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SISTEMAS ELECTORALES:
150 AÑOS DE UN DEBATE EN CURSO∗
Matthias Catón
Los debates sobre sistemas electorales empezaron en el siglo XIX, cuando la necesidad
de dichos sistemas emergió con la expansión gradual del sufragio.
La polémica a mediados del siglo XIX entre Thomas Hare (1859) y John Stuart Mill
(1958, primera edición en 1861), por una parte, y Walter Bagehot (2001, primera
edición en 1867), por la otra, puede ser considerada como el punto de partida de un
debate sobre las ventajas y desventajas de diferentes sistemas electorales que,
esencialmente, dura hasta hoy día.
Tanto Bagehot como Mill eran liberales preocupados por el funcionamiento del
Parlamento y el gobierno. Bagehot era un ferviente defensor del sistema mayoritario,
entendiéndose por éste pluralidad en distritos de un único miembro o “first-past-the-
post” (FPTP), que después sería conocido como el sistema británico. Mill, por su parte,
argumentaba a favor de la representación proporcional (RP). Ambos destacaron
funciones diferentes de los sistemas electorales: Bagehot se ocupó ante todo de la
función de elegir y sostener un gobierno en funciones. Temía que la RP llevara a una
mayor polarización del Parlamento si sus miembros dependían de las órdenes de sus
partidos (p. 107–11). El temor de la polarización fue también la razón por la que se
opuso firmemente al sufragio masculino universal –una demanda que calificó como
“ultrademocrática”.
∗
Publicado en: José Ramón López Rubí Calderón (ed.) 2007, Política y Ciencia Política en Dieter
Nohlen. Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 119-134. Traducción del inglés de
José Ramón López Rubí Calderón.
1
Mill argumentaba que la democracia sólo podía ser conseguida si cada grupo social
estaba representado proporcionalmente a su fuerza electoral y criticaba que esto no
ocurría con los sistemas electorales mayoritarios: “La idea pura de la democracia, según
su definición, es el gobierno de todo el pueblo por todo el pueblo igualmente
representado. La democracia tal y como se concibe y practica actualmente, es el
gobierno de todo el pueblo por una simple mayoría del pueblo, exclusivamente
representada” (Mill, 1958, pp.102-103). Mill señaló que aquellas minorías que fuesen
incapaces de reunir una pluralidad en cualquier unidad electoral no obtendrían
representación alguna bajo sistemas FPTP y que muchos estarían forzadados a votar por
un candidato por el que no estuvieran enteramente a favor. Sorprendentemente, usó un
argumento similar al de Bagehot: el FPTP daría demasiado peso a los líderes partidistas
locales, ya que ellos seleccionaban a los candidatos.
Parte del desacuerdo entre Bagehot, Mill y Hare tiene su raíz en el hecho de hacían
hincapié en distintas funciones de las elecciones. Una es representar todas las
tendencias y corrientes relevantes de una sociedad; otra es construir y mantener un
gobierno estable. Para Bagehot, elegir al gobierno era la función más importante del
Parlamento (p. 95), mientras que para Mill lo era la representación de la sociedad.
La extensión del sufragio en el siglo XX trajo consigo más sistemas de RP, sobre todo en
la Europa continental. Los estudiosos de los sistemas electorales tenían entonces
muchos más casos disponibles que a mediados del siglo XIX. Ferdinand Hermens (1968,
primera edición en inglés en 1941) dio a su libro sobre sistemas electorales el claro
título de Democracia o Anarquía. Hermens era alemán y había emigrado a los Estados
Unidos en 1934. Se consideraba a sí mismo en línea con Bagehot y defendió firmemente
los sistemas electorales mayoritarios frente a la representación proporcional .
