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Especial
Por:
Rob McBride
www.RobMcBride.net
Versión Original
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio
electrónico o mecánico, sin autorización por escrito del autor.
McBride, Rob.
Un don especial / Rob McBride.
MYBN 238-08-06-1962-0001S
II. EL TRABAJO.................................................................................................7
III. ABUELITO...................................................................................................10
VI. EL VIAJE......................................................................................................20
VIII. RAMÓN........................................................................................................30
X. AGUASCALIENTES ...................................................................................38
XI. EL PATRÓN.................................................................................................43
XIII. REFLEXIONES............................................................................................59
i. Acción 62
ii. Confianza 64
iii. Tenacidad 66
iv. Iniciativa 68
v. Tolerancia 70
vi. Utilidad 72
vii. Deseo 74
XIV. AÑOS DESPUÉS… .....................................................................................76
Rob McBride
I. Juan José
Juan José era un muchacho de catorce años y como todo muchacho tenía muchos
sueños y deseos. Siempre le decían <<flaco>> porque no importaba cuanto comiera,
siempre se mantenía delgado. Tenía el pelo negro y ondulado. Sus ojos le brillaban
como estrellas cuando se emocionaba. Las mujeres siempre comentaban sobre sus
pestañas largas y elegantes. Esto le molestaba mucho porque relacionaba las pestañas
largas con las mujeres. Inclusive un día se las había cortado y se sorprendió cuando le
crecieron nuevamente. Era muy curioso y siempre inventaba juegos y trucos. A todo el
mundo le gustaba estar con él por su chispa de poder siempre decir algo gracioso hasta en
los momentos más difíciles.
Él nació y creció en un barrio llamado 24 de junio. El nombre venía de la fecha
de una batalla importante y decisiva para lograr la independencia de su país hace casi 200
años. Era un barrio humilde en la inmensidad del Distrito Capital, la ciudad más grande
del país. Había unas escaleras de concreto que subían hasta el barrio desde la avenida
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Un Don Especial
principal que quedaba a unos 5 minutos caminando. A Juan José le encantaba ir rápido
por las escaleras. Las subía y bajaba de dos en dos. La gente siempre le decía << ¡Mosca
chamo1, te vas a matar! >>
En el barrio 24 de junio la vida era dura y Juan José había crecido con suma
tristeza y pobreza toda su vida. Él vivía con su mamá María Consuelo; sus dos hermanos
José Gregorio y José Antonio; y su hermana María José. El apartamento era pequeña con
una habitación, un baño, una sala y una cocina pequeña. Su mamá y María José dormían
en la única habitación y él dormía con sus hermanos mayores, José Gregorio y José
Antonio en la sala que se convertía todas las noches en una segunda habitación.
Su papá, José María Sánchez, se había ido un día al trabajo hace dos años y nunca
más volvió. Mágicamente se había desaparecido y desde entonces no sabían nada de él.
No sabían si se había ido por su propia voluntad o si los malandros2 de la zona lo habían
quebrado3. José María, como la mayoría de las personas que vivían en el barrio 24 de
junio tenía problemas económicos. Había pedido dinero prestado para resolver un
problema que tuvo con el apartamento donde vivían, la cual tenía dos habitaciones y dos
baños. Debía pagar a un abogado para que este consignara el alquiler por los tribunales
con la esperanza de quedarse en el apartamento. Lamentablemente, todo fue un fraude y
habían perdido el apartamento de todas maneras. Uno de los días más tristes en la vida
de Juan José fue cuando los desalojaron a la fuerza de su apartamento. Sin embargo, los
malandros querían su dinero.
Juan José lloró mucho con la desaparición de su papá. Tenía bellos recuerdos de
todas las veces que su papá lo había sacado a jugar béisbol. Desde niño fantaseaba con
ser uno más de los famosos de las grandes ligas. Sobre todo desde que su papá le había
contado sobre las maravillas de David Concepción. Por su parte, Juan José seguía a su
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muchacho
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antisociales
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Desaparecido
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ídolo Andrés Galarraga. El “cuento” de un chamo pobre llegando a las grandes ligas era
muy conocido en el barrio. Seguían las carreras de sus peloteros con mucho interés.
Juan José no podía creer que su papá se hubiese ido por su propia voluntad. Las
noches siguientes después de que desapareció su papá, su mamá lloraba sin consuelo y
Juan José la abrazaba.
—Cálmate mami, tú eres la persona más bella del mundo, estoy seguro que él
volverá por nosotros para llevarnos a vivir en una de esas quintas espectaculares donde
vive la gente rica y donde siempre has soñado vivir —le decía Juan José—. Seguro que le
salió un trabajo mejor y pronto vendrá por nosotros.
María Consuelo adoraba a su hijo. Era el más joven de sus hijos y aunque decía
que amaba a todos por igual, Juan José siempre era especial para ella. Todos sus hijos le
daban un beso y le pedían la bendición cuando salían y entraban a casa. Juan José
además le daba un abrazo que le sacaba el aire. Era de aquellos abrazos que te hace
sentir una energía y amor increíble por todo tu cuerpo.
Al principio a Juan José pensaba que regresaría su papá aunque le daba miedo que
no lo haría. No creía que su papá les hubiese dejado sin recursos y a punto de ser
desalojados de su apartamento. Pasaban los días, los meses y los años. Así poco a poco
su papá pasó a ser un recuerdo. Mientras tanto, toda la familia tuvo que chambear4 para
cumplir con los gastos de todos los días.
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trabajar
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Un Don Especial
II. El Trabajo
Juan José dejó de ir a la escuela a los doce años cuando se desapareció su papá.
Consiguió una chamba vendiendo periódicos en la calle. Aunque no ganaba mucho, por
lo menos salía todos los días con algo de plata5 para comprar al menos la comida que
tanta falta les hacía.
Como todo joven tenía sus dudas, sus frustraciones y sus sueños. Él veía dos
posibilidades para su vida. Una era la perspectiva con los malandros del barrio que
siempre se estaban metiendo en problemas. Veía que siempre estaban por allí tomando
caña, drogándose y malandreando. Se vestían con una pinta6 y siempre tenían plata.
También vio que siempre estaban corriendo y escondiéndose de la justicia. La otra
posibilidad era la de las personas que habían conseguido un trabajo decente y que
trabajaban desde temprano en la mañana, hasta muy tarde por la noche. Solo conseguían
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dinero
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ropa
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poca plata para llevar a casa. Siempre estaban pelando7 y nunca tenían lo suficiente para
sobrevivir.
Por una parte él quería tener todo lo que tenían los balandros y por la otra sabía
que esto era estar siempre en peligro. Era común en esta forma de vida que los
malandros terminaran quebrados en uno de los muchos callejones del barrio. Hacía un
año le habían quebrado a un amigo quien había ahorrado dinero durante seis meses para
comprar unos zapatos con cuales había soñado. Un fin de semana mientras salía de un
bonche8 y unos malandros lo atracaron. Se resistió cuando le estaban quitando los
zapatos y lo quebraron sin pensarlo dos veces.
Juan José quería hacer algo bueno con su vida, no tanto por él sino por su mamá.
Él veía como sufría su mamá. Ella chambeaba en una fábrica de telas donde para llegar a
tiempo tenía que levantarse a las 5:00 de la mañana y no regresaba a casa sino después de
las 8:00 de la noche. Cuando llegaba, apreciaba lo cansada que estaba. Su mamá era
muy linda y no aparentaba su edad. Podía pasar por tener diez años menos sin problema.
Sin embargo, Juan José veía que los últimos dos años sin su marido habían sido arduos
para su mamá. La energía que solía tener estaba siendo reemplazada por un cansancio
que parecía no tener fin. Sus ojos aún brillaban cuando ella hablaba aunque ahora tenían
arrugas en la cara y frecuentemente tenía ojeras por la falta de sueño.
Cuando llegaba a casa María Consuelo preparaba algo de comer para todos. Se
sentaban a comer y mientras veían la novela de las nueve de la noche. Era en estos
instantes cuando Juan José se sentía feliz y en paz con su familia.
Un día Juan José se levantó y fue a buscar sus periódicos para chambear. Cuando
llegó a la esquina donde solía recoger la prensa, no había nadie. Sus compañeros de
trabajo venían llegando uno a uno. No llegaba la prensa y nadie sabía el por qué.
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sin dinero
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fiesta
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Un Don Especial
Normalmente siempre llegaba un camión que repartía los periódicos y estaban allí desde
temprano. Pasada una hora llegó su jefe.
—Lamento decirles —comenzó—, la chamba se acabó. No es un secreto para
nosotros que la falta de materia prima y el ambiente económico ha sido difícil, muy duro.
Después de 50 años operando no es una decisión fácil. El jefe estima que será mejor
cerrar el negocio por ahora. Aunque no descarta la posibilidad de abrir más adelante.
Desgraciadamente todos nos quedamos en la calle.
Juan José no sabía que hacer. Sabía que su mamá y su familia dependían del
dinero que llevaba a casa todos los días. Se sentía impotente, quería llorar cuando
pensaba en lo que le diría a su mamá. No porque se molestaría, sino por la pelazón9 que
les seguía en todo momento.
Empezó a deambular por las calles. Sentía como si estuviera en un sueño.
Caminó por esas calles, donde había mucha gente y mucho ruido. Aún así, él se sintió
aislado, ausente como si estuviera en un trance. Percibía que estaba en un túnel donde
todo era silencioso y distante. Llegó a una plaza donde había estado muchas veces con
su familia y se sentó en un banco. Puso su cabeza en sus manos y comenzó a llorar como
un bebé a rienda suelta.
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pobreza
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III. Abuelito
Juan José no sabía si habían pasado 5 minutos o si había pasado una hora cuando
sintió una mano en su hombro. Levantó la cabeza y vio un señor mayor con el pelo
canoso y una barba larga.
—Está bien hijo, llora —dijo el señor con una voz sonora y elocuente—. Las
lágrimas limpian el alma.
