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Mt. 22:11-14.
INTRODUCCIÓN.
¿De qué manera nos preparamos para asistir a una boda? Nos arreglamos el
cabello, maquillajes, afeitados apurados, camisas impecablemente
planchadas... No dejamos nada al azar. Queremos lucir nuestro traje de boda
y todo empeño es poco. El cristiano también tiene que prepararse
meticulosamente. No podemos presentarnos ante el Señor desmadejados y
con los trajes arrugados. Debemos pensar en la aprobación del anfitrión.
Debemos pensar en que no debemos desentonar entre los demás invitados.
Esto únicamente se logra teniendo una vida espiritual sana.: "Ten cuidado de
ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a tí
mismo y a los que te escuchen." (1 Ti. 4:16). " Procura con diligencia
presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de que
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad." (2 Ti. 2:15). Este traje hecho
a nuestra medida es la Palabra de verdad, la doctrina, que nos cubre con su
elegante confianza y con la espléndida gracia de Dios. Si nos vestimos de
Cristo, de Su Palabra, no tenemos nada que temer. El Señor mirará con
agrado nuestra indumentaria y se alegrará al escuchar de nuestros labios las
promesas que Él escribió para nosotros. La vergüenza no será el adorno de
nuestro ropaje festivo, sino el color carmesí de la sangre del Cordero de Dios.
Y el servicio será nuestra muestra de agradecimiento por ser invitados: "Su
señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel;
te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!"
(Mt. 25:21).
CONCLUSIÓN.
Múltiples son los ejemplos que podemos encontrar en la Palabra de Dios que
concuerdan con los tiempos de la iglesia del Señor: "Dejen que crezcan juntos
hasta la cosecha. Entonces les diré a los segadores: Recojan primero la mala
hierba, y átenla en manojos para quemarla; después recojan el trigo y
guárdenlo en mi granero.” » (Mt. 13:30); "»No todo el que me dice: “Señor,
Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de
mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e
hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí.
¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!” (Mt. 7:21-23);"Aunque salieron de
entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se
habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que ninguno
de ellos era de los nuestros. " (1 Jn. 2:19).
El relato de Jesús, símbolo de lo que ocurre y está por venir, concluye con
unas enigmáticas y a la vez sencillas palabras: "Porque muchos son los
invitados, pero pocos los escogidos.»
(v.14). Todos los seres humanos son llamados a participar de la boda, pero no
todos aceptarán la promesa de un feliz y entrañable acontecimiento como es
el de recibir la vida eterna de manos del Novio, de Cristo, quién ganó por Su
muerte la potestad de que fuesemos justificados y adoptados por Dios. Sólo Él
en Su vicario sacrificio en la cruz pudo firmar con Su preciosa sangre las
tarjetas de las bodas del Cordero.
Mira bien a tu alrededor. Los mensajeros reparten cada día las invitaciones a
este acto que no puedes perderte. Todo está listo. El banquete está dispuesto.
Gózate en Dios y alégrate con los justos. Y no te olvides de tu traje de boda.