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Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres

RESUMEN

El objetivo de este trabajo fue estudiar la percepción social que tienen los adolescentes sobre las
agresiones sexuales a mujeres que se perpetran en las relaciones de pareja. Participaron en el estudio 206
estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (E.S.O) y Bachillerato de la ciudad de Granada, quienes se
enfrentaron a la lectura y evaluación de un hipotético escenario de violación donde, tras mantener una
discusión con la víctima, la figura masculina de la pareja acababa forzándola a mantener una relación
sexual no consentida. Posteriormente emitieron sus juicios acerca de la culpabilidad del agresor y de la
víctima, así como de la gravedad de la violación.

- Los resultados obtenidos muestran que las personas realizan juicios diferentes sobre los incidentes
de violación en función del tipo de relación existente entre la víctima y el perpetrador,

- de la información acerca del comportamiento del agresor con la víctima,

- de sus actitudes hacia la violación,

- y de la interacción entre estas variables.

- Estos resultados ponen de manifiesto la relevancia de los factores situacionales y de los factores
relativos al perceptor, así como de la interacción entre ambos, en la percepción social de la
violación.

Palabras clave: violación, relación víctima-agresor, sexismo benévolo, mitos sobre la violación.

- De todas las formas de violencia contra la mujer, la que tiene una mayor incidencia es la que se
produce en el ámbito de las relaciones íntimas de pareja (ONU, 2006), que comprende “toda
una gama de actos sexual, psicológica y físicamente coercitivos practicados contra mujeres
adultas y adolescentes por una pareja actual o anterior, sin el consentimiento de la mujer”
(ONU, 2006; p.43).

- Dentro de este tipo de violencia, la violación constituye una de sus formas más humillantes, que
afecta a las mujeres en un amplio rango de edad, desde la adolescencia en adelante (Roberts, 2006;
Vezina y Hebert, 2007; Woodhams, Gillett y Grant, 2007).

- Según afirman algunas autoras feministas, la violación y la amenaza potencial que supone para todas
las mujeres, es “un método de intimidación mediante el cual los hombres mantienen a las mujeres en
un estado continuo de temor” (Brownmiller, 1975), una herramienta de control social que las coloca
en una posición de inferioridad y subordinación (Brownmiller, 1975; Griffin, 1979).

Con frecuencia, las actitudes convencionales de la sociedad no reconocen todas las violaciones como
tales, especialmente cuando son perpetradas por la pareja íntima, tendiéndose a responsabilizar y culpar a la
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víctima, y a justificar la conducta del agresor (Rojas, 2004). Esta vieja costumbre de culpar a la mujer violada
explica en parte que la agresión sexual sea uno de los delitos menos denunciados. Los estudios sobre
prevalencia muestran que las víctimas de violación, comparadas con las víctimas de otros crímenes de
comparable severidad, son las que más ocultan su victimización (Koss, 1992). Además, las reacciones de la
gente también influyen en la respuesta al tratamiento de la víctima y en su recuperación (Campbell, Wasco,
Ahrens, Sefl y Barnes, 2001). Por ejemplo, Ullman (1996) demostró que, más que cualquier otro tipo de
recursos, las reacciones positivas de los demás (e.g. apoyo emocional) se relacionaban con la mejor
recuperación de las víctimas.

Las actitudes hacia la violación parecen estar relacionadas con los estereotipos tradicionales de género,
en particular con aquéllos relacionados con el comportamiento sexual (Burt, 1980). En general, son estereotipos
cuyo contenido refleja diferentes estándares de permisividad sexual para hombres y mujeres, manteniéndose
actitudes sexuales más restrictivas para las mujeres (e.g. “las mujeres no manifiestan abiertamente sus deseos
sexuales por temor a que piensen mal de ellas, por lo que cuando ellas dicen no quieren decir sí”), que para los
hombres (e.g. “los hombres deben exteriorizar su interés sexual sin temor a controlar su urgencia sexual”)
(Diéguez, Sueiro y López, 2003). Estos estereotipos consideran a las mujeres meros objetos sexuales cuya
función es satisfacer las necesidades del hombre (Brownmiller, 1975; Check y Malamuth, 1983), por lo que en
determinadas situaciones, por ejemplo en citas o en el matrimonio, ante la negativa de una mujer a mantener
relaciones sexuales con un hombre, la coerción sexual se ve como un comportamiento normal y aceptable, y la
agresión sexual llega a considerarse legítima para los hombres (Bridges, 1991; Simonson y Subich, 1999;
Yamawaki y Tschanz, 2005).

Cualquier persona que se enfrente a la evaluación de un acto de agresión sexual, no es ajena a la


influencia de tales creencias estereotípicas y sesgadas que todavía persisten en nuestra sociedad (Diéguez et al.,
2003) y que se trasmiten a través de la socialización y educación de los jóvenes y el modelado de la tolerancia a
los modos violentos de trato hacia las mujeres. Dado que la presencia de este tipo de actitudes puede potenciar
o promover conductas agresivas contra las mujeres (Garrido, 1989), así como reacciones negativas ante las
víctimas de agresión sexual, uno de los principales objetivos de investigación ha sido el estudio de los factores
que ejercen su influencia en las actitudes hacia la violación (véase Anderson, Cooper y Okamura, 1997, para
una revisión). A continuación repasaremos brevemente algunos de los hallazgos de diversas investigaciones
sobre estos factores o variables que influyen en las actitudes hacia la violación, agrupándolos en dos grandes
categorías: los estudios que se han ocupado del papel de los factores situacionales o contextuales en los que
tiene lugar la violación, y los que han abordado la función de los factores o variables propias del perceptor (es
decir, las características personales así como el universo de creencias, prejuicios y actitudes de la persona que
emite su juicio sobre la violación). Por último, nos detendremos en algunos trabajos recientes que se han
interesado por la interacción entre ambos factores en la percepción social de la violación.
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El papel de los factores situacionales

Numerosas investigaciones han puesto de manifiesto la relevancia que las características situacionales o
características presentes en el contexto de violación juegan en las valoraciones que las personas hacen de estas
agresiones. Se ha estudiado ampliamente la influencia de variables como la forma en que la víctima va vestida
(Whatley, 1996, 2005), la presencia o ausencia de resistencia hacia el violador por parte de la víctima (McCaul,
Veltum, Boyechko y Crawford, 1990; Ong y Ward, 1999), el consumo de alcohol por parte de ésta (Abbey,
Clinton, McAuslan, Zawacki y Buck, 2002; Abbey, Zawacki, Buck, Clinton y McAuslan, 2004; Seifert, 1999;
Testa y Parks, 1996; Tyler, Hoyt y Whitbeck, 1998; Ullman, Karabatsos y Koss, 1999), la presencia de
pornografía violenta (Anderson et al., 1997) y la relación entre la víctima y el perpetrador (Bell, Kuriloff y
Lottes, 1994; Bridges y McGrail, 1989; Check y Malamuth, 1983; Monson, Byrd y Langhinrichsen-Rohling,
1996), entre otras.

Por ejemplo, en relación con la forma de vestir de la víctima, diferentes estudios han mostrado que cuando
iban vestidas con ropa provocativa se consideraban más culpables que cuando vestían un atuendo más
conservador (Edmonds y Cahoon, 1986; Kanekar y Kolsawalla, 1980), incluso aunque la víctima de violación
fuese la propia esposa del violador (Whatley, 2005).

