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Delincuencia juvenil y consumo de drogas en el Perú

1. Breve resumen
2. Introducción
3. Justificación
4. La violencia en el Perú y el mundo
5. Causas de la violencia en el Perú
6. Familia y delincuencia juvenil
7. Características psicosociales del adolescente infractor
8. Drogas y delincuencia juvenil
9. Pautas para el diagnóstico (CIE - 10)
10. Tipos de delito: Marco legal
11. Prevención de la conducta delictiva y adictiva
12. Tratamiento y reinserción social
13. Conclusiones
14. Bibliografía

BREVE RESUMEN
En los últimos años en el país y en el mundo en general, principalmente en las
grandes urbes, se observa un incremento de la delincuencia o actos violentos
ejercidos por adolescentes o jóvenes, quienes escudados por el grupo y
envalentonados por los efectos de las drogas, cometen diversos ilícitos penales
y causan problemas en la seguridad ciudadana, afectando a la sociedad en su
conjunto.
El presente trabajo monográfico aborda el problema de la violencia juvenil en
el Perú, y su correlación con el consumo de sustancias psicoactivas, en base a
la experiencia en el trabajo con adolescentes infractores de la ley en los
centros de diagnóstico y rehabilitación.

Antecedentes históricos:

A pesar de no tener ninguna duda sobre la existencia de un derecho penal


precolombino, como por ejemplo el de los
pueblos Aztecas, Mayas, Incas o de
Mesoamérica, desconocemos si existía
alguna regulación especial, o particular
para niños o jóvenes que cometieran
algún "delito". Lo mismo que se
desconocen las regulaciones de esta
situación en el llamado derecho colonial
americano. El inicio legislativo de la
"cuestión criminal" surge en el período
republicano, luego de la independencia
de las colonias europeas. Aunque a
finales del siglo XIX la mayoría de los países latinoamericanos tenían una basta
codificación, especialmente en Constituciones Políticas y Códigos Penales, la
regulación de la criminalidad juvenil no era objeto de atención particular.1
Es a principios de este siglo en que se ubica la preocupación por la infancia en
105 países de nuestra región. Esto es el resultado, por un lado, de la
internacionalización de las ideas que se inician en el Siglo XX, primeramente

1
.

1
con la Escuela Positiva y luego con la Escuela de la Defensa Social, y por el otro
lado, es el resultado de la imitación latinoamericana de las preocupaciones
europeas y de los Estados Unidos de América por la infancia, lo cual se vio
reflejado en varios congresos internacionales sobre el tema de la infancia.

La primera legislación específica que se conoce fue la argentina, promulgada


en 1919. Pero fue en décadas posteriores en donde se promulgaron la mayoría
de las primeras legislaciones, por ejemplo Colombia en 1920, Brasil en 1921,
Uruguay en 1934 y Venezuela en 1939. Durante este período y hasta los años
60, podemos afirmar que el derecho penal de menores se desarrolló
intensamente, en su ámbito penal, fundamentado en las doctrinas positivistas-
antropológicas.
En la década de los 60, con excepción de Panamá que promulgó su primer ley
específica en 1951 y República Dominicana en 1954, se presenta un auge del
derecho penal de menores en el ámbito legislativo, con la promulgación y
reformas de leyes especiales, por ejemplo, en los siguientes países: Perú en
1962, Costa Rica en 1963, Chile en 1967, Colombia en 1968, Guatemala en
1969 y Honduras también en 1969. En la década de los 70, se promulgan las
siguientes legislaciones: México en 1973, Nicaragua en 1973, El Salvador en
1973, Bolivia en 1975, Venezuela en 1975, Ecuador en 1975 y Cuba en 1979.
En todo este período, se caracteriza el derecho penal de menores con una
ideología defensista de la sociedad, basada en las concepciones de
peligrosidad y las teorías de las subculturas criminales.
Las concepciones ideológicas del positivismo y de la Escuela de Defensa Social,
fueron incorporadas en todas las legislaciones y sin duda influyeron en la
codificación penal. Pero en donde estas ideas encontraron su máxima
expresión, fue en el derecho penal de menores. Postulado básico fue sacar al
menor delincuente del derecho penal común, con ello alteraron todo el sistema
de garantías reconocido generalmente para adultos. Convirtieron el derecho
penal de menores en un derecho penal de autor, sustituyendo el principio
fundamental de culpabilidad, por el de peligrosidad. Esto llevó a establecer
reglas especiales en el derecho penal de menores, tanto en el ámbito
sustantivo como formal, como por ejemplo, la conducta predelictiva, la
situación irregular y la sentencia indeterminada. Principios que han servido, y
aún hoy se encuentran vigentes en varias legislaciones latinoamericanas, para
negar derechos humanos a los menores infractores, como la presunción de
inocencia, el principio de culpabilidad, el derecho de defensa, etc.
Un hito en el desarrollo histórico del derecho de menores lo marcó la
promulgación de la Convención General de los Derechos del Niño en 1989.
Luego de la entrada en vigencia de esta convención, se ha iniciado en los años
90 un proceso de reforma y ajuste legislativo en varios países de la región,
específicamente en Colombia, Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú, México y Costa
Rica.
INTRODUCCIÓN

La violencia es un fenómeno social muy complejo de carácter multifactorial y


multicausal, que implica una respuesta impulsiva, en contra de las normas de
convivencia pacífica, afectando, perjudicando y agrediendo los derechos de las

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personas y la sociedad, principalmente los referidos a la vida, la libertad, el
desarrollo, la propiedad, etc.
La violencia juvenil, es decir, aquella ejercida por adolescentes y jóvenes, es
una realidad que se ha visto agravada en los últimos 20 años en el país. Dentro
de las principales causas tenemos: La crisis económica que generó un proceso
migratorio a las principales ciudades en busca de nuevas oportunidades, el
desplazamiento de familias amenazadas por el terrorismo, con la consecuente
desintegración familiar y cultural, marginación y exclusión social, pobreza
extrema, carencia de servicios básicos, de salud y educativos; así como la falta
de empleo y la crisis de valores. Es así que la familia, en especial la mujer y el
niño, se han visto vulnerados, generando problemas de inadecuación social,
manifestados principalmente en la proliferación de “Pandillas juveniles”,
“Barras Bravas” y “Pirañitas”. Su accionar comprende desde leves faltas hasta
delitos que requieren una intervención judicial.
Al igual que la violencia, la problemática del consumo de drogas en el Perú se
ha incrementado en los últimos años. De ser considerado un país mayormente
productor, se observa un alarmante aumento del consumo interno de drogas
consideradas lícitas como el alcohol y el tabaco, así como de las drogas
ilegales, cuya producción, tenencia, comercialización y consumo están
sancionados por la Ley, como la marihuana, la cocaína, Pasta Básica de Coca y
otras. La edad de inicio en el consumo ha disminuido en los últimos años y se
ha comprobado que la conducta delictiva está asociada a la ingesta temprana
de drogas tanto legales como ilegales.

Sin lugar a dudas, la delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo


desde el siglo pasado, la
delincuencia juvenil es uno de los problemas criminológicos que crece cada
día más, no solo en nuestro país, sino también en el mundo entero; es una de
las acciones socialmente negativas que va a lo contrario fijado por la ley y a las
buenas costumbres creadas y aceptadas por la sociedad.
La delincuencia juvenil es un fenómeno social que pone en riesgo la seguridad
pública de la sociedad, así mismo va contra las buenas costumbres ya
establecidas por la sociedad.
La delincuencia juvenil es un fenómeno de ámbito mundial, pues se extiende
desde los rincones más alejados de la ciudad industrializada hasta los
suburbios de las grandes ciudades, desde las familias ricas o acomodadas
hasta las más pobres, es un problema que se da en todas las capas sociales y
en cualquier rincón de nuestra civilización.

