You are on page 1of 12

La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 1 de 12

Serie: La Doctrina Bíblica del Infierno


21 de Septiembre, 2008
Por Sugel Michelén

EL INFIERNO OBJETADO Y VIDICADO

Introducción:

Hoy tengo por delante una tarea sumamente difícil como predicador, porque
debo exponer un tema que todos necesitamos escuchar, pero el que seguramente la
mayoría de nosotros quisiera evitar. Me refiero a la doctrina bíblica del infierno,
probablemente la más ofensiva y perturbadora de la fe cristiana.

Si hay un elemento que muchos quisieran eliminar por completo de las


Sagradas Escrituras es la enseñanza de que todos los seres humanos que han vivido
y vivirán comparecerán algún día ante el tribunal de Dios, y millones de ellos serán
condenados por causa de sus pecados a sufrir un castigo del que nunca podrán
escapar por los siglos de los siglos.

Sin embargo, este es un aspecto de la verdad bíblica que debemos proclamar


con urgencia, porque no existe un peligro mayor del cual los hombres deban ser
advertidos.

Ningún personaje de las Escrituras habló más del infierno que nuestro Señor
Jesucristo. De los 1870 versículos en los que se recogen las palabras de Jesús en el
NT, 13% de ellos se refieren al juicio de Dios o al infierno. Más de la mitad de las
parábolas que se recogen en los evangelios tocan estos temas de un modo u otro.

Y de las doce veces que la palabra Gehenna se usa en el NT, una palabra que
presenta una imagen aterradora de lo que es el infierno como veremos más
adelante, once de ellas fueron pronunciadas por Cristo mismo.

De manera que, independientemente del impacto emocional que este tema


produce en nosotros, y de lo ofensivo que pueda resultar a la mente de muchos, es
imposible ser fiel a la encomienda de proclamar todo el consejo de Dios, y al
mismo tiempo evadir la doctrina bíblica del infierno.

Aparte de que es una gran misericordia de Dios poder advertir a muchos que
todavía tienen la oportunidad de escapar de abrazar por la fe la salvación que Dios
ofrece en Cristo a todo aquel que cree.
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 2 de 12

Pero antes de pasar a considerar lo que la Biblia enseña sobre el infierno, en la


mañana de hoy quisiera responder algunas de las objeciones que usualmente se
levantan en contra de esta doctrina. Y una de las más comunes es que un Dios de
amor no puede ser al mismo tiempo un Dios que juzga y castiga.

I. “UN DIOS DE AMOR NO PUEDE SER AL MISMO TIEMPO UN


DIOS QUE JUZGA Y CASTIGA”:

Esta objeción parte de una presuposición muy común, sobre todo en la sociedad
occidental, y es que si existe un Dios, debe ser un Dios de amor. Por supuesto,
también presuponen que si Dios es un Dios de amor no puede ser al mismo
tiempo un Dios que juzga y castiga.

Ahora, yo me pregunto, ¿por qué tantas personas en occidente asumen que si


Dios existe debe ser un Dios de amor? ¿De dónde sacaron esa idea? Porque
muchas de esas personas son las que luego cuestionan el amor de Dios cada vez
que ocurre una tragedia.

Pero en el mundo ocurren a diario muchas tragedias. ¿Por qué la mayoría de las
personas en occidente asumen que si Dios existe debe ser un Dios de amor? La
respuesta es: por la influencia del cristianismo. El cristianismo es la única
religión mayoritaria que cree en un Dios que tiene tal amor por Sus criaturas
rebeldes que vino al mundo a sacrificarse por ellas.

Los musulmanes, por ejemplo, no ven a Dios de ese modo. De hecho, para ellos
es sumamente ofensivo que una persona afirme tener con Dios una relación de
intimidad y amor. Y los budistas ni siquiera creen en la existencia de un Dios
personal.