El consumo de alcohol es otra variable que se relaciona con la percepción que tiene la gente sobre la
violación. La ingesta de alcohol (tanto en hombres como en mujeres) se asocia con una mayor disponibilidad y
consentimiento para realizar actos sexuales (George, Lehman, Cue y Martínez, 1997), por lo que devalúa el
estatus de inocencia de la víctima (Koski, 2002). Así, si la víctima de violación se encuentra ebria en el
momento de la agresión, se le considera menos creíble que si está sobria (Hammock y Richardson, 1997).
Recientemente, Wenger y Bornstein (2006) han replicado estos hallazgos y han extendido su campo de
investigación al consumo de drogas. En su estudio, los participantes consideraban significativamente menos
creíbles a las víctimas que en el momento de sufrir la agresión habían consumido LSD.

Donnerstein y Linz (1986) revisaron la literatura en relación a la pornografía violenta y la agresión sexual.
Concluyeron que la pornografía agresiva incrementa la aceptación de los mitos de violación y la violencia
interpersonal contra las mujeres (Malamuth y Check, 1981) así como la posibilidad de cometer una violación
(Malamuth, 1981), en comparación con la pornografía no agresiva.

La relación víctima-agresor parece ser otra de las variables que influye en las percepciones de la violación.
Existe una mayor probabilidad de que la víctima sea considerada responsable de la violación sufrida cuando
conoce al perpetrador que cuando éste es un asaltante desconocido (Bell et al., 1994; Bridges y McGrail, 1989;
Frese, Moya y Megías, 2004; George y Martínez, 2002). Además, los juicios sobre la culpabilidad de la víctima
se endurecen significativamente si previamente ha existido una relación romántica entre la víctima y el
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violador, especialmente si ésta ha implicado relaciones sexuales (Schuller y Klippenstine, 2004). Un vestigio
del código patriarcal es la creencia de que los hombres tienen derecho al acceso carnal de las mujeres sin
considerar sus deseos y preferencias, y este derecho se siente totalmente legítimo con respecto a la propia mujer
(Alberdi y Matas, 2002). Esta idea podría estar a la base de algunos resultados. Por ejemplo, Sullivan y Mosher
(1990) mostraron que sus participantes eran reticentes a considerar la relación marital como un posible
escenario en el que la mujer puede sufrir una violación. Además, la violación marital se concibe menos
perjudicial para las víctimas que cualquier otro tipo de violación (Frese et al., 2004; Monson, Langhinrichsen-
Rohling y Binderup, 2000). Así lo resaltan trabajos como el de Monson et al. (1996), en el que comparando la
violación marital con la cometida por un agresor extraño, los autores llegaron a la conclusión de que la gente
percibía que se vulneraban en menor medida los derechos de la víctima que había sido violada por su marido.
Otras investigaciones, utilizando diferentes medidas dependientes, muestran apoyo a estos resultados; por
ejemplo, McCormick, Maric, Seto y Barbaree (1998) midieron la intención comportamental de los
participantes, y obtuvieron que los violadores extraños recibían sentencias mayores que los violadores que
conocían a sus víctimas.

Tal vez porque esta ancestral creencia patriarcal también ha calado en las propias mujeres, y se han
mostrado reacias a denunciar muchos episodios de agresión sexual perpetrados por su pareja, la violación de la
mujer por su compañero sentimental no ha recibido demasiada atención por parte de la comunidad científica
(Bergen, 1996; Finkelhor y Yllö, 1987; Johnson y Sigler, 2000). No obstante, los estudios con los que contamos
en nuestros días indican que no es infrecuente y que se da en todos los países (Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi y
Lozano, 2002; ONU, 2006). Algunas cifras sirven para ilustrarlo: en el estudio multipaís de la Organización
Mundial de la Salud sobre la violencia doméstica contra la mujer, realizado en 10 países (Bangladesh, Brasil,
Etiopía, Serbia y Montenegro, Japón, Namibia, Perú, Samoa, República Unida de Tanzania y Tailandia), la tasa
de prevalencia de la violencia sexual infligida por la pareja oscilaba entre el 6% y el 59% (Krug et al. 2002). En
España, Medina-Ariza y Barberet (2003), tras realizar el primer estudio nacional con víctimas de violencia por
parte de la pareja, concluyen que la prevalencia de la agresión sexual en las relaciones de pareja es casi tan alta
(4.70%) como la violencia física (4.89%), y, poco después, Ruiz et al. (2006) informan de una prevalencia
actual de la agresión sexual por parte de la pareja del 8.9%. Todos estos datos muestran que la violencia sexual
en la pareja se da en un grado considerable, por lo que la relevancia del estudio de las reacciones de la sociedad
ante tales actos queda claramente justificada.

Factores relacionados con el perceptor

Al igual que las variables situacionales presentes en el momento en el que se produce la violación, los
factores o variables relativas al perceptor (persona que evalúa la violación, a la víctima y al perpetrador) han
recibido gran atención por parte de los investigadores. De todas las características demográficas estudiadas (por
ejemplo, sexo, edad, etnia, nivel educativo y estatus socioeconómico -véase Anderson et al., 1997, para una
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revisión-) la que se ha mostrado más consistente es la variable sexo. En general, los hombres mantienen
actitudes de mayor aceptación de la violación que las mujeres (Anderson y Swainson, 2001; Cowan, 2000;
Frese et al., 2004; Lonsway y Fitzgerald, 1994). Por otra parte, del estudio de las experiencias vividas por el
perceptor, se ha visto que la violencia intrafamiliar (Burt, 1980) así como el hecho de haber sido física, pero no
sexualmente agredido, predicen actitudes positivas hacia la violación (Anderson et al., 1997). En relación a las
variables de personalidad, se sabe que el estilo atribucional interno se relaciona positivamente con la aceptación
de la violación (Thornton, Robbins y Johnson (1981).

Sin embargo, de todas las variables estudiadas en relación al perceptor, los mayores esfuerzos de los
investigadores se han concentrado en el estudio de dos de naturaleza cognitiva (Forbes, Adams-Curtis y White,
2004):

- las actitudes hacia el género o más recientemente ideología de género o sexista (Burt, 1980; Check y
Malamuth, 1983; Ong y Ward, 1999) y

- la aceptación de los mitos sobre la violación (Burt, 1980; Krahe, 1988; Stormo, Lang y Stritzke,
1997).

La primera define roles y privilegios en función del género, creencias que han sido definidas como sexistas y se
han identificado como elementos centrales que cosifican a la mujer y facilitan la coerción sexual.

Las segundas, por su parte, se refieren a un conjunto de creencias asociadas con la naturaleza y el significado de
la coerción sexual. Este conjunto de creencias comúnmente se describen como mitos sobre la violación y sirven
para negar o minimizar las consecuencias de la coerción sexual (Brownmiller, 1975).

Ideología sexista

Por ideología sexista se entiende un conjunto de creencias sobre los roles, características,
comportamientos, etc., considerados apropiados para hombres y mujeres, así como de creencias acerca de las
relaciones que los miembros de ambos grupos deben mantener entre sí. Esta ideología no es neutral, sino que
busca el mantenimiento del statu quo, esto es, perpetuar la situación de subordinación y de subyugación de las
mujeres como grupo en relación a los hombres como grupo (Glick y Fiske, 1996; Moya, 2004).

