poco después del año 70 d.C.3 Su autor es desconocido, aunque una
tradición cristiana tardía lo atribuye a Marcos, personaje citado en
otros pasajes del Nuevo Testamento. Narra la vida de Jesús de
Nazaret desde su bautismo por Juan el Bautista hasta su
"resurrección".Únicamente 51 versículos de Marcos no tienen
paralelo en ninguno de los otros dos sinópticos.
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Con esto llegamos al Evangelio de Marcos. El autor era un hombre
joven llamado Juan Marcos, el joven que acompañó a Pablo en su
primer viaje misionero y resultó ser un siervo poco fiel, que no pudo
soportar las tensiones por lo que regresó a su casa. Es interesante
que el Espíritu Santo escogiese a este hombre, un siervo que no
había sido fiel, para que dejase constancia de la fidelidad
EL EVANGELIO DE MARCOS: VINO A SERVIR Página 2 de 8
del Siervo de Dios, el Señor Jesús. Marcos fue compañero de Pedro y,
por lo tanto, el Evangelio de Marcos contiene principalmente los
pensamientos, enseñanzas y puntos de vista de Pedro. Mateo era un
discípulo, Lucas tuvo su Evangelio por medio del Apóstol Pablo, Juan
era un discípulo, pero Pedro no escribió nada al menos en lo que a
Evangelios se refiere. Por medio de su hijo en la fe, Marcos, llegó
hasta nosotros el Evangelio según Pedro.
e. Servicio liberador
Jesús no ofrece dinero, cultura, poder, armas, seguridad_ pero su
vida es una Buena Noticia para todo el que busca liberación. Jesús es
un hombre que cura, que sana, que reconstruye a los hombres y los
libera del poder inexplicable del mal. Jesús
trae salud y vida (Mt 9, 35). Jesús garantiza el perdón a los que se
encuentran
dominados por el pecado y les ofrece posibilidad de rehabilitación
(Mc 2, 1-12; Lc 7, 36-50; Jn 8, 2-10). Jesús contagia su esperanza a
los pobres, los perdidos, los
desalentados, los últimos, porque están llamados a disfrutar la fiesta
final de Dios (Mt 5, 3-11; Lc 14, 15-24). Jesús descubre al pueblo
desorientado el rostro humano de Dios (Mt 11, 25-27) y ayuda a los
hombres a vivir con una fe total en el futuro que está en manos de
un Dios que nos ama como Padre (Mt 6, 25-34). Jesús ayuda a los
hombres a descubrir su propia verdad (Lc 6, 39-45; Mt 18, 2-4), una
verdad que los puede ir liberando (Jn 8, 31-32).
Jesús invita a los hombres a buscar una justicia mayor que la de los
escribas y fariseos, la justicia de Dios que pide la liberación de todo
hombre deshumanizado (Mt 6, 33; Lc 4, 17-22). Jesús busca
incansablemente crear verdadera fraternidad
entre los hombres aboliendo todas las barreras raciales, jurídicas y
sociales (Mt 5, 38-48; Lc 6, 27-38). Si quisiéramos resumir, de alguna
manera, la actuación
liberadora de Jesús, podríamos decir que desde su fe total en un Dios
que busca la liberación del hombre, Jesús ofrece a los hombres
esperanza para enfrentarse al problema de la vida y al misterio de la
muerte.
f. Fidelidad hasta la muerte
Jesús se nos ofrece en los relatos evangélicos como hombre fiel al
Padre, fiel a sí mismo y fiel a su misión hasta la muerte. Jesús no
murió de muerte natural. Fue ejecutado como consecuencia de los
conflictos que provocó con su actuación.
Por una parte, su actitud ante la Ley de Moisés ponía en crisis toda la
institución legal del pueblo judío privando a los dirigentes de Israel
de su autonomía religiosa y social. Por otra parte, el anuncio de un
Dios abierto a todos los hombres, incluso a los extranjeros y
pecadores ponía en crisis el carácter privilegiado del pueblo judío y
su alianza con Yavé. El Dios que anunciaba Jesús no era el Dios de la
religión oficial judía. Además, Jesús decepcionó profundamente la
expectación mesiánica de carácter político que su aparición pudo
despertar en grandes sectores de la población. La ejecución iba a
poner a prueba toda la trayectoria de Jesús de Nazaret. El rechazo
de todos parecía desmentir, invalidar y reducir al fracaso todo su
mensaje de amor y fraternidad humana. Pero, Jesús, abandonado
por todos, grita hasta el final: “Padre, perdónales, porque no saben
lo que hacen” (Lc 22, 34). Además, la crucifixión parecía el signo
más evidente del abandono de Dios a su falso profeta,
equivocado lamentablemente y condenado justamente en nombre
de la Ley. Sin embargo, Jesús aún viéndose abandonado por Dios
(Mc 15, 34) grita al morir: “Padre, en tus manos pongo mi vida” (Lc
23, 46). Jesús murió creyendo hasta el final en el amor del Padre y
en el perdón para los hombres. Sin embargo, su muerte en una cruz
sellaba el fracaso de un hombre libre y justo, y dejaba en total
ambigüedad su mensaje de la venida del Reino de Dios, que con
tanta fe había anunciado.
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¿Qué significa enseñar con autoridad en la pedagogía de Jesús?
El evangelio de Marcos, al comienzo de la vida pública de Jesús, nos
brinda una clave de interpretación. Es interesante destacar que el
texto que vamos a trabajar a continuación es inmediatamente
posterior al que trabajamos (en la versión de Juan) en el artículo
pasado (La pedagogía de Jesús – tercera parte). Es decir, están
relacionados, hay una continuidad.