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Para Hermens, los sistemas mayoritarios no sólo eran una opción apropiada para
sociedades homogéneas sino condición sine que non para la existencia de un país unido
(p. 19). Sostuvo que los sistemas mayoritarios reducían tanto la polarización –la
distancia ideológica entre extremos– como la fragmentación, ya que electores y partidos
estaban obligados a moverse hacia el centro en busca del así llamado “votante medio”
con el objeto de lograr mayorías. De esta suerte, un votante con puntos de vista de
extrema derecha preferiría votar a un candidato moderadamente conservador que
arriesgar que un candidato izquierdista pudiese resultar electo. De igual forma, los
políticos abandonarían los partidos extremistas para unirse a los moderados si de ello
dependiese obtener un cargo. Por el contrario, la representación proporcional
garantizaría a los extremistas una representación parlamentaria en proporción a su
fuerza; incluso si su base de apoyo inicial fuese débil, podrían usar su presencia en el
Parlamento como una plataforma de recursos publicitarios y financieros que
eventualmente, en un momento de crisis, podrían explotar para ganar votantes
descontentos y contestatarios. Cuando la extrema izquierda y la extrema derecha
obtuvieran una mayoría -como pasó en Alemania al principio de la década de 1930- la
democracia estaba sentenciada. Por tanto, Hermens llamó a la representación
proporcional “el caballo de Troya de la democracia”, que votaría por su propia muerte
(p. 23). Asimismo, sostuvo que la representación proporcional con listas cerradas y
bloqueadas llevaría a una reducción de la actividad de los candidatos al no tener que
hacer campaña a favor de su éxito individual (p. 39–41).
Hermens sí llevó a cabo análisis empírico para demostrar su tesis: usó la emergencia del
fascismo y el nazismo en Italia y Alemania, respectivamente, para argumentar en contra
de la representación proporcional. En Bélgica, según Hermens, los gobiernos débiles
eran una consecuencia de la representación proporcional. Eso había permitido al rey
Leopoldo firmar la capitulación belga en 1940 sin el consentimiento del gobierno (p.
249–50). Gran Bretaña, con FPTP, y la Tercera República Francesa (1871–1940), con
algunas variaciones de mayoría absoluta, sirvieron como ejemplos de cómo los sistemas
mayoritarios lograban y mantenían la estabilidad. También mencionó países en los que
la RP obviamente funcionaba bastante bien –principalmente los Países Bajos, Suiza y los
países escandinavos-, pero atribuyó el hecho a particularidades dentro de esos países.
Evidentemente, el punto determinante para Hermens era la quiebra de las democracias,
sobre todo Alemania e Italia, cuya culpa achacaba al sistema electoral. Seleccionó sus
casos de acuerdo a esto y buscó específicamente razones que confirmaran su hipótesis.
Esto es: generalizó a partir de los casos que aparentemente respaldaban su hipótesis e
ignoró el resto.
1Duverger se refiere los sistemas de pluralidad como sistemas de mayoría simple a una sola
vuelta electoral. Los sistemas de mayoría simple con segunda vuelta serían aquellos con mayoría
absoluta y runoffs.
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Duverger menciona algunas excepciones a esta regla –entre ellas Canadá con FPTP y
sistema multipartidista- pero las descarta como excepcionales (p. 220–3), debilitando
así el alcance determinista de sus postulados. Duverger no fue el primero en notar estos
efectos (para un panorama de los trabajos precedentes, véase Riker, 1982) pero escribió
sobre ellos de un modo tan claro que es a él a quien generalmente se cita.
Aunque Duverger usó cierto número de casos y su base empírica fue mucho mayor que
la de Hermens, sus hipótesis están claramente confeccionadas para tres países: el Reino
Unido, como un ejemplo de sistema bipartidista de pluralidad, la Cuarta República
Francesa, que usaba listas de votación por partido en circunscripciones o distritos que
iban de los tres a los nueve escaños (Nohlen, 1978, p. 278–9), y Alemania, con su
representación proporcional. Como es sabido, Duverger consideraba que el sistema
bipartidista era la mejor solución porque, en su opinión, “corresponde a la naturaleza de
las cosas” (Duverger, 1959, p. 215). Para él, usualmente, en política todo se reducía a dos
opciones y lo demás era sólo una desviación de una de esas dos opciones o una mezcla
de ambas, como en el caso de los partidos centristas. Al igual que Hermens, Duverger no
hizo de los sistemas electorales el punto de arranque de su análisis sino ciertas
observaciones sobre el sistema político que percibía como positivo (caso del Reino
Unido) o negativo (caso de Alemania), para posteriormente atribuir su origen al sistema
electoral.
