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Ideal Materialismo
INTRODUCCION
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Jaque al Ideal Materialismo
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Introducción
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Cap.1: El Hombre, animal religioso
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EL HOMBRE, ANIMAL RELIGIOSO
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Cap.1: El Hombre, animal religioso
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Cap.1: El Hombre, animal religioso
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Cap. 2: Entre el saber y el imaginar
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ENTRE EL SABER Y EL IMAGINAR.
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Cap. 2: Entre el saber y el imaginar
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Cap. 3: Primeros teorizantes del Ideal-Materialismo
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PRIMEROS TEORIZANTES DEL
IDEAL-MATERIALISMO
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Cap. 3: Primeros teorizantes del Ideal-Materialismo
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Cap. 3: Primeros teorizantes del Ideal-Materialismo
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Cap. 3: Primeros teorizantes del Ideal-Materialismo
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Cap. 3: Primeros teorizantes del Ideal-Materialismo
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Cap. 4: Conócete a tí mismo
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CONOCETE A TI MISMO
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Cap. 4: Conócete a tí mismo
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Cap. 5: La caverna de Platón
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LA CAVERNA DE PLATÓN
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Cap. 5: La caverna de Platón
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Cap. 6: El realismo aristotélico
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EL REALISMO ARISTOTÉLICO
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Cap. 6: El realismo aristotélico
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Cap. 7: La gran Promesa de Dios
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LA GRAN PROMESA DE DIOS
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Cap. 7: La gran Promesa de Dios
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Cap. 8: La Blioteca de Alejandría, puente entre culturas
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LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRIA, PUENTE
ENTRE CULTURAS.
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Cap. 8: La Blioteca de Alejandría, puente entre culturas
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Cap. 8: La Blioteca de Alejandría, puente entre culturas
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Cap. 9: Un Judío contemporáneo de Cristo.
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UN JUDIO CONTEMPORÁNEO DE CRISTO
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Cap. 9: Un Judío contemporáneo de Cristo.
to de Dios pero muy próximo a El, algo así como su hijo pri-
mogénito o su fiel imagen con capacidad creadora. Ello no
quiere decir que, para Filón, el Logos sea Dios puesto que es
inferior a El, pero como la principal derivación de Él mismo,
tal como si se hallara en la frontera que separa lo increado de
lo creado. No es autosuficiente como Dios, ni engendrado
como los hombres, sino intermedio entre los dos extremos.
Es superior a todas las criaturas, en cuya creación, actividad
y desarrollo interviene.
Entre las criaturas, además de los astros, los seres huma-
nes, los animales y las plantas, coloca Filón a los ángeles y,
también al Logos, superior a todo lo demás y como rector del
mundo de las ideas platónicas; mundo al que, en honor a la
verdad, no logra diferenciar del cabalístico mundo de los nú-
meros, situado por Pitágoras en la esencia de la realidad.
Ambos supuestos mundos, recordémoslo, carecen de una mi-
nímamente aceptable demostración y, por lo tanto, pueden
ser situados en el archivo de lo que llamamos
ideal-materialismo.
Filón vivió empeñado en reformar la filosofía griega tradi-
cional adaptándola a las exigencias de la Palabra de Dios de
forma que la fe judía pudiera ser aceptada por los más fieles
discípulos de Platón o Aristóteles, en el marco de las nuevas
circunstancias derivadas del imperialismo romano. “Su am-
bición es, precisamente, unir la religión de Israel a la cultura
griega, en el marco de la ciudadanía romana. Equivalía a in-
tentar en favor del judaísmo lo que el cristianismo realizaría
cuatro siglos más tarde”. Danielou.
Por demás, aporte original de la obra de Filón fue marcar
una especie de contracorriente en el pensamiento de su épo-
ca: en la cultura grecolatina de su tiempo, la reflexión acadé-
mica (antropocéntrica) iba del hombre a lo divino, como de
abajo a arriba; Filón, por el contrario, inicia y desarrolla su
camino de reflexión desde la creencia en un Dios único y om-
nipotente con derivaciones hacia todos los campos de la vida
y del conocimiento: es la suya una concepción Teocéntrica,
desde Dios, principio de todas las cosas, hacia el hombre
como intérprete y administrador de lo terreno; es, pues, un lí-
nea de conocimiento desde arriba hacia abajo en la línea de
un monoteísmo sin fisuras.
