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José Comblin un teólogo y profeta de la

esperanza1

Como lector de teología latinoamericana y laico voy a intentar


subrayar algunas de las pistas más fecundas que nos ha dejado
este gran teólogo y profeta que fue José Comblin. Imposible agotar
en breves líneas el aporte legado tanto escrito como oral
consignado en más de 50 libros y miles de conferencias, charlas y
conversas grupales por toda América Latina. Sólo nos cabe
compartir algunos trazos que nos han impactado de manera
personal sin ninguna pretensión de agotar su estudio. Más bien nos
motiva subrayar el quehacer teológico fecundo y liberador, crítico y
esperanzador, en definitiva profundamente libre y amoroso que fue
el suyo. Será un gran reto mantener el quehacer teológico en el
nivel alcanzado por José Comblin.

1.- Sus temas y claves: una mirada creyente a la historia humana

Al seguir su obra teológica impresiona su pertinaz seguimiento


analítico de los grandes fenómenos sociales e históricos que van
aconteciendo y marcando el accionar humano. Se trata de una
teología marcada profundamente por las fechas y acontecimientos
históricos que le ha tocado vivir. Así, tenemos sus reflexiones sobre
la paz, los nacionalismos, la ciudad, la acción humana, la
revolución, la doctrina de la seguridad nacional, el neoliberalismo y
los cambios y nuevos paradigmas de los procesos de liberación
humana y comunitaria que van abriéndose caminos entre nosotros.

Comblin proféticamente a inicios de los años 60 escribía: “La


aspiración contemporánea de la paz no comporta el rechazo ni el
abandono, ni menos el olvido de los ideales de la libertad, igualdad
y fraternidad. Por el contrario, la paz se sitúa en la misma línea que
la aspiración a la libertad, la justicia y la solidaridad. El ideal de la
paz integra todo esto. Significa todo eso pero también algo más. Es
la expresión contemporánea de la aspiración de la humanidad hacia
1
Texto leído en la misa por José Comblin realizada en la Parroquia del Sagrado Corazón, Estación
Central, Santiago el 19.04.11, 19,30 hrs.
un “plus de humanidad”. Pero los seres humanos de hoy saben que
la suerte de sus aspiraciones se jugará al mismo tiempo en el plano
internacional como en el nivel personal, que no habrá más libertad,
más desarrollo y más solidaridad sino que dentro de la paz”
(Teología de la Paz, Paris,1961).

Su preocupación desde el inicio de su ministerio teológico radica en


la comprensión que tiene del mismo quehacer teológico. Para
Comblin siguiendo la tradición inaugurada por la Gaudium et spes
(n. 62) del Concilio Vaticano II la teología se define como:
colaboración, investigación y comunicación. Hacer teología implica
colaborar codo a codo con todas las disciplinas y los esfuerzos
humanos que buscan emancipación. Hacer teología no es repetir
sino investigar la realidad a la luz de la Palabra de Dios, y, por
último, comunicar de modo claro y transparente los
descubrimientos del proceso reflexivo. En esta perspectiva, ensayó
consistentemente el ideario de la teología de la liberación
latinoamericana: “ser reflexión crítica de la praxis histórica a la luz
de la fe”. Sin embargo, cuanto le ha costado a la teología occidental
incorporar la historia y la historicidad del comprender en su lectura
de la realidad. Comblin ya escribía el año 63 que “el cambio mental
fundamental de nuestra época es el descubrimiento de la
historicidad”2. Esta nueva conciencia de la historicidad empieza a
repercutir en la conciencia hermenéutica de la teología,
indispensable cuando el objeto de la reflexión teológica son las
realidades nuestras de cada día. En efecto, cuando el objeto de la
teología es la realidad no se puede trasladar sin más a la situación
actual lo que dicen las Escrituras y la tradición sobre ellas, pues las
formas actuales son muy diversas de las que tenían en la época de
la Escritura y la tradición premoderna. En su primer volumen de su
pneumatología define lo que entiende por historia separándose de
cualquier idealismo: “La realidad última y el objetivo de la acción y
de la historia son el hombre (y la mujer) concretos, los hombres (y
mujeres) concretos, en su multiplicidad y su diversidad. El Espíritu
no construye nada fuera de eso, ni más allá de las personas ni
sirviéndose de ellas. Pues el Reino de Dios son las personas
concretas, reunidas bajo el amor del Padre en Jesucristo”3. La
historia se centra en el presente y no en el futuro. Ella existe para
ser plenamente vivida y no para preparar otros reinos. Además, la
2
Citado en S.Silva, Técnica moderna y esperanza de los pobres ¿aliadas?, en: Varios A esperanza dos
pobre vive; coletanea em homenagem aos 80 anos de José Comblin (Paulus, Sao Paulo 2003)
3
Tiempo de acción; ensayo sobre el Espíritu y la historia (CETA-CEP Lima 1986) p. 58.
historia para Comblin nunca es plenamente racional, pues es
humana. Nunca es reducible a procesos de fuerzas objetivas o que
escapan a las libres decisiones humanas. Es trágica pues siempre
depende de la decisión de los seres humanos. Constantemente es
cuestionada, jamás está completa, nunca es lineal. Nada se
adquiere o pierde para siempre. La historia debe ser vivida y no
sobrepasada.

