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HAMBRIENTOS DE CRISTO.

JUAN 4:31-34.

INTRODUCCIÓN.

Tras el encuentro con la mujer samaritana y su conversación con ella, Jesús


espera la llegada de sus discípulos. Seguramente, habían bajado a Samaria
para comprar con qué alimentarse al fresco del pozo dónde Jesús los
esperaba. Por fín, y tras tropezarse con una samaritana que corría y clamaba a
gran voz acerca del Cristo, llegaron junto al pozo dónde desde la distancia
habían visto como Jesús, su Maestro, había estado hablando con una mujer y
encima samaritana.
Estos discípulos se acercaron a Jesús y "le rogaban, diciendo: –Rabí,
come." (v. 31). Este deseo de los seguidores de Jesús contrasta con la
saciedad que Jesús presenta ante ellos: "Él les dijo: –Yo tengo una
comida que comer, que vosotros no sabéis." (v.32). Jesús,
enigmáticamente, les habla de una comida totalmente diferente al pan que
sus discípulos le ofrecían. Él se sentía completamente lleno. Su espíritu estaba
completamente satisfecho, lo cual habla de la prioridad de la misión esencial
de Jesús en la tierra.
Los discípulos, sorprendidos, comenzaron a compartir sus inquietudes al
respecto, pero como casi siempre, mirando a sus estómagos. La conclusión a
la que llegaron era que la mujer samaritana le había dado algo que llevarse a
la boca: "Entonces los discípulos se decían entre sí: –¿Le habrá
traído alguien de comer?" (v. 33). Su visión de Jesús, de su ministerio,
de su meta era algo simplemente material. Esta perspectiva los acompañó
hasta que al fin el mismo Jesús resucitado confirmó todas las promesas hchas
por Su Padre en el pasado.
Y por fín, he aquí una declaración gloriosa y reveladora para el creyente, no
sólo en cuanto a la raison d´etre de Jesús como Mesías e Hijo de Dios, sino
también del propósito principal e inequívoco de nuestro propósito personal y
como iglesia de Cristo: "Jesús les dijo: –Mi comida es que haga la
voluntad del que me envió y que acabe su obra." (v. 34). Las
prioridades que esta simple frase enuncian, nos enseñan a calibrar
correctamente las prioridades que Dios quiere que tengamos en nuestras
vidas. Para Jesús, lo más importante era satisfacer el alma hambrienta y
sedienta antes que un estómago gruñón. Era un manjar más excelente
comunicar las buenas noticias de su salvación y sanar heridas del corazón,
que darse un buen festín.
Una planta puede tener tierra orgánica de gran calidad, puede recibir la luz
del sol e incluso tener un tiesto artísticamente elaborado, pero si se descuida
el que sea regada, muere. Lo mismo ocurre contigo y conmigo: si decidimos
que lo que nos satisface, es nuestro vestido, nuestro entretenimiento, nuestra
posición económica e incluso nuestra salud, pero nuestra alma carece de
alimento con qué nutrirse, indefectiblemente seremos meras carcasas
atractivas por fuera, pero vacías por dentro. Jesús quiere llenar ese vacío en tí
y en mí. Quiere alimentarte con una clase de comida que produce vida eterna
y saciedad definitiva. Por ello, en primer lugar, la Palabra de Dios nos dice
que,
A. NUESTRO PAN ES CRISTO.
" Mi Padre os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios
es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo...Yo soy el pan
de vida...Este es el pan que desciende del cielo para que no muera
quien coma de él. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si
alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré
es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo." (Jn.
6:32,33,48, 50,51).
Este Pan del Cielo es Cristo. El único alimento que tiene poder para
desarraigar definitiva y completamente el hambre espiritual del hombre. No
es un pan más. Él es el Pan de Vida. Todo aquel que rechaza tomar de él,
seguirá siendo un miserable pedigüeño vagando por este mundo llenando su
mente y espíritu de sucedáneos que por un momento parecen prometer
saciedad, pero que a la postre son sustitutivos efímeros de la gloria eterna que
Jesús dispone en su banquete celestial.
