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Bolivia
La situación actual de crisis sistémica global demuestra el fracaso del modelo de desarrollo
tradicional, basado en el crecimiento económico y la acumulación de capital. Ante el
fracaso de este modelo, se evidencia la necesidad de buscar nuevas alternativas de
desarrollo que planteen otras formas de relación más sostenibles y equilibradas. El
paradigma del “Vivir Bien”, originario de la cosmovisión indígena e incorporada en el
nuevo texto constitucional de Bolivia, promueve una nueva forma de entender el
desarrollo, basada en la armonía entre los individuos y de éstos con la naturaleza sin
embargo cuando se incorporan los componentes ambientales surgen las tensiones.
Esta es una postura utilitarista sobre la Naturaleza que se enmarca dentro del modelo de
industrialización. Si bien es entendible que el Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia
utilice la industrialización para superar su dependencia en exportar materias primas,
como en el caso de la minería y los hidrocarburos, también se debe reconocer que en este
tema se producen tensiones generadas desde las posturas convencionales
antropocéntricas, donde la Naturaleza es una fuente de recursos. Generando expectativas
de rentabilidad y de valoración económica donde fácilmente se reduce el “Vivir Bien” a
una calidad de vida que evidentemente debería nutrirse de las rentas de la apropiación de
la Naturaleza.
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Resulta innegable que para ciertos sectores poblaciones de los países del sur, sea muy
fuerte la atracción y aspiración de adoptar y reproducir los modelos de consumo y los
estilos de vida del norte, de la parte enriquecida del mundo desde un punto de vista
monetario. Muchos de los líderes de los países del sur no esconden una perspectiva muy
modernizadora y hablan de la ecología en los hechos como de un lujo del mundo rico que
camina en contra de las aspiraciones del derecho al desarrollo. Toda esta perspectiva se
basa en el sistema de mercado sin entender ni garantizar que la economía encaje en los
ecosistemas, ya que los mercados no valoran las necesidades futuras ni los perjuicios
externos a las transacciones mercantiles.
La economía corresponde a ser un sistema abierto que no puede funcionar sin los insumos
de energía y materiales, comenzando con la energía del sol a través de la fotosíntesis, o el
carbón y el petróleo, que son acumulados, almacenados gracias justo a la fotosíntesis. Pero
este sistema produce también residuos cuyo impacto y resultado es el que nos llama a
reclamar establecer urgentemente puentes de armonía con la naturaleza. Los pobres
reclaman y defienden la preservación de los recursos naturales, no por ideología
ecologista, sino en virtud de sus propias necesidades de supervivencia o de preservar los
medios de vida. Es en este sentido que si no se supera esa limitación, el “Vivir bien” será
apenas una variante sudamericana de las ideas clásicas de consumo o calidad de vida.
Bajo una postura biocéntrica, donde la conectividad con el ambiente hace que las personas
se consideren parte de la Naturaleza, y ésta sea parte nuestra, bajo una condicionalidad de
reciprocidad, es necesario promover cambios en las estrategias de desarrollo, guiados a
asegurar la satisfacción de las necesidades humanas, superando la pobreza, bajo un
régimen que seguramente será más equitativo aunque también más austero. En estas
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nuevas condiciones, el “Vivir bien” transita por otra identificación y afectividad con el
entorno. Es una relación que genera obligaciones y responsabilidades, un vínculo donde
deberemos escuchar, y aprender a entender, los mensajes que nos llegan desde la
Naturaleza.