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Dentro de las ciencias, la ciencia experimental se ocupa solamente del estudio del universo natural
ya que, por definición, todo lo que puede ser detectado o medido forma parte de él. En su
investigación los científicos se ajustan a un cierto método, el método científico, un proceso para la
adquisición de conocimiento empírico. A su vez, la ciencia puede diferenciarse en ciencia básica y
aplicada, siendo esta última la aplicación del conocimiento científico a las necesidades humanas y
al desarrollo tecnológico.
Algunos descubrimientos científicos pueden resultar contrarios al sentido común. Ejemplos de esto
son la teoría atómica o la mecánica cuántica, que desafían nociones comunes sobre la materia.
Muchas concepciones intuitivas de la naturaleza han sido transformadas a partir de hallazgos
científicos, como el movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol o la teoría evolutiva de
Charles Darwin.
Disciplinas científicas
Esquema de clasificación planteado por el epistemólogo alemán Rudolf Carnap quien fue el primero
en dividir a la ciencia en:
Estudian las formas válidas de inferencia: Lógica - Matemática. Por eso no tienen
Ciencias
contenido concreto, es un contenido formal en contraposición al resto de las ciencias
formales
fácticas o empíricas.
Ciencias En ellas se encuadran las ciencias naturales que tienen por objeto el estudio de la
naturale naturaleza. Siguen el método científico: Astronomía - Biología - Física - Química -
s Geología - Geografía física
Son todas las disciplinas que se ocupan de los aspectos del ser humano - cultura y
Ciencias
sociedad- El método depende de cada disciplina particular: Antropología - Ciencia
sociales
política - Demografía- Economía - Historia - Psicología - Sociología - Geografía humana
Mario Bunge (1983) clasifica la ciencia en función del enfoque que se da al conocimiento científico
sobre el estudio de los procesos naturales o sociales (estudio de hechos), o bien, al estudio de
procesos puramente lógicos y matemáticos (estudio de ideas), es decir, ciencia factual y ciencia
formal.
Antes de definir la economía como ciencia es necesario mencionar que en la economía hay
diferentes puntos de vista, según el enfoque que se adopte. Sin embargo, destacan dos: el enfoque
objetivo y el enfoque subjetivo; por lo tanto, sobresalen la definición objetiva y la definición
subjetiva, que refieren a dos teorías del valor (objetivo y subjetivo, correspondientemente).
La definición clásica de la corriente objetiva es de Friedrich Engels, quien señala: "La economía
política es la ciencia que estudia las leyes que rigen la producción, la distribución, la circulación y
el consumo de los bienes materiales que satisfacen necesidades humanas.". Karl Marx a su vez
señala que la economía es "la ciencia que estudia las relaciones sociales de producción". También
se le llama "la ciencia de la recta administración". La corriente objetiva se basa en el materialismo
histórico, se refiere al concepto del valor-trabajo, por el que el valor tiene su origen objetivo en la
cantidad de trabajo requerido para la producción de los bienes. Y es histórico porque concibe el
capitalismo como un modo de produccion correspondiente a un determinado momento histórico.
Esta definición se basa en la rama de la economía conocida como Economía Política.
La definición clásica de la orientación subjetivista es de Lionel Robbins, quien afirma: "La economía
es la ciencia que se encarga del estudio de la satisfacción de las necesidades humanas mediante
bienes que, siendo escasos, tienen usos alternativos, los cuales hay que adaptar".
Definición Sistémica
Desde otro punto de vista la economía puede ser observada como un ámbito de comunicación bien
definido. Esto significa que la economía es el medio de comunicación en el cual se forman los
sistemas económicos. En esta perspectiva los sistemas económicos son sistemas sociales en los
cuales las comunicaciones que se reproducen son comunicaciones sobre compensaciones o pagos.
Aquellas comunicaciones que tienen sentido económico, se reproducen en los sistemas
económicos, aquellas que no tienen sentido, se rechazan.
Esta visión sociológica de la economía posibilita comprender la economía como un aspecto integral
de la sociedad y que todo esto tiene relación con la mercadotecnia.
