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Cambio Climático y Producción agropecuaria

Por: Ricardo Rojas Quiroga*

Tomando en cuenta que la producción agropecuaria depende directamente de variables


climáticas como la temperatura y la precipitación, el cambio climático podría afectar e
impactar severamente a este sector generando grandes pérdidas en la producción y
provisión de alimentos a nivel local y regional. Desde nuestro punto de vista, es posible
atenuar el impacto del cambio climático si se toman las medidas adecuadas y oportunas de
adaptación de los sistemas productivos.

El cambio en el comportamiento climático podría provocar mayor estrés hídrico en los


cultivos, los mismos que en muchas zonas no podrían adaptarse a las nuevas condiciones
climáticas. Algunos estudios afirman, en cambio, que existen cultivos que podrían
registrar mayores rendimientos por la elevada concentración de dióxido de carbono y el
aumento en la temperatura.

Los cambios en el comportamiento climático aparentemente conducen a una mayor


frecuencia e intensidad de eventos extremos, las elevadas temperaturas están provocando
el derretimiento de los glaciales los que se constituyen como fuentes de agua para riego de
los cultivos y fuentes de recarga de los humedales (CAN, 2008).

En el área rural, donde se lleva a cabo la mayor producción agropecuaria, inclusive


cambios menos violentos en el clima pueden tener un impacto importante en la
producción. Los agricultores de subsistencia, los que en su mayoría se encuentran
ubicados en ambientes frágiles podrían sufrir impactos de gran magnitud tomando en
cuenta que estos agricultores dependen de cultivos que, según varios estudios, podrían ser
afectados como son la papa, la cebada, la quinua. Adicionalmente se prevé que el impacto
económico será mas fuerte tomando en cuenta que se perderían las condiciones que han
sostenido una cultura de pluricultivo y manejo de suelos que inevitablemente no
correspondería a la nueva situación climática.

Los efectos e impactos directos del cambio climático sobre la actividad agropecuaria se
deberán al incremento de la temperatura, la variación de la precipitación, la estacionalidad

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de los cultivos y el incremento de los fenómenos extremos. Como efectos indirectos se
prevé que los procesos de adaptación de organismos patógenos podrían incrementar su
severidad e incidencia y muchas plagas secundarias podrían pasar a ser plagas con
umbrales de daño económicos muy altos. (IPCC, 2007)

Muchos estudios y modelos pronostican una disminución de la seguridad alimentaría


sobre todo en países en desarrollo asumiendo escenarios de severos cambios en el clima y
poca capacidad de adaptación a los cambios. La vulnerabilidad del sector agropecuario
ocurre por el deficiente desarrollo tecnológico de los sistemas agropecuarios en la región
los mismos que en su mayoría buscan reducir el uso de insumos y maquinaria. La pérdida
de la capacidad productiva en el área rural en distintos países de Latinoamérica y el
Caribe, provocada al menos parcialmente por el cambio climático, podría elevar en forma
sustancial la carencia de alimentos (CEPAL, 2009).

Por lo descrito anteriormente, existe la necesidad de poder identificar los impactos


provocados por el cambio climático en el área rural, a nivel regional, municipal e inclusive
por comunidades y productos, sobre todo en las zonas involucradas en la producción
agropecuaria. Asimismo, es primordial evaluar la capacidad de adaptación y la
vulnerabilidad de cada sistema productivo, precautelando la economía de los productores,
además de la seguridad y soberanía alimentaría del país. Las estrategias de adaptación
deben estar dirigidas especialmente a responder a las vulnerabilidades y necesidades más
importantes de las zonas más afectadas.

Una estrategia de adaptación debe contar con la participación de todos los actores
involucrados, garantizando de esta manera que las políticas formuladas y promulgadas al
más alto nivel sean consistentes con las prioridades y medidas adoptadas localmente en
las comunidades municipios y regiones.

La adaptación consiste en ajustar los sistemas naturales o humanos a los estímulos


climáticos reales o esperados, o a sus efectos, moderando así el daño o aprovechando las
oportunidades beneficiosas. La adaptación implica un proceso de ajuste sostenible y
permanente en respuesta a circunstancias ambientales nuevas y cambiantes. Se ha
identificado a la adaptación como una respuesta adecuada porque se la asocia con los

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procesos de desarrollo y puede facilitar la continuación y mejora de los medios de vida
existentes. Las medidas de adaptación están referidas a las medidas que deben ser
implementadas para disminuir las vulnerabilidades. Este proceso es de carácter local y
especifico para cada comunidad, tomando en cuenta que el entorno biofísico de cada una
de estas es totalmente diferente. Las medidas de adaptación en cada comunidad deberán
generar una adecuada capacidad de resiliencia o recuperación luego de ocurrido cualquier
fenómeno de origen climático (PNUD, 2008).

Para poder adoptar medidas de adaptación correctas, los productores agropecuarios


necesitan conocer acerca de los factores de vulnerabilidad a los que se encuentran
expuestos, es decir, saber sus debilidades ante la ocurrencia de diferentes fenómenos de
origen climático que pudieran ocurrir, en otras palabras, los productores deben tener la
capacidad de conocer cómo administrar y gestionar los riesgos de origen climático que
existen en su entorno. Por lo tanto, las comunidades y en especial los productores
requieren contar con modelos de posibles escenarios climáticos los cuales permitan una
correcta toma de decisiones dirigidas a la implementación de medidas para mitigar dichos
efectos.

Ante la alta probabilidad de que en el futuro persista la disminución, en volumen y


disponibilidad, del recurso hídrico provocado por el deshielo de los glaciares que
alimentan a muchas comunidades, estas deberán estar en condiciones de diseñar y
adoptar medidas de adaptación que les permitan seguir asegurando su producción
agropecuaria. En gran medida la adaptación tiene un enfoque local, por eso se deben
llevar a cabo estudios para identificar sobre posibilidades y formas eficientes de
transporte, almacenamiento y uso del agua. Por otro lado, es necesario identificar los tipos
de cultivos más apropiados para las nuevas condiciones de disponibilidad del recurso
hídrico, así como a las nuevas condiciones de temperatura.

Por lo mencionado anteriormente, es imprescindible mejorar sustantivamente los sistemas


nacionales, regionales y locales de observación climática, además de fortalecer e incentivar
estudios que identifiquen las vulnerabilidades que genera el cambio climático, así como la
evaluación de la capacidad de adaptación y el diseño de estrategias que se requieren en
distintos niveles, como parte de la planificación del desarrollo rural sostenible.

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* Ingeniero en Medio Ambiente, Msc. Desarrollo Rural Sostenible

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