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"FILOSOFÍA UNIVERSITARIA VENEZOLANA 1788-1821" REFLEXIONES

ANTE UNA LECTURA HISTORIOGRÁFICA


Jeroh Montilla

“Viejos y gastados Cedularios, largos volúmenes de


cuentas, amarillentos libros de Claustros, innumerables
expedientes de estudios, mil papeles descoloridos y
dispersos, todo parece que en la sala del apartado
recinto despertara de largo sueño secular a la entrada
del curioso visitante, para revelarle en secreto, con su
lenguaje mudo, aprovechando el sereno ambiente de los
claustros del antiguo convento franciscano, las pacíficas
y laboriosas hazañas de aquellos recios varones que se
fueron con el siglo XVIII y que llenaron de esplendor y
lustre, perfilándola con severos lineamientos de virtud y
energía, la vida antañona y monótona de nuestra
egregia Universidad Real y Pontificia.”
Caracciolo Parra León

INTRODUCCIÓN
Hay lecturas donde el pasado es plenamente una fresca novedad. Escribir de esa añoranza es releer, es
sufrir o disfrutar mientras se intenta la nostalgia. Este ensayo es solo una lectura preliminar, una
saudade indagatoria a un texto del Doctor Caracciolo Parra León, historiador venezolano determinante
en la historiografía venezolana de las cuatro primeras décadas del siglo XX. Intelectual, prolífico y
polifacético, a cual le tocó desarrollar la plenitud e intensidad de su trabajo investigativo en medio de la
dictadura gomecista.
Este primer paso intenta examinar y establecer algunas apreciaciones sobre la obra Filosofía
Universitaria Venezolana 1788-1821 la cual presentó el 24 de noviembre de 1933 como estudio
histórico para su incorporación a de , este fue contestado por el académico Doctor José Ramón Ayala.
En esta obra se analizan las fuentes documentales del Archivo Universitario de Caracas, las tesis de
grado de los estudiantes de y Pontificia Universidad de Caracas, comprendidas entre las dos últimas
décadas del siglo XVIII y las dos primeras del siglo XIX. El autor va refutando, a medida que estudia
detalladamente el contenido de estos documentos, aquellos juicios apriorísticos que muestran al
periodo colonial venezolano como una época de cerrado oscurantismo intelectual. El objetivo central
del texto de Parra León es probar que los hombres responsables de la independencia de Venezuela no
surgieron por generación espontánea sino que son en gran parte el producto de ese trance intelectual
que se daba libremente en los claustros de y Pontificia Universidad de Caracas.
Ese parecer al que se opone el autor, puede sintetizarse en la conocida expresión “leyenda negra” de la
historia colonial, la cual ha contado con variados y consecuentes seguidores, a esta expresión se opone
tímidamente la tesis de la “leyenda dorada”. Vale decir que Caracciolo Parra León fue enfrentado por
sus detractores con el alegato de que sus trabajos reforzaban los argumentos de esta segunda tesis.
Parra León y Mario Briceño Iragorry realizan un profundo y minucioso trabajos de investigación
histórica con la finalidad de aclarar lo erróneo y exagerado de estas dos posturas. Ellos, desde 1925
hasta 1933, se dedicaron a localizar, revisar y estudiar documentos con los cuales formularon una
nueva tesis sobre la historia colonial venezolana, bautizada, según Domingo Miliani (1989), como
“revisionismo histórico”. Tapices de Historia Patria de Briceño Iragorry y Filosofía Universitaria
Venezolana de Parra León son los libros más significativos de estos historiadores, en ellos se detallan
los pormenores de la tesis claramente.
Esta lectura del libro de Parra León lo abordará desde una perspectiva historiográfica próxima a ciertas
nociones de de las Mentalidades, corriente de la tercera generación de de los Annales. Se busca
evidenciar, en la medida de lo posible, la riqueza del texto en la construcción histórica del imaginario
social venezolano. Revelando como Parra León, desde su perspectiva teórica, justifica la constitución
de su discurso historiográfico. A esto se añade que, gracias a la temática investigada por el autor, el
libro trasluce, en el ámbito local, la crisis paradigmática del mundo del Siglo de este trabajo de Parra
León, expresa con vigor la oposición que bajo el gomecismo surge contra la historiografía positivista
venezolana.
Tanto los trabajos de Briceño Iragorry como los de Parra León exploran de manera clara el desarrollo,
las contradicciones y la crisis de mentalidades del venezolano en devenir histórico Según los autores,
estas tienen su singularidad genealógica en la tradición colonial. Ellos afirman que la visión prejuiciada
de esa etapa ha influido de modo negativo en el sucesivo y accidentado construir de nuestra historia.
APROXIMACIÓN BIOGRÁFICA
Caracciolo Parra León constituye un caso singular en la vida intelectual venezolana de inicios del siglo
XX. Se dedicó con verdadero afán a investigar la historia, la filosofía, la lengua y el derecho del país.
Por esta labor ya a los 29 años, el 16 de octubre de 1930, fue elegido Individuo de Número de de años
más tarde, el 7 de marzo de 1932 se incorpora definitivamente a esta Academia presentando su
polémico trabajo en Caracas, 1567-1725. Su vida fue, en el plano intelectual, intensa, de trabajo
intelectual abundante, minucioso e ininterrumpido. Ejerció muchos cargos docentes y realizó diversas
indagaciones históricas simultáneamente. Sus trabajos investigativos fueron de gran complejidad y con
cuidada dedicación. Pero como intensa fue su práctica indagadora y docente, corta fue al contrario su
existencia. Vivió apenas 37 años.