La neoeconomía:
Es una nueva forma de llevar las finanzas actuales, su integración se basa en el desarrollo y
manejo de la economía de las diferentes variantes (economía de empresas, economía espacial o
economía internacional). Constituye un instrumento de análisis de la economía, la interrelación
entre los distintos mercados globales, diseña planes de actuación y política económica que en
general persigue el fin de las relaciones mercado-estado.
(Tomado de: Principios de Macroeconomía. Karl E. Case y Ray C. Fair. Prentice Hall. Cuarta Edición,
1997)
Todos los días usted usa o consume decenas de miles de cosas, lo mismo tangibles que
intangibles: edificios, la música de su artista preferido, el disco compacto en el que está grabada
esa música, servicios telefónicos, grapas, papel, crema dental, pinzas, jabón, desodorante, su reloj
digital, cerveza, servicios financieros, electricidad, computadoras, autobuses, servicios de
transporte, servicios de salud, etc. Alguien hizo todas estas cosas. Alguien decidió organizar a
hombres, mujeres y materiales para producirlas y distribuirlas. Miles de decisiones intervinieron en
su realización. Llegaron a usted de alguna manera.
• La economía es el estudio de cómo individuos y sociedades eligen usar los recursos escasos
que han recibido de la naturaleza y las generaciones anteriores.
• Hay muchas razones para estudiar economía, entre ellas: adquirir un método de
razonamiento; conocer y comprender a la sociedad; comprender los asuntos mundiales; y
ser un votante informado.
• Aquello de lo que nos privamos cuando hacemos una elección o tomamos una decisión es el
costo de oportunidad de esa decisión.
• La microeconomía se ocupa del funcionamiento de mercados e industrias particulares y del
comportamiento de las unidades individuales de toma de decisiones: las empresas y las
familias.
• La macroeconomía estudia a la economía en su conjunto. Se ocupa del comportamiento
económico de los agregados: producto nacional, ingreso nacional, nivel general de precios,
entre otros.
• La economía es una disciplina amplia y diversa con muchos campos especiales de
investigación. Entre ellos están la historia económica, la economía internacional y la
economía urbana.
• La economía se plantea y pretende responder a dos tipos de preguntas: positivas y
normativas. La economía positiva intenta comprender el comportamiento y operación de las
economías sin emitir juicios acerca de si los resultados son buenos o malos. La economía
normativa analiza los resultados del comportamiento económico y se pregunta si son
buenos o malos y si es posible que mejoren.
• La economía positiva se divide en dos partes. La economía descriptiva supone la
recopilación de datos que describen hechos y acontecimientos económicos. La teoría
económica intenta generalizar y explicar lo observado. Implica la formulación de enunciados
de causa y efecto, acción y reacción.
• Un modelo económico es la enunciación formal de una teoría económica. Los modelos
simplifican y abstraen la realidad.
• Suele ser útil aislar los efectos de una u otras variables manteniendo "constante todo lo
demás". Esto es lo que significa el término ceteris paribus.
• Modelos y teorías pueden ser expresados de muchas maneras. Los medios más comunes
son palabras, gráficos y ecuaciones.
• El hecho de que un suceso ocurra antes que otro no significa necesariamente que éste sea
consecuencia de aquel. Suponer que "después" implica "a causa de" es cometer la falacia de
post hoc, ergo propter hoc. La creencia de que lo que es cierto para una parte es cierto para
el todo es la falacia de composición.
• La economía empírica supone la recolección y uso de datos para comprobar las teorías
económicas. En principio, el mejor modelo es el que aporta las predicciones más precisas.
• Para formular una política debe tenerse el cuidado de especificar los criterios para la emisión
de juicios. Son cuatro los criterios específicos más comunes en la economía: eficiencia,
equidad, crecimiento y estabilidad.
Ética y Economía
He aquí uno de los desafíos más apremiantes y decisivos para el presente y el futuro de la
convivencia humana: ¿tienen la economía, el mercado, el comercio, una independencia total y
absoluta con respecto a todo criterio ético o, por el contrario, las leyes del mercado, el “derecho de
piso” de los inversionistas, las ventajas del comercio deben regularse por alguna norma ética que
ponga los intereses de las personas y los pueblos por encima del lucro y el dinero?