Juan José puso su cabeza entre sus manos otra vez y siguió llorando. Sollozaba y
sintió sus hombros moviéndose bajo de la mano fuerte del señor. Pasaron un buen rato
allí sin decir nada. Cuando Juan José pensaba que ya no le podían salir más lágrimas,
levantó la cabeza de nuevo y vio al señor. Tenía muchas arrugas en la cara, ojos grises y
en su rostro se dibujaba una sonrisa que irradiaba confianza y seguridad.
— ¿Qué pasa hijo, porque estás así? —quería saber el viejo.
Juan José a pesar de todo lo que su mamá le había advertido sobre el peligro de
hablar con las personas desconocidas, no temía al viejo. El señor escuchó atentamente
mientras Juan José contaba lo del periódico. Cuando paró de hablar, el viejo lo vio y
sonrió.
—Todo en la vida tiene sus altos y sus bajos. Lo más importante es poder subir
después de haber caído.
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Un Don Especial
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IV. Pedro
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Un Don Especial
empresa había invertido mucho dinero en el estudio y tenían que seguir las sugerencias al
pie de la letra.
— ¡No parece justo! Sobre todo cuando él había trabajado ahí por tantos años —
exclamó Juan José.
—La vida no tiene que ser justa —siguió Abuelito—. Mi padre me dijo hace
muchos años, <La vida no es ni justa ni injusta, simplemente es>. Pedro fue a su
apartamento y penosamente explicó a su familia lo que le había pasado. Su familia, por
supuesto, estaba destrozada con la noticia. Pensó en sus alternativas. Al principio le
pareció lo más lógico ir a buscar otro trabajo como vigilante. Era lo que sabía hacer. Lo
había hecho toda su vida. Sabía que cuando uno iba en busca de un trabajo siempre le
preguntan sobre la experiencia.
—Yo he visto que normalmente las personas siguen haciendo un trabajo parecido
aunque los boten del trabajo —reflexionó Juan José.
—Así es hijo. Normalmente las personas siguen en su misma profesión. En este
caso, Pedro se hizo una pregunta muy importante, < ¿Qué es lo que realmente me gusta
hacer? > Inmediatamente sabía la respuesta. Le fascinaba arreglar todo tipo de cosas.
De hecho desde niño siempre le gustaba desarmar todo para ver como funcionaba. Toda
su familia y sus amigos siempre le daban todo tipo de cosas para arreglar.
>>Al día siguiente por la mañana vino un amigo para hablar con Pedro. Hablaron
sobre lo que había pasado en la fábrica. Como el amigo sabía que Pedro sabía arreglar
cosas, le dijo que tenía una radio que no funcionaba y que estaba dispuesto a pagarle si
pudiese arreglar su radio. Pedro aceptó la propuesta y en menos de 20 minutos la había
arreglado. El amigo le pagó y se fue. De repente se le ocurrió una idea. < ¿Qué tal si
buscara cosas para arreglar y cobrar de acuerdo a lo que las personas estuvieran
dispuestas a pagar? > Le explicó la idea a su esposa y a ella le encantó.
— ¡Que buena idea! —exclamó Juan José.
—Este mismo día Pedro y su esposa —continuó Abuelito—, se fueron por toda la
cuadra por donde vivían y preguntaron a sus vecinos si tenían algo que no le funcionara y
que necesitara reparación. Les sorprendió lo que pasó. Como la situación económica del
país estaba muy difícil, la gente no tenía dinero para comprar algo nuevo. Así que
preferían arreglar lo que tenían. El primer día le dieron dos planchas, tres cuadros, una
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mesa y un televisor. Puso manos a la obra y Pedro logró arreglar todo menos el televisor
que dejó para el día siguiente. La gente estaba fascinada con su rapidez. Le pagaron y en
algunos casos le dieron más artículos para arreglar. En el caso del televisor, no sabía
exactamente cual era el problema. Fue a visitar a un amigo que sabía mucho de
televisores y le preguntó si podía arreglarlo. Éste le respondió que podía hacer la
reparación, solo faltaba una pieza que tenían que comprar. Pedro visitó al dueño del
televisor y le explicó que tenían que comprar una pieza para efectuar la reparación. El
cliente le dio el dinero y al día siguiente entregó el televisor funcionando como si fuera
nuevo. Por supuesto, los dos amigos compartieron las ganancias.
— ¿Y después que pasó? —quería saber Juan José.
—Bueno, en poco tiempo, Pedro tenía mucho más trabajo de lo que podía hacer
solo —siguió Abuelito—. Contrató a un muchacho para que le ayudara. Después de
varios meses se dio cuenta que necesitaba más espacio y alquiló un local que tenía todo lo
que él necesitaba para su negocio de reparaciones. Se convirtió en un héroe en su
comunidad. La gente le llevaba de todo. Ellos sabían que cuando Pedro no podía
arreglar algo, ya era el momento de botarlo y comprar uno nuevo.
>> Pedro solía decir a sus clientes: <Yo les doy una garantía. La garantía es que
en un 90% de los casos, yo lo puedo arreglar. En los otros 10% de los casos, ¡más nunca
va a funcionar! > Todos se reían y sabían que tenía razón.
>> Esto nos muestra una de las grandes verdades de la vida. En la vida, hay un
comienzo y hay un fin. ¡Nada ni nadie lo escapa!
—Nunca lo había pensado de esta manera –dijo Juan José con el ceño fruncido—,
veo que es así.
—Mientras corrían los años su negocio fue creciendo. Compró una casa grande y
vivía como un rey. Un día llegó un funcionario del gobierno y le dijo que quería darle un
premio por lo que había hecho en su comunidad. Él era un excelente ejemplo para todas
las personas en el barrio que tuvieran ganas de lograr sus sueños. Pedro aceptó su oferta.
El día de la entrega del premio le pidió que Pedro firmara su nombre en el libro de actas.
Pedro explicó al funcionario que no sabía leer ni escribir.
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Un Don Especial
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V. Un Don Especial
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Gracia especial o habilidad para hacer
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Un Don Especial
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El muchacho pensó sobre lo que Abuelito dijo y decidió en ese instante que no
quería esperar toda su vida para encontrar su Don Especial. Consideró cuidadosamente
las palabras de Abuelito y se dio cuenta que conocía a muchas personas que estaban
obstinados de sus trabajos y se evidenciaba en sus vidas. Conocía pocas personas que
estaban realmente contentas con sus vidas. Decidió que quería ser una de esas personas
que estaban contentas con su lugar en este mundo. Resolvió que quería conseguir su Don
Especial y su misión de estar en este mundo. Le preguntó al Abuelito:
— ¿Cómo puedo conseguir mi Don Especial lo más pronto posible?
El viejo se fijó en los ojos radiantes del muchacho y contestó:
—No hay un camino único y no hay una varita mágica que lo haga aparecer. Sin
embargo, hay muchas formas de buscar tu Don Especial. Permíteme preguntarte, ¿Hay
algo que siempre hayas querido hacer y nunca pudiste hacerlo?
El muchacho se quedó pensando un momento y de repente dijo:
— ¡Sí, sí hay algo! Siempre he querido conocer Aguascalientes, el pueblo donde
nació mi papá. Nunca he podido ir para allá. ¿Podría conseguir mi Don Especial si voy
para allá?
Abuelito sonrió de la inocencia y sencillez que sólo puede tener un muchacho.
—Es posible, sin embargo no te lo puedo asegurar. ¿Por qué nunca has ido para
allá? —quería saber Abuelito.
—Íbamos a ir una vez solo que no teníamos los reales para el pasaje. Después
desapareció mi papá y mi mamá no quería saber nada de mi papá o con Aguascalientes.
Siempre he querido ir para allá —explicó Juan José—. Mi papá me dijo que mi abuelo es
una persona muy importante en Aguascalientes. Tiene una finca y es respetado por
todos. Creo que todavía está vivo. He soñado con mi abuelo y cómo sería vivir en una
finca, montado en un caballo todos los días arreglando cercas y cuidando vacas.
>> Las únicas veces que he salido del Distrito Capital han sido unos viajes a la
playa. Mi vida es cemento, humo y ruido. No conozco otra realidad. Quiero conocer
mis raíces.
—Ve hijo, ve a ver que encuentras —, declaró Abuelito—. Sugiero que vayas
con tus ojos inquisitivos bien abiertos y dispuestos a aceptar lo que encuentres. La gran
mayoría de nosotros paseamos por el camino de la vida sin ver por los lados, como si
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Un Don Especial
estuviéramos en un túnel, sin ver la belleza que nos rodea a cada instante. Este instante
es el momento más intenso de nuestras vidas. La vida es increíble y podemos aprender a
disfrutar cada momento. ¡Nunca se sabe cuando te vas a encontrar tu Don Especial!
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VI. El Viaje
— ¡No vas a creer lo que me pasó hoy! —exclamó Juan José cuando su mamá
llegó por la noche.
—Cálmate hijo, estás acelerado. ¿Qué pasó?
—Perdí mi trabajo —comenzó Juan José—. No quiero que te preocupes porque
después pasó algo maravilloso.
— ¿Cómo puede ser maravilloso? —Quería saber su mamá—. Ahora qué vamos
a hacer. Tú sabes muy bien que todos tenemos que contribuir para los gastos de la casa y
¡aún así parece que siempre estamos pelando!
—Conocí un señor que se llama Abuelito y me habló de cosas maravillosas. Me
dijo que todos tenemos Un Don Especial, una misión a cumplir en la vida.
—Juan José —regañó su mamá—. ¿Cuántas veces te he dicho que no deberías
hablar con los desconocidos?
—Mamá —explicaba su hijo—, él es especial. No se como explicarte, sentí una
inspiración increíble cuando estaba hablando con él. Parecía que sabía exactamente lo
que pensaba y sentía en todo momento.
Juan José le comentó todo a su mamá referente su conversación con Abuelito. Al
principio le dio miedo a María Consuelo que su hijo estuviera hablando con un señor
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Un Don Especial
desconocido. Después vio lo emocionado que estaba su hijo. Pensó que Juan José
debería estar triste por lo que le había pasado con su trabajo. Sin embargo, ella vio en su
hijo una energía que le brillaba en los ojos que no había visto en mucho tiempo. De
hecho para ser exacta, la había visto por última vez había sido antes de que su esposo
José María desapareció. A Juan José se le había ido la pasión de la vida, parecía como si
la llama que siempre ardía en el cuerpo de su hijo se hubiese apagado.