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Cap. 10: La venida al Mundo del Hijo de Dios
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LA VENIDA AL MUNDO DEL HIJO DE DIOS
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Cap. 10: La venida al Mundo del Hijo de Dios
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Cap. 10: La venida al Mundo del Hijo de Dios
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Cap. 11:El Logos y la acción creadora
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EL LOGOS Y LA ACCION CREADORA
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El Logos y la acción creadora
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MIRAD CÓMO SE AMAN
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leza del Espíritu (Ez 36, 27) y les recuerda que, con ello, se
cumplía lo adelantado en las Sagradas Escrituras: “Dijo el
Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus
enemigos por escabel de tus pies” (Sal 110, 1).
Factor determinante de las primeras y multitudinarias con-
versiones fue la directa percepción de la asombrosa e innega-
ble trasformación de cuantos habían vivido de cerca la vida,
pasión muerte y resurrección de Cristo: obraban prodigios,
aparecían revestidos de fuerte personalidad y hablaban al co-
razón de forma que todos ellos les entendían: ¿Qué había
ocurrido para un cambio así en “hombres sin instrucción ni
cultura” (Hch 4,13)? Para ellos resultó indudable que lo su-
cedido era lo que estaban esperando para vivir en consecuen-
cia. Y, de hecho, así fue con carácter general: “La multitud de
los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma.
Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en
común. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la
resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran sim-
patía. No había entre ellos ningún necesitado porque todos
los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe
de la venta y los ponían a los pies de los apóstoles y se
repartía a cada uno según sus necesidades” (Hch 4, 32-35).
Pronto, al equipo apostólico se incorporó la arrolladora
personalidad de Saulo de Tarso, que había sido testigo y
cómplice del injustificado y cruel apedreamiento de Esteban;
por aquel entonces, en todo el ser del fariseo, cual se sentía el
joven Saulo, se agitaba la furia anticristiana de forma que
“respirando todavía amenazas y muertes contra los discípu-
los del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas
para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algu-
nos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera
llevar atados a Jerusalén” (Hch 9, 1-2). Sabemos que esa pa-
sión cambió radicalmente de signo en ese mismo viaje a Da-
masco en cuanto el Señor Jesús, haciéndole caer del caballo e
imprimiendo en sus ojos nueva luz, le “llenó del Espíritu
Santo” (Hch 9,17) e hizo de él “un instrumento de elección
para llevar su Nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos
de Israel” (Hch 9, 15). Él mismo nos lo cuenta así: “Yendo
de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el mediodía,
me envolvió de repente una gran luz venida del cielo; caí al
suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me
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Cap. 12: Mirad cómo se aman
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Cap. 12: Mirad cómo se aman
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Cap. 12: Mirad cómo se aman
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Cap. 13: Exégetas, herejes y Padres de la Iglesia
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EXÉGETAS, HEREJES Y PADRES DE LA
IGLESIA
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Cap. 13: Exégetas, herejes y Padres de la Iglesia
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Cap. 13: Exégetas, herejes y Padres de la Iglesia
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Cap. 13: Exégetas, herejes y Padres de la Iglesia
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Cap. 13: Exégetas, herejes y Padres de la Iglesia
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Cap. 14: Desde el martirio al reconocimiento social
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DESDE EL MARTIRIO AL
RECONOCIMIENTO SOCIAL
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Cap. 14: Desde el martirio al reconocimiento social
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Cap. 15: El realismo cristiano y el poder político
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EL REALISMO CRISTIANO Y EL PODER
POLITICO
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Cap. 15: El realismo cristiano y el poder político
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Cap. 16: Hispania romana y cristiana
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HISPANIA ROMANA Y CRISTIANA
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Cap. 16: Hispania romana y cristiana