De modo que esta idea de que Dios es amor es una influencia de la cosmovisión
bíblica en la sociedad occidental. La Biblia enseña que Dios es amor, en 1Jn. 4:8
y 16; no simplemente que Él ama o que expresa Su amor, sino que el amor es
parte esencial de Su naturaleza.

Sin embargo, en esa misma carta Juan nos dice que Dios es luz (1Jn. 1:5). Así
como el amor es una parte esencial de Su naturaleza, así también lo es Su
rectitud moral. De modo que Dios no deja de ser santo y justo para poder amar,
ni deja de amar para poder ser santo y justo.
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 3 de 12

En otras palabras, Su amor no excluye Su justicia, así como Su justicia no


excluye Su amor. Vayamos por un momento a uno de los pasajes más conocidos
del NT sobre el amor de Dios: Juan 3:16.

La perdición de los pecadores es lo que sirve de telón de fondo al amor de Dios


en este texto: Dios amó tanto al mundo que diseñó un plan de salvación
sumamente costoso para librar a pecadores de la condenación que merecen; por
eso continúa diciendo: vers. 17-18.

De manera que el amor y la justicia de Dios no son conceptos que se


contraponen el uno al otro en las Sagradas Escrituras. Pero no solo eso.
Precisamente porque Dios es amor Él no puede permanecer indiferente ante el
pecado y la maldad.

Como bien ha dicho alguien: “Todas las personas que realmente aman, en
ocasiones se llenan de ira, no a pesar de que aman, sino más bien por causa de
ese mismo amor. Si amas a una persona y ves a alguien que lo está arruinando –
aún sean él mismo [quien esté provocando su propia ruina] – eso te provoca ira”
(T. Keller; The Reason for God; pg. 73).

El sentimiento que se opone al amor no es la ira, sino el odio; y la indiferencia


no es otra cosa que odio disfrazado. El verdadero amor no puede permanecer
indiferente ante la crueldad, la violencia, la injusticia. Precisamente porque Dios
es amor Él muestra Su ira contra el pecado en todas sus manifestaciones.

Y en este punto es importante señalar que la ira de Dios no es una explosión


ciega de rabia, sino más bien Su absoluta y activa oposición contra el cáncer del
pecado que destruye a la raza humana creada a Su imagen y semejanza.

Dios creó el mundo para que funcionara de cierta manera, lo que produciría ese
estado de cosas que los hebreos llamaban shalom. Esa palabra suele traducirse
como “paz”, pero el concepto hebreo es mucho más amplio. Como bien señala
C. Plantinga: “En la Biblia shalom significa florecimiento, integridad y deleite
universales” (C. Plantinga; El Pecado; pg. 36).

Pero el pecado es un intruso que destruye a final de cuentas el shalom, destruye


todo el verdadero deleite y bienestar que experimentaríamos en el mundo si las
cosas fueran como debieran ser. Como dice Plantinga: “El pecado es una ruptura
culpable del shalom” (pg. 41). De modo que cuando ese pecado no es
debidamente castigado no se está amando más, sino menos.
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 4 de 12

Ese es uno de los problemas más graves que está afectando a nuestra nación
actualmente. En gran medida nuestro país está como está porque muchos
malhechores no son debidamente castigados por la justicia. La falta de acción de
las autoridades competentes no es una muestra de amor hacia la ciudadanía, sino
todo contrario.

Pero Dios es amoroso y justo, y de ningún modo tendrá por inocente al culpable.
Por eso diseñó un plan de salvación sumamente costoso, para poder otorgar el
perdón sin pasar por alto Su justicia: Su propio Hijo, la segunda Persona de la
Trinidad, sustituye a pecadores culpables en la cruz del Calvario “para que
todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.

He ahí el más grande ejemplo del amor de Dios, pero ahí también el mayor
ejemplo de Su justicia. La Biblia no se contradice en ningún sentido al
revelarnos a un Dios de amor que es al mismo tiempo un Dios que juzga y
castiga.

