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TÍTULO:

“NUEVOS MODELOS DE RELACIÓN CLÍNICA. OBJECIÓN DE


CONCIENCIA”

2º CURSO DEL MASTER EN COMITÉS DE ÉTICA


GESTIÓN Y PARTICIPACIÓN EN COMITÉS DE ÉTICA
DE LA INVESTIGACIÓN Y ÉTICA SANITARIA
Fundación UNED

Módulo “DERECHOS DEL PROFESIONAL SANITARIO E INVESTIGADOR”


Prof. Marta López Alonso

GUIÓN DEL TEMA.

1. INTRODUCCIÓN Y JUSTIFICACIÓN
2. CONCEPTOS
3. DERECHO A LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA
4. BIBLIOGRAFÍA
Máster en Comités de Ética. 2º Curso. Módulo: Derechos del Profesional Sanitario e
Investigador

1. INTRODUCCIÓN Y JUSTIFICACIÓN

Empezaré este trabajo con una frase que he encontrado en un artículo de


Koldo Martinez y que creo que resume todo lo que voy a desarrollar en las
páginas que siguen. La frase es la siguiente:

“Los pacientes tienen vidas, no sólo enfermedades”.

La reforma de nuestro método clínico tiene en su nivel más profundo un


propósito moral: la restauración del equilibrio entre pensar y sentir y una
renuncia, o al menos un compartir, del enorme poder que la tecnología
moderna nos ha proporcionado.

El modelo de relación clínica predominante a lo largo de la historia ha sido el


paternalismo.

• El paternalismo -la actitud paternalista consiste en decidir por y sobre el


otro sin el otro, o sin tomar en consideración al otro. En general, implica
la limitación intencionada de la autonomía o la libertad de decisión y
acción de una persona sin tomar en cuenta su parecer, con la finalidad
de evitarle un daño (paternalismo proteccionista o no maleficente) o
proporcionarle un bien (paternalismo beneficente o perfeccionista). En
su proyección al ámbito sanitario, el paternalismo alude a dos rasgos del
papel paterno: la beneficencia y la legítima autoridad. El profesional
asistencial, superior en conocimientos (técnicos), experiencia y pericia,
ha sido requerido para favorecer los intereses del paciente o usuario tal
y como son entendidos por el profesional.

En suma, la esencia del paternalismo es dejar de lado el principio de respeto a


la autonomía apoyándose en el principio de beneficencia.

Hace apenas unas décadas, por influencia anglosajona y con una impronta
más teórica que práctica, surge un modelo alternativo: el autonomismo.

• El autonomismo –la actitud autonomista- consiste en decidir por y sobre


uno mismo sin los otros, o sin considerar a los otros. El autonomismo es
la reacción pendular frente al paternalismo. El paternalismo equivale en
la relación clínica a que el paciente, al igual que un niño menor de edad,
es incapaz de distinguir lo beneficioso o perjudicial para él, y se ve
obligado a comportarse de manera meramente pasiva, aguardando el
juicio del profesional asistencial acerca de cómo debe ser feliz.

Frente a ello, se sitúa la autonomía, que significa la salida del paciente o


usuario de la tutela paterna y la conciencia de la capacidad de darse sus
propias normas y de decidir sobre su propio bien en el contexto sanitario. John 2
Stuart Mill dice: “Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo
es soberano”.

| Angel Torres Benedicto


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1.1. Cuatro lógicas del sistema sanitario.

Paternalismo y autonomismo son hoy modelos extremos y fallidos. Hay que


evitar la polaridad beneficencia-autonomía y reinterpretar sus notas distintivas
para fundamentar razonablemente la relación clínica actual. La relación clínica
del siglo XXI no es igual a la relación diádica marcada por el encuentro entre un
médico y un enfermo, sino el resultado de la evolución y reinterpretación de
aquella relación y de la incorporación de nuevos elementos y nuevos
personajes. El “enfermo” ya no es o está siempre enfermo; ha modificado sus
atributos y roles: enfermo, paciente, usuario, cliente, consumidor…, y se ha
desplazado de una posición pasiva y paciente a una posición más activa o
agente. Algo semejante sucede con el médico, quien ha dejado atrás su rol
privilegiado y sacerdotal.