Nació el 6 de agosto de 1901, en Pamplona (Colombia) con motivo de estar su padre y familia en el
exilio. La carrera profesional de Parra León es vertiginosa, si puede usarse esta expresión. Ya en el año
1922 obtiene en el estado Táchira el título de abogado. Allí ejerce el cargo de Inspector Fiscal de
Estampilla. En 1923 obtiene el doctorado en Cánones. En 1924 le otorga el título de Doctor en Ciencias
Políticas y en 25 de junio de 1926 se le confiere el título de Doctor en Ciencias Eclesiásticas. Así
mismo en 1928 es nombrado Vicerrector de Allí ejerce según el historiador Tomás Polanco Alcántara
(1988) las siguientes cátedras:
Lógica en de Filosofía y Letras, creada en en 1928, Principios Generales del Derecho y Derecho
Español y Público Eclesiástico en de Derecho de ; Filosofía en el cuarto año de Instrucción Secundaria
en el Liceo Andrés Bello de Caracas; Derecho Internacional Americano en el curso Preparatorio para la
admisión en las carreras Diplomática y Consular, que después de 1936 funcionó en el Ministerio de
Relaciones Exteriores y además dictó Ética General y Aplicada en el ensayo preuniversitario
experimental que existió en el año de 1931 y un curso, entonces muy especial de Preparación Cívica,
Psicología y Metodología Pedagógica en el Colegio Santa Rosa de Lima (Pág. 33)
Toda esta actividad docente la llevaba paralelamente a las ocupaciones vicerectorales, las cuales ejerció
hasta el 26 de diciembre de 1935. De allí fue a de En su pase por el Vicerrectorado de tuvo la
oportunidad de asumir el Rectorado en condición de interino el 24 de julio de 1929.
En creó de Filosofía y Letras y examinó los Archivos Históricos de de Filosofía desde el
Vicerrectorado e impartió cursos de sicología, lógica, literatura antigua, literatura italiana, historia de la
filosofía y ética. Tomó de la revista Anales de de Venezuela. Llegó a ser miembro e individuo de
centros y academias de historia en Colombia, España, Argentina, Uruguay, Costa Rica República
Dominicana y Panamá. En Venezuela, aparte de ser individuo de número en de Historia, también lo fue
de de
Caracciolo Parra también ejerció el oficio de editor a través de su propia empresa, Editorial Sur
América, la cual exhibe un catálogo interesantísimo. Entre sus ediciones pueden mencionarse, entre
otras muchas, de José Gil Fortoul, el Archivo de Historia y Variedades de Tulio Febres Cordero,
Tapices de de Mario Briceño Iragorry, de del Obispo Mariano Martí y las obras de Cronistas de Indias
como Oviedo y baños, Caulín y Fray Pedro Aguado.
Como diplomático ocupó el 5 de junio de 1936 de una recién creada Oficina en el Ministerio de
Relaciones Exteriores dedicada a los propósitos del gobierno por estrechar relaciones de cooperación
política, económica y cultural con otras naciones americanas. Desde allí se dedica al estudio académico
y político del tema de las relaciones internacionales venezolanas, con los fines de alcanzar la resolución
de problemáticas y sistematizar la preparación del personal para el servicio diplomático. En diciembre
de 1938 participa en Lima en Interamericana. En esta actividad tuvo una labor destacada. Allí en Lima
enfermó, marchó a Panamá donde se agravó, llega moribundo a Caracas falleciendo el 9 de febrero de
1939 victima de leucemia.
Caracciolo Parra León siempre se confesó de arraigadas convicciones católicas, apostólicas y romanas.
En una carta que dirige a Mario Briceño Iragorry (1990) dibuja con precisión lo que fue, en sus propias
palabras, su fundamento de vida:
... sin mutilaciones, ni subterfugios, sin hacer concesión alguna a la impiedad ni a heterodoxia en
cualquiera forma que se presente, sin rehuir ninguna de las lógicas consecuencias de la fe que profeso,
lo cual equivale a decir que, con un convencimiento firme y apegado a la realidad de las cosas,
sostengo la doctrina social de (Pág. 54)
En 1592 el rey español Felipe II, bajo la constante presión del Obispo Mauro Tovar de Caracas le
ordena a este la fundación de un Seminario. La falta de recursos económico impidió el cumplimiento
de este mandato. En 1640, el Obispo solicita al Cabildo Eclesiástico los recursos para iniciar la obra. El
Cabildo aprueba la propuesta, asigna seis mil ducados para el inicio y dispone de una casa junto a la
iglesia para que allí funcionase el Seminario de manera interina mientras se construía el edificio
universitario. El terremoto que se conoce como de San Bernabé derrumbó la iglesia y lo que se había
hasta el momento fabricado.