Actualmente se sugiere que la manifestación del sexismo ha cambiado. El sexismo del pasado ha sido
reemplazado por otro sexismo menos obvio, aunque igualmente pernicioso, un sexismo más encubierto y sutil.
Glick y Fiske (1996) denominaron sexismo ambivalente a esta nueva forma de sexismo en el que las actitudes
de prejuicio se manifiestan tanto de forma negativa como positiva, es decir, coexisten sentimientos negativos y
positivos hacia las mujeres. Habría, por tanto, dos componentes diferentes pero relacionados en este sexismo
“ambivalente”: el sexismo hostil (visión negativa y peyorativa de las mujeres considerándolas como inferiores a
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los hombres) y el sexismo benévolo (visión positiva de las mujeres siempre y cuando se limiten a ciertos roles,
esposa y madre fundamentalmente) (Glick y Fiske, 1996). Este último componente pretende los mismos
objetivos que el hostil, (además puede utilizarse para legitimarlo o compensarlo), pero a través de la
manifestación de una cierta idealización y romanticismo hacia las mujeres, lo que suscita sentimientos de
protección y afecto (Moya, 2004). Con el Ambivalent Sexism Inventory (ASI, Glick y Fiske, 1996) se ha
demostrado empíricamente que el sexismo hostil y el sexismo benévolo coexisten en culturas muy diferentes
(Feather, 2004; Glick, Fiske y Mladinic, 2000), especialmente en culturas en las que los hombres tienen más
poder que las mujeres (Glick y Fiske, 1996). De acuerdo con estos autores, el sexismo hostil y el sexismo
benévolo tienden a estar positivamente relacionados ya que ambos justifican los roles de género y las relaciones
de poder. En definitiva, los dos sexismos sirven para justificar el poder estructural del varón.

Se ha debatido ampliamente acerca de si el sexismo benévolo supone un peligro por sí mismo y no sólo
por estar correlacionado con el sexismo hostil, ya que los sexistas benévolos expresan abiertamente sus deseos
de cuidar y proteger a las mujeres, lo que hace que los comportamientos de estos hombres no se perciban tan
negativamente como los hostiles y, en consecuencia, se debilite la resistencia ante ellos. Además, son muchas
las investigaciones que encuentran evidencia acerca de la relación existente entre las dos formas de sexismo y
los diferentes tipos de violencia hacia las mujeres, lo que sugiere que el sexismo benévolo no es tan inocuo
como podría parecer. Desde que Glick y Fiske (1996) propusieron los dos tipos de actitudes sexistas, diferentes
estudios sobre percepción de la violación han enfatizado el rol del sexismo ambivalente en estas percepciones.
Consistentemente, Viki y Abrams (2002) y Abrams, Viki, Masser y Bohner (2003) han encontrado en diversas
investigaciones que el sexismo benévolo de los participantes predecía la atribución de responsabilidad a las
víctimas por la violación sufrida, pero sólo en el caso en el que la victima transgredía el papel tradicional
encomendado a la mujer, mientras que estos mismos autores han mostrado que las creencias sexistas hostiles de
los participantes se relacionaban con la proclividad a cometer una violación. En el caso de la violación
cometida por un hombre “benévolo” es bastante plausible que se debilite la percepción negativa del mismo.

Mitos sobre la violación

Además del sexismo, otro conjunto de creencias específicas pueden contribuir de manera importante a
la agresión y coerción sexual. Brownmiller (1975) identificó una serie de falsas creencias sobre la coerción
sexual que se usan para justificar la violación y trivializar sus efectos sobre la víctima. Burt (1980) las
denominó “aceptación de los mitos de la violación”. El concepto de aceptación de mitos de violación (RMA por
sus siglas en inglés) se define como un conjunto de ideas estereotípicas que la gente tiene sobre la violación,
tales como que las mujeres acusan falsamente a los hombres de violación, la violación no es peligrosa, las
mujeres quieren o disfrutan con la violación, o que las mujeres causan o provocan la violación porque realizan
comportamientos inapropiados o arriesgados (Burt, 1980). Más concretamente, serían creencias descriptivas
o prescriptivas sobre la violación (sus causas, contexto, consecuencias, perpetradores, víctimas y su
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interacción) que sirven para negar, trivializar o justificar la violencia sexual ejercida por los hombres
contra las mujeres y, por tanto, colocan a la mujer en una situación de desventaja (Bohner et al. 1998).
Estas creencias mantienen una estrecha relación con la ideología sexista, anteriormente comentada, tal y como
demuestran Aosved y Long (2006) en su estudio, en el que obtuvieron que el sexismo era el mejor predictor
de la aceptación de los mitos de la violación.

Burt (1980) desarrolló la “Escala de aceptación de mitos de violación” que, junto a otras dos escalas
también desarrolladas por la autora (“Acceptance of Interpersonal Violence” y “Adversarial Sexual Beliefs”),
han inspirado un extenso e influyente cuerpo de investigación. Generalmente, estos estudios confirman que
cuanto mayor es el número de ideas estereotípicas sobre la violación en los individuos, menor es la
probabilidad de que interpreten incidentes sexuales forzados como violaciones y mayor es la
probabilidad de que culpen a la víctima, justifiquen el comportamiento del agresor y perpetren
violaciones (Abbey, McAuslan, Zawacki, Clinton y Buck, 2001; Burt, 1980; Koss, Leonard, Beezley y
Oros, 1985; Lackie y de Man, 1997; Loh, Gidycz, Lobo y Luthra, 2005).

La interacción entre factores situacionales y factores relativos al perceptor

En la actualidad, la investigación en el campo de la percepción de la violación ha dado un pequeño giro


y están apareciendo algunos estudios que enfatizan la necesidad de estudiar conjuntamente las variables
situacionales y las cognitivas del perceptor (ambas inevitablemente presentes en el momento de realizar un
juicio acerca de los elementos intervinientes en una violación), ya que esta interacción podría ofrecer la mejor
explicación de las reacciones de la gente.

¿qué se mide? : Principalmente estos trabajos han investigado bien la interacción entre variables
situacionales y la ideología sexista del perceptor, bien entre variables situacionales y la aceptación de mitos de
violación por parte del perceptor (por ejemplo, Abrams et al., 2003; Frese et al., 2004; Ryckman, Kaczor y
Thornton, 1992; Simonson y Subich, 1999; Viki y Abrams, 2002; Viki, Abrams y Masser, 2004; Yamawaki y
Tschanz, 2005; Yamawaki, 2007). Se parte de la idea de que aunque los perceptores tengan acceso a algunas
creencias, estas creencias no ejercerán su efecto si el perceptor piensa que no son aplicables a un estímulo o
situación concretos. Esta idea hunde sus raíces en la investigación en cognición social sobre el requisito previo
de la existencia de dos variables fundamentales para que un conocimiento, que previamente está almacenado, se
active: por un lado, la accesibilidad al conocimiento previamente almacenado cuando se presenta el estimulo
(p.e. los mitos de violación) y por otro, el encaje o la adecuación entre dicho conocimiento almacenado y el
estímulo presentado (Higgins, 1996).¿? ---) PREGUNTAR

Por otro lado, Johnson y Russ (1989) habían sugerido que las variables ideológicas ejercen sus mayores
efectos sobre la percepción de información concerniente a la violación cuando existe cierto grado de
ambigüedad percibida, y según estos autores, existen determinados factores que incrementan estos niveles de
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ambigüedad percibida. Se han realizado diferentes estudios que apoyan este punto de vista sobre la interacción
entre la ambigüedad de determinadas situaciones y los factores actitudinales del perceptor. Por ejemplo,
Ryckman et al. (1992) encontraron que las mujeres participantes que albergaban actitudes más tradicionales
atribuían más responsabilidad a las víctimas que mostraron resistencia a la violación, mientras que las que
tenían actitudes menos tradicionales culparon en mayor medida a las víctimas que no se habían resistido
explícitamente a la violación. Frese et al. (2004) obtuvieron que lo que mejor explicaba las reacciones de la
gente hacia tres escenarios de violación, no eran los factores situacionales ni los cognitivos del observador
tomados independientemente, sino la interacción de ambas variables. Sus resultados aportan evidencia de que la
mayor influencia de los mitos hacia la violación tenía lugar en la situación menos estereotípica y por tanto, más
ambigua: la violación en cita (donde una víctima conocía al agresor, iba vestida de forma provocativa y había
ingerido alcohol). Además, los participantes estimaron una mayor responsabilidad en esta víctima de violación
y un menor impacto psicológico, así como manifestaron una menor probabilidad de denunciar la violación a la
policía.