Otra objeción que algunos levantan en contra de esta doctrina es que la


existencia del infierno contradice la actitud que Dios ordena a Sus hijos tener
hacia aquellos que les hacen daño. “¿Cómo puede ser que un Dios que nos
manda perdonar, al mismo tiempo tome venganza de Sus enemigos enviándolos
al infierno?”

II. “UN DIOS QUE NOS MANDA PERDONAR NO PUEDE


VENGARSE DE SUS ENEMIGOS ENVIÁNDOLOS AL
INFIERNO”:

Noten que una vez más esta objeción tiene como punto de partida una enseñanza
bíblica. En el Sermón del Monte Jesús enseñó claramente cómo debemos
responder hacia aquellos que nos hacen mal:

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.


Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os
persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que
hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?
¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros
hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los
gentiles? (Mt. 5:43-47).
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 5 de 12

Nuestro Dios hace salir Su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e
injustos. En otras palabras, Él le hace mucho bien a personas que le aborrecen, y
si nosotros somos Sus hijos debemos responder de la misma manera. Pero esta
enseñanza de ningún modo contradice la doctrina bíblica del infierno, sino que
más bien la complementa. Permítanme explicar a qué me refiero.

La Biblia enseña que el hombre fue creado a la imagen de Dios, y debido a ese
hecho todos traemos de fábrica un sentido de justicia que exige la recompensa
del bien y el castigo del mal. Hay un impulso innato en el hombre que lo mueve
poderosamente a desear que el criminal pague por su crimen.

¿Cómo podemos manejar adecuadamente ese sentido de justicia, sobre todo


cuando somos nosotros los que recibimos el impacto o la consecuencia del mal
que se ha cometido?

La respuesta de la Biblia es: sigue el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué


hizo Jesús cuando fue sometido al trato más injusto que ser humano alguno haya
podido experimentar? El apóstol Pedro responde en 1P. 2:21-23:

“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por
nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo
pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no
respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino
encomendaba la causa al que juzga justamente”.

Él no sólo se abstuvo de devolver mal por mal, sino que al mismo tiempo se
acogió a la justicia de Dios. Algún día todo pecado será debidamente castigado;
y es la conciencia de esa realidad la que nos permite esperar con paciencia, y
aún dedicarnos a hacerle bien al que nos hace mal, en vez de tomar la justicia en
nuestras propias manos. Esa es la misma enseñanza de Pablo en Rom. 12:

“No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los
hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con
todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino
dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo
pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer;
si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego
amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el
bien el mal” (Rom. 12:17-21).
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 6 de 12

A final de cuentas, lo que buscamos con esa conducta es que el mal sea vencido,
no solo en nosotros, sino también en el otro. El anhelo de todo hijo de Dios es
que el malhechor se arrepienta de sus pecados y sea salvo. Pero al mismo
tiempo solo podremos calmar nuestro legítimo sentido de justicia descansando
en la justicia de Dios.

El teólogo croata Miroslav Volf, que ha vivido la violencia en los Balcanes, dice
lo siguiente al respecto: “Si Dios no estuviera airado contra la injusticia y el
engaño, y no pusiera punto final a la violencia – ese Dios no sería digno de
adoración… El único medio para prohibir que recurramos a la violencia por
nosotros mismos es insistir en que la violencia solo es legítima cuando viene de
Dios” (cit. por Keller; pg. 74).

“Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Según Volf, no creer en un


Dios que castiga debidamente el pecado “secretamente nutre la violencia”. Me
llamó la atención una cita que leí recientemente del poeta polaco Czeslaw
Milosz, ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1980.

Él comentaba el hecho de que Carlos Marx había llamado a la religión “el opio
de los pueblos”, ya que, supuestamente, la creencia en otra vida movía a los
pobres y a la clase obrera a no hacer nada contra la injusticia social.

Pero, sigue diciendo Milosz, “ahora estamos siendo testigos de una


transformación. El verdadero opio de los pueblos es la creencia de que después
de la muerte no hay nada más – el enorme consuelo de pensar que todas nuestras
traiciones, avaricias, cobardías y asesinatos no serán juzgadas” (cit. por Keller;
pg. 75).