Ahora, veía una luz que chispeaba de nuevo en sus ojos. Cuando vio nuevamente
este entusiasmo que siempre había tenido Juan José, María Consuelo se emocionó. Ella,
como todas las madres, quería lo mejor para sus hijos. Le daba pánico pensar que Juan
José viajaría solo a Aguascalientes. A su vez, entendió que lo que decía Abuelito era
cierto. María Consuelo quería con toda su alma que Juan José encontrara su Don
Especial y sabía que su destino por el momento era ir a Aguascalientes.
Juan José inició su viaje esta misma noche. Estaba muy ansioso de ver donde
había nacido su papá y desde donde tal vez podría encontrar algo que podría cambiar su
vida. No sabía exactamente cómo iba a llegar aunque tenía fe que de alguna manera todo
iba a salir muy bien.
En un bolso llevaba la comida que su mamá le preparó, un cambio de ropa y su
cepillo de dientes. Lo que no tenía era dinero. Juan José se fue de casa asustado y a la
vez confiado en que iba a conseguir la forma de alcanzar su objetivo.
Cuando llegó al terminal de los autobuses observó toda la actividad. Todos
andaban con prisa por todos lados. Preguntó a varias personas y eventualmente consiguió
un autobús que iba a Santa Fe, la ciudad que quedaba más cerca de Aguascalientes. Se
acercó al chofer y le dijo:
—Tengo que ir a Aguascalientes, el único problema es que no tengo dinero.
Puedo trabajar y ayudarle si me permite abordar el autobús.
— ¡Estás loco chamo! —gritó el chofer. ¿Cómo piensas viajar si no tienes plata?
En este momento se les acercó una señora que había escuchado todo.
—Escuché lo que le decías al chofer —manifestó la señora—. ¿Por qué tanto
apuro para ir a Aguascalientes?
—Mi papá nació en Aguascalientes y ¡tengo que buscar algo importante allí! —
afirmó Juan José con firmeza.
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—Mi nombre es María Elena Fernández y tengo que llevarle unos documentos
importantes a mi papá que vive en Los Dos Caminos que queda a un día caminando de
Santa Fe. Por más que quiero ver a mi papá, no puedo hacerlo. Mi hijo está muy
enfermo y no puedo dejarlo solo ni llevarlo conmigo.
—Espero que se mejore rápido —dijo Juan José con empatía.
—Gracias. Tengo una idea —continuó—, tal que no puedo ir por la situación
actual de mi hijo, ¿Qué tal si yo te pague el pasaje, y tu entregues el paquete a mi papá?
— ¡Por supuesto que sí! —gritó Juan José—. ¡Sería maravilloso!
— Pareces un buen muchacho y algo me dice que eres honesto —reconoció la
Sra. María Elena—. Mi papá se llama Don Emilio Fernández y como he dicho él vive en
un pueblo que se llama Los Dos Caminos. Queda a un día caminando a un ritmo
constante de donde para el autobús en Santa Fe. Todavía no hay transporte que llegue
hasta allá. ¿Seguro que estás dispuesto a hacer el viaje?
Juan José asintió que sí con entusiasmo.
María Elena Fernández escribió la dirección exacta en un papel y se lo dio a Juan
José junto con el boleto del autobús y el sobre para su papá. El chofer les había
escuchado y dijo:
—Con relación a Santa Fe, Los Dos Caminos no queda en la misma dirección que
Aguascalientes…
—No se preocupe —interrumpió Juan José al chofer quien se quedó con la boca
abierta—, antes de hacer cualquier otra cosa, entregaré su encomienda. ¡Se lo prometo!
Estoy en buenas condiciones físicas.
Cuando Juan José dio el boleto al chofer, este le comentó sonriendo:
—Veo que eres un chamo inteligente, adelante amigo.
Juan José le dio las gracias con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja y tomó
su asiento en el autobús.
El muchacho sintió que se estaba embarcando en algo importante. Por lo que
había explicado Abuelito, sabía que en cualquier momento podía conseguir su Don
Especial, su razón de estar en el planeta tierra. No sabía de dónde vendría la información
que le indicara cual era su Don Especial. Recordaba lo que le dijo Abuelito, <<Un Don
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Un Don Especial
Especial suele aparecer mucho más rápido para los que lo buscan que para los que no
saben que existe esta verdad>>.
Juan José comenzó a pensar en las personas que conocía. Eran pocos los que
parecían estar disfrutando de la vida. Pensó en Señor Romero que vendía periódicos en
el kiosko11 cerca de donde vivía. Siempre tenía una sonrisa en su cara y decía a todos
que pasaban, << ¡Muy buenos días! >>. No importaba si la gente paraba a comprar algo
o no. Él saludaba a todos por igual. Juan José imaginó que era una de las razones
principales que la gran mayoría de la gente en la cuadra compraron sus sus periódicos y
chucherías12 al Sr. Romero.
Había otro kiosko en la otra esquina y el señor que trabajaba ahí era un gruñón.
No saludaba a la gente y cuando les daba el dinero de vuelto, no les decía ni gracias, ni
buenos días. El tamaño del kiosko de Sr. Romero era por lo menos el doble del otro y
siempre estaba surtido con una gran variedad de periódicos y dulces. Juan José pensó
que seguramente el Sr. Romero había conseguido su Don Especial.
No había mucha gente en el autobús. Juan José se estiró y en poco tiempo estaba
profundamente dormido.
Soñó que estaba regresando a su barrio en el Distrito Capital. Venía caminando
por la cuadra y tenía una sonrisa inmensa. Cuando vio a sus amigos que le preguntaron:
— ¿Qué pasa pana13, porque estás tan feliz?
—He encontrado mi Don Especial. ¡Ya sé lo que quiero hacer con mi vida!
Ellos le miraban como si hubiese venido de otro planeta. Él les dijo que había
tenido una aventura y que había conseguido lo que era su destino en la vida. Ellos le
dijeron:
—Pana, tú sabes que nosotros nacimos pobres aquí en este barrio y vamos a morir
pobres aquí. ¡Nadie sale de aquí pana! Nacimos pobres y pobres vamos a morir.
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lugar que vende periódicos y dulces
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dulces
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amigo
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Un Don Especial
momento es el instante más intenso de nuestras vidas>>. Cuando vio la belleza de los
llanos, entendió lo que su amigo le quería decir.
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VII. Santa Fe
Juan José llegó a Santa Fe un poco después de las 5:00 p.m. En el camino comió
lo que le había dado su mamá y otra vez tenía hambre. Como ya era tarde, sabía que no
podía comenzar el viaje para entregar los papeles de la señora Fernández. Vio un
restaurante en la plaza y allí fue. Entró y un señor con una sonrisa dibujada en la cara le
dijo:
—Bienvenido mi nombre es Juan y soy el dueño del restaurante. Parece que estás
perdido. ¿Tienes hambre?
—Si, lo único es que no tengo dinero. ¿Qué posibilidad hay de hacer algún tipo
de trabajo a cambio de comida? —preguntó Juan José tímidamente.
A Don Juan le pareció extraño el muchacho y vio que estaba fuera de su
ambiente. La persona que normalmente lavaba los platos se había enfermado y el viejo le
preguntó:
— ¿Sabes cómo lavar platos?
— ¡Por supuesto que sí! —contestó Juan José sin pensarlo dos veces—. Aunque
nunca he trabajado en un restaurante, ¡lavar platos es mi especialidad!
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Un Don Especial
Trabajó sin parar desde las 6 hasta las 9 de la noche. Se quedó sorprendido de
cuantos platos tenía que lavar. Resulta que Don Juan ofrecía comida criolla a un precio
muy razonable. Venían muchas personas a su restaurante a comer todas las noches.
Cuando ya se habían ido todas las personas, Don Juan le dijo:
—Ven a comer chamo, ya has trabajado suficiente.
Se sentaron y empezaron a comer. Don Juan sonrió a Juan José y le preguntó:
— ¿De dónde eres?
—Vengo del Distrito Capital.
—Con razón, sabía que no eras de aquí. ¿Que haces por estos lados?
—Es una larga historia —comentó Juan José.
Se rió Don Juan y respondió:
—Está bien, yo siempre tengo tiempo para escuchar a los demás.
—Perdí mi trabajo ayer —comenzó el muchacho—, y conocí un señor que se
llama Abuelito. Me contó cosas maravillosas. Sugirió que viniera a conocer al pueblo
donde nació mi papá.
— ¡Que interesante! ¿Hay algún otro motivo por el cual vienes?
- Sí, Abuelito me comentó que todos tenemos Un Don Especial y yo quiero
conseguir el mío.
A Don Juan le pareció interesante el planteamiento y le pidió que le contara más.
Juan José le contó todos los detalles de la conversación. Paró de comer por un momento
y le dijo a Don Juan:
—Me preguntó si había algo que siempre hubiera querido y que no había hecho.
Le dije que quería ir a donde nació mi papá y ver si todavía estaba vivo mi abuelo.
— ¿Cómo se llama tu abuelo? —quería saber Don Juan.
—José Joaquín Sánchez.
— ¡Qué bueno! —aclamó Don Juan—. Es una persona muy conocida en esta
zona. Aunque no lo conozco personalmente, he escuchado mucho de él. Se consideraba
en una época como una de las personas más influyentes de la región.
— ¿Por qué? —indagó Juan José.
—Bueno, si sigue vivo creo que será mejor que él mismo te cuente sobre su vida.
Lo que sí te puedo decir es que ha sido una persona muy respetada.
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Un Don Especial
La dulce melodía de su voz lo dejó sin respiración. Tenía el pelo liso, negro y
largo. Tenía un rostro angelical y sus ojos estaban vivos y refrescantes.
Don Juan dijo:
—Juan José, te presento a mi hija, María Antonieta.
Juan José se quedó parado ahí como una estatua, sin decir nada. Sintió como que
si se hubiese movido en ese instante se iba a despertar de un sueño increíble. De repente,
Juan José se despertó de su trance y dijo a los dos:
— ¡Buenos días!
