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1.1 INTRODUCCIÓN
Las palabras evangélicas: “dirigíos más bien a las ovejas perdidas” (Mt 10, 6), definen
con toda propiedad la vida y la obra de la sierva de Dios, madre Dolores Márquez
Romero de Onoro, fundadora de la Congregación Religiosas Filipenses Hijas de María
Dolorosa. Es una mujer que no pasó, que sigue haciendo el bien, porque dejó plantada
la semilla del amor. Esta mujer de temple, de corazón magnánimo y audaz, cristaliza su
ideal gastando su existencia día a día en la promoción humana, cristiana, social y
educativa de la niñez y juventud marginadas de su tiempo, recogiendo de un mundo
tantas veces despiadado, las chicas prendidas en las redes de la prostitución. Ayudada
de la gracia divina, logra sacarlas de la ignorancia, de la pobreza, de la soledad y del
pecado.
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Los corrales sevillanos eran casas amplias, con muchas habitaciones en torno a un patio central, en cada
una de las cuales vivía una familia, casi siempre numerosa. Allí se encontraban las personas más pobres y
necesitadas.
entendida por el mismo. La escuchaba con atención y admiración, al mismo tiempo que
pedía al Señor acierto para ser entendido por Dolores.
Este varón de Dios sintió en el fondo de su corazón una voz que le decía «Esta es la
persona que he destinado para tu obra». Y como Dios estaba presente en medio de ellos,
¡vaya si se entendieron! Y se produjo el encuentro de aquel alma con la voluntad de
Dios, por medio de aquel encuentro humano y espiritual, entre Dolores, mujer de Dios,
y e también hombre de Dios, padre Tejero
Debió sonarle muy bien el timbre de aquella alma. La sintió ejercitada en la virtud,
hecha a la larga abnegación de 1a vida familiar, paciente, humilde, dispuesta a borrarse,
a pensar en los demás. Estaba libre de lazos, con buena edad para afrontar
responsabilidades y situaciones difíciles. Le habló de su obra apenas iniciada. De lo
hermoso que sería entregarse a Dios y tender la mano a las que se habían apartado de El
cayendo en los lazos del pecado. Este tema le llegó muy adentro: «La idea de la mujer
sumida en la degradación -diría Dolores más tarde- y la esperanza de rehabilitarla,
daban a mi corazón un ánimo que lo hacía superior a las condiciones que hasta
entonces había conocido en él».
Le contó cómo había abierto una casa para redimir a mujeres prostituidas. Que la mies
era abundante y necesitaba una mujer con valor para emprender este apostolado. Una
persona con verdadero espíritu de sacrificio, que se hiciera cargo de estas jóvenes, para
acogerlas, hacerles vivir otros valores, ayudarles a cambiar de conducta, como pudiera
hacerlo la más cariñosa de las madres. Los medios económicos eran escasos. Tendrían
que vivir del trabajo y de la limosna.
También le dijo que su vocación era cierta, pero ¿y si Dios no la llamaba al claustro,
sino a una vocación apostólica?
Ante estas palabras, Dolores se siente confusa. Su deseo de entregarse a Dios desde
hacía tiempo lo había madurado y estaba claro. Pero el apostolado que le ofrecía no le
era atractivo. La idea de entregarse a la mujer prostituida y convivir con ellas, jamás le
había pasado por la mente. Sintió como una instintiva repugnancia y, sin titubeos, le
habla del plan de vida que desde hacía tiempo había abrazado: «Quiero imitar a la Vir-
gen en todo». ¿Sufriría detrimento ese propósito de virginidad y pureza que con tanta
delicadeza guardaba?
1.16 CALUMNIADA
Entregada de lleno a este apostolado, sufre la más despiadada murmuración. Su familia,
sus amistades, la sociedad entera con sus molestas murmuraciones, cayó como un peso
abrumador sobre Dolores. Al juzgar las cosas con prudencia humana, no comprendían
cómo enterraba sus muchos valores entre aquellas mujeres. La llaman loca. Es
calumniada. Quienes no conocen la obra la toman por una mujer prostituida. Sus
hermanas le escriben diciendo que las va a deshonrar. Dolores de todo se desentiende:
Aquellas muchachas son atendidas, están contentas y abiertas a la gracia de Dios; van
cambiando, siendo “mujeres nuevas”. Para ella era lo único importante: “Nadie tiene
mayor amor, que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Ella lo dio todo con el
gesto más generoso y heroico.