La realidad de que al final de esta vida tendremos que comparecer ante el juicio
de Dios, y que allí cada cual recibirá lo que merece, es lo que a final de cuentas
le da sentido a toda demanda ética y moral. Como dijo en cierta ocasión
Dostoyevski, “sin Dios, todo es permitido”.

Pero hay algo más que quiero decir con respecto a esta objeción, y es que si bien
es cierto que Dios enviará al infierno a todos aquellos que mueran enemistados
con Él, también es cierto que tales personas recibirán lo que escogieron
voluntariamente.

Yo sé que esto suena muy duro y cruel, pero esa es la horrible realidad del
pecado.
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 7 de 12

Tim Keller lo explica de esta manera: El hombre fue creado para disfrutar de la
presencia de Dios; cuando el pecador rehúsa buscar su satisfacción en Él,
entonces tiene que buscarla en un montón de otras cosas: la fama, el dinero, los
amigos, las diversiones, el sexo ilícito, las drogas, el alcohol, el juego.

El problema es que todas esas cosas son adictivas, porque cada vez satisfacen
menos y, por lo tanto, cada vez se necesitan en mayor medida; y mientras más
se hunden en su adicción, más se aíslan de los demás y más se engañan a sí
mismos para poder calmar sus conciencias.

De manera que el pecador se encuentra en un círculo vicioso de egocentrismo,


aislamiento, engaño y auto compasión – todo el mundo es culpable de su vida
desgraciada.

Pero cuando se le quiere libertar de esa esclavitud presentándoles la opción de


humillarse ante Dios y someterse a Su santa y perfecta voluntad, ellos prefieren
su “libertad” (como ellos la definen) antes que la salvación.

Como Keller: Es tal el engaño que ellos piensan que si viven para glorificar a
Dios “de alguna manera perderán poder y libertad, pero en una suprema y
trágica ironía, su elección termina arruinando su propio potencial para la
(verdadera) grandeza” (Keller; pg. 79).

En otras palabras, ellos eligen voluntariamente su propia ruina. Noten como


Cristo describe la condenación en Jn. 3:19-20. O como dice Pablo en Rom. 1:24,
el hombre decide librarse de Dios, y Él los entrega a sus propios deseos, no solo
aquí en esta tierra, sino por toda la eternidad.

Aquellos que desearon de todo corazón mantener a Dios lo más lejos posible de
sus vidas, recibirán eternamente lo que tanto desearon. Eso es el infierno (comp.
Mt. 25:41: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles”).

Por eso decía C. S. Lewis que “en última instancia sólo hay dos tipos de
personas: los que dicen a Dios ‘hágase tu voluntad’ y aquellos a quien Dios dirá,
al fin (de la historia), ‘hágase tu voluntad’. Todos los que están en el infierno lo
han elegido. Sin esta opción personal no habría infierno” (The Great Divorce;
pg. 69).
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 8 de 12

Pero aún queda una objeción que no quisiera dejar sin respuesta y es la de
aquellos que ven el infierno como un castigo injusto, porque Dios castigará
eternamente pecados que se cometieron en el tiempo.

III. “UN DIOS JUSTO NO PUEDE CASTIGAR ETERNAMENTE LOS


PECADOS QUE SE COMETEN EN EL TIEMPO”:

Y una vez más, se trata de una objeción que tiene como trasfondo la enseñanza
de las Escrituras. La Biblia enseña que el castigo que se impone a los
malhechores debe ser proporcional a la falta cometida; y también enseña el
castigo eterno de aquellos que mueran en sus pecados.

¿Cómo podemos congeniar estas dos cosas? ¿Es acaso justo castigar
eternamente pecados temporales? Esta objeción no toma en cuenta una serie de
factores que Dios sí tomará en cuenta en el día del juicio.

