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Apuntes de Derecho penal I, 2008 Prof. M. Magdalena Ossandón W.

/
Agustina Alvarado U.

EL SISTEMA DE RESPONSABILIDAD DE LOS ADOLESCENTES POR


INFRACCIONES A LA LEY PENAL (LEY Nº 20.084)

I. REACCIÓN ESTATAL ANTE LAS INFRACCIONES COMETIDAS POR MENORES DE EDAD

Históricamente, la reacción estatal ante las infracciones cometidas por


menores de edad ha estado regida por diferentes principios. Simplificando, es
posible distinguir tres modelos:
a) Modelo penal indiferenciado: en realidad implica la inexistencia de modelo.
Casi no hay normas referidas a los menores, los que son tratados, a partir de cierta
edad, igual que los adultos o, eventualmente, con una pena atenuada.
b) Modelo tutelar (también llamado “de protección” o “asistencial”): todavía está
vigente en nuestro país por aplicación de la Ley Nº 16.618 sobre Protección de
Menores.
En este sistema se sustrae a los menores del ámbito de aplicación del
Derecho penal, sustituyendo el castigo por la tutela y, en su caso, por el tratamiento
correccional. A los jueces (en la actualidad los tribunales de familia y, anteriormente,
los jueces de menores) se los dota de amplias facultades jurisdiccionales, para
actuar en procedimientos sin formalidades, inspirándose en la figura del “buen
padre de familia”. Además, la ley consagra fórmulas amplias que sirven para
determinar cuándo procede imponer alguna medida de seguridad (o de protección):
cuando el menor ha cometido una infracción penal, cuando está en situación de
desamparo, en peligro, etc.
El objetivo final era proteger al menor mediante la aplicación de estas
medidas formativas ad-hoc, atendidas sus circunstancias particulares, familiares y
sociales. Sin embargo, de esta forma los menores quedaban fuera del ámbito de las
garantías penales, pero no fuera del Derecho penal mismo, puesto que debían
soportar la imposición de medidas similares a las penas, basadas en la peligrosidad
del sujeto y no en su culpabilidad. Esto queda demostrado, por ejemplo, en lo que
expresaba el inciso segundo del art. 32 de la Ley Nº 16.618 (antes de ser derogado
por la Ley Nº 19.806 de 2003, cuando decía: “aunque se llegue a la conclusión de
que el hecho no se ha cometido o que al menor no le ha cabido participación alguna
en él, el Juez podrá aplicarle las medidas de protección que contempla esta ley,
siempre que el menor se encontrare en peligro material o moral”. Es decir, el
fundamento del actuar del tribunal no era la configuración del delito sino la situación
individual, familiar y social del menor, e incluso peor, la sola tendencia delictual que
pueda proyectar ese entorno, en la que incide fuertemente la raza y clase social,
factores todos absolutamente alejados de los principios fundamentales del Derecho
penal. El Derecho de menores constituía, así, una especie de “derecho penal de
autor”, sin respetar los principios de la responsabilidad por el hecho, legalidad,
proporcionalidad, etc., es decir, desprovisto de las garantías penales y procesales
consagradas en la Carta Fundamental y en la CDN.
c) Modelo de Protección Integral: se caracteriza por dejar de considerar al
menor como un mero objeto de protección para sostener su condición de sujeto de
derecho, es decir, una persona con derechos y obligaciones. Por lo mismo, es
posible exigirle un grado de responsabilidad acorde a su condición de sujeto en
desarrollo. Pero entonces, como punto de partida es necesario establecer una clara
distinción entre el menor infractor de la ley penal, que tiene responsabilidad por el
hecho, de aquel menor en situación irregular que requiere de atención asistencial de
carácter administrativo.

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Es el modelo que se ha adoptado en la mayoría de las legislaciones del


mundo, a partir de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CDN).
En Chile, la Ley Nº 20.084 de Responsabilidad Penal de Adolescentes (LRPA),
se inspira también en este modelo. En realidad, ella responde a un importante
desafío que implica una completa reformulación de las leyes y políticas relativas a la
infancia y la adolescencia, para adecuarlas a los nuevos requerimientos jurídicos y
sociales del país y, en especial, a los principios y directrices contenidos en la
Constitución Política de la República, la CDN y demás instrumentos internacionales
vigentes en Chile.

II. SISTEMA CHILENO ANTERIOR A LA LRPA

Para comprender las motivaciones tras la dictación de la LRPA, es necesario


conocer el sistema nacional de responsabilidad penal juvenil anterior, esto es, el que
estaba consagrado en nuestro Código Penal. De acuerdo con lo prescrito en los
antiguos artículos 10 Nº 2 y 10 Nº 3 CP, era necesario distinguir dos situaciones:
a) Imputables:
 Los mayores de 18 años de edad. Tradicionalmente se ha entendido
que es precisamente en esta etapa cuando el ser humano adquiere una madurez
suficiente para entender el significado y alcance de su comportamiento.
 Los mayores de 16 que actuaban con discernimiento. A los jóvenes que
se encontraban en esta situación, sin embargo, se les aplicaba una atenuante
privilegiada (contemplada en el art. 72 inciso 1º CP), por la que se les rebajaba la
pena en un grado al mínimo de lo señalado por la ley para el delito por el que eran
considerados responsables.
b) Inimputables:
 Los menores de 16 años. Se presumía su inimputabilidad de pleno derecho, por
lo que no era posible demostrar su eventual aptitud para captar el sentido jurídico
de sus actos.
 Los mayores de 16 años declarados sin discernimiento.
Como se advierte de lo expuesto, cuando el sujeto tenía entre 16 y 18 años
debía ser sometido a un examen de discernimiento para determinar si era imputable
o no. Sin embargo, en nuestro ordenamiento jurídico no existía una definición legal
de discernimiento ni una indicación acerca de cuáles eran los elementos que el Juez
debía considerar para fundar su pronunciamiento. Doctrinal y jurisprudencialmente
coexistían dos posturas, que condicionaban la declaración de discernimiento a
diversos criterios:
a) Capacidad de rehabilitación: la noción de discernimiento se supeditaba a las
posibilidades de readaptación o regeneración que ofrecía el menor, según los
requerimientos de política criminal.
b) Capacidad de culpabilidad: era la postura doctrinalmente mayoritaria, según la
cual el discernimiento era la aptitud del menor para distinguir lo bueno de lo malo y
su capacidad para guiar su conducta de acuerdo a dicha comprensión. En definitiva,
coincidía con el concepto de imputabilidad.
Al menor que había cometido un hecho delictivo pero que era inimputable, el
Juez de Familia podía imponerle alguna de las medidas de protección señaladsa en
el art. 29 de la Ley Nº 16.618:

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a) Devolverlo a sus padres, guardadores o personas que lo tengan a su cuidado,


previa amonestación;
b) Disponer su ingreso a un centro de diagnóstico, tránsito y distribución o de
rehabilitación, o a un programa especializado de carácter ambulatorio, y
c) Confiarlo al cuidado de alguna persona que se preste para ello, a fin de que
viva con su familia, y que el juez considere capacitada para dirigir su
educación.
Estas medidas duraban el tiempo que determine el juez, quien podrá
revocarlas o modificarlas, según las circunstancias.

