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El Evangelio según Marcos o Evangelio de Marcos

(abreviado, Mc) es el
segundo libro del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Es el
más breve de los cuatro evangelios canónicos y también el más
antiguo según la opinión mayoritaria de los expertos bíblicos.1 2
Entre los estudiosos existe un amplio consenso en datar el Evangelio
de Marcos a finales de los años 60 del siglo I d.C., o
poco después del año 70 d.C.3 Su autor es desconocido, aunque una
tradición cristiana tardía lo atribuye a Marcos, personaje citado en
otros pasajes del Nuevo Testamento. Narra la vida de Jesús de
Nazaret desde su bautismo por Juan el Bautista hasta su
"resurrección".Únicamente 51 versículos de Marcos no tienen
paralelo en ninguno de los otros dos sinópticos.
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Con esto llegamos al Evangelio de Marcos. El autor era un hombre
joven llamado Juan Marcos, el joven que acompañó a Pablo en su
primer viaje misionero y resultó ser un siervo poco fiel, que no pudo
soportar las tensiones por lo que regresó a su casa. Es interesante
que el Espíritu Santo escogiese a este hombre, un siervo que no
había sido fiel, para que dejase constancia de la fidelidad
EL EVANGELIO DE MARCOS: VINO A SERVIR Página 2 de 8
del Siervo de Dios, el Señor Jesús. Marcos fue compañero de Pedro y,
por lo tanto, el Evangelio de Marcos contiene principalmente los
pensamientos, enseñanzas y puntos de vista de Pedro. Mateo era un
discípulo, Lucas tuvo su Evangelio por medio del Apóstol Pablo, Juan
era un discípulo, pero Pedro no escribió nada al menos en lo que a
Evangelios se refiere. Por medio de su hijo en la fe, Marcos, llegó
hasta nosotros el Evangelio según Pedro.

Si desea usted conocer personalmente a Marcos, lea el capítulo 14


de este pequeño Evangelio en el que se ofrece un relato acerca de
Marcos, que estaba entre los discípulos. Este es el relato de la pasión
de nuestro Señor al dirigirse hacia la cruz, después de haber sido
detenido en el Jardín de Getsemaní. En medio de la historia, leemos
de repente estas palabras (versículo 51): "Pero cierto joven,
habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, le seguía; y le
prendieron. Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo."
Ningún otro Evangelio nos dice eso y es casi seguro que este joven
era Marcos. Era hijo de una mujer rica de Jerusalén y es muy factible
que su madre fuese dueña de la casa en la que se reunían los
discípulos en el aposento alto. Por lo tanto, Marcos estaba presente
en algunos de esos acontecimientos. Es casi seguro que se incluye
este incidente porque él mismo participo en él.
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El Evangelio entero ha sido resumido en la frase acerca del Señor en
el capítulo 10:
"El Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, sino para
servir...Ese es el siervo,
que ha venido para dar su vida en rescate por muchos, o como dicen
algunas versiones "no para que le ministrasen a él, sino para
ministrar él y dar su vida en rescate por muchos. En este corto
versículo, tenemos las divisiones del Evangelio de Marcos.
Hay una breve sección introductoria que presenta las credenciales
del siervo en los primeros 13 versículos del capítulo 1. Después de
esto, está el ministerio del siervo, del capítulo 1, versículo 14 al
capítulo 8, versículo 30. El resto del libro tiene que ver con la obra
redentora del siervo.
En la sección del ministerio del siervo se enfatizan principalmente
dos cosas. Primero, la autoridad del siervo. Aquellos que le es
cuchaban se quedaban asombrados diciendo: "porque les enseñaba
como quien tiene autoridad y no como los escribas. Sus palabras
llegan al fondo del corazón y eso es debido a que como siervo
conocía los secretos de Dios. Saca de la tesorería de Dios los
secretos y los
da a conocer a los hombres. Como nosotros somos hombres,
escuchamos sus palabras con un sentido de conciencia de que esto
es realidad. Hay una nota de veracidad en lo que dice que tiene su
propio poder de convicción y por eso es por lo que los Evangelios y
las palabras de nuestro Señor, al leerlas, tienen en sí tal poder de
convicción para los hombres.

Los escribas y los fariseos tenían una constante necesidad de


reforzarse a sí mismos por medio de referencias a las autoridades y
citas de otros, pero no a nuestro Señor. No citaban nunca nada de
las Escrituras, pero El hAbla siempre con la palabra definitiva de
autoridad, sin pedir nunca perdón, sin cometer nunca un error y sin
repetirse, sino hablando siempre con una absoluta autoridad.

A continuación tenemos la introducción al segundo tema. Vino no


para que le sirviesen, sino para servir y para dar su vida en rescate
por muchos (capítulo 8, versículo 31):
"Luego comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del
Hombre padeciese
mucho, que fuese desechado por los ancianos, los principales
sacerdotes y los escribas y que fuese muerto y resucitado después
de tres días."
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Jesús impuso al curado una obligación imposible de cumplir: no
decir nada de aquel asunto. ¿Cómo sería posible silenciar un hecho
que, por le y natural, no puede ocultarse? No es la única vez que
encontramos este precepto o esta prohibición de Jesús ante
situaciones parecidas, en las que el silencio impuesto no puede ser
cumplido. Desde Wrede este silencio iMpuesto por Jesús cuando
realizaba obras maravillosas está en íntima relación con el misterio
del Mesías. Es lo técnicamente llamado “el secreto mesiánico”. Lo
iremos descubriendo paulatinamente. Digamos, de momento y como
de pasada, que el mandamiento del silencio impuesto gira en torno a
la cuestión del Mesías oculto y que, sin embargo, tiene que ser
revelado. Jesús realizaba los milagros no como un “milagrero” o
como
un mago o encantador. Más aún, elude el sensacionalismo y la
publicidad, rechaza las peticiones que tienen como objeto primordial
lo portentoso. Los milagros deben ser signos y testimonio de la
presencia del reino de Dios entre los hombres. Signos que apuntan
siempre a una realidad más profunda y maravillosa de la que a
simple vista puede causar una admiración fácil y pasajera.
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EVANGELIO DE MARCOS
Destinatarios y finalidad
El evangelio de Marcos va dirigido a la comunidad de Roma,
preferentemente, a
los cristianos que proceden del paganismo. Su finalidad es presentar
la figura de
Cristo como Dios y Señor de todo. Jesús es el Hijo de Dios, muerto
por nuestra
salvación a quien debemos creer y obedecer.
Contenido
Empieza con la proclamación de la identidad de Jesús (1, 1), que
después
desaparece para dar paso a su mensaje. Jesús provoca respuestas
diversas entre
sus auditores, pero no se pronuncia sobre su identidad.
Primera parte: 1, 14 – 8, 30
o Relación con el judaísmo y reacción de sus contemporáneos.
o Jesús adoctrina a sus discípulos. Destaca su ceguera.
o Jesús abre la mente de sus discípulos. Confesión de
Pedro.
Segunda parte: 8, 31 – 16, 20
o Camino de Jesús hacia Jerusalén catequizando a sus discípulos.
o Jesús en Jerusalén: Encuentro con el judaísmo oficial; discurso
escatológico; pasión, muerte y resurrección.
Teología
Jesús: Hijo de Dios. Jesús es Hijo de Dios en sentido propio y no sólo
mesiánico. El título Cristo no se halla nunca en boca de Jesús y debe
permanecer en secreto. A Jesús se le llama maestro.
Jesús: Hijo del Hombre. Este título, utilizado por Marcos es de origen
apocalíptico, aunque aquí asume un sentido nuevo. Jesús viene a
salvar a los pecadores, perdonando sus pecados e inaugurando la
era
mesiánica. En la apocalíptica el Hijo del Hombre no debe sufrir, en
este evangelio se funden las tradiciones del Hijo del Hombre y del
Siervo de Yahveh.
El "secreto mesiánico":
o El hecho. Jesús manifiesta su intención de ocultar su verdadera
identidad (1, 34. 44; 3, 12; 5, 43; 7, 36; 8, 26; 8, 30; 9, 9). No sólo se
trata de una prohibición
expresa, sino otros detalles que realizan el mismo efecto: Jesús
realiza sus curaciones lejos de la multitud, los discípulos dan pruebas
de no entender la situación que está creando Jesús. No se trata de
una fe insuficiente que
exige una explicación (Cfr. 7, 18; 10, 24), sino que los discípulos son
desbordados por los acontecimientos (Cfr. 4, 11; 8, 16 - 21).
Además, el motivo de la predicación en parábolas viene a ser la
voluntad de ocultar el misterio a los indignos, a los de fuera (Cfr. 4,
11ss.). o Interpretación. Ante este hecho, los estudiosos han
dado diversas interpretaciones. Entre ellas, la más cercana a la
realidad es la que afirma que se trata de una táctica de Jesús, lo cual
no es del todo verdad, dado que
no se trata simplemente de una táctica, sino de una condición de la
revelación. Jesús no podía decir claramente quien era antes de
mostrar con su muerte el significado de sus títulos. Además, la
revelación se mueve en un mundo apocalíptico y es normal la falta
de inteligencia humana del que se beneficia de ella. El
hombre no puede captar a Dios. A modo de conclusión podemos
decir que el evangelio de Marcos es el evangelio de antes de Pascua.
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El Evangelio de Marcos, el segundo libro del Nuevo Testamento, solo
tiene 16 cortos capítulos, es el más breve de los Evangelios y, por lo
tanto, fácil de leer de una sentada. Su brevedad es posiblemente el
motivo por el que es el libro del Nuevo Testamento que con más
frecuencia se traduce.
No son biografías ni mucho menos, son bocetos de su personalidad,
que pretenden ser diferentes y ofrecer distintos puntos de vista. Por
lo tanto, constituyen cuatro puntos de vista distintos de nuestro
Señor y de su obra. el de Marcos presenta su
personalidad como siervO.
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Después de la lectura del Evangelio de Marcos, descubrimos a Jesús
al empezar su predicación anunciando la Buena Noticia: “El Reino de
Dios está cerca! ¡Convertíos!” Le hemos visto eligiendo sus primeros
discípulos, curando enfermos, lanzando demonios, codeándose con
pecadores, enfrentándose con los fariseos. Es un hombre
extraordinario, fuera de lo normal por lo tanto suscita reacciones y
comentarios. Unos vienen de la gente que le escucha, otros de sus
familiares y otros de los jefes religiosos.
La gente está maravillada y dice:- “¡Nunca hemos visto cosa igual!”
Sus familiares dicen:- “¡Está trastornado!” y los fariseos dicen:-
¡”Tiene demonio!”
Cada uno interpreta a Jesús según su mentalidad, sus intereses o su
modo de ser. Pero no deja a nadie indiferente.
A lo largo de la Historia hasta hoy ocurre lo mismo; Cada uno
tenemos una imagen de Jesús según nuestras creencias, nuestra
mentalidad, nuestro modo de ser o nuestros intereses. La lectura del
Evangelio de Marcos puede cambiar la imagen que tenemos,
esperamos que para hacerla más clara y cercana.
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El testimonio de Jesús sobre sí mismo no debemos pues buscarlo
tanto en los nombres que haya podido usar para definirse a sí
mismo, sino en la actitud sorprendente y enigmática que ha
adoptado durante su vida. Jesús no se ha detenido mucho en
hablarnos de sí mismo. Más bien, nos ha hablado con hechos,
actuando de una manera tan sorprendente, enigmática y original,
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No es sacerdote
se atreve a criticar la actuación de los sacerdotes que han
convertido la liturgia del templo en un medio de explotación a los
peregrinos (Mc 11, 15-19) y su despreocupación a la hora de
acercarse a los hombres verdaderamente necesitados de ayuda (Lc
10, 30 - 37 ).