El 27 de septiembre de 1673 el nuevo obispo, Fray Antonio González de Acuña, compra unas casas
frente a la plaza mayor y funda allí el Seminario de Santa Rosa de Lima, semilla de lo que se conoció
después como y Pontificia Universidad de Caracas. Sus primeras cátedras fueron teología, gramática y
filosofía. El obispo Diego Baños y Sotomayor culmina la construcción del edificio. Este obispo
establece las Constituciones que rigen el gobierno y funcionamiento. Este Seminario fue inaugurado a
decisión del obispo el 29 de agosto de 1696. Se inicia entonces una larga y gestionada lucha por la
elevación a la categoría de Universidad del Seminario. El rey Felipe V por Real Cédula el 22 de
diciembre de 1721 decreta la universidad. La cual se inauguró definitivamente como Real y Pontificia
Universidad realmente el 11 de agosto de 1725. Sus primeras cátedras fueron Teología de Prima,
Teología de Vísperas, Cánones, Moral, Instituta de Leyes, Filosofía y Música, luego se añaden
Filosofía Escolástica y Medicina. El obispo nombraba para ese entonces al Rector y las cátedras eran
dadas por oposición y en la didáctica dominaba el sentido aristotélico del Seminario. Humberto Cuenca
(1967) describe el rigor del proceso académico en la vida estudiantil:
A y Pontificia se entraba niño, analfabeto, para aprender las primeras letras y se salía doctor; es decir,
ella proporcionaba la instrucción primaria, formaba al bachiller o maestro y graduaba al doctor en la
respectiva facultad universitaria. Realizaba así en esta suma de conocimientos, el principio de la unidad
integral de la enseñanza, desde la más elemental hasta la superior... Enseñanza teórica y nada práctica,
alejada por completo de la experiencia humanista, en el viejo sentido que en la antigüedad clásica tenía
este concepto. Desconoció la especialidad, el seminario y la investigación, impartía una cultura general,
pero atrasada” (Pág. 29)
Presentado así estudiar en la universidad colonial es prácticamente un asunto de entrega conventual a
los rigores de una disciplina académica con espíritu de religiosidad católica. El conocimiento es
absoluto e indiscutible. Cuenca habla también de cárceles interiores, ayunos, penitencia y castigos
corporales. Es notable como este historiador se inclina a reforzar con sus descripciones y apreciaciones
la tradicional idea de “la leyenda negra” en la universidad colonial venezolana. Sin embargo, esta
misma universidad a decir verdad es férrea al momento de defender sus fueros autónomos ante el
Cabildo, el Gobernador o el Capitán General.
Al principio el Rector era nombrado por el Obispo y su duración era de acuerdo a la conveniencia de
este. Pero en 1784 se dan las primeras tentativas autonómicas cuando el Rector es nombrado por un
claustro de doctores. Este duraría dos años, no sería reelegible y se elegiría alternadamente un lego y un
eclesiástico. El poder rectoral es limitado, su salario era de 125 pesos anuales más las propinas de los
bachilleres al recibir el grado. El puesto sólo era una cuestión de mérito no de ventajas económicas.
Los asuntos económicos y académicos eran administrados por los Claustros.
Ildefonso Leal (1981) establece la duración de la vida universitaria colonial desde 1721 hasta 1827: “
se prolonga hasta aun después de consumada la independencia, porque los viejos estatutos sancionados
por el rey Felipe V no fueron derogados sino el 24 de junio de (Pág. 119) Este trecho de 106 años se
divide, de acuerdo a las tendencias filosóficas dominantes en el recinto, en tres etapas: la escolástica
que va desde la creación hasta 1788, donde el pensamiento de Aristóteles rige toda la enseñanza. La
etapa de la filosofía moderna que arranca con la lección de Baltasar de los Reyes Marrero y prosigue
con la sucesión de este por sus discípulos, en esta se mezcla entre sí el escolastismo, el racionalismo y
el empirismo. Y la tercera que comienza en 1815 y concluye en 1821. En esta etapa cae bajo el mando
de los realistas de Fernando VII, Leal la califica como la etapa de la “reacción absolutista”, en ella hay
una condena a todo lo que significó la etapa de la filosofía moderna.
ROMANTICISMO-POSITIVISMO, PARADIGMAS HISTORIOGRÁFICOS VENEZOLANOS
La fecha de 1839 constituye un eje referencial en la historiografía venezolana. Ese año se edita El
Resumen de , de Rafael María Baralt y el Atlas de Venezuela de Agustín Codazzi. Según Pedro Grases
(1977) a partir de esta fecha: “El país cae en un sopor intelectual movido únicamente por
enfrentamientos menudos, chiquitos” (Pág. 46) Es la llegada al poder de Guzmán Blanco en 1870 lo
que va abrir el país a la filosofía positivista, colocándolo así en el terreno de las ideas con lo que ya
acontece en el resto del continente americano. Esto da pie para al desarrollo de dos tendencias en la
historiografía del país, las cuales hacen vida desde esa fecha hasta el periodo gomecista. De un lado
está la tendencia romántica, representada, entre otros, por Francisco Javier Yánez, Rafael María Baralt,
Juan Vicente González, Felipe Larrazábal, Eduardo Blanco y del otro la positivista encabezada por
Rafael Villavicencio, Vicente Marcano, José Gil Fortoul y Vallenilla Lanz.
