Tras el encuentro con la mujer samaritana y su conversación con ella, Jesús
espera la llegada de sus discípulos. Seguramente, habían bajado a Samaria para comprar con qué alimentarse al fresco del pozo dónde Jesús los esperaba. Por fín, y tras tropezarse con una samaritana que corría y clamaba a gran voz acerca del Cristo, llegaron junto al pozo dónde desde la distancia habían visto como Jesús, su Maestro, había estado hablando con una mujer y encima samaritana. Estos discípulos se acercaron a Jesús y "le rogaban, diciendo: –Rabí, come." (v. 31). Este deseo de los seguidores de Jesús contrasta con la saciedad que Jesús presenta ante ellos: "Él les dijo: –Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis." (v.32). Jesús, enigmáticamente, les habla de una comida totalmente diferente al pan que sus discípulos le ofrecían. Él se sentía completamente lleno. Su espíritu estaba completamente satisfecho, lo cual habla de la prioridad de la misión esencial de Jesús en la tierra. Los discípulos, sorprendidos, comenzaron a compartir sus inquietudes al respecto, pero como casi siempre, mirando a sus estómagos. La conclusión a la que llegaron era que la mujer samaritana le había dado algo que llevarse a la boca: "Entonces los discípulos se decían entre sí: –¿Le habrá traído alguien de comer?" (v. 33). Su visión de Jesús, de su ministerio, de su meta era algo simplemente material. Esta perspectiva los acompañó hasta que al fin el mismo Jesús resucitado confirmó todas las promesas hchas por Su Padre en el pasado. Y por fín, he aquí una declaración gloriosa y reveladora para el creyente, no sólo en cuanto a la raison d´etre de Jesús como Mesías e Hijo de Dios, sino también del propósito principal e inequívoco de nuestro propósito personal y como iglesia de Cristo: "Jesús les dijo: –Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra." (v. 34). Las prioridades que esta simple frase enuncian, nos enseñan a calibrar correctamente las prioridades que Dios quiere que tengamos en nuestras vidas. Para Jesús, lo más importante era satisfacer el alma hambrienta y sedienta antes que un estómago gruñón. Era un manjar más excelente comunicar las buenas noticias de su salvación y sanar heridas del corazón, que darse un buen festín. Una planta puede tener tierra orgánica de gran calidad, puede recibir la luz del sol e incluso tener un tiesto artísticamente elaborado, pero si se descuida el que sea regada, muere. Lo mismo ocurre contigo y conmigo: si decidimos que lo que nos satisface, es nuestro vestido, nuestro entretenimiento, nuestra posición económica e incluso nuestra salud, pero nuestra alma carece de alimento con qué nutrirse, indefectiblemente seremos meras carcasas atractivas por fuera, pero vacías por dentro. Jesús quiere llenar ese vacío en tí y en mí. Quiere alimentarte con una clase de comida que produce vida eterna y saciedad definitiva. Por ello, en primer lugar, la Palabra de Dios nos dice que, A. NUESTRO PAN ES CRISTO. " Mi Padre os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo...Yo soy el pan de vida...Este es el pan que desciende del cielo para que no muera quien coma de él. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo." (Jn. 6:32,33,48, 50,51). Este Pan del Cielo es Cristo. El único alimento que tiene poder para desarraigar definitiva y completamente el hambre espiritual del hombre. No es un pan más. Él es el Pan de Vida. Todo aquel que rechaza tomar de él, seguirá siendo un miserable pedigüeño vagando por este mundo llenando su mente y espíritu de sucedáneos que por un momento parecen prometer saciedad, pero que a la postre son sustitutivos efímeros de la gloria eterna que Jesús dispone en su banquete celestial. Este Pan de Vida procede de Dios. Es dado por el Señor del Universo. Y es ofrecido por la vida de toda la humanidad. Dios en Su misericordia quiere brindar salvación al que en justicia no la merecería. El Señor observa los tiempos y la Historia, y sólo puede ver avidez en los ojos de los mortales. El vacío existencial es evidenciado en cada alma de este mundo. Y a pesar de que creemos muy bien lo