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Cap. 16: Hispania romana y cristiana
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Cap. 17: Dad a Dios lo que es de Dios
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DAD A DIOS LO QUE ES DE DIOS
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Cap. 17: Dad a Dios lo que es de Dios
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Cap. 17: Dad a Dios lo que es de Dios
San Pablo ya les había dicho tres siglos atrás: “La cólera
de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusti-
cia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia,
puesto que lo de Dios se puede conocer está en ellos mani-
fiesto: lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se
deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eter-
no y su divinidad de forma que son inexcusables; porque, ha-
biendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le
dieron gracias, antes bien se ofuscaron en vanos razonamien-
tos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sa-
bios se volvieron estúpidos y cambiaron la gloria del Dios
incorruptible por una representación en forma de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles”. (Rom 1,
18-23)
En ese orden de ideas y desde la óptica del simple sentido
común, Salustio (86-35 a.C.), antes de la aparición del cris-
tianismo había hecho esta perogrullesca observación: Un
imperio se retiene fácilmente con las mismas artes con las
que se consiguió al principio. Pero cuando hacen acto de pre-
sencia la pereza en lugar del esfuerzo, el descontrol y la arro-
gancia en lugar de la autodisciplina y la equidad, junto con
las costumbres cambia la fortuna. De ese modo, el poder pasa
siempre del menos bueno al mejor”. C.Cat., I-II 6.
Sin ignorar las calamidades ni los serios peligros que pue-
den sobrevenir, los cristianos, “sencillos como palomas, pru-
dentes como serpientes” (Mt. 10,16), responden a los
desafíos del presente y forjan su futuro tratando de no desvir-
tuar los hechos y haciendo el bien. Los de aquel tiempo po-
drían responder a las invectivas de quienes reniegan de
enfrentarse humilde y valientemente a la realidad: vendrán
los bárbaros no peores que vosotros, podrán destruir todo lo
de antaño que os parece grandioso y cantar victoria con sus
despojos; pero será una victoria tan superficial, tan superfi-
cial… que terminará por desvanecerse ante el soplo de una
forma de vivir que sin desmayo y con mucho amor no deja de
seguir las huellas de Aquel que todo lo hizo bien: es la histo-
ria de la Iglesia (Esposa de Cristo, agrupación de los fieles
cristianos) con su alma de misterio y de vida eterna.
San Ambrosio (340-397) y san Agustín (354-430), dos
grandes personajes de aquella convulsa y aleccionadora épo-
ca, ambos reconocidos como doctores de la Iglesia, se aplica-
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Cap. 17: Dad a Dios lo que es de Dios
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Cap. 17: Dad a Dios lo que es de Dios
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Cap. 18: La impronta gótica en el Realismo Cristiano
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LA IMPRONTA GOTICA EN EL
REALISMO CRISTIANO
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Cap. 19: Los concilios de Toledo y la "voz del Pueblo"
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LOS CONCILIOS DE TOLEDO Y LA
"VOZ DEL PUEBLO”
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Cap. 20: Cristianos y musulmanes
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CRISTIANOS Y MUSULMANES
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sucitó al tercer día. San Pablo entendió esto último tan clara-
mente que, sin tapujos ni rodeos, hizo de ello el fundamento
de toda la fe católica: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra
predicación, vana también vuestra fe. Y somos convictos de
falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra
Dios, que resucitó a Cristo” (1 Co 15, 14-15).
Desde el principio, no faltaron herejes (falsos cristianos)
que, más amigos de divagar que de vivir responsablemente el
mandamiento del amor, se quedaban con la ejemplaridad del
Cristo Hombre sin reconocer que el excepcional amor del
que dio sobradas pruebas era lo esencial de su condición de
Dios-Hombre, que llegó a presentarse como tal y que tal su
divinidad es del mismo carácter y nivel que la divinidad del
Padre y del Espíritu Santo (tres Personas distintas y un solo
Dios verdadero). Entre estos herejes son los arrianos los que,
directamente, más influyeron en la marcha de la historia anti-
gua y medieval durante no menos de trescientos años; por
ello no es de extrañar que reminiscencias arrianas formaran
parte de la síntesis religiosa que se propuso realizar Mahoma,
reconocido como principal profeta por los musulmanes o
fieles al Islam (sinónimo de “sumisión”).