Estas tendencias entran en pugna y juegan el rol de paradigmas o modelos teórico-prácticos que
entender e influir en el proceso histórico del país. Sin embargo, medida que Venezuela se acerca al
siglo XX, el positivismo termina por imponerse en todos los niveles del hacer científico e intelectual
del país. Alicia López de Nuño (1965) destaca como el espíritu de la polémica llegó a de a través de
algunos discursos de incorporación. Estos son obra de los discípulos universitarios de Adolfo Ernst y
Rafael Villavicencio, profesores de las cátedras de Historia y Ciencias Naturales, padres del
positivismo venezolano. Son los jóvenes positivistas los que, en su lucha contra las tendencias
románticas, fundan en el año 1882 una sociedad que deciden llamar “Sociedad del Amigos del Saber”
De esta sociedad sus integrantes pasaron a copar los diarios más leídos en la época.
Pueden enumerarse las acciones que le dan vigencia intelectual al positivismo. En primer lugar la
sociedad venezolana es impactada, directa o indirectamente, por los avances y crisis sociológicas del
mundo, lo cual hace insuficiente la visión romántica para dar una respuesta adecuada a estas nuevas
exigencias y escenarios. En segundo lugar debido al positivismo surge la justificación ideológica de las
nuevas consignas e ideales políticos, como son la oposición civilización-barbarie, el anticlericalismo, la
idea de educación popular, la tecnificación, las políticas inmigratorias y el antiimperialismo. Y en
tercer lugar el empuje que ofrece el hecho de que la mayor parte de sus representantes se burocratizan
accediendo a posiciones políticas, académicas, culturales y científicas dentro del régimen político
vigente permitiendo así más popularidad y realidad para sus propuestas.
La postura de Caracciolo Parra León en este contexto fue cautelosa a diferencia de la de Briceño
Iragorry que fue muy abierta y franca. Tomás Polanco Alcántara (1988) describe este posicionamiento
advirtiendo en su análisis que es de entender que para el momento criticar el positivismo podía ser
motivo de desprestigio o de ser calificado como un retrogrado opuesto al desarrollo social. Este
historiador define las críticas que Parra León realiza desde el área de las Ciencias Jurídicas cuando
señala el peligro de limitarse solo a los métodos novedosos. Que la adquisición de nuevas verdades
redunda siempre en confirmar la autenticidad de las verdades tradicionales. Para este autor Parra León:
Consideraba funesto la exagerada pasión contra los métodos anteriores, el deseo inmoderado de
originalidad... Con todos esos puntos de vista consideró que el abuso de los nuevos métodos, el odio a
los antiguos y el olvido de los fundamentos mismos de la verdad, condujeron a nuevas escuelas a
gravísimos errores de consecuencias absolutamente negativas. En cambio un procedimiento racional,
que con sistemas adecuados sostuviere la pureza de las verdades metafísicas, podría llevar a una
genuina filosofía moderna amplia llena de progresos y en constante evolución. (Pág. 75)
Eduardo Arroyo Álvarez encuentra conciliados en Parra León contradictorios principios conservadores
y revolucionarios, evidenciado esto en una carta que el autor dirige a Mario Briceño Iragorry y que
Arroyo Álvarez (1994) cita: “...aquí sólo tienes un mantenedor de la reforma social múltiple, la que se
adapta a los medios y a la época dentro de la vasta ideología del cristianismo” (Pág. 27) Si a estas
confesiones se unen las líneas, más arribas citadas, donde Polanco Alcántara parafrasea a Parra León,
es comprensible el constante ataque que este autor hace hacia el síndrome de la “leyenda negra”, el cual
que evidencia un claro dominio inconsciente en la mentalidad intelectual del positivismo al igual que
en los historiadores de tendencia romántica.
El hacer científico no es inmune a lo negativo del psiquismo. Es indispensable ser consciente de las
motivaciones subjetivas más profundas que dominan el proceso de construcción del conocimiento
objetivo. Ya en 1906 Ángel Cesar Rivas, en su discurso de incorporación a de Historia de Venezuela,
Orígenes de la independencia de Venezuela, y en su libro Historia política y diplomática, llega a un
conjunto de conclusiones semejantes. Este historiador, desde la perspectiva de la escuela histórico-
determinista de Taine, aplicó los métodos del evolucionismo y sacó con anterioridad las mismas
conclusiones historiográficas de Parra León. Según Cristóbal Benítez (1990) Cesar Rivas, desde el
determinismo histórico, enfrentó “... las concepciones exageradamente románticas de la historia y de la
evolución de las sociedades; concepciones según las cuales estas obedecen exclusivamente al ser
racional del hombre, esto es a su potencialidad intelectual, con entera independencia de los factores
fisiológicos, geográficos, etnológicos, etc.” (Pág. 96) La crítica a esta postura de los positivistas señala
que estos terminaron cayendo, gracias al dogmatismo de mucho de sus propagadores, en lo mismo que
criticaban, la dogmatización excluyente Como apunta Benítez, se desprecia hasta llegar a considerar
como no influyentes en la historia a los factores de carácter anímico, tales como la voluntad, lo
sentimental, los gustos, la emoción y el vigor de lo ideal.