que realmente necesitamos, la tremenda y bendita verdad, es que sólo Dios sabe con exactitud de qué carecemos y qué necesitamos: le necesitamos a Él. Y por eso envía a Su Hijo, para alimentarnos, para derrocar la tiranía del egoismo y darnos de ese Pan Celestial hasta que nuestras ansias son derrotadas, puesto que Dios ha satisfecho el gran deseo del ser humano: Él mismo. El propósito de esta dádiva sin igual es el de nuestra regeneración, de nuestra nueva vida en Cristo, de nuestra vida eterna. A través de Jesucristo no sólamente tenemos el Camino, la Verdad y la Vida, sino que también es ese Pan del Cielo, que como a los israelitas acompañaba constantemente en la travesía dura y llena de estrecheces del desierto. Así como Dios mandó el maná a Su pueblo escogido, así Cristo nos enriquece en nuestro diario caminar por un mundo demasiado semejante al desierto del Éxodo. El Señor también nos muestra una vez más, que el modo de conocer cuál ha de ser nuestro proceder en Sus caminos, es a través de la Palabra. B. LA PALABRA DE DIOS NOS ALIMENTA. En aras de conocer Su perfecta voluntad, el Señor nos ha revelado a través de las Escrituras el motivo que hace que ellas nos alimenten espiritualmente. Varias figuras relacionadas con la comida material y orgánica nos darán cierta luz acerca de la gran importancia de buscar sustento en la Biblia. 1. LECHE. "Y desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación." (1 P. 2:2). Pedro no está aquí instándonos a recrearnos en el infantilismo, sino a recuperar ese anhelo profundo por conocer más y más de la voluntad de Dios a través de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Esta expresión denota intensidad en ese deseo y a la vez una urgencia imperativa por poder gustar de este alimento que tan grandes cualidades salutíferas posee para nuestro organismo. Esta leche por otro lado, es una leche no contaminada, exenta de cualquier sustancia que pudiese modificar sensiblemente sus propiedades y características. Notemos también que este alimento básico en cualquier dieta, y mucho más para los usos gastronómicos de los judíos, contiene calcio en gran cantidad. El calcio fortalece los huesos, previniendo osteoporosis e incluso descalcificaciones que en muchas ocasiones producen fracturas óseas. Pedro nos apremia a alimentarnos de la Palabra de Dios con el fin de que nuestro crecimiento espiritual sea una realidad firme. Para que nuestro cimiento, que es Cristo, permanezca incólume y nuestra fe sea probada victoriosamente a través de las circunstancias vitales. Si queremos prevenir desviaciones, caidas y yerros, bebe y bebe de esta leche pura e incontaminada, libre de la opinión de los hombres y de las manipulaciones que de ella se hacen. 2. PAN. "“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”." (Mt. 4:4). Cuando Dios habla a través de las Escrituras, y nosotros atentamente oímos Su voz en ella, nuestra alma encuentra ese pan que cubre nuestras necesidades más básicas. La vida que nos da es más que la existencia, sino que añade a esto el vigor y la vitalidad. La palabra de Dios se convierte de esta manera en la energía que nos permite afrontar cada día con una sonrisa y una promesa del Altísimo. Si solamente nos preocupamos y nos afanamos en cultivar un cuerpo espectacular, lozano y sano, y descuidamos el motor que lo dirige, esto es, nuestro espíritu, de nada nos aprovecha. Cuando alguien se quiere consolar a sí mismo en medio de la tribulación, surge siempre la socorrida expresión: " Mientras tengamos salud...". ¡Qué gran mentira! Si todo lo que tienes es saludabilidad, date cuenta que eso es una sombra que por un momento aparece y al siguiente desaparece. La sabiduría popular también así lo refleja: " Hay quién se muere con todas sus carnes..." El alma del hombre y de la mujer necesita vigor, fuerza y empuje para encarar el día que comienza inexorable. Y esa vitalidad e impulso sólamente puede provenir de lo que Dios nos enseña en Su Palabra preciosa y sabia. El espíritu triste seca los huesos, mas el corazón alegre es el mejor remedio para detener la carcoma de la