Cuan importante es esta visión hoy día cuando el fatalismo campea


y las personas piensan que la historia se maneja con piloto
automático y no hay nada más que hacer. A nuestro autor, le
importa, en definitiva, la historia tal como es vivida en la acción de
los pueblos. Es claro también para él que Jesús de Nazaret de
hecho afronta la historia desde la acción. Y la acción remite a su
fuente última que es el Espíritu de Dios.

Así, tenemos que junto con esta constante preocupación de analizar


críticamente la realidad presente de nuestros pueblos se preocupa
también de los procesos internos de la teología. Porque él como
teólogo se auto-comprende junto al pueblo cristiano, el pueblo de
los humildes y de los pobres que luchan por la liberación del mundo.
Para él no existe otro punto de vista legítimo, pues la teología no
puede ser más que una actividad al servicio de la iglesia y, antes
que todo, al servicio de los/as cristianos/as de a pie, de aquellos
que cargan todo el peso de la acción del espíritu en el mundo.
Escribe su pneumatología para saber hacia donde dirige hoy el
Espíritu a los/as cristianos/as. Y aquí su gran percepción es que
“los dirige hacia donde el mundo está en movimiento”4. Pero
¿cómo se mueve hoy el mundo? ¿Qué hay que hacer hoy? Estas
son las grandes preguntas que movilizaron a nuestro teólogo.

Pero, a juicio de Comblin, hay un obstáculo estructural en la Iglesia


católica, que dificulta su conciencia histórica; un obstáculo vinculado
a un déficit frente al laicado. Para Comblin, el hecho capital de la
vida de la Iglesia en el siglo XX es “el cambio radical ocurrido en la
situación del laicado”(1962)5, que consiste en que los laicos
empiezan a salir de su silencio en la Iglesia y a través de ellos
llegan las demandas del mundo a la teología. Pero todavía no existe
una teología que pueda orientar el trabajo del laicado en el mundo,
su deseo de hacer presente el Reino de Dios en el mundo.
4
Tiempo de la acción, p.59.
5
Citado en S.Silva, p. 588.
2.- Su aporte eclesiológico: su lucha profética en favor del Pueblo
de Dios

Nosotros podemos dividir bien su actividad en dos momentos: una


primera etapa dedicada a la formación de sacerdotes en Facultades
y seminarios y un segundo momento dedicado plenamente a la
formación laical y de misioneros en el mundo popular donde este
teólogo se realizaba y vibraba plenamente. Murió precisamente
cuando daba un curso a comunidades de base. Así coherentemente
encontramos en su obra siempre una constante: el tema del pueblo
de Dios y la situación del laicado en la iglesia. Podemos decir que,
su vida es una lucha tenaz a través de su palabra por la igualdad
fundamental y porque el laicado sea sujeto de derechos en la
iglesia.

El cuarto volumen de su pneumatología está dedicado al “pueblo de


Dios”. Este libro sobre el pueblo de Dios6, como el mismo autor lo
indica, fue escrito en vistas del nuevo pontificado. “En su origen hay
un gran acto de esperanza en el adviento de un nuevo día después
de la “noche oscura”. La esperanza tiene por objeto un retorno a los
principios del Vaticano II”(p.5). Nos recuerda que Juan XXIII tenía
una visión optimista del mundo, mirando prioritariamente las nuevas
oportunidades ofrecidas por la sociedad contemporánea y por la
evolución del mundo. Para este papa el desafío era anunciar el
evangelio al mundo moderno y no condenar sus errores.

En relación a este Concilio, Comblin denuncia la reacción negativa


que se articuló, preparando una especie de sabotaje para deshacer
el Concilio inmediatamente después de su celebración. Haciendo un
fino análisis del período postconciliar Comblin concluye que el
concepto de pueblo de Dios fue sistemáticamente eliminado del
discurso eclesiástico (ver Sinodo de 1985 y Ecclesia en America)
con el agravante que “pueblo de Dios” fue la contribución teológica
principal del Vaticano II (p.9) y condicionó todos los documentos
conciliares y es el concepto que mejor expresa el “espíritu” del
Concilio. Porque el Vaticano II le recordó a la Iglesia que es pueblo
de Dios.