En primer lugar, los crímenes no se castigan tomando en cuenta el tiempo que


lleva cometerlos; ni siquiera la justicia terrenal actúa de ese modo. Un segundo
es suficiente para apretar el gatillo y cometer asesinato, pero la sociedad espera
que al homicida se le imponga la pena máxima.

Lo que se toma en cuenta no es el tiempo que lleva matar, ni siquiera el


asesinato en sí, sino el ser que fue dañado en ese crimen. Si un ladrón entra a
robar y mata al dueño de la casa no se le impondrá el mismo castigo de haber
matado al gato o al perro.

El problema del pecado es que se trata primariamente de una ofensa contra Dios
y Dios es infinitamente digno de ser adorado y obedecido. Todo pecado que el
hombre comete merece una pena infinita.

Esa no es la perspectiva que el hombre tiene del pecado; el problema, mi amigo


es que esa es la perspectiva del Juez que te juzgará algún día, el Cual posee
derecho pleno para dar un veredicto; Él es un Juez perfectamente santo y justo y
es al mismo tiempo la parte ofendida.

Alguien hizo en cierta ocasión una pregunta interesante: ¿Cuál será la mejor
manera de evaluar cuán horroroso es un crimen? ¿Haciendo una encuesta a un
grupo de criminales condenados a muerte y preguntándoles cuál es el castigo
que ellos consideran justo o entrevistando a los cientos de madres, esposas,
padres, hijos, amigos que han perdido a un ser querido por asesinato?
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 9 de 12

Por otra parte, la extensión del castigo que el pecador merece sólo puede ser
objetivamente evaluada cuando contemplamos en su justa dimensión lo que es
una vida dedicada al pecado.

Si el mandamiento más importante de la ley es amar a Dios con todo nuestro


corazón, toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas, entonces ningún ser
humano, con la única excepción de Cristo, ha cumplido ese mandamiento ni
siquiera por diez segundos de corrido.

Y lo mismo ocurre cuando pensamos en el mandamiento que le sigue en


importancia: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. De manera que nos
pasamos la vida entera violando los dos mandamientos más importantes de la
ley de Dios y, por lo tanto, la culpa humana es enorme, aún en el caso de
aquellos que llevan una vida moral y decente a los ojos de la sociedad.

Cada pecado que el hombre comete es una traición infinita, como dice alguien,
porque es una afrenta contra ese Dios infinito que es digno de ser amado y
obedecido con todo el corazón, con toda nuestra mente y con todas nuestras
fuerzas.

Cada pecado implica una declaración de guerra contra el Rey indisputable del
Universo; cuando decidimos desobedecer le estamos diciendo a ese Soberano,
consciente o inconscientemente: “Yo no te amo y no estoy dispuesto a someter
mi voluntad a la Tuya”.

Pero hay algo más que debemos tomar en cuenta, y es que todo luce indicar que
en el infierno los pecadores permanecerán odiando eternamente a Dios y, por lo
tanto, eternamente mereciendo su condenación. No tenemos ni idea de lo que
puede significar para un ser humano vivir eternamente sin el freno de la gracia
común de Dios actuando en ellos.

En Ap. 22:11, ya concluyendo el libro, encontramos estas extrañas palabras:


“Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja
que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose”.

Esto, por supuesto, no es un estímulo para que el pecador siga pecando. Una y
otra vez Dios llama a los hombres en Su Palabra para que se vuelvan de sus
caminos hacia Él.
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 10 de 12

“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está
cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y
vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el
cual será amplio en perdonar” (Is. 55:6-7).

Pero Dios está advirtiendo al concluir Su Palabra del peligro que corren aquellos
que rechazan continuamente la oferta del evangelio, porque llegará un momento
en que ese llamado de gracia cesará por siempre, y será como decirle al pecador:
“Sé tan malo e impuro como quieras, porque de ahora en adelante es todo lo que
serás” (Siegbert W. Becker; Apocalipsis, Un Cántico Triunfal; pg. 422).