III. CRISIS DE LA JUSTICIA DE MENORES

A partir de la década del 60, en todo el mundo se comienza a advertir sobre el


carácter punitivo del modelo vigente, poniendo en tela de juicio la informalidad y el
poder discrecional de la judicatura de menores. En este sentido, un hito gatillante
resultó ser un fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos de América de 1967
en el caso in re Gault, en que se declara la inconstitucionalidad del procedimiento
establecido por la ley de menores de Arizona, y se reivindica el respeto por las
garantías procesales y penales fundamentales también respecto de los menores.
Nuestro país tampoco permaneció ajeno al proceso de críticas en torno al
sistema. El Mensaje de S. E. el Presidente de la República, con fecha 2 de agosto de
2002, con el que se inicia la tramitación de la nueva normativa, contenía un análisis
de esas críticas y las empleaba como fundamento para la nueva regulación. Son los
siguientes:

1. Desde un punto de vista jurídico


La informalidad del sistema tutelar de menores, no obstante haberse
establecido con la intención de beneficiar a los niños y adolescentes, había
permitido el surgimiento de un sistema punitivo/tutelar, que no se sometía a los
controles constitucionales propios del sistema penal formal, y que era fuente
permanente de vulneración de derechos constitucionales, tanto en el ámbito
procesal, como en el de las garantías sustanciales.
Entre las contradicciones con los derechos garantizados en la Constitución y
en la CDN se detectaban las siguientes:
a) Procesos sin forma de juicio;
b) Aplicación de medidas sin participación de abogados defensores y dictadas
por tiempo indeterminado;
c) Sanciones privativas de libertad que vulneraban el principio de legalidad,
pues se aplicaban en virtud de fórmulas abiertas como la irregularidad, los
desajustes conductuales o el peligro material o moral.
d) Equiparación en el tratamiento jurídico de las infracciones a la ley penal con
situaciones de amenaza o vulneración de derechos de los niños
Esta desmedrada posición jurídica de los menores se hizo aún más evidente a
partir del perfeccionamiento de la justicia penal de adultos con la entrada en
vigencia del nuevo sistema de enjuiciamiento penal.

2. Desde el punto de vista de los resultados de este modelo


Los resultados del sistema fueron precarios tanto en el ámbito de la
protección de los derechos de los imputados, como en el de la política criminal,

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habiéndose demostrado ineficaz para controlar la expansión de la delincuencia. Al


mismo tiempo, favorecía la criminalización y estigmatización de los niños.

3. Desde un punto de vista social


Es evidente que paulatinamente ha crecido la preocupación pública por la
seguridad ciudadana y el perfeccionamiento de la Justicia penal. En esta
perspectiva, el modelo de justicia de menores había sido objeto de críticas, también,
porque no lograba satisfacer las exigencias de protección de los derechos de las
víctimas de la delincuencia. Existía, además, una sensación de impunidad
generalizada frente a la delincuencia infanto–juvenil.

IV. ANTECEDENTES JURÍDICOS

En la redacción de la nueva ley se tuvieron en cuenta los siguientes


antecedentes:

1. Derecho Comparado.
Considerando las más recientes innovaciones legislativas, así como la
experiencia positiva y negativa de la aplicación de leyes similares en el contexto de
América Latina, se tuvo en vista las siguientes normas:
a) Ley Orgánica de Responsabilidad Penal de Menores (LORPM) de España,
vigente desde 13 de enero de 2001,
b) Ley de Justicia Penal Juvenil de Costa Rica de 1996, y
c) Estatuto del Niño y Adolescente en Brasil, de 1990.

2. Regulación Internacional.
a) Convención Internacional sobre Derechos del Niño, adoptada por
la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989
b) Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de
la justicia de menores (Reglas de Beijing)
c) Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores
Privados de Libertad
d) Directrices de Naciones Unidas para la Prevención de la
Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad)
e) Conclusiones de estudios de organismos internacionales
especializados en el tema de la Justicia y los derechos de la infancia como el
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Instituto
Interamericano del Niño (organismo especializado de la Organización de
Estados Americanos) y el Instituto Latinoamericano para la Prevención del
Delito y el Tratamiento del Delincuente (ILANUD).
La LRPA tenía por objeto concretar en el ámbito nacional los requerimientos
internacionalmente reconocidos para la protección de los menores de edad 1, de
modo de reestructurar y ajustar la reacción punitiva estatal a los mismos. Esta
necesidad de adecuación queda manifestada en el art. 2 inciso 2 de la LRPA, al
señalar que en “En la aplicación de la presente ley, las autoridades tendrán en
consideración todos los derechos y garantías que les son reconocidos en la
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Esta tendencia se observa ya desde la Declaración de los Derechos del Niño de 1924 (Declaración de
Ginebra), y se concreta definitivamente con la Declaración Universal de los Derechos del Niño de 1959, luego con el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana de Derechos Humanos y, finalmente,
con la Convención Internacional de Derechos del Niño.

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Constitución, en las leyes, en la Convención sobre los Derechos del Niño y en los
demás instrumentos internacionales ratificados por Chile que se encuentren
vigentes”. A su vez, en el inciso 1º del art. 2 se incorpora el interés del menor como
principio rector de la puesta en práctica del nuevo sistema.

3. Derecho Nacional
En este ámbito se realizaron amplios estudios sobre la legislación,
jurisprudencia y doctrina nacional, y desde 1994 se desarrollaron diversas jornadas
de reflexión y análisis sobre el tema, en que participaron especialistas nacionales e
internacionales, tanto del ámbito jurídico como de disciplinas sociales y psicológicas.
Además, se impulsaron investigaciones empíricas sobre el fenómeno de la
criminalidad adolescente y se analizó el funcionamiento del sistema de justicia y de
las medidas de protección que establece la Ley.

V. PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA REFORMA

Sobre la base del análisis anterior, el Mensaje del Proyecto de Ley concluyó
que era necesario efectuar las siguientes modificaciones al sistema:
a) Poner término al sistema de imputabilidad basado en la declaración judicial
sobre el discernimiento
b) Establecer un límite legal de edad en la que comienza la responsabilidad
penal de adultos, la que de acuerdo a la CDN y las normas penales y civiles
internas, se fijó en los 18 años de edad.
c) Adoptar la Doctrina de Protección Integral del adolescente, situándole en un
nivel normativo diverso, para superar la denominada doctrina de la situación
irregular.
d) Asumir que la imposición de una sanción implica siempre una vulneración o
restricción de los derechos de quien la soporta, de manera que a los menores se
les deben aplicar todas las garantías penales y procesales propias de los adultos,
agregando algunas específicas para los menores.
La propuesta se basó en el principio de responsabilidad según el cual, si
bien el adolescente es irresponsable como adulto, sin embargo, es posible exigirle
una responsabilidad especial adecuada a su condición de sujeto en desarrollo. Las
sanciones son la consecuencia de la declaración de responsabilidad por la comisión
de infracciones penadas por la ley. Ello responde a que según las más recientes
tendencias y recomendaciones de organizaciones internacionales, resulta más
conveniente y efectivo combinar un sistema que responsabilice a los adolescentes
por los actos delictivos a través de sanciones adecuadas y proporcionales, junto a un
amplio marco de políticas sociales que impida toda confusión entre protección de
derechos y sanción de actos delictivos.
Se procuró reafirmar la vigencia para los adolescentes del principio de
legalidad que estructura nuestro ordenamiento constitucional y penal. Por eso se
propuso un sistema que sanciona la comisión de conductas punibles estrictamente
definidas en la Ley (punibles siempre respecto de adultos) y no conductas
indeterminadas o situaciones de vida.
Además, se establece un sistema de justicia especializado en todas las
fases del procedimiento, y durante el control de ejecución de la sanción, que
asegure la capacidad e idoneidad de los operadores del sistema para hacerse cargo
de las finalidades de esta Ley.

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En el ámbito procesal se recogen los principios fundamentales del nuevo


Código Procesal Penal, estructurándose un procedimiento acusatorio oral, que
reconoce el principio de presunción de inocencia, el derecho a la defensa, abre
espacios para acuerdos reparatorios entre la víctima y el delincuente y otorga
facultades para aplicar ampliamente el principio de oportunidad en la persecución.
La consideración del interés superior del niño debe regir en todas las
actuaciones judiciales, interés que no sólo debe orientar, sino también limitar el
poder punitivo estatal y las políticas públicas enfocadas a los niños y adolescentes.
En definitiva, y sin perjuicio de otras características específicas, se apuesta
por el establecimiento de un Derecho penal mínimo de adolescentes, esto es,
un derecho penal que extrapole los principios de necesidad, de subsidiariedad o
ultima ratio y de culpabilidad, como un Derecho penal especial, orientado
fundamentalmente a la prevención especial positiva, con la aspiración de dotar de
contenido educativo al sistema.

VI. FINES DE LA PENA EN LA LRPA

En un Derecho penal mínimo de adolescentes se distinguen aquellos casos


susceptibles de despenalizarse y aquellos que demandan alguna intervención penal.
Así, en su interior coexisten dos tendencias:
a) Orientación despenalizadora: Este modelo de política criminal prioriza las
alternativas al proceso y a la sanción mediante la utilización de instituciones propias
del nuevo sistema procesal penal, esto es, el principio de oportunidad, los acuerdos
reparatorios o la suspensión condicional del procedimiento, con lo cual se pretenden
soslayar los perniciosos efectos desocializadores que produce el etiquetamiento por
el sólo hecho de haber estado involucrado en un proceso penal.
b) Orientación intervencionista: La respuesta penal sólo se prevé para aquellos
casos en que no puedan operar los institutos ya señalados por razones de
prevención general (positiva y negativa), es decir, cuando es evidente la necesidad
de imposición efectiva de una pena. En estas situaciones se estima conveniente
reaccionar preferentemente por medio de sanciones (y medidas cautelares) no
privativas de libertad (Art. 40.4 CDN) y, sólo como último recurso, con el
internamiento.
Entonces, el principio de prevención general debería ser tomado en cuenta
por el legislador a la hora de establecer las infracciones y determinar los marcos
penales. También opera al momento de determinar la procedencia de una pena.
Mientras que el principio de prevención especial, es decir, el que postula que las
sanciones se aplican buscando la reinserción social de los jóvenes, para que no
vuelvan a delinquir, no podría fundamentar la necesidad de pena, sino que sólo
puede operar en la etapa de concreción de la misma. En ella funciona como una
razón para no imponer determinada pena o para escoger una menos desocializadora
(sobre todo, para preferir una no privativa de libertad en lugar de una de encierro).
El art. 20 LRPA referido a las finalidades de las sanciones y otras
consecuencias, señala que éstas “tienen por objeto hacer efectiva la responsabilidad
de los adolescentes por los hechos delictivos que cometan, de tal manera que la
sanción forme parte de una intervención socioeducativa amplia y orientada a la
plena integración social”. Pareciera, entonces, que las sanciones en este ámbito
tienen componentes tanto retributivos como preventivo-especiales (prevención
especial positiva educadora), aunque con mayor preponderancia de estos últimos
atendida la importancia que la ley confiere a la dimensión asistencial en el proceso
de reinserción social del niño. En consecuencia, se propone que la reacción social

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frente a la delincuencia juvenil no sea de castigo agresivo, sino de integración


educadora para que los menores lleguen a ser competentes socialmente,
presentando una muy clara y notoria finalidad educativa (de reeducación y de
reinserción social)2. Como los menores no tienen la capacidad ni la madurez
suficiente para interiorizar las normas sociales, la reacción cuando las infringen no
puede tener un carácter exclusivamente penal y retribucionista.
Con todo, como hemos advertido, los supuestos efectos educativos de una
pena no sirven para justificar su imposición, toda vez que una pretensión de esta
naturaleza, además de romper con los límites a la intervención penal,
instrumentaliza al menor y lleva a la desaconsejable tentación de que la
criminalidad leve o de bagatela experimente una infundada huída al Derecho Penal.
Eso podría conducir a tipificar conductas despenalizadas respecto de adultos,
simplemente porque ello podría ser educativo o “responsabilizador” para el
adolescente.
Por último, la finalidad de prevención especial también debe ser considerada
para evitar la desocialización de los menores a los que se les aplica una sanción. Por
ello, ésta debe estar siempre sujeta a revisión y sustitución cuando su efecto
desocializador así lo hace necesario, o a término anticipado, cuando su prolongación
ya no es necesaria para los objetivos tenidos en cuenta al imponerla.

VII. DESTINATARIOS DE LA LRPA

La LPRA se aplica a los adolescentes, entendiendo por tales a los mayores de


14 y menores de 18 años.
Pero dentro de este segmento, para diversos efectos, la ley subdistingue dos
grupos: los mayores de 14 pero menores de 16, y los mayores de 16 y menores de
18: en relación con las faltas punibles (art. 1º), al establecer los límites máximos de
las penas privativas de libertad (art. 18), y, en general, como criterio de
determinación de la pena (art. 24 d). Así se reconoce, en parte, que existen
diferencias a lo largo del proceso de formación y madurez de los menores. Porque la
madurez no se alcanza de un día para otro, sino a través de un proceso gradual.
La determinación de la edad se realiza considerando el momento en que se
hubiere dado principio a la ejecución del delito. Sin embargo, en los casos en que
la consumación del delito se prolongue en el tiempo más allá de los 18 años, la
legislación aplicable será la que rija para los mayores de edad (art. 3º inc. 2º LRPA).