Jesús no es un saduceo. No pertenece a esos grupos representantes


de la alta aristocracia judía que adoptaban una postura
conservadora tanto en el campo político como religioso. Por una
parte, colaboraban con las autoridades
romanas para mantener el orden establecido por Roma que, de
alguna manera, favorecía sus intereses. Por otra parte, rechazaban
cualquier renovación en la tradición religiosa y cultural del pueblo.
Jesús es un hombre de origen modesto,
que camina por Palestina sin un denario en su bolsa, y que ha vivido
muy alejado de los ambientes saduceos. Su libertad frente a las
autoridades romanas y su
enfrentamiento cuando se oponen a su misión (Lc 13, 31- 33) no
recuerda la diplomacia saducea. Por otra parte, Jesús ha rechazado
la teología tradicional saducea (Mt 22, 23-33).

Jesús no es un fariseo. Los fariseos constituían un grupo no muy


numeroso(quizás unos 6.000) pero muy influyente en el pueblo.
Muchos de ellos pertenecían a la clase media y vivían formando
pequeñas comunidades, evitando el trato
con gente pecadora. Se caracterizaban por su dedicación al estudio
de la Torá, su obediencia rigurosa a la Ley (sobre todo el sábado), la
observancia de prescripciones rituales, ayunos, purificaciones,
limosnas, oraciones, etc. Jesús ha vivido enfrentando a la clase
farisea adoptando un estilo claramente antifariseo. Se mueve
libremente en ambientes de pecadores, dejándose rodear de
publicanos, ladrones y
gente de mala fama. Condena con firmeza la teología fariseo del
mérito, de aquellos hombres que se sienten seguros ante Dios y
superiores a los demás (Lc 18, 9-14). Critica su visión legalista de la
vida y coloca al hombre no ante una Ley que
hay que observar, sino ante un Padre al que debemos obedecer de
corazón (Mt 5, 20-48). Rechaza violentamente la hipocresía de
aquellos hombres que reducen la religión a un conjunto de prácticas
externas a las que no responde una
vida de justicia y amor (Mt 23).

Jesús no es un rabino aunque algunos contemporáneos lo hayan


llamado así. Jesús, sin una sede doctrinal fija, rodeado de gente
sencilla, pecadores, mujeres, niños_ no
ofrece la imagen típica del rabino de aquella época. Ciertamente
Jesús no es un rabino dedicado a interpretar fielmente la Ley de
Moisés para aplicarla a las diversas circunstancias de la vida. Por
otra parte, Jesús habla con una autoridad desconocida, sin necesidad
de citar a ningún maestro anterior a él, e, incluso, sin apelar a la
autoridad de Moisés. La gente era consciente de que enseñaba
“como
quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 1, 22).

Jesús no es un profeta más en la historia de Israel. Es cierto que fue


considerado por sus contemporáneos como un profeta de Dios (Mt
21, 11; 21, 46; Lc 7 16). Es cierto que Jesús adoptó en su actuación
un estilo profético como aquellos hombres portadores del Espíritu de
Yahveh y portavoces de la Palabra de Dios para el pueblo. Pero Jesús
no es un profeta más dentro del pueblo judío. Jesús no siente la
necesidad de legitimar su predicación aludiendo a una llamada
recibida de Yahveh, como hacen los profetas judíos (Am 7, 15; Is 6,
8-13; Jr 1, 4-10). Tampoco emplea el lenguaje propio de los profetas
que se sienten meros portavoces de la palabra de Yahveh: (“Así
habla Yahveh”, “Escuchad lo que dice Yahveh”, “Es oráculo de
Yahveh”); Jesús emplea una fórmula típica suya, totalmente
desconocida en la literatura profética y que manifiesta una autoridad
plena y sorprendente: “En verdad, en verdad yo os digo_” (“Amén,
amén). Además, Jesús no se mueve,
como los profetas, en el marco de la alianza entre Yavé e Israel para
hablar al pueblo de las exigencias de la Ley, de las promesas del
Dios aliado con el pueblo o de los castigos que les amenazan como
consecuencia de la inobservancia de la alianza. Jesús anuncia algo
totalmente nuevo: el Reinado de Dios empieza ya a ser realidad.
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RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ACTUACION DE
JESUS
La lectura atenta de los Evangelios nos permite recoger los rasgos
fundamentales de Jesús de Nazaret y tomar conciencia de la imagen
que tenían de su personalidad los primeros creyentes.
a. Jesús, hombre libre
La libertad sorprendente de Jesús es el dato primero y mejor
confirmado tanto por la oposición de sus adversarios como por la
admiración del pueblo y la adhesión de sus
seguidores. Jesús se impone como un hombre libre frente a todo y
frente a todos los que puedan obstaculizar su misión. Jesús es un
hombre libre frente a sus familiares que tratan de apartarle de su
vida peregrinante de anuncio de una Buena Noticia (Mc 3,21. 31-35).
Jesús se mantiene libre frente al círculo de sus amigos que
quieren dictarle cómo debe ser su conducta, en contra de la
voluntad última del Padre (Mc 8, 31-33). Jesús, salido de los
ambientes rurales de Galilea, se atreve a
enfrentarse y criticar libremente a los escribas, especialistas de la
Ley, las clases cultas de la sociedad judía (Mt 23). Jesús manifiesta
una libertad total frente a la presión social ejercida por las clases
dominantes y, de manera especial,
por los grupos fariseos que retienen indebidamente el poder de
interpretar la Ley.
Jesús es libre frente al poder político de las autoridades romanas sin
entrar en cálculos políticos y juegos diplomáticos (Lc 13, 31-32; Mt
20, 25-28). De la misma
manera, se enfrenta con entera libertad a los dirigentes religiosos
del Sanedrín judío (Mc 14, 53-60). Jesús no se deja arrastrar tampoco
por la estrategia de las
fuerzas de resistencia a los ocupantes romanos (Mc 4, 26- 29; Jn 6,
15) defraudando así ilusiones de muchos que esperaban un reino
judío mesiánico dominador del mundo entero. Jesús no se deja
esclavizar por “las tradiciones de los
antiguos” que alejaban a los judíos de la verdadera voluntad de Dios
(Mc 7, 1-12). Tampoco se ata a las últimas corrientes rabínicas que
circulan en la sociedad judía (Mt 19, 1-9). Jesús se manifiesta libre
frente a ritos, prescripciones y leyes litúrgicas que quedan vacías de
sentido si se olvida que deben estar al servicio del hombre (Mc 3, 1-
6; 2, 23-28) y orientadas hacia un Dios que “quiere amor y no
sacrificios” (Mt 12, 1-8). Esta libertad total de Jesús tanto en su
palabra como en su
actuación, irrita a los defensores del sistema legal judío que desean
asegurar su interpretación de la Torá, despierta las esperanzas del
pueblo que comienza a descubrir un sentido nuevo a la vida y logra
la adhesión de algunos seguidores.
¿Dónde está el origen y la explicación de esta libertad de Jesús?
c. Un hombre para los demás
Jesús es un hombre libre para amar. Un hombre que da siempre la
última palabra al amor. Para Jesús ya no es la Ley la que debe
determinar cómo debemos comportarnos en cada situación. Es el
hombre necesitado el verdadero criterio
de actuación. Y toda nuestra vida tiene sentido en la medida en que
servimos al hombre necesitado (Lc 10, 29-37). Así ha vivido Jesús
“no para ser servido, sino para servir” (Mc 10, 45). Toda su vida es
“desvivirse” por los demás. No encontramos nunca a Jesús actuando
egoístamente en busca de su propio interés. No se preocupa de su
propia fama (Mt 9, 10-13; 11,19). No busca dinero ni seguridad
alguna (Mt 8, 20; Lc 16, 13) No pretende ningún poder (Jn 6, 15). No
vive para una esposa suya ni un hogar propio. Es un hombre libre
para los demás, un “hombrepara- otros”.
Su preocupación es el hombre necesitado. Lo que impulsa toda su
vida es el amor apasionado a los hombres a los que considera
hermanos. Un amor amplio, universal (Lc 10, 29- 37). Un amor
sincero, servicial (Lc 22,27). Un amor que se
traduce en perdón a sus ejecutores (Lc 23,. 34; Mt 55,44).

