You are on page 1of 13

“El regreso de los gorilas” Entrevista de Jorge Halperín

(…)Lucas Rubinich, director de la carrera de Sociología de la UBA,


analiza las condiciones materiales y simbólicas de aquel mundo
igualitario, y los cambios que sufrieron las ideas, acompañando al
país fragmentado de los años 2000.
–(…)¿cómo cambiaron las mentalidades cuando, en el último cuarto
de siglo, se desmantela ese país igualitario y crece la brecha entre
ricos y pobres?–Primero, se arma el país de las ideas
“igualitarias” por una confluencia inicial de situaciones bien
interesantes: el proyecto de la generación del ’80, la gran
promoción de la escuela pública, la integración del país, esto
acompañando la exitosa entrada de Argentina en los
mercados internacionales.
(…)
–Lo que yo intento enfatizar es que, a diferencia de las anteriores, las
nuevas organizaciones sindicales del peronismo eran muy masivas y
ahora provocaban temores que quizá no despertaba el anterior
sindicalismo, más minoritario, no ligado al Estado, y menos poderoso.
–Bueno, ahora, más despegados de los conflictos que
efectivamente desató el peronismo en los sectores medios y
altos, uno podría decir que se trató de un proceso casi
irremediable de modernización, que se daba con la
singularidad que es el peronismo, pero era un proceso de
modernización. El Estatuto del Peón es algo que se supone que
debería ser irremediable en un país que va creciendo. Y desataba una
situación de conflicto impresionante. Creo que incluso hay una
mención de Perón sobre su mamá, en que ella, que tenía un pequeño
campo, le dice, cuando sanciona el Estatuto del Peón: “¿Qué estás
haciendo, m’hijito?”.
–Nace un nuevo actor social y me parece que es percibido como más
temible que aquel inmigrante europeo...
–Y yo creo que aparece temible por distintos lados. Por un lado, el
rechazo de la sociedad tranquila y bien pensante que ve esta
irrupción de desacomodo estético. Del lado profundo, porque
produce esa modernización de las estructuras del sistema
sindical: los aguinaldos, las vacaciones, una presencia mucho más
significativa de la que tiene hoy un Estado de Bienestar. Eso
generaba problemas dentro del sector de los propietarios de los
medios de producción, y de todos los sectores más ligados al capital.
Pero también genera problemas porque todo el mundo sabe
que socialistas, anarquistas y comunistas manifestaron desde
el principio una fuerte oposición a lo que veían como una
especie de fascismo criollo, evocando su experiencia muy reciente
de identificación con la Guerra Civil Española y con la resistencia
frente al nacionalsocialismo en Europa.
(…)
–¿Cuándo aparece el término “gorila”?
–“Gorila” aparece hacia fines del primer peronismo. Creo que
está muy relacionado con el programa de radio La Revista Dislocada,
de Délfor (Dicásolo), en donde había un sketch en que se decía
“Deben ser los gorilas, deben ser”. Y yo creo que es la respuesta a
este estigma de cabecita negra. “Gorila”, hacia fines del primer
peronismo, tiene una productividad muy importante. Es un
término que reafirma un lugar y descalifica al descalificador.
El descalificador queda al descubierto como alguien que tiene
una mirada no igualitaria, que no reconoce derechos, que
tiene una mirada discriminatoria. Va a ser un término tan
ambiguo que van a entrar diez mil cosas en el tiempo. Durante la
década del ’60, gorila va a querer decir mil cosas.
–Ahora, pegamos un salto de más de medio siglo, y venimos a las
elecciones presidenciales de hace algunos meses, octubre de 2007,
en las que se dijo que volvió un clima de “gorilismo”. ¿Qué significado
tiene esto hoy?