VIII. ELEMENTOS DE LA TEORÍA DEL DELITO EN LA LPRA

Que se hable de un Derecho penal mínimo de adolescentes o de un Derecho


penal especial no implica la creación de una nueva teoría jurídica del delito aplicable
exclusivamente a los adolescentes. En este ámbito, por lo tanto, se mantiene la
misma estructura del delito aplicable a los adultos. Pero dentro de ella es necesario
efectuar algunas correcciones o matizaciones, que tengan en cuenta las
particularidades del menor en cuanto sujeto en desarrollo.
En consecuencia nos limitaremos a analizar sólo aquellos aspectos que
ameritan un examen detenido, fundamentalmente en el ámbito de la tipicidad y de

2
TAMARIT SUMALLA, Josep María, “Principios político–criminales y dogmáticos del sistema penal de
menores”, en GONZÁLEZ CUSSAC — TAMARIT SUMALLA, (coordinación penal); GÓMEZ COLOMER (coordinación
procesal), Justicia penal de menores y jóvenes. Análisis sustantivo y procesal de la nueva regulación, (Valencia,
2002), pp. 300 y 301.

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la culpabilidad, remitiéndonos en todo lo demás a las reglas generales de la teoría


del delito.

1. Tipicidad de la conducta
A lo largo del articulado de la LRPA no se encuentra ninguna tipificación de
conductas específicas relativas a los niños o adolescentes, es decir, no hay tipos
penales específicos de los adolescentes. Tampoco existen mayores restricciones
sobre los delitos que se les pueden imputar. En su art. 1º inc 2º la ley efectúa una
remisión general a las disposiciones contenidas en el Código Penal y demás leyes
especiales, por lo que se aplican sin más las tipificaciones de la ley penal de adultos.
De este modo, queda establecido un sistema de responsabilidad jurídica de
carácter sancionatorio, pero limitado a las denominadas “infracciones a la ley
penal”. Se respeta, en consecuencia, el principio de legalidad, pues la ley sólo es
aplicable cuando un adolescente ha realizado alguna conducta que se puede
subsumir en una de las descripciones típicas que contiene la ley penal.
Sin embargo, con esa remisión genérica a las tipificaciones de la ley penal de
adultos no se respeta adecuadamente el principio de intervención penal especial
reducida o moderada. Aplicar a los adolescentes los mandatos y prohibiciones
estructurados sobre la base del comportamiento de adultos implica desconocer la
especial forma de interacción y comprensión del mundo propia de esa etapa de la
vida. Además, generalmente, las mismas conductas cometidas por un adulto y por
un adolescente revisten diferente gravedad y significado.
“Por consiguiente, el joven no debe responder penalmente por los mismos
comportamientos que resultan reprochables en un adulto, pues aquél todavía se
halla en medio del proceso de internalización y asunción de los mandatos y
prohibiciones que constituyen la base de las infracciones penales y, por otro lado, no
parece razonable hacer exigibles bajo amenaza penal ciertas conductas que
presuponen la calidad de ser portador competente de roles en el tráfico jurídico-
social y económico cuando el propio derecho no considera a los jóvenes plenamente
capaces para desempeñarse en ellos”3.

 Despenalización de las faltas


La única manifestación del principio de intervención penal reducida en la LRPA
es la despenalización de las faltas. Aunque se pretendía que fuera absoluta,
finalmente se terminó por ceder ante la opinión pública, y se consagró sólo su
descriminalización parcial.
Así, el art. 1, inc. 3 de la Ley trae a colación los rangos de edad. Para los
mayores de 14 años y menores de 16 rige una despenalización absoluta. Para los
mayores de 16 años y menores de 18 rige una descriminalización parcial, pues
pueden ser sancionados por las faltas que la norma contempla: desórdenes, lesiones
leves, hurto-falta, daños-falta, faltas de la Ley de Drogas, etc.
En todo caso, si un adolescente incurre alguna de las faltas excluidas del
nuevo sistema penal, deberá ser derivado a los Tribunales de Familia. En éstos, la
falta será concebida y sancionada como “contravención administrativa”. Y en caso
que el adolescente incumpla la sanción impuesta por el Tribunal de Familia, puede
incurrir en el tipo penal de desacato de resolución judicial (art. 240 del CPC). Es
decir, al final podría incurrir en un delito más grave que la falta originalmente
cometida, por lo que podría llegar a ser sancionado incluso con una sanción

3
HORVITZ LENNON, María Inés, “Determinación de las sanciones en la ley de responsabilidad penal
juvenil y procedimiento aplicable”, Consulta sobre este documento a: udpj@defensoriapenal.cl

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privativa de libertad (internamiento en régimen semicerrado), pues la pena del


desacato queda en el marco de la regla 4ª del Art. 23.

 Criterios de interpretación de los tipos penales


Aunque la ley no estipula reglas especiales, el principio de intervención penal
reducida debe ser considerado a la hora de interpretar los tipos penales aplicables a
los adolescentes. En realidad, de lo que se trata es de tomar en cuenta esas
características peculiares de la adolescencia y los principios generales del Derecho
penal, al interpretar y aplicar los tipos.
Eso permitiría, por ejemplo, desestimar la aplicación de un delito de robo con
violencia o de robo en lugar habitado, cuando las circunstancias del caso
demuestran que no ha existido el peligro que la norma pretende evitar, es decir, el
peligro para la vida o la integridad de las personas además del atentado contra la
propiedad. En el fondo, esto no es más que la aplicación del principio de protección
exclusiva de bienes jurídicos que se debe aplicar de igual modo en el caso de los
adultos que cometen un delito, pero que adquiere mayores posibilidades de
concreción cuando la conducta delictiva la realiza un adolescente.
Algo similar ocurre en relación con los elementos subjetivos del injusto, que
pueden faltar en la actuación de los adolescentes. Por ejemplo, el ánimo de lucro en
el delito de hurto, o la premeditación y alevosía en el homicidio calificado.

 Regla para los delitos sexuales


La LPRA establece una regla especial para el caso de ciertos abusos sexuales
cometidos por adolescentes, cuando la “víctima” es menor de catorce años pero ha
consentido en la relación sexual. Entonces, el art. 4º de la LRPA limita la
intervención penal sólo para aquellos casos en que entre autor y víctima exista una
diferencia de edad superior a dos años o tres años (según el delito que
aparentemente se había configurado). Es decir, si entre el autor y la “víctima” la
diferencia de edad no llega a los dos o tres años, no se puede proceder penalmente
por ciertos hechos que, de lo contrario, podrían configurar los delitos de violación
impropia, abuso sexual, etc. Volveremos sobre esta regla al estudiar los delitos
sexuales del Derecho penal de adultos.