Desde el mandamiento evangélico del Amor, no es propio
de los buenos cristianos odiar a los musulmanes, quienes,
desde la sinceridad de su corazón, adoran al mismo Dios que
nosotros. Es la propia Iglesia la que nos lo recuerda cuando
dice: «La Iglesia mira también con aprecio a los musulma-
nes, que adoran al único Dios, viviente y subsistente, miseri-
cordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que
habló a los hombres.» (Vaticano II, Nostrae Aetate, 2.). Ello
no impide que, a fuer de prudentes, tengamos en cuenta que
prescripción esencial de la doctrina musulmana es el Yihad,
(equivalente a infatigable esfuerzo), tantas veces enarbolado
como bandera del imperialismo (o fundamentalismo religio-
so) y por muchos presentado como equivalente a una “guerra
santa” sin cuartel al “infiel”, lo que no es más que una de las
más torticeras justificaciones del terrorismo.
Para los musulmanes no existe otra verdad que la “revela-
da en el Corán”: Alá es Alá y Mahoma su profeta. Será una fe
incompatible con cualquier personal interpretación, simple
porque está expresada en conceptos (los versículos del Co-
rán) aplicables en su literalidad a cualquiera de los asuntos de
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Cap. 20: Cristianos y musulmanes
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Cap. 20: Cristianos y musulmanes
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Cap. 21: Entre el querer saber y el creer
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ENTRE EL QUERER SABER Y EL CREER
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Cap. 21: Entre el querer saber y el creer
mucho que sea “Más sutil y más erudito que nunca”, como él
mismo se confiesa.
Desde esa “erudición y sutileza” Abelardo llegó a colocar
arriesgadas interpretaciones y proposiciones propias sobre
la Santísima Trinidad y la Naturaleza de Cristo por encima
de la Fe y la ortodoxia que respaldan la Tradición, el legado
de los Padres y Doctores de la Iglesia, lo definido por los
concilios y la inapelable autoridad del sucesor de Pedro.
También parece que colocaba el amor a su Eloísa por encima
de todo lo humano y divino.
La gente generosa y sencilla de entonces, como la gente
sencilla de ahora, que vive su fé y el diario acontecer sin
“freudianas” complejidades y, también, sin desbordadas eru-
diciones y sutilezas, producto de lo que estamos llamando
corporativismo académico, mira hacia el cielo, ama y cree.
Así lo hacía san Bernardo de Claraval, sabio y místico que
resultó ser el principal replicante que, en vida tuvo el ilustre y
atormentado Abelardo: “¿Qué nos enseñan los santos após-
toles? No a leer a Platón o a darle vueltas y más vueltas a las
sutilezas de Aristóteles… Ellos (los apóstoles) me han ense-
ñado a vivir ¿crees tú que es pequeña cosa lo de saber vivir?”
(S.Bernardo. Sermón 1-3). Y critica san Bernardo lo que po-
demos llamar corporativismo académico en donde “la inteli-
gencia humana usurpa todo para ella y no reserva nada para
la Fe; pretende volar demasiado alto sin querer ver que la
búsqueda sobrepasa con mucho sus posibilidades” …y, refi-
riéndose específicamente a Abelardo, le reprocha : “Hablas
de la Trinidad siguiendo a Arrio; si hablas de la Gracia,
copias a Pelagio, si de la persona de Cristo, te pierdes con
Nestorio”.
