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Cristo es el amor del Padre hecho carne,

"la bondad y el amor de Dios, nuestro


salvador hacia los hombres" (Tit. 3, 4);
Él incluso durante su gran humillación
de la cruz pidió
por sus verdugos y los perdonó.

Cristo pasó también


el oscuro abismo del amor;
Él experimentó la entrega total
de la propia persona
a causa del amor.
¡Mirad sobre todo a este Jesús!
¡Mirad a su cruz!
Él es en persona
lo que la palabra amor significa.
Él mismo quiere y debe ser también la
medida de vuestro amor.
Por eso, su nuevo y mayor
mandamiento es:
"Que os améis los unos a los otros;
como yo os he amado, a
sí, también amaos mutuamente."

"En esto conocerán todos que sois mis discípulos:


si tenéis amor unos para con otros"
(Jn. 13, 34-35).
Cuán hambriento de amor
está el mundo enfermo, hambriento
del amor salvífico
de Jesucristo del Salvador.
¡Llevad vosotros este amor
a los hombres!

Dejad que el fuego del Espíritu Santo brille en vosotros


para llevar al mundo la luz y el calor del amor de Dios.
La libertad es un gran don que habéis
recibido de Dios.
Quiere decir que tenéis el poder
de decir sí a Cristo. Pero vuestro sí
no significaría nada si no pudierais
decir también no.
Diciendo sí a Cristo, os entregáis a El;
le ofrecéis el corazón, reconocéis
su puesto en vuestra vida, ya que
por ser hijos de Dios, hermanos
y hermanas en Cristo, habéis sido
creados para decir sí al amor de Dios.

Fue Cristo quien os compró la libertad.


Murió para hacernos libres. Sólo Jesús os hace libre.
El mayor obstáculo
de vuestra libertad es el pecado
que significa decir no a Dios.
Queridos jóvenes: Amad vuestra
libertad y ejercedla diciendo
sí a Dios; no la enajenéis.
Recobradla cuando la hayáis perdido
y reforzadla en la confesión
cuando flaquea.

Acordaos de las palabras de Jesús:


"Si el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres" (Jn. 8, 36).
"¡Abrid las puertas al Redentor!"
A Cristo se le descubre dejándole
caminar junto a nosotros en nuestro
camino. Es ésta mi invitación:
dejad que Cristo se ponga a vuestro lado
con la palabra de su Evangelio
y la energía vital de sus sacramentos.
La suya es presencia exigente.
Puede parecer una presencia incómoda
al principio, y podéis sentiros
tentados de rechazarla.

Pero si tenéis el coraje de abrirle el corazón y acogerlo en la vida,


descubriréis en Él el gozo de la verdadera libertad, que os da la
posibilidad de construir vuestra existencia sobre la única realidad capaz
de resistir al desgaste del tiempo y de lanzaros más allá de las fronteras de
la muerte, la realidad indestructible del amor.
Esta sociedad parece volverse loca
cuando moviliza todas sus energías
para lanzarse a lo que constituye
su destrucción.

Que el progreso sea positivo


y no mortífero; que sea de todos
y para todos, no sólo para algunos;
que sirva a la causa de la paz,
y no a la de la guerra;
que promueva hacia lo alto
y no rebaje ni degrade
el divino destello en el hombre.
No cedáis a la "cultura de muerte".
Elegid la vida.
Alineaos con cuantos no aceptan rebajar
su cuerpo al rango de objeto.
Respetad vuestro cuerpo.
Es templo del Espíritu Santo.
No se os ha donado como un objeto
del que podéis usar y abusar.

Forma parte de vuestra persona como expresión de vosotros mismos,


como un lenguaje para entrar en comunicación con los otros
en un diálogo de verdad, de respeto, de amor.
"¡Glorificad a Dios en vuestro cuerpo"! (1 Cor. 6, 20)
"¡Glorificad a Dios en vuestro vida"! No
basta denunciar: hay que hacer.
Hay que comprometerse juntamente con
todos los hombres de buena voluntad, en
la construcción
de un mundo que sea realmente
a medida de los hijos de Dios.
Con esperanza renovada cada día, debéis
luchar, al lado de quienes
antes que vosotros emprendieron
ya batalla, para reparar el mal,
consolar a los afligidos,
ofrecer la palabra de la esperanza
que puede convertir los corazones
y llevar a bendecir en vez de maldecir,
a amar en vez de odiar.
De este modo, seréis testigos de la luz de Cristo
en un mundo donde las tinieblas del mal continúan insinuando
peligrosamente a los corazones humanos.
La verdadera fuerza está en Cristo,
el Redentor del mundo.
Es esencial, creer en Cristo
hombre y Dios,
muerto y resucitado,
redentor y que recapitula
toda la humanidad.
Si es viva e inquebrantable vuestra
adhesión a Él, os resultará más fácil
resolver los problemas.
Buscad en vuestra fe las razones
de esperar y el modelo de reaccionar, que
es propio de los discípulos de Cristo.

Vigorizad, pues, vuestra fe; revividla si es débil.


¡Abrid las puertas a Cristo! Abrid vuestros corazones a Cristo,
acogedlo como compañero guía de vuestro camino.
En su nombre, estaréis en disposición
de preparar un porvenir más sereno,
más humano.
El mundo ofrece tantos ejemplos
de mal, de injusticia, de opresión
del hombre, de muerte y amenazas
de catástrofes.
Vosotros debéis denunciar el mal,
pero sobre todo debéis vivir el bien.
La cultura de muerte que aflige
al mundo con la eliminación de tantos
seres aún no nacidos, con la guerra,
con la marginación de los inhábiles
y ancianos.
Colaborad con las generaciones pasadas,
que lucharon como vosotros y por vosotros.
Acoged también vosotros a María en vuestro corazón y en vuestra vida:
que sea Ella la idea inspiradora de vuestra fe, la estrella luminosa
de vuestro camino pascual, para construir un mundo nuevo
en la luz del Resucitado, esperando la Pascua eterna del reino.
 
Te invito a conocer mis dos blogs:

"Pequeñas Semillitas"
 http://peque-semillitas.blogspot.com/
 
"Juan Pablo II inolvidable"
http://juanpabloinolvidable.blogspot.com/
 
 
Felipe de Urca

Este power point (pps) ha sido realizado por Rocío para su página “Siembra Amor”
Y por su gentileza lo estamos compartiendo hoy en “Pequeñas Semillitas”
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