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RAM2009 VIII Reunión de Antropología del Mercosur


GT 35-Antropología del Estado

Título: Etnografía del gobierno local: contingencias políticas y


prácticas sociales en dos comunas de la Región de la Araucanía y los
Ríos, Chile.
Dra. Francisca de la Maza
Pontificia Universidad Católica de Chile

Palabras claves: etnografía del estado, política social, práctica social

Introducción

La ponencia aborda como caso etnográfico el gobierno local chileno. Esto corresponde al
municipio, espacio fundamental para analizar la bajada de las políticas sociales y,
particularmente en este caso, la política social para indígenas. Se entiende por gobierno local
las diferentes instituciones del estado que operan el espacio comunal, principalmente el
municipio, pero también otras instituciones que operan independiente o coordinadamente con
el municipio, con dependencia regional o nacional, presentes en forma directa por oficinas
comunales y/o agentes públicos.

En esta ponencia se muestran los resultados de dos trabajos sistemáticos realizados en dos
comunas, una en la Región de la Araucanía y otra de los Ríos, ambas regiones corresponden a
parte del territorio tradicional del pueblo indígena mapuche, comenzando su colonización
nacional y extranjera a fines del siglo XIX.

Se focaliza en la política social para indígenas, principalmente desarrollada por el gobierno


actual de la presidenta Michelle Bachelet. A partir de 1990, se ha impulsado una política
social de reconocimiento de los pueblos indígenas, como un sujeto diferenciado de las
políticas públicas, la que se ha traducido en fuertes inversiones en política social y de
desarrollo para la población indígena. Esta política estatal diferenciada tiene un hito
importante con la promulgación de la Ley Indígena 19.253 en 1993 y la creación de la
Corporación Nacional de Desarrollo Indígena. Desde esa fecha, y en los diferentes gobiernos
de la Concertación por la Democracia (presidentes: Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo
Lagos y Michelle Bachelet), se han impulsado desde el aparato público una serie de políticas
y programas orientados a los pueblos indígenas. Estas acciones han variado en el tiempo y se
han desarrollado en un contexto nacional e internacional donde el tema del reconocimiento
indígena tiene un espacio importante de debate y protagonismo. Al igual, que se han
intensificado focos de conflicto especialmente derivados de propiedad de la tierra entre
mapuches y no mapuches y megaproyectos económicos.

Las políticas diferenciadas generadas por el estado apuestan a una nueva relación estado-
pueblos indígenas. Si bien es cierto, que Chile ha avanzado en la temática especialmente a
nivel de discurso del estado, inversión de recursos y reconocimiento, como es el Programa de
Desarrollo Integral Orígenes (firma del Convenio 2001), el documento “Re-Conocer: Pacto
social por la multiculturalidad” (abril 2008) y la ratificación del Convenio 169 de la OIT
(septiembre 2008), entre otras acciones, poco se ha estudiado y analizado las prácticas
sociales derivadas de esta política a nivel local. Esta política, si bien tiene un componente
fuerte de asistencialismo y clientelismo (como se ha visto en: Durston et al, 2005; de la Maza,
2007), no se ha abordado en profundidad si ha significado un cambio en la sociedad o al
menos si ha avanzado a un mayor reconocimiento y valoración de lo indígena.

Las políticas de reconocimiento y de inversión diferenciada han ido a la par con diversas
dificultades para lograr cambios significativos en la sociedad chilena e indígena. Los
conflictos de relación “entre indígenas” y “entre indígenas y no indígenas” se manifiestan con
fuerza en algunos sectores agudizándose la discriminación y racismo entre los diferentes
grupos. Esto hace, que a nivel de convivencia cotidiana se evidencien con diferentes grados
conflictos sociales derivados de las diferencias étnicas y culturales de su población.