Duverger fue el primero en distinguir entre los efectos mecánicos y psicológicos de los
sistemas electorales. Los efectos mecánicos trabajan a través del diseño técnico de los
sistemas, como la magnitud distrital, las reglas de decisión, los umbrales y demás. Los
efectos psicológicos trabajan indirectamente: los votantes saben de los efectos
mecánicos y sus consecuencias presumibles y actúan en concordancia. Esto significa
que, por ejemplo, en unidades de pluralidad con un solo miembro los votantes serían
reacios a votar por un candidato de un partido menor que no tiene posibilidades reales
de obtener el escaño. Por ende, los efectos psicológicos pueden reforzar los efectos
mecánicos. Aunque los efectos psicológicos son difíciles de medir, la distinción es
ampliamente aceptada en la actual investigación de los sistemas electorales.
Las hipótesis de Duverger y otros inspiraron a Douglas Rae (1967) para emprender un
proyecto de investigación de gran envergadura. Había advertido correctamente que la
mayor parte de los estudios sobre sistemas electorales era imprecisa en cuanto a la
definición del sujeto de estudio, no era sistemática y no estaba a la altura de los
estándares de un análisis empírico riguroso. Rae empezó definiendo distintos elementos
técnicos de los sistemas electorales y estableciendo consiguientemente variables.
Distinguió entre a) la estructura de votación (la posibilidad de los electores de otorgar
votos preferenciales por candidatos específicos o por listas de partido únicamente), b) la
magnitud de la circunscripción (cuántos escaños son distribuidos en un distrito dado) y
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c) la fórmula electoral o norma de decisión (si los escaños se distribuyen por mayoría
absoluta, pluralidad o proporción y, en este último caso, a través de qué formula
matemática, sea D’Hondt o métodos de cociente). Asimismo, Rae tipologizó los sistemas
electorales combinando diferentes variables dentro de categorías empíricas: pluralidad
angloamericana, representación proporcional ordinaria, representación proporcional de
distritos grandes y representación proporcional ordinal (p. 15–44).
Con los resultados electorales de veinte países occidentales entre 1945 y 1965, Rae llevó
a cabo análisis de regresión para probar un número de hipótesis. Fue el primero en
aplicar métodos cuantitativos a la investigación sobre sistemas electorales, por lo que su
trabajo constituye un hito. Algunos de sus resultados conciernen a los sistemas
electorales en general, como, por ejemplo, el hecho de que todos ellos tienden a
recompensar al mayor partido en términos de votos con un porcentaje de escaños
desproporcionado, sin importar el sistema aplicado en realidad. Su principal interés
radicaba en las posibles diferencias entre los tipos de sistema electoral.
Entre otras cosas, Rae confirmó que los sistemas mayoritarios (incluyendo la pluralidad)
dan favorecen al partido más grande y que una gran cantidad de mayorías
parlamentarias son fabricadas, es decir, creadas por el sistema electoral a través de los
efectos de desproporción y no forjadas por una mayoría real de votos. La ley de
Duverger sobre la creación de sistemas bipartidistas por parte de sistemas mayoritarios
fue confirmada en cerca del 90 por ciento de los casos. Rae modificó la ley para
acomodar los casos de desviación: “fórmulas de pluralidad están siempre asociadas con
competición bipartidaria excepto donde existen fuertes partidos locales minoritarios; y
otras fórmulas están asociadas con la competencia bipartidista sólo cuando los partidos
electoralmente minoritarios son muy débiles” (Rae, 1967, p. 95). Con esto, da cabida a
las dos grandes excepciones a la regla dentro de su muestra, Canadá y Austria. Canadá
tiene un sistema
Siguiendo los pasos de Rae, Lijphart (1994) analizó veintisiete países, occidentales en su
mayoría, con largos periodos democráticos entre 1945 y 1990. Usó datos de las
elecciones parlamentarias para cámaras bajas. Las unidades de análisis no fueron los
países sino los sistemas electorales. En su libro, define el sistema electoral como un
conjunto de provisiones invariables en un país. Dado que colocó el listón de cambios
relativamente abajo, su análisis contiene un total de setenta casos . Las variables
explicativas son a) la magnitud media de la circunscripción, b) la fórmula electoral, c) el
tamaño de la asamblea y d) el umbral de representación. Como factores adicionales,
Lijphart incluyó la estructura electoral, el posible prorrateo desviado o
malapportionment (circunscripciones con tamaños poblacionales disparejos), la
influencia del gobierno presidencial o parlamentario y los llamados apparentments (dos
o más partidos compartiendo una lista) (p. 14–5). Los efectos sobre el sistema de
partidos fueron medidos a través del grado de desproporcionalidad, el número efectivo
de partidos tanto en el nivel de voto como en el de escaños y la frecuencia y tipo de las
mayorías, ya sean ganadas o creadas (p. 57–77).