Además, uno y otro conviven rodeados de terceros: familiares, amigos, y hasta


la sociedad en su conjunto, así como otros profesionales que comparten con el
médico su función asistencial (personal de enfermería, auxiliares, trabajadores
sociales, psicólogos,…) e incluso profesionales no asistenciales. El cuidado de
la salud ya no se proporciona individualmente sino por un equipo. A esto cabe
añadir la transformación de la forma de prestación de la asistencia de la salud,
que ha arrinconado la práctica de la medicina como profesión liberal en
beneficio de la generalización del cuidado de la salud en sistemas colectivos de
seguridad y asistencia social, inicialmente de carácter sanitario y
paulatinamente social, al menos en el ámbito legislativo español; esto es, de
carácter socio-sanitario.

Desde la perspectiva del sistema sanitario se han identificado cuatro


protagonistas (médico, enfermo, tercero pagador e industria) y cuatro lógicas
de funcionamiento diversas, todas ellas necesarias y potencialmente
conflictivas.

- El médico se rige por la lógica del cuidado, a la que corresponde el


valor de la acción benefactora y evitar la maleficencia;
- La lógica del enfermo es la lógica de la necesidad, a la que
corresponden los valores de la inmediatez o accesibilidad y de la calidad
de los cuidados.
- El tercero pagador gobierna su actuación mediante la lógica del
rendimiento, basada en los valores de la eficiencia y de la viabilidad y
sostenibilidad.
- Por último, la industria sanitaria sigue la lógica de la rentabilidad,
propia del libre mercado, y también la lógica de la innovación, siendo sus
valores la efectividad y la ganancia.

El resultado es un sistema sanitario complejo, que debe integrar y armonizar la


heterogeneidad y conflictividad de tales lógicas y valores. Junto a lo anterior, o
como resultado de ello, cabe añadir un cambio aún más influyente y decisivo,
apreciable desde las perspectivas médica, ética y jurídica: la transformación del 2
significado del fin o bien propio de la medicina y de las profesiones
asistenciales, así como de la relación clínica: la salud.

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1.2. Anatomía de la relación clínica.

Visto todo lo anterior queda patente la dificultad de articular un modelo teórico


de relación clínica que dé cuenta de una realidad compleja que ya no es
enteramente como antes pero que conserva los rasgos típicos que la han
conformado durante siglos.

Un buen modo de abordar la relación clínica consiste en delimitar su entramado


o estructura conceptual y reducir la complejidad de la relación clínica a sus
notas características, a un modelo en el que quepan diferentes propuestas.

Ello exige contextualizar la relación clínica y hacerse cargo de diversos


fenómenos y “transiciones sanitarias” que exigen un replanteamiento:

- demográficos, como el incremento y envejecimiento de la población;


- epidemiológicos, como la aparición de nuevas enfermedades y el
aumento de las enfermedades crónicas;
- científicos y tecnológicos, como el desarrollo y aplicación de nuevas
tecnologías diagnósticas o terapéuticas y de la genética;
- sociales y culturales, como la medicalización de la sociedad, la
sacralización de la ciencia y la subsiguiente construcción de
desmesuradas -y poco informadas y realistas- expectativas sobre la
potencialidad terapéutica de la medicina y otras profesiones
asistenciales;
- económicos, como el aumento de costes y la insuficiencia de recursos e
inversión en salud para satisfacer tales expectativas, alimentadas por la
conversión de la salud en otro bien de consumo y por la adopción de un
perfil de consumidor o cliente de servicios de salud por parte del
ciudadano; etc.

En cualquier caso, para la perspectiva que adoptaré aquí subrayaré otros seis
rasgos que merecen ser analizados con cierto detalle. En primer lugar, dos
factores que han transformado notablemente las sociedades contemporáneas
y, por ende, el contexto ético, jurídico, político, económico, etc. de la relación
clínica: la constitucionalización y la globalización, cuya importancia aumenta en
razón del modelo de relación clínica propuesto, asentado en las capacidades,
los funcionamientos seguros y los derechos. En segundo lugar, dos
argumentos que pretenden superar las deficiencias de los modelos de
fundamentación señalados: la reconsideración del alcance del paternalismo y la
beneficencia y de la autonomía y, un tercero que complementa los anteriores:
la necesidad de rehabilitar la confianza en el seno de la relación clínica.