JUSTIFICACIÓN

En la actualidad, es común ser testigo - o víctima - de un acto de violencia en


el que estén involucrados adolescentes. Ataques a la propiedad pública y
privada son comunes luego de encuentros deportivos, asaltos a transeúntes
por “pirañitas”, peleas callejeras entre pandillas, etc., son parte de la vida
cotidiana, principalmente en Lima y otras grandes urbes del país. Los

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adolescentes en general actúan en grupo y bajo la influencia de sustancias
psicoactivas.
La conducta delictiva se asocia a la ingesta temprana de drogas ilegales y con
el abuso de alcohol y, a su vez, la ingesta de alcohol y otras drogas se asocia
con experiencias tempranas de maltrato, abuso sexual y de alcoholismo en la
familia (CEDRO, 1994). En un estudio realizado en el Centro Juvenil de Lima
(conocido popularmente como “maranguita”) en el año de 1999, se observó
que de 470 adolescentes internos por haber cometido diversos delitos
(infracciones), la gran mayoría refirió haber consumido alcohol en fiestas o
reuniones sociales (92%), y drogas ilegales como marihuana, terokal y PBC.
También expresaron en las entrevistas que cuando cometieron la infracción
estaban bajo los efectos de alguna droga, principalmente alcohol y PBC.
Por tanto la presente monografía pretende aproximarnos a la comprensión de
las causas y motivaciones que llevan a los adolescentes a desafiar la ley, así
como la experiencia institucional con adolescentes infractores que cumplen
alguna medida socioeducativa en los centros juveniles y una propuesta de
intervención.

Panorama Actual de la delincuencia juvenil.

La delincuencia juvenil ha aumentado de forma alarmante en los últimos


tiempos, pasando a ser un problema que cada vez genera mayor preocupación
social, tanto por su incremento cuantitativo, como por su progresiva
peligrosidad cualitativa. La delincuencia juvenil es además una característica
de sociedades que han alcanzado un cierto nivel de prosperidad y, según
análisis autorizados, más habitual en los países anglosajones y nórdicos que en
los euro mediterráneos y en las naciones en vías de desarrollo. Es decir, en las
sociedades menos desarrolladas la incidencia de la delincuencia juvenil en el
conjunto del mundo del delito es menor que en las comunidades más
avanzadas en el plano económico. En las grandes ciudades latinoamericanas,
la delincuencia juvenil está ligada a la obtención —delictiva— de bienes
suntuarios de consumo y por lo general no practican la violencia por la
violencia misma sino como medio de obtener sus objetivos materiales.
Los estudios criminológicos sobre la delincuencia juvenil señalan el carácter
multicausal del fenómeno, pero a pesar de ello, se pueden señalar algunos
factores que parecen decisivos en el aumento de la delincuencia juvenil desde
la II Guerra Mundial. Así, son factores que se encuentran en la base de la
delincuencia juvenil la imposibilidad de grandes capas de la juventud de
integrarse en el sistema y en los valores que éste promociona como únicos y
verdaderos (en el orden material y social, por ejemplo) y la propia subcultura
que genera la delincuencia que se transmite de pandilla en pandilla, de modo
que cada nuevo adepto trata de emular, y si es posible superar, las acciones
violentas realizadas por los miembros anteriores del grupo

La violencia

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Consiste en la presión ejercida sobre la voluntad de una persona, ya sea por
medio de fuerzas materiales, ya acudiendo a amenazas, para obligarla a
consentir en un acto jurídico.2
La violencia es un elemento que se encuentra comúnmente en la delincuencia
juvenil y es uno de los factores que influyen a los jóvenes a cometer actos
ilícitos llevados por la violencia.

Causas de la delincuencia
La delincuencia forma parte integrante de nuestra sociedad y la mayor parte
de los delincuentes se comportan en lo esencial como el resto de la población.
Una consecuencia de esto es que la forma que adopte la existencia cotidiana
-es decir, la sociedad en que vivimos todos nosotros, criminales o no- será la
que más influya en el desarrollo y pautas de la delincuencia. La tarea de la
lucha preventiva contra las causas y las condiciones de la delincuencia y de los
comportamientos socialmente indeseables compete a todas las instituciones
sociales.

La amplitud y la distribución de la delincuencia en una zona dependen en gran


medida del tipo de personas que residen o la frecuentan; lo que podríamos
denominar genéricamente "usuarios". En un medio rural, las personas que
frecuentan una zona son a menudo las mismas que la habitan, pero en un
medio urbano el número de personas que frecuentan una zona es mucho
mayor que el número de habitantes. Por "usuarios" se entiende, pues, además
de los habitantes, a las personas que trabajan en una ciudad sin residir en ella.
A esas personas hay que añadir en tanto que personas que frecuentan una
zona, a los turistas nacionales y extranjeros, así como a los "amantes de las
distracciones", es decir, quienes se desplazan desde zonas periféricas de la
ciudad en busca de distracción.

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Existen determinados tipos de ciudades que tienen más "usuarios" que otras,
por ejemplo, las capitales, las ciudades industriales, las ciudades turísticas y
las capitales regionales. Para comprender los problemas de delincuencia y de
inseguridad de las diferentes ciudades o regiones, hay que hacerse una idea
clara, no solo del número de habitantes, sino también de quiénes son sus
usuarios. Ello reviste una importancia decisiva cuando se trata de evaluar las
diferentes intervenciones posibles.

Las explicaciones relativas a las causas de la delincuencia buscan su origen en


teorías que se basan en el individuo, en las circunstancias que le rodean, o en
una combinación de ambos tipos de elementos. Sin embargo, las diferencias de
orden cultural no son suficientemente importantes para poder esperar que las
causas "individuales" varíen en gran medida.

Cuando se estudia la delincuencia en las ciudades hay que tener en cuenta el


aspecto urbanístico. Las estructuras socioeconómicas pueden explicar
igualmente la existencia de diferencias dentro de una ciudad o de una región
dada. Conviene también examinar la función de la ciudad en la región, por
ejemplo, como lugar de trabajo, lugar de aprendizaje, lugar de distracción, etc.

Las grandes aglomeraciones urbanas constituyen un excelente campo de


acción para la delincuencia, tanto si se trata de procurarse bienes que tengan
un valor comercial como de encontrar salidas para venderlos. En una gran
ciudad pueden encontrarse muchas viviendas, muchos automóviles, muchos
visitantes y muchas empresas. Hay un flujo constante de personas y de
acontecimientos. El ciudadano es más anónimo para su entorno que en las
zonas rurales.

La ciudad es también, hablando en sentido figurado, un buen "centro de


reclutamiento" para la delincuencia. Existe una amplia categoría de personas
marginales que, por diversas razones, toman el camino de la ciudad. Los
inmigrantes ilegales pueden vivir con mayor anonimato que en la gran ciudad.
En una localidad rural es más fácil que sean descubiertos quienes se dedican a
actividades delictivas y los inmigrantes ilegales.