"Llegaron a Cafarnaún, y Jesús empezó a enseñar en la sinagoga
durante las asambleas del día sábado. Su manera de enseñar
impresionaba mucho a la
gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los
maestros de la Ley. Entró en aquella sinagoga un hombre que
estaba en poder de un espíritu malo, y se puso a gritar: «¿Qué
quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Yo se que tú eres el Santo de Dios. » Jesús le
hizo frente con autoridad: «¡Callate y sal de este hombre! » El
espíritu malo revolcó
al hombre en el suelo y lanzó un grito tremendo, pero luego salió de
él.
El asombro de todos fue tan grande que se preguntaban unos a
otros: «¿Qué es esto? Un doctrina nueva, y ¡con qué autoridad!
Miren cómo da órdenes a
los espíritus malos ¡y le obedecen! » Así fue como la fama de Jesús
se extendió por todo el territorio de Galilea."
Mc. 1, 21-28
Enseñar con autoridad… enseñanzas al alcance de la gente
Marcos sitúa el inicio de la actividad pública de Jesús en la región de
Galilea, más precisamente en la ciudad de Cafarnaún, que estaba
situada a orillas de lago de Galilea.
Jesús comienza a enseñar en la sinagoga, la casa de oración, en
donde se reunía el pueblo para escuchar y compartir las enseñanzas
de la Ley.
Cuando Jesús enseña:
- se integra a la vida del pueblo
- se coloca al alcance de la gente
- participa de su vida
- les enseña de manera que entienden, su mensaje es claro y
transparente.
Enseñar con autoridad… hacer el bien, enseñar con gestos y
actitudes
Marcos señala el asombro de la gente, y a continuación nos brinda
un ejemplo de cómo enseñaba Jesús, para poner al descubierto en
qué consistía esta autoridad nueva que la gente descubría en él.
El relato se centra en la curación de un endemoniado. Dejando los
detalles del texto de lado vamos a concentrarnos en el nudo de la
escena: Jesús se encuentra con un
hombre que sufre, atormentado, para las costumbres de la época
(aunque este texto no lo dice hay otros que sí lo explicitan) un
hombre marginado e impuro por su
enfermedad. Jesús hace frente con decisión a la situación y cura al
enfermo. Inmediatamente se destaca "el asombro de todos". La
gente se pregunta "¿Qué es esto? Una doctrina nueva." La gente
reconoce en lo que acaba de contemplar una nueva manera de
enseñar. Diferente de la que estaba acostumbrada, centrada en la
palabra y en la exposición y repetición de lo que había que hacer
para agradar a Dios. Jesús enseña con su acción, con gestos,
muestra en forma categórica y transparente que es lo que a Dios le
agrada. No lo dice, lo hace. No lo propone para los demás, lo realiza
el primero.
Jesús hace el bien, enseña con su actitud, muestra y vive lo que
transmite. Es una nueva manera de enseñar, ¡con la vida!
La pedagogía de Jesús nos muestra la importancia de la coherencia.
Nadie puede enseñar lo que no vive, y por el contrario si vive enseña
mucho. Primero es la vida,
luego las palabras. En Jesús hay total transparencia entre lo que
predica y lo que hace, por eso su mensaje es su vida misma.
Para enseñar como Jesús hay que vivir lo que se enseña, porque el
ejemplo de vida es la primer enseñanza que se ofrece a los demás.
Ley
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San Marcos recogió en su evangelio la predicación de San Pedro.
Allí se muestra que la Ley (no los diez Mandamientos, sino todos los
sacrificios y ofrendas señalados en el Levítico) había sido
malinterpretada. Muchos ponían su salvación en el cumplimiento de
las formalidades de la Ley y no ponían por obra lo que en realidad
mandaba. Los fariseos eran los que se creían puros, justamente por
este error. No ayudaban a un necesitado en sábado, para no
quebrantar el precepto, y lo quebrantaban al no vivir la compasión,
etc.
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Cuando aquel grupo de hombres y mujeres salieron del país donde
estaban esclavos eran un puñado de personas sin orden alguno. Es
así que en su peregrinar una de las primeras paradas tiene que ver
con la organización de esta masa de gentes. Organización que se
desarrollaría en áreas como la moral ,civil y ceremonial de esta
nueva nación, Israel. A estas leyes, con el paso del tiempo, se le
fueron sumando las interpretaciones y tanto unas como otras regían
la vida de esta nación aún en tiempos de Jesús. Lo interesante aquí
es que las leyes y preceptos originales, principalmente los
ceremoniales, perseguían un objetivo más elevado que simplemente
ser normativas de la vida diaria Este objetivo es el que muchos
contemporáneos de Jesús no pudieron entender. La ley tenía entre
sus normas ceremoniales que todos los días debía derramarse
sangre inocente por el perdón de aquellos que habían pecado. Exo
29:36-39 RV60
Cristo vino a cumplir la ley, a darle el verdadero sentido a la ley
ceremonial que estipulaba cual era la forma para recibir perdón y
restaurar la comunión con el Padre. Esto Él lo logró muriendo en la
cruz.
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Jesús no puede ser entendido a no ser en el conjunto de la
revelación, teniendo en cuenta la preparación que suponen la Ley y
los profetas. Sólo desde este contexto general aparece como la
plenitud de la revelación. Sólo así se comprenderá su actitud frente
a la Ley, a la que no vino a abolir sino a completar. Su actitud ante la
Ley la ponen de relieve las palabras dirigidas al leproso: “muéstrate
al sacerdote... y ofrece el don que mandó Moisés”. Quien actúa de
esta forma está cumpliendo la Ley. Frente a sus acusadores,
escribas y sacerdotes -que le negaban la fe porque “no cumplía la
Ley”- esta escena es un testimonio claro de lo calumnioso de sus
acusaciones.