Resumen: Los resultados de Yamawaki (2007) apoyan estos hallazgos: sus participantes minimizaron el
incidente de violación, culparon a la víctima y exoneraron al violador en mayor medida en el escenario de
violación más ambiguo (violación en cita).

A pesar de la relevancia de las investigaciones sobre los factores relacionados con las agresiones
sexuales comentadas hasta el momento, podríamos apuntar diversas limitaciones de las mismas y aspectos que,
a nuestro entender, serían interesantes estudiar. En primer lugar, como hemos comentado anteriormente, aunque
la relación víctima-agresor ha sido una variable investigada tradicionalmente, su estudio se ha centrado
básicamente en si el agresor era una persona conocida o desconocida para la víctima (por ejemplo, Abrams et
al., 2003; Yamawaki, 2007). Además, se ha visto que un elemento importante para la valoración de las
agresiones sexuales es que se produzcan en una relación formalizada o no formalizada. Aparentemente, en
nuestros días apenas existen diferencias entre ambos tipos de relaciones, no obstante la literatura demuestra que
el hecho de institucionalizar una relación afecta las valoraciones que se realizan sobre la misma. Puesto que los
estudios resaltan la prevalencia de la violencia sexual dentro de la pareja (tanto en relaciones matrimoniales
como de noviazgo) (Krug et al., 2002; Medina-Ariza y Barberet, 2003; Ruiz-Pérez et al. 2006), consideramos
que existe una laguna de investigación en lo que respecta al estudio específico de la percepción de agresiones
sexuales en estas relaciones de pareja íntimas.

OBJETIVO: En este trabajo queremos conocer si el hecho de juzgar una violación que ha tenido lugar
en una relación formalizada (matrimonio) o no formalizada (noviazgo) hace que la gente la perciba de
forma diferente.
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En segundo lugar, como se ha explicado anteriormente, hoy día es difícil escuchar manifestaciones
abiertas y directas del sexismo hostil, pero no así del sexismo benévolo y la “caballerosidad” que lo caracteriza.
Como dijimos anteriormente, el sexismo benévolo sigue siendo sexismo porque descansa en la dominación
tradicional del varón y tiene aspectos comunes con el sexismo hostil (Glick y Fiske, 1996). Aunque se ha
estudiado ampliamente la influencia que ejerce como variable ideológica el sexismo benévolo del perceptor
(Abrams et al., 2003; Viki y Abrams, 2002), al menos en los estudios que nosotros conocemos no se ha
explorado la posible influencia del sexismo benévolo del agresor, como variable contextual, en las
valoraciones que hace la gente sobre la violación. Éste sería un aspecto interesante a estudiar, toda vez que la
información que transmiten los medios de comunicación y la que está presente en numerosas interacciones
sociales a menudo reflejan la visión de conocidos y familiares del agresor, a quienes éste suele mostrar su cara
más amable y benévola, por lo que la violación podría no percibirse tan negativamente como es de esperar.
También los amigos o allegados de la pareja directamente pueden ser testigos de este comportamiento benévolo
del agresor con la víctima en sus interacciones diarias. Y es éste sexismo benévolo, contextualizado en el
comportamiento de una determinada persona que ha cometido un delito, el que podría influir en los
juicios de la gente y en función de esa valoración, reaccionar ante la situación, el perpetrador y la
víctima.

OBJETIVO 2: Con el objetivo de aportar nuevo conocimiento sobre esta variable, el presente
trabajo estudia el efecto de la información benévola concerniente al agresor en los juicios sobre la
violación.

Por último, son numerosas las investigaciones que han estudiado las actitudes hacia la violación en
población adulta, pero no así en población adolescente. A nuestro parecer, ésta es otra carencia de la
investigación previa, ya que en este período evolutivo comienzan las relaciones de los más jóvenes y hay
constancia de que las adolescentes, cada vez con mayor frecuencia, son objeto de agresiones sexuales por
parte de sus parejas (Fineran y Bolen, 2006; Halpern, Oslak, Young, Martin y Kupper, 2001; Roberts,
2006). También, aunque la influencia del sexo de los participantes y de las actitudes favorables hacia la
violación han sido variables muy estudiadas en la percepción de la violación en adultos, no lo han sido tanto en
adolescentes.

OBJETIVO 3 (POBLACIÓN): Por todo ello, nuestro trabajo lo hemos realizado con adolescentes, para
conocer qué actitudes tienen hacia las agresiones sexuales cometidas en las relaciones de pareja,
máxime cuando hay constancia de que en esta etapa las actitudes y los juicios que realiza el grupo de
iguales tienen un gran calado (Shaffer, 2002).

OBJETIVOS E HIPÓTESIS
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En el presente trabajo de investigación pretendemos estudiar la percepción social que tienen los/as
adolescentes de las agresiones sexuales contra las mujeres que ocurren en el contexto de las relaciones de
pareja, mediante el uso de escenarios hipotéticos en los que se relata una agresión sexual. Vamos a poner a
prueba la influencia de dos variables situacionales

- (la relación víctima-perpetrador y el sexismo benévolo del agresor)

- y dos variables del perceptor (el sexo y la aceptación de mitos de violación) en la valoración que
realizan de la gravedad de la violación descrita y de la culpabilidad del agresor, así como en la
atribución de culpabilidad a la víctima. Además, basándonos en los recientes estudios sobre
percepción de la violación, vamos a prestar especial atención a la influencia conjunta o interacción
de ambos tipos de variables, situacionales y del perceptor.

Partiendo de la literatura revisada establecemos las siguientes hipótesis de investigación:

Hipótesis 1. Puesto que se ha visto que el hecho de institucionalizar una relación modifica la valoración que se
realiza de la misma, posiblemente diferentes grados de formalización de la relación produzcan valoraciones
diferentes sobre las agresiones sexuales. Además, partiendo de la mayor tolerancia hacia la violación marital
que hacia otros tipos de violaciones (por ejemplo, la perpetrada por un conocido o un agresor extraño) (Monson
et al., 1996; Monson et al., 2000), sospechamos que los participantes justificarán más la violación perpetrada
en la situación marital que la cometida en la situación de noviazgo, ya que la primera es una situación
formalizada, mientras que la segunda no, y además conlleva el cumplimiento implícito de los “deberes
maritales” para las mujeres en lo que a relaciones sexuales se refiere.

Hipótesis 2. En virtud de lo planteado acerca del sexismo benévolo, esperamos encontrar que los participantes a
los que se les presente un escenario que describe al agresor como un hombre sexista benévolo minimicen en
mayor medida la culpabilidad de éste que aquéllos que no reciban dicha información.

