You are on page 1of 4

El Periespíritu; formación, propiedades y

funciones
Zoom 1OO%

El periespíritu o cuerpo fluídico de los Espíritus, es una


condensación del fluido cósmico en torno del alma; el
cuerpo carnal es resultado de una mayor condensación del
mismo elemento, que lo transforma en materia tangible.
Aunque tengan un origen común, el mismo elemento
primitivo, las transformaciones moleculares son diferentes
en esos dos cuerpos, resultando de eso que el periespíritu
imponderable está dotado de cualidades etéreas. Ambos
son materia sólo que en diferentes estados.

El Espíritu forma su envoltorio periespiritual con los


fluidos ambientales en que vive. Como la naturaleza de los
mundos varía, con su grado de evolución, será mayor o
menor, la materialidad de los cuerpos físicos de sus
habitantes, y los periespíritus guardan relación, en cuanto
a su composición, con ese grado de materialidad.

Al admitir que un Espíritu emigre de La Tierra, queda


allí su envoltorio fluídico y toma, en el mundo físico a
donde se dirija, otro que sea apropiado al nuevo medio. La
naturaleza del envoltorio fluídico, está siempre en relación
con el grado de adelanto moral del Espíritu.

A la condición moral del Espíritu, corresponde, por así


decirlo, una determinada densidad del periespíritu. A
mayor elevación, menor densidad fluídica, a mayor
inferioridad mayor densidad, es decir, un periespíritu más
grosero, con mayor condensación fluídica. Los de mayor
peso específico, retienen a los Espíritus en las regiones
inferiores, imposibilitando su acceso a planos más
elevados y, por eso mismo, la salida hacia mundos más
elevados.

La acentuada densidad del periespíritu, de un gran


número de Espíritus, los lleva a que lo confundan con el
cuerpo físico.
Por eso se consideran todavía encarnados y viven en la
Tierra, imaginándose y entregados a las ocupaciones que
les eran habituales.

Los periespíritus de los Espíritus Superiores, de


reducido peso específico, les confiere una liviandad que
les permite vivir en los planos elevados, así como su
desplazamiento a otros mundos. Claro está, que tales
Espíritus pueden descender a los planos inferiores y
normalmente, dada la sutileza de su envoltorio, no son
percibidos por las entidades inferiores.

Cuando está encarnado, el Espíritu mantiene su


envoltorio periespiritual y su cuerpo carnal, por
consiguiente, constituye un segundo envoltorio, más
grosero, apropiado al medio físico donde vive sus
experiencias.

El periespíritu, en esa situación, sirve de intermediario


entre el Espíritu y al cuerpo físico. Es el órgano de
transmisión de todas las sensaciones; que partan del
Espíritu o que vengan del exterior, a través del cuerpo
físico.

Debido al tosco estado de la materia, los Espíritus no


pueden actuar directamente sobre ella. Tienen que hacerlo
a través de su periespíritu. “Es por medio del periespíritu
que los Espíritus actúan sobre la materia inerte y
producen los diversos fenómenos mediúmnicos”.

Los fluidos periespirituales se constituyen, por la


acción de la voluntad de los Espíritus, en verdaderas
palancas que les permiten producir golpes, ruidos,
movimientos de objetos, etc.

En condiciones normales el periespíritu es invisible,


pero en razón de las modificaciones que pueda
experimentar, por acción de la voluntad del Espíritu,
puede volverse visible. Esas modificaciones consisten en
una especie de condensación, o en nuevas disposiciones
de las moléculas que componen ese envoltorio fluídico.
La aparición de un Espíritu, resulta de su propósito de
hacerse visible. Pero no basta con desear esa visibilidad
para obtenerla: la modificación del periespíritu, requiere
la existencia de ciertas circunstancias que no dependen
del Espíritu; este necesita un permiso que no siempre le
es concedido, para mostrarse a alguien.

En las apariciones, el periespíritu se presenta más o


menos consistente. Pero en lo común tiene aspecto
vaporoso y diáfano. Otras veces lo hace con las formas
delineadas, con los trazos bien nítidos. En este último
caso, puede hasta presentar la solidez de un cuerpo físico,
siendo por eso mismo, tangible, lo que no le impide
retornar instantáneamente al estado normal, de ser
invisible y etéreo.

La materia no constituye un obstáculo para el


periespíritu. Su condición etérea le confiere la propiedad
de penetrabilidad. Atraviesa la materia densa como la luz
a los cuerpos transparentes. Es por eso que las puertas y
ventanas cerradas de una sala cualquiera, no impiden la
penetración, a ese lugar de un Espíritu.

Como ya dijimos, de las capas de los fluidos


espirituales que envuelven a la Tierra, sacan los Espíritus
que allí viven, sus envoltorios periespirutales. Esos fluidos
no son homogéneos: son una mezcla de moléculas de
varias calidades. El Espíritu atrae las moléculas, que
tengan afinidad con su modelo vibratorio.

Como consecuencia, la constitución íntima del


periespíritu no es idéntica en todos los Espíritus
encarnados o no encarnados que pueblan las diferentes
esferas de la Tierra, cosa que no ocurre con el cuerpo
carnal, que está formado por los mismos elementos,
independientemente de la mayor o menor elevación de los
Espíritus a los que revisten.

Otra consecuencia de la forma de composición del


periespíritu, es que el envoltorio periespiritual de un
Espíritu, se modifica con el progreso moral que éste
realiza en cada encarnación, aunque encarne en el mismo
medio; los Espíritus Superiores que encarnan
excepcionalmente, en misión, en un mundo inferior, tiene
un periespíritu menos grosero, que el de los nativos de
ese mundo.

Trabajo encontrado en el boletín “Mensajero de Luz” Órgano de


difusión de la Federación Espírita del Perú

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

You might also like