depresión y la angustia. Y la sonrisa de cada día, es la que en Sus misericordias Dios nos ofrece para que nuestro ser esté completo y sea un digno templo del Espíritu Santo. Por tanto, partir este pan es abrir cada día las Escrituras para desentrañar sus misterios, para inquirir profundamente en los preceptos de Dios para Su pueblo y para descubrir promesas diarias que Dios en Su infinita bondad cumplirá a su tiempo, haciéndo que en ese día esbocemos una sonrisa de asentimiento, agradecimiento y alabanza. El pan material es necesario, nadie duda de esto. Pero primero come cada palabra exhalada directamente por Dios en la Sagrada Biblia. 3. CARNE (ALIMENTO SÓLIDO). "De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no alimento sólido, porque aún no erais capaces; ni sois capaces todavía." (1 Co. 3:1,2); "Acerca de esto tenemos mucho que decir, pero es difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oir. Debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño. El alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal." (Heb. 5:11-14). Estos textos nos hablan bien a las claras de cuáles han de ser nuestras aspiraciones en orden a nuestro crecimiento espiritual. Los escritores de estas epístolas distinguen dos clases de creyentes: inmaduros o niños y maduros o completos. La leche no es mala en tanto en cuanto deseemos alcanzar la madurez y consumir viandas más sólidas. El problema que se plantea en las iglesias es el grado de madurez del que gozan. Pablo determina que es completamente imposible discernir lo profundo de la voluntad de Dios, si todavía el creyente persiste en estancarse espiritualmente en los rudimentos. No podemos ofrecer un chuletón de Ávila a un bebé o un buen filete a un recién nacido. Lo rechazarán puesto que sus dientes no son capaces de desmenuzar y masticar algo tan consistente. El discípulo de Cristo debe desear conocer mejor a Su Dios, y eso no es posible mientras actúe como un párvulo que se conforma con juguetear y coquetear con su fe. La madurez provoca en el siervo de Dios un entendimiento completo de la Palabra y de Su Dador. A buen seguro, que ninguno de nosotros como adultos podríamos vivir alimentándonos únicamente de potitos y papillas, de leche materna y purés. El organismo cuando crece a su debido tiempo y en su óptimo ritmo, desea solidez y contundencia en su nutrición. Espiritualmente sucede lo mismo. No hallaremos cabalmente la dirección y discernimiento de lo alto si nuestras muelas e incisivos espirituales no están completamente desarrollados y dispuestos para la masticación. La Palabra de Dios nos hace madurar con el fin de parecernos a Cristo, a estar a la altura de Jesús. Sólo así el Señor nos podrá confiar las profundidades insondables de Su sabiduría y las bendiciones que para el alma representan. 4. MIEL. "¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Más que la miel a mi boca!" (Sal. 119:103). Si hay algo que permanece claro para aquellos que leen y escuchan las enseñanzas de Dios, es que provocan un placer simpar. Cuando se abre la Palabra de Dios, el dulzor se apodera de todo nuestro ser. Nos deleitamos en cada promesa, encontramos sabor suave en los juicios de Dios. El problema recurrente de nuestras congregaciones es precisamente todo lo contrario. La Palabra se ha convertido en algo insípido, carente de atractivo y a menudo, aburrida. Y no es precisamente por que esto sea así. Todo lo contrario. El quiz de la cuestión radica en nosotros. El hábito de estudiar la Biblia se ha convertido en un bocado difícil de tragar porque normalmente posamos nuestros ojos y nuestra atención en los miserables aunque eficaces artificios de Satanás. Otra clase de literatura más humanista, más metafísica, más demagógica es más atrayente para el creyente. Ya no se estudia la Biblia: se estudian manuales que hablan de ella. Ha desaparecido ese encanto que encontrábamos cada vez que con sorpresa descubríamos un pasaje que nos conmovía y nos permitía conocer a Dios. La miel ha dejado de gustarnos y preferimos una Biblia que no deje al aire nuestra vergüenza y nuestro egoismo más ruín. ¡Cuánto desearía que la Biblia hablase por sí misma! Dejad que su sabor inconfundible impregne cada papila gustativa de vuestro corazón. Gozaos en cada promesa, encada versículo, en cada tipo, en cada historia que en ella se narra. Desead y disfrutad con fruición la preciosa y gustosa Palabra de Vida. ¡Bendita Palabra de Dios que produce en nosotros, C. ALIMENTO SAZONADO DE GOZO Y ANHELO. 