–Yo creo que el significado es básicamente antipopular. En este caso
no es sólo el que rechaza a los sectores populares, sino, en
particular, al peronismo. Ya que el peronismo es identificado
con cierto desorden, con prácticas políticas non sanctas, con
una serie de cosas que no se adhieren a una idea más
abstracta de lo republicano, una idea de escritorio o de
tablero. La política real siempre tiene una serie de dificultades, pero
uno se encuentra con que la mirada antikirchnerista había provocado
como reacción una Coalición Cívica que integraba a distintos
sectores, que coincidían básicamente en su antiperonismo. No había
que hacer demasiado esfuerzo para encontrar cierta connotación
antipopular en esa alianza. Igual, sigue teniendo cierta zona de
ambigüedad.
(…)
–Hasta escuché a un sociólogo, como Manuel Mora y Araujo, que
desde un lugar distinto me dijo: “Volvió el voto antiperonista”.
–Bueno, estoy de acuerdo. Admito que son generalizaciones, pero
efectivamente, es verdad: sectores medios que miran con cierta
desconfianza al peronismo pueden haber utilizado
nuevamente los argumentos del antiperonismo. Tal como se
presentó en los medios la idea, y tal como fue la estrategia de
la oposición, consistió en captar un voto decididamente
antiperonista.(…)
(…)Hubo un rechazo a Cristina de Kirchner hasta el punto de no
querer nombrarla. Ahora, ya en la presidencia, en los medios se dice
que la Presidenta trabaja poco. ¿No es la vuelta de otro componente
político folklórico del antiperonismo?
–Esos componentes folklóricos del antiperonismo creo que están muy
relacionados con acciones muy fuertes de los medios. Uno de los
grandes problemas que pueden llegar a tener los partidos
populares que gobiernan es su dependencia de un sistema
monopólico de medios, que tiene una influencia más que
significativa en la construcción de ciertas visiones del mundo.
Obviamente, no son culpables de todo lo que pasa, pero en
una situación de extremo deterioro de los partidos políticos,
de fragmentación social, que uno se encuentre por el otro
lado con monopolios de medios de comunicación masiva, que
tienen una mirada más o menos común acerca del statu quo
mundial, es realmente un contrincante político más que
importante y a tomar en cuenta. (…)
Ideas y lucha de poder
–¿Le parece que hay una mirada tan homogénea en los medios?
–(…) ¿Cómo no vamos a considerar, en un momento histórico
como éste, el papel significativo que tienen los medios como
un actor protagónico de la política nacional e internacional? Y,
si nosotros hacemos un análisis de quiénes son los
propietarios de los medios de comunicación, cuáles son las
miradas que están presentes en esos medios de
comunicación, vamos a ver que tienen una capacidad por
imponer inclusive situaciones que no tienen mucha realidad.
Bueno, eso es algo que los partidos tradicionales y populares
deberían tomar en cuenta.
–Ahora volvamos sobre la pregunta inicial: ¿cómo se fueron
acomodando las mentalidades a esta otra sociedad, que es mucho
más inequitativa, mucho más desigual y excluyente?
–Uno podría arrancar en los años ’80, porque, en la década del ’80,
aun con el deterioro que dejaron las políticas de la dictadura,
todavía existía la herencia del igualitarismo en las clases
populares. ¿Qué pasaría en el futuro? Bueno, pasaron muchas
cosas. Entre ellas, que en una población extraordinariamente
fragmentada por la desocupación el país estallara en una
experiencia extraordinaria de protestas, como sucedió.
Gustarán más o gustarán menos de acuerdo con lo que es el modelo
ideal de la protesta, porque acá los que estaban protestando eran
personas desocupadas. Pero lo hacían por fuera de las
