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“El pueblo venezolano no se encuentra, seguramente, en estado de obscuridad infantil o

en estado de barbarie; pero tampoco está en su totalidad enterado de los reales alcances
de cada idea fundamental. En el concepto social y político hay muchos venezolanos
preparados como para distinguir un principio de otro; pero la gran mayoría está aún
clamando por una justa preparación. La gran mayoría de nuestro pueblo- un pueblo
totalmente demócrata- se mueve dentro de la idea nativa, inconsciente, intuitiva de
democracia. Está esperando la traducción de su sentir al lenguaje de lo culto, la
definición precisa y clara; el traslado de su razón colectiva a lo consciente. Sabe que es
algo hermoso su concepto de la convivencia social; quiere sabérselo explicar y
explicarlo. Y si en el momento de írselo a enseñar un dirigente, un maestro, un culto,
llega a darle la traducción de ese sentimiento en forma tal que se le intercale de
posibilidades vergonzosas, ese pueblo venezolano o ese hombre del pueblo venezolano
tendrá que optar entre dos caminos: o desconfiar de la democracia o desconfiar del
maestro. Y esto último es lo que debe hacer. Porque el día en que el venezolano pierda
la fe en su propia índole, ya no le quedará nada para salvarse. Y ante esos maestros que
desencantan y desvirtúan su ideología instintiva, sería preferible dejar al pueblo sin
definiciones, en la pureza orig“…la constitución de un país debe ser como la cara, como
el semblante de su pueblo. El hombre va cambiando y su semblante va cambiando
también. Las naciones, al impulso del progreso, también van cambiando; pero mientras
los hombres se van poniendo viejos, las patrias se van poniendo jóvenes. La
constitución la va haciendo el pueblo. La patria es un taller. El pueblo es el alfarero y el
carpintero: él hace la constitución, él va haciendo la múcura a la medida de su agua, él
va llenándola de agua a la medida de su sed. Es carpintero el pueblo. Cuando la patria
está naciendo, le hace cuna; cuando la patria ha crecido, le hace cama. Pero hasta aquí
llega la semejanza; el organismo llega a cierto punto; los pueblos siguen cambiando;
más que cama y que múcura, la constitución es traje, y debe caer en el cuerpo de la
patria como un traje bien hecho en el cuerpo de una mujer hermosa. Cuando el
organismo ha cumplido su misión en la vida, lo meten en la urna de morir y ha
terminado inal de su instinto democrático”

La venezolanidad desde la perspectiva del Nuevo Ideal Nacional


Buen trabajo de un exalumno de Comunicación Social de la UCAB.
La venezolanidad desde la perspectiva del Nuevo Ideal Nacional
Por Guillermo Ramos Flamerich
A partir de lo denominado por el historiador Germán Carrera Damas “La Formulación
definitiva del Proyecto Nacional”, iniciada en 1870 con la instauración de un régimen
liderado por Antonio Guzmán Blanco, el esmero por crear un sentido de Patria y
pertenencia al Estado, se convirtió en una de las nociones más explotada por los
gobiernos de turno. El principio de ideales nacionalistas, el establecimiento de símbolos
e íconos de lo que somos como pueblo, así como la transformación cultural del país,
estuvo influenciada de manera definitiva por los principios positivistas. La búsqueda del
progreso científico y desarrollo en Venezuela, contó a su vez con el apoyo y
justificación al caudillismo local, lográndose tesis como la de Laureano Vallenilla Lanz
y el “Gendarme Necesario”, en defensa de la tiranía de Juan Vicente Gómez. Con este
personaje de nuestra historia, se crea y profesionaliza la Fuerza Armada Nacional, los
conocidos “Chopo e´ piedra”, oficiales de la montonera, serán sustituidos por personal
capacitado y entrenado. Escuelas de formación militar como la de Chorrillos en el Perú,
compaginará un nuevo tipo de soldado, donde su estamento y profesión están
“destinados” a regir por y para siempre los destinos de naciones sumidas en el atraso
civil.
Con esta idea, un grupo de oficiales ya sublevados ante sus líderes naturales en 1945,
habían derrocado tres años después, a un gobierno civil auspiciado por ellos mismos. El
argumento, la anarquía. A raíz del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, el coronel
Marcos Pérez Jiménez será la figura clave en el acontecer de la vida política nacional.
En 1952, da a conocer una tesis que llevaba años en gestación, el “Nuevo Ideal
Nacional”. Desde esa fecha hasta 1958, con el derrocamiento de la dictadura, una
retahíla de palabras eran repetidas a diestra y siniestra en actos públicos y oficiales.