Hipótesis 3. Puesto que los mitos hacia la violación son creencias estereotípicas que en la población adulta
sirven para justificar la violencia sexual ejercida por los hombres contra las mujeres y que colocan a la mujer en
una situación de desventaja (Bohner et al., 1998; Burt, 1980), esperamos que esta variable se comporte de
forma similar en los adolescentes. Por tanto, aquellos participantes que presenten una alta aceptación de los
mitos de la violación serán los que más minimicen la gravedad de la violación, más responsabilidad
atribuyan a la víctima por lo sucedido y menos culpable consideren al agresor.

Hipótesis 4. Los estudios en adultos consistentemente han encontrado que los hombres albergan actitudes
más favorables hacia la violación que las mujeres y que atribuyen mayor culpa a las víctimas (por
ejemplo, Anderson y Swainson, 2001; Cowan, 2000). En línea con la literatura previa, esperamos encontrar
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que los adolescentes se comporten de forma similar. Por tanto, los chicos más que las chicas, serán los que
minimicen en mayor medida la gravedad de la violación, culpen a la mujer por la violación sufrida y consideren
al agresor menos culpable de la violación perpetrada.

Hipótesis 5. Finalmente, esperamos encontrar efectos de interacción significativos entre los factores
situacionales y los factores del perceptor, pero éstos aparecerán, especialmente, en situaciones ambiguas,
como es el caso de la situación de violación en la que se describe al agresor con un comportamiento sexista
benévolo con su pareja, pero no en las otras situaciones.

MÉTODO

Participantes
Participaron en nuestro estudio 206 adolescentes estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria
(E.S.O) y Bachillerato del Instituto Alhambra de Granada, de los cuales el 45.1% fueron hombres y el 54.9%
mujeres. Su rango de edad osciló entre los 14 y los 20 años, siendo la media para los hombres de 16.39 años y
para las mujeres de 16.30 años. El 13.2% de los participantes se encontraban cursando 3º de E.S.O, el 25.4 %,
4º de E.S.O, el 30.2%, 1º de Bachillerato y el 31.2%, 2º de Bachillerato.

Diseño

El presente estudio adopta la forma de un diseño factorial 2x2x2x2 de naturaleza cuasiexperimental,


cuyas variables independientes, manipuladas entregrupos, son

- “Tipo de relación que mantiene la pareja” (noviazgo vs. matrimonio),

- “Sexismo benévolo del agresor” (información benévola sobre el agresor vs. no información
benévola sobre el agresor),

- “Aceptación de mitos de violación” (grupo con alta aceptación vs. grupo con baja aceptación) y

- “Sexo de los participantes” (hombre vs. mujer).

Las principales variables dependientes que se midieron en nuestro estudio fueron_

- la minimización que los participantes hicieron de la gravedad de la violación narrada,

- la minimización de la culpabilidad del agresor,

- y la atribución de culpabilidad a la víctima.

Instrumentos
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
12

Para la realización del estudio se elaboró un cuestionario (ver Anexo I) que contenía las oportunas
instrucciones, además de las siguientes secciones:

Variables sociodemográficas. Recogía información sobre el sexo, edad y curso de los participantes.

Escenarios de violación. Cada cuestionario incorporaba uno de los cuatro escenarios de violación que se
diseñaron para introducir las manipulaciones experimentales. En cada uno de ellos se narraba la historia de una
pareja en la que, tras mantener una discusión, se perpetraba una violación. Los cuatro escenarios eran idénticos
exceptuando:

- el tipo de relación que mantenía la pareja (noviazgo o matrimonio) y

- la información que se aportaba del agresor (información benévola del agresor o no información
benévola).

Para definir al agresor como un hombre sexista benévolo se presentaron como rasgos de éste los 11 ítems de la
subescala de sexismo benévolo de la escala de sexismo ambivalente -ASI (Glick y Fiske, 1996; Expósito, Moya
y Glick, 1998) (Ver Anexo II).

Ítems elaborados específicamente para la evaluación del escenario descrito, en total 14, que representaban
reacciones de muy diferente tipo ante la situación narrada. Estos ítems hacían referencia inicialmente a tres
tipos de valoraciones del escenario: gravedad de la violación perpetrada, atribución de responsabilidad al
agresor y atribución de responsabilidad a la víctima por el delito sufrido (ver Tabla 1). Estos ítems se
presentaron con un formato de respuesta tipo Likert de 5 puntos, donde 1 significaba “totalmente en
desacuerdo” con la afirmación y 5, “totalmente de acuerdo”. Algunos ítems fueron invertidos.

Dos ítems adicionales sirvieron para asegurarnos que la manipulación había sido efectiva (“manipulation
check”). Con el propósito de comprobar si se había realizado correctamente la manipulación de la variable “tipo
de relación que mantiene la pareja” utilizamos el ítem: “¿qué tipo de relación mantienen las personas que
aparecen en la historia”? (novios vs. matrimonio), y para comprobar si habían apreciado o no el
comportamiento benévolo del agresor, formulamos la siguiente pregunta: “¿consideras que el hombre de la
historia cree que hay que proteger y adorar a las mujeres?”.

Rape Myth Acceptance Scale (RMAS; Burt, 1980). Esta escala está compuesta por 19 ítems que contienen mitos
referentes a la violación. En este estudio se utilizó una forma reducida de la versión española, traducida y
utilizada por Frese et al. (2004), prescindiendo del ítem 2 por su baja correlación con los demás y de los seis
últimos de la versión original, que presentan un formato distinto al resto y que carecen de interés para nuestra
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
13

investigación, ya que preguntan sobre información acerca de la frecuencia de las violaciones y sobre la
credibilidad que merecen distintos tipos de mujeres al relatar una violación. Los ítems de la escala RMA
presentan un formato de respuesta tipo Likert de 7 puntos, donde 1 significa “totalmente de acuerdo” y 7
“totalmente en desacuerdo” con la afirmación que se presenta. La suma de las respuestas de un sujeto a todos
los ítems de la escala nos proporciona su puntuación RMA, es decir, su puntuación en aceptación de mitos de
violación. Una alta puntuación en RMA, indica que está en desacuerdo con las frases del cuestionario, por lo
tanto una baja aceptación de estos mitos. La consistencia interna obtenida para esta escala fue de α = 0.82,
superior a la encontrada por Frese et al. (2004) (α = 0.73), y algo menor a la obtenida en la versión inglesa (α =
0.87).

Procedimiento
La administración del cuestionario se llevó a cabo por la investigadora en las propias aulas del Instituto
colaborador. Cada grupo de alumnos respondió al cuestionario en su aula habitual, durante aproximadamente
40 minutos. Al finalizar la aplicación, los cuestionarios fueron recogidos por la investigadora. Las
instrucciones, tanto verbales como escritas, que se les dieron a los participantes les garantizaban el anonimato
de sus respuestas y el trato confidencial de las mismas, e indicaban que se trataba de un estudio cuyo objetivo
principal radicaba en conocer la opinión de los jóvenes granadinos acerca de diferentes temas de interés. Todos
los participantes accedieron a contestar el cuestionario anónimo durante el mes de enero del curso académico
2006/2007, colaborando de manera completamente voluntaria sin ninguna contraprestación o gratificación por
su participación. En cuanto al orden de presentación de las variables, en primer lugar se presentaba el escenario
en el que se manipulaban las variables independientes y, posteriormente las variables dependientes y las
medidas de carácter ideológico.