Caracciolo Parra León (1990) sucede a Ángel Cesar Rivas en de el discurso de presentación ante esta
Academia del libro en Caracas 1567-1725 reconoce las ventajas del método histórico-determinista
pero las matiza con las cautelosas críticas de Agustín Gemelli. Este autor italiano previene contra la
tendencia monista del determinismo. Caracciolo Parra León objeta la pretensión de establecer:
“.... principios, consecuencias y leyes rigurosamente científicos, es decir rigurosamente ciertos,
respecto de cuya veracidad habría que observar: que o dependen de factores externos, y entonces carece
del carácter estable que da la ciencia a sus asertos y no vale la pena de ser sostenida, o está por encima
de la misma ley de evolución, que en ese caso no resulta tan universal ni tan absoluta como se pretende:
tanto más cuanto que son precisamente los deterministas quienes alardean de únicos y verdaderos
filósofos. (p. 430)
El determinismo aparte de presentar contradicciones en sus términos, las sostienen en el terreno
práctico de lo cotidiano. Sus adeptos pueden negar el libre albedrío, pero como cualquier ser humano
ofenden y alban, condenan y absuelven. El recto sentido crítico, que tanto pregonan, solo existe para
ellos cuando intelectualizan enunciados lejos de lo cotidiano. Parra León cree en lo inevitable de lo
contradictorio, pero asumido consciente y vitalmente. La historia se asienta sobre voluntades y leyes,
ideas y fenómenos, espíritu y cuerpo. Ante el escollo teórico del determinismo opta por una
“concepción dualista u orgánica de la historia” (p. 435) Donde todo tiene cabida eclécticamente.
FILOSOFÍA UNIVERSITARIA COLONIAL
Está muy de moda la expresión “crisis paradigmática”, estas dos palabras parecen tener un insaciable
poder interpretativo, constituyen una panacea terminológica a la hora de retratar, dentro de la vasta
generalidad posmoderna, el nudo gordiano que es la ciencia de estos tiempos de globalidad tecno-
comunicacional. Esta expresión tiene una sinonimia un tanto prolífica, puede mencionarse modismos
metafóricos como: cambio de padigmático, agotamiento paradigmático, ruptura epistémica,
desfundamentación epistemológica, quiebre paradigmático. Por Thomas H. Khun se sabe que un
cambio de paradigma en las Ciencias acontece gracias a la dificultad de resolver las irregularidades
dentro de los esquemas de análisis vigentes. Se hace entonces necesario, por no decir inevitable, un
nuevo modelo para resolver estas irregularidades. Ahora bien este episodio, epistémicamente
“catastrófico”, no es ninguna novedad, nada es más esencialmente tradicional e históricamente
recurrente que la crisis de paradigmas, las diferencias parecen marcarla sus significativas y puntuales
irregularidades.
En el plano de la historiografía contemporánea los finales de la década de los setenta constituye el
momento donde se acentúan los signos de agotamiento de tres paradigmas historiográficos con sentido
de universalidad, son el marxismo, los Annales y el estructural-cuantitativismo. En este terreno
disciplinario tampoco es primera vez que ocurre otra vuelta de tuerca paradigmática, como ejemplo
puede mencionarse la historiografía racionalista de que surge como necesidad de organizar una
objetividad plena que cortara los lazos metodológicos establecidos con el hacer historiográfico
confesional y cronístico del siglo XVII.
Puede decirse que en la indagación de esta crisis paradigmática, en el seno de la educación colonial
universitaria venezolana, ubica en su centro el sentido investigativo del texto Filosofía Universitaria
Venezolana 1788-1821 Este se inicia con una afirmación de tono absoluto de la cual posteriormente
puede extraerse todo un cuadro de consecuencias interesantes. Parra León dice: “Nunca fue, señores,
instituto hermético ni foco de oscurantismo y retroceso y Pontificia Universidad de Caracas” (pag 39)
El autor de entrada establece el marco temporal a estudiar, desde 1788 hasta 1821. Considera que en
esa etapa se formó en la universidad buena parte de la generación responsable de la independencia
venezolana. Inmediatamente pasa decir que “al comparar esa gárrula palabrería, misericordemente
apedillada “historia romántica”, con la realidad, que espontáneamente brota de la labor unificada del
sentido común y de innumerables documentos” (pag 40) se descubre que esta historia romántica tiene
motivaciones políticas demagógicas y sentimentales, que es el producto espontáneo de la guerra. El
cual posteriormente se esgrime como el argumento equivocado para establecer juicios de una época con
el criterio de otras. Este acto rompe, para él con la primera ley histórica, la de continuidad. Mas que un
hacer historiográfico la historia de espíritu romántico parece ser simple y mal intencionada propaganda
política.