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sistema electoral (p. 13–4). De ahí el alto número de setenta sistemas electorales en tan
sólo veinte países. La introducción del tamaño de la asamblea constituyó una novedad
en la investigación sobre sistemas electorales, especialmente porque Lijphart no utilizó
la relación entre votos y escaños, esto es, el tamaño relativo de la asamblea, como lo
hicieron con anterioridad Tufte (1973) y Stigler (1976). El análisis, no obstante, sólo
mostró una relación débil entre el tamaño de la asamblea y la desproporcionalidad (p.
102–4).
El legado de Sternberger fue continuado por Dieter Nohlen, quien hoy es conocido como
el más relevante y prominente representante del “enfoque Heidelberg” para la
investigación sobre sistemas electorales. Numerosas publicaciones resultaron de este
enfoque vigente desde hace décadas. Empresas iniciales de investigación comparativa
fueron las de Nohlen (1978) y Nuscheler y Ziemer (1978). A Nohlen (2004) se debe el
trabajo analítico sobre los efectos de los sistemas electorales más completo hasta el día
de hoy. Finalmente, el amplio proyecto de investigación “Elections Worldwide” es el
primero en analizar las elecciones en todos los países del mundo. Después de diez años
de investigación, el proyecto está a punto de finalizar. Las cuatro entregas, con un total
de ocho volúmenes (Nohlen, Krennerich y Thibaut, 1999; Nohlen, Grotz y Hartmann,
2001; Nohlen, 2005; y Nohlen, Catón y Stöver, 2007), serán una valiosa fuente de
referencia para el futuro.
Por último, otros tres tipos de investigación han estado presentes durante las dos
décadas pasadas. El primer tipo usa métodos matemáticos para analizar la relación
entre sistemas electorales y sistemas de partidos, como el libro de Taagepera y Shugart
(1989). El segundo tipo implica publicaciones que tratan las nuevas formas de sistemas
electorales combinados y sus ventajas y desventajas. Un ejemplo es la obra de Shugart y
Wattenberg (2001). El tercer tipo está dirigido a funcionarios públicos y políticos
profesionales más que a académicos. International IDEA, la organización
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intergubernamental con sede en Estocolmo, es pionera en este campo. Sus manuales
recientes incluyen los de Reynolds, Reilly y Ellis (2005) y Wall et al. (2006).
Los normativistas generalmente escogen una de las dos grandes opciones para sistemas
electorales – mayoritaria o proporcional – y argumentan en su favor. Típicamente, un
caso es usado como modelo o tipo ideal. La investigación empírica, si la hay, se emplea
para respaldar el argumento principal. Este enfoque más tradicional ha dejado de tener
vigencia hoy, pero, sorprendentemente, las ideas normativas aún brillan con frecuencia
en la investigación sobre sistemas electorales, incluso en los trabajos empíricos de las
corrientes dominantes. Los investigadores del siglo XIX mencionados arriba pertenecen
todos a la escuela normativa.
Por razones obvias, los trabajos cuantitativos se centran en aquellos aspectos de las
elecciones que son fácilmente cuantificables. Puesto que mucha de la información ya
está cuantificada es sorprendente que la mayoría de los estudios cuantitativos sólo
trabaje con un número limitado de casos: Los grandes análisis comparativos entre países
son una excepción. Estudios cuantitativos innovadores son los de Rae (1967), Lijphart
(1994) y Taagepera y Shugart (1989).
CONCLUSIONES
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Sea cual fuere el futuro de la investigación sobre sistemas electorales, no debe olvidarse
que aun la investigación más pura sirve en última instancia a un propósito: explicar
fenómenos sociales. En ese sentido, los debates metodológicos son medios para alcanzar
mejores explicaciones, no fines en sí mismos.
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