Mientras comían trataba de concentrarse en lo que estaba diciendo Don Juan y no
podía dejar de pensar en la muñeca que estaba sentada a su lado. Después de comer, Juan
José dijo:
—Debo irme para entregar el paquete que la Sra. Fernández me encomendó.
— ¿Sabes a dónde vas? —inquirió Don Juan.
—Ella me dio la dirección —dijo mientras lo sacaba de su bolsillo.
Desenvolvió el papelito y se lo mostró.
Viendo las indicaciones, Don Juan observó:
—Conozco bien donde queda. Sigue la vereda que nace al final de esta calle y
estarás en el camino —. Señaló una calle que estaba a la derecha—. Ve siempre bajando
por el mismo caminito y llegarás al pueblo de Dos Caminos por la tardecita. Cuando
entras al pueblo, la casa estará a mano izquierda de la calle principal.
—Gracias de nuevo Don Juan.
—Quiero que sepas que me ha encantado conocerte Juan José y serás siempre
bienvenido en nuestra casa.
Le dio la mano a Don Juan, asintió con la cabeza a María Antonieta y salió de la
casa. Atravesó por unas piedras colocadas en la grama del jardín y pasó a la calle. Se
volteó a la derecha y comenzó a caminar. Cuando había caminado unos pasos se volteó y
vio que María Antonieta lo estaba viendo por la ventana. Juan José apreció la sonrisa
más bella que había visto en toda su vida. No habían hablado más de cinco palabras.
Aún así, él sabía que ella era una persona muy especial. La saludó con la mano y siguió
su camino. El rostro sonriente de ella se le quedó grabado como una obra de arte en su
mente.
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VIII. Ramón
Juan José comenzó su viaje con la memoria del rostro de María Antonieta. No
pudo pensar en otra cosa. Había conocido varias muchachas del colegio y a muchas de la
cuadra. De hecho había algunas de ellas que conoció casi toda su vida. Sin embargo,
María Antonieta era diferente. Sentía algo extraño en su estómago cuando pensaba en
ella, cómo si hubiera mariposas volando por dentro. Había estado nervioso y ansioso.
Quería hablar con ella mientras estaban desayunando y no pudo. Se había quedado
mudo. Se le ocurrió que lo más probable es que ella pensara que era un tonto. Aún así,
la forma en que le había mirado, le daba esperanzas que no fuera así. Los ojos de María
Antonieta brillaban como diamantes cuando lo veía. Él pensó, << ¿Puede ser que ella
sintiera la misma sensación de las mariposas? >>. Con toda su alma quería regresar y
preguntarle en qué estaba pensando. Como había hecho una promesa a la señora
Fernández sobre la encomienda siguió su aventura.
En su camino encontró varias personas. Le pareció extraño a Juan José que todos
le saludaran con una sonrisa. En el Distrito Capital no se acostumbraba hacer esto. La
gente siempre estaba apurada y normalmente no se saludaban a menos que se conocieran.
Su mamá siempre le había dicho que tuviera mucho cuidado con los desconocidos. Solía
decir: <<Hay que estar mosca con la gente Juan José, ¡nunca se sabe lo que realmente
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brincando! Tienes que relajarte un poco —dijo Ramón con una risa.
— ¿Cómo sugieres que me vaya a relajar cuando estoy a punto de caer? —
protestó Juan José.
— ¡Para Estrellita! —pronunció Ramón.
El caballo se frenó. Ramón ayudó a Juan José bajarse del caballo y le preguntó:
— ¿Qué te pareció?
— ¡Por el momento prefiero caminar! —contestó Juan José—. Siento como si
hubiese estado en una licuadora.
Los dos se vieron y empezaron a reír fuertemente. Cuando se pararon, Ramón
dijo:
—Hubiese querido tener una cámara para sacarte una foto. ¡Tenías una cara de
terror!
—Creo que nunca he estado tan asustado en mi vida. Sentí que me iba a caer y
romper todos mis huesos. De aquí abajo no parece que uno estuviera tan alto y cuando
uno está encima, ¡se ve altísimo! ¿Cuántos años tienes? —quería saber Juan José.
—Acabo de cumplir 15 años. Y tú, ¿Cuántos años tienes?
—Tengo 14 y mi cumpleaños es el próximo mes.
—Estamos casi iguales —notó Ramón. ¿Cómo es vivir en el Distrito Capital?
— ¿Qué te gustaría saber?
—Bueno, yo he vivido toda mi vida en el campo, —dijo Ramón—. Siempre he
soñado con ir al Distrito Capital. Debe ser un lugar lleno de acción y movimiento.
— ¡Eso sí es verdad! Hay mucha acción y mucho movimiento junto con mucho
tráfico y mucho ruido. A veces es demasiado, no se puede escapar y a veces cuesta hasta
pensar.
—Nací en Los Dos Caminos y temo que viviré allí para siempre —dijo Ramón
con un suspiro—. Mi papá necesita mi ayuda en la finca. Se murió mi único hermano y
soy el único que le puede ayudar.
— ¡Qué lástima! ¿Cómo se murió tu hermano? —quería saber Juan José.
—Fue un accidente. Estaba llevando las vacas al mercado, como yo estoy
haciendo hoy, cuando se asustó el rebaño. Mi hermano se cayó del caballo y fue
atropellado. Se murió instantáneamente por un golpe en la cabeza.
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Juan José llegó a Los Dos Caminos por la tarde y consiguió rápidamente la casa
de Don Emilio Fernández. Tocó la puerta y Don Emilio abrió la puerta con una sonrisa.
Juan José estudió su cara. Tenía el pelo negro y liso. Aunque tenía muchas arrugas en la
cara y era mayor, no parecía tener suficientes años para ser el papá de la Sra. Fernández.
Sus ojos brillaban cuando hablaba.
—Buenas tardes joven. ¿Qué le trae a mi casita?
—Estoy buscando a Don Emilio Fernández —dijo Juan José con hesitación.
—Aquí estoy en carne y hueso —dijo Don Emilio con una risa.
—Su hija me encomendó a darle este paquete con unos documentos. Me dijo que
era algo muy importante.
— ¡Efectivamente! Pensé que ella me lo iba a traer personalmente. Quería que
ella viniera. Desde que ella se fue a vivir al Distrito Capital, casi nunca tengo la
oportunidad de verla. Aún así, yo también fui joven y comprendo que todos tenemos que
seguir nuestro propio camino. Tú no eres de aquí, ¿verdad?
—Soy del Distrito Capital. Estoy en camino a Aguascalientes, donde nació mi
padre y mi abuelo.
— ¿Cómo se llama tu abuelo?
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X. Aguascalientes
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Por la tardecita llegó a la cima de una colina y vio por primera vez a
Aguascalientes. Se le puso la piel de gallina al pensar que ahí, de cierta forma había
comenzado su vida. La vista era espectacular. Había un río que pasaba por el pueblo.
En las riberas del río había muchos árboles y vegetación. El cielo era de un color azul
intenso y había un contraste maravilloso con nubes blancas y voluminosas que pasaban
lentamente por el cielo sin apuro y sin destino. Nunca había visto algo tan espectacular
en su vida. Por un momento no podía creer que su papá se hubiese querido salir de este
paraíso que parecía una postal. ¿Y para qué? ¿Para ir a vivir en el Distrito Capital con
todo su ruido y tráfico? Percibió que le faltaba mucho por aprender y estaba seguro que
iba a conseguir ahí en Aguascalientes por lo menos unas respuestas a todas las preguntas
que tenía.
Al llegar al pueblo Juan José se acercó a una casa. De repente la voz de una
señora mayor le preguntó:
—Buenas tardes joven. ¿Estás perdido?
Juan José miró a su izquierda y a su derecha, no vio a nadie.
—Estoy aquí arriba —rió una señora que estaba en el techo de la casa.
— ¿Qué hace ahí arriba? —quería saber Juan José con una expresión de
confusión en su cara.
—Me gusta tener mis plantas aquí arriba. Siento que crecen mejor porque están
más cerca del sol. Mis vecinos piensan que estoy loca y ¡creo que tienen razón!
Juan José la observó caminar hasta una escalera de madera acostada a un lado de
la casa, bajó ágilmente y caminó hacia él. Apreció lo pequeña era. Parecía una muñeca
con ojos azules y el pelo de un color gris brillante. Juan José inquirió:
— ¿Sería tan amable de indicarme donde vive el Sr. José Joaquín Sánchez?
— ¿El Patrón? Por supuesto que sí. ¿Quién lo solicita?
—Mi nombre es Juan José Sánchez, soy su nieto.
— ¡Qué maravilla! Eres igualito al Patrón cuando él era joven. Mi nombre es
Ana María. Conozco a tu abuelo desde hace muchos años. ¿Tienes hambre?
A Juan José le parecía interesante que todos le preguntaron si tenía hambre. Debe
ser que lo notaban en su cara.
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—La verdad es que sí tengo hambre —contestó Juan José—. Aún así, estoy muy
ansioso de ver mi abuelo.
—Tranquilo Juan José ya te voy a indicar como llegar a su casa. Primero come
algo, faltan unos 20 minutos caminando para llegar a su casa y es cuesta arriba. Sería
bueno que comieras algo.
Juan José había almorzado con la comida que le dio Don Emilio al medio día y
tenía hambre nuevamente, por lo cual aceptó la invitación. La siguió a la casa y entraron
a la cocina. Ella comenzó a calentar una sopa y le preguntó.
— ¿Qué te trae a visitar a tu abuelo, hay algún problema?
—Al contrario. Vengo en busca de mi Don Especial. Conocí a una persona que
se llama Abuelito y me animó a venir a hablar con mi abuelo.
Juan José le comentó sobre su viaje mientras que ella escuchaba atentamente.
— ¡Que fabuloso que vayas a conocer por fin a tu abuelo! El Patrón siempre ha
hablado de sus hijos y nietos que viven en el Distrito Capital y le da mucha tristeza
porque hace tanto tiempo que no sabe nada de ustedes. Sobre todo de su hijo José María
que debe ser tú papá. ¿Es correcto?
—Efectivamente, él es mi papá. Hace un par de años desapareció y no sabemos
nada de él.