Finalmente, la evolución del significado del fin de la relación clínica: el cuidado


de la salud. Todos ellos ejemplifican el cambio de perspectiva requerido por el
tránsito de la relación clínica clásica a un modelo más amplio de relación
asistencial de carácter socio-sanitario.
2
La autonomía, como capacidad para elegir nuestro plan de vida y llevar a la
práctica nuestras decisiones, que en el ámbito sanitario se sintetiza en el

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(derecho al) consentimiento informado, es un ingrediente esencial de la vida


buena; pero no el único. La autonomía no basta por sí sola para calificar como
correcta una decisión o una actuación. No cabe, tampoco, concebir la
autonomía como capacidad para decidir y actuar de forma independiente de los
otros. La independencia no es suficiente para caracterizar como correcta una
conducta; las decisiones y acciones tienen otras notas características: buenas,
malas, útiles, inútiles, que sirven para explicar por qué son éticamente y
jurídicamente relevantes y para justificarlas. También carece de sentido
concebir la autonomía como un asunto meramente individual, pues sólo cobra
sentido y puede ser garantizada en el seno de una determinada sociedad y con
el apoyo de otras personas y de determinadas instituciones. La autonomía es,
en suma, una noción relacional, contingente y graduable.

El ser humano es vulnerable, frágil, e intenta compensar sus limitaciones y


solucionar sus necesidades mediante la acción, transformando sus carencias
en oportunidades o posibilidades de vida. En este desarrollo no son
importantes únicamente las capacidades o aptitudes personales, sino también
las condiciones externas, materiales e institucionales, y un conjunto de
afiliaciones significativas.

La actuación humana y el ejercicio de la autonomía no son independientes del


contexto ni de nuestras relaciones o vínculos, voluntarios e involuntarios, que
delimitan nuestras posibilidades de elección y funcionamiento y constituyen
presupuestos biográficos que definen nuestra personalidad. El tránsito a la
madurez y el logro de la autonomía significan convertirse en razonadores
prácticos independientes. No independencia en el sentido de autarquía, sino
una independencia consciente de nuestra vulnerabilidad, fragilidad y
dependencia. En otras palabras, una interdependencia reflexiva.

Si el reconocimiento de la dependencia es la clave de la independencia, hay


que hacerse cargo de que la condición humana sintetiza dos rasgos
aparentemente antagónicos: la autonomía y la dependencia. De una parte, el
ejercicio libre de nuestras capacidades, que más que facultad o derecho
aparece como necesidad de trascender nuestras limitaciones y ampliar nuestro
horizonte de posibilidades. De otra, la vulnerabilidad y la dependencia, y la
subsiguiente búsqueda de apoyos para superar tal situación.

Si la primera se hace eco del carácter individual de nuestras decisiones y


acciones, la segunda ejemplifica cómo nuestras respuestas ante la realidad no
son ni pueden ser meramente individuales, sino que se sustentan en un haz de
afiliaciones y vínculos significativos que nos definen. Nuestra personalidad y
nuestra identidad se constituyen, parcialmente, mediante nuestras relaciones,
dentro de un contexto de reconocimiento, comunidad y diálogo.

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2. CONCEPTOS FUNDAMENTALES EN DERECHO SANITARIO

En el campo de la Salud, hay momentos en donde el personal sanitario debe


tomar decisiones trascendentales, en especial en las situaciones de vida o
muerte de un paciente; en éstas circunstancias no nos detenemos a
preguntarnos si lo que vamos a realizar puede entrañar consecuencias
legales, puesto que al hacerlo podría convertirse en un letal freno, que en
última circunstancia sólo perjudicaría al paciente.

Sin embargo, podemos cometer cometer errores, los mismos que no serán
reprochables –ética y legalmente-, si hemos tratado al paciente con los medios
adecuados, con los conocimientos actuales y siguiendo las normas que su
deber le imponen. Aquí podría surgir una duda: ¿Hemos utilizado realmente los
medios adecuados?, ¿Una sospecha puede justificar una denuncia judicial?.
Uno de los derechos inherentes al ser humano es el Derecho a la Salud, que
con mucha frecuencia se lo confunde con un Derecho a la Curación, pues el
paciente cree que el derecho al Tratamiento debe involucrar necesariamente
un resultado positivo.