5. MATRIMONIO.
Ya San Pablo, en la primera carta a los Corintios (7, 10-11), es crita
en 56-57, por lo tanto anterior a los Evangelios actuales, está en
condiciones de referirse a una enseñanza de Cristo acerca del
matrimonio: " A los desposados ordeno, no yo, sino el Señor: la
mujer no se separe del marido y si acaso se separa, permanezca sin
casarse o se reconcilie con el marido y el marido no repudie a la
mujer". Por consiguiente, el
apóstol admite sólo el caso de una separación entre los cónyuges,
pero no de un nuevo matrimonio, badsoásne en la doctrina del
Señor, esto es de Jesús, que se declara firmemente en favor de la
indisolubilidad de l matrimonio en el Evangelio de Marcos (10, 1-2) y
de Lucas (16,10). Solamente el evangelio de Mateo (5, 31-
32; 19, 1-9) parece introducir una excepción que concedería el
divorcio y que en el texto original griego es expresa con el término
porneia traducido en diferente forma (concubinato, adulterio). Del
conjunto de los textos del Nuevo Testamento y del mismo Mateo,
también aparece claro que en realidad Cristo no prevé e
ninguna excepción, de otra manera no regirían las afirmaciones de
Su voluntad, de llevar la institucióenl matrimonio a la pureza y al
rigor que tenían en las intenciones de Dios, con el fin de dar origen a
la humanidad. Por esto, muchos estudiosos piensan que la supuesta
excepción se refiere más bien a la separación de los cónyuges en el
sentido en el que lo dice San Pablo y no en la verdadera y efectiva
disoluciÀ De hecho está la voluntad de Jesús de abolir el divorcio que
toleraba la Ley de Moisés, procurando limit ar las consecuencias
desfavorables a la mujer; así la declaración de Jesús acerca del
divorcio, es el único caso en el cual, en los Evangelios, Jesús abole
explícitamente una ley positiva del Antiguo Testamento (Mt.5, 22).
En realidad no se trata de una ley opuesta a otra que se abroga, sino
de establecer un principio fundado en la voluntad de Dios declarada
realmente por el Hijo y de observar en un nuevo orden de cosas el
Evangelio, ni más ni menos en el cual no existían solamente
mandamientos, sino con la gracia divina, se estaba en
Romanos 8, 2). Por esto es la incapacidad para comprender y seguir
la voluntad divina, que en el Antiguo Testamento había hecho tolerar
no es exacto hablar de permitir el divorcio.
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Jesús desafió la corrupción, la hipocresía y la injusticia en la
sociedad judía
Al entrar al templo en Jerusalén, Jesús comenzó a echar de allí a los
comerciantes y a los prestamistas (Marcos 11:15-17). El advirtió
acerca de la hipocresía de los poderes judíos imperantes: ‘Tengan
cuidado; eviten la levadura [la enseñanza] de los fariseos y de los
saduceos’ (Mateo 16:6). El criticó la forma en que ignoraban la
justicia y la misericordia, su uso del poder para ganancia personal, y
el hecho de que desviaban del camino a las personas (Lucas 11:37-
53, Mateo 9:9-13 y 12:1-14).
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Jesús obedeció la ley del país
Jesús acató la ley que regía en el país, cuando ésta no era contraria
a la ley de Dios. Al preguntársele acerca de los impuestos (Marcos
12:13-17) él concluyó diciendo: ‘Denle, pues, al césar lo que es del
césar, y a Dios lo que es de Dios’. El animó a los judíos a que
obedecieran al Estado. Sin embargo, el énfasis principal de esta
instrucción era el ‘dar a Dios lo que es de Dios’. Ello significa que sus
seguidores deben hacer la voluntad de Dios, manteniendo la justicia
y la rectitud para gloria de Dios.
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Familia
Marcos 3, 31-35
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TEMPLO
En el capítulo 11 tenemos el principio de la semana de la pasión, la
última semana de nuestro Señor al dirigirse hacia la cruz. En este
capítulo, se nos presenta otro acto de gran importancia del que solo
Marcos deja constancia (versículo 15):
"Llegaron [es decir, él y sus discípulos] a Jerusalén y Jesús entró en
el templo. Y
comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en
el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que
vendían palomas."
Este no es el mismo acto que relata Juan en su Evangelio. (Juan 2:13-
16) En el Evangelio de Juan eso sucedió al principio del ministerio de
nuestro Señor, pero en este caso, al final de su ministerio, por
segunda vez, tirando las mesas de los cambistas, limpiando el
templo y Marcos dice: "y no consentía que nadie cruzase por el
templo llevando utensilio alguno. (Mar. 11:16) ¿Qué significa eso?
Los únicos que llevaban cosas en el templo eran los sacerdotes.
Según la ley mosaica, era su obligación coger la sangre de los
animales sacrificados sobre el altar de bronce en el atrio y llevar la
sangre al lugar sagrado ante el altar. Y una vez al año el sumo
sacerdote entraba en el lugar santísimo y rociaba la sangre sobre el
altar de oro y el asiento de la misericordia. Este era un ritual muy
importante.
Pero el Señor puso fin a todo esto. No permitía que ningún hombre
llevase nada en el templo. En otras palabras, acabó con los
sacrificios. Los judíos los volvieron a realizar hasta que tuvo lugar la
destrucción del templo en el año 70 A.D., pero lo hicieron sin
autoridad divina. Los sacrificios carecen de significado a partir de
este momento, porque ahora él es el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo. Desde este relato avanza hacia el Monte de los
Olivos, desde allí al aposento alto, al Huerto de Getsemaní y a la
cruz.