Sobre este escenario histórico de relaciones interculturales en Chile y la Araucanía en


particular, también hay un contexto político nacional complejo. Como señala Gundermann
(2007), en las zonas mapuches, la segmentación histórica entre “chilenos”, “mapuches” y
“colonos” (descendientes de migrantes europeos), le imprime una fisonomía propia al paisaje
social de los municipios en áreas con presencia mapuche significativa, también cruzado por
elementos de clase (p.170). Estos grupos diferenciados disputan espacios de poder y alianzas
políticas y económicas a nivel local. Esta dinámica compleja de relaciones interculturales, se
manifiesta a diferentes niveles desde lo cotidiano hasta el espacio político de decisión
comunal, regional y nacional. Estas interacciones interculturales vinculadas al impacto de la
política social diferenciada es el foco de atención de esta ponencia.
Metodología de estudio: el aporte de la etnografía del estado

Desde la etnografía del estado, analizar cómo se construye el estado a nivel local en este plano
de política diferenciada da importantes luces respecto a la relación sociedad-estado-pueblos
indígenas como sujetos diferenciados. Por un lado, el reconocer la diferencia en la política
pública es un cambio paradigmático a la rutina instaurada en los servicios públicos, mientras
para el beneficiario indígena y no indígena de la política pública también tiene un efecto en
sus procesos identitarios y de relación con el otro (indígena y no indígena).

El concepto de estado se entiende como una forma política, cultural e históricamente


determinada. El estado se concibe como una idea que existe, una noción, tomando a Abrams
(1977) pero que en la práctica no es tangible y que sí se puede manifestar a nivel de ideas, de
instituciones y agentes específicos a través de sus prácticas sociales, especialmente sus
prácticas cotidianas. Desde esta perspectiva, el estado aparece como un campo abierto con
múltiples fronteras y no institucional, como un conjunto de procesos. Por lo cual, su
importancia reside menos en las instituciones y más en reformulación de los procesos y
relaciones de poder creando nuevos espacio para el desarrollo del poder (Trouillot, 2001,
p.127).

La construcción del estado es un proceso pero que al mismo tiempo mientras se va


construyendo va teniendo incidencias en la sociedad. El estado a partir de sus políticas,
programas, instituciones y agentes, crea cultura, transforma la sociedad y, a su vez, está en
constante cambio debido a las interacciones e influencias entre las agencias estatales, las
organizaciones sociales y la sociedad en general.

Este enfoque plantea un desafío metodológico. Esto no significa que la interacción o la


relación estado-pueblos indígenas se consideren temas nuevos, sino más bien lo desafiante es
el enfoque que privilegia el estudio del encuentro entre el estado y la sociedad indígena y no
indígena en un contexto de reconocimiento de la condición multicultural de la sociedad. La
etnografía del estado significa realizar el trabajo antropológico, que tradicionalmente se ha
realizado con mayor fuerza en comunidades rurales o urbanas, en el espacio estatal.
Posicionarse en el otro lado, ya no en la comunidad indígena sino en lo que hemos llamado
“estado”, sus oficinas, su comportamiento social, en fin las prácticas cotidianas es un desafío
que puede entregar nuevas preguntas y respuestas para analizar la compleja relación estado,
sociedad chilena y pueblos indígenas.
La etnografía con todos sus elementos metodológicos puestos en las oficinas y agentes
estatales es una herramienta también útil para ver a la sociedad indígena y chilena desde otro
punto de vista. El espacio de estudio no es físico sino que se constituye en la acción social de
sujetos concretos: funcionarios estatales y ciudadanos. La etnografía del estado, desde un
punto de vista metodológico y coherente con este enfoque, implica el análisis de las prácticas
cotidianas y el discurso de la construcción del estado en la cultura pública (Gupta, 1995). Con
la etnografía es posible identificar y analizar la interrelación de las prácticas de las
burocracias, sus instituciones y funcionarios, en la relación con la sociedad. Esta perspectiva
tiene como propósito “pensar un estudio de procesos políticos y de la cotidianidad de la
administración que sea capaz de preguntarse por una cultura, cosmovisión o racionalidad
propia de este espacio que conocemos como estado y cuya presencia o ausencia en distintas
realidad parece ser clave para pensar nuestra sociedad” (Schavelzon, 2007, p.41)

A través de esto, se centra en el discurso de construcción del estado, sus procesos de


dominación y cómo simbólicamente es presentado tanto a los funcionarios públicos como al
resto de los ciudadanos. También permite analizar el efecto que esta construcción tiene en la
operación y difusión del poder en la sociedad (Sharma y Gupta, 2006, p.8). Desde la
perspectiva antropológica, permite prestar especial atención a la cultura de la constitución del
estado, cómo la gente percibe el estado, la forma en que sus interpretaciones están
condicionadas por su particular e íntima encuentros con los procesos estatales y sus
funcionarios y cómo se manifiesta en sus vidas.

