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Santiago Rex BLISS (compilador). La Revolución Industrial: Perspectivas Actuales. Instituto Mora,
México, 1997.
El proceso de industrialización es, sin duda, uno de los fenómenos que ha influido
decisivamente en las transformaciones económicas y sociales ocurridas durante los siglos XVIII
y XIX en el mundo occidental, razón por la cual su estudio ha constituido una preocupación
constante tanto entre los cultivadores de la historia económica como de la social; preocupación
que ha sido además estimulada por las novedosas interpretaciones propuestas en las últimas
décadas. Un doble propósito motivó la presentación de este texto; por un lado, el de ofrecer al
lector de habla hispana una compilación de algunos de los artículos más significativos aparecido
en los últimos años en revistas especializadas anglosajonas; y por el otro familiarizarlo con las
nuevas tendencias en la investigación de dicho proceso, mediante una revisión crítica de la
historiografía de las últimas décadas.
Nuestra atención se centrará en las discusiones más recientes, fundamentalmente en las
sostenidas en los últimos años. Sin embargo, como la explicación clásica formulada con los
aportes de Phyllis Deane, W. A. Cole, Thomas Ashton, John Clapham, Eric Hobsbawm, etc.,
resulta un punto de referencia obligado, comenzaremos presentando someramente sus
principales postulados. Estos autores consideraban que la industrialización en el mundo había
surgido como resultado de una revolución industrial, que tuvo lugar en Inglaterra y que había
consistido en la difusión del uso del hierro, el carbón y la energía del vapor, fundamentalmente
en la industria textil algodonera. Según ellos, este proceso se desarrolló en un escenario nuevo,
la fábrica; y como resultado de la aplicación de estos cambios, se produjo lo que se ha
denominado una "fuerte aceleración" o un "despegue" en el crecimiento económico, que tuvo
lugar en las dos últimas décadas del siglo XVIII, y que transformó de un modo sustancial la
estructura social inglesa, desarrolló la relación entre campo y ciudad en otros términos, y
modificó los niveles de vida de las clases populares.
De acuerdo con la explicación clásica, la agricultura también desempeñó un importante
papel en el desarrollo industrial, pues la revolución agrícola –que precedió y acompañó a la
industrialización– permitió abastecer de alimentos a la creciente población urbana. Por último,
al considerarse el caso inglés como la única vía posible al desarrollo industrial, aquellos países
que quisieran acceder a los beneficios de la industrialización, debían intentar recrear las
condiciones en que se había producido el "despegue" británico, tal como lo enunciaba Rostow
en su célebre libro The stages of economic growth: a non-comunist manifiesto, que llegó a
convertirse en un manual de los organismos internacionales preocupados por el desarrollo de los
países del tercer mundo.
El desarrollo de nuevas investigaciones de caso y la aplicación de las metodologías
modernas aplicadas a la historia económica, permitieron modificar la visión tradicional de la
industrialización.
Conclusiones
La investigación histórica de los últimos veinte años ha modificado sensiblemente nuestra
visión sobre el proceso de industrialización. Además de ofrecer nuevas respuesta a viejos
interrogantes, también ha permitido ampliar el enfoque del problema llevando a explorar nuevos
aspectos, como por ejemplo, las implicaciones sociales y culturales de la revolución industrial.
A modo de un balance global, podemos decir que los investigadores han alcanzado un cierto
consenso en torno a algunos de los puntos más controvertidos de los últimos años.
Así, en relación con las tasas de crecimiento anual de la economía británica, el gran aporte
de la nueva historia económica ha sido desestimar el llamado "despegue" (take off). En efecto,
la industrialización ha sido un proceso gradual que se inicia con el siglo XVIII y se extiende
hasta mediados del XIX. Esta constatación –hoy ampliamente compartida por los
investigadores– no implica, sin embargo, que las transformaciones económica y sociales que
generó la revolución industrial no hayan sido considerables: la fuerte transferencia de
trabajadores del campo a la ciudad, las innovaciones tecnológicas, el desarrollo de nuevos
medios de transporte y comunicaciones, el surgimiento de ciudades industriales, la expansión en
busca de nuevos mercados, son algunos de los elementos que cambiaron radicalmente a la
sociedad occidental durante este período, y que se deben, en gran parte, al proceso de
industrialización.
Por otro parte, el estudio empírico de otros casos de desarrollo industrial, en especial el
francés, ha demostrado que la industrialización británica no fue ni el único ni el mejor de los
modelos posibles. En consecuencia, los puntos de partida metodológicos para afrontar el estudio
de los procesos de industrialización en otras latitudes, han sido profundamente modificados. Ya
no se trata de buscar similitudes y diferencias con la Inglaterra del siglo XVIII, sino, por el
contrario, intentar la búsqueda, dentro de cada sociedad en particular, de las características que
ayuden a explicar el aumento de alternativas posibles de desarrollo industrial. Además de haber
destronado al modelo británico de la exclusividad que había gozado por décadas, los nuevos
estudios han modificado nuestra perspectiva sobre los orígenes de la industrialización.
En efecto, la llamada teoría de la protoindustrialización demostró que la industria no nació
ni de la gran fábrica ni de la ciudad, sino que fue el resultado de una articulación compleja entre
la ciudad y el campo, entre la familia campesina y el capital mercantil. De manera que el
proceso de desarrollo industrial tiene profundas raíces en la Europa de la edad moderna, y sus
causas exceden ampliamente los estrechos marcos de una disciplina. En otras palabras, los
orígenes de la industrialización tienen que ver con elementos y situaciones que van más allá de
lo estrictamente económico, pues involucran fenómenos demográficos, políticos, sociales y
culturales. Afirmación no sólo válida para las primeras etapas de la industrialización, sino
también para todo el proceso.
Así adquirió especial importancia el estudio del impacto de la revolución industrial en la
conformación de la sociedad victoriana. La industrialización transformó a Inglaterra durante el
siglo XIX, en "el taller del mundo". Sin embargo, los industriales nunca alcanzaron el poder
político y el prestigio social que la preeminencia fabril británica hubiese sugerido; estuvieron
siempre subordinados a los intereses de los terratenientes, los financistas y los grandes
comerciantes que constituyeron el escalón más elevado y poderoso de la sociedad victoriana.
Esta subordinación, junto al clima hostil hacia la industria, que caracterizaron las últimas
décadas del siglo XIX en Inglaterra, han sido consideradas por los estudiosos como una de las
explicaciones posibles del declive económico inglés, ya notorio desde los últimos decenios del
reinado de Victoria.
Nuestra comprensión de la revolución industrial y de los procesos de cambio económico es
hoy mucho más amplia y profunda que veinte años atrás; sin embargo, aún existen facetas
ocultas que el historiador debe contribuir a develar. Este trabajo pretende servir de estímulo para
que los lectores en lengua española se lancen con interés a explorar más a fondo estos
fenómenos en el mundo hispanoamericano, tanto a nivel empírico como metodológico y teórico.
Si este objetivo se logra, aunque sea en parte, el propósito habrá sido cumplido con creces.