e. Servicio liberador
Jesús no ofrece dinero, cultura, poder, armas, seguridad_ pero su
vida es una Buena Noticia para todo el que busca liberación. Jesús es
un hombre que cura, que sana, que reconstruye a los hombres y los
libera del poder inexplicable del mal. Jesús
trae salud y vida (Mt 9, 35). Jesús garantiza el perdón a los que se
encuentran
dominados por el pecado y les ofrece posibilidad de rehabilitación
(Mc 2, 1-12; Lc 7, 36-50; Jn 8, 2-10). Jesús contagia su esperanza a
los pobres, los perdidos, los
desalentados, los últimos, porque están llamados a disfrutar la fiesta
final de Dios (Mt 5, 3-11; Lc 14, 15-24). Jesús descubre al pueblo
desorientado el rostro humano de Dios (Mt 11, 25-27) y ayuda a los
hombres a vivir con una fe total en el futuro que está en manos de
un Dios que nos ama como Padre (Mt 6, 25-34). Jesús ayuda a los
hombres a descubrir su propia verdad (Lc 6, 39-45; Mt 18, 2-4), una
verdad que los puede ir liberando (Jn 8, 31-32).
Jesús invita a los hombres a buscar una justicia mayor que la de los
escribas y fariseos, la justicia de Dios que pide la liberación de todo
hombre deshumanizado (Mt 6, 33; Lc 4, 17-22). Jesús busca
incansablemente crear verdadera fraternidad
entre los hombres aboliendo todas las barreras raciales, jurídicas y
sociales (Mt 5, 38-48; Lc 6, 27-38). Si quisiéramos resumir, de alguna
manera, la actuación
liberadora de Jesús, podríamos decir que desde su fe total en un Dios
que busca la liberación del hombre, Jesús ofrece a los hombres
esperanza para enfrentarse al problema de la vida y al misterio de la
muerte.
f. Fidelidad hasta la muerte
Jesús se nos ofrece en los relatos evangélicos como hombre fiel al
Padre, fiel a sí mismo y fiel a su misión hasta la muerte. Jesús no
murió de muerte natural. Fue ejecutado como consecuencia de los
conflictos que provocó con su actuación.
Por una parte, su actitud ante la Ley de Moisés ponía en crisis toda la
institución legal del pueblo judío privando a los dirigentes de Israel
de su autonomía religiosa y social. Por otra parte, el anuncio de un
Dios abierto a todos los hombres, incluso a los extranjeros y
pecadores ponía en crisis el carácter privilegiado del pueblo judío y
su alianza con Yavé. El Dios que anunciaba Jesús no era el Dios de la
religión oficial judía. Además, Jesús decepcionó profundamente la
expectación mesiánica de carácter político que su aparición pudo
despertar en grandes sectores de la población. La ejecución iba a
poner a prueba toda la trayectoria de Jesús de Nazaret. El rechazo
de todos parecía desmentir, invalidar y reducir al fracaso todo su
mensaje de amor y fraternidad humana. Pero, Jesús, abandonado
por todos, grita hasta el final: “Padre, perdónales, porque no saben
lo que hacen” (Lc 22, 34). Además, la crucifixión parecía el signo
más evidente del abandono de Dios a su falso profeta,
equivocado lamentablemente y condenado justamente en nombre
de la Ley. Sin embargo, Jesús aún viéndose abandonado por Dios
(Mc 15, 34) grita al morir: “Padre, en tus manos pongo mi vida” (Lc
23, 46). Jesús murió creyendo hasta el final en el amor del Padre y
en el perdón para los hombres. Sin embargo, su muerte en una cruz
sellaba el fracaso de un hombre libre y justo, y dejaba en total
ambigüedad su mensaje de la venida del Reino de Dios, que con
tanta fe había anunciado.
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¿Qué significa enseñar con autoridad en la pedagogía de Jesús?
El evangelio de Marcos, al comienzo de la vida pública de Jesús, nos
brinda una clave de interpretación. Es interesante destacar que el
texto que vamos a trabajar a continuación es inmediatamente
posterior al que trabajamos (en la versión de Juan) en el artículo
pasado (La pedagogía de Jesús – tercera parte). Es decir, están
relacionados, hay una continuidad.
"Llegaron a Cafarnaún, y Jesús empezó a enseñar en la sinagoga
durante las asambleas del día sábado. Su manera de enseñar
impresionaba mucho a la
gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los
maestros de la Ley. Entró en aquella sinagoga un hombre que
estaba en poder de un espíritu malo, y se puso a gritar: «¿Qué
quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Yo se que tú eres el Santo de Dios. » Jesús le
hizo frente con autoridad: «¡Callate y sal de este hombre! » El
espíritu malo revolcó
al hombre en el suelo y lanzó un grito tremendo, pero luego salió de
él.
El asombro de todos fue tan grande que se preguntaban unos a
otros: «¿Qué es esto? Un doctrina nueva, y ¡con qué autoridad!
Miren cómo da órdenes a
los espíritus malos ¡y le obedecen! » Así fue como la fama de Jesús
se extendió por todo el territorio de Galilea."
Mc. 1, 21-28
Enseñar con autoridad… enseñanzas al alcance de la gente
Marcos sitúa el inicio de la actividad pública de Jesús en la región de
Galilea, más precisamente en la ciudad de Cafarnaún, que estaba
situada a orillas de lago de Galilea.
Jesús comienza a enseñar en la sinagoga, la casa de oración, en
donde se reunía el pueblo para escuchar y compartir las enseñanzas
de la Ley.
Cuando Jesús enseña:
- se integra a la vida del pueblo
- se coloca al alcance de la gente
- participa de su vida
- les enseña de manera que entienden, su mensaje es claro y
transparente.
Enseñar con autoridad… hacer el bien, enseñar con gestos y
actitudes
Marcos señala el asombro de la gente, y a continuación nos brinda
un ejemplo de cómo enseñaba Jesús, para poner al descubierto en
qué consistía esta autoridad nueva que la gente descubría en él.
El relato se centra en la curación de un endemoniado. Dejando los
detalles del texto de lado vamos a concentrarnos en el nudo de la
escena: Jesús se encuentra con un
hombre que sufre, atormentado, para las costumbres de la época
(aunque este texto no lo dice hay otros que sí lo explicitan) un
hombre marginado e impuro por su
enfermedad. Jesús hace frente con decisión a la situación y cura al
enfermo. Inmediatamente se destaca "el asombro de todos". La
gente se pregunta "¿Qué es esto? Una doctrina nueva." La gente
reconoce en lo que acaba de contemplar una nueva manera de
enseñar. Diferente de la que estaba acostumbrada, centrada en la
palabra y en la exposición y repetición de lo que había que hacer
para agradar a Dios. Jesús enseña con su acción, con gestos,
muestra en forma categórica y transparente que es lo que a Dios le
agrada. No lo dice, lo hace. No lo propone para los demás, lo realiza
el primero.
Jesús hace el bien, enseña con su actitud, muestra y vive lo que
transmite. Es una nueva manera de enseñar, ¡con la vida!
La pedagogía de Jesús nos muestra la importancia de la coherencia.
Nadie puede enseñar lo que no vive, y por el contrario si vive enseña
mucho. Primero es la vida,
luego las palabras. En Jesús hay total transparencia entre lo que
predica y lo que hace, por eso su mensaje es su vida misma.
Para enseñar como Jesús hay que vivir lo que se enseña, porque el
ejemplo de vida es la primer enseñanza que se ofrece a los demás.