Es san Bernardo un sabio cristiano y un místico, que
muestra caminos de un realismo cristiano, incomprensible
para él fuera de la unión íntima con Dios: “No estoy unido
con Dios y, por eso, estoy dividido dentro de mí mismo. Con
El no me puedo unir si no es por el Amor, no me puedo some-
ter a El si no es por la humildad, ni puedo ser de veras humil-
de si no es por la verdad” y entiende que el hombre pierde su
vida en tanto en cuanto “pretende sondear la majestad de
Dios en lugar de aplicarse a cumplir su voluntad”.
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Cap. 22: España, puente espiritual entre culturas
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ESPAÑA, PUENTE ESPIRITUAL ENTRE
CULTURAS
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Cap. 23: El poder político y la Escolástica
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EL PODER POLITICO Y LA ESCOLASTICA
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Cap. 23: El poder político y la Escolástica
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Cap. 24: El Realismo Cristiano y el Césaro-Papismo
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EL REALISMO CRISTIANO Y EL
CESARO-PAPISMO
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Cap. 25: Los cristianos y la Revolución Burguesa
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LOS CRISTIANOS Y LA REVOLUCIÓN
BURGUESA
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Cap. 26: El microcosmos humano ¿medida de todas las cosas?
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EL MICROCOSMOS HUMANO ¿MEDIDA DE
TODAS LAS COSAS?
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Cap. 27: Humanismo renacentista y ateísmo
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HUMANISMO RENACENTISTA Y ATEISMO
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Cap. 27: Humanismo renacentista y ateísmo
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Cap. 27: Humanismo renacentista y ateísmo
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Cap. 28: Religión, Política y guerras civiles
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RELIGION, POLITICA Y GUERRAS CIVILES
EN LA FORMACION DE EUROPA
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Cap. 28: Religión, Política y guerras civiles
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Cap. 28: Religión, Política y guerras civiles
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LA ESPAÑOLIZACION DE MEDIO MUNDO
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Cap. 29: La españolización de medio mundo
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Cap. 29: La españolización de medio mundo
ello ser el hilo conductor hacia nuevas, más libres y más be-
neficiosas realidades políticas? ¿No era ello continuada se-
cuencia de muchos siglos de peculiar historia?
Nadie duda que, desde 1492 a 1598 (año de la muerte de
Felipe II) era España una primera potencia: Fernando e
Isabel, Carlos V y Felipe II, tres reinados en poco más de
un siglo, tiempo suficiente para dar a España una prepon-
derancia difícilmente igualada por la historia de los últi-
mos cuatrocientos años. Por lo mismo, nadie podrá afirmar
que tal circunstancia histórica hizo a los españoles de en-
tonces más buenos o más felices que el resto de los morta-
les aunque, eso sí, les otorgó mayores responsabilidades.
Es en el ejercicio de esas responsabilidades en donde ca-
ben los juicios de valor.
Si del poder de opresión sobre otros pueblos hacemos un
motivo de orgullo, bueno será el recordar que no es el triunfo
en las trifulcas y batallas, ni son las riquezas o los volubles
vientos de la fortuna lo que nos hace más personas (nos ayu-
da a perseguir con éxito nuestro poder ser). A la luz de la bo-
rreguil sumisión de los pueblos conquistados y de la
fanfarronería de los ejércitos victoriosos, brilló la efímera luz
de Alejandro, César, Napoleón, Hitler o Stalin, personajes a
los que me atrevo a situar al mismo rasero: ninguno de ellos
hizo lo que hizo por generosa conciencia; todos ellos prefi-
rieron deleitarse en la contemplación del propio ombligo en
lugar de canalizar hacia el bien de los demás su poder y saber
hacer. En parecidas situaciones, las mesnadas o ejércitos de
un Cortés o de un Carlos V, compatriotas nuestros, obraron
de muy distinta manera: sin duda que incurrieron en errores y
cometieron serios atropellos, pero justo es diferenciarlos de
los caudillos sañudos y ambiciosos; bástenos recordar las ac-
titudes con las que coronaron sus respectivas carreras: el pri-
mero, como el Cid, no reservándose para sí lo conquistado y
el segundo postergando los oropeles de la gloria mundana (el
“mundanal ruido”) para buscar la paz con Dios y consigo
mismo. Son actitudes que imprimen carácter, claro que sí y
que, de alguna forma, proyectan ejemplaridad hacia la suya y
subsiguientes generaciones.