En las actuales circunstancias y ante la proliferación de denuncias por


MALPRAXIS ó NEGLIGENCIA, es necesaria una adecuada profilaxis para
prevenir un gran número de estas acciones y evitar la tendencia a utilizar lo que
se viene llamando “medicina a la defensiva”.

La protección Jurídica de la Salud y el respeto a la Dignidad Humana son las


coordenadas básicas que regulan las cuestiones comprendidas dentro de la
Responsabilidad Médica.

La Organización Mundial de la Salud define la Salud como "un estado de


completo bienestar físico, mental y social" y no solamente como la ausencia de
enfermedad o de invalidez.

El BIENESTAR implica la adaptación integral del medio físico, biológico y social


en que el individuo vive y realiza sus actividades. Ambos, Salud y Bienestar
deben gozar de la Protección del Estado y del Derecho Peruano.

La PRAXIS MÉDICA, se fundamenta sobre el conocimiento de las ciencias


médicas.

Cuando se violen las normas del adecuado ejercicio profesional queda


configurada la MALAPRAXIS, la cual se define como la "omisión por parte del
Médico, de prestar apropiadamente los servicios a que está obligado en su
relación profesional con su paciente, omisión que da como resultado cierto
perjuicio a éste", o también "cuando el médico a través de un acto propio de su 2
actividad, y en relación causal y con culpa produce un daño determinado en la
salud de un individuo"; es decir consta de dos partes:

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• El médico deja de cumplir con su deber.


• Causa un perjuicio definido al paciente.

Por tanto, el no ceñirse a las normas establecidas (originando un perjuicio)


hace al médico responsable de su conducta y de los daños que ocasiona.

Mala praxis abarca la impericia y la negligencia, conceptos que veremos más


adelante.

2.1. Responsabilidad Sanitaria.

.-: Etimología: Del latín respondeo – dere, responder, contestar de palabra o


por escrito. Estar colocado en frente o en la parte opuesta. Reclamar,
comparecer.

.- Definición de Responsabilidad: Es la calidad o condición de responsable y la


obligación de reparar y satisfacer por sí mismo o por otro, toda pérdida, daño o
perjuicio que se hubiera ocasionado; ello implica aceptar las consecuencias de
un acto realizado con capacidad (discernimiento), voluntad (intención) y dentro
de un marco de libertad.

.- Definición de Responsabilidad Sanitaria: Es la obligación de los sanitarios, de


dar cuenta ante la sociedad por los actos realizados en la práctica profesional,
cuya naturaleza y resultados sean contrarios a sus deberes, por incumplimiento
de los medios y/o cuidados adecuados en la asistencia del paciente; pudiendo
adquirir a veces, relevancia jurídica.

Medios:

• Defectuoso examen del paciente.


• Errores de diagnóstico y tratamiento.
• Daños causados por uso indebido (o en mal estado) de objetos
(aparatos e instrumental) y medicamentos.
• Omisión de pautas esenciales para el diagnóstico de una enfermedad.

2.1.1. Tipos de Responsabilidad Sanitaria.

- Responsabilidad Civil: Deriva de la obligación de reparar


económicamente los daños ocasionados a la víctima.

- Responsabilidad penal: La responsabilidad penal, deriva del


incumplimiento de las normas dictadas por el Código Penal y la
trasgresión de la norma constituye un delito. A este se le impone una
pena en función del perjuicio ocasionado a la sociedad que dicta la 2
norma. A la responsabilidad penal corresponde la responsabilidad de
valorar la falta o el delito y la pena puede conllevar la pérdida de la
libertad personal y del ejercicio profesional.

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Existen unas causas que eximen de responsabilidad penal, otras que atenúan y
otras que agravan.
 Causas que eximen: edad, alteración psíquica, drogas tóxicas,
alteración percepción, defensa personal, estado de necesidad,
cumplimiento de su deber.
 Causas que atenúan: drogas tóxicas, estado pasional, confesar la
infracción, intento de reparar el daño
 Causas que agravan: Alevosía, empleo de disfraz, abuso de
autoridad, ofrecer recompensa, motivos racistas o religiosos,
aumento deliberado del sufrimiento, abuso de confianza, valerse
del carácter público que tenga, ser reincidente.