Aunque en criminología existen diversas teorías, el enfoque que se ha dado en


llamar teoría de la actividad rutinaria, afirma que son tres los elementos que
influyen en la génesis del acto delictivo:

- un individuo con tendencias delictivas,

- objetos interesantes para un acto delictivo,

- ausencia de protección suficiente.

El acto criminal se produce cuando un individuo inclinado a la delincuencia


entra en contacto con un objeto interesante para un acto delictivo que carece
de la protección suficiente.

2.9. Prevenir la delincuencia implica actuar sobre cualquiera de los elementos


mencionados. Una prevención eficaz de la delincuencia no supone que se
pueda o que se deba eliminar la totalidad de dichos elementos.

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2.10. El volumen y la forma que adopta la delincuencia vienen dados por la
estructura de la población. Los grupos presentes en determinadas zonas serán
más propensos a la delincuencia, mientras que en otras otros grupos tenderán
a denunciar los delitos o estarán expuestos en mayor grado a convertirse en
víctimas de la delincuencia.

Individuos con tendencias delictivas


El comportamiento delictivo comienza a menudo en los primeros años de la
adolescencia con pequeños hurtos y asaltos. En gran medida, esta delincuencia
es de carácter ocasional, es decir, que rara vez es premeditada y que puede
surgir del deseo de divertirse con los amigos. La mayoría de los jóvenes no
pasa de ahí, pero algunos van más allá y cometen delitos más graves. Del
porcentaje relativamente numeroso de los delincuentes ocasionales se destaca
el porcentaje reducido de los que serán reincidentes. Estos a menudo han
pertenecido a bandas y, a través de un proceso de socialización, se han
habituado a un modo de vida criminal.

Un grupo muy reducido de delincuentes es responsable de una gran parte de


delitos. Esto es así, especialmente, en delitos tales como las violencias y robos
con fuerza en las cosas en los que se distingue un núcleo de reincidentes
múltiples cuyas actividades delictivas no guardan proporción con el número de
individuos que los componen. Los delincuentes que pertenecen a esta
categoría son en general bien conocidos por los servicios sociales y las fuerzas
del orden desde su primera infancia. La manera más eficaz de prevenir el gran
número de delitos cometidos por estas personas es impedir que este tipo de
delincuencia consiga adeptos.

Cuanto más se permita perpetuar este tipo de conductas delictivas, más difícil
será frenarlas mediante medidas sociales o de intervención con fines
preventivos. Por ello, resulta decisivo impedir lo antes posible que los niños y
adolescentes se dejen atraer por la delincuencia grave. Para impedir que las
normas de las bandas sustituyan a las de la sociedad es importante romper
esas bandas tan pronto como sea posible. La sociedad debe reaccionar contra
estas conductas erróneas en una fase precoz.

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Urbanismo
En lo que concierne al urbanismo, la función más importante de la prevención
de la delincuencia se refiere a la presencia de una protección adecuada. Los
debates sobre protección adecuada se centran por lo general en soluciones
técnicas, refiriéndose, por ejemplo, a dispositivos de alarma y de vigilancia.

Sin embargo, el concepto de protección adecuada debe ampliarse también a


otras soluciones. Una casa que nunca está vacía corre menos riesgo de ser
asaltada que una casa que quede vacía periódicamente. El mismo
razonamiento podría aplicarse a cualquier entidad geográfica. Los "usuarios"
de una ciudad (quienes residen, trabajan, visitan la ciudad, van a divertirse,
etc.) ejercen una vigilancia indirecta de la ciudad. De este modo, constituyen
una protección adecuada contra la mayoría de los tipos de delincuencia.
Además, hay razones de sobra para pensar que la composición de los usuarios
de la ciudad desempeña un importante papel en el efecto de la protección.

El urbanismo desempeña un importante papel cuando se trata de saber si las


personas que pertenecen a las diferentes categorías que frecuentan una
ciudad constituyen un grupo uniforme durante las veinticuatro horas. Un barrio
que acoge de día a gente que trabaja y que, por la noche, no es frecuentado
más que por noctámbulos no está protegido con la misma eficacia que el barrio
en que conviven las diversas categorías (residentes, trabajadores, personas
que buscan distracciones, etc.) Mediante lugares de encuentro de carácter
social donde los ciudadanos pueden reunirse se refuerza el control social y, de
ese modo, la sensación de seguridad en el ciudadano.

Para los urbanistas debe ser importante tratar de remediar aquellas situaciones
estructurales que generan inseguridad como, por ejemplo, la degradación
urbana. Los barrios deteriorados o degradados acogen a menudo a ciudadanos
que padecen diversos problemas. El desempleo, la pobreza, los malos tratos y
la delincuencia son en ellos fenómenos corrientes y la proporción de
inmigrantes entre quienes residen en estas zonas suele ser elevada.

Tanto en las nuevas construcciones como en la renovación de zonas


deterioradas de la ciudad es preciso tener en cuenta desde la fase de su
concepción los aspectos de prevención de la violencia. Esto se puede realizar

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mediante una estrecha colaboración entre las autoridades responsables en
materias urbanísticas, los propietarios de bienes inmobiliarios y las autoridades
encargadas de la seguridad de la comunidad.

En los Estados miembros de la Unión Europea


hay diversos proyectos en curso para estudiar y
poner a prueba formas de urbanismo que tengan
un efecto preventivo en la delincuencia.

Entorno Familiar

En la familia, los dos factores que con más


frecuencia se asocian al desarrollo de violencia
es tener familiares directos que también sean
violentos y/o que abusen de sustancias. Un
entorno familiar disruptivo potencia las predisposiciones congénitas que
algunos individuos tienen frente a la violencia (i.e. síndrome de alcohol fetal) y
por sí mismo produce individuos que perciben a la violencia como un recurso
para hacer valer derechos dentro de la familia.
Un estudio con niños adoptados mostró que los actos que desembocaban en

una pena de prisión correlacionaban mejor con el número de ingresos a la


cárcel de sus padres biológicos que con la conducta de sus padres adoptivos.

El Individuo Violento

1. En los individuos violentos vemos la interacción de los trastornos


descritos. Por ejemplo, en los delincuentes crónicos se encuentran
varios o todos los siguientes rasgos.
2. Socialización pobre como niños: pocos amigos, no los conservaban,
sin ligas afectivas profundas, etc.
3. Poco supervisados o maltratados por sus padres: los dejaban solos,
a su libre albedrío, y cuando estaban presentes, los maltrataban.
4. Buscan sensaciones en forma continua: desde chicos son “niños
problema,” y los mecanismos de control social no tienen gran
influencia sobre ellos.
5. Manejan prejuicios como base de su repertorio: “todos los
blancos/negros/mujeres/hombres son así”
Abusan del alcohol.