SACERDOTES
No es de sorprender que los sumo sacerdotes, al contemplarle de
ese modo, dijesen acerca de él: "A otros salvó, a sí mismo no se
puede salvar. (Mar. 15:31) Esa es una extraña declaración y es, sin
embargo, una de esas asombrosas manifestaciones que revelan
cómo Dios puede hacer que incluso sus enemigos le alaben, porque
tienen razón y se equivocan al mismo tiempo. Estaban equivocados
en lo que habían querido decir por medio de aquellas palabras "A
otros salvó, a sí mismo no puede salvar pero estaban en lo cierto en
lo que dijeron.
Los últimos capítulos tienen que ver con preguntas que la gente le
hacía. En el capítulo 11 responde a preguntas de los sacerdotes y de
los ancianos que vienen a verle guiados por el odio e intentando
atraparle por medio de sus preguntas. En el capítulo 12 responde a
preguntas hechas por los fariseos y los herodianos que de igual
modo intentan atraparle con sus preguntas, pero él ve a través de la
hipocresía de ellos. También en el capítulo 12, los saduceos vienen e
intentan atraparle. Eran los materialistas, aquellos que no creían en
la resurrección ni en la vida del espíritu. A continuación un escriba
con un corazón sincero le hizo la única pregunta sincera hasta el
momento. Vino a él y le preguntó: "¿Cuál es el primer mandamiento
de todos? (Mar. 12:28) Nuestro Señor le contesta de inmediato y con
toda claridad.
Marginados
- ENFERMOS
Estamos al comienzo de la vida pública de Jesús, su ministerio, su
misión como
"Mesías", la proclamación de la cercanía del reinado de Dios. En las
partes anteriores a este relato del leproso, Jesús inicia su misión a
través de la predicación de la Buena
Nueva de Dios (1,14). Él proclama el Reino de Dios, no sólo a través
de palabras, en la
enseñanza (1,21), sino también a través de obras en la curación de
enfermos y en la expulsión de demonios (1,29-35). Por lo tanto, el
relato sobre la curación de un
leproso forma parte de la proclamación de la cercanía del Reinado
de Dios.
Para poder entender el mensaje del evangelio de este domingo, es
preciso conocer
la situación que padecían los leprosos en la sociedad del tiempo de
Jesús. Según la
concepción judía, el leproso era impuro por su enfermedad. Desde el
punto de vista
religioso, este hecho lo excluía del acceso a Dios y, en consecuencia,
del pueblo elegido
(Lv 13,45 s). Era, asimismo, transmisor de impureza, lo mismo a
personas que a
objetos. La lepra se consideraba como "la hija primogénita de la
muerte" (Job 18,3). El leproso quedaba fuera de la sociedad,
temerosa ésta de verse físicamente contagiada y religiosamente
contaminada. Estaba obligado a avisar a gritos de su estado de
impureza, para que nadie se acercase a él, y tenía que vivir en
descampado (Lv 13,45 s). Era, en cierto modo, un maldito, un
castigado por Dios. Por eso, se prohibía a los leprosos el acceso al
templo. Sólo el poder de Dios había podido curar la lepra (Nm 12,11-
15; 2 Re 5,9-14), por medio de Moisés y Aarón (Nm 12), o de Eliseo
(2 Re 5,1- 19).
Desde aquí podemos entender por qué el leproso dijo a Jesús:
"puedes limpiarme" (1,40), y no: "puedes curarme". Los judíos
consideraban a la persona afectada por una enfermedad de la piel,
más o menos repugnante, impura. Por ello el leproso pidió una
limpieza y no una curación. Además, esta impureza causaba la
separación de Dios. Por eso, la súplica del leproso significa, no
solamente una petición de curación física, sino espiritual, la
recuperación de la cercanía de Dios.
Por otra parte, al ser considerados también como transmisores de
impureza, los leprosos eran rechazados y marginados. De hecho,
según la doctrina oficial judía,
apoyada en las prescripciones de la Ley, no había para el leproso la
posibilidad de
acceso a Dios ni a su Reino. Pero la proclamación de Jesús en toda
Galilea abre para
él un horizonte de esperanza. El deseo de salir de su miseria y
marginación vence el
temor a infringir la Ley, y se acerca a Jesús, sin respetar la distancia
que, según lo
prescrito, debía mantener. Su postura, "de rodillas" (1,40), expresa
su propia angustia y, posiblemente, intenta prevenir que Jesús
castigue su trasgresión.
El leproso no pide a Jesús que le toque, ni siguiera directamente que
le limpie. Su
actitud es humilde e insistente, "si quieres, puedes limpiarme". Es
una súplica que
manifiesta únicamente su absoluta confianza en el poder de Jesús.
Desea que
elimine el obstáculo que lo priva del amor de Dios y le impide
participar en el Reino que se anuncia (1,14-15). Lo que le interesa,
ante todo, es conseguir su relación con un Dios que lo rechaza.
¿Qué hizo Jesús respecto a la súplica del leproso? Conmovido, con
compasión, extendió la mano y tocó lo intocable según la Ley. Le
dijo, "quiero, queda limpio" (1,41). La finalidad del gesto es "tocar",
procurar el contacto físico con el leproso, prohibido por la Ley, que
marcaba así la marginación religiosa y social. Jesús niega con su
gesto que Dios excluya de su favor al leproso, es decir, invalida el
fundamento teológico de la impureza. Al mismo tiempo, hace
presente la acción divina que saca de la opresión a los marginados.