 Dolo: Hay intención deliberada, es decir, cuando la previsión del


resultado como seguro, no detiene al autor. Por ejemplo: Aborto,
Certificado falso. La Responsabilidad es plena.
 Culpa: Falta necesariamente la intención de dañar, pero hay una
negligencia, desidia, impericia, falta de precaución o de diligencia,
descuido o imprudencia, que produce perjuicio a otro o que frustra el
incumplimiento de una obligación, y debe ser imputada a quien la causa.
 Caso Fortuito: Los hechos son extraños al hombre, ocurren por azar, es
decir, es una consecuencia extraordinaria o excepcional de la acción. El
médico no ha previsto el resultado porque éste no era previsible, por lo
tanto no puede serle imputado.

"El no haber previsto la consecuencia dañina separa a la culpa del dolo, el no


haberla podido prever separa el caso fortuito de la culpa".

2.1.2 Tipos de culpa

 Culpa Inconsciente: Es la falta de previsión de un resultado


típicamente antijurídico, que pudo y debió haberse previsto al
actuar (ha obrado con negligencia o imprudencia pero no
imaginándose el resultado delictuoso de su acción).
 Culpa Consciente: Es la previsión de un resultado típicamente
antijurídico pero que se confía evitar, obrando en consecuencia
(es decir, prevé el resultado de su acto pero confía en que no ha
de producirse; la esperanza de que el hecho no ocurrirá, la
diferencia del DOLO).
 Culpa Profesional: Es cuando se han contravenido las reglas
propias de una actividad, o sea hubo falta de idoneidad,
imprudencia o negligencia.
 Culpa Médica: Es una especie de culpa profesional.
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2.1.3. Formas de Culpa Médica

 Impericia

Es la incapacidad técnica para el ejercicio de una profesión o arte y la fuente de


la misma puede radicar en la total ausencia de conocimientos (ignorancia), en
un error en el juicio (diagnóstico equivocado) o en la defectuosa ejecución del
acto (inhabilidad, torpeza).

 Negligencia
Implica estar en posesión de los conocimientos suficientes, pero obrar con
abandono, descuido, apatía, abulia, de tal modo que siendo docto y capaz, se
incurra en una actuación perjudicial merced a una falta de atención y de
esmero en la tarea.

La negligencia es sinónimo de descuido y omisión. Es la forma pasiva de la


imprudencia y comprenden el olvido de las precauciones impuestas por la
prudencia, cuya observación hubiera prevenido el daño.

Actuar conforme a la Lex Artis significa actuar conforme a las reglas mínimas
de diligencia profesional; no que asegure un resultado satisfactorio, o que se
acierte en el diagnóstico.

 Imprudencia

De latín IN: Privativo, sin y PRUDENTIA: prudencia. Es realizar un acto con


ligereza, sin las adecuadas precauciones; es decir, es la carencia de templanza
o moderación. O también, la conducta contraria a la que el buen sentido
aconseja, emprender actos inusitados fuera de lo corriente, hacer más de lo
debido; es o implica una conducta peligrosa. Es la violación activa de las
normas de cuidado o cautela que establece la prudencia, actuando sin cordura,
moderación, discernimiento, sensatez o buen juicio.

En el sentido estricto se identifica con el conocimiento práctico y por lo tanto


idóneo y apto para la realización del acto médico (experiencia, comprensión del
caso y claridad).

- Responsabilidad Patrimonial
Es cuando responde la administración ante un caso de responsabilidad
civil o penal. 2

- Responsabilidad Disciplinaria

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Es la que se deriva de la actuación profesional ante la empresa para la


que se desarrolla la actividad.
- Responsabilidad deontológica
Es en la que puede incurrir un profesional, cuando comete una falta que
atenta contra el código deontológico de su profesión

3. DERECHO A LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA

Entendemos por objeción de conciencia la negativa al cumplimiento de un


deber jurídico por razones de conciencia.

Esta negativa no se encuentra reconocida en ninguna de sus posibles


manifestaciones en los documentos internacionales de derechos humanos. Tan
sólo la Constitución Europea en su artículo II-70,2, dice que “se reconoce el
derecho a la objeción de conciencia de acuerdo con las leyes nacionales
que regulan su ejercicio”, lo cual supone una débil protección de este
derecho al nivel del ordenamiento de la Unión.

