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LOS HABITANTES DE LA LLANURA

Los pueblos originarios que habitaban esta zona antes de la llegada de los españoles,
fueron llamados “Pampas” por españoles y criollos. Esta denominación se relacionaba
directamente con las características del ambiente ya que “pampa” significa “lugar llano
sin árboles”.
Los Pampas eran nómades, es decir, que se desplazaban periódicamente por diversos motivos:
cacerías colectivas de venados o ñandúes, malones, traslado de ganado para pastoreo, arreo de
ganado hacia Chile, parlamentos o rituales colectivos celebrados fuera de su territorio. Pero, como
dice Miguel Ángel Palermo, hay que considerar dos cuestiones importantes. “La primera es que esto
no quiere decir que se fueran todos juntos en sus viajes, sino que andaban separados en pequeñas
tribus y cada una se movía por su cuenta, aunque en alguna época del año, posiblemente el verano,
se reunieran muchas en lugares de abundancia de comida. La segunda es que este nomadismo no
significaba que no tuvieran lugares propios de cada grupo, sino que seguramente cada uno de estos
tenía su territorio, una especie de campamento base que en algunas épocas del año dejaban para
hacer sus recorridos y después volver.» (1)
Como todos los grupos nómades, los Pampas vivían de la caza y de la recolección de plantas
silvestres.

AIRES DE CAMBIO
A partir del siglo XVI, estos indígenas comienzan a vivir importantes transformaciones, a partir de la
llegada de los españoles primero y de los mapuches o araucanos, después.
Cuando los españoles llegan a nuestra provincia, no vienen solos. Traen consigo vacas y caballos
que permitían satisfacer sus necesidades de alimento y movilidad. Este ganado cimarrón (en estado
salvaje) comienza a reproducirse en un ambiente ideal en el que la inmensa disponibilidad de pastos
superaba los peligros de animales predadores como los pumas o los yaguaretés. Es así como en pocos
años, este ganado se había reproducido enormemente por toda la llanura.
Los pampas lo notaron y también descubrieron las posibilidades que estos animales podían brindarles.
De hecho, su posesión fue motivo de diversos enfrentamientos entre grupos indígenas y los blancos,
ya que los primeros muchas veces atacaban en malones las estancias de los blancos para apropiarse
de ganado que luego comercializaban con otras tribus locales o de Chile.
De manera particular, los pampas dieron a los caballos múltiples usos: aprendieron a ser excelentes
jinetes lo que les permitió desplazarse más rápidamente para diversos fines, entre ellos la caza(2). A su
vez, consumían carne de yegua como una parte importante de su alimentación y usaban distintas
partes del animal para fabricar sogas, tientos, botas de potro, entre otras cosas.

(1) Palermo, Miguel Ángel. Los indios de la pampa. Colección La otra Historia. Coquena Grupo Editor. Libros del quirquincho. Buenos Aires, 1995.

(2) A partir de la incorporación del caballo para las cacerías, cambiaron las armas utilizadas para tal fin: dejaron el arco y la flecha,
difíciles de manejar arriba del caballo e implementaron la lanza larga con punta de flecha, al mismo tiempo que continuaron usando las
boleadoras.
Para proteger estos animales construyeron corrales de piedra. Estos consistían en paredes de
hasta dos metros de alto, construídas con el sistema de piedra seca, es decir, no se utilizaba mezcla
para pegar una piedra con otra sino que se iban encastrando de un manera tan perfecta que impedía
su desmoronamiento. Dentro de estos corrales protegían a los animales y a veces también, los usaban
con fines de vigilancia.
Tal como estaba planteado anteriormente, otra gran transformación vivida por los Pampas ocurrió a
partir de la llegada de los mapuches o araucanos.
Estos grupos, provenientes de Chile, comienzan a incursionar en nuestro territorio hacia el siglo
XVII, en búsqueda de ganado que obtenían de los indígenas pampas y luego trasladaban hasta Chile
para comercializarlo.
Pero, a partir del siglo XIX, la presencia de estos grupos en la llanura pampeana se intensifica. “La
situación cambió en las primeras décadas del siglo XIX, cuando importantes contingentes chilenos –
varios caciques con sus guerreros y familias- se establecieron en la región, empujados por la guerra
de la independencia que, luego de la batalla de Maipú (1818) se había trasladado al sur de Chile. Allí,
tanto los jefes realistas como los revolucionarios buscaron atraer a los grupos araucanos. (…) Para
salvar sus vidas y escapar a las represalias y destrucciones provocadas por la guerra, muchos jefes
vencidos y algunos caciques que habían permanecido neutrales, iniciaron una dura marcha a través
de la cordillera para buscar en las pampas, región que les era bien conocida, un nuevo hogar. Allí se
establecieron con sus guerreros y sus familias, y el intenso mestizaje entre los recién llegados y la
población indígena local aceleró la araucanización de la pampa. (…) El proceso culminó a mediados del
siglo XIX.”(3)

¿QUÉ MODIFICACIONES INTRODUJERON LOS MAPUCHES EN LA VIDA DE LOS PAMPAS?


Por un lado, algunas tribus pampeanas comenzaron a sembrar maíz, trigo, zapallo, sandías, ajíes y
otras plantas que incorporaron a su alimentación. Por otro lado, aprendieron a tejer en telar la lana de
oveja y a hacer platería, oficio muy valioso y prestigioso entre los indígenas.
Una gran parte de los artículos producidos se destinaba al intercambio, tanto con otros grupos
como con los blancos. De hecho, en las cercanías de Tandil, se realizaba la feria del Chapaleufú; lugar
en el que se realizaba un importante intercambio comercial.
Con el correr del tiempo, las tierras pampeanas se volvieron un bien valiosísimo para los blancos y
sus pretensiones. Los países extranjeros demandaban cada vez más cantidad de productos pecuarios,
especialmente cueros, sebo y carne salada (más a mediados del siglo, también lana, y hacia finales
del siglo, carne congelada) y por esta razón, distintos gobiernos provinciales decidieron ampliar el
territorio ocupado por los blancos, desplazando a los indígenas hacia el sur. Dentro de este contexto,
se encuentra la fundación del Fuerte Independencia, en 1823, origen de la ciudad de Tandil.
Por varias décadas del siglo XIX, la relación entre los indígenas y los blancos fluctuó entre períodos
de paz y otros de violencia. Por momentos se establecían pactos y tratados de convivencia o
conveniencia para ambos grupos (o parte de ellos) y por otros, estos pactos no se respetaban y
surgían los conflictos.
Finalmente, a fines del 1800, Julio Argentino Roca organiza la famosa “campaña al desierto” (nombre
equívoco por donde se lo mire) y avanza sobre los territorios del sur de la provincia de Buenos Aires,
aún ocupados por indígenas, produciendo una terrible disminución de su población, ya sea por matanzas
o sometimientos a condiciones de vida totalmente desfavorables.

(3) Mandrini, R. y Ortelli, S. Vida cotidiana. Volver al país de los araucanos. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1992.

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