Tanto al interior de los Estados nacionales como en las relaciones internacionales, optar por alguna
de las posiciones cercanas a estos dos polos dialécticos, está decidiendo hoy la calidad de vida de
los ciudadanos y la credibilidad de los mismos Estados y organizaciones financieras mundiales.
Consideramos que la Economía, como ciencia, tiene, y debe tener, su propia autonomía relativa,
tal como la tienen la Física, la Química, la Astronomía. No se pueden torcer las leyes de las ciencias
para domeñarlas con un voluntarismo ingenuo que sólo alcanzará desastres tras desastres.
Del mismo modo, la Física, la Química y la Economía pueden ser, y son, en sí mismas y por sí solas,
ambiguas, amorales, ambivalentes. Ya sabemos el muy recurrido ejemplo: la fisión del átomo
puede servir lo mismo para generar corriente eléctrica que para producir la bomba atómica. Y a
nadie se le ocurrirá, a estas alturas de la historia, justificar una guerra nuclear porque la fisión del
átomo sea un avance de la ciencia y deba respetarse, en ese aspecto, su autonomía.
Así podríamos poner otros muchos ejemplos en los que la ambivalencia moral de las ciencias
pueda producir efectos positivos o negativos, según sean utilizados y administrados, aceptados o
prohibidos por la conciencia humana. En efecto, llegó a producirse y, lo que es más grave, a
emplearse la bomba atómica porque en aquel momento la conciencia de los responsables y las
circunstancias internacionales no pudieron, no alcanzaron, a detener esa monstruosidad. Sin
embargo, hoy, 60 años después, parece existir un consenso universal de rechazo a la producción,
acumulación y uso de esas armas, con las raras excepciones que realzan la indiscutible humanidad
de la regla: esos gobiernos parias y esquizofrénicos que se han quedado enterrados en el pasado y
la violencia.
En Economía, como en todas las ciencias, hay reglas que deben ser respetadas, pero las reglas y
las leyes de mercado no todas deben ser dejadas a la desbandada, y mucho menos deben ser
impulsadas contra las personas y los pueblos. No todo debe ser permitido, ni tampoco todo debe
ser prohibido. Ambos extremos son perniciosos para la dignidad y los derechos de las personas.
Un ejemplo pudiera ser el gesto del grupo de naciones desarrolladas llamado G-8 que acaba de
condonar la deuda externa de 18 naciones en vías de desarrollo e incluir otras 20 de ellas en ese
programa llevado a término por iniciativa de Tony Blair, Primer Ministro británico. Técnicamente, e
incluso moralmente, pudiéramos decir que las deudas deben ser saldadas. Pero la dignidad y los
derechos de los hombres y mujeres y de los pueblos están por encima de esas normas. También
en el Padrenuestro, oración rezada tanto por las víctimas de la expoliación como por los mismos
que defienden el sacrosanto imperio de las leyes del mercado, dice en una de sus partes menos
practicadas: “perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores”.
La Ética es también otra ciencia que debe ser respetada y cultivada por personas, gobiernos,
empresarios y ciudadanos. Es la que se ocupa del “ethos”, del ser, del carácter de las personas y
de los pueblos. Es aquella que se ocupa de regular la actuación de los seres humanos para que
lleguen a alcanzar su propia plenitud y contribuyan, o por lo menos no obstaculicen, al desarrollo
humano integral de los demás habitantes que compartimos la suerte de este planeta. Éticamente
aceptable es todo aquello que contribuya a la humanización de las personas y de la sociedad, en
otras palabras, es ese proceso gradual de personalización-socialización que contribuye al cultivo de
las capacidades, talentos y actitudes de los ciudadanos y de los grupos sociales de modo que se
creen las condiciones, el hábitat material, moral, espiritual, que le permita a todos crecer en
humanidad.
Lo auténticamente ético está por encima de las costumbres, de las leyes e incluso de lo que
pudiera ser o parecer conveniente para muchos, si con ello se lesiona o conculcan la dignidad y los
derechos de otros, aún cuando estos “otros” sean minorías. Es por ello que expresamos nuestro
criterio de que la economía, las leyes de mercado, las inversiones y las finanzas, las medidas del
comercio… deben ser orientadas por criterios éticos de carácter universal. No con doble o triple
rasero, según conveniencias lucrativas, ideológicas, políticas o religiosas.