Como señala Scott (2004), en términos de la vida cotidiana, es en los actos de deferencia,
subordinación y zalamería donde más claramente se percibe el impacto del poder (p.54). Los
procesos de dominación son profundos, se insertan en el mundo cotidiano y de diversas
formas. Es en sí mismo el ejercicio del poder puro y simple que autoriza y legitima, impone
los términos en que las cosas deben hacerse en los niveles más cotidianos. Se trata de una
organización de los tiempos y los espacios dentro de los cuales se vive la vida individual. Y es
profundamente coercitiva, se viva o no como tal (Sayer, 2002, p. 236). Por otro lado, no sólo
el estado constriñe también puede dar poder y autoridad, que los sujetos pueden adaptar y
utilizar en su propio beneficio, y esto también sucede cuando el estado define sujetos como
los indígenas por ejemplo. Con esto potencia sus diferencias, dándole sentido y poder.

La política social constituye la focalización de la política pública por los gobernantes, con
“necesidad de focalizar”. El concepto de política social es complejo porque involucra diversos
aspectos, pero se trata en última instancia de las reglas y mecanismos que permiten el
ejercicio, mantención o cambio y concentración o distribución de poder. Desde otro punto de
vista, también es un proceso de constitución de sujetos sociales, donde se focaliza, creando,
rehaciendo y reforzando identidades.

Desde esta concepción, la intervención de los programas sociales estatales se introducen en


los mundos de vida de los individuos y grupos sociales afectados y de esta manera son
mediadas y transformadas por estos mismos actores y sus estructuras (Long, 2001, p.13). A
pesar que las prácticas de intervención se originan en contextos específicos, son dinámicas y
evolucionan en el tiempo en lo local. Además, los discursos pueden “pertenecer” a
instituciones como el estado, el Banco Mundial o la comunidad local, pero son los actores
(individuos o representantes institucionales) quienes los usan, los manipulan y los
transforman (p. 53).

Entonces, las políticas sociales dan cuenta de las prioridades estatales y de los mecanismos de
relación con la sociedad. Su aplicación a través de agentes e instituciones específicas
muestran su aterrizaje, de lo macro a lo local, materializándose en prácticas cotidianas
estatales específicas. Por otro lado, las políticas públicas pueden perpetuar la condición de
desigualdad de algunos grupos sociales, a pesar que señalen la inclusión o un discurso que
incorpore variables que valoricen a los grupos más desfavorecidos de la sociedad, incluso con
acciones concretas como por ejemplo la implementación de programas de desarrollo.

Por su parte, la “política social para indígenas” es la que focaliza en un sujeto definido como
“indígena”. Esto significa que basándose en un distintivo étnico se caracteriza a un grupo de
personas, como sujeto diferenciado, para recibir beneficios y programas sociales específicos.
En el caso del sujeto indígena se toma en consideración su situación histórica y social, pero
también es una forma de respuesta a presiones políticas de los propios grupos étnicos. En el
caso de Chile, la Ley Indígena 19.253 define la “calidad de indígena” tomando en
consideración los vínculos familiares, el apellido y rasgos culturales propios de las etnias
entre otros aspectos (Ley Indígena 19.253, Título I, Párrafo 2°, Artículo 2°).

El estado chileno, a través de sus instituciones y agentes, define a los indígenas como sujetos
que pueden acceder a beneficios sociales específicos. Los distingue dentro de la sociedad
chilena como sujetos con características culturales particulares. Es en el espacio cotidiano de
relación y práctica estatal donde los procesos de dominación y encuentro se manifiestan, lugar
privilegiado para analizar la idea de construcción del estado-nación, sus procesos de
dominación y las dificultades que esto acarrea en esta construcción. También evidenciándose
las representaciones y prácticas sociales referidas a la construcción del otro indígena y a su
lugar en la sociedad nacional. Cuando se enfrenta el estado desde lo local, en este caso,
funcionarios con un origen predominantemente chileno, con un líder o un ciudadano indígena
con el fin de acceder a algún beneficio, es un espacio privilegiado para identificar
representaciones sociales de la hetero y auto identificación.