Ley
_
San Marcos recogió en su evangelio la predicación de San Pedro.
Allí se muestra que la Ley (no los diez Mandamientos, sino todos los
sacrificios y ofrendas señalados en el Levítico) había sido
malinterpretada. Muchos ponían su salvación en el cumplimiento de
las formalidades de la Ley y no ponían por obra lo que en realidad
mandaba. Los fariseos eran los que se creían puros, justamente por
este error. No ayudaban a un necesitado en sábado, para no
quebrantar el precepto, y lo quebrantaban al no vivir la compasión,
etc.
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Cuando aquel grupo de hombres y mujeres salieron del país donde
estaban esclavos eran un puñado de personas sin orden alguno. Es
así que en su peregrinar una de las primeras paradas tiene que ver
con la organización de esta masa de gentes. Organización que se
desarrollaría en áreas como la moral ,civil y ceremonial de esta
nueva nación, Israel. A estas leyes, con el paso del tiempo, se le
fueron sumando las interpretaciones y tanto unas como otras regían
la vida de esta nación aún en tiempos de Jesús. Lo interesante aquí
es que las leyes y preceptos originales, principalmente los
ceremoniales, perseguían un objetivo más elevado que simplemente
ser normativas de la vida diaria Este objetivo es el que muchos
contemporáneos de Jesús no pudieron entender. La ley tenía entre
sus normas ceremoniales que todos los días debía derramarse
sangre inocente por el perdón de aquellos que habían pecado. Exo
29:36-39 RV60
Cristo vino a cumplir la ley, a darle el verdadero sentido a la ley
ceremonial que estipulaba cual era la forma para recibir perdón y
restaurar la comunión con el Padre. Esto Él lo logró muriendo en la
cruz.
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Jesús no puede ser entendido a no ser en el conjunto de la
revelación, teniendo en cuenta la preparación que suponen la Ley y
los profetas. Sólo desde este contexto general aparece como la
plenitud de la revelación. Sólo así se comprenderá su actitud frente
a la Ley, a la que no vino a abolir sino a completar. Su actitud ante la
Ley la ponen de relieve las palabras dirigidas al leproso: “muéstrate
al sacerdote... y ofrece el don que mandó Moisés”. Quien actúa de
esta forma está cumpliendo la Ley. Frente a sus acusadores,
escribas y sacerdotes -que le negaban la fe porque “no cumplía la
Ley”- esta escena es un testimonio claro de lo calumnioso de sus
acusaciones.

Por otra parte, Jesús se coloca por encima de la Ley y la quebranta


cuando ello redunda en beneficio del hombre, como en el caso
presente: la lepra excluía al enfermo de la sociedad; no permitía en
modo alguno que fuese “tocado” ni que se acercase nadie a él,
porque quien lo hiciera quedaría impurificado. Con su actitud Jesús
condenaba el segregacionismo de una ley inhumana. La
absolutización que el judaísmo había hecho de la Ley, hasta el punto
de “divinizarla”, cae por su base desde el momento en que Jesús la
relativiza al ponerla al servicio del hombre.

No es de sorprender que los sumo sacerdotes, al contemplarle de


ese modo, dijesen acerca de él: "A otros salvó, a sí mismo no se
puede salvar. (Mar. 15:31) Esa es una extraña declaración y es, sin
embargo, una de esas asombrosas manifestaciones que revelan
cómo Dios puede hacer que incluso sus enemigos le alaben, porque
tienen razón y se equivocan al mismo tiempo. Estaban equivocados
en lo que habían querido decir por medio de aquellas palabras "A
otros salvó, a sí mismo no puede salvar pero estaban en lo cierto en
lo que dijeron.

Al leer este relato, me siento impresionado por tres cosas que no


consiguieron que hiciese nuestro Señor. Primero, no consiguieron
que el Señor hablase: "Pero Pilato le preguntaba de nuevo diciendo:
--¿No respondes nada? Mira de cuantas cosas te
acusan. (Mar. 15:4) "Pero Jesús aun con eso no respondió nada, de
modo que Pilato se maravillaba. Y no consiguieron hacerle beber: "Le
dieron a beber vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. (Mar.
15:23) ¿Por qué no? Porque podría haberse salvado a sí mismo, de
haberlo hecho. Si hubiera hablado ante Pilato, se podría haber
salvado a sí mismo. Los sumo sacerdotes tenían razón, había
salvado a otros, pero no podía y no debía salvarse a sí mismo. De
haber hablado, podría haberse
librado ante Pilato, pero no pudo hacerlo. De haber bebido, podría
haberse ahorrado el efecto de la agonía de la cruz y el peso de la
carga del mundo sobre sus hombros, pero no quiso hacerlo.
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probablemente que el Jesús histórico, en algún caso, proclamara una
enseñanza propia que llegaba a “saltarse” de algún modo la Ley tal
como estaba escrita. Por ejemplo, la prohibición por Jesús del
divorcio y la misma prohibición total de los juramentos, esenciales
en la Ley. Un problema al que hay enfrentarse al estudiar a Jesús en
relación con la ley judía es que éste nunca emplea palabras
como “moral” o “ética”. Sólo habla de “hacer la voluntad de
Dios” y de “guardar sus mandamientos”. Jesús –en contra de nuestro
escepticismo estaba totalmente seguro de poder conocer la voluntad
de Dios y de que Éste había proclamado normas de obligado
cumplimiento. Durante toda su vida pública, en sus discusiones con
otros conocedores de la Ley, propuso la posibilidad en el ser humano
de un entendimiento profundo de la Ley, otorgado por la
comunicación y familiaridad con Dios por medio de la oración. Pero
jamás se salió del marco de la Ley
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Jesús y ve que por un lado es un judío fiel; y que por otro parece en
algunas contadas ocasiones saltarse la Ley) radica –en mi opinión-
en que Jesús estaba siempre intentando buscar la voluntad profunda
de Dios
Sólo que lo que había que cumplir era lo profundo
de la Ley, no crear una nueva teología que la negara.
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a. La autoridad de Jesús frente a la Ley
Jesús se presenta como el único que puede interpretar
legítimamente la Ley de Moisés. Pero además, tiene la audacia de
ponerse frente a esa Ley que, para el pueblo
judío, recoge de manera suprema la voluntad de Dios. Con una
autoridad y libertad sin precedentes, Jesús contrapone a la Ley
antigua su nuevo mensaje que contiene, según él, la verdadera
voluntad de Dios. (“Se dijo a los antepasados_ pero yo os digo” en
Mt 5, 21-48). Jesús no invita a sus contemporáneos a que obedezcan
a la
Ley de Moisés, sino les pide que escuchen sus palabras (Mt 7, 24-
27).
Esta actitud de Jesús es nueva, sorprendente, sin paralelismos en la
tradición judía. Al atribuirse una autoridad que rivaliza y desafía a la
de Moisés, Jesús se está colocando por encima de Moisés y está
pretendiendo conocer, con certeza suprema e inmediata la voluntad
verdadera del mismo Dios (Mt 11, 27). ¿Quién pretende ser Jesús?
¿Cómo puede estar seguro de conocer la verdadera voluntad de
Dios? ¿De dónde le viene esta autoridad y libertad para adoptar esta
actitud inaudita?
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Los padecimientos de Jesús han tomado una forma histórica
concreta por el hecho de haber sido "reprobado por los ancianos, los
sumos sacerdotes y los escribas" (Mc 8, 31), que lo "entregaron a los
gentiles, para burlarse de él,
azotarle y crucificarle" (Mt 20, 19).
574 Desde los comienzos del ministerio público de Jesús, fariseos y
partidarios de Herodes, junto con sacerdotes y escribas, se pusieron
de acuerdo para perderle (cf. Mc 3, 6). Por algunas de sus obras
(expulsión de demonios, cf. Mt 12, 24; perdón de los pecados, cf. Mc
2, 7; curaciones en sábado, cf. 3, 1-6; interpretación original de los
preceptos de pureza de la Ley, cf. Mc 7, 14-23; familiaridad con los
publicanos y los pecadores públicos, (cf. Mc 2, 14-17), Jesús apareció
a algunos malintencionados sospechoso de posesión diabólica (cf.
Mc 3, 22; Jn 8, 48; 10, 20). Se le acusa de blasfemo (cf. Mc 2, 7; Jn
5,18; 10, 33) y de falso profetismo (cf.
Jn 7, 12; 7, 52), crímenes religiosos que la Ley castigaba con pena de
muerte a pedradas (cf. Jn 8, 59; 10, 31).
Ciertamente, sus relaciones con los fariseos no fueron solamente
polémicas. Fueron unos fariseos los que le previnieron del peligro
que corría (cf. Lc 13, 31). Jesús alaba a alguno de ellos como al
escriba de Mc 12, 34 y come varias veces en casa de fariseos (cf. Lc
7, 36; 14, 1). Jesús confirma doctrinas sostenidas por esta élite
religiosa del pueblo de Dios: la resurrección de los muertos (cf. Mt
22, 23-34; Lc 20, 39), las formas de piedad (limosna, ayuno y
oración, cf. Mt 6, 18) y la costumbre de dirigirse a Dios como Padre,
carácter central del mandamiento
de amor a Dios y al prójimo (cf. Mc 12, 28-34).
576 A los ojos de muchos en Israel, Jesús parece actuar contra las
instituciones esenciales del Pueblo elegido:
- Contra el sometimiento a la Ley en la integridad de sus preceptos
escritos, y, para los fariseos, su interpretación por la tradición oral.
- Contra el carácter central del Templo de Jerusalén como lugar
santo donde Dios habita de una manera privilegiada.
- Contra la fe en el Dios único, cuya gloria ningún hombre puede
compartir.
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I JESUS Y LA LEY
577 Al comienzo del Sermón de la montaña, Jesús hace una
advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí
con ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva
Alianza: "No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No
he venido a abolir sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo
y la tierra pasarán antes que pase una i o un ápice de la Ley sin que
todo se haya cumplido. Por tanto, el que quebrante uno de estos
mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el
menor en el Reino de los cielos; en cambio el
que los observe y los enseñe, ese será grande en el Reino de los
cielos" (Mt 5, 17-19).
578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el Reino
de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad
hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso
es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn 8, 46). Los judíos,
según su propia confesión, jamás han podido cumplir jamás la Ley
en su totalidad, sin violar el menor de sus preceptos (cf. Jn 7, 19;
Hch 13, 38-41; 15, 10). Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación,
los hijos de Israel piden perdón a Dios por sus transgresiones de la
Ley. En efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda Santiago,
"quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace
reo de todos" (St 2, 10; cf. Ga 3, 10; 5, 3).
579 Este principio de integridad en la observancia de la Ley, no sólo
en su letra sino también en su espíritu, era apreciado por los
fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos judíos del tiempo de Jesús
fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf. Rm 10, 2), el cual,
si no quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt 15, 3-7;
Lc 11, 39-54) no podía más que preparar al pueblo a esta
intervención inaudita de Dios que será la ejecución perfecta de la
Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf. Is 53, 11;
Hb 9, 15).
580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del
divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo
(cf Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de
piedra sino "en el fondo del corazón" (Jr 31, 33) del Siervo, quien, por
"aportar fielmente el derecho" (Is 42, 3), se ha convertido en "la
Alianza del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre
sí mismo "la maldición de la Ley" (Ga 3, 13) en la que habían
incurrido los que no "practican todos los preceptos de la Ley" (Ga 3,
10) porque, ha intervenido su muerte para remisión de las
transgresiones de la Primera Alianza" (Hb 9, 15).
581 Jesús fue considerado por los Judíos y sus jefes espirituales
como un "rabbi" (cf. Jn 11, 28; 3, 2; Mt 22, 23-24, 34-36). Con
frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la
Ley (cf. Mt 12, 5; 9, 12; Mc 2, 23-27; Lc 6, 6-9; Jn 7, 22-23). Pero al
mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de
la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre
los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene autoridad y no como
sus escribas" (Mt 7, 28-29). La misma Palabra de Dios, que resonó en
el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en él se hace oír
de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1). Esa
palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo
divino su interpretación definitiva: "Habéis oído también que se dijo
a los antepasados ... pero yo os digo" (Mt 5, 33-34). Con esta misma
autoridad divina, desaprueba ciertas "tradiciones humanas" (Mc 7, 8)
de los fariseos que "anulan la Palabra de Dios" (Mc 7, 13).
582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de
los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía,
manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3, 24) por medio de
una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre
no puede hacerle impuro ... -así declaraba puros todos los alimentos-
... Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre.
Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones
malas" (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la
interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos
doctores de la Ley que no recibían su interpretación a pesar de estar
garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf. Jn 5,
36; 10, 25. 37-38; 12, 37). Esto ocurre, en particular, respecto al
problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con
argumentos rabínicos (cf. Mt 2,25-27; Jn 7, 22-24), que el descanso
del sábado no se quebranta por el servicio de Dios (cf. Mt 12, 5; Nm
28, 9) o al prójimo (cf. Lc 13, 15-16; 14, 3- 4) que realizan sus
curaciones.