Al "tocar" lo intocable (la Ley) y al intocable (el leproso), ¿qué
mensaje nos comunica el evangelio y qué consecuencias para
nuestra vida? El leproso, al acercarse a Jesús, viola la Ley. Jesús
completa la violación cometiendo él mismo una trasgresión (Lv 5,3;
Nm 5,2). Con esto, le hace ver que la Ley, al imponer la marginación,
no expresa el ser ni la voluntad de Dios. El obstáculo que impedía al
leproso conocer el amor de Dios era la Ley misma, que inculcaba la
idea de un Dios discriminador. Pero la acción de Jesús manifiesta que
la distinción entre puro e impuro consagrada por la Ley no tiene
vigencia para Dios. ¿Por qué Jesús le encarga al leproso que se
presente a un sacerdote «para que les sirva de testimonio» (v.44) y,
sin embargo, le prohíbe severamente que hable de ello a nadie? ¿No
es una contradicción? La prohibición de hablar de ello puede deberse
a varios motivos según dicen los diversos autores. Un motivo es el
llamado «secreto mesiánico», es decir, el propósito de Jesús de
mantener oculta su mesianidad. Jesús quiere ocultar su dignidad y
divinidad y realizar su empresa misionera únicamente como siervo
obediente de Dios, aunque irradia de él una fuerza poderosa que
arrastra hacia él a las multitudes. Según otros autores, Jesús manda
guardar silencio al leproso porque antes de hablar, “tiene que tomar
plena conciencia de la total oposición que existe entre el proceder
de Dios y el de la
institución religiosa.” Al percibirla, tendrá que concluir que ésta no
representa a
Dios ni habla en su nombre, y se emancipará de ella para siempre.
Por eso debe
comparar la aceptación gratuita de Dios que ha experimentado en
Jesús con los
penosos ritos de aceptación que impone el sistema religioso. Para
ello, debe ir a
presentarse al sacerdote, representante y mediador de Dios según la
religión judía,
quien lo sometería a un minucioso examen y ofrecería los sacrificios.
Por lo tanto, la orden de “silencio” de Jesús al leproso tiene una
razón muy importante. Jesús quiere liberarle de su marginación, pero
quiere primero liberarle de sí mismo. El leproso es el tipo de
marginado que acepta su marginación, considerándola justa y
querida por Dios. La lepra/marginación estaba causada por el
sistema, pero era real, porque el individuo la creía justa. Por eso, no
bastaba una liberación exterior ni arreglar su situación dentro del
sistema, que podría marginarlo de nuevo. Tiene que comprender que
el sistema es injusto e independizarse de él, liberarse interiormente
negando toda credibilidad a la institución judía y a la Ley
marginadora. Para Jesús, el leproso tiene que saber que toda la
legislación sobre lo puro y lo impuro son preceptos humanos, no
divinos. No es Dios el autor de la discriminación ni se puede
marginar a nadie en su nombre. Al promulgar estas prescripciones,
Moisés no reflejó la voluntad de Dios, sino que cedió a la dureza del
pueblo y denunció su falta de misericordia (cf. 10,5).
Después de experimentar su liberación, ¿qué hizo el leproso? La
experiencia del amor de Dios, del que pensaba estar excluido, y la
libertad definitivamente adquirida causan en el hombre una alegría
incontenible. Es la alegría de la liberación. Por eso, el leproso «se
puso a proclamar y a divulgar el mensaje». Se convierte en
anunciador no del mero hecho sucedido, sino del mensaje contenido
en él: Dios no es como se lo habían presentado; Él no discrimina
entre los hombres sino que ofrece a todos su amor y llama a todos a
su Reino. Comienza el mensaje de la universalidad, por el momento
en el interior de Israel. Se perfila la apertura a los paganos,
considerados impuros por la institución judía. ¿Qué consecuencias
tuvo para Jesús el anuncio del mensaje por parte del leproso?
«...Jesús no podía ya entrar manifiestamente en ninguna ciudad sino
que se quedaba fuera, en despoblado...» (v.45b). El mensaje
anunciado por el antes leproso acarrea como consecuencia la
marginación de Jesús mismo. El que elimina la lepra, es decir, saca
de la marginación, se ha convertido en un impuro para la Ley, en un
marginado para la religión y la sociedad. Por eso, Jesús no puede
entrar abiertamente en ninguna población importante. Se queda
fuera, en despoblado, como un leproso.
Sin embargo, se produce una consecuencia inesperada: acude a
Jesús gente de todas partes (v.45b). No se indica que sean leprosos.
Pero el uso del mismo verbo griego empleado para el leproso y para
la gente (v.40: «acudió a él un leproso»; v.45b:
«acudían a él») hace ver que también estos innominados son
marginados por la
sociedad judía. Por lo tanto, los que acuden no piden curaciones ni
enseñanza, sino
muestran su adhesión a Jesús, al que pone fin a la discriminación
entre puros
e impuros y afirma el amor universal de Dios. La marginación que
sufre Jesús
les asegura que está con ellos.
