You are on page 1of 5

c  



Leyendas del mundo. Criaturas mitológicas.

Muchos años atrás, cuando el mundo era aun muy joven, salvajes y maravillosas creaturas
corrían libres por todas partes. El mas hermoso de todos ellos era el Unicornio.
Constantemente perseguido por los poderes mágicos de su cuerno, el Unicornio no era fácil
de capturar. No solo era suave y gentil, sino también extremadamente rápido, seguro y
agraciado, lo que frustraba hasta los más expertos casadores. Pero lo que aseguraba la
captura segura del Unicornio, era la ayuda de una joven e inocente moza. Pues a la creatura
le atraía su pureza, se acercaba confiado y descansaba su cabeza en las piernas de la joven.
Era así como la indefensa y despreocupada creatura era capturada. Y de esta
manera,despues desaparecieron todos los Unicornios. ¡Oh, el mundo ahora lamenta la
perdida de este ser tán mágico! Y ahora que es demasiado tarde, aun extrañamos su belleza.

c  
   

Una india llamada Maitén, de incomparable belleza, había despertado el amor de dos indios
pehuenches (hombres del pinar, en araucano).

Cuando ambos le manifestaron su amor, ella les confesó que se hallaba prometida a Coyán,
indígena de su propia toldería. No contentos con ello, y dispuestos a luchar por su amor,
allegáronse en consulta hasta el toldo de una india adivina.

De resultas de sus deliberaciones, y a los pocos días, Maitén fue adormecida por aquélla y
arrojada en una pequeña embarcación a las azuladas aguas Nahuel Huapi, en la que moraba
el espíritu que había de decidir a quién de los dos pertenecía el corazón de la joven.

Contra lo esperado, el genio del lago levantó bramando todo el caudal, abriendo un lecho
en la tierra rocosa por donde se deslizó pura y diáfana el agua, y la embarcación, a la que se
aferraba desesperadamente el fiel Coyán, comenzó a alejarse llevada por la corriente. "Poco
después ambos eran transformados en dos macá plateados (aves acuáticas) para que
continuaran su vida eternamente unidos y, desde entonces, aseguran los indios que al caer
la tarde se veía llegar una pareja de aves que se posaban breve tiempo sobre las ondas del
Nahuel Huapi y luego tendían nuevamente el vuelo hacía las alturas. Eran Maitén y Coyán,
que venían a testimoniar su gratitud al genio del lago por la dicha que les brindaba".














j 
 

Œe dice que en un pueblo muy aislado de toda civilización se contaba la historia de un jinete
que acostumbraba a hacer su recorrido por las noches en un caballo muy hermoso, la gente
muy extrañada se preguntaba ¿que hombre tan raro por que hace eso?, ya que no era muy
usual que alguien saliera y menos por las noches, a hacer esos recorridos.

En una noche muy oscura y con fuertes relámpagos desapareció del lugar, sin dar señas de
su desaparición. Pasaron los años y la gente ya se había olvidado de esa persona, y fue en
una noche igual a la que desaparecio, que se escuchó nuevamente la cabalgata de aquel
caballo. Por la curiosidad muchas personas se asomaron, y vieron un jinete cabalgar por las
calles, fue cuando un relámpago cayó e iluminó al jinete y lo que vieron fue que ese jinete
no tenia cabeza. La gente horrorizada se metió a sus casas y no se explicaban lo que habían
visto...



