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Introducción.-
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Discurso de Paul Ricoeur en la recepción del premio Kluge que le otorgó la Biblioteca del Congreso de
EEUU en 2004
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No es un secreto que esta emergencia de esas otras ciudades invisibles, silenciadas o
que se reconstituyen en los terrenos de la inmigración y el desplazamiento, ha ido
resquebrajando el relato oficial de la apacible Sultana del Valle, sucursal del cielo, y
capital de la alegría. Que el asombro se ha convertido en anonadamiento que deviene
furias contenidas y culposas circulando por los canales subterráneos del rumor, que el
pasmo generalizado trata de justificarse minimizando la realidad, entre nubarrones de
resentimiento y, que la visión oficial insiste en enarbolar las banderas del olvido como
estrategia para restaurar un añorado orden perdido, generando una fuerte contradicción
entre la memoria que no encuentra escenarios sociales para su manifestación y el olvido
que duplica esfuerzos para borrar del libreto lo no permitido.
La historia de una vida se elabora cuando se cuenta, cuando pasa por la acción narrativa
del sujeto de la experiencia, cuando otro, un oyente hace parte del intercambio, cuando
en ese acto de diálogo se identifica lo parecido y lo propio, se construye una identidad
narrativa. La ausencia de este diálogo de creación de sentidos de pertenencia, de
intercambio de las visiones imaginarias de cada cual, el silencio cómplice y cómodo, o
quizás, temeroso y cauto, son signos de disolución del “sí mismo” de una sociedad.
Un mundo que existe en cuanto es un espacio múltiple susceptible de ser leído, y por lo
tanto, de ser descifrado, recreado, comprendido. Hay en toda esta trama, un afán
implícito de explicarlo para comprenderlo y comprendernos, un afán que pone en juego
esa tensión entre el discurso racional y los relatos surgidos de la experiencia sensible,
un diálogo que transforma el espacio físico donde habitamos en un espacio histórico e
imaginario, que prefiguramos y configuramos, un espacio que nombramos y nos
nombra, cargado de mundos posibles.
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Entre el fracaso del racionalismo omnímodo y el ejercicio sistemático y consciente del
pensamiento se ha ido develando otra manera de caracterizar y descifrar los hechos
sociales, más allá de los paradigmas unívocos de las ideologías que todo lo saben y todo
lo explican como enunciados dogmáticos e incontrovertibles, que se han ido
resquebrajando. Nos corresponde flexibilizar la actitud reflexiva y analítica, y ampliar
las fronteras perceptivas en estos ejercicios de investigación, entendiendo que el mundo
se vuelve ancho y diverso y así mismo, el campo de conocimiento de la estética ha
dejado de estar reducido a la elite consagrada de las bellas artes para incursionar en
otros territorios.
Sin embargo, se advierte a veces una incapacidad de captar lo que hace la vida en su
desarrollo, en cuanto hay un mundo publicitario y espectacular de certezas y
valoraciones enfrentado a un mundo experiencial en el que estas certezas y valoraciones
son permanentemente desbordadas por los acontecimientos y sus manifestaciones. La
irrupción de la experiencia estética, de conmoción, de percepción ampliada, de
desciframiento, es una constante de la vida en su devenir. Para Maffesoli, refiriéndose al
papel que cumple el análisis de los fenómenos sociales en la comprensión del destino
fundamental de la vida: “Nunca nada, ni nadie, es exclusivamente lo que parece ser en
un momento dado, siempre es más, y eso es así porque en cada uno, y en cada
fenómeno, hay algo preformado que conviene desarrollar. Como un ideal que debe
desarrollar todas sus potencialidades. Un ideal en germen que debe liberar todas sus
energías. Un íntimo instinto formal: el de la vida. Walter Benjamín, en el que me
inspiro aquí, señala incluso que en cada instante de la existencia se encuentra
prefigurada una <necesidad interna>, una especie de resorte encarnado que permite el
esparcimiento y el estremecimiento.” 2
En el caso más cercano, al pensar nuestra ciudad, hemos sido asediados por posturas
que creen en la nostalgia, hablan de aquella época lejana, remota aunque cercana en el
tiempo, en que había un centro claro y definido, trazado en la Plaza de Caicedo, con una
periferia igualmente clara (talvez oscura) y reconocida, e inclusive, con una zona de
tolerancia, constituida para la tranquilidad del espíritu moral colectivo, en un lugar
periférico.
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Michel Maffesoli, Elogio de la razón sensible. Una visión intuitiva del mundo contemporáneo,
Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona 1997.
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ya no será el mismo de antes, ni prefigurará un solo guión de acciones dramáticas para
la tranquilidad de algunos habitantes raizales.
Si la vivencia procura memoria y está inscrita en el cuerpo, una vía para fugarse por
algunos instantes de la red conceptual, y permitirnos el acceso a otros espacios
imaginarios, es la exploración creativa de nuestro propio mundo a través de los
lenguajes de expresión y comunicación, que consiguen despertar a ese león dormido, a
ese poeta que retoza entre el recuerdo y el olvido.
Para Bajtin, uno de los grandes genios universales es Rabelais por saber beber
directamente de la sabiduría que corre a raudales en la corriente popular de los antiguos
dialectos, refranes, proverbios y farsas estudiantiles, de la boca de la gente común y los
bufones. Ese prolífico y exuberante mundo de imágenes y relatos que contienen los
arquetipos que nos hacen diferentes pero a la vez parte de la misma civilización
humana, como lo explica Carl Gustav Jung, las imágenes arquetípicas no son rezagos
de una estructura de pensamiento ancestral y arcaico sino un mecanismo activo y vivo
entre la mente humana y el mundo exterior que habita. 3
Es en este juego de lugares comunes y registros y tonos particulares y locales que cada
cierto tiempo se generan fuertes rupturas, nuevas explicaciones sobre lo mismo, otras
actitudes y comportamientos que buscan la adecuación a las realidades históricas. Así
podemos caracterizar una ruptura fundamental en la concepción estética en la
desintegración de uno de sus componentes básicos: la belleza, que para algunos autores
tuvo lugar en los albores del siglo XX, con la instalación de un mingitorio en un
espacio extracotidiano como un museo, acción preformativa que ejecutó Duchamp y
que preparó el terreno para el florecimiento de otras expresiones artísticas hasta ese
momento desconocidas e impredecibles.
El arte pasa de configurar una imagen de la belleza canónica, las bellas artes, que
pretenden procurar el goce estético en la contemplación de formas armónicas, surgidas
3
“Carl Jung en castellano”, Dr. C. George Boeree, Traducción al castellano: Dr. Rafael Gautier,
http://www.psiconet.org/jung/. © Derechos de autor, C. George Boeree, 1997, © Derechos de
traducción, Rafael Gautier, 2001
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del saber hacer. Por el contrario, lo que el arte contemporáneo busca es correr el riesgo
de interpretar el mundo con una mirada distinta, atisbando en los intersticios de la
solemnidad para disfrutar el retorno a modelos arcaicos que prevalecen o en visiones
exóticos que permiten la fuga de lo establecido, o en las fantasías de los enfermos
mentales, o en las alucinaciones rituales o quizás en las profanas celebraciones
carnavalescas, a pesar del sello turístico que las ha obligado a pasar a ser un show
televisivo.
Aún en el silencio del habla, o en las ricas y complejas expresiones del cuerpo lúdico
que camina como bailando, y que paulatinamente ha derivado en un cuerpo al acecho, a
la defensiva, que ha abandonado los parques y demás espacios públicos, cercado por las
expresiones de la intolerancia, la inseguridad y la violencia física y mental se puede leer
las interacciones múltiples y sucesivas entre las obras artísticas, los cánones estéticos y
las estéticas de la vida cotidiana que van tejiendo una trama cultural manifestada de
diferentes maneras.