— ¡Qué lástima! ¿No se sabe nada de lo que le pasó?
—Ni idea. A veces pienso, si supiera que está vivo o muerto estaría más tranquilo
—dijo Juan José con los ojos húmedos—. Muchos me dicen que seguramente se fue con
otra mujer. Yo no lo creo. Él nos amaba mucho y aunque estuviera con otra mujer, creo
que nos hubiese contactado si estuviera vivo. Temo que esté muerto aunque la realidad
es que no lo sé.
—Nunca me han gustado las ciudades grandes. Con tanta gente, cualquier cosa es
posible.
—Hay unos malandros que viven cerca de donde vivimos y creemos que tuvieron
algo que ver con la desaparición de mi papá.
— ¿No les puedes preguntar si saben algo?
—Ellos me dan miedo y los evito. Probablemente usted tiene razón. Podría
preguntarles a ver que me dicen.
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— ¡Mucho cuidado Juan José! —dijo la Sra. Ana María mientras se persignaba—.
No quiero que nada malo te pase.
—No se preocupe. Buscaré una forma de preguntarles sin ponerme en riesgo.
—Me da miedo ir al Distrito Capital —confesó con una cara asustada—. Nací
aquí en Aguascalientes y seguro que moriré aquí. Por supuesto he tenido que ir para allá
para hacer varios trámites. Cuando vaya, intento quedarme lo menos posible.
— ¿Qué me puede decir de mi abuelo Sra. Ana María?
— ¿El Patrón? Él es muy famoso aquí en Aguascalientes y en la zona. Ya está
avanzado en años igual que yo. Aún así, es fuerte y pareciera ser que nunca va a morir.
Hace varios años tuvo un problema de salud y su médico le dijo que se preparara para la
muerte. Él le aseguró que no iba a morir y así fue. De hecho creo que este mismo
médico ¡ya se murió!
<<A pesar de algunas dificultades con su escucha, sigue siendo tan fuerte como
un caballo. Algo que no lo sabe mucha gente es que cuando yo era joven estaba
locamente enamorada de tu abuelo. Yo como todas las demás muchachas en aquella
época. Era y sigue siendo muy guapo. Él se casó con la hija de uno de los hacendados
más grandes de la zona y fue aquél día de su matrimonio que desaparecieron mis
esperanzas de estar con él. Aunque ahora los dos somos viudos, ¡nunca se sabe que
puede pasar!
Los dos rieron.
— ¿Porqué lo llaman <<El Patrón>>?
Ella se sonrió y afirmó:
—Es una buena pregunta. Hace tantos años que le dicen El Patrón que no se me
había ocurrido que es un poco extraño. Hace mucho tiempo cuando Aguascalientes era
más pequeña de lo que es hoy en día, él condujo un grupo de personas para establecer los
derechos de nuestros ciudadanos. Resulta que habían encontrado muchas riquezas de oro
en el río y lo único que hacían las compañías era venir y llevarse el oro dejando un
desastre en su camino. Tu abuelo dirigió una iniciativa que resultó en legislación que
obligó a las compañías mineras a utilizar mano de obra local y a cuidar el medio
ambiente. Es por eso que hay tantas personas que lo respetan y que lo llamamos el
Patrón.
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XI. El Patrón
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—Ven conmigo hijo —dijo El Patrón mientras dio media vuelta y comenzó a
caminar.
Juan José siguió a su abuelo.
Bordearon la casa por debajo de un techo
que sobresalía unos dos metros. Juan José
notó que había muchas flores que guindaban
y crecían por todos lados. Cuando llegaron
a la parte trasera, vio un techo más largo
que se extendía de la casa. Había una mesa
con cuatro sillas a su izquierda y dos sillas
con una mesita pequeña en el centro del
patio. El Patrón se sentó en una de las sillas
al lado de la mesita e indicó que Juan José
se sentara en la otra.
—Me estaba despidiendo del día
cuando llegaste —le comentó a su nieto.
— ¿Cómo se hace eso? —preguntó Juan José con curiosidad.
—Es una costumbre que comencé hace muchos años, ahora la podemos hacer
juntos. He esperado tanto este día. Vamos a culminar este día maravilloso que te ha
traído a mí lado.
Juan José se sentó y se maravilló de la vista espectacular. El terreno era mucho
más amplio de lo que inicialmente pensaba. Viendo hacia abajo apreciaba el pueblo con
el río que pasaba por su medio. Vio que el sol estaba por desaparecer en el horizonte.
— ¡Qué maravilla! —exclamó Juan José.
— Me encanta que te guste. Todas las tardes me encuentro aquí despidiendo el
día y reflexionando sobre lo que hice durante el mismo y planeando lo que quiero hacer
mañana.
—En el Distrito Capital, muchas veces ni siquiera me doy cuenta cuando se va
acabando el día hasta que ya se acabó —comentó Juan José
—Tampoco me di cuenta durante muchos años. Un buen día se me ocurrió que
sería bueno levantarme con el sol para dar la bienvenida al día y sentarme aquí cuando se
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pone para despedir el día. Desde este entonces mi vida tiene más significado —dijo El
Patrón con una sonrisa.
—Tengo tanto que quiero contarte y preguntarte y no sé por donde empezar.
—Tenemos tiempo Juan José. Primero vamos a tomar unos minutos para ver la
puesta del sol y apreciar este momento. ¿Quieres acompañarme en la grama para un poco
de ejercicio o prefieres quedarte sentado aquí?
—Estoy muy cómodo aquí —contestó el muchacho.
Su abuelo tomó una colchoneta que estaba en el patio, caminó a la grama, la
colocó viendo hacia el sol, se quitó su camisa y comenzó a moverse lentamente en unas
poses extrañas.
Juan José lo vio con interés y después se fijó en la puesta del sol como si fuera por
primera vez. Efectivamente, no tomó más de un par de minutos para que desapareciera el
sol. Le parecía que el sol iba en cámara lenta y podía detectar el movimiento lento y
seguro hasta su destino final.
Cuando se fueron los últimos rayos del sol, Juan José observó a su abuelo de
nuevo. Él tenía sus ojos cerrados y aparentaba estar en paz total. Juan José se
maravillaba de este señor sentado en la grama. Por tantos años había añorado conocerlo
y allí estaba en todo su gloria. Esta persona que se conocía como El Patrón emanaba una
energía increíble. Había un aura de calma y seguridad que atraía a Juan José. Se sintió
cargado de energía solamente al estar cerca de él. El Patrón abrió los ojos lentamente,
caminó hacia Juan José y se sentó nuevamente.
— ¿Que te pareció Juan José?
— ¡Espléndido! Es una estupenda forma de terminar el día. Tengo una pregunta.
— ¿Cuál será hijo?
— ¿Qué estabas haciendo con estas poses raras?
— ¡Me imagino que debo parecer un loco! —rió el viejo. —Estaba haciendo unos
ejercicios de estiramiento y contemplación que me enseño un amigo hace muchos años.
Los he cambiado y modificado a través del tiempo.
—En un momento parecía que estabas en un nudo. ¡Me dio miedo que no ibas a
poder desenrollarte!
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—Cuando comencé los ejercicios, ¡tampoco pensé que los iba a poder hacer! Con
el tiempo he aumentado mi flexibilidad.
— ¡Ya veo! —pronunció Juan José. —Tengo una duda, no sé como llamarle. Me
han dicho que muchos te llaman El Patrón y usted también es mi abuelo. ¿Cómo le
gustaría que le llame? Perdón, mejor dicho, ¿Cómo te gustaría que te llame?
—Siempre he querido que alguien me dijera, <<Tata>>. Me acuerda de mi
abuelo. Siempre le decíamos Tata.
—Perfecto te llamaré Tata.
— ¿Cuál fue la inspiración que te trajo para acá Juan José?
— ¿Cómo sabías que fue una inspiración?
Su abuelo rió y dijo:
—Después de varios añitos en este mundo, me he dado cuenta que normalmente
son momentos de inspiración que nos guían a hacer cosas fuera de lo normal y corriente.
— ¡Efectivamente fue una inspiración! Perdí mi trabajo y conocí a un señor
mayor. Me dijo que muchas personas lo llamaban Abuelito. Él compartió unas ideas
conmigo que me hicieron pensar mucho.
— ¿Cuáles fueron las ideas?
—Me mencionó que todos tenemos un Don, un porqué estar en este mundo. Me
dijo que cada uno de nosotros debemos buscar nuestro Don Especial. Al principio no
entendí lo que me quería decir. Todavía no sé exactamente como lo voy a encontrar. Lo
que si me dijo es que debería hacer algo que siempre he querido hacer. Yo siempre he
querido conocerle a usted. Perdón a ti, Tata, y aquí estoy.
—Me parece espectacular que hayas tomado esa decisión y me alegra mucho que
la decisión te haya traído hasta aquí. Alguien me comentó algo muy parecido hace
muchos años. Fue en aquel instante cuando decidí que podía hacer algo importante
durante mi vida y que lo iba a lograr. Algo significativo que haría una diferencia positiva
en la vida de muchas personas.
— ¿Conseguiste tu Don Especial Tata?
— Nunca había pensado en estos términos aunque ahora que me preguntas, te
diría que sí, conseguí mi Don Especial.
— ¿Cómo lo encontraste? —quería saber Juan José.
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—En mi caso nunca fue algo que busqué. Más bien fue algo que vino con el
tiempo. Llegó disfrazado como adversidad y específicamente por unos desafíos que
teníamos que resolver aquí en Aguascalientes. Simplemente quería ser útil. A través de
ese deseo se desarrollo una serie de eventos que marcaron una gran diferencia en mi vida.
—Conocí a la Señora Ana María cuando llegué a Aguascalientes y me estaba
explicando un poco de ésta historia. Por cierto me dijo que te mandara muchos saludos
de una de sus <<admiradoras>>.
—Nosotros tenemos una larga historia —exclamó El Patrón riendo fuertemente—
. Qué linda es Ana María. Siempre me hace sentir como si tuviera veinte años. Es una
buena amiga y valoro mucho su amistad.