Este Pan de Vida procede de Dios. Es dado por el Señor del Universo. Y es
ofrecido por la vida de toda la humanidad. Dios en Su misericordia quiere
brindar salvación al que en justicia no la merecería. El Señor observa los
tiempos y la Historia, y sólo puede ver avidez en los ojos de los mortales. El
vacío existencial es evidenciado en cada alma de este mundo. Y a pesar de que
creemos muy bien lo que realmente necesitamos, la tremenda y bendita
verdad, es que sólo Dios sabe con exactitud de qué carecemos y qué
necesitamos: le necesitamos a Él. Y por eso envía a Su Hijo, para
alimentarnos, para derrocar la tiranía del egoismo y darnos de ese Pan
Celestial hasta que nuestras ansias son derrotadas, puesto que Dios ha
satisfecho el gran deseo del ser humano: Él mismo.
El propósito de esta dádiva sin igual es el de nuestra regeneración, de
nuestra nueva vida en Cristo, de nuestra vida eterna. A través de Jesucristo no
sólamente tenemos el Camino, la Verdad y la Vida, sino que también es ese
Pan del Cielo, que como a los israelitas acompañaba constantemente en la
travesía dura y llena de estrecheces del desierto. Así como Dios mandó el
maná a Su pueblo escogido, así Cristo nos enriquece en nuestro diario
caminar por un mundo demasiado semejante al desierto del Éxodo.
El Señor también nos muestra una vez más, que el modo de conocer cuál ha
de ser nuestro proceder en Sus caminos, es a través de la Palabra.
B. LA PALABRA DE DIOS NOS ALIMENTA.
En aras de conocer Su perfecta voluntad, el Señor nos ha revelado a través
de las Escrituras el motivo que hace que ellas nos alimenten espiritualmente.
Varias figuras relacionadas con la comida material y orgánica nos darán cierta
luz acerca de la gran importancia de buscar sustento en la Biblia.
1. LECHE.
"Y desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis para salvación." (1 P. 2:2).
Pedro no está aquí instándonos a recrearnos en el infantilismo, sino a
recuperar ese anhelo profundo por conocer más y más de la voluntad de Dios
a través de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Esta expresión denota
intensidad en ese deseo y a la vez una urgencia imperativa por poder gustar
de este alimento que tan grandes cualidades salutíferas posee para nuestro
organismo. Esta leche por otro lado, es una leche no contaminada, exenta de
cualquier sustancia que pudiese modificar sensiblemente sus propiedades y
características.
Notemos también que este alimento básico en cualquier dieta, y mucho más
para los usos gastronómicos de los judíos, contiene calcio en gran cantidad. El
calcio fortalece los huesos, previniendo osteoporosis e incluso
descalcificaciones que en muchas ocasiones producen fracturas óseas. Pedro
nos apremia a alimentarnos de la Palabra de Dios con el fin de que nuestro
crecimiento espiritual sea una realidad firme. Para que nuestro cimiento, que
es Cristo, permanezca incólume y nuestra fe sea probada victoriosamente a
través de las circunstancias vitales. Si queremos prevenir desviaciones, caidas
y yerros, bebe y bebe de esta leche pura e incontaminada, libre de la opinión
de los hombres y de las manipulaciones que de ella se hacen.
2. PAN.
"“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios”." (Mt. 4:4).
Cuando Dios habla a través de las Escrituras, y nosotros atentamente oímos
Su voz en ella, nuestra alma encuentra ese pan que cubre nuestras
necesidades más básicas. La vida que nos da es más que la existencia, sino
que añade a esto el vigor y la vitalidad. La palabra de Dios se convierte de esta
manera en la energía que nos permite afrontar cada día con una sonrisa y una
promesa del Altísimo.
Si solamente nos preocupamos y nos afanamos en cultivar un cuerpo
espectacular, lozano y sano, y descuidamos el motor que lo dirige, esto es,
nuestro espíritu, de nada nos aprovecha. Cuando alguien se quiere consolar a
sí mismo en medio de la tribulación, surge siempre la socorrida expresión:
" Mientras tengamos salud...". ¡Qué gran mentira! Si todo lo que tienes
es saludabilidad, date cuenta que eso es una sombra que por un momento
aparece y al siguiente desaparece. La sabiduría popular también así lo refleja:
" Hay quién se muere con todas sus carnes..."
El alma del hombre y de la mujer necesita vigor, fuerza y empuje para
encarar el día que comienza inexorable. Y esa vitalidad e impulso sólamente
puede provenir de lo que Dios nos enseña en Su Palabra preciosa y sabia. El
espíritu triste seca los huesos, mas el corazón alegre es el mejor remedio para
detener la carcoma de la depresión y la angustia. Y la sonrisa de cada día, es la
que en Sus misericordias Dios nos ofrece para que nuestro ser esté completo y
sea un digno templo del Espíritu Santo.