Mejoramiento moral, intelectual y material de los habitantes del territorio patrio y


transformación racional del medio físico, para lograr que Venezuela ocupe el rango que
le corresponde por su situación geográfica, su extraordinaria riqueza y sus gloriosas
tradiciones”
La transformación del medio físico, frase clave en el desarrollo de este concepto. La
Venezuela de la década de 1950, estará signada por grandes obras de infraestructura y la
creación de un país-cuartel, donde los máximos exponentes de virtud, serán los
representantes del Ejército Libertador. En palabras del propio Pérez Jiménez en
entrevista ofrecida al periodista Oscar Yánes en 1998, reafirma esa visión de la Fuerza
Armada, rectora de la vida pública:
“Yo había pensado en constituir las Fuerzas Armadas como institución modélica en el
país, es decir, la institución en la cual se fundamentara la transformación racional del
país”.
El Nuevo Ideal Nacional influirá en cada aspecto de la sociedad. La cultura y
promoción de lo que significa ser venezolano no se escaparán de sus postulados. La
exaltación de la historia patria, contrastará con grandes obras públicas para rendir
honores a sus constructores, el Paseo Los Próceres unirá la historia venezolana con el
elitismo del Neoclasicismo, grandes estatuas de héroes mitificados.
El aborigen venezolano también será endiosado, obras como las pinturas de Pedro
Centeno Vallenilla, donde aparecen nuestros nativos de grandes dimensiones,
descomunal musculatura y piel de color aceituna, darán una idea del fenotipo deseado
por el régimen, aunque históricamente incorrecto. La escultura igualmente fomentará
esta idea, creaciones como el Cacique Tiuna o Maria Lionza, dejará en el imaginario
popular un indígena de rasgos europeos de cánones clásicos. Así mismo en obras
literarias como Caciques Aborígenes Venezolanos, del escritor Antonio Reyes, verán a
estos personajes “desde el umbral del ensueño”, como bien lo definiría el autor. El
conquistador y nuestros héroes republicanos, tomarán también nuevas representaciones,
lienzos como Venezuela recibiendo los símbolos del escudo nacional, ubicado en el
Salón de los Escudos del Palacio Federal Legislativo, muestran a una ciudadanía no
solo rindiendo culto a su patria, también a sus jefes militares de diferentes períodos.
La revista educacional Tricolor, elabora mediante elementos pedagógicos la enseñanza
“gloriosa” de nuestra historia, biografías de héroes, radiografías de batallas y los
componentes para su conmemoración. La Semana de la Patria, celebración organizada
por el gobierno militar, se convertirá en la gran fiesta donde la civilidad rinde pleitesía
a sus castrenses protectores. De este festejo nada ni nadie escapan, intelectuales de la
talla de Mariano Picón Salas y Juan David García Bacca, entre otros, serían
coaccionados a encomiarla.
Lo militar ocuparía cada aspecto de la vida civil, evidencia de ello se presenta en el
libro gubernamental Venezuela bajo el Nuevo Ideal Nacional, destacándose una breve
reseña del Carnaval de Caracas de 1954; junto a la fotografía donde aparece en un
corcel la reina de aquella fiesta, Berta Elena I, el comentario indica lo siguiente:
“A fines de 1953, el Coronel Pérez Jiménez decidió revivir esta celebración que tanto
arraigo tiene en el pueblo venezolano. Los grandes desfiles, las decenas de bellísimas
carrozas marchando entre la multitud, por las modernas y hermosas avenidas de
Caracas, hablaban con su lenguaje optimista y sonriente rostro de la Venezuela que
crece y se hace poderosa.”
En el aspecto de las tradiciones y folklore venezolano, la dictadura logrará una
renovación de nuestra cultura popular. La vieja danza criolla, será innovada con
acordes clásicos, surgiendo así primeras nociones de danzas nacionalistas. La
instrucción de nuestros rituales tradicionales se llevará a la enseñanza escolar. El
Instituto de Folklore, la creación de la Orquesta Típica Nacional, la designación oficial
del joropo como baile nacional, así como los símbolos naturales y religiosos, presentan
una visión de renovación y orden. Durante estos años, la música académica se
acoplará a los aires nacionalistas, piezas como la Cantata Criolla de Antonio Estévez,
la Suite Margariteña de Inocente Carreño, entre otras, son parte de ese vuelco a lo
local, visto desde un ámbito de occidentalización.
La década militar marcará de una manera u otra una huella en el colectivo venezolano.
El Nuevo Ideal Nacional consistirá en un sistema desarrollista enmarcado en el
proyecto de una sociedad militarizada, con una institución fuerte y única: la Fuerza
Armada Nacional. Se pretendía como eje primordial el sometimiento de lo civil ante lo
marcial. Venezuela aunque logró en esos años un progreso notable en diferentes
sectores, no pudo ser convertida en un gran cuartel, con un protectorado eterno de los
“descendientes primarios” de nuestros héroes de la gesta independentista. La
cooperación civil-militar, recobrará escenario en 1958 con la desaparición del
régimen, aunque este mismo, meses antes, tratará legitimarse ante el ciudadano. A
pesar que en 1957 sonara la lírica de: “General Marcos Pérez Jiménez, presidente
constitucional, elegido por el pueblo, con el voto popular”, el fin del Nuevo Ideal
Nacional, demostraba la poca solidez del mismo, así como su poca afectación en
principios y valores recuperados en décadas anteriores.

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