organizaciones sindicales. Se organizaron cientos y cientos de
protestas, cientos de medidas imaginativas para resolver una
situación. Yo digo que lo de las fábricas recuperadas y los
piquetes –luchas, no digo que sean exitosas, pueden haber
fracasado–, son expresiones que actualizan esa mentalidad de
“Yo tengo derechos”.
–Esa es la parte “feliz” de la historia...
–Es lo positivo. Por otro lado, la situación objetiva y estructural deja a
algunas poblaciones en una situación de extremo deterioro. Cuando
hay ya dos generaciones de desempleados, que tienen una
situación bastante crítica, y a eso uno le agrega un
componente agudo como es la droga barata, el cuadro es
mucho más difícil de revertir. Me refiero a la distribución de droga
de mala calidad que consumen de una manera extraordinaria los
sectores que han quedado más desprotegidos. Entonces, la
situación de anomia en esas zonas es realmente muy
interesante para observar y muy dramática para vivir. Pero
así y todo, la sociedad argentina es tan compleja que la
pervivencia de las ideas de derecho sigue funcionando.
(…)
–En otra ocasión me hablaba de esta otra curda de los años ‘90, que
ya no era alegre como la de los años ’40.
–Yo hablaba antes de la curda alegre del muchacho que en los
años ’40 está sentado en Plaza Italia, que se compró un traje
a rayas, una corbata lo más floreada posible, que se vistió lo
más parecido pero con ropa de menor calidad, a como se
vestía el Mono Gatica, que grita alegre “Viva Perón”. Es una
curda alegre de la integración. En cambio, la curda de los
muchachos de los años ’90 –cerveza con Rohypnol, y en el
peor de los casos paco–, es la curda nihilista, en términos
absolutamente literales. Un muchacho que está dispuesto a morir
él mismo porque se va a matar con el paco de aquí a un par de años,
o a matar a cualquier otro por nada, es una situación de extremo
nihilismo. Y con ese muchacho no hay que hacer una especie de
telenovela. Pero yo creo que efectivamente es así: ese muchacho es
un producto histórico-cultural. Y, si uno lo dice con un
mensaje un poco más telenovelesco, es una víctima. Es una
víctima que te puede matar en la esquina, pero es una
víctima. Es un producto histórico–cultural que produjo una
sociedad desintegrada. Si uno no ve las relaciones históricas
que lo constituyeron y también las relaciones del presente,
que lo siguen reforzando, realmente no puede analizar nada.
Si uno no ve la relación entre la agencia policial y esa situación del
paco, no entiende nada.
(…)
–Creo que el problema mayor es que la igualdad social no es prioridad
para nadie. Estoy hablando del conjunto de la sociedad, las fuerzas
políticas, los distintos actores políticos, los medios...
–Es muy oportuno hablar de eso porque el tema no está en
“agenda”. Y yo diría algo de una manera muy contundente.
Para reconstruir este cuadro de extremo deterioro que dejó la
Argentina desde el ’75, ’76 en adelante, pero con fuerza en el
’90, hay que aplicar, en términos de salud y de educación,
políticas de posguerra. No se puede salir si no se hacen
políticas de posguerra. Hacer las cosas bien no alcanza.
–En otras palabras, asumir la catástrofe...
–Las políticas públicas no pueden seguir copiando tranquilamente los
criterios de eficiencia promovidos por el Banco Mundial en la década
del ’90, y decir “ayudamos un poquito más, somos más, somos más
asistencialistas, somos menos asistencialistas”. No. Hay que aplicar
una política postcatástrofe. Tiene que haber una inversión
extraordinaria de dinero, de energía humana, de
perfeccionamiento del personal, de movilización social, todo
en enorme escala. Es la única manera de encontrar una
solución.