Por tanto, partir este pan es abrir cada día las Escrituras para desentrañar
sus misterios, para inquirir profundamente en los preceptos de Dios para Su
pueblo y para descubrir promesas diarias que Dios en Su infinita bondad
cumplirá a su tiempo, haciéndo que en ese día esbocemos una sonrisa de
asentimiento, agradecimiento y alabanza. El pan material es necesario, nadie
duda de esto. Pero primero come cada palabra exhalada directamente por
Dios en la Sagrada Biblia.
3. CARNE (ALIMENTO SÓLIDO).
"De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a
espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a
beber leche, no alimento sólido, porque aún no erais capaces; ni
sois capaces todavía." (1 Co. 3:1,2); "Acerca de esto tenemos mucho
que decir, pero es difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho
tardos para oir. Debiendo ser ya maestros después de tanto
tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son
los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado
a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido. Y
todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de
justicia, porque es niño. El alimento sólido es para los que han
alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos
ejercitados en el discernimiento del bien y del mal." (Heb. 5:11-14).
Estos textos nos hablan bien a las claras de cuáles han de ser nuestras
aspiraciones en orden a nuestro crecimiento espiritual. Los escritores de estas
epístolas distinguen dos clases de creyentes: inmaduros o niños y maduros o
completos. La leche no es mala en tanto en cuanto deseemos alcanzar la
madurez y consumir viandas más sólidas. El problema que se plantea en las
iglesias es el grado de madurez del que gozan. Pablo determina que es
completamente imposible discernir lo profundo de la voluntad de Dios, si
todavía el creyente persiste en estancarse espiritualmente en los rudimentos.
No podemos ofrecer un chuletón de Ávila a un bebé o un buen filete a un
recién nacido. Lo rechazarán puesto que sus dientes no son capaces de
desmenuzar y masticar algo tan consistente. El discípulo de Cristo debe
desear conocer mejor a Su Dios, y eso no es posible mientras actúe como un
párvulo que se conforma con juguetear y coquetear con su fe. La madurez
provoca en el siervo de Dios un entendimiento completo de la Palabra y de Su
Dador.
A buen seguro, que ninguno de nosotros como adultos podríamos vivir
alimentándonos únicamente de potitos y papillas, de leche materna y purés.
El organismo cuando crece a su debido tiempo y en su óptimo ritmo, desea
solidez y contundencia en su nutrición. Espiritualmente sucede lo mismo. No
hallaremos cabalmente la dirección y discernimiento de lo alto si nuestras
muelas e incisivos espirituales no están completamente desarrollados y
dispuestos para la masticación.
La Palabra de Dios nos hace madurar con el fin de parecernos a Cristo, a
estar a la altura de Jesús. Sólo así el Señor nos podrá confiar las
profundidades insondables de Su sabiduría y las bendiciones que para el alma
representan.
4. MIEL.
"¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Más que la miel a
mi boca!" (Sal. 119:103).
Si hay algo que permanece claro para aquellos que leen y escuchan las
enseñanzas de Dios, es que provocan un placer simpar. Cuando se abre la
Palabra de Dios, el dulzor se apodera de todo nuestro ser. Nos deleitamos en
cada promesa, encontramos sabor suave en los juicios de Dios.
El problema recurrente de nuestras congregaciones es precisamente todo lo
contrario. La Palabra se ha convertido en algo insípido, carente de atractivo y
a menudo, aburrida. Y no es precisamente por que esto sea así. Todo lo
contrario. El quiz de la cuestión radica en nosotros. El hábito de estudiar la
Biblia se ha convertido en un bocado difícil de tragar porque normalmente
posamos nuestros ojos y nuestra atención en los miserables aunque eficaces
artificios de Satanás. Otra clase de literatura más humanista, más metafísica,
más demagógica es más atrayente para el creyente. Ya no se estudia la Biblia:
se estudian manuales que hablan de ella. Ha desaparecido ese encanto que
encontrábamos cada vez que con sorpresa descubríamos un pasaje que nos
conmovía y nos permitía conocer a Dios.
La miel ha dejado de gustarnos y preferimos una Biblia que no deje al aire
nuestra vergüenza y nuestro egoismo más ruín. ¡Cuánto desearía que la Biblia
hablase por sí misma! Dejad que su sabor inconfundible impregne cada papila
gustativa de vuestro corazón. Gozaos en cada promesa, encada versículo, en
cada tipo, en cada historia que en ella se narra. Desead y disfrutad con
fruición la preciosa y gustosa Palabra de Vida.