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Causas Psicológicas

La violencia se relaciona de manera consistente con un trastorno mental – en


realidad de personalidad – en la sociopatía, llamada antes psicopatía y, de
acuerdo al DSM-IV, trastorno antisocial de la personalidad (DSM-IV 301.7; ICD-
10 F60.2) y su contraparte infantil, el trastorno de la conducta, llamado ahora
disocial (DSM-IV 312.8; ICD-10 F91.8), aunque hay que aclarar no todos los que
padecen este último evolucionan inexorablemente hacia el primero, y de ahí la
importancia de la distinción. El trastorno antisocial de la personalidad se
establece entre los 12 y los 15 años, aunque a veces antes, y consiste en
comportamiento desviado en el que se violan todos los códigos de conducta
impuestos por la familia, el grupo, la escuela, la iglesia, etc. El individuo actúa
bajo el impulso del momento y no muestra arrepentimiento por sus actos.
Inicialmente esta violación persistente de las reglas se manifiesta como
vandalismo; crueldad con los animales; inicio precoz de una vida sexual
promiscua, sin cuidado respecto al
bienestar de la pareja; incorregibilidad;
abuso de sustancias; falta de dirección e
incapacidad de conservar trabajos; etc.
Salvo que tengan una gran inteligencia o
que presenten formas menos graves del
trastorno, fracasan en todo tipo de
actividades, incluyendo las criminales, ya
que carecen de disciplina, lealtad para con
sus cómplices, proyección a futuro, y
siempre están actuando en respuesta a
sus necesidades del momento presente. El
trastorno es cinco a diez veces más frecuente en hombres que en mujeres.
Como estos sujetos están más representados en los estratos más pobres, hubo
alguna discusión sobre si la pobreza induce o potencia estas alteraciones. Esto
se ha descartado: los individuos con trastorno antisocial de la personalidad, por
su incapacidad de lograr metas y conservar empleos, tienden a asentarse
naturalmente en los estratos de menores ingresos.

Causas Sociales

La desigualdad económica es causa de que el individuo desarrolle


desesperanza. No se trata de la simple pobreza: hay algunos países o
comunidades muy pobres, como el caso de algunos ejidos en México, en los
que virtualmente desconocen el robo y la violencia de otro tipo. Sin embargo,
la gran diferencia entre ricos y pobres y sobre todo la imposibilidad de
progresar socialmente sí causa violencia: la frustración se suma a la evidencia
de que no hay otra alternativa para cambiar el destino personal.
Más importante como causa social es la llamada subcultura delincuente.
Aunque sus detractores dicen que esta hipótesis carece de evidencia
experimental, hay comunidades, barrios y colonias en donde niños y jóvenes

1
0
saben que para pertenecer al grupo y formar
parte de su comunidad necesitan pasar
algunos ritos de iniciación, entre los que se
encuentran robar, asaltar o quizá cometer una
violación

DESARROLLO

La violencia en el Perú y el mundo


La violencia es un fenómeno social que va en
aumento en las principales ciudades de todo
el mundo. En Europa Occidental los delitos
menores y las conductas antisociales han crecido rápidamente, mientras que la
incidencia de delitos graves ha sido controlada gracias a la aplicación de
medidas modernas de mantenimiento del orden y de la justicia penal, así como
al establecimiento de sofisticadas formas de cooperación internacional. En los
países en desarrollo y en Europa Oriental están aumentando tanto los delitos
menores como los crímenes violentos. Incluso en Asia, donde se registró una
disminución de los delitos en general entre 1975 y 1990, se ha registrado un
crecimiento considerable de los delitos contra la propiedad, de la delincuencia
organizada y el tráfico de drogas en las ciudades de más de 100.000
habitantes (Vanderschueren, 2000).
El mismo autor expresa que las pautas
delictivas están cambiando. Por un
lado, los delincuentes son cada vez
más jóvenes, debido, en parte, a la
proliferación de niños de la calle y de
bandas callejeras. Por otro, los
crímenes violentos como los
asesinatos, son cada vez más
comunes.
El Perú no escapa de dicha realidad.
Los actos de violencia se han
incrementado notoriamente en las
ciudades, y en ella son partícipes
frecuentemente, menores de edad.

Causas de la violencia en el Perú

El Perú confronta desde hace varios años, problemas económicos y sociales


que afectan a los estratos más vulnerables de la población, en especial la
madre y el niño. Así podemos señalar el incremento acelerado y desorganizado
de la población frente a servicios básicos deficitarios, un aumento en el costo
de vida en desmedro del poder adquisitivo, el incremento de la tasa de
desempleo y subempleo, la desintegración familiar y el terrorismo;
problemática que se ve reflejada en los llamados por la UNICEF como “Menores
en circunstancias Especialmente Difíciles”, como son los niños de la calle,
víctimas de violencia armada, niños trabajadores, maltratados, infractores,
etc..

1
1
La población total del país es de 22, 639,443 habitantes (INEI, 1993). La
pobreza afecta a 13 millones de peruanos, quienes perciben ingresos
insuficientes para cubrir la canasta familiar y
aprox. 4.5 millones viven en condición de
extrema pobreza, de los cuales 596 mil son
niños menores de 04 años y un millón cien
mil, entre 5 y 14 años. Los más de 15 años de
violencia terrorista dejaron 30 mil niños
huérfanos, 12 mil discapacitados, sin contar
los niños muertos y sus funestas
consecuencias en las estructuras sociales.
Las deficientes condiciones de vida agravada
por la existencia de familias con prole
numerosa y abandonados por el padre,
impulsan a muchos niños a trabajar. El censo
de 1993 (INEI), registró que uno de cada 14
niños son trabajadores (435 mil). Estos niños
crecerán por lo general, sin mayores
oportunidades de estudio y adquirirán
patrones de conducta adaptativa a la realidad
hostil que la calle les presenta, entre ellas el
consumo de sustancias psicoactivas y la delincuencia.

Familia y delincuencia juvenil

La familia como el primer espacio de socialización del niño, ejerce gran


influencia en los patrones conductuales y relacionales con el mundo que lo
rodea. Por tanto cuando la familia no desarrolla un vínculo funcional protector,
promotor y armónico, puede sobrevenir la inadaptación.
Según Amando Vega (1994), las características familiares más frecuentemente
asociadas con la delincuencia son:
• La antisocialidad de los padres.
• Supervisión y disciplina ineficaz.
• Desavenencias y falta de armonía familiar, pobres relaciones entre padres e
hijos.
• Familias numerosas y marginación social.
Vacca (1998), explica que una familia disfuncional puede conducir a uno o más
de sus integrantes a desarrollar una determinada patología, definiéndola como
“un patrón de conductas desadaptativas e indeterminadas que presenta de
manera permanente uno o varios integrantes de una familia, y que al
relacionarse con su membrecía se genera un clima propicio para el surgimiento
de patologías específicas e inespecíficas”.
El mismo autor refiere que los diversos tipos de familias disfuncionales
propiciarán un clima psicopatológico al interior de la misma, que afectará en
diferente grado a los miembros del núcleo familiar, condicionando patologías
específicas:
• Familias disfuncionales neurotigénicas
• Familias disfuncionales psicotigénicas