Si por excelsitud de un imperio se toma el grado de domi-
nio guerrero sobre los otros pueblos, ni de excelso ni de dura-
dero puede ser calificado el imperio español: ocho siglos en
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to. Así los que están dedicados a las ciencias Sagradas llaman
a Dios celoso, porque está lleno de amor para todos los seres,
y porque excita en ellos el ardor devorante de los santos y
amorosos deseos; porque realmente se muestra celoso, lo que
desea merece ser amado locamente y lo que produce provoca
su viva ternura. En una palabra, el amor y su objeto no son en
realidad otra cosa sino lo bueno y lo bello, y preexisten en lo
bueno y lo bello y no se producen más que por lo bueno y lo
bello.
Ése es el mismo amor que es glosado en toda la obra de
San Juan de la Cruz (1542-1591) con frecuentes pasajes de
poesía pura, viva música del alma, estrecha unión con el
Amado, purísima ciencia de la vida, razón del ser y del pen-
sar. Basta recordar lo de
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
¡O bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!,
¡o prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura;
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.
No dudamos que fue San Juan de la Cruz uno de los pocos
seres humanos que llegaron a saborear en este mundo un an-
ticipo de la verdadera Vida en raudales de amor y de libertad
responsabilizante; eran vivencias que le impulsaban a tra-
bajar por los demás, a roturar caminos de realismo cristiano,
a corregir graves fallos de muchos de sus hermanos en estre-
cha colaboración con otra santa española, la doctora Santa
Teresa de Avila (1515-1582), que, también ella, podía muy
bien decir: Vivo sin vivir en mí/ y de tal manera espero/ que
muero porque no muero
Mientras vivieron, ambos se aplicaron a la verdadera hu-
manización de su entorno sin divagaciones estériles. El Car-
melo les debe una reforma en profundidad con proyección
hacia toda la Comunidad Cristiana.
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Cap. 29: La españolización de medio mundo
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Cap. 30: Guerra y paz entre España y Francia
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GUERRA Y PAZ ENTRE ESPAÑA Y FRANCIA
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Cap. 31: Desde el fundamentalismo racionalista al Panteísmo
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DESDE EL FUNDAMENTALISMO
RACIONALISTA AL PANTEISMO
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Cap. 32: Por el conocimiento de la Materia hacia Dios
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POR EL CONOCIMIENTO DE LA MATERIA
HACIA DIOS
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Cap. 33: Desde la "Ilustración" hasta Kant y Napoleón
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DESDE LA “ILUSTRACION” HASTA
KANT Y NAPOLEON
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Cap. 34: El humanismo ideal-materialista
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EL HUMANISMO IDEAL-MATERIALISTA.
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Cap. 35: "Leyes del Mercado" y solidaridad cristiana
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“LEYES DEL MERCADO” Y SOLIDARIDAD
CRISTIANA
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Cap. 36: Desde la utopía al materialismo socialista
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DESDE LA UTOPIA AL MATERIALISMO
SOCIALISTA
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Cap. 37: El fundamentalismo ideal-materialista de Marx y Engels
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EL FUNDAMENTALISMO
IDEAL-MATERIALISTA DE MARX Y ENGELS
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Cap. 38: Utopía y revolución sangrienta
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UTOPIA Y REVOLUCION SANGRIENTA
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Cap. 39: El humanismo ateo en la era industrial
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EL HUMANISMO ATEO EN LA ERA
INDUSTRIAL
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Cap. 40: ¿Ha muerto Dios
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¿HA MUERTO DIOS?
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Cap. 41: Revolucionario siglo XX
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REVOLUCIONARIO SIGLO XX
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Cap. 42: Desarrollo y agonía de una Democracia
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DEMOCRACIA
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Cap. 43: La ecolución creadora, sugerente pauta de acción.
