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Maltratar y aplicar castigos físicos no son necesarios para afianzar principios en los niños y
mucho menos para fomentar respeto y disciplina en el hogar.
En más ocasiones de las pueda imaginarse, se acepta socialmente a la violencia como
recurso para afianzar principios o reprobar conductas en los más pequeños. No es extraño
escuchar en boca de algunos padres el empleo en repetidas ocasiones de una "nalgada a
tiempo" como suerte de panacea ante actitudes o comportamientos considerados erróneos
por parte de los padres.

Esto no es cierto. Si bien el castigo físico disminuye la posibilidad de la repetición de la


actitud o situación que provocó tal medida, el comportamiento del niño responde casi en su
totalidad al miedo y el trauma del golpe o la intensidad de los gritos, en vez de comprender
el por qué su comportamiento es inaceptable. Cuando el miedo deja de funcionar como
camisa de fuerza ante los impulsos, el niño continuamente maltratado se acostumbra a la
repetición de ofensas verbales y a las agresiones. El resultado es previsible: depresión, baja
autoestima, agresividad, pasividad, paranoia y otras enfermedades nerviosas.

Para Benjamín Spock, autor del best seller Tu Hijo, libro considerado como la biblia de la
crianza y el crecimiento, los niños maltratados pueden presentar también trastornos para
dormir, pierden el apetito, dejan de prestar atención en el colegio y empiezan a tornarse
agresivos.

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Por lo general, un padre o una madre que sufren de ansiedad, estrés o cansancio recurren al
golpe como una manera de acabar rápidamente con una situación incómoda. En ocasiones,
los niños son víctimas de padres o familiares que descargan su rabia o sus frustraciones por
asuntos que no tienen que ver con ellos. El primer paso para acabar con esta realidad es
reconocer de manera adulta y responsable cuáles son los factores que "disparan" estas
reacciones y evitar a toda costa el maltrato infantil. Bajar la agresividad, retirarse unos
momentos de la discusión, respirar, calmarse y ponerse en el lugar del niño son algunas
acciones recomendables. Pregúntese qué sentiría si estuviese en una situación similar a la
del pequeño que es maltratado. Además de reconocer qué es lo que puede afectar el ánimo,
lo más importante es tener presente que no cambiará ni mejorará nada castigando física o
verbalmente a los niños. Recuerde: nunca es tarde para cambiar esta realidad.

Explicar el porqué no es recomendable actuar de determinadas formas, predicar con el


ejemplo y evitar el uso de palabras altisonantes o gestos agresivos para dar cariño
Œcoscorrones, empujones, golpes en la cabeza o pellizcos) son pequeñas acciones que
marcarán grandes diferencias y ayudarán a mejorar considerablemente la situación. Si
considera que no tiene las herramientas para resolver esta realidad de manera efectiva, no
dude en consultar a un especialista y buscar ayuda. El Dr. Spock advierte igualmente que
"los niños con problemas de comportamiento a causa de su contacto con la violencia
doméstica necesitan con frecuencia la ayuda de un profesional para superar el trauma y
recuperar su capacidad de sentirse seguros y disfrutar de la vida".

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Ô No sacuda, pellizque o golpee a su hijo.


Ô Predique con el ejemplo y explique con calma sus argumentos antes de gritar o
pegar
Ô Dialogue siempre sobre lo que debe hacerse y cuáles son los comportamientos
inaceptables en casa.
Ô Recuerde que debe actuar siempre con cariño, atención y paciencia. Demuestre el
afecto con gestos frecuentes.

El respeto debe ser el resultado de situaciones donde existe el autocontrol, el diálogo y el


cariño. Hable con sus hijos, dialogue y negocie con ellos los límites, los beneficios, qué
cosas pueden hacerse y cuáles no. Los padres no tienen porqué ser perfectos, pero sí
respetuosos y cariñosos. Atrévase a evaluar su comportamiento y asuma cambiar lo
necesario. Sus hijos se lo agradecerán.

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