1
2
• Familias disfuncionales psicopatogénicas, y
• Familias disfuncionales adictogénicas
Cada una de las cuales y en contacto con los factores de riesgo compatibles
con cada uno de sus miembros y/o su factor predictivo correspondiente pueden
incubar y desencadenar los cuadros psicopatológicos respectivos. Por tanto, la
adicción tendría lugar por la conjunción de una serie de factores de riesgo que
predisponen, exponen o facilitan que una persona desarrolle un vínculo
patológico con una SPA, actividad, aparato o persona que desencadene en una
posterior adicción. La posibilidad de “engancharse” y generar una adicción se
potencializa si el individuo posee un Factor Predictivo Positivo, referido a una
predisposición orgánica heredada (bioquímica, neurológica, fisiológica y
psicológica), dependiendo también del tipo de adicción desarrollada, por
ejemplo, en el caso de SPA, se observa que los consumidores de PBC,
desarrollan rápidamente una psicopatización secundaria. Dicha posibilidad
disminuye si dicho individuo posee factores de protección suficientes para
enfrentar con éxito los riesgos a que todos en cierto momento, estamos
expuestos. Por ejemplo podemos citar como factores protectores el hecho de
tener un trabajo satisfactorio, pertenecer a clubes deportivos, organizar
racionalmente su tiempo, ser asertivo, etc.
Entre los factores de riesgo tenemos los macrosociales, que son aquellos
propios de la estructura social, como la actitud permisiva de la sociedad frente
a algunas sustancias, la presión de grupo, la accesibilidad para obtener una
droga, los mensajes publicitarios que promueven el consumo y el gasto, la
exclusión social, la corrupción, la pobreza, la falta de oportunidades de trabajo,
estudio y autorrealización en general, etc.
Los factores microsociales, están referidos al sistema familiar, la distribución
de roles y responsabilidades, las creencias, los patrones de crianza, etc.
Principalmente las familias denominadas “Familias Disfuncionales
Adictógenas”, son aquellas que promueven el uso de drogas convencionales y
no convencionales. En este caso se observa maltrato entre los miembros,
abuso de drogas legales o ilegales, comportamientos obsesivos y compulsivos,
alianzas patológicas, rigidez en las normas y problemas de comunicación, entre
otros.
La característica de personalidad del individuo puede ser un factor de riesgo
individual, cuando existen rasgos disfuncionales como baja tolerancia al estrés,
baja autoestima, deficiente repertorio de habilidades sociales, impulsividad, así
como sentimientos de soledad, curiosidad y falta de apoyo emocional.
Es así que se puede afirmar que la adquisición de una conducta adictiva,
convencional o no, posee una etiología multicausal, es decir, tiene lugar debido
a una combinación de factores individuales y ambientales que se deben tener
en cuenta en la prevención y tratamiento con la finalidad de controlar y/o
disminuir y extinguir - según el caso - aquellos elementos de riesgo y
predictivos, y reforzar, promover e incrementar los factores protectores o
funcionales.

Características psicosociales del adolescente infractor

Los adolescentes infractores poseen una personalidad marcada por la


marginación, el abandono afectivo, las carencias económicas y culturales y el

1
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maltrato en general, lo cual lo convierte en una persona impulsiva, rebelde,
resentida, influenciable e insegura, siendo vulnerable a los múltiples estímulos
que la calle ofrece, lo que le permitirá “integrarse” y cubrir necesidades
afectivas insatisfechas. Es así que comienzan a probar licor y otras drogas
como marihuana y terokal, para luego probar drogas más fuertes como PBC,
consumiéndolas muchas veces para “darse valor” en la comisión del delito, y la
falta de la misma, con la ansiedad que esto les causa, será una de las causas
para agenciarse de dinero rápidamente, a través del delito.
En una investigación inédita del Equipo Multidisciplinario del Centro Juvenil de
Diagnóstico y Rehabilitación de Lima (1995), realizada a 197 adolescentes que
cumplían la medida socioeducativa de internación por haber realizado un acto
infractor, se determinaron algunas características psicosociales específicas a
esta población:
• La mayoría de adolescentes presentaban fugas del hogar entre los 07 y 15
años de edad, despegándose paulatinamente del núcleo familiar y
acercándose a la calle, integrándose a otros menores de similares
características.
• Inclusión temprana en el medio laboral informal como lustrabotas, lavar
carros, cobrador de combi, pedir limosna, venta de caramelos, etc.
• Consumo de diversas drogas, el alcohol es el más referido, el cual es
consumido en fiestas o discotecas. El terokal es común en estos grupos,
especialmente los llamados “pirañitas” y la pasta básica de coca es más
frecuente en adolescentes de mayor edad y mayor experiencia en el delito.
• El lenguaje se presenta limitado, simple y directo, utilizando jergas y
modismos.
• Presentan una tendencia a vivir el presente, buscando gratificaciones
inmediatas, debido a experiencias pasadas frustrantes y una percepción
pesimista del futuro.
• Locus de control externo, consideran que los sucesos de un individuo están
determinados por el “destino o suerte”.
• Bajo nivel de escolaridad (55% de la muestra no concluyó el nivel de
primaria).
• Inicio sexual temprano.
• Déficit en su formación valorativa.
• Procedencia de zonas urbanas marginales de la ciudad de Lima (San Juan de
Lurigancho, Comas, Villa María del Triunfo, etc.).
• Hijos de padres migrantes.
• Escasa disposición para el aprendizaje, por posible déficit alimenticio, escasa
estimulación, carga laboral temprana, déficit en la atención).
• Procedencia de hogares disfuncionales y desorganizados. Gran porcentaje
refiere problemas de violencia en el núcleo familiar.
• Familia numerosa (generalmente posee entre 04 y 09 hermanos).
• Carencia de modelos de conducta e identificación adecuados. Muchos de los
padres han cometido actos contra la ley, consumo de alcohol y otras drogas,
violencia, etc.
• Personalidad inestable e inmadura, con rasgos impulsivos, suspicacia y
hostilidad.
• Baja autoestima.

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Craft (1974), señala que el psicópata se caracteriza por ser incapaz de
responder emocionalmente en situaciones en las que se esperaría que
personas normales lo hicieran y por poseer una irresistible tendencia a actuar
impulsivamente. Los rasgos más saltantes serían la agresividad, la ausencia de
sentimientos de culpa ante el comportamiento inadecuado, imposibilidad de
modificación conductual mediante castigo y la falta de motivación hacia
proyectos altruistas.

Drogas y delincuencia juvenil

La problemática del consumo de drogas y su relación con la violencia juvenil es


un tema que cada vez adquiere mayor importancia en la sociedad. La edad de
inicio en el consumo ha disminuido y existe un aumento en la ingesta de
diferentes drogas asociado a conductas desadaptadas. Es así que la
inadaptación social puede llevar al consumo de drogas o viceversa, en el
primer caso hablamos de “psicopatía primaria” y en el segundo de “psicopatía
secundaria”.
La psicopatía, también denominada trastorno antisocial de la personalidad o
trastorno disocial de la personalidad (CIE - 10), se caracteriza por continuos
actos delictivos o antisociales y supone una incapacidad para adaptarse a las
normas sociales.
F91 Trastornos disociales (CIE - 10)
“Los trastornos disociales se caracterizan por una forma persistente y reiterada
de comportamiento disocial, agresivo o retador. En sus grados más extremos
puede llegar a violaciones de las normas, mayores de las que serían aceptables
para el carácter y la edad del individuo afectado y las características de la
sociedad en la que vive. Se trata por tanto de desviaciones más graves que la
simple "maldad" infantil o rebeldía adolescente. Los actos antisociales o
criminales aislados no son, por si mismos base para el diagnóstico, que implica
una forma duradera de comportamiento”.
“Los trastornos disociales suelen estar relacionados con un ambiente
psicosocial desfavorable, entre ellos relaciones familiares no satisfactorias y
fracaso escolar, y se presenta con más frecuencia en chicos. La distinción entre
los trastornos disociales y los trastornos de las emociones es bien definida,
mientras que su diferenciación del trastorno hipercinético es menos clara y es
frecuente un solapamiento entre ambos”.