5. MATRIMONIO.
Ya San Pablo, en la primera carta a los Corintios (7, 10-11), es crita
en 56-57, por lo tanto anterior a los Evangelios actuales, está en
condiciones de referirse a una enseñanza de Cristo acerca del
matrimonio: " A los desposados ordeno, no yo, sino el Señor: la
mujer no se separe del marido y si acaso se separa, permanezca sin
casarse o se reconcilie con el marido y el marido no repudie a la
mujer". Por consiguiente, el
apóstol admite sólo el caso de una separación entre los cónyuges,
pero no de un nuevo matrimonio, badsoásne en la doctrina del
Señor, esto es de Jesús, que se declara firmemente en favor de la
indisolubilidad de l matrimonio en el Evangelio de Marcos (10, 1-2) y
de Lucas (16,10). Solamente el evangelio de Mateo (5, 31-
32; 19, 1-9) parece introducir una excepción que concedería el
divorcio y que en el texto original griego es expresa con el término
porneia traducido en diferente forma (concubinato, adulterio). Del
conjunto de los textos del Nuevo Testamento y del mismo Mateo,
también aparece claro que en realidad Cristo no prevé e
ninguna excepción, de otra manera no regirían las afirmaciones de
Su voluntad, de llevar la institucióenl matrimonio a la pureza y al
rigor que tenían en las intenciones de Dios, con el fin de dar origen a
la humanidad. Por esto, muchos estudiosos piensan que la supuesta
excepción se refiere más bien a la separación de los cónyuges en el
sentido en el que lo dice San Pablo y no en la verdadera y efectiva
disoluciÀ De hecho está la voluntad de Jesús de abolir el divorcio que
toleraba la Ley de Moisés, procurando limit ar las consecuencias
desfavorables a la mujer; así la declaración de Jesús acerca del
divorcio, es el único caso en el cual, en los Evangelios, Jesús abole
explícitamente una ley positiva del Antiguo Testamento (Mt.5, 22).
En realidad no se trata de una ley opuesta a otra que se abroga, sino
de establecer un principio fundado en la voluntad de Dios declarada
realmente por el Hijo y de observar en un nuevo orden de cosas el
Evangelio, ni más ni menos en el cual no existían solamente
mandamientos, sino con la gracia divina, se estaba en
Romanos 8, 2). Por esto es la incapacidad para comprender y seguir
la voluntad divina, que en el Antiguo Testamento había hecho tolerar
no es exacto hablar de permitir el divorcio.
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Jesús desafió la corrupción, la hipocresía y la injusticia en la
sociedad judía
Al entrar al templo en Jerusalén, Jesús comenzó a echar de allí a los
comerciantes y a los prestamistas (Marcos 11:15-17). El advirtió
acerca de la hipocresía de los poderes judíos imperantes: ‘Tengan
cuidado; eviten la levadura [la enseñanza] de los fariseos y de los
saduceos’ (Mateo 16:6). El criticó la forma en que ignoraban la
justicia y la misericordia, su uso del poder para ganancia personal, y
el hecho de que desviaban del camino a las personas (Lucas 11:37-
53, Mateo 9:9-13 y 12:1-14).
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Jesús obedeció la ley del país
Jesús acató la ley que regía en el país, cuando ésta no era contraria
a la ley de Dios. Al preguntársele acerca de los impuestos (Marcos
12:13-17) él concluyó diciendo: ‘Denle, pues, al césar lo que es del
césar, y a Dios lo que es de Dios’. El animó a los judíos a que
obedecieran al Estado. Sin embargo, el énfasis principal de esta
instrucción era el ‘dar a Dios lo que es de Dios’. Ello significa que sus
seguidores deben hacer la voluntad de Dios, manteniendo la justicia
y la rectitud para gloria de Dios.
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Familia
Marcos 3, 31-35
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TEMPLO
En el capítulo 11 tenemos el principio de la semana de la pasión, la
última semana de nuestro Señor al dirigirse hacia la cruz. En este
capítulo, se nos presenta otro acto de gran importancia del que solo
Marcos deja constancia (versículo 15):
"Llegaron [es decir, él y sus discípulos] a Jerusalén y Jesús entró en
el templo. Y
comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en
el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que
vendían palomas."
Este no es el mismo acto que relata Juan en su Evangelio. (Juan 2:13-
16) En el Evangelio de Juan eso sucedió al principio del ministerio de
nuestro Señor, pero en este caso, al final de su ministerio, por
segunda vez, tirando las mesas de los cambistas, limpiando el
templo y Marcos dice: "y no consentía que nadie cruzase por el
templo llevando utensilio alguno. (Mar. 11:16) ¿Qué significa eso?
Los únicos que llevaban cosas en el templo eran los sacerdotes.
Según la ley mosaica, era su obligación coger la sangre de los
animales sacrificados sobre el altar de bronce en el atrio y llevar la
sangre al lugar sagrado ante el altar. Y una vez al año el sumo
sacerdote entraba en el lugar santísimo y rociaba la sangre sobre el
altar de oro y el asiento de la misericordia. Este era un ritual muy
importante.
Pero el Señor puso fin a todo esto. No permitía que ningún hombre
llevase nada en el templo. En otras palabras, acabó con los
sacrificios. Los judíos los volvieron a realizar hasta que tuvo lugar la
destrucción del templo en el año 70 A.D., pero lo hicieron sin
autoridad divina. Los sacrificios carecen de significado a partir de
este momento, porque ahora él es el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo. Desde este relato avanza hacia el Monte de los
Olivos, desde allí al aposento alto, al Huerto de Getsemaní y a la
cruz.

