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El amor como concepto suele ser muy difuso, sin embargo, cada persona
suele asociarlo a una palabra en especial. Entre las más conocidas
tenemos “deseo”, “dependencia”, “sacrificio”, “celos”, sufrimiento”, etc.
Todos estos términos pululan en nuestra mente y están listos para salir
cada vez que pensamos en el amor; es que por esto que cabe
plantearnos la interrogante: ¿de dónde obtiene la gente estas ideas?
Usualmente cuando una persona cree amar a una persona, cae en una
seria de “trampas” que llegan a considerar son “símbolos de amor”,
mientras que, en realidad, son todo lo contrario. La humillación al rogar
iniciar o no terminar una relación, la indecisión de estar con una persona
o con otra en simultáneo, el no decir nunca no porque “amas a esa
persona”, y otras situaciones más, son solo confirmaciones de que esa
relación no está rindiendo ni rendirá buenos frutos.
En cambio, si las personas decidieran rodearse de gente que los ama
para compensar la tristeza de la ruptura, recordar lo bueno sin rencor y
lo malo como aprendizaje, o entender que las palabras deben
desembocar finalmente en acciones, comprenderían que, si bien el amor
es un misterio, fue creado para dar felicidad.
No hay cosa que yo más ame que hablar del amor. Una palabra de 4
letras que represente algo tan grande y puro merece toda la atención y
respeto.
Siempre he pensado que una relación debía dar felicidad por lo menos el
90% del tiempo, ya que el otro 10% son las discusiones inevitables por
las diferencias de la pareja (que a largo plazo terminan siendo
constructivas). A pesar de que esto lo decía predicaba cual profeta, me
costó poder aplicarlo a mi vida personal.