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LA EVOLUCION CREADORA, SUGERENTE
PAUTA DE ACCION
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ción en cadena. Ello prueba que, para la Verdad, basta que esa
conjunción del amor de Dios y la fe en el Mundo tenga lugar en un
solo espíritu para que, en el momento dado, nada pueda evitar que
todo lo invada y todo lo inflame” (Nueva York, marzo 1955)
Amor de Dios y fe en el mundo, substanciales alimentos
del realismo cristiano, formaron parte esencial de la vida de
grandes doctores de la Iglesia como Santo Tomás, quien, al
igual que Teilhard de Chardin, sabio de nuestro tiempo y,
también, místico, poeta y siempre fiel a la Iglesia, también
hubo de pasar por la prueba de una “prudente revisión” por
parte de su obispo. Para ambos, fieles en todo momento a su
fe, el conocer las cosas, en creer en ellas, nacía y concluía en
el Amor a Dios. Es lo que nos hace ver Santo Tomás cuando
dice:
“En esta vida es mejor conocer que amar las cosas inferiores a
nosotros, pero es mejor amar las cosas que son superiores. Res-
pecto de Dios es mejor amarlo que conocerlo, porque el conoci-
miento hace que las cosas vengan a nosotros y se adapten a nuestra
manera de ser; pero el amor, que es la caridad, nos hace salir de
nosotros y nos lanza hacia el objeto amado. El que ama se asemeja
a la cosa amada; el que conoce adapta la cosa conocida a su propio
modo de ser. De suerte que, cuando se trata de cosas inferiores, las
elevamos cuando las conocemos, porque les damos nuestro pro-
pio modo de ser; pero cuando las amamos nos envilecemos. En
cambio, cuando conocemos las cosas superiores, las empequeñe-
cemos cuando se adaptan a nuestra inteligencia; pero, cuando las
amamos, nos elevamos hacia ellas. Por eso, en esta vida, es mejor
amar a Dios que conocerlo, [melior est im via, amor Dei quam Dei
cognitio] y por ello es más lo que amamos a Dios por la caridad
que lo que lo conocemos por la fe.”
Siguiendo el camino abierto por Henri Bergson
(1859-1941) con su Evolución Creadora (1907), teniendo
también presente la doctrina de Santo Tomás, Teilhard de
Chardin se “arriesgó” a explicar los efectos del Misterio de la
Creación: supone que el primero y principal de esos efectos
es una energía que se “cuela” en el corazón de la materia ha-
ciendo que todas sus manifestaciones, desde lo ínfimo a lo
inmenso, lleguen a ser lo que tenían que ser según el divino
proyecto de Cosmogénesis. Es un proceso en el que Teilhard
ve reflejados la Libertad y el ilimitado Amor de Dios.
Sin que hubiera contacto directo entre Bergson y Teilhard,
sí que hubo evidentes coincidencias en cuanto partieron del
mismo método (acercarse a lo superior a través del conoci-
miento de lo inferior) para llegar a presentar como lo más ra-
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BIBLIOGRAFÍA
HISTORIA DE ESPAÑA, (14 TOMOS) Espasa Calpe, 1999
HISTORIA DE LA FILOSOFIA – (2 tomos) Hirsberger – E.Herder
DICCIONARIO DE FILOSOFIA – W.Brugger - E.Herder
DICTIONAIRE DES PHILOSOPHES - Seghers
LE THOMISME – P.Grenet - P.U.F
SAINT AUGUSTIN - A. Cresson – P.U.F
PAUL, APOTRE DE CHRIST – E.B.Allo – E.du Cerf.
LAS GRANDES ENCÍCLICAS SOCIALES – Márquez – Apost. de la Prensa
MATER ET MAGISTRA – Juan XXIII – Apostolado de la Prensa.
PENSAMIENTOS – B.Pascal – Col. Austral
TRAITE DU DESESPOIR – S. Kierkegard - Gallimard
CONCEPTO DE LA ANGUSTIA - S. Kierkegard - Col. Austral
LA POLITIQUE – Aristote – E.Gouthier.