1. GOZO. "Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, Jehová, Dios de los ejércitos." (Jer. 15:16). Cuando asistimos a una celebración o a un banquete de bodas, nuestro rostro es hermoseado por la risa y la alegría. Vamos a gozarnos con alguien al que queremos y amamos. El objetivo de la comida es manifestar nuestros mejores deseos a aquel que nos ha invitado. Así se siente Jeremías cuando encuentra la Palabra de Dios. No las desecha, sino que en un irrefrenable impulso, las come, las digiere. Y el efecto es realmente espectacular. El gozo y el júbilo se desatan en el corazón que cree cada una de las palabras dadas por el Señor, por el que te invita al banquete. Escudriñar las Escrituras supone una celebración sensacional e inolvidable. Expones a la luz de tu vida lo que Dios quiere comunicarte. Y lo que Dios te dice te hace sonreir y alabarle con sublime gozo. La expectación debe preceder al estudio o al devocional diario. "¿Qué tiene Dios que decirme hoy? ¿Qué lección quiere que yo aprenda? ¿De qué manera quiere Dios que le honre en este día?" Y cuando lees la Sagrada Palabra bajo la atenta compañía y guía del Espíritu Santo, te das cuenta de que sí, es cierto, Dios te habla hoy. Y el gozo inunda tu ser, aumentando tu fe, prodigándote seguridad y paz y mostrándote Su justa misericordia. 2. ANHELO INTENSO. "Nunca me separé del mandamiento de sus labios, sino que guardé las palabras de su boca más que mi comida." (Job 23:12); "Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Marta, en cambio, se preocupaba con muchos quehaceres y, acercándose, dijo: –Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: –Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada." (Luc. 10:38-42). Job se encontraba en la peor de las circunstancias posibles en términos materiales y físicas. Pero a pesar de todo esto, su fidelidad y deseo era el obedecer a Dios. Este anhelo ardiente sobrepasaba incluso al sustento alimentício. La Palabra de Dios era su prioridad número uno. Para Marta, el primer lugar en sus preferencias estaba en escuchar a los pies de Jesús la enseñanza del Maestro. Estos dos ejemplos, amén del de Jesús ante sus discípulos en Samaria, y otros muchos más que hallamos en la Biblia, dicen mucho de cómo hemos de construir nuestra vida aquí y ahora. La enemistad entre lo material y lo espiritual es algo patente en nosotros, puesto que no podemos ser diplomáticos con ninguno de sus señoríos. El uno excluye totalmente al otro. Es por ello, que nuestro mayor anhelo o deseo, nuestra mayor aspiración deba ser la de buscar de Dios en primer término, puesto que así lo demás nos será por añadidura. Escojamos lo mejor en vez de lo que aparentemente es bueno, puesto que conformándonos con lo que este mundo nos ofrece sólo traerá ansiedad y miseria. Demos el lugar más prominente a la Palabra de Vida, al Pan del Cielo, y os aseguro, hermanos, que todo será para nuestro solaz espiritual de manera eterna e imperecedera. CONCLUSIÓN. ¡Qué peligroso sería menospreciar tanto la comida como la mano que la da! Aliméntate, busca la robustez de tu alma y no su obesidad, vigorízate con las exhortaciones sabias de un Dios omnisciente como el que tenemos como Señor. Destierra de tu vida la abulia y la indiferencia hacia la Palabra de Dios, deja de vivir anoréxicamente y enriquece tu alma y corazón de incontables beneficios que la Sagrada Biblia te mostrará. Y ten hambre cada día. Hambre de Cristo, anhelo apasionado por conocerle, amarle y adorarle. Hambre de Dios, de Su amor y justicia, de Su redención. Hambre de Su Palabra Eterna, de su enseñanza y sabiduría inmarcesible. Completa la obra para la cual fuiste llamado por que así a Él le plugo.