Ahora haciendo un hincapié en este punto sería necesario establecer en paréntesis algunas
apreciaciones que se derivan al valorar estas afirmaciones del autor. Decir nada más que la historia
romántica es solo un ardid de mala intención, es redundar en la simpleza que se denuncia. A la luz de la
historia de las mentalidades este hacer historiográfico romántico responde a motivaciones que tienen su
explicación, no solo en su desarrollo mismo sino también, en el complejo siquismo colectivo
venezolano, el cual tan asertivamente ya el Libertador describía en su Discurso de Angostura. Este
siquismo puede tener relieves aparenciales de espontaneidad pero no es gratuito. Al observar la historia
de las ideas se pasa necesariamente por llamar la atención sobre la sociedad y la sicología colectiva que
rigen para el momento de la observación. Hay ya desde la colonia un imaginario venezolano que se
apoya en un conjunto de representaciones imaginarias, simbólicas y realidades inventadas, que el
proceso de la guerra independentista no desarraiga sino que añade a él un perfil traumático que lo
incrementa y refina hasta consolidarlo en siquismo colectivo. Carlos Barros (2004) establece cinco
componentes de la mentalidad histórica: lo racional, lo emotivo, lo imaginario, lo inconsciente y la
conducta. El país en su proceso histórico es el drama de un inconsciente expresado en lo imaginario
que no resuelve su reiterada pugna con lo racional representado a su vez en las élites dirigentes.
Regresando al texto Parra León este admite el claro sentido peripatético y tomista de la universidad en
sus inicios. Pero ya a mediados del siglo XVII en España se lee y discute a Descartes y Gassendi.
Españoles como el obispo D. Juan Caramuel de Loblokowitz, el P. Tomás Vicente Tosca, F. Benito
Jerónimo Feijoo figuras importantes toman con cierta timidez sus distancias de Aristóteles y Santo
Tomás de Aquino. Y en el siglo XVIII se añaden Evora D. Luís Antonio Verney y D. Antonio
Eximeno. A Descartes y Gassendi le siguen lecturas de Bacon, Newton, Locke, Condillac, Hume,
Condorcet, Malebranche, Berkeley, Leibniz, Wolf, Rosseau y Voltaire. La universidad Real y
Pontificia recibe de inmediato este caudal de ideas europeas, es mas, se adelanta en número e
intensidad a la voracidad de leer y estudiar más y más autores de 1788 esto es casi público entre
clérigos y seglares.
El primer brote anti aristotélico lo representó en de Valverde que el 1 agosto de ese año disputó
públicamente con el profesor Conde de San Javier. Valverde llegó, según cita de Parra León, a calificar
la filosofía de Aristóteles como “Servil sentina de los errores”. Santo Tomás apenas sale librado en esta
descalificación filosófica cuando astutamente se le califica con tibieza como un “angélico inspirado”.
No era prudente ir más allá. Sin embargo, es 1788 cuando la modernidad entra con todas sus fuerzas en
y Pontificia Universidad.
Las enseñanzas de filosofía por parte del clérigo Don Baltasar de los Reyes Marrero marcan el inicio
del vigor modernista en la universidad. Este profesor después de explicar su curso de Filosofía y las
Súmulas, tiene la iniciativa por cuenta propia de enseñar aritmética, álgebra y geometría por creerlas
básicas para el aprendizaje de y hasta de las mismas Sagradas Escrituras. Esto trajo resistencias, un
alumno, José Cayetano Montenegro se niega por consejo de su padre, el doctor Cayetano Montenegro,
a concluir el aprendizaje del álgebra, Marrero lo expulsa entonces del salón. Este hecho da inicio a una
larga disputa académica sobre la utilidad de la matemática, discusión que divide a las autoridades de la
universidad, llevando el juicio hasta el Concejo de Indias. Al final, el 27 de julio de 1791, se decide que
los estudiantes recibirán las enseñanzas de las materias en disputas solo sí la voluntad de estos lo cree
conveniente. Ya Marrero había renunciado a la cátedra para ese entonces, sin embargo, sus discípulos
sucesores, tales como Francisco Antonio Pimentel, Rafael Escalona y Alejandro Echezuria continuaron
el desmontaje del aristotelismo en interesante está en que Marrero incorpora el experimentalismo en su
cátedra y demuestra que las matemáticas no están opuestas a las enseñanzas de Aristóteles y Santo
Tomás de Aquino. Más bien considera Marrero que las matemáticas “purifican” los conocimientos
sobre Aristóteles
Este experimentalismo condujo a la práctica novedosa del Método frente a la vieja y machacada
esgrima intelectual del silogismo. Parra León dice, citando las propias palabras contenidas en los
expedientes estudiantiles, que:
Púsose de moda en , y al paso que algunos lo tuvieron por suficiente para toda clase de ciencias e
investigaciones, declarándolo otros ‘único apto para el conocimiento, o, a lo menos, para la formación
de ideas claras y exactas’ Entendióse, eso sí, por método experimental, no la proscripción absoluta de
principios trascendentales, de que hace gala cierto empirismo materialista hoy (pag. 70)
Se asume el experimentalismo pero sin llegar hacer concesiones desbocadas que desvirtúen el sentido y
el espíritu religioso de la institución universitaria. Tanto así que, la práctica silogística, no fue
desechada por un número significativo de estudiantes, pudiendo convivir ambas maneras en el recinto
universitario. Parra León muestra su acuerdo con esta posición ya que la misma ilustra históricamente
lo que será su propia postura cautelosa ante el ardor paradigmático y las emocionalidades que llegó a
despertar el positivismo vigente para su época.