Página 12 (2009) “La relación entre la universidad y el


Estado” Por Lucas Rubinich y Marcelo Langieri
La reciente invitación al rectorado de la UBA por parte del Gobierno a
integrar el consejo académico que hará propuestas para reformular el
Indec plantea problemas significativos para la universidad pública en
general y para las ciencias sociales en particular. En realidad, es la
misma definición del problema lo que hay que debatir. Esta situación,
desde la universidad pública, no puede ser pensada como una
cuestión exclusivamente técnica, pero tampoco con una mirada
política reduccionista que imagine la solución cambiando un
funcionario. La UBA, y específicamente nuestra carrera de
Sociología, tiene una implicación de hecho en una institución
como el Indec, porque sus profesionales y técnicos son
nuestros egresados y porque es una institución pública que,
en tanto lo anterior, se vale de saberes científicos y
profesionales que son competencia de este espacio
universitario. Como universidad tenemos un compromiso con
nuestros egresados y no es posible construir abordajes del
problema que no contemplen lo que ha ocurrido con ellos en
el Indec. No es aventurado suponer que algunas ambigüedades que
existieron en relación con esta propuesta tienen que ver con un clima
cultural que tuvo un predominio extraordinario durante los ’90 y que
desvalorizó la universidad como un actor activo en los debates de la
vida pública, otorgándole importancia, por el contrario, a un saber
técnico inhibido de los “para qué”.
(…)
Desde ya que la universidad pública debe colaborar con
diferentes espacios de la sociedad y el Estado. Está en su
identidad y en su responsabilidad pública hacerlo. La
pregunta es si esto se hace de manera desproblematizada,
como quisieron los programas de los organismos financieros
internacionales transformados en sentidos comunes
ministeriales, que imaginan una universidad convertida en un
actor técnico pasivo, o se lo hace en el papel de institución
con iniciativa política, y entonces sí, con capacidad de
verdadero diálogo.
Iniciativa política es lo contrario a aceptar o no aceptar
resignadamente una participación en una comisión para
reformular el Indec. Es asumir una posición clara en defensa
de la transparencia de las estadísticas públicas y también en
lo que hace a la solidaridad con nuestros egresados que
sufrieron diversos tipos de malos tratos en esa institución. Es
tener la capacidad de definir sin ambigüedades cuáles son las
condiciones del diálogo y la colaboración, que en esta
situación no puede ser otra que la vuelta a fojas cero: la
reincorporación de los profesionales desplazados y la
apertura de un espacio de reflexión y evaluación en el que
ellos participen. La relación universidad-sociedad y
universidad-Estado no puede ser imaginada como una
abstracción o un recurso retórico. Se expresa en relaciones
sociales concretas y en ellas hay distintas formas de asumir el
problema. Una de ellas es convertirla en un organismo de consulta
técnica sin responsabilidad política, otra, que recoge las mejores
tradiciones político-culturales, es cuando la universidad es capaz de
ponerse de pie para proponer cambios desde sus saberes particulares
porque se entiende que favorecen al conjunto de la sociedad a la que
la universidad se debe.

Fuente La Nación, 2008


"En la universidad se debe aplicar una política de posguerra"
(…)
-¿Por qué está instalada la idea de que la universidad pública
es ineficiente?
-Hay personas que cada vez creen menos en la educación pública. La
definición fuerte que se impuso en la década del 90 tuvo que
ver con lo que efectivamente había: muchas instituciones
públicas tenían una situación de deterioro. Fue un verdadero
proceso de hegemonía cultural. La eficiencia aparecía como
una categoría ahistórica y se pensaba la educación casi como
un bien transable. Y la discusión es un poco más compleja. Es
importante que la educación universitaria se relacione con el
sistema productivo. Hay que pensar cuál es el proyecto de
desarrollo de país y cuáles son los modelos de universidad
para esos procesos.
-¿Por qué no se da este debate?

-Circula la idea de que la universidad pública es problemática y de


que se transforma en playas de estacionamiento para jóvenes que no
tienen nada que hacer. También se cree que los estudiantes son
expulsados de estas unidades académicas por su masividad. Esa es la
definición predominante. Sin embargo, hay otras maneras de pensar
la universidad. Nadie se anima a poner sobre la mesa en forma
explícita que puede haber una universidad masiva con calidad
profesional y científica. El verdadero problema por debatir es
que la universidad se deba a la sociedad, porque tiene cosas
para ofrecer a la Argentina, sobre todo en esta situación de
crisis. La UBA ha tenido una experiencia extraordinaria en las
distintas áreas de conocimiento, muchos queremos rescatar
esa experiencia productiva.

(…)

-Pero hay una tradición en los actores universitarios por hacer


evidentes los problemas: el presupuesto, las condiciones laborales y
salariales, el aspecto edilicio, los insumos. Hay paros y tomas.

