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Dignidad Humana, Desarrollo Humano y

Globalización
Lic. Rodrigo Navarro Peralta

1.- Una concepción de la dignidad humana

Pasar de una reflexión a una propuesta es tarea fácil, con mucha más
razón si se estima que la reflexión es circunstancial y la propuesta
simplemente pragmática.

Pasar de una reflexión seria, analítica y consistente, a una propuesta


trascendente y reivindicadora, es una tarea que compete a quienes, de
una u otra forma, han optado por tener como valores preeminentes en
sus programas de acción política, los esbozados en el pensamiento
Humanista Cristiano.

Es oportuno entonces, ocuparse en este artículo de manera sucinta al


repaso de la concepción de la Dignidad Humana, vista desde nuestro
acervo doctrinario e ideológico humanista cristiano.

Sería interminable incursionar en toda la vasta literatura que el tema


nos depara, no se pretende por lo tanto abarcar una concepción en un
ensayo filosófico, sino aportar texto y reflexiones personales que
sustenten una elemental concepción de la dignidad humana.

Comencemos afirmando que “ cada hombre y cada mujer es sujeto y


no objeto de la historia; cada uno es una persona irreductible y
singular, lo cual le otorga una dignidad inviolable e inalienable,
independientemente de su etnia, convicciones y condiciones económicas
o sociales”, (…) además, que “ la principal característica de su
dignidad es la libertad personal, que le capacita para tomar decisiones
morales y disponer de sí mismo. Que “ la libertad individual se
practica y comprueba en la convivencia humana.” ( Carta
Socialcristiana a Costa Rica # 35 y 36 )

Si esta dignidad humana, dada a cada persona es un concepto vivo que


se manifiesta en el reconocimiento pleno de la libertad individual, y
que se vive en la realización personal en el marco de la comunidad;
concluimos que la dignidad tiene su propia dinámica y además “la

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sociedad política debe ser garante de la libertad y dignidad de todos
sus miembros. Asimismo debe ser la fuente del desarrollo personal por
medio del establecimiento de iguales oportunidades para todos,
( porque ) la igualdad de derechos y deberes, en el marco del respeto a
la dignidad humana, es el fundamento para el desarrollo de las
capacidades, los intereses y la creatividad individuales”. (Carta
Socialcristiana a Costa Rica # 42.

De lo anterior deducimos que la Dignidad Humana es un valor


fundamental y “ singular que fácilmente puede reconocerse. Lo
podemos descubrir en nosotros mismos o podemos verlo en los demás.
Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestras manos retirárselo a
alguien. Es algo que nos viene dado, es algo anterior a nuestra
voluntad y reclama de nosotros una actitud proporcionada, adecuada:
reconocerlo y aceptarlo como un valor supremo ( actitud de respeto, ) o
bien ignorarlo o rechazarlo”. ( J. Vidal-Bota en “ La Dignidad
Humana y sus implicaciones éticas”.)

Expuesto lo anterior, este valor fundamental y singular que es la


Dignidad Humana aparece ante nosotros como un imperativo al
respeto incondicional y absoluto. Un respeto a la persona humana y a
todas las personas humanas, de ahí que Vidal-Bota afirma que “ en el
caso de que toda sociedad decidiera por consenso dejar de respetar la
dignidad humana, ésta seguiría siendo una realidad presente en cada
persona humana. Aún cuando algunos fueran relegados al trato
indigno,(…) este desprecio no cambiaría en nada su valor
inconmensurable en tanto seres humanos”.

Así entonces, la Dignidad Humana se basa en el reconocimiento de la


persona como ser digno de respeto, de que se le reconozcan sus
diferencias, y además que se le toleren o respeten, para que así la
persona humana y digna se sienta libre, capaz de realizarse
plenamente.

La Dignidad Humana como valor supremo y trascendente en el ser


humano, deriva principios que hacen tangible su reconocimiento, en
tanto la efectividad de ese reconociendo hace vigente y real el valor,
dado que un principio es el juicio práctico que deriva inmediatamente
de la aceptación de un valor.

Del valor de la Dignidad Humana se desprende el principio primero y


fundamental: el respeto que merece toda persona por el hecho de
pertenecer a la especie humana, es decir, por su Dignidad Humana.

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2.- La primacía de la Dignidad Humana.
Si la dignidad de la persona humana, es la primacía de nuestro actuar
social y político, esta primacía parte del fundamento de los derechos de
la persona humana ( Derechos Humanos ), porque las personas no
tienen precio, sino dignidad, ya que de esa dignidad reconocida y
respetada como valor central, emanan la vida, la justicia, la igualdad,
la seguridad y la solidaridad, que son dimensiones básicas de la
persona, que se convierten en valores y que determinan la existencia y
legitimidad de todos los Derechos reconocidos en acuerdos
internacionales.

La primacía de la Dignidad Humana en nuestro actuar social y


político, es la razón misma del Humanismo Cristiano, de ahí se
desprenden las demás dimensiones que en el orden social, cultural,
político y económico constituyen nuestro eje doctrinario e ideológico, el
que a su vez; sustenta el eje programático que concreta y sistematiza
nuestro pensamiento en la sociedad.

Concluimos entonces en que, la primacía de la Dignidad Humana y los


derechos que se desprenden de su reconocimiento como valor, han de
ser el tema de reflexión permanente que anime nuestra adhesión al
Humanismo Cristiano; de lo contrario, ¿ cuál es nuestra razón de
incursionar en la política?, ¿ dónde está la razón del protagonismo que
pretendemos conseguir?, ¿cuál sería la trascendencia histórica de
nuestro movimiento político?

3.- Dignidad Humana y Desarrollo humano.


“Entendemos por desarrollo humano el proceso mediante el cual se
facilita a los hombres y las mujeres disfrutar de las capacidades
básicas que les permitan aprovechar oportunidades crecientes y más
amplias de realizarse como personas. Promover este proceso significa
crear condiciones políticas, sociales, culturales, económicas,
institucionales, ambientales e ideológicas que posibiliten un acceso
cada vez más sólido y fácil a niveles superiores de calidad de vida para
todos sin ninguna exclusión” ( Carta Socialcristiana a Costa Rica # 26 )

Cuantas y variadas son las definiciones que en este apartado


pudiéramos dar del desarrollo humano, pero centramos nuestra
atención en la anterior, no por ser la más completa, sino porque nos

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presenta el desarrollo humano como un proceso dinámico que impulsa
la acción social y política a tener siempre presente que “ el
reconocimiento de la dignidad de la persona humana y de sus derechos
fundamentales, establece como objetivo central de toda actividad
política, el desarrollo humano” (CSC #26 )

Se ha de asegurar primero una sociedad incluyente, en la que todos


puedan obtener respuestas eficaces para la solución de sus problemas,
la satisfacción de sus necesidades y su plena realización como personas
humanas. La acción política surge aquí como una responsabilidad
compartida entre el Estado y sus instituciones, y entre los ciudadanos
y sus organizaciones.

El desarrollo humano es y lo concebimos así, dentro del pensamiento


humanista cristiano, un proceso protagonizado por todos los actores
políticos y sociales, por eso la participación es la estrategia del
desarrollo humano. “ Esta participación en la tarea común del
desarrollo humano es responsabilidad de todos”. (CSC # 29 )

En resumen se pueden concluir las siguientes características del


desarrollo humano:

• Búsqueda de respuestas eficaces para la solución de los


problemas de la persona humana.
• Capacidad de crear condiciones favorables, para que cada
persona humana pueda realizarse plenamente.
• Promoción de relaciones humanas equitativas y solidarias, a
largo plazo.
• Obtención de respuestas eficaces a las demandas; tanto de las
mayorías como de las minorías, a la luz del Bien Común.
• Impulso incansable de la participación como estrategia de
desarrollo.
• Promoción del bien ser; más que del simple bienestar.
• La participación es una tarea común, y una responsabilidad de
todos.
• Trascender el mero desarrollo económico, para que el desarrollo
humano sea de todos y no de unos pocos.
• La solidaridad y la fraternidad deben ser un medio esencial,
para la superación personal y comunitaria.

El conjunto de características y su esencial vigencia no son meros


enunciados ideológicos, son pautas orientadoras que comprometen

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a nuestra sociedad como un todo y a los responsables de dirigirla,
en particular. De ahí que ha de hablarse de una ética del desarrollo
humano, en tanto que éste como proceso debe dinamizarse con
valores como la solidaridad, el respeto y la libertad, para que así
pueda prevenir, gestionar, regular y superar pacíficamente las
diferencias entre las personas; haciendo frente a los desafíos
comunes de toda la sociedad.

4.- Desarrollo Humano y Globalización


“La comunidad internacional ha entrado en la era de la globalización.
Se habla de la economía global, de política global, de globalización
financiera, globalización de mercados. El fenómeno de la globalización
es ya un hecho irreversible. El concepto es nuevo y también sus
problemas: Genera oportunidades y expectativas, a la vez que riesgos y
tensiones. ¿Será ésta una amenaza fatal para la persona y para la
identidad de los pueblos? Sus efectos negativos son deshumanización,
inseguridad, conflictos y violencia, y empiezan a intranquilizarnos
seriamente”. ( “ Globalización sí, pero social”. Luciano Pereña, Revista
Sumario N° 215-2000 )

La posición de Pereña no da para objeciones a la realidad del


fenómeno globalización, es, marcha y se desarrolla. He ahí el desafío,
porque debe surgir la parte propositiva, la parte de la acción política
que redimensione las características del fenómeno o proceso
globalizador. Redimensión que ha de sustentarse entonces en un
contenido rico en valores y propósitos solidarios, en un contenido
humanista que ubique por encima de lo material el valor de la
dignidad de la persona humana y del desarrollo humano. Lo anterior
nos lo confirma Luciano Pereña cuando afirma que “Con prudencia y
responsabilidad social habrá que regular algunos de los efectos de la
globalización. No pueden dejarse a su arbitrio, si no se quiere
degenerar en el caos económico y en una crisis social de consecuencias
imprevisibles. Ni puede quedar la globalización financiera al arbitrio
de las leyes del libre mercado, preocupado más por sus beneficios que
por las personas. La doctrina social católica discute ahora cómo
realizar esos cambios inducidos por la globalización y cómo
compaginar personas, Estados, comunidad mundial en diversidad
armónica dentro de la unidad global. Supone el reconocimiento de
poderes locales y de identidades nacionales. No vamos a un
cosmopolitismo uniforme. Pero será muy difícil y peligroso reconstruir
las propias identidades, porque deben conservarse de acuerdo con las

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condiciones de la ética de la solidaridad”. ( Luciano Pereña, Revista
Sumario 215-2000 )
Responsabilidad histórica podría afirmarse nos compete en este
momento, porque faltan contrapesos al fenómeno globalizador, faltan
acciones que limiten su voracidad y sus despiadadas consecuencias.
¿Nos hemos quedado en las denuncias…? ¿ Hemos sido espectadores o
actores propositivos …? Es importante de manera contundente
esbozar nuestra propuesta, y si ya está, trabajar por su conocimiento y
ejecución, es la hora de un humanismo vivo y en acción, es la hora de
humanistas comprometidos con sus valores y no con los intereses de
quienes hábilmente, nos han propuesto las teorías globalizantes como
la panacea y la solución a los problemas de la persona humana de hoy
y de mañana.

“En su homilía del primero de mayo del año 2000, con ocasión del
Jubileo de los Trabajadores, el Papa Juan Pablo II invitó a los
cristianos a reflexionar sobre el fenómeno de la globalización, en su
intento de actualizar las directrices de la doctrina social católica sobre
la ética de la solidaridad. Reconoce, es cierto, la importancia de la
globalización como herramienta de desarrollo y de progreso,(…) pide,
sin embargo, que las nuevas tecnologías se apliquen con prudencia y
responsabilidad social, de modo que la globalización no lleve a la
Humanidad a crear falsos valores a tenor de tremendas posibilidades y
esperanzas de progreso. Nos compromete por ello a participar y
asumir nuestras responsabilidades para estudiar los desequilibrios
sociales y económicos con el fin de colaborar eficazmente en el
restablecimiento de la jerarquía de valores”. ( Luciano Pereña. Revista
Sumario 215-2000 )

5.- A manera de conclusión


Es luchar sin descanso por un desarrollo solidario, porque
compromete al todo social y a su aporte según sus capacidades,
responsabilidades y oportunidades. No hay oportunidad para el
egoísmo o la exclusión, no hay oportunidad para la indiferencia o el
individualismo. Todo nos obliga a promover un desarrollo integral,
que aún dentro de las variables de la globalización es posible. Es
posible por su primacía, porque de suyo es un valor ya universal; es
posible porque dentro de las variables del libre mercado, se apremia a
la responsabilidad de todos los que, animados dentro del pensamiento
humanista cristiano, debemos impulsar una globalización de la

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solidaridad, debemos promover un libre mercado con justicia y
equidad.
Es anunciar y denunciar, es proponer y argumentar, no es
simplemente denunciar. Hoy el mundo nos demanda, con su dinámica,
redescubrir el valor del desarrollo humano que, como acción universal
sensibilice a los responsables de las naciones a impulsar los cambios, y
aligerar los ajustes para que no se globalice la miseria, el irrespeto a
los derechos humanos, la carencia de oportunidades y el impedimento
a la realización de los pueblos y de las personas. Es posible una
propuesta del humanismo cristiano que impulse y promueva el
desarrollo humano como bastión del mundo globalizado, es posible que
el humanismo cristiano promueva y procure variar la orientación del
libre mercado, de una expresión deshumanizante, a una expresión
humanista e inspirada en un proceso de globalización de la solidaridad
internacional. Es la hora de las propuestas y de las acciones, que den
como rédito la credibilidad y la identificación con una propuesta
posible y capaz de crear un nuevo orden, dentro de las variables que
hoy se presentan.

Bibliografía

Carta Socialcristiana a costa Rica. ICEP, Segunda Edición 1998

Estrategia conjunta en torno al TLC. Comisión Interparlamentaria,


Primera Edición 2004.

Pronunciamiento del Consejo Directivo del ITCR en torno al TLC,


Publicaciones del ITCR . Primera Edición 2006.

Dignidad Humana y sus implicaciones éticas. J. Vidal-Bota 2005.

Globalización sí, pero social. Luciano Pereña, Revista Sumario 215-


2000.

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