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Si la Biblia habla de la lepra, de su posible curación y consecuencias,
no lo hace desde el punto de vista de una enfermedad terrible de la
piel. Su gravedad la describe el libro de Job llamándola “el
primogénito de la muerte” (Jb 18,13). El interés bíblico se centra en
el aspecto religioso de la misma (primera lectura). Las rigurosas
medidas tomadas con estos enfermos pretendían alejar a la
comunidad del contagio que conllevaba. La comunidad religiosa
debe estar pura y determinadas enfermedades, como la lepra,
hacían impuro, deformaban la integridad corporal, cualidad
requerida para poder tomar parte en el culto comunitario. El mal
está tan ligado a la culpa que apenas se los separa; la enfermedad
puede ser un “golpe de Dios” a un culpable. La función que
desempeña ahí el sacerdote no supone que esté en posesión de
conocimientos médicos. El sacerdote es el conocedor de la ley y
hace la diagnosis de la enfermedad aplicando la detallada casuística
que explica la naturaleza de los síntomas. Observa a la persona
durante el tiempo que le sea necesario hasta poder dar su juicio. En
algunos casos decidirá que la enfermedad es superficial y pasajera,
y en otros que es grave. En la segunda hipótesis decreta la
segregación del enfermo y le impone una “cuarentena” de una
semana, de dos o de las que crea oportuno. La terapia no entraba
directamente en su competencia, si bien se prevén en la ley (Lv 14)
medios eliminatorios y purificaciones para los que han incurrido en
esta forma de impureza y salen ya de ella. El enfermo, en caso
grave, es segregado de la comunidad.
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Según el relato de Marcos el leproso se acerca a Jesús “suplicándolo
de rodillas”; es una actitud de gran respeto en la que se expresa,
además, la convicción de que Jesús podía curarle. Paulatinamente
nos estamos acercando a descubrir la intención del evangelista. Para
Marcos lo importante era destacar quién y cómo había realizado
aquel prodigio. La curación fue hecha por Jesús de Nazaret. Ahora
bien, quien ha realizado la curación de un enfermo incurable -de
todo el texto evangélico se deduce que se trataba de la lepra en
sentido estricto- con una simple palabra, tiene que ser el Hijo de
Dios. Marcos pretende hablar de él, como nos consta por el título
que ha dado a su evangelio: “Comienzo del evangelio de Jesucristo,
Hijo de Dios”. La curación del leproso está narrada desde esta
perspectiva, como un argumento a favor de su tesis. Ante la petición
del leproso, “si quieres”, responde Jesús “quiero”. De nuevo estamos
ante la dimensión teológica del relato. “Yo” enfático de Cristo, con
autoridad en sí mismo, sin necesidad de apoyarse ni siquiera en la
Escritura, como hacían los doctores judíos de su tiempo, habla de su
dignidad. Este “yo” enfático puede compararse con el “pero yo os
digo”...” de las antítesis recogidas en Mt 5.
-MUJER
Jesús y la Mujer
Jesús no tomó la postura de pensador y teórico del estudioso;
hombre entre los hombres, con palabrasd e fuerza viva e inmediata,
con sus actitudes concretas, un poco a la manera de los maestros
hebreos de su tiempo. Así, Cristo no sólo puso al descubierto el
problema de la naturaleza y dignidad de la mujer, de su lugra
en la familia y en la sociedad para ofrecer una solución razonada,
sino que su doctrina brilla más elocuente, convincente en los hechos
que en las palabras. Se debe tener presente también que el ángulo
desde e l cual el evangelio considera a la mujer es el religioso, por el
cual, por ejemplo, se afirma la igualdad de los dos sexos .desde el
punto de vista de los valores supremos, haciendo posibles otras
deducciones de los valores morales y sociales.
Al menos para empezar, ya es significativo que, en sus deliciosas y
originales parábolas, Jesús se refier e con simpatía a las mujeres y a
su mundo, al contrario de lo sucedido con los demás hebreos
narradores de parábolas. Se piensa en las dos estupendas amas de
casa ocupadas en la labor cotidiana de preparar el pan y de la mujer
preocupada por una moneda perdida y feliz de encontrarla (Lc.13,
20-21; 11, 8-10). A través de estos hechos diarios, se revela el poder
transformador del Reino de Dios y el misterioso gozo en el cielo por
un pecador que se arrepiente. La famosa parábola de las vírgenes
sabias y las vírgenes necias (Mt.25, 1-13) evoca una de las
emociones femeninas más dulces y fuertes: el deber de la vigilancia
en espera de la llegada de Cristo. Para enseñar el deber de orar sin
jamás cansarse. Jesús nos da el ejemplo de una pobre viuda a la
merced de un juez perezoso que no le hace justicia porque la mujer
no le ha "roto la cabeza" con su afligida insistencia.
Jesús está acostumbrado a dedicar a la mujer, a sus problemas
cotidianos, una atención afectuosa y la ennoblece haciéndola, en
alguna forma, protagonista de sus enseñanzas de salvación.
2. LAS VERDADERAS MUJERES.
No sólo en los relatos irreales, como las parábolas. Jesús propone a
las mujeres como ejemplo de toda s, también cuando exalta la
piedad y la generosidad de una viuda pobre en la confrontación con
la liberalidad hipócrita de los ricos (Mc. 12, 41-44) .
Las mujeres ocupan un lugar relevante en la historia de los milagros
evangélicos; la suegra de Pedro es curada de una fiebre violenta
(Mc. 12, 29-31), después de lo cual se puso a preparar a Jesús y a su
s discípulos una digna recepción; sin pedírselo, Jesús interviene para
resucitar al hijo de la viuda de Na im, movido a la piedad por el
trágico dolor de una madre (Lc. 7, 11-16); una mujer afligida desde
hacía doce años por una hemorragia continua es curada y su fe
exaltada públicamente (Mc.5, 25-34), al igual que s e alaba la fe de
una mujer extranjera que con extraordinaria obstinación evoca el
poder y la bondad de Cristo (Mc.7, 24-30); una mujer que desde
hacía dieciocho años estaba encorvada, fue curada milagrosamente
en una sinagoga porque es "hija de Abraham" (Lc.13,10-17) título
que rara vez se daba entre los hebreos a una mujer.
