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Bits

Kevin Morán

Hurom estaba siendo perseguido, querían llevarse su tecnología. La misma


tecnología que su padre había creado para él, para que pudiese defenderse.
El joven no iba a dejar que se llevaran el esfuerzo de su padre, todas las
horas, toda su inteligencia.

Este muchacho de cabello oscuro y corto, tenía la habilidad de conectarse


con las maquinas sin inteligencia artificial. Podía controlarlas y pasar parte
de su conciencia. Su cerebro trabajaba con un sistema que era capaz de
enlazar sus funciones orgánicas con cosas del exterior que fueran
compatibles con él.

Nadie sabía de los experimentos que desarrolló su padre para poder darle
está habilidad. Su padre, antes de morir, enlazó de por vida a su hijo con un
sistema externo de defensa aérea de simulación binaria, Bits. Estos tenían
inteligencia artificial y contra todo pronóstico fueron compatibles con
Hurom.

El sistema todavía se adaptaba a él, y muchas de sus funciones estaban


inactivas. Por eso, Hurom estaba indefenso como una persona cualquiera.
Todavía no estaba a salvo, las personas deambulaban sin ningún sentido,
posiblemente darían paradero de él si se los amenazaba como hicieron para
dar con su localización, siendo luego asesinadas. Eran crueles, y así estaban
programados los androides que trabajaban con el General Primo, quien
quería a toda costa este tipo de tecnología.

Había pocos escondites, y todos muy pequeños como para camuflarlo a él y


a todo su sistema. Era de esperarse que los robots armados lo encontraran
rápidamente porque el escuadrón cubría gran parte del territorio haciendo
que sus posibilidades de escapar a salvo se reduzcan mucho.

Su rostro denotaba preocupación y uno de sus brazos tocaba las paredes


rajadas de un antiguo centro comercial ahora en ruinas. Estaba cansado de
correr. El sudor corría por su frente amplia y debido a la inmensa presión
que sentía en todo el cuerpo cayó rendido de rodillas para luego caer al
suelo desmayado.

Los techos del lugar estaban deshabitados y los pájaros pasaban por los
aires con total libertad. La suciedad de la calle era tremenda y los pequeños
charcos, de agua de lluvia, tardarían en evaporarse. Así, en otra parte, el
general Primo veía un cadáver en el suelo de un laboratorio inmenso, y
bajo tierra. Todas las consolas estaban destruidas y luego de la revisión de
sus androides se dio cuenta que no había nada de información de lo que
había estado desarrollando por años. Su mirada era fija como la de un
halcón, y este miraba al futuro, y en ella tenía lo que quería encontrar hoy.

Los androides no eran tomados en cuenta por la gente que transitaba. La


gente ignoraba por completo el hecho de que más de 100 androides escolta
hayan salido a la calle en busca de Hurom. No sabían nada y tampoco les
convenía saberlo. Al menos estaban a salvo, no como el muchacho tirado
en un cochino callejón y a punto de ser encontrado. Su sistema estaba a
punto de instalarse por completo y quizá por esto es que se sintió mucho
más pesado. La cantidad de energía que se requería era enorme y una de las
fuentes principales es el anfitrión. La energía no era suficiente para
completar todo el proceso, por eso se activaron en busca de otra fuente de
poder. No hallaron nada a su alrededor. Podían detectar que un androide
estaba cerca. Lo suficiente para verlos. Eso representaba una amenaza y
una buena oportunidad.

El androide notó algo que luego desapareció muy rápido. No parecía haber
nada excepto algunos charcos oscuros y mucha basura. Se fue acercando al
lugar donde creyó haber visto algo. Poco a poco y sin miedo, solo poco a
poco porque era solo un androide, eso sí, con mucha energía.

De la nada, al parecer, dos Bits se pegaron a él tumbándolo al suelo.


Empezaron a robarle la energía y a reprogramarlo para evitar que mande
alguna señal y alerta de su situación.

No drenaron toda su energía. Tomaron solo la que necesitaban para


completarse y reprogramaron todo su sistema. También tuvieron acceso a
toda su data y luego de unos segundos ya estaban enterados de que estaban
siendo perseguidos. Además ya sabían cuál era la ubicación del responsable
de toda la búsqueda, el General Primo.

Ya teniendo control del androide, formaron un escudo alrededor de Hurom


y se desvanecieron. Luego activaron, en el robot, su sistema de alarma. De
esta forma todos los androides de la zona vendrían al lugar. Hurom aún
seguía inconsciente pero para su suerte, estaba protegido por un material
casi indestructible, desarrollado por su padre, quizá el más fuerte en el
planeta.

"Ríos y nada. Sangre es el sabor. Nadie tenía porque estar ahí cuando
morí. Nadie debió", fueron palabras que él mismo se repetía en su sueño.

Los androides llegaron. Todos se acercaban rápidamente y poco a poco


todo el callejón, que a demás es muy amplio, se vio repleto de estás
maquinas que no dejaban de hacer ruido al avanzar.

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