Pero Comblin no se queda en el Concilio. Siguiendo el aporte de


Medellín y Puebla piensa que aquí se llegó a la percepción clara de
que el “pueblo de Dios” es, en la realidad, el pueblo de los pobres
(p11). Fue en América Latina, en Medellín y Puebla que los obispos

6
O povo de Deus (Paulus, Sao Paulo 2002) 410 pp.
supieron interpretar el Vaticano II de manera auténtica, llevándolo a
una explicitación esclarecedora. Según Comblin, los conceptos de
pueblo y pobres son solidarios y correlativos. No hay pobres que no
formen un pueblo. No hay pueblo que no sea de los pobres. Es
fundamental situar a los pobres en el centro de la cuestión. En la
perspectiva del seguimiento de Jesús, los pobres corresponden
ineludiblemente al criterio central del reino de Dios. Dios juzga la
autenticidad de la Iglesia por su manera de tratar a los pobres. En
su fundación, la Iglesia de Jesús era una asamblea de pobres y si
los ricos eran recibidos en ella se despojaban de sus bienes
(p.252).

3.- Su esperanza: los pobres de la tierra

Y aquí el profeta de la esperanza señala: “sin esperanza no hay


pueblo. Lo que hace a un pueblo es la esperanza común. No hay
esperanza que no sea colectiva, esperanza de una multitud reunida
en pueblo”(p.11). Para Comblin, la burguesía es individualista, no se
preocupa con lo que acontece con la multitud. Por eso el concepto
de pueblo no le dice nada -ni el concepto de “pueblo de Dios”. El
pueblo son los otros, los pobres, los que son marginales, que no no
sirven para acumular capital -a no ser como mano de obra. Por eso
en la burguesía el concepto de “pueblo de Dios” no tiene base. Es
incomprensible. Ya que la mayoría en la Iglesia es de cultura
burguesa, “pueblo de Dios” le dice muy poco. No hay pueblo ni
esperanza.

Para Comblin, “en el Tercer mundo se encuentra la mayor parte de


los pobres. En medio de ellos hay una inmensa esperanza y por eso
la palabra pueblo significa mucho para ellos. Ser pueblo quiere decir
entrar en la conquista de la dignidad y de la libertad. Ser “pueblo de
Dios” es dejar de ser átomo inconsistente perdido en el universo”
(p.12). Por esta razón, el “pueblo de Dios” expresa algo que es
fundamental para el futuro del cristianismo en la nueva humanidad
que está naciendo en el tercer mundo.

“Lo peor para el pueblo es perder la esperanza, porque lo que lo


constituye como pueblo es la esperanza. Sin esperanza un pueblo
se disgrega, cae en un estado de anarquía y violencia. Falta la
esperanza en las masas y las consecuencias están ahí: la violencia
crece sin parara, el consumo de las drogas aumenta cada año…

“No es que todos caen en la violencia. Pero todos se desaniman y


se conforman. Se resignan a esa situación de anarquía, por haber
perdido la esperanza. Dejan de querer construir un futuro. Ahora, lo
que hace a un pueblo es el futuro.(p.162).

…”La Iglesia debería ser la primera en permanecer atenta y a


querer el renacimiento del pueblo. ¿No debe ser pueblo ella misma?
¿No es la solidaridad la señal visible del pueblo? ¿El evangelio no
consiste en una buena noticia? ¿El evangelio no es mensaje de
esperanza? No una esperanza de pura palabra, sino de acción.
(p.163).

Concluyendo esta lectura panorámica de Comblin vale la pena


releer la conclusión de su esclarecedor libro titulado “Cristianos
rumbo al siglo XXI; nuevo camino de liberación”7:

“No existe una solución única, global. No existe una planificación


infalible. Existe una gran diversidad de acciones necesarias, sin que
se pueda racionalizar la relación entre ellas.

En esta inmensa diversidad, no hay necesidad de esperar que


venga del episcopado o del clero un programa imposible de llevar a
cabo. Los laicos no tienen por qué esperar orientaciones que no
llegarán nunca. Tienen que encontrar la inspiración y el valor
necesarios en su fe.

El tiempo no favorece las realizaciones espectaculares. Nos


encontramos en una época en la que las minorías están
madurando, aunque en lo escondido. Los anteriores programas
están agotados. Hay que tomar en consideración las nuevas
realidades y comenzar un trabajo de hormiguitas en un terreno
social nuevo, que se conoce muy poco...

Apenas acaba de comenzar un nuevo movimiento social que


pretende responder a la nueva ola de revolución económica. Ha
llegado la hora de comenzar a elaborar nuevas respuestas para los
nuevos desafíos”(p.435).

7
(San Pablo, Madrid 1997) 443 pp.
En esto ya no nos podrá seguir colaborando el padre José sólo
seguir inspirándonos con su obra. Esta deberá ser tarea nuestra, de
todos y todas los/as que se sientan llamadas/os.

Gracias padre José.

Raúl Rosales
CEDM

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