-Las modalidades en las que se producen los paros son una situación
compleja. Los estudiantes que tomaron este año la Facultad de
Ciencias Sociales lo hicieron como protesta porque se había caído un
pedazo de pared. Así produjeron un hecho que llamó la atención de
toda la comunidad académica sobre el problema, que no era la toma.
La política estudiantil es una práctica de formación política
ciudadana, en el mejor sentido. Estas experiencias pueden ser
fortalecedoras de la institución y de la tradición republicana
de una institución como la UBA.

(…)

-Sin embargo, la presencia de sectores bajos es hoy una excepción.

-Por supuesto, las universidades reciben cada vez menos


sectores bajos porque éstos han sido fuertemente castigados
en la década del 90, cuando se produjo una transformación de
la estructura social argentina, verdaderamente regresiva.
Pero las expectativas de mejoramiento están y todavía uno se
encuentra en las aulas con muchachos provenientes de
sectores medios bajos o sectores obreros. Hacen un esfuerzo
extraordinario y acceden a la universidad pública y masiva, que
todavía tiene las puertas abiertas.

(…)

-¿El mismo criterio se aplica sobre la implementación de un sistema


de cupos?
-El problema no es cupo sí o cupo no. El problema es para
qué. Lo que hay que poner sobre la mesa es que la
universidad pública tiene que estar en función de proyectos
de país. Pero acá eso no se debate. Se discute si hay muchas
gente o si el ingreso irrestricto favorece a unos y castiga a
otros. Ese es un debate secundario.

-¿En qué medida la aparición de universidades privadas afecta las


estatales?

-En sociología decimos que la verdad es la lucha por la


verdad. Y en esa lucha seguramente las universidades
privadas tratan de reafirmar su posición. Y esta reafirmación
tiene que ver con la descalificación de la universidad pública.
Ante semejante competidor y el estado de decadencia, no es extraño
pensar que estas universidades, que son también un actor político,
encontrarán ciertas formas seguramente legítimas de fortalecer su
posicionamiento en función de las debilidades que efectivamente
tiene hoy la universidad pública. Eso es una lucha político-
cultural.

El interpretador, literatura, arte y pensamiento (marzo de


2005) Entrevista realizada por Leonardo Sai.

(…)

Bourdieu lo hace cuando observa el mercado de la casa para analizar


el discurso de la economía.

Ahí tenés un muy buen ejemplo: el mercado inmobiliario. Un objeto


trivial. Hay que darse cuenta que el mundo internacional marca
agendas. Y distintos mundos: el mundo académico más formal
norteamericano marca algunas agendas por el poder de la
financiación. Hay un mundo cultural académico europeo que también
marca agendas, por el poder del prestigio. La teoría sociológica
comenzó a pensar esto que algunos llaman la acción y la
estructura, lo micro y lo macro, teóricamente: no quiere decir que
no estuviese implícito en la teoría social pensar la vida cotidiana. Lo
que sucede es que, en los últimos años, se actualizaron
miradas que estaban en los clásicos y que se hicieron
investigación: “La distinción” de Bourdieu, o los ensayos de
viejos sociólogos como Baumann. No se trata solo de evaluar
contextos sino pensar relaciones. Por ejemplo, con el mundo
económico o con el mundo político internacional. Yo hice un
trabajo sobre la Universidad de Buenos Aires y en él trato de
observar cómo se construye un problema social —el problema
de la universidad— y cuando voy a mirar esto tengo que
escaparme de las políticas locales, en este caso, subsidiarias
de políticas internacionales que a veces no son explícitas
porque aparecen como opinión, como referencia de
organismos financieros internacionales. No se puede
organizar el mundo universitario contemporáneo, es decir, la
UBA, la Facultad de Sociales, la carrera de Sociología, sino
entiendo la posibilidad concreta de realización de políticas de
organismos financieros, con portavoces, actores concretos,
con identidad académica nacional y que actualizan esas
miradas. Entonces, entro por algún problema de la carrera de
sociología y terminé hablando de cómo se construyen
políticas para el mundo universitario a partir, por ejemplo, del
Banco Mundial, de la intervención de intelectuales locales.
Por lo tanto, un encuentro entre esas grandes cuestiones y
pequeñas transformaciones.

2- En una nota reciente en Página 12, el Tato Pavlovsky advertía que


el crimen de Patagones de un chico armado en una escuela podría
suscitar fenómenos de contagio, fenómenos de imitación. Esta
hipótesis nos lleva a Gabriel Tarde y, en particular, a “el Suicidio” de
Emile Durkheim donde tal hipótesis, según él, refutada. ¿Cómo
pensas la problemática de la acumulación en las ciencias sociales?

Hay acumulación pero se da de manera compleja. No digo que sea


simple la acumulación que se produce en ciencias duras. Digo que
en las ciencias sociales hay una heterogeneidad de corrientes
teóricas (aunque intentos de encontrar la unidad en la
heterogeneidad hubo desde la década del cincuenta hasta ahora) Lo
que hay —mucho peor– es la desconexión, por ejemplo, con la
antropología. La efectiva compartimentación de disciplinas en
departamentos que suponen agrupaciones y círculos
particulares: en ciencias sociales es muy difícil que se haga una
recuperación simplista de Gabriel Tarde. Pero No es difícil que un
economista la haga o que un psicoanalista la haga. Los lazos
corporativos separan y esa acumulación efectiva no se transmite. En
la psicología hay tendencias a miradas reduccionistas de lo social.
Pensar a esta altura del partido en imitación a la Tarde pone en
evidencia esa compartimentación. Durkehemianamente, yo puedo
analizar la ruptura del lazo social, es decir, un nihilismo pasivo,
nihilismo cultural, nihilismo real.

(…)

Es Jubilarse.

En la familia, por ejemplo. Pensar de aquí a veinte años, es decir, lo


que pensaba un tipo en el Estado de Bienestar del 60 o 70. Un pibe
que no puede pensar de aquí a mañana, sea en una villa o de clase
media: todos están en el marco de esa crisis de “paraguas morales”
como decía Durkheim. La crisis de las instituciones es producto
en términos internacionales de la destradicionalización: las
instituciones anteriores dejan de ser creíbles y el momento
posterior no está presente. Traducción libre de Marx. Las
instituciones argentinas nunca fueron del todo creíbles (como
puede creer un alemán en sus instituciones) pero un tipo de
la década del cincuenta creía más en sus instituciones que un
tipo de ahora. (…)

Cuando interviene el psicólogo no aparece el crimen, sino el criminal.

Una mirada individualista en términos analíticos: hay


culpables, es decir, hay personas. No estructuras. Como
Puntodoc que denuncia a jóvenes perejiles que vende cocaína barata
en un baño de Constitución que es el eslabón más estúpido de una
cadena compleja Y encima lo denuncian cuando probablemente
puedan ser casi empleados de algún sector de la agencia policial.
Tiene que ver con esa mirada analítica individualista: porque
BinLaden, porque Castells, etc. Por supuesto que hay
individualidades. La cuestión es que son productos. La mirada
individualista de la acción social tiene un sustento teórico en
la Escuela de Chicago, en Von Hayek, en los comunicadores de
Derecha nacionales y también en los progre: Lanata,
puntodoc, donde no hay hechos sociales, hay culpables. Con
otra moralina, pero en el fondo: Inocentes y Culpables.

3- Piqueteros y rutas, asambleas y clases medias muy engañadas,


pibes chorros y bolsas de pegamento, Okupas, se han vuelto parte de
una obsesión televisiva, de cierto placer de espectador de la
destrucción ajena, de cierta fascinación realista en cine y en teatro y
que esta empecinado en Documentar. También en las producciones
de los sociólogos actuales. ¿Cuáles son los sentidos comunes
imperantes en todo esto?

El problema de los medios es una cosa, el problema de la


sociología es otra cosa. Hay hechos sociales singulares que es
preciso analizar, como las fábricas recuperadas, como los
piqueteros, etc. Ahora bien, como en todos los mundos, hay buenos
y malos trabajos. Es oscurantista encontrarle una salida optimista a
un movimiento por el cual uno simpatiza cuando esa salida no es
visible analíticamente. Ahí uno debería ser todavía más crítico. Solo
allí crecés políticamente. Los medios son otra cosa. Lo que antes se
llamaba sensacionalismo hoy es totalmente corriente. Desde
radio Mitre hasta “Ser Urbano” y los programas periodísticos
hay sensacionalismo atroz: música de suspenso, Mafias de Taxis
de Laferre, etc. Esos emergentes del proceso social son
personajes acostumbrados a un denuncialismo efectista. (…)

(…)
DOMINGO 5 DE JULIO DE 2009 CONTRAHEGEMONIA EN
SOCIOLOGIA
"Una carrera que tiene como eje fundamental la cuestión de la
investigación"

1. Opinión general sobre el plan de estudio de la Carrera de


Sociología (relación con contexto social y académico general y de la
UBA en particular, defectos, virtudes, potenciales cambios).
(…)
Yo creo que la estructura general del plan de estudios de la
carrera es una estructura que en términos generales tienen
una posición correcta. Creo que engancha una cuestión
fundamental que tiene que ver con la identidad de la carrera
que tiende a la formación de investigadores (…) Tiene, en
términos ideales, una buena formación de teoría, tiene una
preocupación por que la perspectiva histórica, de acuerdo a
las grandes tradiciones, aparezca con fuerza. Sin lugar a
dudas incorpora una cuestión que para mí es fundamental
que es pensar en la investigación. Que para eso aparecen las
metodologías y para eso aparecen los seminarios y los
talleres. En donde la formación teórica, la formación técnico
metodológica, posibilitan que una persona esté en un
seminario, en un taller, y ahí se produzcan, digamos, espacios
de ensayo, o a veces de realización efectiva de lo que puede
ser una investigación. (…)