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Pautas para el diagnóstico (CIE - 10)

“Se debe tener en cuenta el nivel del desarrollo del niño. Las rabietas, por
ejemplo, forman parte de un desarrollo normal a la edad de tres años y su
mera presencia no debería ser una indicación para el diagnóstico. Del mismo
modo, la violación de los derechos cívicos de otras personas (como un crimen
violento), no se encuentra al alcance de la mayoría de los niños de siete años
de edad, y por lo tanto, no constituye una pauta diagnóstica para este grupo
de edad”.
“Las formas de comportamiento en las que se basa el diagnóstico pueden ser
del tipo de las siguientes: grados excesivos de peleas o intimidaciones,
crueldad hacia otras personas o animales, destrucción grave de pertenencias
ajenas, incendio, robo, mentiras reiteradas, faltas a la escuela y fugas del
hogar, rabietas frecuentes y graves, provocaciones, desafíos y desobediencia
graves y persistentes. Cualquiera de estas categorías, si es intensa, es
suficiente para el diagnóstico, pero los actos disociales aislados no lo son”.
De acuerdo al Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
DSM, hoy DSM-IV de la APA (American Psychriatic Association), los criterios
diagnósticos para el Trastorno Disocial (hasta los 17 años de edad), son los
siguientes (Se requiere la presencia de 03 criterios durante los últimos 12
meses o por lo menos un criterio durante los últimos 06 meses):

Agresión a personas y animales

1) A menudo fanfarronea, amenaza o intimida a otros.


2) A menudo inicia peleas físicas.
3) A usado arma que pueda causar daño físico grave a otras personas (bate,
ladrillo, navaja, botella rota, pistola, etc.).
4) Ha manifestado crueldad física con las personas.
5) Ha manifestado crueldad física con animales.

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6) Ha robado enfrentándose a la víctima.
7) Ha forzado a alguien a una actividad sexual.

Destrucción de la propiedad

8) Ha provocado deliberadamente incendios con la intención de causar daños


graves.
9) Ha destruido deliberadamente propiedades de otras personas.

Fraudulencia o robo

10) Ha violentado el hogar, la casa o el auto de otra persona.


11) A menudo miente para obtener bienes, favores o evitar obligaciones.
12) Ha robado objetos de cierto valor, sin enfrentamiento con la víctima.

Violaciones graves a las normas

13) A menudo permanece fuera de casa de noche a pesar de las


prohibiciones paternas, iniciando este comportamiento a los 13 años de
edad.
14) Se ha escapado de casa durante la noche por lo menos dos veces,
viviendo en la casa de sus padres o en un lugar sustituto (o solo una vez sin
regresar durante un largo tiempo).
15) Suele hacerse “la vaca” en la escuela, iniciando la práctica antes de los
13 años.
Debido a la experiencia clínica de los profesionales que trabajan en los centros
juveniles del país, también se tiene en cuenta en el diagnóstico con los
adolescentes infractores, la presencia de cortes y cicatrices en la piel, así como
los tatuajes y su simbología.

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La psicopatía primaria se presenta a edad temprana, generalmente en la
infancia y adolescencia. Se denomina primaria porque su aparición y desarrollo
es anterior al inicio de un consumo de drogas. Puede ser pronosticada desde
los 07 u 08 años de edad, observándose algunos comportamientos que lo
diferencian de los demás niños de su edad como el desafío a la autoridad de
los padres y al castigo físico, mentiras frecuentes, crueldad con los animales y
otros niños, etc. En los hogares de estos niños se ha encontrado que existe
violencia por parte de uno de los padres, verbal, física o sexual,
constituyéndose en las llamadas “familias disfuncionales psicopatogénicas“.
En estos niños se ha encontrado altos niveles de ansiedad, buscando juegos o
actividades que impliquen riesgo o peligro, sin medir las consecuencias.
Al llegar a la adolescencia se pueden presentar fugas de la casa, enuresis
nocturna, robo callejero o en la calle, así como la búsqueda e integración a
grupos marginales como pandillas, barras bravas, etc.
Noyes (1990), describe a estos adolescentes como belicosos, malhumorados,
mentirosos, manipuladores, tercos, desafiantes, jactanciosos, desvergonzados,
insatisfechos, resistentes a la autoridad familiar, desaprensivos.
La psicopatía secundaria se diferencia de la primaria en su etiología, es decir
en el origen del cuadro y no en su fenomenología, puesto que ésta es muy
similar en ambos casos. Es así que el individuo que se expone a una sustancia
psicoactiva va desarrollando características psicopáticas, lo que ha sido
denominado como un “proceso de psicopatización” (Oliver, 1979). Este proceso
consiste en la adquisición de un sistema de comportamientos antisociales que
van surgiendo en el usuario de drogas, siendo más evidente en el consumidor
de PBC.
El proceso de psicopatización afecta el metabolismo, fisiología, psicología,
comportamiento del consumidor, pero principalmente existe un deterioro en su
sistema cognitivo, sustituyendo su conciencia social e individual adaptada y
productiva por otra que le permita eliminar la culpa y el conflicto que el
consumo le trae. Es así que la disonancia cognitivo afectiva es eliminada a
través de la reestructuración de sus argumentos, valoraciones, creencias y
actitudes con respecto a la droga y su consumo. Como toda cognición produce
una emoción, reestructura sus emociones y su conducta, tornándose
insensible, desapegado con su entorno familiar y personas cercanas.

Tipos de delito: Marco legal


Como hemos visto, el consumo de sustancias
puede llevar a la delincuencia producto de un
proceso de psicopatización secundaria y una
estructura psicopática puede llevar a la
delincuencia y/o al consumo. Cuando se
perpetúan actos antisociales que atentan contra
las normas o principios de convivencia y
equidad social, la comunidad se protege
mediante leyes que sancionan estas
desviaciones. Así, el individuo se ve confrontado
con un sistema legal y, de acuerdo a su edad,
estado mental, gravedad del hecho,
circunstancias, etc., será sujeto a un proceso

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judicial que determinará su inocencia o culpabilidad y de ser el caso, se
impondrá una pena o medida privativa de la libertad o en libertad, bajo ciertas
condiciones.
En el caso de menores de edad, el Código de los Niños y Adolescentes
establecen diversas medidas socioeducativas, cuya finalidad es lograr la
rehabilitación:
• Protección, para aquellos niños hasta los 11 años de edad, que han cometido
alguna infracción. Esto incluye el cuidado en el propio hogar, participación
en un programa educativo de la comunidad o atención integral en un
establecimiento de protección (casa hogar).
• Amonestación, para los adolescentes a partir de los 12 a 17 años de edad y
consiste en una llamada de atención por su comportamiento por parte del
Juez de Familia. La familia también es recriminada con el fin de que presten
mayor atención a la conducta de su hijo.

