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Comienza este pasaje que nos dice: “En el año que murió el rey
Uzías vi yo al Señor”. Parecería para algunos, que para qué tiene
que mencionarse ahí que fue en ese año; en que murió el rey
Uzías, en las Sagradas Escrituras, cada palabra, cada acento, cada
coma, tiene un significado, porque uno puede hacer una
declaración, sin un punto o una coma, sin ortografía, y cambia el
sentido completamente, y entonces el hecho de que se mencione
que fue en el año que murió el rey Uzías, que el tuvo esta visión
tan profunda y tan preciosa, que cambió su vida personal y su
ministerio profético, y porqué sería que esto tenía que suceder en
el año que murió el rey Uzías; el rey Uzías e Isaías eran primos-
hermanos, Isaías el profeta, le gustaba ir a palacio y visitar a su
primo-hermano el rey, como eran familiares de confianza se
estimaban mutuamente (a lo mejor, porque así somos todos
nosotros). El profeta en algunas ocasiones le diría: déjame
sentarme en el trono; él frecuentaba palacio y se sentaba en el
trono; Isaías estaba feliz, estaba contento, porque el rey era su
primo, por ello tenía una relación, un contacto, una comunión
frecuente con el rey y él estaba muy feliz en estas visitas a
palacio.
Dios quiere derramar su gloria en todo ser humano debajo del sol;
Dios no excluye a nadie, Dios no predestina a unos para su gloria
y a otros para el infierno, es un insulto a la justicia y al carácter de
Dios. Y los redimidos con la sangre de Cristo, cuyos nombres
están escritos en el libro de la vida, en el cielo, que están viviendo
vidas santas, apartadas del mundo y de la concupiscencia del
mundo, que no aman el mundo ni las cosas que están en el
mundo; ese pueblo sabe que toda la tierra está llena de la gloria de
Dios, y mejor que eso, es saber que toda nuestra vida, nuestro
corazón y nuestra mente están llenas de la gloria de Dios. ¿Por
qué no nos interesa la gloria del mundo ó la gloria de Uzías?,¿por
qué no nos interesa las vanidades del mundo? Porque estamos
llenos de la gloria de Dios; esa gloria de Dios llegó a mi corazón
cuando yo tenia 10 años de edad, predicó un hombre lleno del
Espíritu Santo, invitó las almas a aceptar a Cristo, se levantaron
como 25 manos en la congregación, entre esas, mi mano, de un
niño de 10 años, y esa noche fui consiente que el Señor me salvó,
fui consiente que Él me llamó para predicar su evangelio y esa
noche fui consiente que Dios llenó mi tierno corazón de su gloria,
de esto ahora serán 60 años, y a no ser porque la gloria de Dios
está en mi vida, en mi mente, en mi corazón y en mis
pensamientos, yo no estaría aquí predicando. El Señor Jesucristo
no es un madero colgando de otro madero, el Señor Jesucristo no
es una estampa de papel, el Señor Jesucristo no es una figura
yeso, el Señor Jesucristo no es un dogma, el Señor Jesucristo es
una gloriosa realidad en la vida del que cree.
Las Sagradas Escrituras nos sigue diciendo que cuando Isaías oyó
la voz de los serafines, los quiciales de las puertas del templo se
estremecían con la voz del que clamaba y la casa se llenó de la
gloria de Dios, del fuego de Dios, y no solo se estremecieron las
puertas del templo, pues lo mejor fue que ante esta manifestación
de la gloria de Dios Isaías dijo: “Ay de mí, que soy como muerto,
que siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de
pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey
Jehová de los ejércitos”, se estremeció el templo, pero mejor que
todo, se estremeció Isaías, se estremeció el corazón del profeta, y
al ver la manifestación de la gloria de Dios, dijo: “Ay de mí, me
muero, soy como muerto, porque han visto mis ojos al Rey Dios
Jehová de los ejércitos”, con su primo el rey Uzías probablemente
bromeaba, se sentaba en el trono como una broma, como un
juego, pero ahora ve a Dios y se da cuenta de su necesidad.