Eso, insisto, en términos formales. Y yo creo que no hay que


subestimar esa cuestión de formalidad, porque la
construyeron miembros de una generación que tenían una
preocupación muy fuerte por recuperar elementos centrales
de la teoría social. Primero que las grandes columnas de la
teoría social tiene que ver con esos grandes clásicos de fines
del siglo XIX, principios del siglo XX, que son los que arman la
teoría social contemporánea. Que en todos los casos
responden a una perspectiva de mirada materialista sobre el
mundo, y que por otro lado tienen una preocupación fuerte
por una perspectiva histórica. Entonces las materias
históricas, las de análisis de la sociedad argentina, son un eje
central y fundamental del programa. Yo creo que eso es algo
absolutamente importante para rescatar. Por otro lado, digo,
existen problemas que tienen que ver con las actualizaciones,
la carrera de sociología tiene como importantes formas de
problematizar cuestiones del mundo contemporáneo a través
de los seminarios. Tiene seminarios sobre género, sobre
salud, sobre economía… las materias, que son mal llamadas
optativas, y los seminarios, cubren una amplia gama de
problemas teóricos y de problemas sociales construidos
desde la perspectiva social. Yo creo que eso no hay que
subestimarlo. Cualquier modificación que uno pueda hacer, no
la está haciendo sobre la nada, la está haciendo sobre un plan
de estudios que lo construyeron referentes de las ciencias
sociales que provenían de las mejores tradiciones
problematizadoras y críticas de la década del 60, entonces, no
es un plan cualquiera.
Los problemas que tenemos tienen que ver con la adaptación
burocrática a ciertas reglamentaciones que pueden existir en
la Universidad de Buenos Aires y que no contemplan las
especificidades de la Carrera de Sociología. Y por otro lado,
tenemos un grave problema que es la organización neoliberal
del sistema científico (…) El credencialismo adquirió un papel más
que significativo. No es para rechazarlo, pero el credencialismo como
un fin en si mismo tiene problemas que nosotros debemos poder
abordar. Por eso digo, el problema del plan de estudios de la
carrera de sociología, es un problema que debe relacionarse
con la organización del sistema académico científico producto
de la hegemonía neoliberal. Ese plan de estudios tiene
algunos elementos valiosos. Nosotros debemos esforzarnos
por hacer cumplir algunas cosas que a veces no podemos, que
es, por ejemplo: profundizar la relación con la investigación
desde los primeros años de la carrera.
(…) Tenemos una gran tradición, aunque la Universidad está
en decadencia, porque la UBA está irremediablemente en
decadencia (tenemos 5 veces menos presupuesto que San
Pablo, 8 veces menos presupuesto que la Universidad de
México, no tenemos bibliotecas que sean importantes). Y no
es todo presupuesto, como dicen los neoliberales, pero sin
embargo, 5 veces menos, 8 veces menos… El Estado no tiene
políticas universitarias, no las quiere tener. O si se quiere, las
tiene por ausencia, y lo que continúa son las políticas
agresivas que se desarrollaron durante la década de los 90.
Sigue la Ley de Educación Superior tal como está, sigue la
CONEAU tal como está, siguen los sistemas de incentivos tal
como están, y por lo tanto sigue entrometiéndose el
Ministerio de Educación en la manera de clasificación, de
prestigiamiento y de evaluación de credenciales de los
investigadores de la universidad. Eso es un tema
fundamental, y que tiene resolución política. Por eso yo digo
no es un problema técnico del Plan, el Plan tiene que afianzar,
promover y profundizar cuestiones que ya tiene, que son el
perfil de formación de investigadores. Nosotros no queremos
técnicos que solucionen puntualmente un problema. Nuestros
profesionales bien formados tienen que poder resolver esos
problemas técnicos, por supuesto, pero están en la
Universidad de Buenos Aires, están en la carrera de
Sociología de grado de 5 años y deberían poder pensar en
problemas sociales, políticos y económicos significativos que
hay detrás de la resolución de esos problemas técnicos.
Entonces, incentivar la existencia de Talleres, que nosotros tenemos
pocos, es algo que estamos tratando de hacer y me parece que sería
importante. Porque algunos de los límites que tenemos con los
Seminarios es que en los Seminarios quizás no existe una posibilidad
de desarrollar todo el proceso de investigación (…)Nuestra Facultad
tiene un plus que la convierte en un verdadero centro político
cultural. Ese es el plus de nuestra facultad que todavía sigue
funcionado, aún en decadencia. El plan de estudios no
necesita modificaciones radicales, necesita profundizar un
espíritu que es el de formación de investigadores. Y para eso
necesita quebrar ciertos obstáculos burocráticos que existen
en la Universidad de Buenos Aires, y que nosotros estamos en
este momento, metidos en esa lucha.

(…)Digamos, la única manera de romper el clima de


fragmentación que puso el neoliberalismo de los ’90 de una
manera estructural es reconstituir los lazos quebrados en la
comunidad académica fragmentada. ¿Cómo se hace? Primero
yo creo que hay que conseguir edificio, que esos edificios
contemplen oficina de profesores, que los equipos de
investigación se puedan reunir en el Germani y en las
carreras también y hacer propuestas, y eso es parte de una
lucha política, por un porcentaje importante de dedicaciones
exclusivas para la carrera de Sociología. Una carrera que
tiene como eje fundamental la cuestión de la investigación,
debe poder tener un porcentaje importante de dedicaciones
exclusivas. Eso, de la única manera que se consigue, es
mediante la lucha política, y yo diría mediante la lucha
política agresiva, porque no hay otra forma. Las buenas
maneras, que también se usan digamos, todos los
funcionarios negociamos permanentemente, encontramos
formas, nos sentamos en los sillones del rectorado, en el
decanato, nos sentamos en todos los lugares que haya que
sentarse. Pero digo, la cuestión de la negociación,
obviamente por el edificio y por las dedicaciones exclusivas
que yo creo que es fundamental, tiene que ser una lucha.
(…)

You might also like