En el gobierno local, en el caso chileno municipal, la acción pública se hace efectiva, ya que
no pasa por la acción de una elite político-administrativa relativamente homogénea y
centralizada sino, como lo señalan Sharma y Gupta (2006) por la puesta en marcha de
coordinación multi-niveles y multi-actores cuyo resultado, siempre incierto, depende de la
capacidad de los actores públicos y privados para definir un espacio de sentido común,
movilizar competencias con orígenes diferentes e implementar formas de responsabilización y
legitimación de las decisiones.

Se considera fundamental analizar el espacio de la conjunción entre lo subjetivo y objetivo,


entre el sentido práctico y el sentido objetivado, donde se produce un mundo de sentido
común, cuya evidencia inmediata es redoblada por la objetividad, que asegura el consenso
sobre el sentido de las prácticas y del mundo (Bourdieu, 1991, p.100). A partir del sentido
práctico visibilizado de una práctica social es posible descubrir aspectos de la representación
jamás verbalizados, y por tanto inaccesibles para las técnicas de recolección de datos de las
representaciones sociales, casi todas fundadas sobre producciones discursivas más o menos
elaboradas (Abric, 2001, p. 205). La observación de ciertas prácticas revela y manifiesta en
los hechos esta creencia no expresada incluso no consciente, los que muchas veces son
actuados más que pensados, revelando aspectos fundamentales de las representaciones
sociales.

La interacción local es entonces el contexto de la práctica social, el espacio de la interfaz (la


negociación, el conflicto, el acuerdo) entre el estado y la sociedad a nivel local. Sin duda, lo
local tiene una relación con lo global, son aspectos interrelacionados, pero la perspectiva
micro permite analizar hacia arriba como se desarrolla la acción política. Los funcionarios
públicos son los que interpretan los programas de acción definidos desde arriba, también
transfieren imágenes respecto al estado y adaptan en diferentes niveles la implementación de
la política a la realidad local. Deben negociar, consensuar los conflictos y desarrollar
estrategias para aplicar la política. Mientras los ciudadanos negocian sus expectativas, sus
proyectos y necesidades. La etnografía de su práctica permite identificar los mundos de
significados que guían la acción y que representan, en este caso, la multiculturalidad, la
constatación de la diversidad cultural en un territorio, y los caminos hacia la interculturalidad,
a relaciones más igualitarias como proyecto y visión de futuro.

En este espacio entran en juego la memoria colectiva, los discursos de reconocimientos y sus
efectos prácticos y concretos en la sociedad y estado chileno.

Análisis de las prácticas sociales y contingencias políticas

Las dos comunas de estudio tienen características sociodemográficas similares respecto a la


distribución de población indígena en los sectores rurales, superando el 80%. Esto significa
que del total de población indígena de la comuna, sobre el 80% de esta población habita en
sectores rurales, mientras en lo urbano supera el 15%. Este punto es relevante, pues gran parte
de la política social para indígenas se ha focalizado en sectores rurales y en comunas donde
hay un porcentaje importante de población indígena. Por lo cual, ambas comunas han sido
receptoras de la política indígena.

Se presenta un análisis de la etnografía de estas dos comunas realizada durante los años 2006
a 2008. Las comunas se analizaron en periodos diferentes, la primera entre los años 2006 y
2007 enfatizando el tema de las prácticas sociales en la interacción estado-pueblos indígenas
y, la segunda comuna, se trabajó entre los años 2007 y 2008, analizando más directamente el
tema de las contingencias políticas y su impacto en las prácticas sociales. Se hará una
presentación de los resultados, para luego presentar la reflexión final que sintetiza ambos
aspectos.

Prácticas sociales y política diferenciada

Las prácticas sociales bajo la política para indígenas se pueden caracterizar por dos grandes
aspectos: relaciones clientelares entre funcionarios y políticos con líderes mapuches y la
profundización de las representaciones de la otredad indígena.