Mientras más cerca está uno de Dios, de su palabra, de su
presencia, de su divino amor, vamos a ver nuestra necesidad con
mayor claridad, el que cree que está bien delante de Dios y así lo
publique: «yo estoy bien, yo no necesito ir tanto a la iglesia, no
necesito leer tanto la Biblia, no necesito hacer esto», esas son las
personas que más lejos están de Dios. Porque cuando uno se
aproxima a la presencia del Señor, uno se da cuenta de la santidad
de Dios y de la necesidad de uno. Y los creyentes que viven una
vida mundana; de comunión, contacto y práctica con el mundo, se
sienten bien, critican y censuran a los que queremos estar más y
más y más cerca del Señor. El que está lejos, más se aleja, el que
está más cerca, quiere aproximarse más, quiere buscar más de
Dios, reconoce que necesita, porque quien será capaz de
compararse con el Dios Santo, santo, santo.
“Ay de mí que siendo hombre inmundo de labios”, se dio cuenta,
y note que él lo primero que señala es inmundo de labios, porque
a veces usamos nuestros labios, nuestras palabras indebidamente,
a veces de un modo hasta insultante y él se da cuenta que tiene
que refrenar su boca, Isaías ya era profeta; llevaba algunos años
profetizando, pero ahora tuvo una visión de Dios y se dio cuenta
que estaba muy rezagado, empezó a pedirle a Dios limpieza,
santidad, pureza.
“Han visto mis ojos al Rey”, se murió el rey Uzías y vio al Rey
de los cielos. Cuando nosotros dejemos que se muera Uzías en
nuestra vida, comenzaremos a ver al Señor de un modo más
maravilloso. Y cuando él dijo: “Ay de mí”, pues voló hacia él uno
de los serafines, y tampoco es que aquel serafín tomó la iniciativa
de ir hacia el profeta; los serafines y los ángeles están bajo la total
autoridad de Dios, por eso los ángeles se escandalizan cuando ven
que hay tantos que no se someten; los hijos a los padres, los
cónyuges el uno al otro, la congregación al pastor, y personas así
tampoco se someten a Dios, porque esa es una escala de valores
que empieza con Dios, quien se somete a Dios, se somete a su
palabra, quien se somete a su palabra, se somete al hombre de
Dios que enseña y predica su palabra, quien se somete al hombre
e instrumento de Dios, se somete a los hermanos que están en una
experiencia más elevada que él, y luego la Biblia dice que nos
sometamos los unos a los otros, porque ese es un principio en la
soberanía de Dios, en el gobierno de Dios, porque no puede haber
una multitud de dioses. Y cada uno de ellos; el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, han tenido una intervención directa en al
redención del hombre.
Cuando el serafín tocó los labios del profeta le dijo: “He aquí que
esto tocó tus labios”, y ese carbón representa el fuego del Espíritu
Santo, ese carbón representa la eficacia de la sangre de Cristo que
nos limpia de todo pecado, ese carbón representa la palabra viva
de Dios, “esto tocó tus labios y es quitada tu culpa, limpio es tu
pecado”. Que felicidad que Dios perdone nuestros pecados, un
hombre no puede decir: «estás perdonado hijo», un hombre lo
puede decir, pero esos pecados no han sido perdonados por Dios,
porque el único pecado que Dios perdona, es aquel que se le
confiesa a Él como el Padre, y al Padre le decimos perdóname por
los méritos de la sangre de Cristo. Y entonces cuando ya Isaías se
sintió libre, porque que precioso es sentirnos libres, no tenemos
que buscar muletas de nadie, tenemos libertad de entrar en el
santuario; en el cielo, en oración, y doblar nuestras rodillas y
hablar con Dios por los méritos de Jesucristo, porque Pablo dijo:
“Hay un Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo”