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La invaginación intestinal o intususcepción es una enfermedad obstructiva del intestino que se

produce porque un segmento del intestino se introduce en el interior de otro segmento intestinal
vecino. Generalmente se produce en los 2 primeros años de vida (50% entre los 2 y los 6 meses) y es
excepcional en otras edades de la infancia.

El niño que previamente se encontraba bien, comienza con episodios de dolor intermitente y crisis de
llanto, pataleo y palidez. Entre episodios el niño se encuentra inicialmente bien y la frecuencia y
duración de estas crisis es variable. Con el paso de las horas comienza con vómitos y pueden aparecer
deposiciones con sangre (característicamente mezcla de sangre y moco). Si la enfermedad progresa el
niño presenta un decaimiento importante entre las crisis (incluso shock). En algunos casos es posible
palpar una masa abdominal generalmente en el cuadrante superior derecho (bajo el hígado).

Solo en el 5% de los niños podemos encontrar una causa anatómica que explique la enfermedad, no
encontrando en el resto más que la inflamación de los ganglios intestinales que desaparece tras
solucionar la invaginación.

El diagnóstico precoz es importante pues permite la curación mediante un procedimiento menos


agresivo y sin secuelas. Cuando el Pediatra sospecha esta entidad debe solicitarse una ecografía
abdominal que es siempre diagnóstica pues muestra imágenes características de "donought" y
"hemiriñón".

El objetivo del tratamiento debe ser la reducción del segmento invaginado con la menor agresividad
posible. Hasta hace unos años el tratamiento de elección era el enema con contraste de bario (servía
también para el diagnóstico) pero actualmente se ha abandonado al ser sustituido por nuevas técnicas.
De primera elección es el enema con suero salino y control de la reducción mediante ecografía que
consigue la solución del problema entre el 85 y el 90% de los niños. Si la reducción no ha sido completa
o esta técnica no está disponible se debe recurrir al enema de aire y control radioscópico del progreso
del aire; de este modo el porcentaje de éxito se sitúa por encima del 95%.

El tratamiento quirúrgico se reserva únicamente para aquellos niños en que fracasan las técnicas
previas, aquellos otros en que su mal estado general no aconseje realizar las técnicas radiológicas
comentadas (generalmente se asocia a cuadros prolongados e importante deterioro del estado general)
y finalmente cuando se trata del 2º-3º episodio de invaginación. Generalmente estos niños se
corresponden con aquellos que presentan alguna alteración anatómica que desencadena y predispone
a las invaginaciones, y pueden requerir una resección intestinal como parte del tratamiento definitivo.
Tras el tratamiento quirúrgico la recurrencia del proceso es inferior al 2%.

Dr. Ricardo Diez García

Especialista en Cirugía Pediátrica

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