• Prestación de Servicios a la Comunidad, mediante el cual el adolescente se


compromete a cumplir una serie de actividades en favor de su comunidad
por un plazo máximo de seis meses.
• Libertad Asistida, en donde el adolescente estará bajo la supervisión de un
tutor por un máximo de ocho meses, quien deberá brindarle promoción y
orientación en su propio medio sociofamiliar.
• Libertad Restringida, la cual consiste en que el adolescente debe cumplir
diariamente con asistir a un centro juvenil abierto, con el fin de recibir
orientación y capacitación ocupacional, por un plazo máximo de doce meses.
• Internación, medida privativa de la libertad para aquellos adolescentes que
hayan cometido actos graves (robo agravado, tráfico ilícito de drogas,
violación, homicidio, pandillaje pernicioso), por un plazo máximo de tres
años, a excepción de seis años para pandillaje pernicioso.
El sistema penal juvenil en el Perú, está orientado a lograr una rehabilitación
que facilite la incorporación social productiva del adolescente y no
simplemente en la aplicación de una sanción. Aunque se ha avanzado mucho
en este aspecto, aún queda un largo camino que recorrer para lograr la paz
social, puesto que el problema es multifactorial y su solución requiere del
compromiso e intervención de todos los actores sociales.
En la actualidad existen un promedio de 1000 pandillas juveniles solo en la
ciudad de Lima y el 70% de actos delictivos en la capital son ejecutados por
éstas (Diario El Comercio). Estos actos van desde arrebatos o hurto simple
hasta asaltos con arma blanca o de fuego, violación y homicidio.
En los 10 Centros Juveniles que administra el Poder Judicial en todo el país, 09
son para adolescentes con medida socioeducativa de internación, es decir, han
cometido una infracción considerada grave. Entre las infracciones o delitos más
comunes están el robo agravado (42.3%), la violación (19.3%), pandillaje
pernicioso (08.6%), etc. (ver anexos). Muchos de los cuales afirman haber
estado bajo la influencia de alguna SPA al momento de cometer el delito.
Si bien los datos obtenidos pueden no representar enteramente la realidad
(tendencia a falsear), una gran cantidad de adolescentes refiere consumir o
haber consumido alcohol (77.6%). En menor proporción reconocen haber
consumido marihuana, terokal y PBC. Es interesante observar que un 11.3% de
adolescentes presentó síntomas clínicos de dependencia a una SPA.

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Prevención de la conducta delictiva y adictiva

El lema “es preferible prevenir que lamentar” es muy cierto. ¿Cuanto


sufrimiento se evitaría de existir mayor solidaridad y cooperación, respeto y
afecto por los demás?
Cuando se habla de prevención se suele distinguir varios niveles, según el
momento de intervención en relación con el problema: Prevención primaria,
secundaria y terciaria:
La prevención primaria se refiere a las intervenciones a llevar acabo antes que
el problema se presente. Aquí se atacan las causas o factores que lo producen
y favorecen mediante una serie de acciones educativas dirigidas a la familia,
escuela, barrio, pares, etc.
La Prevención secundaria tiene por objetivo descubrir y acabar con un
trastorno, proceso o problema lo antes posible o remediarlo parcialmente,
buscando principalmente la detección precoz del problema que genere una
respuesta de intervención inmediata. Así tenemos como ejemplo la
intervención en momentos de crisis, atención educativa a grupos de alto
riesgo, etc. (Amando, 1994).
La prevención terciaria pretende detener o retardar la evolución del problema
y sus consecuencias. En el caso de sujetos que han incurrido en el delito se
incluyen actividades como la reeducación, la terapia y rehabilitación
psicológica y la reinserción laboral y social.
Prevenir es impulsar una cultura de paz mediante la promoción de la familia, su
inclusión social, el desarrollo de conductas prosociales y el compromiso de
todos los actores sociales: clubes de madres, comités vecinales, Iglesia, Policía,
sector educación, salud, trabajo, etc. Solo así tendremos una sociedad más
justa y solidaria.

Tratamiento y reinserción social

Desde Lombroso hasta el día de hoy, muchos autores se han dedicado al


estudio de la psicopatía y su tratamiento. Desde considerarlo una enfermedad
de la moral o locura social hasta un enfoque más científico clínico y educativo.
El tema ha sido tratado desde una perspectiva sociológica, biológica,
psicológica, etc., contribuyendo al logro de un mayor entendimiento del
problema y su solución.
En la actualidad predominan los enfoques integrales en muchas áreas de
acción y utilizando técnicas de la psicología del comportamiento, terapia
sistémica, cognitivo afectivo, etc. Los grupos de autoayuda, comunidades
terapéuticas y el tratamiento ambulatorio han aportado en los últimos años

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mayores elementos que posibilitan la recuperación y reinserción social del
paciente. Sea cual fuere el enfoque de tratamiento, el terapeuta es quien tiene
la responsabilidad de dirigir o facilitar el proceso de tratamiento, por lo que
debe poseer las competencias requeridas y la experiencia necesaria.
En primer lugar, el terapeuta debe motivar al paciente a iniciar y continuar su
tratamiento e involucrar a la familia en el proceso. La construcción de la
motivación hacia el tratamiento de una conducta adictiva es esencial para
garantizar o favorecer una intervención exitosa. Crear esta motivación al
cambio en el paciente es el principal reto del terapeuta, puesto que sin ella o
con una motivación prestada, no será posible avanzar hacia la abstinencia y
cambio de filosofía de vida.
En este sentido el terapeuta debe poseer gran experiencia, templanza y
manejo de conocimientos, que le permitan facilitar, promover, orientar al
paciente hacia la construcción de la motivación, punto de partida hacia un
cambio conductual duradero.
El primer reto del terapeuta es crear la necesidad de cambio, mover las bases
filosóficas que sustentan la conducta adictiva, así como brindar el
acompañamiento y apoyo en el proceso; para lo cual se debe estimular un
clima de confianza y comprensión.
En los Centros Juveniles del Poder Judicial se viene brindando una atención
integral a los adolescentes infractores, quienes se integran a un proceso
terapéutico muy parecido a una comunidad terapéutica multiprofesional.
Durante los últimos tres años se ha sistematizado la experiencia, la cual ha
sido plasmada en el documento denominado “Sistema de Reinserción Social
del Adolescente Infractor”, documento técnico normativo especializado en el
tratamiento del adolescente infractor, el cual comprende una serie de
programas, métodos, técnicas e instrumentos de carácter eminentemente
educativo, acorde con las leyes y normas compatibles con los derechos
humanos, cuyos contenidos resumidos se presentan a continuación:

Programas Educativos en Medio Cerrado

• Programa de Bienvenida: Recepción e Inducción.


• Programa I: Acercamiento y Persuasión.
• Programa II: Formación Personal.
• Programa III: Formación Laboral.

Programas Educativos en Medio Abierto

• Programa IV: Residentado Juvenil


• Programa V: Orientación al adolescente.

Programas Educativos Complementarios

• Programa de Atención Intensiva


• Programa Madre María

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• Programa Huellas en la Arena