¡Bendita Palabra de Dios que produce en nosotros,
C. ALIMENTO SAZONADO DE GOZO Y ANHELO.
1. GOZO.
"Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tu palabra me fue
por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó
sobre mí, Jehová, Dios de los ejércitos." (Jer. 15:16).
Cuando asistimos a una celebración o a un banquete de bodas, nuestro
rostro es hermoseado por la risa y la alegría. Vamos a gozarnos con alguien al
que queremos y amamos. El objetivo de la comida es manifestar nuestros
mejores deseos a aquel que nos ha invitado. Así se siente Jeremías cuando
encuentra la Palabra de Dios. No las desecha, sino que en un irrefrenable
impulso, las come, las digiere. Y el efecto es realmente espectacular. El gozo y
el júbilo se desatan en el corazón que cree cada una de las palabras dadas por
el Señor, por el que te invita al banquete.
Escudriñar las Escrituras supone una celebración sensacional e inolvidable.
Expones a la luz de tu vida lo que Dios quiere comunicarte. Y lo que Dios te
dice te hace sonreir y alabarle con sublime gozo. La expectación debe
preceder al estudio o al devocional diario. "¿Qué tiene Dios que decirme
hoy? ¿Qué lección quiere que yo aprenda? ¿De qué manera quiere
Dios que le honre en este día?" Y cuando lees la Sagrada Palabra bajo la
atenta compañía y guía del Espíritu Santo, te das cuenta de que sí, es cierto,
Dios te habla hoy. Y el gozo inunda tu ser, aumentando tu fe, prodigándote
seguridad y paz y mostrándote Su justa misericordia.
2. ANHELO INTENSO.
"Nunca me separé del mandamiento de sus labios, sino que
guardé las palabras de su boca más que mi comida." (Job 23:12);
"Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea, y una mujer
llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se
llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su
palabra. Marta, en cambio, se preocupaba con muchos quehaceres
y, acercándose, dijo: –Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana
me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo
Jesús, le dijo: –Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas
cosas. Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la
buena parte, la cual no le será quitada." (Luc. 10:38-42).
Job se encontraba en la peor de las circunstancias posibles en términos
materiales y físicas. Pero a pesar de todo esto, su fidelidad y deseo era el
obedecer a Dios. Este anhelo ardiente sobrepasaba incluso al sustento
alimentício. La Palabra de Dios era su prioridad número uno. Para Marta, el
primer lugar en sus preferencias estaba en escuchar a los pies de Jesús la
enseñanza del Maestro.
Estos dos ejemplos, amén del de Jesús ante sus discípulos en Samaria, y
otros muchos más que hallamos en la Biblia, dicen mucho de cómo hemos de
construir nuestra vida aquí y ahora. La enemistad entre lo material y lo
espiritual es algo patente en nosotros, puesto que no podemos ser
diplomáticos con ninguno de sus señoríos. El uno excluye totalmente al otro.
Es por ello, que nuestro mayor anhelo o deseo, nuestra mayor aspiración deba
ser la de buscar de Dios en primer término, puesto que así lo demás nos será
por añadidura.
Escojamos lo mejor en vez de lo que aparentemente es bueno, puesto que
conformándonos con lo que este mundo nos ofrece sólo traerá ansiedad y
miseria. Demos el lugar más prominente a la Palabra de Vida, al Pan del
Cielo, y os aseguro, hermanos, que todo será para nuestro solaz espiritual de
manera eterna e imperecedera.
CONCLUSIÓN.
¡Qué peligroso sería menospreciar tanto la comida como la
mano que la da! Aliméntate, busca la robustez de tu alma y no su
obesidad, vigorízate con las exhortaciones sabias de un Dios
omnisciente como el que tenemos como Señor. Destierra de tu
vida la abulia y la indiferencia hacia la Palabra de Dios, deja de
vivir anoréxicamente y enriquece tu alma y corazón de
incontables beneficios que la Sagrada Biblia te mostrará.
Y ten hambre cada día. Hambre de Cristo, anhelo apasionado
por conocerle, amarle y adorarle. Hambre de Dios, de Su amor y
justicia, de Su redención. Hambre de Su Palabra Eterna, de su
enseñanza y sabiduría inmarcesible. Completa la obra para la
cual fuiste llamado por que así a Él le plugo.

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