En Ap. 16 encontramos una escena terrorífica: la de un grupo de hombres


recibiendo el justo castigo de Dios, y aún así blasfemando en Su contra. Todo
luce indicar que así será cuando estén en el infierno.

Conclusión:

He aquí algunas de las objeciones más comunes que se levantan contra esta
doctrina y algunas de las respuestas que podemos dar a cada uno de ellas. No
obstante, yo sé que por más argumentos que presentemos, si importar que tan
buenos y lógicos puedan ser, la realidad del infierno sigue siendo abrumadora.

Y no puede ser de otra manera, porque el hombre no fue creado para pasar la
eternidad en un lugar tan terrible. El veredicto que escucharán los pecadores
impenitentes en aquel día, según el Señor en Mateo 25, establece esta verdad sin
lugar a dudas: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41).

El infierno no fue creado originalmente para el hombre. Los seres humanos


fueron creados para vivir en comunión con Dios y disfrutar eternamente con Él en
gloria. “Venid, benditos de mi Padre – dice el Señor a los creyentes en ese mismo
pasaje de Mateo, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación
del mundo” (Mt. 25:34).

Aún el mismo Cristo, estando en el huerto de Getsemaní, se angustió en gran


manera ante la expectativa de padecer la horrible agonía de ser desamparado por Su
Padre al cargar con nuestros pecados. Pero el infierno es una realidad que no
podemos eliminar, por más terrible y perturbador que nos parezca.
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 11 de 12

C. S. Lewis dijo una vez él pagaría cualquier precio con tal de poder eliminar
esta enseñanza de las Escrituras. Pero un poco más adelante añadió: “Con excesiva
locuacidad he dicho hace un momento que yo pagaría cualquier precio con tal de
eliminar esta doctrina… (Pero yo) no podría pagar ni la milésima parte del precio
que ya Dios pagó para eliminar el hecho” (C. S. Lewis; El Problema del Dolor; pg.
119).

No, esta doctrina no puede ser erradicada de la Biblia porque el infierno es una
realidad que todo hombre debe conocer. Por eso Dios colocó en todo hombre una
conciencia que le grita a voces que el mal debe ser debidamente castigado (Rom.
1:32).

Pero Dios sí pagó un precio extraordinario para que pecadores culpables


pudiesen escapar de su justa condenación.

Hace un momento decíamos que el pecado merece un castigo infinito por ser
una afrenta contra el Dios infinito. Pero esto también significa que ningún ser
humano podría ser salvado, a menos que un Ser infinito tomara su lugar y pagara
Su deuda.

Pues he ahí, mi amigo, la extraordinaria noticia del evangelio: el Dios del cielo
se hizo Hombre y aceptó voluntariamente padecer el infierno en la cruz del
Calvario, “para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Jn. 3:16).

¿Quieres saber qué tan horrible es el infierno? Mira al Dios encarnado


padeciendo la terrible agonía de la cruz, y tendrás una idea aproximada del peligro
tan grande en que te encuentras si mueres en tus pecados. Tal sacrificio solo puede
ser explicado a la luz de una gran condenación.

Pero ¿quieres saber qué tan grande es el amor de Dios? Entonces, vuelve y mira
a Jesús, el Dios encarnado, muriendo en lugar de pecadores culpables que le
aborrecían, y entonces tendrás una idea aproximada de ese amor.

Mi amigo, yo te ruego, no abandones este lugar enemistado con Dios. El hecho


de que estés hoy aquí escuchando estas cosas es una gran misericordia. Pero tienes
que acogerte a esa misericordia por medio de la fe, confiando únicamente en Cristo
y Su obra perfecta de redención para el perdón de todos tus pecados.
La Doctrina del Infierno Objetada y Vindicada / Página 12 de 12

La oferta de gracia sigue disponible para ti; no la menosprecies, porque el día


llegará cuando los pecadores tendrán que tratar con Él como su Juez y no podrán
acogerse a Su misericordia nunca más.

You might also like