SACERDOTES
No es de sorprender que los sumo sacerdotes, al contemplarle de
ese modo, dijesen acerca de él: "A otros salvó, a sí mismo no se
puede salvar. (Mar. 15:31) Esa es una extraña declaración y es, sin
embargo, una de esas asombrosas manifestaciones que revelan
cómo Dios puede hacer que incluso sus enemigos le alaben, porque
tienen razón y se equivocan al mismo tiempo. Estaban equivocados
en lo que habían querido decir por medio de aquellas palabras "A
otros salvó, a sí mismo no puede salvar pero estaban en lo cierto en
lo que dijeron.
Los últimos capítulos tienen que ver con preguntas que la gente le
hacía. En el capítulo 11 responde a preguntas de los sacerdotes y de
los ancianos que vienen a verle guiados por el odio e intentando
atraparle por medio de sus preguntas. En el capítulo 12 responde a
preguntas hechas por los fariseos y los herodianos que de igual
modo intentan atraparle con sus preguntas, pero él ve a través de la
hipocresía de ellos. También en el capítulo 12, los saduceos vienen e
intentan atraparle. Eran los materialistas, aquellos que no creían en
la resurrección ni en la vida del espíritu. A continuación un escriba
con un corazón sincero le hizo la única pregunta sincera hasta el
momento. Vino a él y le preguntó: "¿Cuál es el primer mandamiento
de todos? (Mar. 12:28) Nuestro Señor le contesta de inmediato y con
toda claridad.