2. Culpabilidad
Tampoco hay reglas especiales en relación con este elemento; se pueden
aplicar todas las eximentes y atenuantes basadas en la falta de culpabilidad o en
una situación de culpabilidad diminuida. En este sentido, interesa atender
especialmente a las peculiaridades de la adolescencia, como la baja capacidad de
autocontrol, impulsividad y dificultad para controlar las emociones, sentimiento
permanente de inseguridad, etc., factores todos que afectan al adolescente con
diversa intensidad, dependiendo también de las condiciones individuales de cada
persona.
En particular, entonces, respecto de las causas de inculpabilidad podemos
afirmar lo siguiente:

 Inimputabilidad
Respecto de los adolescentes, las causales de inimputabilidad quedan
configuradas de la siguiente manera:
a) Minoría de edad. Según el art. 3º de la LRPA el umbral de responsabilidad
queda fijado en los 14 años de edad. Los menores de esa edad son
considerados inimputables, mientras que a los mayores de 14 se les aplica la

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LRPA, es decir, son considerados responsables penalmente, pero con un trato


penal especial acorde con su proceso de desarrollo.
b) Locura o demencia.
c) Trastorno mental transitorio.
Aunque no se cuestiona la posibilidad de aplicar el art. 10, Nº 1º, del CP, sí se
debate el que, una vez que un adolescente sea declarado inimputable por esta
causal, se le puedan aplicar las medidas de seguridad que establece el CPP cuando
hayan antecedentes suficientes sobre su peligrosidad delictual.

 Error de prohibición
En lo que respecta al error de prohibición, resulta indispensable considerar las
características particulares del autor adolescente para decidir sobre la concurrencia
de un error o sobre la vencibilidad del mismo. Es decir, deben tenerse en cuenta sus
posibilidades reales de haberse informado y de haber tenido razones para
cerciorarse sobre el carácter prohibido o no de la conducta, porque entre los
adolescentes es más frecuente encontrar casos de imposibilidad o seria dificultad
para comprender la antijuridicidad material del hecho.

 Exigibilidad de conducta diversa


La menor madurez y competencias sociales del adolescente, así como la
dificultad de controlar sus emociones e impulsos, pueden ejercer tal presión sobre
su voluntad que hagan disminuir e incluso desaparecer su posibilidad de motivarse
por las normas.
Todas estas características —una menor capacidad de comprender el injusto
del hecho o de determinarse por las exigencias del derecho, en virtud de la
inmadurez (cognitiva, emocional, social)— son las que, precisamente, han llevado a
que el art 21 de la LRPA contemple una atenuación de responsabilidad (idéntica a la
que antes contemplaba el art. 72 inc 2º CP): se entiende que la pena asignada al
delito cometido por un adolescente es la inferior en un grado al mínimo de lo
señalado por la ley para el ilícito correspondiente.
Pero además de esa rebaja, siempre es posible encontrar situaciones
anómalas, de adolescentes que presentan una mayor inmadurez o incapacidad que
sus pares, y que deben ser valoradas como eventuales eximentes o atenuantes de
responsabilidad.

IX. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN

Considerando las características propias de la adolescencia, el fenómeno de la


actuación en grupo implica especificidades que dificultan la calificación jurídica
penal de sus conductas en alguna de las formas de participación punible.
En efecto, el adolescente tiene una fuerte necesidad de desarrollar
pertenencia y reconocimiento en su grupo de pares, y esto conduce a que los demás
influyan positiva o negativamente en su comportamiento. Además, cuando están en
grupo, sus actuaciones suelen distinguirse porque se realizan en forma imprevista,
sin división de roles, sin objetivos claros y sin dotar de sentido a su conducta —por
ejemplo, puede existir una gran desproporción entre el hecho y la “ganancia” que
reporta—, mientras que, al mismo tiempo, desaparecen las inhibiciones y se
produce un sentimiento de solidaridad interna y de superioridad del grupo. Todo
esto repercute en la forma de calificar las conductas.

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Por ejemplo, en relación con la tipicidad de la hipótesis de coautoría


contemplada en el art. 15 Nº 3º CP. Los elementos objetivos de ese tipo, como son
el “concierto previo”, unido a algún tipo de prestación de medios o de “presenciar el
hecho”, no son congruentes con el actuar juvenil caracterizado por la espontaneidad
y falta de líderes claros. Por lo demás, aunque existiera un concierto previo, la
ausencia de plan hace difícil considerar que estamos ante una situación de “co-
dominio del hecho”, como exige cierta jurisprudencia de la Corte Suprema.
Desde un punto de vista subjetivo, también, es frecuente que falte el dolo en
algunos de los miembros del grupo, que sólo presencian el hecho en un sentido
simbólico de pertenencia, por estar ahí, pero sin una finalidad de cooperación
específica como la de “impedir que se evite el hecho”, “facilitar los prestar medios”,
ni ser funcional a la consumación.
Incluso cuando se puede comprobar la presencia de un dolo común, siquiera
eventual sobre un hecho básico (por ejemplo, agredir genéricamente, amenazar,
tomar o dañar la propiedad ajena), los excesos del autor suelen ser del todo
espontáneos, y por tanto no afectan la responsabilidad de los demás, pues
carecerían incluso de dolo eventual respecto de esos excesos.
Por último, el contexto de la actuación en grupo puede hacer que la capacidad
normal de un adolescente para resistir la presión ejercida por sus pares disminuya,
incluso hasta desaparecer. Se configuran entonces casos de inexigibilidad de la
conducta conforme a derecho (art. 10, Nº 9 CP, miedo insuperable o fuerza
irresistible, si hay una situación de coacción) o de exigibilidad disminuida (art. 11, Nº
1, en relación con el art. 10, Nº 9 CP).

X. CATÁLOGO DE SANCIONES CONTEMPLADAS EN LA LPRA

Una de las características más sobresalientes de la LPRA es el catálogo de


penas que contiene, que sustituyen las contempladas en el Código penal. En ellas se
distingue entre penas principales y penas accesorias.

1. Penas principales
a) Amonestación (art. 8º): consiste en la reprensión enérgica efectuada por el juez
al adolescente en un acto único y en forma oral, clara y directa, a fin de hacerle
comprender la gravedad del hecho, instándole a cambiar de comportamiento y
formulándole recomendaciones para el futuro. Su aplicación supone una declaración
del adolescente a través de la cual asume su responsabilidad en la infracción
cometida.
b) Multa (art. 9º): sanción de naturaleza pecuniaria establecida a beneficio fiscal y
cuyo monto no puede exceder de diez unidades tributarias mensuales. Para su
aplicación y la determinación de su monto, junto con los criterios señalados en el
art. 24 de ley, se debe considerar especialmente la condición y las facultades
económicas del infractor y de la persona a cuyo cuidado se encontrare.
c) Reparación del daño (art. 10): obligación de resarcir a la víctima el perjuicio
causado con la infracción, sea mediante una prestación en dinero, la restitución o
reposición de la cosa objeto de la infracción o la prestación de un servicio no
remunerado en su favor. En este último caso requiere la aceptación de la víctima. Su
aplicación no afecta las acciones civiles de ésta, en aquella parte en que la
reparación sea declarada como insuficiente.
d) Servicios en beneficio de la comunidad (art. 11): realización de actividades
no remuneradas a favor de la colectividad o en beneficio de personas en situación
de precariedad. Puede tener una duración que oscila entre las 30 y las 120 horas,