Salir de los límites estrechos de la estética circunscrita al ámbito de las artes para
incursionar en unos terrenos inacabados y siempre en constante transformación, como
son las manifestaciones diversas de los distintos actores sociales en su cotidianidad, es
una ruptura problemática, como bien lo explica la reconocida investigadora y artista
mexicana Katya Mandoki: “Extender lo estético a lo cotidiano resulta sumamente
amenazante para especialistas que temen al colapso de su disciplina en un panestetismo,
al despojarla de su objeto, sea lo bello o el arte. El estetólogo ortodoxo se concibe así
esgrimiendo una gran cuchillo para partir la realidad en lo estético por un lado y lo no
estético por el otro, sea con la destreza de un cirujano con bisturí o la crudeza de un
carnicero con hacha. En el primer compartimento coloca lo artístico y lo bello, y en el
segundo todo lo demás. Sin embargo, no es a cuchillazos como se construye la teoría
sino siguiendo cuidadosamente los circuitos de redes de relaciones en su complejidad
para destacar racimos particularmente pertinentes a una reflexión.” 4
Esta reflexión pasa por la pesquisa del cuerpo-memoria que expresa individualmente
los arquetipos sociales y colectivos, escribiendo en los imaginarios grupales, de los
ghetos, registrando los acontecimientos y los recorridos como diario de campo que
configura algunos trazos de nuestra vida cotidiana, dibujando algunas de las
manifestaciones de la imparable construcción de las identidades sociales.
Esta reflexión, también busca explorar y descifrar claves del habitar la ciudad como un
permanente inscribirse en la realidad, estar presente, con las tensiones del pasado-futuro
tratando de darle sentido y significado al vivir, a través de la manifestación de un relato
que se prefigura como expresión estética de lo cotidiano, más allá y más acá de los
parámetros del saber hacer y saber ser del modernismo, descentrando los cánones
preestablecidos, constituyéndose en fuente de identidades y de contradicciones,
bocetando la intriga narrativa que se configura con las acciones y explicaciones de las
diferentes fuerzas en pugna, que se empoderan como actores sociales.
Por consiguiente, ha sido muy importante para el grupo acercarnos al tema que nos
convoca, teniendo en cuenta los referentes tomados de la cotidianidad: recorridos,
observaciones, descripciones, percepciones, casos. De igual manera, retomando aquellas
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Katya Mandoki, Estética cotidiana y juegos de la cultura, Prosaica Uno, CONACULTA – Fonca – Siglo
XXI, México, 2006
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cuestiones reflexionadas como acervo teórico por diversos autores. Al juntar estas dos
instancias surge una nueva mirada, un nuevo recorrido, una nueva observación que es y
enriquece lo teórico. El tema que nos convoca “Estéticas de la cotidianidad” requiere un
enfoque que tenga en cuenta la praxis, como elemento metodológico de primer orden.
No se trata de una cadena, lo conforma la concomitancia de estos dos aspectos.
Obligatoriamente el uno no existe sin el otro. Por eso ¿Cómo hablar de Estéticas de la
cotidianidad sin abrir esa puerta que nos arroja al abismo de lo múltiple?
Habitabilidad
Para apoyarnos en este ejercicio de reflexión sobre el “habitar” vamos a retomar varios
de los planteamientos de Ivan Illich5 para quien los múltiples aspectos que acompañan
este concepto del habitar llevan a pensar que es un arte, es la huella de la vida, es dejar
huella. Nos recuerda como en muchas lenguas, en vez de habitar puede decirse también
vivir. “¿Dónde vive usted?'', preguntamos, cuando queremos saber del lugar en el que
alguien habita.”
Esta relación de habitar con vivir señala que esta «... equiparación procede de una época
en la que el mundo era habitable y los hombres habitantes. Toda actividad se reflejaba y
repercutía en la habitación. La habitación era siempre huella de la vida».
Por lo cual, existe una relación dinámica entre quien habita y el lugar que es habitado.
Sus vidas dependen, se conjugan entre sí, en una relación existencial recíproca de
permanente construcción, como pasa con la vivienda «La vivienda tradicional nunca
estaba acabada en el sentido en que hoy decimos que un bloque de pisos o de
apartamentos se entrega llave en mano. A diario remiendan la tienda sus moradores, la
levantan, la extienden, la desmontan. La casa de labor florece o decae con la
prosperidad y el número de sus ocupantes; a menudo puede apreciarse desde lejos si los
hijos han abandonado ya el hogar paterno o si los viejos han muerto.»