En el ordenamiento jurídico español –además de la objeción al servicio militar


(artículo 30.2 de la Constitución), hoy en día carente de aplicación práctica al
haberse suprimido el carácter obligatorio de esta prestación- se encuentran
reconocidos por el Tribunal Constitucional y en la normativa autonómica
algunos supuestos de objeción de conciencia en materia sanitaria que después
examinaremos.

Esta situación ha planteado el problema de la admisión de otros supuestos de


objeción, cuestión íntimamente ligada con la de la naturaleza de esta figura
jurídica. Al enfrentarse con esta problemática, el Tribunal Constitucional
mantuvo en un primer momento el criterio de considerar la objeción de
conciencia como un derecho fundamental no solo reconocido expresamente en
el artículo 30.2 de la Constitución, sino también implícitamente en cuanto
especificación de las libertades garantizadas en el artículo 16, 1 del mismo
texto legal, donde dice “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de
culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus
manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden
público protegido por la Ley”. (sentencias 15/1982, de 23 de abril. BOE Nº
118; 53/1985, de 11 de abril. BOE Nº 119).

Sin embargo, posteriormente el Tribunal Constitucional modificó este criterio y


consideró la objeción como un derecho autónomo de naturaleza constitucional
no fundamental, aunque relacionado con las libertades religiosa e ideológica
(sentencia 160/1987, de 2 de octubre). Asimismo manifestó que no existe en
nuestro sistema jurídico un reconocimiento de la objeción de conciencia con
carácter general y que, por ello, no cabe admitir más supuestos de objeción 2
que los reconocidos expresamente en la Constitución o en una ley ordinaria.

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En nuestra opinión se debe seguir sosteniendo, a pesar del último criterio


mantenido por el Tribunal Constitucional, la existencia en nuestro sistema
jurídico de un derecho general a la objeción de conciencia. Derecho que tiene
la naturaleza jurídica de fundamental, en cuanto forma parte de las libertades
garantizadas por el artículo 16.1 de la Constitución.

En efecto, el rechazo de un derecho general a la objeción de conciencia y el


mantener que sólo es factible cuando esté reconocido por una norma, hace
muy difícil la comprensión de su reconocimiento en el supuesto del aborto en
virtud de su consideración por el Tribunal Constitucional como un derecho
fundamental. Además, si se niega la naturaleza de derecho fundamental a la
objeción no se concibe cual es la razón por la cual cabe admitirla en el caso del
aborto, que no está expresamente reconocida en norma alguna, y no en otros.

Por todo ello se debe seguir manteniendo el reconocimiento en nuestro


ordenamiento de un derecho general, de naturaleza fundamental, a la objeción
de conciencia. Este reconocimiento no supone admitir la posibilidad de eludir el
cumplimiento de los deberes jurídicos de acuerdo con el libre arbitrio individual.
Supone simplemente que, en el supuesto de la negativa a cumplir un deber
jurídico por motivos de conciencia, el problema planteado deberá resolverse,
mediante un adecuado juicio de ponderación, como un caso de colisión entre la
norma que reconoce el derecho y aquélla que prescribe el deber. Es decir,
como un caso de límites al ejercicio de un derecho fundamental.

3.1. Objeción de Conciencia del personal sanitario

Se puede definir la objeción de conciencia en el personal sanitario como la


negativa de los profesionales sanitarios a realizar una prestación obligatoria, o
a cooperar en ella, por considerarla contraria a su conciencia.

Los posibles supuestos de este tipo de objeción son muy numerosos. Entre
ellos cabe citar la negativa a participar en determinados programas de
investigación en el campo de la Biología y la Genética, a la realización o
cooperación en el aborto voluntario, a llevar a cabo algunos trasplantes, a la
esterilización voluntaria, a la intervención en la eutanasia y a la aplicación de
algunas técnicas de reproducción asistida.

En el derecho español hay tres supuestos de objeción de conciencia


reconocidos en el ámbito sanitario. Uno de ellos es la objeción del personal
sanitario a intervenir en la práctica del aborto, supuesto admitido por el Tribual
Constitucional. Los otros dos, regulados por la legislación autonómica, son la
objeción de los profesionales sanitarios al cumplimiento de las instrucciones
previas y la objeción farmacéutica.

