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Teoría literaria I
Escuela de Literatura
Prof. Francisca Lange
09 de junio de 2008
Siempre ha sido así, sin duda : en cuanto un hecho pasa a ser relatado, con fines intransitivos y no
con la finalidad de actuar directamente sobre lo real, es decir, en definitiva, sin más función que el
propio ejercicio del símbolo se produce esa ruptura, la voz pierde su origen, el autor entra en su
propia muerte, comienza la escritura.
[ Barthes 65-66]
Haciendo una historiografía literaria sobre estos procesos de la ausencia y presencia del
autor determina que a lo que denominamos autor es parte de un concepto moderno que
nosotros como sociedad desde la edad media hemos alimentado y le hemos dado su
carácter de “persona humana” a quien profesa los enunciados escritos. El imperio del
autor trae consigo una cantidad importante de implicancias al conectar su vida con su
propia biografia y sus subjetividades: sus gustos, sus pasiones, sus inclinaciones
sexuales, sus miedos y todo lo que pueda operar en el diario intimo de una persona. En
Francia el primero que se atreve a romper la presencia del autor es Mallarmé : “ es el
lenguaje, y no el autor, el que habla” [B 66] al eliminar la objetividad castradora del
novelista realista podemos entrar en la performance del lenguaje borrando el “yo.”
Otro avance que destaca Barthes es sobre la construcción del narrador.
- Otra forma para situar el alejamiento del autor se encuentra en situar en el presente
la enunciación : no existe otro tiempo que exceda esta, y todo texto está escrito
eternamente aquí y a hora. De esa forma todo lo pasado tanto a nivel histórico y
biográfico del autor desaparece por completo. No sirve. No es posible.
- Tomando en cuenta la idea de Bajtin sobre el concepto del texto como un tejido de
citas ya preconcebidas y existentes Barthes le otorga al escritor la capacidad y
necesidad de combinar este tejido de enunciados, mezclando las escrituras. En la
combinación de estas radica la originalidad del sujeto enunciante, ya borrando
completamente al autor.
- Con la muerte del Autor el texto pierde esta imposición de descifrarlo a partir de
este y determinarle un significado último. El texto se abre, la escritura también, todo
se prepara para un receptor sin pasados ni historias, el lector. El nacimiento del
lector se paga con la muerte del autor.
DE LA OBRA AL TEXTO
Se debe entender a este – el texto – en un sentido más gramatical que lógico : son
enunciaciones, no argumentaciones, si se quiere, acercamientos que aceptan seguir siendo
metafóricos. [barthes 74]
De esta forma vemos en el texto su carácter de abstracto, por lo mismo atemporal y no
apto para ser clasificado en las múltiples perspectivas que si podrían aplicárseles a las
obras, las cuales incluso incluyen su carácter físico : libro en la estantería de una
biblioteca.
La obra se sostiene en la mano, el texto se sostiene en el lenguaje : sólo existe extraído de un
discurso ; el texto no es la descomposición de la obra, es la obra la que es la cola imaginaria del
texto. [ Barthes 75]
De esta forma podemos establecer la relación como: el lector es al texto como el autor a
la obra.
De la obra al texto.”, en El susurro del lenguaje, tr. C. Fernández
Medrano. Barcelona, Paidos, 2002. 65 – 102.
16 de junio