Marginados
- ENFERMOS
Estamos al comienzo de la vida pública de Jesús, su ministerio, su
misión como
"Mesías", la proclamación de la cercanía del reinado de Dios. En las
partes anteriores a este relato del leproso, Jesús inicia su misión a
través de la predicación de la Buena
Nueva de Dios (1,14). Él proclama el Reino de Dios, no sólo a través
de palabras, en la
enseñanza (1,21), sino también a través de obras en la curación de
enfermos y en la expulsión de demonios (1,29-35). Por lo tanto, el
relato sobre la curación de un
leproso forma parte de la proclamación de la cercanía del Reinado
de Dios.
Para poder entender el mensaje del evangelio de este domingo, es
preciso conocer
la situación que padecían los leprosos en la sociedad del tiempo de
Jesús. Según la
concepción judía, el leproso era impuro por su enfermedad. Desde el
punto de vista
religioso, este hecho lo excluía del acceso a Dios y, en consecuencia,
del pueblo elegido
(Lv 13,45 s). Era, asimismo, transmisor de impureza, lo mismo a
personas que a
objetos. La lepra se consideraba como "la hija primogénita de la
muerte" (Job 18,3). El leproso quedaba fuera de la sociedad,
temerosa ésta de verse físicamente contagiada y religiosamente
contaminada. Estaba obligado a avisar a gritos de su estado de
impureza, para que nadie se acercase a él, y tenía que vivir en
descampado (Lv 13,45 s). Era, en cierto modo, un maldito, un
castigado por Dios. Por eso, se prohibía a los leprosos el acceso al
templo. Sólo el poder de Dios había podido curar la lepra (Nm 12,11-
15; 2 Re 5,9-14), por medio de Moisés y Aarón (Nm 12), o de Eliseo
(2 Re 5,1- 19).
Desde aquí podemos entender por qué el leproso dijo a Jesús:
"puedes limpiarme" (1,40), y no: "puedes curarme". Los judíos
consideraban a la persona afectada por una enfermedad de la piel,
más o menos repugnante, impura. Por ello el leproso pidió una
limpieza y no una curación. Además, esta impureza causaba la
separación de Dios. Por eso, la súplica del leproso significa, no
solamente una petición de curación física, sino espiritual, la
recuperación de la cercanía de Dios.
Por otra parte, al ser considerados también como transmisores de
impureza, los leprosos eran rechazados y marginados. De hecho,
según la doctrina oficial judía,
apoyada en las prescripciones de la Ley, no había para el leproso la
posibilidad de
acceso a Dios ni a su Reino. Pero la proclamación de Jesús en toda
Galilea abre para
él un horizonte de esperanza. El deseo de salir de su miseria y
marginación vence el
temor a infringir la Ley, y se acerca a Jesús, sin respetar la distancia
que, según lo
prescrito, debía mantener. Su postura, "de rodillas" (1,40), expresa
su propia angustia y, posiblemente, intenta prevenir que Jesús
castigue su trasgresión.
El leproso no pide a Jesús que le toque, ni siguiera directamente que
le limpie. Su
actitud es humilde e insistente, "si quieres, puedes limpiarme". Es
una súplica que
manifiesta únicamente su absoluta confianza en el poder de Jesús.
Desea que
elimine el obstáculo que lo priva del amor de Dios y le impide
participar en el Reino que se anuncia (1,14-15). Lo que le interesa,
ante todo, es conseguir su relación con un Dios que lo rechaza.
¿Qué hizo Jesús respecto a la súplica del leproso? Conmovido, con
compasión, extendió la mano y tocó lo intocable según la Ley. Le
dijo, "quiero, queda limpio" (1,41). La finalidad del gesto es "tocar",
procurar el contacto físico con el leproso, prohibido por la Ley, que
marcaba así la marginación religiosa y social. Jesús niega con su
gesto que Dios excluya de su favor al leproso, es decir, invalida el
fundamento teológico de la impureza. Al mismo tiempo, hace
presente la acción divina que saca de la opresión a los marginados.
Al "tocar" lo intocable (la Ley) y al intocable (el leproso), ¿qué
mensaje nos comunica el evangelio y qué consecuencias para
nuestra vida? El leproso, al acercarse a Jesús, viola la Ley. Jesús
completa la violación cometiendo él mismo una trasgresión (Lv 5,3;
Nm 5,2). Con esto, le hace ver que la Ley, al imponer la marginación,
no expresa el ser ni la voluntad de Dios. El obstáculo que impedía al
leproso conocer el amor de Dios era la Ley misma, que inculcaba la
idea de un Dios discriminador. Pero la acción de Jesús manifiesta que
la distinción entre puro e impuro consagrada por la Ley no tiene
vigencia para Dios. ¿Por qué Jesús le encarga al leproso que se
presente a un sacerdote «para que les sirva de testimonio» (v.44) y,
sin embargo, le prohíbe severamente que hable de ello a nadie? ¿No
es una contradicción? La prohibición de hablar de ello puede deberse
a varios motivos según dicen los diversos autores. Un motivo es el
llamado «secreto mesiánico», es decir, el propósito de Jesús de
mantener oculta su mesianidad. Jesús quiere ocultar su dignidad y
divinidad y realizar su empresa misionera únicamente como siervo
obediente de Dios, aunque irradia de él una fuerza poderosa que
arrastra hacia él a las multitudes. Según otros autores, Jesús manda
guardar silencio al leproso porque antes de hablar, “tiene que tomar
plena conciencia de la total oposición que existe entre el proceder
de Dios y el de la
institución religiosa.” Al percibirla, tendrá que concluir que ésta no
representa a
Dios ni habla en su nombre, y se emancipará de ella para siempre.
Por eso debe
comparar la aceptación gratuita de Dios que ha experimentado en
Jesús con los
penosos ritos de aceptación que impone el sistema religioso. Para
ello, debe ir a
presentarse al sacerdote, representante y mediador de Dios según la
religión judía,
quien lo sometería a un minucioso examen y ofrecería los sacrificios.
Por lo tanto, la orden de “silencio” de Jesús al leproso tiene una
razón muy importante. Jesús quiere liberarle de su marginación, pero
quiere primero liberarle de sí mismo. El leproso es el tipo de
marginado que acepta su marginación, considerándola justa y
querida por Dios. La lepra/marginación estaba causada por el
sistema, pero era real, porque el individuo la creía justa. Por eso, no
bastaba una liberación exterior ni arreglar su situación dentro del
sistema, que podría marginarlo de nuevo. Tiene que comprender que
el sistema es injusto e independizarse de él, liberarse interiormente
negando toda credibilidad a la institución judía y a la Ley
marginadora. Para Jesús, el leproso tiene que saber que toda la
legislación sobre lo puro y lo impuro son preceptos humanos, no
divinos. No es Dios el autor de la discriminación ni se puede
marginar a nadie en su nombre. Al promulgar estas prescripciones,
Moisés no reflejó la voluntad de Dios, sino que cedió a la dureza del
pueblo y denunció su falta de misericordia (cf. 10,5).
Después de experimentar su liberación, ¿qué hizo el leproso? La
experiencia del amor de Dios, del que pensaba estar excluido, y la
libertad definitivamente adquirida causan en el hombre una alegría
incontenible. Es la alegría de la liberación. Por eso, el leproso «se
puso a proclamar y a divulgar el mensaje». Se convierte en
anunciador no del mero hecho sucedido, sino del mensaje contenido
en él: Dios no es como se lo habían presentado; Él no discrimina
entre los hombres sino que ofrece a todos su amor y llama a todos a
su Reino. Comienza el mensaje de la universalidad, por el momento
en el interior de Israel. Se perfila la apertura a los paganos,
considerados impuros por la institución judía. ¿Qué consecuencias
tuvo para Jesús el anuncio del mensaje por parte del leproso?
«...Jesús no podía ya entrar manifiestamente en ninguna ciudad sino
que se quedaba fuera, en despoblado...» (v.45b). El mensaje
anunciado por el antes leproso acarrea como consecuencia la
marginación de Jesús mismo. El que elimina la lepra, es decir, saca
de la marginación, se ha convertido en un impuro para la Ley, en un
marginado para la religión y la sociedad. Por eso, Jesús no puede
entrar abiertamente en ninguna población importante. Se queda
fuera, en despoblado, como un leproso.
Sin embargo, se produce una consecuencia inesperada: acude a
Jesús gente de todas partes (v.45b). No se indica que sean leprosos.
Pero el uso del mismo verbo griego empleado para el leproso y para
la gente (v.40: «acudió a él un leproso»; v.45b:
«acudían a él») hace ver que también estos innominados son
marginados por la
sociedad judía. Por lo tanto, los que acuden no piden curaciones ni
enseñanza, sino
muestran su adhesión a Jesús, al que pone fin a la discriminación
entre puros
e impuros y afirma el amor universal de Dios. La marginación que
sufre Jesús
les asegura que está con ellos.
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Si la Biblia habla de la lepra, de su posible curación y consecuencias,
no lo hace desde el punto de vista de una enfermedad terrible de la
piel. Su gravedad la describe el libro de Job llamándola “el
primogénito de la muerte” (Jb 18,13). El interés bíblico se centra en
el aspecto religioso de la misma (primera lectura). Las rigurosas
medidas tomadas con estos enfermos pretendían alejar a la
comunidad del contagio que conllevaba. La comunidad religiosa
debe estar pura y determinadas enfermedades, como la lepra,
hacían impuro, deformaban la integridad corporal, cualidad
requerida para poder tomar parte en el culto comunitario. El mal
está tan ligado a la culpa que apenas se los separa; la enfermedad
puede ser un “golpe de Dios” a un culpable. La función que
desempeña ahí el sacerdote no supone que esté en posesión de
conocimientos médicos. El sacerdote es el conocedor de la ley y
hace la diagnosis de la enfermedad aplicando la detallada casuística
que explica la naturaleza de los síntomas. Observa a la persona
durante el tiempo que le sea necesario hasta poder dar su juicio. En
algunos casos decidirá que la enfermedad es superficial y pasajera,
y en otros que es grave. En la segunda hipótesis decreta la
segregación del enfermo y le impone una “cuarentena” de una
semana, de dos o de las que crea oportuno. La terapia no entraba
directamente en su competencia, si bien se prevén en la ley (Lv 14)
medios eliminatorios y purificaciones para los que han incurrido en
esta forma de impureza y salen ya de ella. El enfermo, en caso
grave, es segregado de la comunidad.
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Según el relato de Marcos el leproso se acerca a Jesús “suplicándolo
de rodillas”; es una actitud de gran respeto en la que se expresa,
además, la convicción de que Jesús podía curarle. Paulatinamente
nos estamos acercando a descubrir la intención del evangelista. Para
Marcos lo importante era destacar quién y cómo había realizado
aquel prodigio. La curación fue hecha por Jesús de Nazaret. Ahora
bien, quien ha realizado la curación de un enfermo incurable -de
todo el texto evangélico se deduce que se trataba de la lepra en
sentido estricto- con una simple palabra, tiene que ser el Hijo de
Dios. Marcos pretende hablar de él, como nos consta por el título
que ha dado a su evangelio: “Comienzo del evangelio de Jesucristo,
Hijo de Dios”. La curación del leproso está narrada desde esta
perspectiva, como un argumento a favor de su tesis. Ante la petición
del leproso, “si quieres”, responde Jesús “quiero”. De nuevo estamos
ante la dimensión teológica del relato. “Yo” enfático de Cristo, con
autoridad en sí mismo, sin necesidad de apoyarse ni siquiera en la
Escritura, como hacían los doctores judíos de su tiempo, habla de su
dignidad. Este “yo” enfático puede compararse con el “pero yo os
digo”...” de las antítesis recogidas en Mt 5.
-MUJER
Jesús y la Mujer
Jesús no tomó la postura de pensador y teórico del estudioso;
hombre entre los hombres, con palabrasd e fuerza viva e inmediata,
con sus actitudes concretas, un poco a la manera de los maestros
hebreos de su tiempo. Así, Cristo no sólo puso al descubierto el
problema de la naturaleza y dignidad de la mujer, de su lugra
en la familia y en la sociedad para ofrecer una solución razonada,
sino que su doctrina brilla más elocuente, convincente en los hechos
que en las palabras. Se debe tener presente también que el ángulo
desde e l cual el evangelio considera a la mujer es el religioso, por el
cual, por ejemplo, se afirma la igualdad de los dos sexos .desde el
punto de vista de los valores supremos, haciendo posibles otras
deducciones de los valores morales y sociales.
Al menos para empezar, ya es significativo que, en sus deliciosas y
originales parábolas, Jesús se refier e con simpatía a las mujeres y a
su mundo, al contrario de lo sucedido con los demás hebreos
narradores de parábolas. Se piensa en las dos estupendas amas de
casa ocupadas en la labor cotidiana de preparar el pan y de la mujer
preocupada por una moneda perdida y feliz de encontrarla (Lc.13,
20-21; 11, 8-10). A través de estos hechos diarios, se revela el poder
transformador del Reino de Dios y el misterioso gozo en el cielo por
un pecador que se arrepiente. La famosa parábola de las vírgenes
sabias y las vírgenes necias (Mt.25, 1-13) evoca una de las
emociones femeninas más dulces y fuertes: el deber de la vigilancia
en espera de la llegada de Cristo. Para enseñar el deber de orar sin
jamás cansarse. Jesús nos da el ejemplo de una pobre viuda a la
merced de un juez perezoso que no le hace justicia porque la mujer
no le ha "roto la cabeza" con su afligida insistencia.
Jesús está acostumbrado a dedicar a la mujer, a sus problemas
cotidianos, una atención afectuosa y la ennoblece haciéndola, en
alguna forma, protagonista de sus enseñanzas de salvación.
2. LAS VERDADERAS MUJERES.
No sólo en los relatos irreales, como las parábolas. Jesús propone a
las mujeres como ejemplo de toda s, también cuando exalta la
piedad y la generosidad de una viuda pobre en la confrontación con
la liberalidad hipócrita de los ricos (Mc. 12, 41-44) .
Las mujeres ocupan un lugar relevante en la historia de los milagros
evangélicos; la suegra de Pedro es curada de una fiebre violenta
(Mc. 12, 29-31), después de lo cual se puso a preparar a Jesús y a su
s discípulos una digna recepción; sin pedírselo, Jesús interviene para
resucitar al hijo de la viuda de Na im, movido a la piedad por el
trágico dolor de una madre (Lc. 7, 11-16); una mujer afligida desde
hacía doce años por una hemorragia continua es curada y su fe
exaltada públicamente (Mc.5, 25-34), al igual que s e alaba la fe de
una mujer extranjera que con extraordinaria obstinación evoca el
poder y la bondad de Cristo (Mc.7, 24-30); una mujer que desde
hacía dieciocho años estaba encorvada, fue curada milagrosamente
en una sinagoga porque es "hija de Abraham" (Lc.13,10-17) título
que rara vez se daba entre los hebreos a una mujer.
Entre los amigos íntimos de Jesús se contaban tres hermanos que
habitaban en Betania; Lázaro, Marta y María, a quienes Jesús
"amaba" (Jn. 11,5) y en cuya casa se albergaba cuando iba a
Jerusalén con ocasi ón de las grandes festividades de su pueblo.
Lucas muestra a Jesús hospedado en Betania y mientras Marta a
protesta ante Jesús de que la hermana no la ayuda, pero Jesús toma
la defensa de María, alabándola porque "ha escogido la mejor parte,
que no le será arrebatada". También en otra ocasión Jesús defiende
la sensibilidad y la profundidad espiritual de María de Betania y esto
fue cuando en casa de Simón el Leproos había perfumado con una
esencia de mucho precio la cabeza del Maestro. Judas Iscariote había
protestado en nombre de los pobres en forma solapada e hipócrita
por aquel derroche., pero Cristo le replica, y destacando la
descortesía de esa intervención define de manera memorable,
además de enérgica y como un presagio, el gesto de María (Jn. 12, 1-
8 y paralelos) Los maestros de aquel tiempo a menudo se
aprovechaban de la ayuda material de mujeres devotas y Jesús los
acusaba de acabar con el patrimonio de las viudas (Mc.12, 40) con
su celo hipócrita e interesado. Los testimonios si bien a distancia de
su muerte (Mc.15, 40; Mt. 27, 55) lo son también del descendimiento
de la cruz y de su entierro, observando con atención el lugar del
sepulcro (Mc.15, 47; Lc. 23, 55). Fueron, pues, estas mujeres las que
descubrieron primero la tumba vacía de Cristo y el Resucitado se les
mostró a ellas (Mt.28, 9-10) y en especial a María Magdalena, a la
cual confía el encargo de transmitir a los apóstoleS el mensaje de Su
resurrección y de Su nueva condición gloriosa
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Jesús devolvió la dignidad y el valor a
quienes eran aborrecidos
Jesús se relacionaba con quienes estaban al margen de la sociedad.
El aceptó ser ungido por la ‘mujer pecadora’ (Lucas 7:36-50) y
reprendió a sus discípulos cuando impidieron que las personas le
trajeran a los niños (Lucas 18:16). También sanó a los ciegos, a los
enfermos, a los endemoniados y a otros ‘excluidos’ tales como el
hombre que había sido encadenado fuera de la ciudad y la mujer
que había padecido de hemorragias durante 12 años (Marcos 5:1-20,
Marcos 5:25-34).
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En el capítulo 14 encontramos dos actos que muestran el carácter
lleno de gracia del siervo. María vino y ofreció su sacrificio en forma
de un perfume de mucho precio, que derramó sobre los pies de
Jesús, y luego Judas fue y le traicionó por dinero. Un acto de absoluta
abnegación y el otro un acto de absoluto egoísmo.
b. La concesión del perdón a los pecadores
Uno de los datos mejor atestiguados sobre Jesús de Nazaret es que
ha compartido la misma mesa con pecadores a los que nunca un
judío piadoso se hubiera acercado (Mc 2, 15; Lc 15,2). Esta actitud
de Jesús no es solamente un desafío a las normas de convivencia y
prejuicios de los grupos “selectos” de Israel. No es solo un gesto de
solidaridad de Jesús hacia los más despreciados de su sociedad,
ofreciéndoles su confianza y amistad. Es algo más profundo. Según
la mentalidad judía de la época, compartir el mismo pan y participar
juntos en la bendición inicial de Yavé
significa sentirse solidarios delante de Dios. Así, Jesús se atreve a
unirse a los pecadores delante de Dios y celebrar anticipadamente la
fiesta final porque está convencido de que los publicanos y las
prostitutas llegan antes al Reino de Dios (Mt 21, 31). Además, Jesús
ofrece el perdón de Dios a estos hombres y mujeres que, según la
teología oficial de la época, deberían huir de El (Mc 2m 1-12; Lc 7,
36-50). Y lo hace de manera gratuita, sin exigirles una penitencia
previa, con lo cual adopta una actitud sin precedentes en la historia
judía. El mismo Bautista acoge a los pecadores pero para hacer
penitencia. Jesús los acoge para concederles el perdón de
Dios. Y cuando es criticado por la sociedad judía, Jesús justifica su
actuación apelando a la conducta misma de Dios: Dios es amor y
perdón. Si él acoge a los pecadores y los perdona es porque al obrar
así no hace sino actualizar el perdón de Dios a todo hombre perdido
(Lc 15). Con esta actitud, Jesús no solo se pone en contra de la Ley
judía, sino que pasa a ocupar un lugar que, según la convicción y la
fe judía, solo puede tener Dios. ¿Cómo puede estar seguro Jesús de
que Dios actúa así con los pecadores? ¿Con qué derecho identifica
su actuación con la de Dios? ¿Cómo puede pretender enseñar a los
hombres a través de su actuación cómo es Dios en realidad?
d. Cercanía a los necesitados
Jesús no es neutral ante las necesidades e injusticias que encuentra
junto a los pobres, los marginados, los desprestigiados, los
enfermos, los ignorantes, los
abandonados. Siempre está de parte de los que más ayuda
necesitan para ser hombres libres. Jesús se mueve en círculos de
mala reputación, rodeado de gente sospechosa, publicanos,
ladrones, prostitutas_ personas despreciadas por las clases más
selectas de la sociedad judía (LC 7, 36-50). Jesús se acerca con
sencillez a los pequeños, los incultos, los que no pueden cumplir la
Ley porque ni siquiera la conocen, hombres despreciados por los
cultos de Israel (Jn 9, 34). Jesús acoge a los débiles, a los niños (Mc
10,13-16), a las mujeres marginadas por la sociedad judía (Lc 8, 2-3;
10, 38- 42; 13,10-17). Jesús se acerca a los enfermos, los leprosos,
los enajenados, los impuros, hombres sin posibilidades en la vida,
considerados pecadores a los ojos de todo judío (Mc 1, 23- 28; 1, 40-
45; 5, 25-34). Jesús defiende a los samaritanos considerados como
pueblo extraño e impuro (Lc 9, 51-55; 10, 29-37). Jesús se preocupa
del pueblo humilde, la masa, las gentes desorientadas de Israel (Mc
6, 34; Mt 9, 36), el pueblo agobiado por las prescripciones de los
rabinos (Mt 23, 4).
Marcos revela además su poder contra la enfermedad. El primer
relato de cómo obraba su poder es la curación de la suegra de
Pedro. Para mi eso ha sido siempre algo muy conmovedor. Es
significativo que comenzase con una suegra. Hacemos muchos
chistes sobre las suegras, pero es evidente que Pedro estaba muy
preocupado por ello. Nuestro Señor tocó su fiebre y la abandonó. Y
entonces se reunió todo el pueblo a la puerta y él sanó a cada uno
de ellos. El próximo relato es el de un leproso. Con él hizo lo nunca
visto, no solamente le sanó, sino que le tocó. Tengamos en cuenta
que en aquella época nadie tocaba a los leprosos. La ley de Moisés
prohibía que les tocasen y ellos tenían que ir gritando "¡Impuro!
¡Impuro! A nadie se le ocurriría para nada tocar a un leproso, pero la
compasión del corazón del siervo se revela en que le toca, le sana y
le envía al sacerdote, el primer caso en todas las Escrituras de un
leproso que es sanado conforme a la ley de Moisés y es enviado al
sacerdote, como exigía la ley.