De igual modo, el habitar está relacionado con las maneras como nos comportamos con
los lugares, con los territorios y para lograrlo es necesario reconocerlos y recorrerlos.
De esta manera los apropiamos y como efecto nos consideramos habitantes. Al
recorrerlos, se viaja por ellos, se contemplan, nos demoramos, estamos sin hacer nada
más que por el simple hecho de estar.
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Manuel Saravia Madrigal, El significado de habitar, Valladolid (España), marzo de 2004.
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Así se conecta habitar con vivir y vivir con jugar, como una noción de lo dinámico, de
lo que en el aquí y el ahora está vivo y por lo tanto, expresa esa manera particular de
existir, en el lenguaje, en el comportamiento, en la forma como nos relacionamos con
nuestro pasado, quizás esforzándonos por borrarlo o por reinterpretarlo, pero siempre,
constituyendo una manifestación que hace parte del ámbito de la estética de lo
cotidiano. Como lo afirma Gadamer: “Lo que está vivo lleva en sí mismo el impulso de
movimiento, es automovimiento. El juego aparece entonces como el automovimiento
que no tiende a un final o una meta, sino el movimiento en cuanto a movimiento, que
indica por así decirlo, un fenómeno de exceso, de la auto representación del ser
viviente.” 6
De esta manera se activa el recuerdo, el soñar, el crear metáforas con el lugar: «Los
sueños han dado forma siempre a las ciudades; y las ciudades, a su vez, han inspirado
sueños». En este sentido, la movilidad es algo que se debe garantizar cuando hablamos
de habitar un lugar, es lo que alimenta y liga nuestras emociones y suscita las ilusiones
que devienen con él.
Habitar un territorio tiene que ver con la posibilidad de convivirlo y esto tiene que ver
con «trasladarse de la productividad a la convivencialidad, es sustituir un valor técnico
por un valor ético, un valor material por un valor logrado». Esto nos alude a la
importancia de revivir, se trata de permitirse una relación creativa y que, en el caso de
nuestras ciudades, implica la vida social, pues el habitar no sólo crea espacios interiores,
se convierte en el arte de habitar.
«Aún hoy, en los países cálidos, la mayoría de la gente se pasa una buena parte de su
vida en la calle. Este espacio habitable fuera del propio hogar son las zonas comunales,
lugares que sirven a muchos grupos y a cuyo uso de todos tenemos derecho, aunque
sólo en la forma comúnmente reconocida por la comunidad... en nuestros países
desarrollados el progreso ha convertido las calles en carreteras y el tráfico rodado
amenaza a puestos callejeros y bancos, al comercio, al chismorreo, al juego y al trabajo.
Hasta ahora, el progreso económico ha supuesto siempre y en todas partes la ruina de
las zonas comunales y la reclusión de las personas en jaulas de cemento. Así, poco a
poco, el mundo se ha vuelto inhabitable».
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Hans-Georg Gadamer, “La actualidad de lo bello”, Paidós, Pensamiento Contemporáneo 15, Barcelona
1999
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Al proseguir el ejercicio, pero ahora retomando como matiz “habituación” nos muestra
los actos que se repiten con frecuencia y, por lo tanto, crean una pauta lo que permite
reproducirse con economía de esfuerzos. Este nexo deja entrever que para la
habitabilidad es importante el volver, que es lo que señala el camino tanto de la
especialización de la actividad y proporciona, por lo tanto un trasfondo de estabilidad y
liberación de las tensiones.
Pero la reiteración ayuda a la toma de decisiones sobre aquello que se conoce en ciertas
circunstancias ya deambuladas, por lo cual abona el terreno hacia el examen de las
cosas. Pero también permite, en cierto modo, lo nuevo en tanto pasaje recorrido con el
cual me puedo asomar a otros terrenos.
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Patricio Mena Malet, “Hacia una poética del espacio habitable, Entre historia, memoria y perdón”,
Revista Lindaraja. ISSN: 1698 - 2169, Universidad Alberto Hurtado, Chile, www.realidadyficcion.org,
Nº 5, verano de 2006.