Una de las principales víctimas de esta revolución intelectual en el seno universitario colonial fue el
sacrosanto criterio de autoridad. Expresiones como:
‘...la autoridad humana no debe quedar exenta de examen, así venga de varón insigne o pase por común
opinión de los doctores’, ‘en lo natural no ha de seguirse la autoridad sino la experiencia y la razón’,
‘sólo difícilmente se establece la verdad histórica por el testimonio humano’, ‘la deferencia por la
autoridad de los sabios es fecunda madre de errores’, ‘la autoridad de los santos no constituye
argumento cierto en las ciencias naturales: tanto vale cuanto persuada la razón’, ‘la autoridad de los
Santos Padres ha de igualarse a la de los profanos en lo natural; no debe ser preferida a la de los
doctores y debe posponerse muchas veces a la de los herejes’; ‘quien quiera conocer la verdad ha de
oírla con agrado, depuesta toda preocupación, ora venga de indocto o de enemigo’ (Págs. 73 y 74)
Darle categóricamente primacía a la experiencia y a la razón por encima de los tradicionales criterios
de aquellos manoseados sabios y santos de árida formación aristotélico-tomista, considerar que la
verdad no depende del estado espiritual del que la emite, sino que esta se corrobora por medio de la
experiencia y se evidencia en los juicios de razón. Leer estos juicios en las tesis de estudiantes de una
institución con formación conventual, donde predomina de modo absoluto lo teórico tomista, la cual
hace vida social, intelectual y religiosa en medio de una Caracas fuertemente permeada por el criterio
de selección divina de sus autoridades políticas, resulta increíble. Se hace palmario los niveles de
relajación de los controles sociales del conocimiento. La crisis paradigmática en las comunidades
coloniales era de carácter profundo.
Ante la decadencia de los postulados metafísicos los criterios cartesianos ocupan de inmediato este
vacío. Los expedientes que cita Parra León muestra un hervidero de polémicas académicas. Descartes
así como tiene muchos propagadores y defensores también cuenta con impugnadores de férreos y
sesudos argumentos. Lo importante es el ambiente de tolerancia con que van y vienen los argumentos.
La planta sembrada por Marrero muestra unas ramas y tronco saludables.
Las preferencias intelectuales son variadas. Benito Espinoza no capta seguidores, Malebranche, Leibniz
y Wolf cuentan con pocos, el escenario es indudablemente cartesiano. John Locke, fue esculcado. De él
se tomaron algunos criterios y se guardó distancia de las nociones materialistas que insertaba la duda
del sitio sobre el sitio de residencia de la conciencia. Condillac, fundador del sensualismo ocupó lugar
de preferencias a la hora de usar sus argumentaciones contra el materialismo lockeano. Destttut-Tracy,
Lamarck, Hume, David Hartley establecieron los senderos previos al futuro evolucionismo. Este
hervidero de posturas se desarrolla en convivencia y mezcolanza, ser moderno en la universidad no da
pie a perseguir a los internamente persistieron en el aristotelismo.
Demuestra así Caracciolo Parra León lo equivocado de las informaciones de Dauxion, de Domingo
Briceño Briceño y del inglés Robert Semple donde presentan a de Caracas de 1811 como un sistema
rutinario, con dos siglos de atraso con relación a España. También desmonta las observaciones de
Rafael Maria Baralt en su Resumen de de Venezuela, donde afirma este que solo muy avanzado el siglo
XIX es cuando se escuchan en el recinto universitario los nombres de Descartes, Newton, Leibniz,
Bacon y Galileo. Muchas de los datos que Baralt expone son la reproducción de la “Revista” de García
del Río donde se habla tendenciosamente de los métodos penales de enseñanza en la universidad a
través de castigos corporales. Ante estas apreciaciones Caracciolo Parra León antepone las de Juan
Vicente González donde este informa que aun bajo el furor de la guerra la universidad se reunía para
rendir tributo a sus maestros de la modernidad. Uno a uno va el autor desmontando los argumentos de
esta Revista que parece ser la fuente principal de Baralt. Esta revista critica la preponderancia del latín
en la enseñanza, manifiesta la prohibición de libros, y las lecturas ocultas de los estudiantes. Para
responder a esto Parra León se vale de los argumentos de Andrés Bello a favor del latín, y del uso
obligado de este en todas las universidades europeas de ese tiempo. En cuanto a prohibición de
lecturas, es evidente lo que revelan los expedientes estudiados junto con las informaciones que da
Arístides Rojas sobre la llegada de libros al país.