1. Relaciones clientelares
Las prácticas sociales que se producen entre el funcionario municipal y las organizaciones
mapuches reproducen relaciones clientelares. Los programas que derivan de la política social
para indígenas tienen un sello asistencialista, pero que en la práctica se convierten en
relaciones clientelares en diversos niveles. Por un lado, de los actores políticos del territorio y
del gobierno local (o aspirantes a cargos) como son: alcalde y parlamentarios, también de los
ejecutores de los programas, los funcionarios municipales y, por otro lado, de los mismos
líderes mapuches y sus seguidores o miembros de la organización.

Muchos programas tienen un sello asistencialista, han llegado a las comunidades mapuches
solamente entregando recursos, sin exigencias a cambio. La política de la dominación se
transmite con los “regalos” de parte del estado y los “botines” de las organizaciones
mapuches, por lo tanto, reproduciendo diversos lazos de dependencia política, social y
cultural.

La lógica de relación perpetúa el clientelismo y asistencialismo, en fin, los procesos de


asimetría social, económica, política y cultural. Muchas de las acciones de los líderes y
organizaciones avalan este sistema. Mientras, el paternalismo se manifiesta en los discursos y
acciones ligadas a una forma de representar al otro indígena como separado de la sociedad
chilena, con una cultura estática y cerrada.

Por esto mismo, las prácticas sociales en el marco de la política para indígenas, entendidas
como las formas de relaciones personales que se establecen entre funcionarios estatales
locales con los mapuches, pasan a tener un rol fundamental actitudes como: la confianza, la
acogida, el apoyo y ayuda. Estos son relevantes para establecer relaciones positivas entre
ambos lados, sin embargo, este equilibrio es precario, depende del contexto político y social
del momento, de nuevos botines que puedan aparecer. Los botines a su vez dan poder a las
organizaciones, especialmente a sus líderes, dando mayor rango de negociación y acción
frente al estado y a sus seguidores. Esto demuestra la fragilidad de las buenas relaciones,
cargadas de temores y desconfianza, que impide avanzar en la transformación de la relación
estado chileno, sociedad chilena y sociedad mapuche, aunque ambas sociedades tienen límite
difusos y se sobreponen en diversos niveles.

En este juego entran también las organizaciones mapuches y sus líderes, obtienen los botines,
los recursos y los proyectos, pero falta la mirada a largo plazo. Se enfoca en la subsistencia,
que impide superar la marginalidad y reproduce las representaciones de los mapuches como
pequeños productores pobres, con una economía de subsistencia o que se insertan al turismo
de una forma folclorizada. La lectura de los líderes indígenas del contexto político e histórico
y su estrategia para actuar es la clave para alcanzar los botines. Esta negociación y la
obtención de los botines tienen un costo (como lo tiene una relación clientelar), reproduce los
lazos de dependencia entre las organizaciones mapuches y los poderes políticos y económicos
públicos y privados.

2. Representaciones de la otredad.

Respecto a las prácticas sociales manifestadas en el gobierno local de la política diferenciada


para indígenas, se interrelacionan dos aspectos, por un lado, la distinción del “indígena” como
sujeto diferenciado y la profundización de la representación de la otredad.

La distinción del “indígena” de otros sectores de la sociedad, como los campesinos o los
pobres, hace que el agente estatal tenga que tomar decisiones frente a la aplicación de la
política, lo cual implica en términos personales que pueda cuestionarse o no este
procedimiento, pueda tener o no simpatía frente a los indígenas, pensando en los estereotipos
que se transmiten en la sociedad chilena.

Los hallazgos etnográficos demuestran que al evidenciar lo indígena en esta práctica social, se
manifiesta la diferencia cultural y afloran las representaciones de parte del estado y de la
sociedad chilena, como la discriminación, la incapacidad de ver al otro como igual pero
diferente y todos las que merodean la sociedad chilena. Pero también aparecen otros como la
esencialización y folclorización de lo indígena.

La reflexión que arroja esta práctica, es que a nivel cotidiano, las diferencias han existido
siempre, son fundacionales en la Araucanía, sin embargo, con la política diferenciada, con el
contexto de reconocimiento nacional e internacional, los conflictos de relaciones sociales
están aflorando. Probablemente, el racismo y la discriminación siempre han existido pero
ahora están más evidentes y se manifiestan por ambos lados: mapuches con chilenos/colonos,
chilenos/colonos con mapuches, mapuches con mapuches, también cruzado con los grupos de
poder económico en la Araucanía.

Durante el periodo de estudio, ha predominado un discurso del estado que visibiliza a los
indígenas dentro de la política pública. Sin embargo, en las prácticas cotidianas estatales (el
funcionamiento diario de oficinas, la relación en terreno entre los beneficiarios y los
funcionarios, la difusión de los programas estatales, el discurso del funcionario sin y con
presencia de los beneficiaros, etc.) se manifiestan formas de interacción local basadas en
relaciones asimétricas y representaciones negativas o invisibles de la otredad. Estas se
traducen, como se señaló, en relaciones clientelares, asistencialistas y paternalistas.

Esto lleva que bajo una política que reconoce y distingue al indígena del resto de la sociedad,
las representaciones de la otredad se profundizan. El reconocimiento de la diversidad cultural
y de derechos diferenciados no es un tema que se incorpore con una política social
diferenciada, ni siquiera con cambios políticos y jurídicos, debido a que el tipo de relación
intercultural está arraigada en la sociedad.

La etnografía arroja que un grupo significativo de la población no mapuche de la Araucanía,


no cree en la diversidad, primando más bien un discurso de que todos tenemos que ser iguales
y que el problema mapuche es la pobreza. Esto impide valorar la diversidad cultural como un
factor de enriquecimiento de la sociedad y no como un obstáculo “del desarrollo” y
“progreso”.

Contingencias políticas

Las contingencias políticas se refieren al efecto que tiene la inestabilidad política en las
prácticas sociales de la política diferenciada debido a procesos electorales, cambio de
autoridades, agudización y mediatización del “conflicto mapuche”. La posibilidad o riesgo
que suceda un cambio de autoridad, una toma de tierras de parte de los mapuches, la
instalación de un megaproyecto que afecte las comunidades, las negociaciones políticas, etc.
es un factor que cobra gran relevancia a nivel del gobierno local y en las negociaciones e
interacciones con las organizaciones indígenas.

Se presenta el análisis de dos aspectos: elecciones y cambio de autoridad comunal y la


ratificación del Convenio 169 de la OIT y conflictos regionales.

1. Elecciones y cambio de autoridad comunal.

Una de los cambios más importantes al interior de las comunas es la instalación de un nuevo
alcalde. El cambio no sólo significa una nueva autoridad sino también puede llevar asociado
un cambio en la tendencia política del edil. Ambos casos se observaron, e incluso de otras dos
comunas cercanas, en el periodo eleccionario del año 2008: hubo un cambio de los alcaldes y
de su tendencia política, siendo de un partido político opuesto al anterior. Este efecto e
inestabilidad política provoca una serie de transformaciones al interior del gobierno local y de
la práctica política de éste. Se pueden determinar tres momentos: eleccionario y contingente,
adaptación a una nueva situación y de estabilidad al interior del gobierno local.

Durante el periodo eleccionario y contingente, las prácticas sociales agudizan su accionar


clientelar, se reafirman alianzas políticas y se disputan potenciales cargos. Las organizaciones
indígenas no están ajenas a esta contingencia, buscan aliados y botines, es época de promesas
y negociaciones futuras. Los candidatos manifiestan sus posturas frente a la temática
indígena, tanto a nivel de discurso como negociaciones de alianzas políticas. Es un escenario
inestable y de expectativas, la continuidad de las alianzas y relaciones clientelares y de
espacios laborales y políticos en el espacio comunal se ven afectados por la posibilidad del
cambio de la autoridad comunal.

En el momento de la adaptación, está la opción de una continuidad política si la autoridad es


reelegida, pero también es posible un cambio en el actor principal del gobierno local con una
cadena de consecuencias. Esta segunda situación fue observada, identificando repercusiones
inmediatas en las prácticas sociales en el gobierno local, debido en primer lugar por el cambio
de la autoridad y, segundo, de los equipos de trabajo. Esto implica muchas veces una
readecuación de personas en cargos, si son de planta, y renovación, si son de confianza.

Esta situación resta continuidad a cualquier política, programa o proyectos de largo plazo. El
discurso étnico del nuevo municipio tiene implicancia directa en el espacio público que
pueden disponer los indígenas y sus organizaciones. Se observó un cambio de una práctica
social donde lo étnico tiene un espacio privilegiado en una comuna a otro donde se desdibuja
como espacio de participación para sujetos rurales. El espacio continúa pero ya no se realiza
la distinción explícita.

Finalmente, durante la estabilidad, las prácticas sociales comienzan a ser estables y


contextualizadas a la situación de la nueva autoridad. Las líneas de trabajo y de visión se
imponen en el municipio rápidamente. Los estilos de liderazgo y control político se
manifiestan desde el cambio del equipo municipal, ordenamiento de cargos hasta la relación
con instituciones estatales. Los clientelismos se adaptan y comienzan a operar como práctica
social en el nuevo escenario.
A partir de lo observado, se puede suponer que la práctica social en la política diferenciada
para los indígenas puede cambiar de foco, hacia las alianzas clientelares en el nuevo contexto,
sin embargo, la forma finalmente se mantiene.

2. Ratificación del Convenio 169 de la OIT y conflictos regionales

El contexto actual de Chile respecto a la ratificación del Convenio 169 de la OIT y de la


política diferenciada ha creado una manifestación creciente de organizaciones indígenas para
hacer valer los derechos indígenas presentes en el Convenio, ligado también a la necesidad de
transparentar la política pública diferenciada. Esto ha implicado por ejemplo denuncias de
corrupción de los programas para los indígenas, despido de funcionarios que trabajan en
instituciones para los indígenas, entre otros aspectos. A esto se suma una agudización de
conflictos relativos a problemas de tierras y demandas territoriales de algunas organizaciones,
cuya respuesta de parte del gobierno ha sido en algunos casos una política de represión.

El contexto actual respecto a un potencial reconocimiento de los derechos indígenas y una


agudización del conflicto mapuche crea una contingencia difícil de abordar por los actores
locales tanto indígenas como no indígenas, tanto funcionarios públicos como para la
población en general. Junto a esto, los medios de comunicación insisten en promover una
imagen de la Región de la Araucanía como una zona de inestabilidad y conflicto permanente
(toma de tierras, barricadas en las carreteras, ataques incendiarios, encapuchados, etc.),
creando una situación difícil de dilucidar a nivel de prácticas sociales.

Lo que se ha observado es que la contingencia del tema indígena a nivel regional y nacional
tiene un impacto en las percepciones y opiniones de los actores políticos comunales. Por un
lado, los funcionarios municipales señalan su distancia de la situación mapuche en su comuna
frente a otros sectores “del conflicto”, e insisten que los problemas de su territorio se
resuelven con el diálogo. Mientras los líderes y organizaciones tienen una postura similar, sin
embargo ambivalente, al reconocer que la situación está cambiando.

Lo relevante del momento es que emerge la temática indígena, en un contexto confuso para
diferentes actores, donde surgen preguntas como ¿qué implicancias reales tendrá la aplicación
del Convenio 169 de la OIT para los diferentes habitantes de la Araucanía? ¿En qué
cambiarán las políticas diferenciadas para los indígenas? ¿Habrá más recursos? ¿Qué
significan los mecanismos de consulta? ¿Qué pasa con las demandas territoriales de algunas
organizaciones mapuches frente a la población no mapuche que habita la Araucanía y los Ríos
desde más de 100 años?