LA REPUBLICA O EL ESTADO – Platón - Col. Austral
METAFÍSICA – Aristóteles – Sarpe
EL CONTRATO SOCIAL – J.J.Rousseau – Ed.Tor
SOCIOLOGIE – A.Comte - P.U.F
COURS DE PHILOSOPHIE POSITIVE - A.Comte - P.U.F
AINSI PARLAIT ZARATHOUSTRA – F.Nietszsche – Gallimard
EL ANTICRISTO - F.Nietszsche – Anaya
EL PRINCIPE – N.Maquiavelo – Hazan
DISCOURS DE LA METHODE – MEDITATIONS – R.Descartes – U.G.E.
L’ESCLAVAGE – M.Lengelle – P.U.F.
LA REPUBLIQUE ROMAINE – J.Droz – P.U.F.
MARCHANDS ET BANQUIERS DU MOYEN AGE – J.le Goff – P.U.F.
LES ORIGINES DE LA BOURGEOISIE – R,Pernoud – P.U.F.
HISTOIRE DE LA PROPRIETE – F.Challaye – P.U.F.
HISTOIRE DU DROIT PRIVE – J.Imbert – P.U.F.
HISTOIRE DES DOCTRINES POLITIQUES – J.Droz – P.U.F.
HISTOIRE DES IDEES EN FRANCE – R.Daval – P.U.F.
HISTOIRE DE LA LIBRE PENSEE – A.Bayet – P.U.F.
HISTOIRE DU CATHOLICISME – J.B. Duroselle – P.U.F.
HISTOIRE DE LA RUSSIE – G.Werter – P.B.Payot
LES INTERNATIONALES OUVRIERES – A.Kriege –P.U.F.
LE SINDICALISME DANS LE MONDE – G.Lefrance – P.U.F.
LE CAPITALISME – Desquirat – P.U.F.
LA RENUMERATION DU TRAVAIL – Ricourt – P.U.F.
LES GRANDES DOCTRINES MORALES – F.Gregoire – P.U.F.
LES DOCTRINES ECONOMIQUES – J.Lajugie – P.U.F.
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INDICE
Introducción, 3
1.- El hombre, animal religioso, 7
2.- Entre el saber y el imaginar, 13
3.- Primeros teorizantes del Ideal-Materialismo, 17
4.- Conócete a ti mismo, 27
5.- La caverna de Platón, 31
6.- El realismo aristotélico, 35
7.- La gran promesa de Dios, 39
8.- La Biblioteca de Alejandría, puente entre culturas, 43
9.- Filón de Alejandría, un judío contemporáneo de Cristo, 49
10.- La venida al mundo del Hijo de Dios, 53
11.- El Logos y la acción creadora, 59
12.- Mirad como se aman, 63
13.- Exégetas, herejes y padres de la Iglesia, 73
14.- Desde el martirio al reconocimiento social, 85
15.- El realismo cristiano y el poder político, 91
16.- Hispania romana y cristiana, 103
17.- Dad a Dios lo que es de Dios, 113
18.- La impronta gótica en el Realismo Cristiano, 125
19.- Los concilios de Toledo y la voz del Pueblo, 133
20.- Cristianos y musulmanes, 141
21.- Entre el querer saber y el creer, 149
22.- España como puente espiritual entre culturas, 157
23.- El Poder Político y la Escolástica, 165
24.- El Realismo Cristiano y el Césaropapismo, 175
25.- Los cristianos y la Revolución Burguesa, 181
26.- El microcosmos humano ¿medida de todas las cosas?, 191
27.- Humanismo renacentista y ateísmo, 199
28.- Religión, política y guerras en la formación de Europa, 205
29.- La españolización de Medio Mundo, 215
30.- Guerra y paz entre España y Francia, 235
31.- Desde el fundamentalismo racionalista al Panteísmo, 245
32.- Por el conocimiento de la Materia hacia Dios, 259
33.- Desde la “Ilustración” hasta Kant y Napoleón, 271
34.- El “Humanismo” ideal-materialista, 283
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