Así como casi al finalizar la Segunda Guerra Mundial las conciencias más lúcidas de la Humanidad
la hicieron avanzar con uno de los pasos más trascendentales, creando un marco ético global, al
aprobar la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, promovida activamente con
aportes específicos y firmada por Cuba. Más adelante, en 1966, la Humanidad dió otro paso
inconmensurable en la creación de eso que llamamos “un marco ético de carácter universal” con la
aparición del Pacto de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, los dos cimientos y columnas de la convivencia humana contemporánea. Cuba, sin
embargo, no ha aceptado ni firmado estos dos pactos internacionales que tienen un carácter
vinculante para quienes lo firmen, es decir, que obligan en derecho y deben ser reconocidos en las
Constituciones políticas de las naciones que lo acepten.
Quienes, por cualquier motivo, se salen de ese “marco ético”, internacionalmente pactado y
aceptado como expresión de la conciencia más avanzada de la humanidad, ellos mismos se
colocan al margen del desarrollo antropológico, jurídico, civil internacional y se convierten en una
especie de “estados parias” por propia voluntad. La firma de estos pactos no debería ser elemento
de canje en ninguna negociación internacional. Nada descalifica más la firma de un pacto
internacional que el ser usado como rehén para obtener otras recompensas de la comunidad
mundial.
Por el contrario, la firma conciente, incondicionada y libre de esos pactos, y de otros convenios y
tratados internacionales, habla de la madurez cívica y política de los pueblos y de sus gobiernos y
de la verdadera soberanía ejercida sin trueques ni chantajes de perjuicios o beneficios.
Ese “marco ético internacional” debería ser madurado y aplicado a las ciencias económicas,
sociales y culturales con la misma intensidad, la misma profundidad y urgencia que el Pacto de
Derechos Civiles y Políticos. La comunidad internacional debería monitorear, debatir, sancionar y
contribuir a subsanar los daños provocados por las violaciones de los derechos humanos por
razones económicas, sociales y culturales, tanto como intenta hacerlo con los derechos civiles y
políticos.
Ese marco ético debería ser adoptado por los pueblos y los gobiernos con relación a las leyes del
mercado y del comercio, de la economía y de las finanzas internas e internacionales. Podría decirse
que en este sentido la conciencia de la humanidad no ha progresado tanto como en la denuncia de
las guerras militares y los genocidios cruentos. Para nadie es un secreto, ni un descubrimiento, que
existen hoy, a cada paso, cerca de nosotros, medidas económicas, tácticas del mercado,
diferencias sociales y genocidios culturales cuyas víctimas caminan por nuestras calles sin vérseles
las desgarraduras morales y espirituales comparables a los boquetes de los disparos, las bombas
terroristas o las esterilizaciones masivas al estilo Milosevic.
Tanto dentro de las naciones, como en las relaciones internacionales, las medidas económicas no
deben ser utilizadas ni para mantener el poder de algunos sobre todos, a costa de grandes
penurias para muchos, ni para intentar cambiar la situación política desde afuera. Ambas cosas son
éticamente inaceptables. Y son inaceptables porque con argumentadas justificaciones e incluso
altos principios, violan todos los días, a toda hora, los más elementales derechos de los
ciudadanos; derechos económicos y sociales como el agua, la luz, la vivienda, el transporte, el
salario justo, el nivel de vida… y los derechos civiles y políticos como el derecho de cada pueblo a
decidir su destino, a elegir democráticamente su gobierno, dejarlo o cambiarlo, expresar
libremente lo que piensa cada uno y actuar coherentemente con lo que piensa y lo que dice,
dentro de ese marco ético universalmente aceptado.