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con un tope de 4 horas diarias como máximo. Debe ser compatible con las
actividades laborales o educativas del adolescente. Su imposición requiere del
acuerdo del condenado.
e) Libertad asistida (art. 13): consiste en la sujeción del adolescente al control de
un delegado conforme a un plan personalizado basado en programas y servicios que
favorezcan su integración social. La función del delegado consiste en la orientación,
control y motivación del adolescente. El mismo delegado es quien, una vez
designado, debe proponer al tribunal el plan de cumplimiento de actividades
periódicas en programas o servicios de carácter educativo, socio-educativo, de
terapia, de promoción y protección de sus derechos y de participación. Según la
norma, ese programa debe incluir la asistencia regular al sistema escolar o de
enseñanza que corresponda y puede incorporar, además, la prohibición de asistir a
determinadas reuniones, recintos o espectáculos públicos, de visitar determinados
lugares o de aproximarse a la víctima, a sus familiares o a otras personas, u otras
condiciones similares. La duración de esta sanción no puede exceder de tres años.
f) Libertad asistida especial (art. 14): es una medida similar a la libertad asistida,
con la diferencia que supone un programa de cumplimiento más intenso, que
involucra encuentros más frecuentes y más tareas de supervisión. En ella debe
asegurarse también la capacitación laboral y la posibilidad de acceder a programas
de tratamiento y rehabilitación de drogas. Su duración no puede exceder de tres
años.
g) Internación en régimen semicerrado con programa de reinserción social
(art. 16): consiste en la residencia obligatoria del menor en un centro entre las 10
PM y las 7 AM, sujeto adicionalmente a un programa de actividades a desarrollar
tanto al interior del recinto como en el medio libre (al menos por 8 horas). Su
duración depende de la edad del menor imputado; máximo 10 años, para
adolescentes de 16 ó 17 años, o máximo 5 años, si se trata de adolescentes de 14 y
15 años.
h) Internación en régimen cerrado con programa de reinserción social (art.
17): consiste en la completa y total privación de libertad del menor en un centro
especializado, con un régimen que procure garantizar la continuidad de los estudios
del menor, su participación en actividades socioeducativas y rehabilitación de las
drogas cuando sea necesario. Su duración máxima es idéntica a la de la internación
en régimen semicerrado.
i) Sanción mixta (art. 19): en los casos en que sea procedente la internación en
régimen cerrado o semicerrado, el tribunal puede imponer complementariamente
una sanción de libertad asistida posterior, por un máximo que no supere el tiempo
de la condena principal. También puede imponerse en forma previa a la ejecución
de la sanción de internación, la que entonces quedará en suspenso y en carácter
condicional.

2. Penas accesorias
a) Prohibición de conducir vehículos motorizados (art. 12): constituye una
pena accesoria aplicable por delitos cometidos por el menor mediante la conducción
de un vehículo. Su duración puede extenderse hasta el período que le faltare al
adolescente para cumplir veinte años.
b) Tratamiento de rehabilitación (art. 7º): constituye una pena accesoria y
facultativa, siempre que sea necesaria según las circunstancias del adolescente. Su
incumplimiento no trae aparejada consecuencia alguna.

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XI. CARACTERÍSTICAS Y PRINCIPIOS RECTORES DEL SISTEMA DE DETERMINACIÓN DE LA PENA

Antes de analizar las reglas específicas de determinación de la pena, conviene


tener presente las siguientes características del nuevo sistema:
a) Sistema legal de conversión de la pena
El juez está obligado a observar las reglas legales de individualización de la
responsabilidad penal. El art. 6º LRPA consagra el sistema de conversión: las
sanciones que se establecen en la LRPA se aplican “en sustitución de las penas
contempladas en el Código Penal y en las leyes complementarias”. En definitiva, hay
que remitirse a la penalidad contemplada en el Código Penal y leyes especiales,
según el tipo que se haya verificado, para luego aplicar las reglas de la LRPA. Esto,
porque los tipos penales son los contemplados en el Código penal y leyes
especiales, pero las sanciones son únicamente las de esta ley.
b) Sistema con pluralidad de sanciones.
Como ya hemos visto, la LRPA contempla una amplia gama de sanciones. De
hecho, el tratamiento diferenciado que ofrece a los adolescentes se concreta
fundamentalmente en este nivel, de las sanciones aplicables, no en el de la
tipificación normativa.
En un principio, se había propuesto un sistema en que las penas privativas de
libertad sólo se podían aplicar a las infracciones graves taxativamente establecidas
en la Ley. Sin embargo, la ley sufrió un progresivo endurecimiento durante su
tramitación, por lo que se ha terminado por hacer procedente las penas privativas
de libertad para todos aquellos casos en que el sistema de conversión arroje esa
posibilidad.
c) Carácter subsidiario de las penas privativas de libertad
Este principio se consagra expresamente en el art. 26 inc 1º de la LRPA, al
señalar que “La privación de libertad se utilizará sólo como medida de último
recurso”, y se reitera en el art. 47. Dada la finalidad preventiva de la Ley, la
consideración de la edad adquiere gran relevancia en este sentido. Ya en el Mensaje
del proyecto se decía que el juez debe considerar esta característica, aplicando a los
imputados de edad menor penas no privativas de libertad o, de no ser ello posible,
las privativas que resulten menos restrictivas y de menor duración para no
perjudicar su desarrollo social y personal. En suma, la utilización de las sanciones
privativas de libertad resulta procedente sólo cuando las restantes formas de
intervención punitiva no permitan el cumplimiento de los objetivos del sistema.
Adicionalmente, siempre que haya mérito para hacer uso de la privación de
libertad, ésta debe imponerse por el lapso más breve que proceda
En el fondo, se entiende que las sanciones no privativas de libertad
constituyen medios efectivos para responsabilizar, controlar y orientar al menor
infractor. Para favorecer su cumplimiento efectivo se establecen normas especiales
de quebrantamiento que habilitan para sustituir una pena por otra de mayor
gravedad en caso de incumplimiento (art. 52).
d) Prohibición de tratamiento más severo al adolescente que al adulto.
Conforme con el contenido de un derecho penal mínimo, el art. 26 inc. 2º
LRPA, expresa que “En ningún caso se podrá imponer una pena privativa de libertad
si un adulto condenado por el mismo hecho no debiere cumplir una sanción de dicha
naturaleza”. Según la historia fidedigna de la ley esta norma no sólo se limita a una
comparación en abstracto de las sanciones aplicables frente a un hecho típico, sino
que también debe abarcar las circunstancias particulares que hagan procedente
algunos de los beneficios que la Ley Nº 18.216 contempla para el cumplimiento de

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penas privativas de libertad en el medio libre. Es decir, si un adulto enjuiciado por el


mismo hecho podría acceder a uno de esos beneficios y, en definitiva, no ser
privado de su libertad, el adolescente que esté en la misma situación no debería ser
sancionado con ninguna pena de internamiento.
Por lo demás, un “tratamiento penal cuantitativamente menos aflictivo” para
los adolescentes exige extender esta garantía, incluso, respecto de las penas no
privativas de libertad.

IX. REGLAS DE DETERMINACIÓN DE LA SANCIÓN

La LRPA establece un sistema complejo y novedoso en nuestro ordenamiento,


que constituye una fuente de controversia doctrinal y jurisprudencial, porque las
reglas de determinación de las sanciones que establece la ley resultan en buena
parte imprecisas, redundantes e inconsistentes, dejando un amplio margen de
discrecionalidad al tribunal para interpretarlas a su arbitrio, lo que afecta
peligrosamente el principio de certeza legal y seguridad jurídica.
Así, por ejemplo, los factores y circunstancias modificatorias de la
responsabilidad penal juvenil operan en dos niveles: primero, en la fijación de la
extensión o duración de la sanción (art. 22 LRPA) y, también, en la selección de la
sanción aplicable dentro del marco penal determinado temporalmente (art. 24
LRPA). Esta situación podría determinar una doble consideración del mismo hecho o
circunstancia para la cuantificación de la sanción, procedimiento que se encuentra
terminantemente proscrito en el caso de las circunstancias que agravan la
responsabilidad penal, por imperativo del principio non bis in ídem o prohibición de
doble valoración recogido legalmente en el art. 63 CP. Ello ocurrirá normalmente
cuando los criterios de determinación de la naturaleza de la pena ya hayan sido
considerados para fijar la gravedad del delito y la posición o lugar de la
consecuencia asignada al mismo dentro de la escala de penas4.
Curiosamente, es un sistema en el que primero debe establecerse la duración
de la sanción para, a continuación, determinar su naturaleza.
En él podemos distinguir las siguientes etapas:

1. Determinación del marco penal


En primer término, una vez individualizado el título de castigo que
corresponda (homicidio, hurto, etc.), debe considerarse el marco penal de adultos y
estimar que la pena asignada al delito cometido por un adolescente es la inferior en
un grado al mínimo de los señalados por la legislación penal de adultos (art. 21
LRPA).
En relación con el castigo de las faltas, esta regla parece configurar una ley
penal en blanco irregular, toda vez que la mayoría de ellas tiene la multa como
sanción básica en el derecho de adultos, y no existe una pena inferior en grado que
pueda aplicar el juez. Es decir, no existiría en la ley una pena prescrita para la
conducta sancionada.

2. Determinación de la extensión o duración de la sanción


El art. 21 LRPA dispone que para establecer la duración de la sanción, se
deben aplicar las reglas previstas en el Párrafo 4º del Título III del Libro I del CP, es

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HORVITZ LENNON, María Inés, “Determinación de las sanciones en la ley de responsabilidad penal
juvenil y procedimiento aplicable”. Consulta sobre este documento a: udpj@defensoriapenal.cl

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decir, las que se refieren a los concursos de delitos, a la ponderación del grado de
desarrollo del delito, de la participación, y a la consideración de las atenuantes y
agravantes, con excepción expresa de la regla del art. 69 del CP.

 Límites máximos
Una vez determinada de esta forma la extensión de la sanción, ella debe
ajustarse a ciertos límites máximos señalados por la LRPA. Esto es:
a) Los máximos señalados por el art. 18 para la privación de libertad (5 años para
los menores de dieciséis años, 10 años para los mayores de esa edad), aun cuando
no existan circunstancias atenuantes que autoricen una rebaja.
b) Los máximos especiales señalados para la duración de otras sanciones. Por
ejemplo, el máximo de tres años para la libertad asistida y para la libertad asistida
especial, o en los servicios en beneficio de la comunidad, un máximo de 120 horas,
distribuidas de la forma más conveniente para que se cumplan los fines tenidos en
cuenta al escoger tal sanción. La multa, por último, no puede exceder de 10 UTM.

 Concurso real de delitos.


Cabe recordar que el art. 351 del CPP regula el concurso material por
reiteración de delitos (crímenes y simples delitos) de la misma especie,
considerando por tales aquellos que afectan al mismo bien jurídico. En estos casos
permite sancionar por un delito (considerando todos los delitos como uno sólo o
considerando el delito más grave) y elevar la pena en uno o dos grados, sin perjuicio
de la aplicación de la regla de la acumulación material de penas del art. 74 CP
cuando sea más beneficiosa para el condenado.
En relación con un eventual concurso real de delitos cometidos por un
adolescente, existen opiniones divididas en lo que a la determinación de la pena se
refiere. Se postulan dos posibles soluciones:
a) Limitar las penas de cada delito según los límites de 5 o 10 años y después
reaplicar estos máximos de 5 o 10 años de extensión a la pena total (art. 22 inc 2º
en relación con el art. 18 LRPA). Es decir, se entiende que este límite opera como un
máximo de la pena total correspondiente al concurso, independientemente de la
cantidad de delitos por los que se condene, y no como un mero límite singular a
cada pena individualmente considerada.
b) Limitar las penas de cada delito según los límites de 5 o 10 años, calcular la pena
del concurso y ubicar la extensión resultante directamente en el tramo
correspondiente del art. 23 LRPA, sin volver a aplicar la limitación. Según esta
posición, la regla del art. 22 inc. 2º LRPA es una mera repetición de la regla del art.
18, por tanto, no debe determinar el tramo del art. 23 de la LRPA que será aplicable.
Con todo, una vez determinado el tramo del Art. 23 de la LRPA, corresponde
establecer la naturaleza, cuantía y forma de imponer la sanción.

 Reglas especiales.
Resulta sumamente discutido si a los adolescentes les son aplicables ciertas
reglas especiales de determinación de la pena que no estén comprendidas en el
Párrafo 4º del Título III del Libro I del CP. Tal es el caso, por ejemplo, del art. 450 CP.
Parte de la doctrina entiende que esas normas son aplicables, porque el art.
55 CP –norma contenida dentro del Párrafo 4º del Título III del Libro I del CP- dispone
que las disposiciones generales no tienen lugar cuando el delito frustrado, la
tentativa, la complicidad o el encubrimiento se hallan especialmente penados por la
ley.

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Otros estiman que la remisión es sólo a la normativa general, por lo que no


deberían aplicarse normas especiales enmarcadas en el derecho penal de adultos.