Una vez corregidos los cuestionarios, se creó una base de datos para el análisis de los mismos, que se
realizó con el paquete estadístico SPSS (Statistical Package for the Social Sciences) versión 14.0.

RESULTADOS

Comprobación de la Manipulación (“Manipulation Check”)

Con el fin de comprobar la eficacia de nuestras manipulaciones experimentales, analizamos las


respuestas a las dos preguntas introducidas con este fin. Ante la pregunta “¿qué tipo de relación mantienen las
personas que aparecen en la historia?”, el 92.4% de las personas que leyeron un escenario en el que se les dijo
que los protagonistas mantenían una relación de noviazgo, contestaron diciendo que la relación era de
“noviazgo”, y el 90% de las personas que leyeron un escenario en el que se les dijo que los protagonistas
estaban casados, contestaron diciendo que los protagonistas mantenían una relación “matrimonial”, χ2(1)=
139.3, p<.000. Ante la pregunta “¿consideras que el hombre de la historia cree que hay que proteger y adorar
a las mujeres?”, el 13.8% de las personas que leyeron un escenario en el que no se hacía alusión al
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
14

comportamiento benévolo del protagonista, contestaron “Sí”, y el 49.5% de las personas que leyeron un
escenario en el que se describía explícitamente el comportamiento benévolo del protagonista, contestaron “Sí”,
χ2(1)= 30.41, p<.000. Como puede observarse, aunque la prueba de Chi cuadrado fue significativa, en la
condición en la que se indicaba que el hombre tenía ideas benévolas sólo la mitad de los participantes
estuvieron de acuerdo con esta afirmación.

Análisis Factorial

Las principales medidas dependientes de nuestro estudio surgieron a partir de la agrupación de los 14
ítems en tres subescalas:

- “Minimización de la gravedad de la violación”,

- “Minimización de la culpabilidad del agresor” y

- “Atribución de culpabilidad a la víctima” (ver Tabla 1). Realizamos los correspondientes análisis
factoriales con rotación Varimax para cada una de ellas, que mostraron la existencia de

o un único factor en cada una de las subescalas.

 En la primera, este factor explicaba el 50.53% de la varianza,

 en la segunda, el 36.32% y

 en la tercera el 56.06%.

• La consistencia interna de la primera categoría de ítems fue α = .66, α = .55


para la segunda, y α = .80 para la tercera medida.

Grupo alto y bajo RMA

Clasificamos a los participantes en altos o bajos en aceptación de los mitos de la violación (grupo alto y
bajo RMA) en función de sus puntuaciones en la escala de aceptación de mitos de violación (Burt, 1980),
utilizando un procedimiento de división por la mediana.

-Puesto que las puntuaciones de las mujeres eran diferentes a las de los hombres, t(204)= 5.62; p<.000, utilizamos un valor distinto para la mediana
en el caso de las mujeres (65) y en el caso de los hombres (54).

Tabla 1. Ítems de cada una de las subescalas utilizadas como variables dependientes.
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
15

Minimización de la Minimización de la Atribución de culpabilidad a


gravedad de la violación culpabilidad del agresor la víctima

1. La mujer debería olvidar la 1. Al querer mantener 1. La mujer tiene la culpa de lo


discusión que mantuvieron por relaciones sexuales, el hombre que ha sucedido.
haber llegado tarde a la cita con sólo estaba exigiendo lo que le
su pareja. correspondía por ser hombre.

2. La mujer debería continuar 2. El hombre tenía derecho a 2. La mujer, con su actitud y


con la relación. mantener relaciones sexuales comportamiento, ha provocado
con ella en ese momento, a el comportamiento sexual del
pesar de que a ella no le hombre.
apetecía en ese momento.

3. La mujer debería perdonar el 3. El hombre tiene la culpa de lo 3. Aunque ella le dijo que No,
comportamiento sexual del que ha sucedido (I). en realidad quería mantener
hombre. relaciones sexuales con él.

4. Lo ocurrido es una discusión 4. Al querer mantener la 4. La mujer se merece lo que le


de pareja. relación sexual, el hombre ha pasado en la relación sexual
demuestra que es un egoísta (I). con el hombre porque no se ha
comportado como debe
comportarse una mujer.

5. El hombre tiene motivos para 5. La mujer tiene motivos para


sentirse culpable por cómo se ha sentirse culpable por cómo se ha
producido la relación sexual (I). producido la relación sexual.

Minimización de la gravedad de la violación

Tras estos análisis previos, pasamos ya a informar de las variables de interés. En relación con la variable
“minimización de la gravedad de la violación”, el ANOVA 2x2x2x2 realizado mostró efectos significativos de
la variable sexo, F(1,189)= 39.49, p<.000, η2= .173, de la variable RMA, F(1,189)= 15.85, p<.000, η2= .077, y
de la variable tipo de relación, F(1,189)= 5.08, p<.02, η2= .026, pero no así de la variable sexismo benévolo del
agresor, F(1,189)= 2.61, p= .10, η2= .014, ni de ninguna de las interacciones posibles.
Como puede observarse en la Tabla 2, los hombres minimizaron más que las mujeres la gravedad de la
violación. De igual forma, aquellos participantes que presentaban una alta aceptación de mitos de violación
(grupo alto RMA) también minimizaron en mayor medida la gravedad de la violación que los que tenían una
baja aceptación de mitos de violación (grupo bajo RMA). Por último, los participantes consideraron que la
violación revestía menor gravedad cuando se había perpetrado en la relación matrimonial que cuando se
cometió en la relación de noviazgo.

Tabla 2. Puntuaciones medias y desviaciones típicas obtenidas en la variable dependiente “Minimización de la gravedad de la
violación”. Mayores puntuaciones de los participantes indican una mayor minimización de la gravedad de la violación.
Variable Media D.T. F Sig.
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
16

independiente
Hombre 2.49 1.12
Sexo 39.49 p <.000
Mujer 1.55 1.05

Noviazgo 1.80 1.09


Tipo de
5.08 p < .02
relación
Matrimonio 2.16 1.24
Información
Sexismo 2.11 1.17
benévola
benévolo 2.61 n.s
No inform.
agresor 1.86 1.17
benévola
Alto 2.28 1.06
Grupo RMA 15.85 p < .000
Bajo 1.67 1.21

Minimización de la culpabilidad del agresor

En relación a esta segunda variable dependiente, el ANOVA global 2x2x2x2 mostró efectos significativos
de las variables sexo, F(1,189)= 39.43, p<.000, η2= .173, RMA, F(1,189)= 11.08, p<.001, η2= .055, y sexismo
benévolo del agresor, F(1,189)= 4.34, p<.03, η2= .022, pero no así del tipo de relación, F(1,189)= 0.19, p= .
65, η2= .001.

Como se puede observar en la Tabla 3, los hombres obtuvieron una mayor puntuación que las mujeres en
aquellos ítems que restaban responsabilidad al agresor por la violación perpetrada. Asimismo, el grupo alto
RMA comparado con el grupo bajo RMA, minimizó en mayor medida la culpabilidad del agresor por la
violación perpetrada. Por último, en aquellos casos en los que se inducía a pensar que el agresor (novio/esposo)
mostraba habitualmente un comportamiento benévolo con la víctima (novia/esposa), los participantes
consideraron menos culpable al agresor que aquéllos en los que no se hacía referencia a dicho comportamiento
benévolo.