En las relaciones internacionales ni los embargos deben ser impuestos unilateralmente, ni los
empresarios y gobiernos deben anteponer sus intereses de invertir y tener “derecho de piso” para
cuando cambien las cosas, culmen del oportunismo más deshumanizado disfrazado de leyes de
mercado y estrategias inversionistas, mientras se violan sistemática y minuciosamente los
derechos civiles, políticos, económicos y sociales del mismo pueblo que tiene que contemplar,
indefenso e inmovilizado, cómo se hace una política de gestos y semestres, mientras el cada día
de los ciudadanos de aquí no sería jamás, ni por asomo, aceptado un segundo en la vida de los
inversionistas, políticos y ciudadanos de allá. Tal esquizofrenia ética no sólo ofende la dignidad del
país, sino que convierte a sus ciudadanos en rehenes de la política por un lado y en mano de obra
miserable, por otra. Sin derechos en ninguno de los dos lados.
Una política doméstica e internacional reducida a gestos y plazos insatisfechos, sin una visión
dialogada, ética global y una proyección seria y articulada a mediano y largo plazo, contando con
la participación libre, conciente y activa de los ciudadanos, es como “filtrar el mosquito y dejar
pasar el camello” (Mateo 23,24).
Una economía internacional reducida a las leyes ciegas del mercado y a la fiebre, ciega también y
poco disimulada, de llegar primero, de estar aquí para cuando pase, de “tener el derecho de piso”
antes que venga la avalancha, sin contar con los ciudadanos de ese país, que ahora y cuando pase
lo que pase, tendrán todo el derecho y toda la razón para hacer valer sus prerrogativas y sobre
todo su soberanía sobre los destinos de su economía y de su política, es como “señalar la paja en
el ojo ajeno y no ver la viga que hay en el suyo”(Lucas 6, 41).
A no ser que lo que preparan esos inversionistas, en alianza con algunos “empresarios” locales,
aún sin estar muy concientes, o quizás obnubilados por el poder político o económico, sean las
conocidas y temidas “mafias” económicas y sociales que tanto daño están haciendo a los que ya
pasaron por esto.
Estamos a tiempo. Quizá estas reflexiones nos duelan a todos. Pero la realidad es más dura que
estas reflexiones y debemos enfrentarla con transparencia, serenidad, respeto por todos y audacia
soberana.
Cuba tiene aún todas las potencialidades humanas y sociales como para hacer esta reflexión,
como para dar cada uno su propia opinión y, sobre todo, para poner manos a la obra.
Cuba no es un “piso” para inversionistas y mercaderes sin ética y sin pudor. Cuba es un pueblo de
gente noble, trabajadora e instruida, con mucho espíritu emprendedor y mucho respeto por los
demás pueblos. Esa es la esperanza que se abre al futuro.
No confundamos la nobleza de un pueblo con la falta de derechos que sufre por mil razones
internas, responsabilidad nuestra y otras razones externas, también de nuestra responsabilidad,
pero provocada por otros.
No son éticamente aceptables las medidas económicas restrictivas venidas desde fuera, como dijo
el Papa Juan Pablo II, de feliz memoria.
Pero tampoco son éticamente aceptables las medidas económicas restrictivas de la iniciativa de
los cubanos y cubanas venidas desde dentro de nuestro propio país.
Tampoco es éticamente aceptable que los derechos de las personas y de los pueblos se aplacen o
se disimulen o se declaren de la única incumbencia de los “nacionales”, mientras los inversionistas
extranjeros emplazan a tiempo los negocios, en los cuales trabajan “nacionales” por salarios de
miseria y sin sindicatos ni muchos derechos reconocidos en los países inversores.
Esos “nacionales” son los cubanos y cubanas, sujetos tanto de derechos civiles y políticos como de
derechos económicos y sociales. Si es de su única incumbencia defenderlos y democratizar su país,
también es de su incumbencia las inversiones y negocios, las medidas de beneficio y los
embargos, los créditos y las finanzas internas de su país.
Si esos derechos y deberes rigen, aunque fuere medianamente, pero siempre muy reclamados y
defendidos, en cada uno de los países cuyos empresarios y políticos vienen a Cuba con sus
negocios y propuestas; si así están refrendados en cada uno de los pactos internacionales que esos
países han firmado: ¿Por qué tendría que ser diferente, y es hoy diferente en Cuba y en las
relaciones de esos países con los cubanos y cubanas