Entre los amigos íntimos de Jesús se contaban tres hermanos que
habitaban en Betania; Lázaro, Marta y María, a quienes Jesús
"amaba" (Jn. 11,5) y en cuya casa se albergaba cuando iba a
Jerusalén con ocasi ón de las grandes festividades de su pueblo.
Lucas muestra a Jesús hospedado en Betania y mientras Marta a
protesta ante Jesús de que la hermana no la ayuda, pero Jesús toma
la defensa de María, alabándola porque "ha escogido la mejor parte,
que no le será arrebatada". También en otra ocasión Jesús defiende
la sensibilidad y la profundidad espiritual de María de Betania y esto
fue cuando en casa de Simón el Leproos había perfumado con una
esencia de mucho precio la cabeza del Maestro. Judas Iscariote había
protestado en nombre de los pobres en forma solapada e hipócrita
por aquel derroche., pero Cristo le replica, y destacando la
descortesía de esa intervención define de manera memorable,
además de enérgica y como un presagio, el gesto de María (Jn. 12, 1-
8 y paralelos) Los maestros de aquel tiempo a menudo se
aprovechaban de la ayuda material de mujeres devotas y Jesús los
acusaba de acabar con el patrimonio de las viudas (Mc.12, 40) con
su celo hipócrita e interesado. Los testimonios si bien a distancia de
su muerte (Mc.15, 40; Mt. 27, 55) lo son también del descendimiento
de la cruz y de su entierro, observando con atención el lugar del
sepulcro (Mc.15, 47; Lc. 23, 55). Fueron, pues, estas mujeres las que
descubrieron primero la tumba vacía de Cristo y el Resucitado se les
mostró a ellas (Mt.28, 9-10) y en especial a María Magdalena, a la
cual confía el encargo de transmitir a los apóstoleS el mensaje de Su
resurrección y de Su nueva condición gloriosa
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Jesús devolvió la dignidad y el valor a
quienes eran aborrecidos
Jesús se relacionaba con quienes estaban al margen de la sociedad.
El aceptó ser ungido por la ‘mujer pecadora’ (Lucas 7:36-50) y
reprendió a sus discípulos cuando impidieron que las personas le
trajeran a los niños (Lucas 18:16). También sanó a los ciegos, a los
enfermos, a los endemoniados y a otros ‘excluidos’ tales como el
hombre que había sido encadenado fuera de la ciudad y la mujer
que había padecido de hemorragias durante 12 años (Marcos 5:1-20,
Marcos 5:25-34).
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En el capítulo 14 encontramos dos actos que muestran el carácter
lleno de gracia del siervo. María vino y ofreció su sacrificio en forma
de un perfume de mucho precio, que derramó sobre los pies de
Jesús, y luego Judas fue y le traicionó por dinero. Un acto de absoluta
abnegación y el otro un acto de absoluto egoísmo.
b. La concesión del perdón a los pecadores
Uno de los datos mejor atestiguados sobre Jesús de Nazaret es que
ha compartido la misma mesa con pecadores a los que nunca un
judío piadoso se hubiera acercado (Mc 2, 15; Lc 15,2). Esta actitud
de Jesús no es solamente un desafío a las normas de convivencia y
prejuicios de los grupos “selectos” de Israel. No es solo un gesto de
solidaridad de Jesús hacia los más despreciados de su sociedad,
ofreciéndoles su confianza y amistad. Es algo más profundo. Según
la mentalidad judía de la época, compartir el mismo pan y participar
juntos en la bendición inicial de Yavé
significa sentirse solidarios delante de Dios. Así, Jesús se atreve a
unirse a los pecadores delante de Dios y celebrar anticipadamente la
fiesta final porque está convencido de que los publicanos y las
prostitutas llegan antes al Reino de Dios (Mt 21, 31). Además, Jesús
ofrece el perdón de Dios a estos hombres y mujeres que, según la
teología oficial de la época, deberían huir de El (Mc 2m 1-12; Lc 7,
36-50). Y lo hace de manera gratuita, sin exigirles una penitencia
previa, con lo cual adopta una actitud sin precedentes en la historia
judía. El mismo Bautista acoge a los pecadores pero para hacer
penitencia. Jesús los acoge para concederles el perdón de
Dios. Y cuando es criticado por la sociedad judía, Jesús justifica su
actuación apelando a la conducta misma de Dios: Dios es amor y
perdón. Si él acoge a los pecadores y los perdona es porque al obrar
así no hace sino actualizar el perdón de Dios a todo hombre perdido
(Lc 15). Con esta actitud, Jesús no solo se pone en contra de la Ley
judía, sino que pasa a ocupar un lugar que, según la convicción y la
fe judía, solo puede tener Dios. ¿Cómo puede estar seguro Jesús de
que Dios actúa así con los pecadores? ¿Con qué derecho identifica
su actuación con la de Dios? ¿Cómo puede pretender enseñar a los
hombres a través de su actuación cómo es Dios en realidad?
d. Cercanía a los necesitados
Jesús no es neutral ante las necesidades e injusticias que encuentra
junto a los pobres, los marginados, los desprestigiados, los
enfermos, los ignorantes, los
abandonados. Siempre está de parte de los que más ayuda
necesitan para ser hombres libres. Jesús se mueve en círculos de
mala reputación, rodeado de gente sospechosa, publicanos,
ladrones, prostitutas_ personas despreciadas por las clases más
selectas de la sociedad judía (LC 7, 36-50). Jesús se acerca con
sencillez a los pequeños, los incultos, los que no pueden cumplir la
Ley porque ni siquiera la conocen, hombres despreciados por los
cultos de Israel (Jn 9, 34). Jesús acoge a los débiles, a los niños (Mc
10,13-16), a las mujeres marginadas por la sociedad judía (Lc 8, 2-3;
10, 38- 42; 13,10-17). Jesús se acerca a los enfermos, los leprosos,
los enajenados, los impuros, hombres sin posibilidades en la vida,
considerados pecadores a los ojos de todo judío (Mc 1, 23- 28; 1, 40-
45; 5, 25-34). Jesús defiende a los samaritanos considerados como
pueblo extraño e impuro (Lc 9, 51-55; 10, 29-37). Jesús se preocupa
del pueblo humilde, la masa, las gentes desorientadas de Israel (Mc
6, 34; Mt 9, 36), el pueblo agobiado por las prescripciones de los
rabinos (Mt 23, 4).