Reflexión final

A partir de la etnografía del gobierno local de dos comunas, se abordó elementos que
permitan identificar prácticas sociales que se manifiestan en la interacción funcionarios
municipales y beneficiarios indígenas. El contexto donde se desarrollan estas prácticas tienen
el carácter político de distinción de lo étnico, derivado de las demandas y acciones de las
organizaciones indígenas y de la sociedad civil, tanto nacional como internacional, y de
organismos internacionales. Este reconocimiento de los indígenas como sujetos diferentes, y
por lo tanto con derechos diferentes, entre otros aspectos, ha implicado una política social
diferenciada para los indígenas, es decir, programas dirigidos sólo para los indígenas que
llevan aparejado recursos, apoyos económicos, trabajo, entre otros. Pero esta primera etapa de
reconocimiento, está siendo ahora reemplazada por un reconocimiento político de los
derechos indígenas por ejemplo con la ratificación del Convenio 169 de la OIT.

Respecto al primer momento, el reconocimiento que tuvo un impacto en la política


diferenciada para indígenas, tenemos algunas conclusiones de su impacto en las prácticas
sociales que hemos desarrollado como son: fuertes lazos de clientelismo entre los gobiernos
locales y las organizaciones indígenas, disputa y conflictos derivados del accesos a los
“botines” o beneficios por los líderes y organizaciones indígenas que junto a la política
diferenciada ocasionan una mayor desarticulación de la red social indígena y local.

Por otro lado, hay una profundización de las diferencias culturales, al reconocer al otro como
distinto, indígena, con una historia particular, afloran los distintivos étnicos, los estereotipos y
prejuicios que se manifiestan en discriminación y racismo, no sólo hacia los mapuches, sino
también entre mapuches, y de los mapuches hacia los chilenos y colonos. Finalmente, esta
política de diferenciación traducida en recursos económicos sólo para los indígenas, sólo
aborda un aspecto, y no de buena manera (como lo señalan diversas evaluaciones de estos
programas), la pobreza, pero no lo profundo de la sociedad que son los procesos históricos de
dominación.

En el segundo momento del reconocimiento, que estamos viviendo actualmente, el


reconocimiento está avanzando hacia un nivel político, provocando un contexto de
incertidumbre, no se sabe qué es lo que va a pasar y qué impacto va a tener. Lo que es más
claro es que están surgiendo conflictos y enfrentamientos más visibles y mediáticos. Por
ejemplo, las organizaciones indígenas están realizando acciones simbólicas como tomas
coordinadas de terreno en el momento de la puesta en marcha del Convenio 169 de la OIT.
Esto unido a otras acciones como la masiva concurrencia al funeral de un comunero mapuche
(producto de un disparo de la policía/carabinero), lleno de misticismo y religiosidad
tradicional, dan evidencias de un fortalecimiento de la identidad étnica mapuche, y ya no sólo
en las organizaciones más reivindicativas.

Pero por otro lado, este contexto de fortalecimiento y reconocimiento político de lo étnico
tiene un impacto directo en las relaciones cotidianas de las comunas de estudio. En general, se
puede sostener que las relaciones sociales entre los diferentes grupos culturales existentes han
tenido niveles de convivencia y espacios de encuentro, mejores o peores, a pesar de una
historia soterrada de despojo de las tierras mapuches. Sin embargo, con la situación actual, en
el contexto de reconocimiento político, estas diferencias ocultas surgen y se manifiestan en las
relaciones cotidianas de los diferentes sujetos y habitantes de la Araucanía y sus regiones
cercanas.

Esto se expresa finalmente, en que las relaciones interculturales son conflictivas. La política
de reconocimiento, la política social diferenciada para indígenas (desde el año 1993) no ha
significado un cambio profundo en las prácticas y representaciones sociales respecto a la
valoración de lo indígena, de lo mapuche.

Las prácticas de los funcionarios municipales que deben aplicar estas políticas diferenciadas a
los indígenas no transforman las relaciones existentes, sino más bien sólo reproducen, e
incluso profundizan, las relaciones sociales existentes entre los diferentes grupos. Por lo cual,
podemos concluir que es necesario que el reconocimiento de los derechos de los pueblos
indígenas vaya asociado no sólo a programas de beneficios sociales para los indígenas, sino
también a buscar medidas que aborden los problemas derivados de una política histórica de
relación, que aporte a la ciudanización de la población, a la democratización de las relaciones,
que aporte a ver al otro como igual, con su historia, con sus problemas, en pro de la
convivencia social real.
Bibliografía

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