DIOS
d. La invocación a Dios como Padre
Jesús, al dirigirse a Dios en su oración, emplea una expresión
sorprendente e inusitada. La sociedad que conoció Jesús veneraba
tanto la grandeza y majestad de Dios que se evitaba pronunciar el
nombre santo de Yavé. En la conversación ordinaria se acudía a
otras expresiones o giros (v. g. el Altísimo; el Santo, alabado sea; la
Gloria; el Señor de los cielos, etc). En la lectura litúrgica de las
Escrituras era sustituido por el término solemne de “Adonay”
(nuestro Señor). Solo, una vez al año lo pronunciaba el Sumo
Sacerdote, y lo hacía en medio de música y cantos litúrgicos que
impedían se escuchara su voz. En este ambiente, resulta todavía
más sorprendente la actitud de Jesús que se dirige siempre a Dios
llamándole “Abba” (Mc 14, 36). Este término no significa
sencillamente “Padre”. Era una expresión infantil empleada
generalmente por los niños para dirigirse a sus padres ( papito).
Jesús se dirige a Yavé con la misma confianza y familiaridad con que
un niño judío se dirigía a su padre. Ningún judío se habría atrevido a
llamar así a Yavé.
Esta actuación de Jesús causó tal impresión que los primeros
cristianos no han querido traducir esta palabra al griego; la han
conservado en su original arameo, tal como la pronunciaba Jesús:
“Abba” (Rm 8, 15). En su relación con Dios, Jesús manifiesta no solo
una confianza desconocida, sino, incluso, la conciencia de vivir en
una relación única con El, distinta de la que puedan tener otros
hombres (Mt 11, 27). ¿Por qué? ¿Dónde se apoya esta confianza
absoluta en Dios? ¿Por qué se atreve a invocar a Dios con conciencia
especial de hijo? ¿Còmo puede pretender una relación única con
Dios distinta y superior a la de los demás hombres?
b. Obediencia radical al Padre
Jesús es totalmente libre porque vive entregado enteramente a
cumplir la voluntad de un Dios al que él llama “Padre”. Hay una
constante clara en la vida de Jesús de
Nazaret: su fe total en el Padre, su obediencia radical Padre. Lo que
alimenta su vida y da sentido a toda su actuación es hacer la
voluntad del Padre (Jn 4,34).
Más concretamente, Jesús se descubre a sí mismo como llamado por
el Padre a anunciar una Buena Noticia a las gentes: “Dios está cerca
del hombre”. El objetivo último de toda su vida es arrastrar a los
hombres hacia una gran esperanza que le anima a él mismo desde
dentro: hay salvación para el hombre. Hay futuro. Dios mismo quiere
intervenir en la historia humana, adueñarse de la vida del hombre y
hacer posible nuestra verdadera liberación. “Llega ya el Reinado de
Dios”.
Toda la vida de Jesús está orientada a anunciar a los hombres esta
Buena Noticia, la mejor que los hombres podían escuchar (Lc 4. 18-
19). Porque el Dios que viene a
reinar en la vida del hombre no es un tirano, un dictador, un señor
vengativo o caprichoso, que busca su propio interés. Es un Dios
liberador, que busca la recuperación de todo hombre perdido (Lc 15,
4-7). Un Dios que sabe preocuparse
de los últimos (Mt 20, 1-16), un Padre que sabe acoger y perdonar
(Lc 15, 11-32), un Señor que llama a una gran fiesta a todos los
hombres por muy pobres, desgraciados y perdidos que se
encuentren (Mt 22, 1-14). Marcos recoge bien esta misión a la que
dedicó Jesús toda su vida: “Anunciaba la Buena Noticia de Dios: El
tiempo se ha cumplido y el Reinado de Dios está cerca; cambiad de
mentalidad y creed en esta Buena Noticia” (Mc 1,15).

El conflicto que ha creado Jesús es religioso fundamentalmente,


aunque hay siempre latente una tensión con el poder civil. (La
masacre de Herodes, en su infancia, que lo obliga al exilio en
Egipto; la situación creada por la ejecución de Juan Bautista, etc.
Esta tensión estallará en el curso de su última estancia en
Jerusalén). Sus perseguidores son principalmente los jefes de los
sacerdotes y los maestros de la Ley.
Esta teocracia religiosa primero procura desprestigiarlo, más
tarde deciden entregarlo a los «extranjeros», al poder romano,
como única forma de eliminarlo (Mc 10,33). Desde entonces
Jesús es un prófugo en su propia patria.

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