Marcos revela además su poder contra la enfermedad. El primer
relato de cómo obraba su poder es la curación de la suegra de
Pedro. Para mi eso ha sido siempre algo muy conmovedor. Es
significativo que comenzase con una suegra. Hacemos muchos
chistes sobre las suegras, pero es evidente que Pedro estaba muy
preocupado por ello. Nuestro Señor tocó su fiebre y la abandonó. Y
entonces se reunió todo el pueblo a la puerta y él sanó a cada uno
de ellos. El próximo relato es el de un leproso. Con él hizo lo nunca
visto, no solamente le sanó, sino que le tocó. Tengamos en cuenta
que en aquella época nadie tocaba a los leprosos. La ley de Moisés
prohibía que les tocasen y ellos tenían que ir gritando "¡Impuro!
¡Impuro! A nadie se le ocurriría para nada tocar a un leproso, pero la
compasión del corazón del siervo se revela en que le toca, le sana y
le envía al sacerdote, el primer caso en todas las Escrituras de un
leproso que es sanado conforme a la ley de Moisés y es enviado al
sacerdote, como exigía la ley.
DIOS
d. La invocación a Dios como Padre
Jesús, al dirigirse a Dios en su oración, emplea una expresión
sorprendente e inusitada. La sociedad que conoció Jesús veneraba
tanto la grandeza y majestad de Dios que se evitaba pronunciar el
nombre santo de Yavé. En la conversación ordinaria se acudía a
otras expresiones o giros (v. g. el Altísimo; el Santo, alabado sea; la
Gloria; el Señor de los cielos, etc). En la lectura litúrgica de las
Escrituras era sustituido por el término solemne de “Adonay”
(nuestro Señor). Solo, una vez al año lo pronunciaba el Sumo
Sacerdote, y lo hacía en medio de música y cantos litúrgicos que
impedían se escuchara su voz. En este ambiente, resulta todavía
más sorprendente la actitud de Jesús que se dirige siempre a Dios
llamándole “Abba” (Mc 14, 36). Este término no significa
sencillamente “Padre”. Era una expresión infantil empleada
generalmente por los niños para dirigirse a sus padres ( papito).
Jesús se dirige a Yavé con la misma confianza y familiaridad con que
un niño judío se dirigía a su padre. Ningún judío se habría atrevido a
llamar así a Yavé.
Esta actuación de Jesús causó tal impresión que los primeros
cristianos no han querido traducir esta palabra al griego; la han
conservado en su original arameo, tal como la pronunciaba Jesús:
“Abba” (Rm 8, 15). En su relación con Dios, Jesús manifiesta no solo
una confianza desconocida, sino, incluso, la conciencia de vivir en
una relación única con El, distinta de la que puedan tener otros
hombres (Mt 11, 27). ¿Por qué? ¿Dónde se apoya esta confianza
absoluta en Dios? ¿Por qué se atreve a invocar a Dios con conciencia
especial de hijo? ¿Còmo puede pretender una relación única con
Dios distinta y superior a la de los demás hombres?
b. Obediencia radical al Padre
Jesús es totalmente libre porque vive entregado enteramente a
cumplir la voluntad de un Dios al que él llama “Padre”. Hay una
constante clara en la vida de Jesús de
Nazaret: su fe total en el Padre, su obediencia radical Padre. Lo que
alimenta su vida y da sentido a toda su actuación es hacer la
voluntad del Padre (Jn 4,34).
Más concretamente, Jesús se descubre a sí mismo como llamado por
el Padre a anunciar una Buena Noticia a las gentes: “Dios está cerca
del hombre”. El objetivo último de toda su vida es arrastrar a los
hombres hacia una gran esperanza que le anima a él mismo desde
dentro: hay salvación para el hombre. Hay futuro. Dios mismo quiere
intervenir en la historia humana, adueñarse de la vida del hombre y
hacer posible nuestra verdadera liberación. “Llega ya el Reinado de
Dios”.
Toda la vida de Jesús está orientada a anunciar a los hombres esta
Buena Noticia, la mejor que los hombres podían escuchar (Lc 4. 18-
19). Porque el Dios que viene a
reinar en la vida del hombre no es un tirano, un dictador, un señor
vengativo o caprichoso, que busca su propio interés. Es un Dios
liberador, que busca la recuperación de todo hombre perdido (Lc 15,
4-7). Un Dios que sabe preocuparse
de los últimos (Mt 20, 1-16), un Padre que sabe acoger y perdonar
(Lc 15, 11-32), un Señor que llama a una gran fiesta a todos los
hombres por muy pobres, desgraciados y perdidos que se
encuentren (Mt 22, 1-14). Marcos recoge bien esta misión a la que
dedicó Jesús toda su vida: “Anunciaba la Buena Noticia de Dios: El
tiempo se ha cumplido y el Reinado de Dios está cerca; cambiad de
mentalidad y creed en esta Buena Noticia” (Mc 1,15).