c    

Las niñas tuvieron que cruzar solas porque a la madre la llamaron del trabajo para que fuera
urgentemente. Les dijo a las niñas que cruzaran solas, pero que tuvieran cuidado, mirando a
los dos lados. Las niñas obedecieron. Nada más girarse la madre para marcharse oyó un
golpe muy fuerte detrás de ella. Eran sus hijas, habían sido atropelladas por un camión.
desgraciadamente, las dos habían muerto. Cuatro años más tarde la madre, aún joven, ya
que tenía 34 años, todavía vivía en la misma casa cerca de la carretera y no olvidaba ningún
día a sus dos gemelas. Afortunadamente, había vuelto a tener hijos, y casualmente eran dos
gemelas. Además, eran muy parecidas a las que murieron atropelladas. Esto hacía que la
madre olvidara en parte ese trágico suceso. Pero la fatalidad estuvo a punto de volver a la
familia, a pesar de prohibirles expresamente acercarse a la carretera. Un día las dos niñas
estaban jugando y decidieron cruzar la carretera. No venía nadie en ningún sentido, no
había peligro. En el último momento apareció su madre que chillando muy alterada, les dijo
que no cruzaran, a lo que las niñas respondieron al unísono: - Œi no pensábamos cruzar,...
ya nos atropellaron una vez y no volverá a ocurrir«












c  c c   c 

Hace muchísimos años, antes de que los españoles llegaran a estas tierras, los
indígenas que habitaban en las regiones próximas a los bosques del norte pertenecían
a razas menos civilizadas que las que vivían en el Cuzco, en el Perú, y estaban
gobernados por los incas, los emperadores que creían ser descendientes del Sol.
Estos indígenas eran los quichuas, que habían llegado a un grado de adelanto muy
grande, sólo comparable en América, con la civilización de los aztecas en México.
Se llegó a decir de ellos, que eran, más que un pueblo conquistador, un pueblo
civilizador.
Los quichuas extendieron sus dominios en todas direcciones llegando en sus
conquistas hasta el norte de lo que es hoy nuestro país.
Las tribus que vivieron próximas a esas regiones y que tuvieron conocimiento de la
cultura y el grado de adelanto alcanzado por dichos indígenas, les pidieron su
cooperación, a fin de elevar la suya, aprendiendo de ellos multitud de útiles
conocimientos.
Fue así como estos indígenas, entre los que se hallaban los lules, los tonocotés y
otros, solicitaran al gran Imperio de los Incas que se les enviaran algunos emisarios
dispuestos a impartir sus prácticas enseñanzas.
Los incas accedieron a tan loable pedido destinado a cumplir una aspiración tan
noble, enviando los maestros y objetos requeridos, que llegaron algún tiempo después.
Eran personas muy capaces que sabían labrar la tierra, realizar trabajos agrícolas,
hilar y tejer la lana y el algodón, emplear la piedra en las construcciones, trabajar el
oro, la plata y otros metales, y que poseían otros mil conocimientos muy útiles.
Al llegar, observaron que en casi todas las cabañas de los naturales se tenían en gran
estima y se criaban loros y guacamayos, que ponían una nota de alegría con su
plumaje vistoso de tan hermosos y brillantes colores y con los graciosos sonidos que
salían de sus gargantas cuando querían imitar el lenguaje de sus dueños, que era el
que se hablaba en la región.
Los enviados de los incas, por su parte, hablaban su propia lengua, y tuvieron que
realizar grandes esfuerzos para llegar a entenderse con los naturales.
Esos loros y guacamayos, que por su condición de animales domésticos ocupaban un
lugar en las cabañas, asistían a las lecciones impartidas por los quichuas a sus dueños,
aprendiendo ellos al mismo tiempo y gracias a las sucesivas repeticiones, el nuevo
idioma usado por los extranjeros.
Esta adquisición dio a esos loros y guacamayos la creencia de su superioridad sobre
sus hermanos de la selva y trataron en toda forma de ponerla en evidencia.
Para ello, hacían sus escapadas al bosque donde eran muy bien recibidos por los que
allí vivían en abundancia.
Bien recibidos y muy agasajados al llegar; no así cuando los visitantes, haciendo
alarde de su sabiduría, les hablaban en quichua, lengua que los de la selva no habían
oído jamás. Entonces, la cordialidad terminaba.
Era el momento en que estos últimos, corrigiendo a los visitantes, empleaban su
propia lengua en un tono más alto, tratando de imponerse por la potencia de su voz,
ya que carecían de razón.
No se amilanaban los recién llegados ante ese despliegue de energía, y ellos, por su
parte, levantaban más aún la suya, con el mismo fin.
Dando pruebas de su falta de inteligencia, ninguno de los dos grupos cedía, de
manera que, pasados algunos instantes, aquello era una algarabía de gritos
ininteligibles, cada vez más intensos y destemplados, que convertían la amistosa visita
en el más original y singular de los torneos.
Estos torneos recién terminaban cuando los visitantes, cargados con toda su
sabiduría y presunción, emprendían el regreso a sus respectivas viviendas.
Desde entonces, según cuenta esta antigua leyenda, loros y guacamayos no se han
puesto de acuerdo, todavía, en sus discusiones.
Es por esto que en los bosques, donde se hallan en abundancia, se sigue oyendo esa
confusión de gritos estridentes con que, a falta de razón y de entendimiento, cada uno
quiere imponerse a los demás.