— ¡Parece que siguen habiendo unas chispas por ahí! —comentó Juan José con
una sonrisa de tremendo—. Nunca es demasiado tarde para comenzar un romance.
— ¡Puede ser que tengas razón hijo! Soy viejo, aún así ¡no estoy muerto!
De repente Juan José se arrugó la cara y con una expresión de confusión en su
cara, dijo:
—Estaba pensando en lo que hiciste aquí en Aguascalientes cuando eras joven.
¿Cómo puedo utilizar esta información para conseguir mi Don Especial?
Lo que es la inocencia consideró El Patrón.
—La verdad es que no sé. Nunca he pensado en un <<Un Don Especial>>. Lo
que si sé y te puedo decir es que todos tenemos que escoger nuestro propio camino. Uno
de los errores más grandes que cometemos es tratar de seguir los pasos de otra persona.
Me encanta que hayas venido para acá y tengo algo que estoy seguro que te va a asistir en
tu búsqueda. Sé que estás ansioso de encontrar tu propio camino. En este instante tengo
mucha hambre. ¿Tienes hambre?
—Yo comí hace poco con la Sra. Ana María. Aún así, siempre puedo comer. Mi
mamá siempre me dice que no tengo ningún problema con la comida. ¡De todo como y
bastante!
El Patrón rió y todo su cuerpo se movía. Al amenguar su risa, se paró, entró a la
casa y fue a la cocina, Juan José lo siguió. Mientras preparaba algo de comer, El Patrón
comentó:
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—Hace mucho tiempo que no hablo con tu papá, José María. De hecho si mi
memoria no me falla, que ocurre con frecuencia hoy en día, hace más de dos años que no
sé nada de él.
—Un día hace aproximadamente dos años, él se fue a su trabajo y nunca regresó.
Desde aquel entonces no sabemos nada de él —respondió Juan José.
Fue evidente la angustia en la cara del Patrón y susurró:
—Con razón que más nunca me escribió. Aunque nunca fuimos muy unidos, él
me escribía de vez en cuando para mantenerme informado y saber como estaba. He
estado tremendamente preocupado por él. Tuve un presentimiento que algo malo había
pasado.
—No sabemos —explicó Juan José—, si tuvo problemas con unos malandros de
la cuadra o si conoció a otra mujer y se dio la fuga. Mi mamá nos dice que ella piensa
que siempre le era fiel con ella. Reconozco que por su parte prefiere pensar que no fue
otra mujer la responsable. Si estuviera vivo creo que hubiese hecho contacto por lo
menos conmigo o con mis hermanos ya que siempre tuvimos una buena relación.
—Me parece bien extraño hijo. Reconozco que mi hijo no era un santo. Él, como
todos tenía sus debilidades y sus fallas. También me parece raro que no les hubiese
contactado si estuviera vivo. Por lo que me cuentas temo que algo malo le haya
sucedido.
—Por mi parte, quisiera saber que es lo que pasó —admitió Juan José—. Creo
que si supiera que fue lo que le pasó que estaría mucho más tranquilo conmigo mismo.
—Tu mismo me dijiste <<nunca es demasiado tarde>>.
—Tienes razón Tata —comentó Juan José con sus ojos húmedos—. Hay algo que
siempre me ha confundido.
— ¿Qué será Juan José?
—No entiendo porque mi papa saldría de Aguascalientes para ir al Distrito
Capital. Ahora se porqué tu fuiste tan importante en la historia de este pueblo y me
parece que él hubiese tenido mayores oportunidades aquí en Aguascalientes que en el
Distrito Capital.
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querido compartir más de las lecciones tan valiosas que he aprendido en mi vida con
todos mis hijos —suspiró.
— ¡Nunca es tarde Tata! Puedes empezar conmigo —exclamó Juan José.
El patrón vio el entusiasmo de su nieto y dijo:
—Me encanta tu espíritu Juan José. Me haces recordar de mi juventud. Estoy
tremendamente ansioso de compartir unas ideas contigo. Ha sido un día largo y ya es
muy tarde. Mañana quiero darte algo muy especial. He estado esperando el momento
indicado y ahora me doy cuenta que ha llegado el momento que tanto he esperado.
Juan José vio a su abuelo con ojos inquisitivos. Fantaseaba sobre lo que tenía
pensado su abuelo y se emocionó al reflexionar lo que podría tener en mente.
El Patrón se paró y le mostró una habitación pequeña con una cama, una mesita y
un lugar para guardar la ropa.
—Siempre tengo esta habitación lista para visitas. Me encanta que estás aquí
conmigo Juan José. He pensado mucho en ti. Por lo que me has dicho, estoy seguro que
puedo ser útil en tu objetivo de conseguir tu Don Especial. Me daría mucha felicidad ser
útil con tú búsqueda. No hay nada más gratificante que sentirse necesitado y más cuando
uno ya está viejo y siente que mucha de su vida ya ha pasado.
Juan José fue al baño, se lavó y regresó a su habitación. Entró en la cama y se
cubrió con una cobija que parecía ser hecha de nubes. Era suave, liviana y confortable.
La almohada igual estaba exquisita y se durmió profundamente al mismo momento en
que su cabeza la tocó.
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XII. El Regalo
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Un Don Especial
—Me imagino que igual que anoche debo parecer un poco loco aquí por la
mañana descalzo y sin camisa. Es mi forma de dar la bienvenida al día. Comienzo cada
día con una serie de movimientos para estirarme.
— ¿Lo haces todos los días?
— ¡Absolutamente! Me he dado cuenta que es la mejor forma de comenzar el
día. Me imagino que debes tener hambre, ¿verdad?
—Siempre hay que aceptar comida, ¡rechazar una oferta de comida puede ser
malo para mi salud!
—Eres gracioso Juan José —dijo El Patrón con una sonrisa.
Su abuelo se puso su camisa y unas sandalias y se acercó a Juan José.
—Es increíble tenerte aquí conmigo —le dijo mientras colocaba su mano en el
hombro de Juan José.
El muchacho sintió la fuerza de la mano de su abuelo y le pareció que hubiera una
corriente de energía que fluía desde la mano hacia su hombro.
Los dos dieron una media vuelta y entraron a la casa caminando abrazados por los
hombros. Mientras preparaba el café y un desayuno ligero los dos hablaban. La
conversación fluía como pasa un río por piedras lisas. A Juan José le encantaba estar con
su abuelo. Tenía una presencia de paz y tranquilidad que jamás había experimentado. Su
presencia comandaba respeto y deferencia. A la misma vez era una persona abierta y
sencilla. Tal vez lo que más le impresionó a Juan José era la manera que su abuelo
escuchaba todo lo que decía. Cuando El Patrón escuchaba, Juan José sentía como si toda
su atención centraba en cada palabra y sílaba. Pensaba en otras personas que solamente
esperaban una apertura para intervenir con su opinión. Su abuelo esperaba que uno
terminara de hablar y después tomaba una respiración contemplando lo conversado antes
de decir algo. Sin falla lo que venía de la boca del Patrón eran perlas de sabiduría.
Después de comer y fregar los platos, El Patrón indicó la puerta trasera y dijo:
—Ve al jardín. Ya te voy a acompañar. Tengo que buscar algo.
Juan José salió al jardín en la parte trasera de la casa y se sentó en una de las sillas
donde habían apreciado la puesta del sol el día anterior. Ahora con la luz del día, miró
nuevamente todas las plantas en el jardín. La noche anterior no podía distinguir la gran
variedad. Algunas tenían flores de muchos colores distintos y otras tenían vegetales que
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pesaban en sus ramas. El pasto que comenzaba donde terminaba el patio era verde y
denso.
Él se quitó sus zapatos y caminó sobre el pasto para sentir su suavidad en sus pies.
El pasto que parecía una alfombra suave, le picaba los pies ligeramente cuando caminaba
sobre el. Sintió la frescura del rocío entre sus dedos. Cerró los ojos y percibió los
distintos olores que venían del jardín. Distinguía diferentes olores que la brisa traía en
olas ligeras. El olor de flores, hierba mojada y de repente el olor del café. Abrió los ojos
y su abuelo le extendía una mano con una taza de café.
— ¿Tomas café hijo?
—Como no, a mi me encanta —afirmó el muchacho, tomando la taza pequeña
que había producido ese olor tan rico.
Los dos regresaron al las sillas y pusieron sus tazas en la mesa. El Patrón sacó un
libro pequeño de su chaqueta. La portada del libro era de cuero y por el desgaste
aparentaba ser muy viejo. El Patrón dijo:
—Hace más de sesenta años tuve una conversación con mi abuelo que me cambió
la vida —comenzó El Patrón mientras tomaba su café—. Empezó diciéndome que lo
más importante para cualquier ser humano es tener iniciativa. Al principio no entendí lo
que me quería decir con la palabra iniciativa. Más aún no veía que tenía que ver con mi
vida. Me explicó que la gran mayoría de las personas en este mundo son seguidores y
que muy pocos son líderes. Continuó articulando que aproximadamente 90% de las
personas son seguidores y solamente 10% son líderes. No comprendí inicialmente la
importancia de estas cifras. Aclaró que las personas que logren hacer cosas importantes
en sus vidas son las personas que toman iniciativa e impulsan cambios. Según mi abuelo,
éstas son las personas más respetadas y admiradas en una comunidad. Las decisiones que
ellos toman inician el cambio y la acción. Mientras no siempre son populares, son éstos
cambios y éstas acciones que definen una sociedad.
— ¿Tiene algo que ver con no sólo tomar decisiones sino también de tomar
acción? —quería saber Juan José.
— ¡Es correcto Juan José! Veo que además de tener un buen parecer, también
eres inteligente. Lo más seguro que estas cualidades vienen de tu abuela. —comentó El
Patrón con una sonrisa.
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Son los mismos que mi abuelo me propuso cuando me dio el libro hace tantos años.
¿Estás dispuesto a aceptarlas?
—Veo que tu las aceptaste, ¿verdad?
—Sí acepté —declaró El Patrón—, y nunca las olvidé.
— ¿Cuál es la condición? —preguntó Juan José mientras fruncía las cejas.