3. Determinación de la naturaleza de la pena


El art. 23 organiza el catálogo de sanciones, distinguiendo según la extensión
de la pena. Es decir, establece que clase de pena puede aplicarse, dependiendo de
su extensión:
1) Si la pena supera los 5 años de privación de libertad (de 5 años y un día a
perpetua): es aplicable sólo a jóvenes de 16 y 17 años, con una duración máxima de
10 años. En este caso, el tribunal deberá aplicar:
- Internamiento en régimen cerrado, con programa de reinserción social
2) Si la pena va de 3 años y un día a 5 años de privación de libertad, o si es
una pena restrictiva de libertad superior a 3 años. Resulta procedente:
- Internación en régimen cerrado, con programa de reinserción social
- Internación en régimen semicerrado, con programa de reinserción social
- Libertad asistida especial (con una duración máxima de 3 años).
3) Si la pena privativa o restrictiva de libertad va de 541 días a 3 años.
Procede:
- Internación en régimen semicerrado, con programa de reinserción social
- Libertad asistida especial
- Libertad asistida
- Servicios a la comunidad (con un máximo de 120 horas)
4) Si la pena privativa o restrictiva de libertad va de 61 a 540 días. Procede:
- Internación en régimen semi cerrado, con programa de reinserción social
- Libertad asistida especial
- Libertad asistida
- Servicios a la comunidad (con un máximo de 120 horas)
- Reparación del daño causado
5) Si la pena es igual o inferior a 60 días o si no constituye una pena
privativa o restrictiva de libertad. Puede seleccionarse cualquiera de las
siguientes sanciones:
- Servicios a la comunidad
- Reparación del daño causado
- Multa (con un máximo de 10 UTM)
- Amonestación

4. Determinación de la cuantía de la pena


Dadas las opciones de cada tramo del art. 23, debe seleccionarse una sanción
y determinarse su cuantía. El art. 24 de la LRPA expresa los criterios que deben
guiar al juez en tal decisión. Estos criterios son los siguientes:
a) La gravedad del ilícito de que se trata;
b) La calidad en que el adolescente participó en el hecho y el grado de
ejecución de la infracción;
c) La concurrencia de circunstancias atenuantes o agravantes de la
responsabilidad criminal;
d) La edad del adolescente infractor.
e) La extensión del mal causado con la ejecución del delito.

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f) La idoneidad de la sanción para fortalecer el respeto del adolescente por


los derechos y libertades de las personas y sus necesidades de desarrollo
e integración social.
Sin embargo, todos estos parámetros han sido criticados desde la perspectiva
del principio non bis in idem, pues implican una supuesta doble valoración de
criterios ya tenidos a la en vista en las anteriores etapas de la determinación de la
pena. Para superar este problema, sólo queda dar a estas directrices una
interpretación favorable al adolescente, basada en la finalidad preventivo especial
de las sanciones. Se configuraría así una especie de Derecho penal de autor, que
para cumplir sus aspiraciones educativas, necesariamente debe tener en cuenta,
entre otros aspectos, las circunstancias concretas del contexto en que se
desenvuelve el menor.

4. Reglas sobre la imposición de la pena


Por último, la LRPA contempla una serie de formas especiales de imposición
de la pena a los adolescentes infractores en lo relativo, por ejemplo, a las penas
accesorias que contempla (arts. 7 y 12), a la modalidad de pena mixta (art. 19) o
una eventual aplicación de penas copulativas (art. 25). También se permite que al
dictar sentencia, el juez disponga la suspensión de la pena por seis meses (art. 41),
cuando se trate de una sanción privativa o restrictiva de libertad igual o inferior a
540 días y existan antecedentes favorables que hagan desaconsejable su
imposición. Transcurrido el plazo y siempre que el imputado no haya sido objeto de
nuevo requerimiento o de una formalización de la investigación, se deja sin efecto la
sentencia.

EJERCICIOS

1. Boris tiene diecisiete años y está siendo juzgado por un delito de robo con
homicidio (art. 433 Nº1) y dos de robo con violencia (art. 436). Calcula la
extensión de la pena que corresponde aplicarle según las diversas posiciones
relativas al concurso real de delitos.
2. Igor, un joven de dieciséis años, mata a otro joven de su misma edad, vecino
suyo, porque este último había comenzado una relación con su polola. Se
determina que hasta esa fecha, Igor había sido un alumno ejemplar, muy
buen deportista, un excelente hijo y que siempre mantuvo una buena relación
con los vecinos. Al enterarse de la relación que mantenía la víctima con su
polola, Igor cayó en un estado de depresión; fue tratado por un psiquiatra,
cuyos honorarios pagaron sus padres. Al ejecutar la acción homicida, estaba
consumiendo los antidepresivos que le había prescrito el médico. Se
comprueba también que la acción homicida tuvo lugar durante el curso de
una discusión que el autor mantuvo con la víctima y que el arma utilizada fue
una piedra que el primero tomó el suelo. Se determina que pudiendo fugarse
se denunció y confesó el delito antes que pudiera iniciarse pesquisa alguna.
¿Cómo sancionamos a Igor?

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3. En el mismo caso anterior, y con las mismas circunstancias descritas, ahora


vamos a suponer que la víctima era hermano de Igor. ¿Cómo sancionamos a
Igor?
4. Ahora vamos a suponer que la víctima es el mismo joven del ejercicio 1 y que
el delito se cometió con un arma que Igor había arrendado, tres días antes a
Pablo, un vecino de 20 años, sin antecedentes penales. Este último supo que
el arriendo del arma tenía por objeto matar a la víctima. ¿Cómo sancionamos
a Igor y a Pablo?
5. Boris, de diecisiete años, y Pedro, de diecinueve, son coautores de un hurto
que debe ser sancionado conforme al artículo 446 N° 3 del Código Penal. Se
determina que concurre la circunstancia de la nocturnidad y que ambos
tienen irreprochable conducta anterior. ¿Cómo sancionamos a Boris y a
Pedro?
6. Igor tiene 14 años y cometió un delito de robo por sorpresa (art. 436 inc. 2º
CP) en grado de tentativa. Está estudiando en 1º medio. Su madre es
profesora y está en condiciones de ejercer el rol de crianza y socialización.
Consume marihuana, pero no constituye consumo problemático. ¿Qué
sanción corresponde imponerle? Considere la aplicabilidad del art. 450 CP.
7. Boris tiene 16 años y cometió un delito de robo en lugar no habitado (art.
442). Es desertor del sistema escolar, sólo tiene escolaridad de 5to. Básico.
Sus padres no están en condiciones económicas ni de manejo de su conducta.
Es policonsumidor (pasta base, cocaína, alcohol, marihuana). Ha estado
internado dos veces en Hogares de Protección Simple de SENAME. ¿Cómo lo
castigarías?
8. Boris tiene 17 años. Es autor de un delito de lesiones menos graves (art. 399).
El año pasado fue condenado por unas lesiones leves (art. 494 Nº 5) a una
pena de amonestación. Dejó de estudiar este año, cuando cursaba 4to. Medio.
Sus padres son médicos y ambos trabajan en una clínica particular. El joven
consume cocaína, ha estado tres veces interno en clínicas para iniciar un
tratamiento, pero él se ha fugado. ¿Cómo lo castigarías?

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