Dicha revista manipula una presunta frase de Carlos IV para no conferirle al Colegio Seminario de
Maracaibo el estatuto de universidad. Parra León que dicha frase no aparece por ningún lado en
documento alguno y que si no se le concedió el nombre de universidad al colegio si se le confirió el
poder de dar grados mayores en filosofía, derecho canónico y teología.. En cuanto al criticado sentido
clerical de la universidad la concepción de Andrés Bello para la universidad de Chile sirve para
justificar la existencia y fomento de las ciencias eclesiásticas. Caracciolo Parra León deja claro que no
tiene la intención de exagerar las virtudes de la universidad:
Y no es que consideremos perfecta colonial ni mucho menos que pretendamos hacer la apoteosis del
gobierno español en relación con ella. Bien sabemos que no se mostró generosa con la vida económica
del Instituto; y aunque donde quiera fue común en aquellos tiempos que las rentas universitarias
derivasen de fundación particular, desde los años de 70 comenzó a ponerse de moda en España la
costumbre de alimentar o esclarecer oficialmente las aulas, bien pudo el Rey, en tratándose de un
establecimiento ultramarino que de tantos modos suplicaba a su mejoramiento, mostrar en el terreno
económico su protección, a pesar de la crisis que por entonces soportaba (pag 227)
La educación en la colonial no fue una función obligatoria de estado como se conoce hoy en día. En la
construcción de Seminario Santa Rosa de Lima el obispo González de Acuña en 1673 impuso a los
clérigos para financiar los costos de construcción una contribución del 3% de las entradas a la iglesia.
Es el obispo Fray Antonio González de Acuña quien en 1673 compra unas casas frente a la plaza
mayor para el Seminario. El que no estuviera obligada a cubrir las funciones y gastos de la educación,
no impide algunas iniciativas por parte de Cabildos y de falta de recursos económicos impidió la
existencia de algunas cátedras. Esta precariedad contribuye con el acento teórico de la enseñanza Parra
León cree que si las contribuciones de hubieran sido de mayor cantidad se habría dado mayor aliento a
los estudios prácticos.
ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
Filosofía Universitaria Venezolana 1788-1821 de Caracciolo Parra León cumple perfectamente con las
motivaciones que, según Julio Arostegui (s f), determinan el diseño de la investigación histórica. Estas
consisten en los “hallazgos de nuevas fuentes, de nuevas conexiones entre las cosas, de
comparaciones... de insatisfacciones con los conocimientos existentes... la aparición de nuevos puntos
de vista, de nuevas teorías, o de nuevas curiosidades sociales.” (p. 319) Las fuentes, los viejos y
relegados expedientes universitarios escritos en latín que en manos de este historiador pasan a
transformarse en novedosas fuentes del pasado colonial venezolano. Con relación a la insatisfacción,
escritos previos a este libro pueden ilustrarla, por ejemplo Instrucción en Caracas, 1567-1725. Allí
deja ver su descontento ante ese conjunto de comprensiones y explicaciones historiográficas abreviadas
en el lugar común de la leyenda negra. ¿Nuevas teorías? Los trabajos del historiador Ángel César Rivas
desde la óptica de la escuela histórico-determinista. Este autor es tratado por Parra León extensamente
en el discurso de presentación ante de las ventajas del método determinista pero bajo el matiz de las
críticas de Agustín Gemelli. Allí define a su propia concepción de la historia dualista u orgánica.
¿Por qué una universidad como y Pontificia de Caracas de origen, reglas y vida de corte eclesiástico se
convierte en el escenario un debate seglar entre las tesis modernistas de y el tomismo medieval? No es
una o dos tesis las que caen en esta tendencia, son muchas. Y lo extraordinario es que al parecer esto
ocurre bajo el consentimiento tácito de la iglesia. Un detalle importante que sale a luz pública notable
al leer el expediente del caso entre Baltasar Marrero y Cayetano Montenegro es la división de criterios
entre las dos mayores autoridades de , el Cancelario que desautoriza y amenaza con multar a Marrero y
el Rector doctor Juan Agustín de que apoya la enseñanza de las Matemáticas. El Cancelario argumenta
que Marrero viola los estatutos de que obligaban a enseñar exclusivamente de Aristóteles y no a
Newton, sin embargo, ya los planes de estudio del sistema universitario español desde 1771 que
enseñar matemáticas era preliminar a Física. El argumento del defensor de Marrero era que la
oposición era exclusivamente motivada por ignorancia de esta materia por parte de algunos doctores.
Es decir, en realidad no se estaba introduciendo principalmente ninguna novedad sino que se ejecutaba
algo que había llegado con cierto retraso a bien el centro de la cuestión de los hechos debatidos está en
la organización misma de como su autoridad mayor no es elegida por un dignatario eclesiástico sino
por el claustro interno, lenta pero sostenidamente seglarizado. Y es este mismo claustro el que rige
realmente sobre los asuntos académicos y administrativos. Es evidentemente el ejercicio del principio
de autonomía, de autogobierno, un germen ideológico importante en el seno de los pueblos y élites
americanas bajo el régimen español. y el Cabildo colonial constituyen dos formas de autogobierno
decisivas en los acontecimientos independentistas. Ahora bien estas dos instituciones no son una
creación exclusivamente americana, para que pueda pensarse que por su naturaleza ya guardaban el
germen, son instituciones creadas por la corona española misma. Estructuras para el debate continuo.
La historia habla bastante del papel del Cabildo en la defensa de los intereses de los blancos criollos. Y
esos mismos blancos criollos son los que debaten sobre las tesis de la modernidad en la universidad. Es
el régimen colonial mismo que contribuye creando las bases institucionales para el cambio porque estas
instituciones ya estaban produciendo transformaciones en el seno de la propia sociedad en suelo
español. América es un reflejo, en otro contexto y con otros intereses, de la crisis paradigmática
europea y española.
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