—Cada noche antes de dormir tienes que leer uno de los principios para vivir una
vida más plena y productiva. Son breves y solo requiere de dos a tres minutos para leer
cada principio.
— ¿Esto es todo? No me parece tan difícil —comentó Juan José.
—Es muy sencillo. Las cosas más importantes frecuentemente son muy sencillas,
a su vez no son fáciles. Lo más importante es formar el hábito de leerlo todas las noches.
Los dos a tres minutos que pasas leyendo cada noche cambiará tú vida.
— ¿Y la responsabilidad? —indagó el muchacho.
—Tienes que hacer todo lo posible para asimilar los principios en de tu vida y de
esta forma compartir la sabiduría de las palabras con otras personas. La mejor forma de
enseñar a los otros es siendo un buen ejemplo.
—Haré las dos cosas Tata, te lo prometo. ¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto hijo.
— ¿Por qué nunca has dado el libro a otra persona? ¿Por qué me lo estás dando a
mí ahora?
—Es una buena pregunta —contestó El Patrón—. Hay muchas personas que se
han beneficiado de las palabras escritas en este librito. De hecho he compartido las
enseñanzas del libro con muchas personas. Tenía que cumplir con una última promesa
que me abuelo solicitó cuando me dio el libro.
— ¿Cuál será? —preguntó Juan José.
—Mi abuelo me dijo que compartiera el mensaje con todos y que solo debería dar
el libro a alguien que estuviera en la búsqueda de su destino en este mundo. A una
persona que quisiera saber la razón del porqué estaba en este mundo. Cuando me dijiste
anoche que estabas buscando tu Don Especial, supe inmediatamente que tú eras la
persona indicada. Tengo una idea —indicó El Patrón.
— ¡Dígamelo cantando! —respondió Juan José.
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Un Don Especial
El Patrón empezó a reír tan duro que se dobló en su silla y se le aguaron los ojos.
Juan José también empezó a reír sin saber exactamente porqué.
— ¿Qué te pareció tan chistoso Tata? —inquirió Juan José cuando la risa de los
dos amenguó.
—Tú papá, José María, ¡siempre me decía lo mismo! Yo siempre le contestaba
cantando, y el se privaba de la risa. <<Lee las páginas de este tremendo tesorito que
viene de tu tatarabuelo mientras que juego en mi jardín>> —cantó El Patrón.
Juan José rió y El Patrón suavemente colocó el libro en las manos de Juan José.
Al tocar el cuero suave y desgastado sintió una energía que radiaba del libro. En letras
escritas a mano decía simplemente:
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Reflexiones
Por: Juan José Sánchez
La letra era elegante y le hizo recordar de una invitación que su familia recibió
una vez para un matrimonio. Juan José contempló las palabras que bailaban con elegancia
en la tapa del libro. Imaginó a su tatarabuelo sentado al lado de una vela en la noche
considerando las mismas palabras. Estaba en una cápsula de tiempo. La hermosura del
jardín lo absorbió y lo aisló mientras que cada sílaba resonaba con elocuencia en su
mente.
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XIII. Reflexiones
Dedico este el libro a mi nieto José Joaquín, quien a través de los años ha
demostrado una curiosidad para la vida y el mundo maravilloso en la cual vivimos.
ACTITUD
A cción
C onfianza
T enacidad
I niciativa
T olerancia
U tilidad
D eseo
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Introducción:
Este pequeño libro no pretende dar todas las respuestas de la vida, sino formular
unos principios que crean una vida más plena y productiva. Los principios vienen de
experiencias, aprendizajes y momentos. Todos son elementos que permiten vivir en paz
con uno mismo y el mundo en que vivimos.
Cada principio puede ser leído en dos a tres minutos. La mejor forma de
beneficiar de este volumen pequeño es desarrollar el hábito de leer un principio cada
noche. Son siete principios que pueden corresponder a cada día de la semana. Leer los
principios antes de dormir permite que la mente se eleve y se reflexione sobre las
palabras durante la noche. Los mensajes se incorporarán al ser para vivir una vida más
plena y productiva.
Integrar cada principio en nuestra vida nos permite obtener y mantener una
excelente actitud positiva, el ingrediente más importante para disfrutar esta aventura que
llamamos vida. Una actitud entusiasta y positiva es la clave para lograr cualquier
objetivo que deseemos.
Nuestra actitud genera un efecto exponencial en nuestras vidas. Una excelente
actitud positiva nos proporciona la fuerza necesaria para enfrentar los retos, problemas
y desafíos que enfrentamos día a día. Una actitud negativa entierra nuestros
pensamientos en un terreno nocivo que extrae nuestra fuerza para enfrentar estos
mismos retos, problemas y desafíos. Tanto en lo positivo como en lo negativo nuestra
actitud crea nuestra expectativa hacia la vida.
Uno de los desafíos más grandes que enfrentamos es mantenernos positivos en
situaciones difíciles. De la misma manera que un árbol necesita el viento para crecer
fuerte y sano, nosotros necesitamos retos, problemas y desafíos para progresar.
Son los momentos arduos y difíciles que definen nuestros caracteres. Cuando
vemos una circunstancia difícil como un desafío, la vemos desde otra perspectiva. Una
perspectiva de vencer, conquistar y superar. Aprendemos de situaciones difíciles y
podemos integrar lo aprendido en nuestra vida cotidiana.
Contemplamos siete reflexiones en este pequeño volumen. Cada reflexión nos
permite obtener y mantener una actitud maravillosa. Al encontrarse con una situación
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compleja, estas palabras pueden servir como guía. Formar el hábito de leer una de estas
reflexiones cada día nos permite integrar las palabras en nuestras vidas. Son nuestros
hábitos y rutinas que crean nuestro ser. Un día tiene más de 1.400 minutos. Dedicar dos
minutos al día antes de dormir cada noche convierte estas reflexiones en realidad y nos
permite vivir una vida más plena y productiva.
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Acción
Tomar acción es esencial para lograr nuestras metas y nuestros objetivos. Sin
acción las oportunidades de la vida se quedan botadas y abandonadas en el camino.
Intenciones e ideas sobran. Como seres humanos nuestra mente nunca se detiene
de pensar, imaginar y crear. Constantemente estamos en la búsqueda de algo mejor. La
diferencia entre los actores y los espectadores en el teatro de la vida es la acción.
El camino hacia cualquier objetivo comienza con el primer paso. Antes de
arriesgarnos con cualquier idea, analizamos y consideramos las diferentes alternativas y
consecuencias. Es un ejercicio lógico y deberíamos ser prudentes en lo que hacemos.
Aún así, demasiado análisis produce parálisis.
Tomar control de nuestro futuro implica tomar acción hoy y erradicar el mal
hábito de dejar lo que podemos hacer hoy para mañana. Lo que dejamos para mañana
también podrá ser postergado para otro día. Cada día que pasa sin tomar acción sobre
lo que más deseamos nos aleja de nuestros objetivos como si fuera un velero sin destino.
El mejor momento de efectuar cualquier cambio positivo hacia nuestro futuro es este
instante.
El momento más intenso de nuestra vida es este instante. Lo que pasó ayer y lo
que vendrá mañana nunca se puede comparar en intensidad con este instante. Mañana
es un sueño y ayer un acontecimiento. Lo único que tenemos seguro es este instante. Lo
que dejamos de hacer en este instante podrá quedar incompleto para siempre.
Es fácil darse cuenta de lo que debemos hacer. En muchos casos sabemos
exactamente lo que tenemos que hacer y los pasos a tomar. Lo difícil es tomar acción y
hacerlo.
Por naturaleza tenemos miedo al fracaso. La posibilidad de fracasar es uno de
los factores que nos frena en el instante de tomar acción. El fracaso en sí, es relativo.
Las personas que han tenido más éxito en la vida son personas que han enfrentado
muchos fracasos. El fracaso y el éxito están interrelacionados. Aquellos que arriesgan
fracasar son los que tienen más posibilidades de lograr altos niveles de éxito.
Los errores que cometemos nos permiten ajustar nuestro camino para asegurar
que lleguemos a nuestros objetivos. Hay muchas vías que llegan al éxito y no hay una
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que sea igual para todos. Es importante que todos busquemos nuestra propia dirección.
Lo que funciona para uno podría ser un desastre para otro. Lo esencial es emprender un
camino. Mañana vendrá con cualquier trayecto aunque no necesariamente al lugar
donde deseamos estar.
La vida es una caminata incierta determinada por acontecimientos peculiares que
crean nuestra dirección y nuestro destino. Cultivar el hábito de acción fortalece nuestro
carácter, aumenta nuestra confianza y nos permite escoger nuestra dirección y nuestro
destino.
Nuestra habilidad de crear y crecer se concreta con la acción que tomemos hoy.
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Confianza
Las personas que logran éxito personal y profesional tienen mucha confianza en
si. La confianza se puede desarrollar a través de la experiencia, la preparación, la
perseverancia y una actitud positiva.
Entre más experiencia tengamos, más confianza tendremos. Cuando hacemos
algo por primera vez es probable que no tengamos tanta confianza a pesar de poseer las
herramientas necesarias para efectuar el trabajo. Después de realizar la tarea varias
veces, nuestra confianza va aumentando.
Se piensa que la experiencia viene solamente con el pasar del tiempo. El tiempo
es un gran profesor y sin duda aprendemos a través de él. Lo que no es tan evidente es
que nosotros podemos energizar nuestra experiencia hoy, para crear más confianza
mañana.
Cuando tomamos riesgos, salimos de la rutina y hacemos algo extraordinario,
nuestra experiencia se incrementa inmediatamente. Entre más arriesgados seamos, más
experiencia ganamos. Podemos dejar que el pasar del tiempo sea el maestro de nuestra
experiencia o podemos energizar nuestra experiencia hoy, para crear más confianza
mañana.
La preparación es otro elemento fundamental para adquirir más confianza.
Cualquiera que sea el objetivo, podemos tomar acción para estar más preparados. La
preparación toma tiempo, trabajo y constancia. El resultado se manifiesta en niveles de
superiores de confianza y éxito.