Programa de bienvenida: En el presente programa, se establece el primer


acercamiento al adolescente y se le prepara para aceptar el proceso de
cambio. El procedimiento de Bienvenida al adolescente tiene vital importancia
puesto que será la primera impresión que obtendrá de nosotros y de nuestro
trabajo. Debemos recibirlo amablemente, realizando un recorrido por las
instalaciones, ubicándolo en el ambiente que le corresponde, presentándolo a
los demás trabajadores y a sus pares por su nombre. El acompañamiento en
las actividades que realice, la labor de consejería y la supervisión deben ser
constantes.
Programa I: El adolescente que ingresa al centro juvenil iniciará su
rehabilitación social en este programa. El propósito fundamental es promover
en el adolescente la toma de conciencia de error y voluntad al cambio,
mediante un acercamiento natural hacia el adolescente, fomentando el
contacto afectivo, la confianza y respeto, siendo el Educador un agente
facilitador en el proceso de reflexión, convencimiento, compromiso y
preparación para aceptar en condiciones favorables un proceso educativo
destinado a un cambio personal, así como a una formación ocupacional. El
acompañamiento en las actividades que realice, la labor de consejería y la
supervisión deben ser constantes. Las actividades programadas están dirigidas
hacia la estructuración de tiempos y espacios, desarrollo de hábitos de salud
adecuados, disciplina, así como un buen uso del tiempo libre. En este
programa se desarrollan talleres formativos básicos de contenido terapéutico
como musicoterapia, manualidades, dibujo y pintura, teatro, etc... Es
importante el acercamiento a la familia con el fin de comprometerla en el
proceso educativo de sus hijos mediante visitas domiciliarias y participación en
la Escuela de Padres.
Programa II: Una vez logrados los objetivos del programa I, el adolescente se
incorpora a un proceso educativo que comprende la adquisición,
internalización y desarrollo de valores inherentes al desarrollo personal,
cambio de actitudes hacia la autoridad, su familia y la sociedad, desarrollo de
hábitos adecuados de comportamiento y de potencialidades; mediante un
conjunto de técnicas de intervención. En esta etapa, el adolescente va
adquiriendo mayor responsabilidad a través de la participación activa en su
proceso educativo. Educar en valores, implica que el adolescente aprenda a
conocer, querer e inclinarse por todo aquello que sea noble, justo y valioso.
Estos valores son: El respeto, la tolerancia, la confianza, la amistad, la
sinceridad, la paz, la honradez, la cooperación, la generosidad, la gratitud, la
responsabilidad, la lealtad, entre otros.
Programa III: Una vez que el adolescente a avanzado significativamente en su
proceso educativo, se incorpora en el presente Programa, que a diferencia de
los dos programas anteriores, tiene un carácter semiabierto. Es así que el
adolescente se incorpora a un proceso de capacitación técnico-ocupacional sin
descuidar su formación y desarrollo personal. El objetivo del presente
programa es que el adolescente desarrolle destrezas y habilidades en una
ocupación específica que le permita competir en igualdad de condiciones en un
mercado laboral cada vez más especializado y exigente. La instrucción es
impartida por profesores calificados en los talleres ocupacionales que el centro

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juvenil ofrece o a través de convenios con instituciones que brinden
capacitación ocupacional dentro o fuera de sus instalaciones. Se fomenta la
producción, el ahorro y el desarrollo de microempresas.
Programa IV: Programa de modalidad abierta y voluntario, dirigido a aquel
adolescente egresado del Sistema, que no tiene opción de integrarse a su
grupo familiar. Así el adolescente convive en un hogar con otros compañeros
en similar situación, compartiendo vivencias y responsabilidades, bajo el
cuidado y orientación de una familia colaboradora del Sistema. En esta etapa el
adolescente deberá haber alcanzado independencia y niveles adecuados de
adaptación a la vida social y productiva en la sociedad, por lo tanto es capaz
de manejarse con un mínimo de control y supervisión. Por otra parte el
adolescente tendrá ocupaciones fuera de la casa, sea estudio o trabajo, en
consecuencia la organización, funcionamiento y tareas serán planificadas
anteladamente en forma equitativa, permitiendo que cada uno participe y
tenga responsabilidad en la conducción de la casa.
Programa V: Programa de modalidad abierta dirigido a adolescentes de ambos
sexos sujetos a medidas socioeducativas en libertad o régimen de
Semilibertad. El trabajo que se realiza es de carácter preventivo promocional,
el cual ofrece una serie de actividades articuladas de formación personal y
ocupacional a los adolescentes, así como orientación a la familia a través de la
Escuela de Padres y la activa participación de la comunidad en este proceso.
Dicho programa se desarrolla en centros juveniles de tipo abierto,
denominados “Servicio de Orientación al Adolescente” (SOA), cumpliendo una
serie de actividades durante el día, para luego asistir a la escuela o trabajo y
retornar a sus hogares, por tanto, los horarios de atención son flexibles,
adecuándose a las necesidades e intereses de sus usuarios. El Programa de
Orientación al adolescente presenta 04 modalidades de intervención de
acuerdo a la medida socioeducativa impuesta: Prestación de Servicios a la
Comunidad, Libertad Asistida, Libertad Restringida y el beneficio de la
Semilibertad.
Programa de Atención Intensiva, Atención en modalidad cerrada, dirigido a
aquellos adolescentes con problemas conductuales severos y resistentes a
aceptar propuestas de cambio en base a un proceso educativo. Es por tanto
indispensable brindar una atención intensiva que implique especial cuidado en
la seguridad, la disciplina y modificación de conductas inadecuadas,
orientación y consejería psicosocial permanente, así como un acercamiento
individualizado.
Programa Madre María, Programa dirigido a aquellas adolescentes infractoras
con medida de internación, que se encuentran en proceso de gestación,
madres e hijos. Aquí las futuras madres, las madres y sus hijos reciben
atención integral en salud y educación, así como capacitación en técnicas de
estimulación temprana. Las adolescentes madres se van integrando a las
actividades de los demás programas de acuerdo a sus necesidades y
motivaciones.
Programa Huellas en la Arena, Programa dirigido a los adolescentes egresados,
con la finalidad de realizar seguimiento, asistir, atender psicológicamente,
espiritualmente y promocionar una reinserción efectiva al núcleo familiar y
social a través de actividades integradoras.
Los Programas cuentan con las fases siguientes:

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a) Acogida: Recepción cordial y sincera al adolescente, presentación a su nuevo
grupo de convivencia e información sobre objetivos del Programa.
a)Intervención: Incorporación del adolescente a las actividades educativas de
programa respectivo, como agente activo en su proceso de cambio.
a)Reforzamiento: Motivación a continuar desarrollándose, apoyo y orientación,
evaluación y preparación para incorporación en el Programa siguiente.
En cada uno de los Programas se desarrollan una serie de actividades
sistematizadas en 07 áreas de intervención, las cuales se encuentran en
constante interacción:
1.Área Personal, Atención oportuna de necesidades, evaluación e intervención
integral e individualizada del adolescente.
2.Área Socio-recreativa, Se encuentra orientada a la promoción del desarrollo
de habilidades sociales, autoestima, uso racional del tiempo, etc...
3.Área educativa, Se imparte educación en valores, a través de Encuentros
matinales, Módulos de Aprendizaje,
Módulos Educativos, Talleres formativos,
etc., que permita al adolescente adquirir
conocimientos prácticos y actitudes
positivas.
4.Área laboral, Actividades orientadas al
desarrollo de conocimientos y
habilidades técnico-ocupacionales, a
través de Talleres ocupacionales y
cursos de capacitación, que permita al
adolescente competir en mejores
condiciones en el mercado laboral.
5.Área familiar, Conjunto de actividades
destinadas a comprometer, educar y
preparar a los padres o responsables de
los adolescentes, garantizando un real
apoyo al proceso educativo por medio
de la Escuela de Padres, visitas familiares, orientación familiar, participación de
la familia en actividades socializadoras del centro.
6.Área de formación espiritual, Actividades destinadas a desarrollar la Fe, la
búsqueda de un sentido de vida y la adquisición de convicciones morales, a
través de Encuentros de oración, Paraliturgia, Pastoral y Otros.
7.Área de proyección a la comunidad , Actividades orientadas al logro del
compromiso de la comunidad en el proceso educativo, a través de campañas
de difusión, sensibilización y acercamiento a la comunidad, convenios
educativos y laborales, etc.
En los casos que se han detectado síntomas clínicos de dependencia a SPA se
ha trabajado de la mano con el especialista. En el caso del Centro Juvenil de
Lima, se coordinó con CADES Callao, quienes brindaron un Programa de
prevención a 30 adolescentes en riesgo y un Programa de tratamiento a 30
adolescentes con sintomatología.

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