j  


En Guatemala y en toda la región centroamericana se conoce la leyenda del ³Mico Brujo´.


En algunas partes también le dicen la Mona. Decían nuestros antepasados que había unas
mujeres que a las once de la noche se daban tres volantines para atrás y luego tres para
adelante; que esta mujeres tenían un guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el
alma en el guacal. Ya sin alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer
³diabluras´. Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se trepaban a los
árboles y tiraban frutas a la gente. Œe subían a los techos de las casas, saltando de un lugar a
otro y arrojando pedradas contra las piedras de la calle. Muchas personas han tratado de
agarrar y matar a la mona o al mico, pero de nada les sirve, pues cuando ya están cerca y
creen tenerlo acorralado se les esfuma como por encanto. También contaban nuestros
antepasados que estas mujeres podían convertirse en cerdas grandes, negras y llenas de
lodo. Apenas veían a la persona ³señalada´, aligeraban su trote y comenzaban a gruñir.
Embestían furiosamente a la persona y le daban trompadas y mordiscos en las piernas hasta
derribarla y hacerle perder el conocimiento. Al día siguiente, la víctima amanecía molida y
mordida, y con los bolsillos vacíos.

sombreron
Es un espato nocturno. Consiste en una figura humana de gran tamaño, el cual lleva un
sombrero gigante que le abarca desde la cabeza hasta las pantorillas. Los trasnochadores
que lo han visto o a quienes se les ha presentado. dicen ver la figura que les sale al camino,
los hace correr y les va gritando: "Œ TE ALCANZO, TE LO PONGO«"

Œiempre persigue a los borrachos, a los peleadores, a los trasnochadores y a los jugadores
tramposos y empedernidos. Aprovecha los sitios solitarios, a la vera de los caminos, en
noches oscuras. En noches de luna es fácil confundirlo con las sombras que proyectan las
ramas y los arbustos. En épocas remotas casi siempre perseguía a los jovencitos que
adquirían el vicio de fumar, de gastar el dinero en juegos de naipe y dado y a quienes se
pervertían en plena juventud.









c  

Œe dice que existió una mujer indígena que tenía un romance con un caballero español.
Fruto de esta pasión, nacieron tres niños, que la madre atendía siempre en forma devota.
Cuando la joven comienza a pedir que la relación sea formalizada, el caballero la
esquivaba, quizás por temor al que dirán. Dicho y hecho, un tiempo después, el hombre
dejó a la joven y se casó con una dama española de alta sociedad. Cuando la mujer se
enteró, dolida y totalmente desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río.
Luego se suicida por que claro, no soporta la culpa.

Desde ese día, se escucha el lamento lleno de dolor de la joven en el río donde esto ocurrió.
Luego de que México fuera establecido, comenzó un toque de queda a las once de la noche
y nadie podía salir. Es desde entonces que dicen escuchar un lamento cerca de la plaza
mayor, y que al ver por las ventanas para ver quien llamaba a sus hijos de forma
desesperada, veían una mujer vestida enteramente de blanco, delgada y que se esfumaba en
el lago de Texcoco.

You might also like