Lo más fácil es entrar en una situación y someterse a lo que ya conocemos para
manejar cualquier problema que surja. Cuando entramos en la misma situación con un
alto grado de preparación, llegamos con la confianza necesaria para no sólo manejar
sino influir el proceso y lograr el objetivo que deseamos.
Tener perseverancia es otro componente que aumenta nuestra confianza. La
perseverancia, el logro y la confianza están estrechamente interconectados.
Cuando perseveramos, logramos nuestros objetivos y mejoramos nuestra
confianza. Lo opuesto también es cierto. Si nos damos por vencidos, no logramos
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Tenacidad
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Iniciativa
Para lograr nuestros objetivos hay que tomar iniciativa. Para efectuar cambios
tenemos que crear e iniciar el proceso. Es la iniciativa lo que da comienzo a las obras
más gratificantes en nuestras vidas.
Tener ideas, sueños y metas no es suficiente. Una persona que toma la iniciativa
para resolver un problema vale más que mil que sólo tienen la intención de solucionarlo.
La iniciativa viene a través de un deseo ardiente de realizar un cambio o llevar a
cabo un objetivo. El hambre, el deseo sexual y la necesidad de sobrevivir tienen en
común una presión que actúa sobre nosotros y nos influye a tomar acción. Para
sentirnos bien, hay que resolver esta tensión que se manifiesta dentro de cada uno de
nosotros. La iniciativa es la mejor respuesta a esta sensación que todos
experimentamos.
Cuando tenemos hambre, hay que buscar comida. Cuando sentimos deseo sexual
tenemos que encontrar una vía de escape. Cuando estamos en una situación de peligro
es necesario encontrar una respuesta que resuelva la circunstancia.
La iniciativa que satisface necesidades biológicas se manifiesta naturalmente. La
iniciativa que precisamos para avanzar en el área profesional y personal es más elusiva.
Suele ocurrir que la presión que sentimos para iniciar una nueva actividad o emprender
un nuevo camino es más sutil y suave.
Buscamos placer y evitamos dolor. Empezar algo nuevo frecuentemente se
asocia con dolor. Este dolor se presenta cuando estamos fuera de nuestra zona de
confort y al estar expuestos a la posibilidad de fracaso.
Toda decisión que tomemos en la vida tiene sus consecuencias, algunas buenas y
algunas malas. La única certeza es que la decisión de no hacer nada nos dirige hacia la
mediocridad.
Tomar iniciativa implica asumir riesgos, salir de la comodidad y lanzarse al
vacío con un plan de acción. Asumir esta actitud puede ser un arma de doble filo. Es
probable que tengamos amigos y familia que busquen la comodidad y la facilidad. Estas
mismas personas son nuestros críticos más fuertes cuando comenzamos a salir de los
parámetros preestablecidos.
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Tolerancia
Hay elementos que podemos controlar y elementos que están fuera de nuestro
alcance. Es esencial influir y cambiar lo que está dentro de nuestro poder y tolerar
aquello que se nos escapa de las manos.
Muchos nos preocupemos por el clima. Nos conviene estar pendiente de cambios
climáticos para lograr más control sobre nuestras actividades. A su vez, no podemos
cambiar el clima. En vez de dejar que elementos desconocidos influyen sobre nuestro
proceder, es preferible ajustar nuestra actitud de acuerdo a factores que están dentro de
nuestro control.
Somos dueños de nuestra actitud y tenemos el poder de establecer una buena o
mala actitud todos los días. Utilizando el ejemplo anterior, es fácil culpar al tiempo por
nuestro humor. Sin embargo, no importa si hay sol o lluvia, podemos estar contentos y
satisfechos en ambas situaciones.
Nuestra capacidad de tolerar lo que no podemos influir nos libera de la
obligación que muchos sentimos de cambiar nuestro entorno. Somos participantes y a su
vez, no responsables por lo que ocurra en nuestro alrededor. En muchos casos las cosas
son como son y es imposible cambiarlas. Darnos cuenta de este simple hecho nos
permite tener más paz y tranquilidad.
De la misma manera, hay situaciones donde podemos influir positivamente sobre
nuestro ambiente. Tenemos el poder de cambiar y ajustar el mundo que nos rodea.
Tomar la iniciativa y acción para efectuar un cambio positivo es una de las experiencias
más bellas que podamos tener. Nos enriquece aprovechar de estas oportunidades
cuando se presentan. Por otra parte, sabiendo que no podemos cambiar todo, nos anima
a enfocar en aquellas cosas que están dentro de nuestro poder.
Habrá personas que pensarán de otra forma distinta que la nuestra y seguirán
otra visión del mundo. En vez de tratar de convencerles que tenemos razón, podemos
escucharles atentamente e intentar de entender cual es la razón que piensan de una
manera u otra. La tolerancia implica que otra persona puede tener una opinión que
difiere de la nuestra sin que sintamos la necesidad de persuadirlos de que están
equivocados.
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Utilidad
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Inicialmente, puede parecer el camino correcto aunque con el tiempo cosechamos lo que
sembramos. Lo más común es que estrategias de fraude fallen y caigan como un castillo
de naipes. Mientras tanto, oportunidades abundan para los que son transparentes y
honestos.
Solemos buscar aquellas relaciones que nos causan una sensación de placer.
Aquellas personas que transmiten una actitud de servicio y utilidad son las que reciben
las riquezas que ofrece la vida. Son las que son respetadas y las que son buscadas en
tiempos de crisis.
Ser útil a nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros y a la
humanidad nos dirige a obtener lo que deseemos. Tan cierto como que el día sigue a la
noche, el éxito y la felicidad son productos de una actitud de utilidad y servicio.
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Deseo
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XIV. Años después…
Juan José bajó su mirada del cielo y vio a su nieto jugando. Comentó a su esposa:
—María Antonieta, nuestra vida en el Distrito Capital ha sido espectacular y
hemos hecho una vida increíble allí. Aún así, siempre me encanta venir al campo,
especialmente a esta casa que me hace recordar tanto de mi Tata. ¿Qué te parece nuestro
nieto jugando en el jardín?
—Me parece que la sangre tuya fluye por sus venas —dijo riéndose—. Temo que
va a ser tan travieso, guapo e inteligente como su abuelo.
—Después de tantos años juntos, ¡me he dado cuenta que siempre tienes razón
mi amor!
El muchacho miró hacia sus abuelos y les mostró una pelota y les dijo:
— ¡Agarra!
— ¡Tíramela Juancito! —respondió Juan José.
Estaban sentados en el mismo sitio donde, hace cincuenta años, Juan José había
conocido a su abuelo por primera vez. El jardín estaba tan bien cuidado y espectacular
como la primera vez que lo había visto.
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Juan José vio a su nieto jugando con aquella inocencia que todos los niños tienen
y la que la gran mayoría de los adultos extravían. Sabía que vendrá el día cuando
compartirá las palabras de su tatarabuelo y de su abuelo <<El Patrón>> con su nieto.
Juan José tenía más de cincuenta años leyendo Reflexiones. Había cumplido con
la condición y la responsabilidad que le había propuesto su abuelo. Hace muchos años
tuvo que restaurar el librito por lo desgastado que estaba. Guardaba el libro al lado de su
cama y lo llevaba cuando iba de viaje. Tomaba dos a tres minutos cada noche antes de
dormir para leer uno de los principios.
Había incorporado las ideas en su vida y las había compartido siendo un buen
ejemplo para los demás. Había vivido por muchos ciclos en la vida. Momentos
maravillosos y tiempos turbulentos. Las ideas le habían ayudado a lograr mucho éxito
profesional y personal en su vida. Las personas lo respetaban por su sabiduría, su
perseverancia y su don de lograr lo que otros no podían hacer. Cada vez que había
llegado a un momento bajo en su vida, se acordaba que podía escoger su actitud y este es
lo que le permitió seguir adelante a pesar de cualquier dificultad que le había pasado.
—Juancito, ven acá. —dijo Juan José.
—Si Abuelo.
—Me voy a estirar y ver la puesta del sol. ¿Me quieres acompañar?
—Por supuesto abuelito, ¡tú sabes que me encanta acompañarte cuando haces tus
ejercicios! ¿Nos vas a acompañar Ama?
—Voy a dejar que ustedes, los niños jueguen —respondió María Antonieta con
una sonrisa—. Voy a leer un poco antes de que oscurezca.
Abuelo y nieto fueron a la grama tomándose de las manos. Se quitaron sus
zapatos y sus camisas. Al ver el horizonte, observaron el sol que se movía en su aventura
constante que cambiaría el día en noche. Las nubes reflejaban colores anaranjados y
morados en un bello atardecer. Juan José consideró la belleza del jardín y reflexionó
sobre su vida.
—Juancito, quiero que siempre te acuerdes de algo.
— ¿Qué será abuelito?
—Recuerda que una excelente actitud frente la vida es lo más importante que
podemos tener.
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—Yo sé abuelo, ¡Siempre me dices lo mismo!
Juan José rió. Su nieto tenía razón. Se lo había dicho desde el día que había
nacido. Había experimentado la profunda diferencia que una excelente actitud había
hecho en su propia vida como el elemento más importante para vivir una vida plena y
productiva.
—Quiero estar seguro que lleves esta idea en tu corazón por siempre…
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Amazon
Borders
Jupiter Editorial
Barnes and Noble
www.lulu.com/content/408713
www.inspire.com.ve/espanol/don.htm
www.inspire.com.ve/gift.htm
Júpiter Editores respa lda la creación de McBride, una mez cla de f icción y
realidad que condensa en papel la vasta experi encia del a utor en el área de la auto
motivación y desarrollo del hombre tanto como ser humano como profesional.
Juan José, un muchacho de 14 años de edad, protagoniz a este maravilloso
cuento que destaca el valor de nuestra ACTITUD en la consecución de las obras más
importantes de nuestra vida.
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Contáctame para inspirar, motivar y entrenar su equipo
Potenciar la Excelencia
Fortalecer el Poder Personal
Desarrollar un Equipo Dedicado
Forjar una Comunicación Efectiva
Cultivar Resiliencia y Manejar Estrés
Dar Impulso a las Ventas con una Actitud²
Optimizar la Atención al Cliente
Innovar la Toma de Decisiones
¡Llámame!
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