Tabla 3. Puntuaciones medias y desviaciones típicas obtenidas en la variable dependiente “Minimización de la culpabilidad del
agresor”. Mayores puntuaciones de los participantes indican una mayor minimización de la culpabilidad del agresor.
Variable
Media D.T. F Sig.
independiente
Hombre 1.79 0.96
Sexo 39.43 p <.000
Mujer 1.06 0.79

Noviazgo 1.40 0.87


Tipo de
0.19 p = n.s
relación
Matrimonio 1.37 1.00
Información
Sexismo 1.52 0.87
benévola
benévolo 4.34 p < .03
No inform.
agresor 1.27 0.99
benévola
Grupo RMA Alto 1.62 0.89 11.08 p < .001
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
17

Bajo 1.16 0.94

No obstante, estos efectos principales estaban modulados por la única interacción que resultó
significativa de todas las posibles, la que se produjo entre las variables RMA y sexismo benévolo del agresor,
F(1,189)= 4.09, p<.04, η2= .021. Los datos que ilustran esta interacción se presentan en la Figura 1.

Figura 1. Interacción entre las variables RMA y sexismo benévolo del


agresor.
Minimización de la culpabilidad

2
del agresor

Información benévola del


agresor
No información benévola
1 del agresor

0
Grupo alto RMA Grupo bajo RMA
RMA

Con el objetivo de conocer cómo esta interacción entre la variable ideológica y la situacional influía en
la minimización de la culpabilidad del agresor, llevamos a cabo análisis post-hoc. Estos análisis mostraron que
en el grupo alto RMA la valoración de la culpabilidad del agresor era independiente de la información que
tuviera acerca del comportamiento benévolo de éste, t(101)= .145, n.s. Sin embargo, en el grupo bajo RMA, el
hecho de tener información sobre el comportamiento sexista benévolo del agresor hizo que se minimizara más
la culpabilidad del violador que cuando no se le hacía explícita esta información, t(100)= -2.051; p< .05. (Ver
Figura 1).

Analizando esta interacción de otra forma, encontramos que cuando los participantes no tienen
información sobre el comportamiento benévolo del agresor, la culpabilidad atribuida al agresor es distinta
según se acepte más o menos los mitos de la violación, t(106)= 3.28; p<.01. Por el contrario, cuando se les
informa que el agresor habitualmente muestra un comportamiento benévolo con su pareja, las valoraciones de
los participantes no se ven afectadas por su grado de aceptación de mitos, t(95)= 1.39; n.s.

Atribución de culpabilidad a la víctima


En relación con esta variable, el ANOVA global 2x2x2x2 mostró efectos significativos de las variables
sexo, F(1,189)= 82.96, p<.000, η2= .305, y RMA, F(1,189)= 59.78, p<.000), η2= .240, pero no de la variable
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
18

tipo de relación, F(1,189)= 1.55, p= .21, η2= .008, ni de la variable sexismo benévolo del agresor, F(1,189)= .
78, p= .38, η2= .004.

Tal y como muestra la Tabla 4, los hombres obtuvieron mayores puntuaciones que las mujeres en aquellos
ítems que inculpaban a la mujer por la violación, es decir, los hombres atribuyeron mayor culpabilidad a la
víctima por la agresión sexual sufrida. También, el grupo alto RMA es el que consideraba más culpable a la
víctima.

Tabla 4. Puntuaciones medias y desviaciones típicas obtenidas en la variable dependiente “Atribución de culpabilidad a la
víctima”. Mayores puntuaciones de los participantes, indican una mayor atribución de culpabilidad sobre la víctima de
violación.
Variable
Media D.T. F Sig.
independiente
Hombre 1.98 1.28
Sexo 82.96 p < .001
Mujer 0.82 0.81

Noviazgo 1.42 1.25


Tipo de
1.55 n.s.
relación
Matrimonio 1.26 1.13
Información
Sexismo 1.43 1.19
benévola
benévolo 0.78 n.s.
No inform.
agresor 1.26 1.20
benévola
Alto 1.86 1.18
Grupo RMA 59.78 p < .001
Bajo 0.82 0.97

No obstante, estos efectos principales se vieron modulados por un efecto marginalmente significativo de
interacción entre las variables RMA, sexismo benévolo del agresor y sexo, F(1,189)= 3.43, p<.06, η2= .018.

Figura 2. Atribución de culpabilidad a la víctima cuando se presenta


información benévola del agresor.
Atribución de culpabilidad a la víctima

2
Hombres
Mujeres
1

0
GrupoRMA
alto RMA Grupo bajo RMA

Como muestra la Figura 2, cuando se informó a los participantes sobre el comportamiento sexista benévolo
del agresor, los hombres del grupo alto RMA atribuyeron una mayor culpabilidad a la víctima que las mujeres
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
19

del mismo grupo, t(47)= -4.61; p<.000. Este mismo patrón de resultados se daba en el grupo bajo RMA, es
decir, los hombres culparon a la víctima más que las mujeres, t(41)= -3.44; p<.001. No obstante, las
atribuciones de culpabilidad tanto de hombres, t(38)= 3.01; p<.005, como de mujeres, t(55)= 4.44; p<.000, eran
menores en el grupo bajo RMA.

Figura 3. Atribución de culpabilidad a la víctima cuando no se


presenta información benévola del agresor.
Atribución de culpabilidad a la víctima víc

2
Hombres
Mujeres
1

0
Grupo alto RMA Grupo bajo RMA
RMA

Cuando los participantes (Figura 3) no contaban con información sobre el comportamiento benévolo del
agresor, los hombres del grupo alto RMA culpaban a la víctima más que las mujeres, t(47)= -6.97; p< .000.
Este mismo patrón se encontraba en el grupo bajo RMA, donde los hombres consideraban a la víctima más
culpable que las mujeres, t(45)= -3.86; p<.000. No obstante, tanto los hombres, t(50)= 5.56; p<.000, como las
mujeres, t(48)= 3.70; p<.001, del grupo bajo RMA atribuyeron menor culpabilidad a la mujer que los del grupo
alto RMA.

DISCUSION

El principal objetivo de este trabajo era estudiar la percepción social que tienen los adolescentes de
las agresiones sexuales contra las mujeres que ocurren en el contexto de las relaciones de pareja. Para
ello, se estudió la influencia de dos variables situacionales (tipo de relación víctima-agresor y sexismo benévolo
del agresor) y dos variables del perceptor (aceptación de los mitos de la violación y sexo), así como la
interacción de ambas, en los juicios que realizan los adolescentes sobre la culpabilidad del agresor y de la
víctima, así como de la gravedad de un hipotético caso de violación. Nuestros resultados ponen de manifiesto la
importancia tanto de los factores situacionales como de los factores propios del perceptor en las
diferencias encontradas en la percepción de la violación. Además, estos resultados también sugieren que la
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
20

interacción entre factores situacionales y del observador afecta a las atribuciones de culpabilidad sobre la
víctima y el agresor.

En línea con lo que esperábamos en nuestra primera hipótesis, los participantes justificaron más la
violación perpetrada en la situación marital que la cometida en la situación de noviazgo, es decir, los
participantes minimizaron más la gravedad de la violación cuando pensaban que el violador era el marido de la
víctima que cuando pensaban que la había violado su novio. Estos resultados ponen de manifiesto que el grado
de formalización de las relaciones influye en la valoración que se hace de la agresión sexual perpetrada en la
relación de pareja. Además, en parte demuestran que la creencia patriarcal de que los hombres tienen derecho
legítimo al acceso carnal de su esposa, sin considerar sus deseos y preferencias (Alberdi y Matas, 2002), sigue
vigente aún en nuestros días y en las generaciones más jóvenes. También podrían ir en la línea de otros
resultados encontrados en estudios previos donde se consideraba la violación marital menos perjudicial para las
víctimas que cualquier otro tipo de violación (Frese et al., 2004; Monson et al., 2000).