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3.1.1. Objeción de conciencia en los casos de aborto

El Código penal exige, en el artículo 417 bis, que el aborto sea “practicado por
un médico bajo su dirección” así como la presentación de unos dictámenes
previos a su realización, emitidos por médicos especialistas, en los casos del
aborto terapéutico y eugenésico. Por ello, en nuestra opinión, los sujetos que
pueden ejercitar el derecho a la objeción son el médico y el equipo que debe
practicar el acto abortivo, el personal colaborador –anestesistas, enfermeras,
etc., así como los especialistas encargados de emitir los dictámenes
preceptivos. Por el contrario, debe entenderse que no está amparado por el
derecho a la objeción el resto del personal -sanitario, administrativo y de
mantenimiento- que preste sus servicios en un centro acreditado para la
práctica del aborto.

Debe entenderse que la objeción puede plantearse en cualquier momento, no


estando sometida su alegación a un plazo específico. Sin embargo, es preciso
tener en cuenta la obligación del personal sanitario de comunicar con carácter
inmediato su negativa a realizar el aborto a la mujer que lo solicite, a fin de que
ésta pueda acudir a otro facultativo con tiempo suficiente. Además de esta
obligación, resulta conveniente, aunque no obligatorio, que el personal objetor
ponga en conocimiento de la autoridad sanitaria correspondiente su objeción a
intervenir en prácticas abortivas.

La alegación de la objeción comporta el derecho a no intervenir en la práctica


del acto abortivo en sentido estricto, así como a no emitir los dictámenes
previos, y a no realizar las actividades asistenciales anteriores –preparación del
quirófano, del instrumental quirúrgico, etc.,- y posteriores al mismo. Además de
la exoneración de intervenir en las actividades abortivas, la alegación de la
objeción no puede suponer ninguna discriminación para el objetor.

Por último, la objeción de conciencia al aborto plantea la cuestión de los límites


de este derecho, que a mi juicio estarán establecidos tal como reza el artículo
16.1 de la Constitución: el orden público.

Dentro de este límite, se encuentra el constituido por el urgente o grave peligro


para la vida o la integridad física o psíquica de la mujer embarazada. Es decir,
el supuesto constitutivo del aborto terapéutico. Ante un supuesto de este tipo,
siempre que no existan médicos no objetores disponibles, la objeción no exime
al personal sanitario de hacer lo posible para salvar la vida de la madre,
debiendo practicar el aborto si, de acuerdo con la lex artis, es absolutamente
necesario para lograr esta finalidad.

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3.1.2. Objeción de conciencia en las Voluntades Anticipadas

Consiste este supuesto en la negativa del personal sanitario al cumplimiento de


las cláusulas, contenidas en los documentos de instrucciones previas, que
considere contrarias a su conciencia.

El artículo 11.1 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica de autonomía


del paciente, regula los denominados “documentos de instrucciones previas”.
Por su parte, la mayoría de las Comunidades Autónomas han promulgado una
legislación sobre el ejercicio del derecho a formular instrucciones previas y han
creado los correspondientes registros.
Algunas de estas normas autonómicas reconocen el derecho de los
profesionales sanitarios a formular objeción de conciencia respecto del
cumplimiento de instrucciones previas. (Ley 3/2005, de 23 de mayo de la
Comunidad de Madrid, artículo 3.3; Decreto 168/2004, de 10 de septiembre de
la Comunidad Autónoma de Valencia, artículo 5.3; Ley 1/2006, de 3 de marzo,
de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, artículo 6).

De acuerdo con esta normativa, parece razonable entender que podrán


ejercitar la objeción las personas obligadas a respetar las instrucciones previas.
Es decir, el médico, el equipo sanitario y cuantas personas atiendan al
paciente.

Asimismo, al no establecer la normativa que reconoce este supuesto de


objeción ningún procedimiento para su ejercicio, ésta podrá alegarse
verbalmente o por escrito ante las correspondientes autoridades sanitarias. No
obstante, deberá comunicarse también al paciente, a los representantes de
éste si es que se han designado y a sus familiares. Por otra parte, formulada la
objeción, ésta será eficaz por si misma sin necesidad de que sea comprobada
por un organismo administrativo.

Los casos más frecuentes y problemáticos son los referentes a las medidas
paliativas. Entre ellos, cabe citar el deseo del paciente de que no se le den
calmantes aunque tenga fuertes dolores, o el supuesto contrario, es decir,
cuando la persona ha manifestado la voluntad de que se le suministren todo
tipo de analgésicos, incluidos los que acorten su vida. Asimismo, plantearán
especiales dificultades los supuestos relacionados con las medidas de soporte
vital. Tales son, entre otros, el deseo del enfermo de que no se le prolongue
artificialmente la vida o, por el contrario, su voluntad de que su vida sea
mantenida por todos los medios aunque ello comporte un encarnizamiento
terapéutico.

Por otro lado, es preciso poner de manifiesto que, en el caso de inexistencia de


voluntad expresa del paciente sobre algún punto y cuando no sea factible 2
consultar a sus familiares ni a su representante, el personal sanitario deberá
proceder de acuerdo con la lex artis.

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El ejercicio de la objeción exonera al personal sanitario del cumplimiento de las


cláusulas objetadas y además, lógicamente, no puede suponer para el mismo
ningún tipo de discriminación. Igualmente, exime al personal sanitario de la
responsabilidad penal que conllevaría el incumplimiento de las cláusulas del
documento de instrucciones previas de no haberse formulado la objeción.

3.1.3. La Objeción de conciencia farmacéutica .

Se puede definir como la negativa del personal farmacéutico a dispensar


determinados medicamentos por motivos de conciencia.

La Comunidades Autónomas a excepción de la Rioja y Galicia, no contemplan


en sus normativas este supuesto de objeción de conciencia por lo que son de
aplicación las consideraciones anteriormente expuestas sobre la naturaleza de
derecho fundamental de la objeción y su eficacia directa.

En relación con esta última cuestión, es importante señalar que el Tribunal


Supremo ha reconocido la objeción farmacéutica apelando a la naturaleza de la
objeción de conciencia como derecho fundamental ya que forma parte de la
libertad ideológica reconocida en varios articulos de la Constitución Española
garantizando también este derecho para aquellos profesionales sanitarios con
competencia en materia de prescripción y dispensación de medicamentos.

En relación con los sujetos de la objeción, la objeción podrá ejercitarla no sólo


el titular de la farmacia sino también el personal que trabaje en ella con la
función de expedir medicamentos.

Este ejercicio es factible llevarlo a cabo, al igual que en los supuestos del
aborto y de las instrucciones previas, verbalmente o por escrito.

| Angel Torres Benedicto


Máster en Comités de Ética. 2º Curso. Módulo: Derechos del Profesional Sanitario e
Investigador

4. BIBLIOGRAFÍA

La relación clínica en el siglo xxi: cuestiones médicas, éticas y jurídicas.


José Antonio Seoane Profesor Titular de Filosofía del Derecho. Universidad da
Coruña

Hacia un nuevo modelo de relación clínica. K. Martínez Urionabarrenetxea


Hospital de Navarra. Pamplona.

Responsabilidad Médica. Dr. Moisés Ponce Malaver. Director de la División


Central de Exámenes Médico Legales. Universidad Nacional Sal Luis
Gonzaga. ICA. Perú
http://unslgderechomedlegal.americas.tripod.com/

La objeción de conciencia de los profesionales sanitarios. Isidoro Martín


Sánchez. Catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad
Autónoma de Madrid.

Sentencia 53/1985 del Tribunal Constitucional, de 11 de Abril.

Ley Orgánica 9/1985, de 5 de Julio, de reforma del artículo 417 bis del código
penal

Sentencia 160/1987 del Tribunal Constitucional, de 27 de Octubre.


Publicada en el BOE nº 271 de 12 de Noviembre de 1987

Decreto 168/2004, de 10 de septiembre, por el que se regula el Documento


de Voluntades Anticipadas y se crea el Registro Centralizado de
Voluntades Anticipadas de la Comunidad Valenciana

Constitución Europea. Publicada en el B.O.E. nº 121, de 21 de Mayo de


2005.

| Angel Torres Benedicto

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