Como indicábamos en nuestra segunda hipótesis, los participantes a los que se les daba información
sobre el comportamiento benévolo habitual del agresor con la víctima fueron los que más minimizaron la
culpabilidad del agresor por la violación que había perpetrado. Este resultado viene a confirmar la peligrosidad
del comportamiento sexista benévolo que, escondido tras una apariencia de amabilidad y protección hacia las
mujeres, enmascara conductas y las hace parecer menos peligrosas o graves, consiguiendo con ello favorecer la
imagen del sexista benévolo y perpetuar la desigualdad de género.

También encontramos apoyo a nuestra tercera hipótesis, ya que los resultados pusieron de manifiesto
que aquellos participantes que mostraban una alta aceptación de los mitos de la violación eran los que más
minimizaban la gravedad de la violación y la culpabilidad del violador, y los que más culpable consideraban a
la víctima por la agresión sexual que había sufrido. Estos resultados apoyan lo que ya otros autores han
encontrado en estudios realizados con adultos, pero esta vez con adolescentes.

Nuestra cuarta hipótesis también se veía confirmada. Encontramos un efecto del sexo en todas nuestras
variables dependientes, según esperábamos: los hombres fueron los que minimizaron en mayor medida la
gravedad de la violación que se había perpetrado y la culpabilidad del agresor, así como los que consideraron a
la víctima más culpable de la violación. Otros estudios repetidamente han encontrado que los hombres
manifiestan unas actitudes hacia la violación más favorables que las mujeres (por ejemplo, Anderson et al.,
1997; Anderson y Swainson, 2001; Cowan, 2000; Forbes et al., 2004). Además, siguiendo a Moya, Expósito y
Padilla (2006), si consideramos que el machismo se sustenta en el mantenimiento del poder de los hombres
sobre las mujeres, no es incoherente obtener que los hombres sean los que manifiesten unas actitudes más
favorables hacia la violación. En este caso encontraríamos un añadido de gravedad ya que, en nuestro estudio,
los que expresan esta valoración más favorable de la violación son chicos adolescentes. A pesar de todo el
esfuerzo educativo y social que se está realizando para acabar con la desigualdad de género, parece que la
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
21

erradicación de las creencias machistas no es una tarea sencilla y serán necesarias varias generaciones para que
se empiecen a notar los efectos.

Con nuestra quinta hipótesis pretendíamos comprobar si las diferencias en la percepción social de la
violación en las situaciones más ambiguas se podrían explicar mejor por el efecto conjunto de las variables
situacionales y los factores del observador, más que por el efecto propio de cada una de ellas. En este caso,
encontramos que las atribuciones de culpabilidad al agresor y a la víctima sí se explicaban mejor por la
interacción de ambas variables, sin embargo la minimización de la gravedad de la violación dependía más de
las actitudes de aceptación hacia la violación que albergaban los participantes y del tipo de relación víctima-
agresor, tomadas estas variables de forma aislada.

La interacción entre las ideas o mitos que apoyan la violación y la información sobre el comportamiento
sexista benévolo del agresor, nos ayuda a entender las diferentes respuestas de los participantes ante los
episodios de violación presentados. Cuando los observadores albergan actitudes más favorables hacia la
violación, consideran al agresor menos culpable independientemente de que la información que se les presente
del propio agresor incluya elementos benévolos o no. Sin embargo, cuando las actitudes favorables hacia la
violación son más tenues, la información contextual sobre el comportamiento sexista protector y galante del
agresor con su pareja cobra toda su importancia y hace que se le reste culpabilidad al violador, es decir, la
ambigüedad que aporta la descripción en términos benévolos del agresor hace que éste se perciba de forma más
favorable y se minimice su culpabilidad. De la misma manera, la atribución de culpabilidad hacia la víctima de
violación se explica mejor por la interacción entre las variables aceptación de mitos de violación, información
sexista benévola del agresor y sexo de los participantes. Tanto en la situación en la que se aporta información
sobre el comportamiento benévolo del agresor como en la que no se aportaba tal información, los adolescentes
(hombres) que albergaban actitudes más favorables hacia la violación son los que más culpabilidad atribuyeron
a la víctima. Estos resultados son consistentes con los encontrados en otros trabajos (por ejemplo, Monson et
al., 1996; Moya, Megías, Frese y Durán, en preparación; Yamawaki, 2007) y apoyan la primitiva tesis de
Johnson y Russ (1989) acerca del mayor impacto de las variables cognitivas de los perceptores cuando las
variables contextuales aportan cierto grado de ambigüedad a la situación que se tiene que enjuiciar.

Aunque nuestro estudio ha generado hallazgos interesantes, presenta limitaciones que debemos reconocer.
En primer lugar, aunque nuestra muestra es más amplia que las utilizadas en estudios similares, puede no ser
representativa de toda la población adolescente ya que en ella sólo han participado estudiantes. En esta misma
línea argumentativa, puesto que se ha utilizado una muestra de población adolescente, algunos de nuestros
resultados tal vez podrían no ser generalizables a población adulta. También podríamos ser críticos con los
escenarios de violación creados, ya que a pesar de que intentan reproducir la agresión sexual en la relación de
pareja, dando información sobre diferentes aspectos de la relación y de los protagonistas, en la realidad los
Percepción Social de las Agresiones Sexuales a Mujeres
22

observadores cuentan con mucha otra información que puede ser determinante de los juicios que realizan sobre
las agresiones sexuales.

Tomados en su conjunto, estos hallazgos tienen dos implicaciones aplicadas fundamentales. En primer
lugar, en lo referente al tratamiento mediático de la información sobre los agresores sexuales dentro de la
pareja, extensible a cualquier información referente a violencia dentro de la pareja (maltrato físico, sexual o
psicológico). Esta información no debería mostrar valoraciones positivas de la relación de pareja (de conocidos,
familiares, compañeros, etc), especialmente las que hagan referencia al comportamiento protector y amable del
agresor con la víctima ya que, como se ha puesto de manifiesto en este trabajo, es una variable que distorsiona
la percepción de la violación haciendo que se valore menos negativamente. Y en segundo lugar, en el diseño de
programas de prevención de la violación convendría incorporar actuaciones dirigidas, por un lado, a la
modificación de actitudes sobre la violación, y por otro, a erradicar falsas creencias sobre las situaciones que
conllevan cierta ambigüedad en las agresiones sexuales que pueden hacer que éstas lleguen a verse justificadas,
como por ejemplo la idea de los “deberes maritales”.

Numerosos estudios han demostrado que la victimización secundaria de la que a menudo son objeto las
víctimas de violación influye negativamente en su bienestar físico y psicológico (Campbell, 1998; Campbell et
al., 2001; Ullman, 1996). Este estudio hace una contribución a la comprensión de los factores que pueden
afectar las reacciones negativas de la gente ante las agresiones sexuales que se cometen en las relaciones de
pareja, y cómo esos factores pueden interactuar unos con otros. Además, considera la influencia del sexismo
benévolo del agresor, como variable contextual, estudiado específicamente en la población adolescente, algo
hasta el momento poco tratado en otras investigaciones.

REFERENCIAS

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23

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